PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 01 DE AGOSTO
- Horario de la
parroquia: abierta de 10.30 h. a 13.30 h. y de 18.30 h. a 21.30 h.
- Eucaristía del
Domingo XVIII del Tiempo Ordinario (a las 11.00 h.)
Para ver la transmisión en directo, pincha aquí
- Rezo del Santo
Rosario (a las 20.00 h.) y Eucaristía del Domingo XVIII del Tiempo Ordinario (a
las 20.30 h.)
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NOTICIAS DE ACTUALIDAD
Papa Benedicto XVI
“El sentido de las vacaciones según
la fe”
ÁNGELUS.
Domingo 13 de agosto de 2006
Queridos
hermanos y hermanas:
En este
tiempo de verano muchos han abandonado las ciudades y se encuentran en
localidades turísticas o en sus países de origen para sus vacaciones. Les deseo
que este esperado período de descanso les sirva para fortalecer la mente y el
cuerpo, sometidos cada día a un continuo cansancio y desgaste, debido al ritmo
frenético de la vida moderna.
Las
vacaciones brindan también la oportunidad para estar más tiempo con los
familiares, para reunirse con parientes y amigos, es decir, para fomentar más
los contactos humanos, que el ritmo de los compromisos de cada día impide
cultivar como sería de desear.
Ciertamente,
no todos pueden gozar de vacaciones, y no son pocos los que, por diversos
motivos, se ven obligados a renunciar a ellas. Pienso, en particular, en
quienes viven solos, en los ancianos y en los enfermos, los cuales a menudo, en
este período, sufren aún más la soledad. A estos hermanos y hermanas nuestros
quisiera manifestarles mi cercanía espiritual, deseando de corazón que a ninguno
de ellos le falte el apoyo y el consuelo de personas amigas.
El tiempo
de vacaciones es para muchos una magnífica ocasión para encuentros culturales,
para largos momentos de oración y contemplación en contacto con la naturaleza o
en monasterios y centros religiosos. Al disponer de más tiempo libre, nos
podemos dedicar con mayor facilidad a hablar con Dios, a meditar en la sagrada
Escritura y a leer algún libro útil y formativo.
Quienes
experimentan este descanso del espíritu saben cuán útil es para no convertir
las vacaciones en un mero entretenimiento o diversión. La fiel participación en
la celebración eucarística dominical ayuda a sentirse parte viva de la
comunidad eclesial, también cuando se está fuera de la propia parroquia.
Dondequiera que nos encontremos, siempre necesitamos alimentarnos de la
Eucaristía.
Nos lo
recuerda el pasaje evangélico de este domingo, que nos presenta a Jesús como el
Pan de vida. Él mismo, como nos dice el evangelista san Juan, se declara
"el pan vivo que ha bajado del cielo" (Jn 6, 31), un pan que alimenta
nuestra fe y fortalece la comunión entre todos los cristianos.
en su Palabra y en la Eucaristía
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SANTORAL DE HOY
Patronazgos: patrono de los confesores, los teólogos morales y los directores espirituales.
Refieren a este santo: San Clemente María Hofbauer, San Gerardo Majella, San José de Calasanz, Beata María Celeste del Santísimo Salvador, Beata María Teresa de Soubiran La Louvière.
Oración
Oh Dios, que suscitas continuamente en tu Iglesia nuevos ejemplos de santidad, concédenos la gracia de imitar en el celo apostólico a tu obispo san Alfonso María de Ligorio, para que podamos compartir en el cielo su misma recompensa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Otros santos de este día:
Los
santos mártires Macabeos, junto a su madre y Eleazar, escriba, santos del AT
Conmemoración del triunfo de los siete santos hermanos mártires, que en
Antioquía de Siria, por su invencible fidelidad en el cumplimiento de la ley
del Señor, durante el reinado de Antioco Epifanes sufrieron un fin cruel, al
igual que su madre, que presenció con dolor la muerte de cada uno de sus hijos,
coronada de gloria en todos ellos, como se nos refiere en el libro de los
Macabeos.
Asimismo, conmemoración también de san Eleazar, uno de los escribas más
destacados, varón de edad ya avanzada, que en la misma persecución se negó a
comer carne prohibida para salvar su vida, aceptando una muerte gloriosísima
antes que una vida ignominiosa, y se adelantó de buen grado al lugar del
suplicio, mostrando un admirable ejemplo de virtud.
San
Secundino de Roma, mártir
En la vía Prenestina, a treinta miliarios de Roma, san Secundino, mártir.
San
Félix de Girona, mártir
En Girona, en la Hispania Tarraconense, san Félix, mártir en la
persecución bajo el emperador Diocleciano.
San
Eusebio de Vercelli, obispo y confesor
En Vercelli, en la Liguria, muerte de san Eusebio, obispo, cuya
conmemoración se celebra mañana.
San
Exuperio de Bayeux, obispo
En Bayeux, en la Galia Lugdunense, san Exuperio, a quien se venera como
primer obispo de esta ciudad.
San
Severo de Aquitania, presbítero
En Aquitania, san Severo, presbítero, que empleó sus bienes para la
construcción de iglesias y para el servicio a los pobres.
Santos
Friardo y Secundino, eremitas
En la isla Vinduneta (hoy Besné), cerca de Nantes, en Francia, santos
Friardo y Secundino, este último diácono, ambos eremitas.
San
Jonato, abad
En Marchiennes, en la Galia Bélgica, san Jonato, abad, discípulo de san
Amando.
San
Ethelwoldo, monje y obispo
En Winchester, en Inglaterra, sepultura de san Ethelwoldo, obispo, que
compuso la famosa Concordia Regular, para la renovación de la disciplina
monástica que había aprendido de san Dunstán.
Beato
Emerico de Quart, obispo
En Aosta, en los Alpes Graios, beato Emerico de Quart, obispo, admirable
por su austeridad de vida y por su celo en la salvación de las almas.
Beato
Juan Bufalari, eremita
En Rieti, de la Sabina, beato Juan Bufalari, religioso de la Orden de
Ermitaños de San Agustín, joven humilde y amable, siempre dispuesto a ayudar a
su prójimo.
San
Pedro Favre, religioso presbítero
En Roma, San Pedro Favre, presbítero, que fue el primero entre los
miembros de la Orden de la Compañía de Jesús que soportó difíciles
responsabilidades en diversas partes de Europa, y murió en la Urbe, cuando
partía hacia el Concilio de Trento.
Beato
Tomás Welbourne, mártir
En York, en Inglaterra, beato Tomás Welbourne, mártir, el cual, maestro
de escuela, durante el reinado de Jacobo I fue condenado a muerte por haber
aconsejado seguir al Romano Pontífice y, ahorcado en el patíbulo, se configuró
en el martirio con Cristo, sumo Maestro.
Santos
Domingo Nguyen Van Hanh y Bernardo Vu Van Due, presbíteros y mártires
En la ciudad Nam Dinh, en Tonquín, santos Domingo Nguyen Van Hanh (Dieu),
de la Orden de Predicadores, y Bernardo Vu Van Due, presbíteros y mártires, que
murieron decapitados por su fe en Cristo, en tiempo del emperador Minh Mang.
San
Pedro Julián Eymard, presbítero y fundador
En la aldea de La Mure, junto al río Isar, en Francia, muerte de san
Pedro Julián Eymard, presbítero, cuya conmemoración se celebra mañana.
Beato
Bienvenido de Miguel Arahal, presbítero y mártir
En Madrid, en España, beato Bienvenido (José) de Miguel Arahal,
presbítero de los Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores y
mártir, que en el furor de la persecución contra la fe derramó su sangre por
Cristo.
Beatos
José Teófilo y Severino, religiosos mártires
En La Palma de Cervelló, Barcelona, beatos Hno. José Teófilo (José Mulet
Velilla) y Hno. Severino (Severino Ruiz Hidalgo), profesos de los Hermanos
Maristas, muertos en la persecución religiosa de España en época de la Guerra
Civil.
Beato
Rafael Maria de Mataró, presbítero y mártir
En Vallvidrera, Barcelona, beato Rafael Maria de Mataró (Francesc de
Paula Soteras Culla), presbítero, capuchino mártir en la persecución religiosa
durante la Guerra Civil.
Beato
Félix de Tortosa, religioso y mártir
En Palafolls, Barcelona, beato Félix de Tortosa (Joan Bonavida Dellà),
capuchino mártir en la persecución religiosa durante la Guerra Civil.
Beato
Alexis Sobaszek, presbítero y mártir
En el campo de concentración de Dachau, cercano a Munich, en Alemania,
beato Alexis Sobaszek, presbítero y mártir, el cual, nacido en Polonia, en
tiempo de guerra fue deportado inhumanamente por los invasores de su patria, y
por Cristo murió entre torturas en defensa de la fe.
Beato
Gerardo Hirschfelder, presbítero y mártir
En Dachau, Alemania, beato Gerardo Hirschfelder, presbítero del vicariato
de Glatz, mártir en el campo de concentración, muerto por un régimen contrario
a la dignidad humana.
Beatas
María Estrella del Santísimo Sacramento Mardosewicz y sus diez compañeras,
vírgenes y mártires
En un bosque cercano a la ciudad de Nowogródek, en Polonia, beatas María
Estrella del Santísimo Sacramento (Adelhéidis) Mardosewicz y sus diez
compañeras, de la Congregación de Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de
Nazaret, vírgenes y mártires, que, en funesto tiempo de guerra, entraron en la
gloria de los cielos al ser fusiladas por los enemigos de la fe. Sus nombres
son: Beatas María Imelda de Jesús Hostia (Hedwigis Carolina) Zak, María
Raimunda de Jesús y María (Ana) Kukolowicz, María Daniela de Jesús y María
Inmaculada (Eleonora Aniela) Jozwik, María Canuta de Jesús en el Huerto de
Getsemani (Josefa) Chrobot, María Sergia de la Virgen Dolorosa (Julia) Rapiej,
María Guidona de la Divina Providencia (Helena) Cierpka, María Felicidad
(Paulina) Borowik, María Heliodora (Leocadia) Matuszewska, María Canisia
(Eugenia) Mackiewicz y María Boromea (Verónica) Tarmontowicz.
LITURGIA
DE HOY
Misa del Domingo (verde).
y derrama tu bondad imperecedera sobre los que te suplican,
para que renueves lo que creaste y conserves lo renovado
en estos que te alaban como autor y como guía.
Por nuestro Señor Jesucristo.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. R.
ÁNGELUS.
Domingo, 5 de agosto de 2018
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En estos últimos domingos, la liturgia nos ha mostrado la imagen cargada
de ternura de Jesús que va al encuentro de la multitud y de sus necesidades. En
el pasaje evangélico de hoy (cf. Jn 6, 24-35) la perspectiva cambia: es la
multitud, hambrienta de Jesús, quien se pone nuevamente a buscarle, va al
encuentro de Jesús. Pero a Jesús no le basta que la gente lo busque, quiere que
la gente lo conozca; quiere que la búsqueda de Él y el encuentro con Él vayan
más allá de la satisfacción inmediata de las necesidades materiales.
Jesús ha venido a traernos algo más, a abrir nuestra existencia a un
horizonte más amplio respecto a las preocupaciones cotidianas del nutrirse, del
vestirse, de la carrera, etc. Por eso, dirigido a la multitud, exclama:
«Vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido
de los panes y os habéis saciado» (Jn 6, 26).
Así estimula a la gente a dar un paso adelante, a preguntarse sobre el
significado del milagro, y no solo a aprovecharse. De hecho, ¡la multiplicación
de los panes y de los peces es un signo del gran don que el Padre ha hecho a la
humanidad y que es Jesús mismo!
Él, verdadero «pan de la vida» (Jn 6, 35), quiere saciar no solamente los
cuerpos sino también las almas, dando el alimento espiritual que puede
satisfacer el hambre profunda. Por esto invita a la multitud a procurarse no la
comida que no dura, sino esa que permanece para la vida eterna (cf. Jn 6, 27).
Se trata de un alimento que Jesús nos dona cada día: su Palabra, su Cuerpo, su
Sangre.
La multitud escucha la invitación del Señor, pero no comprende el sentido
–como nos sucede muchas veces también a nosotros– y le preguntan: «¿qué hemos
de hacer para llevar a cabo las obras de Dios?» (Jn 6, 28).
Los que escuchan a Jesús piensan que Él les pide cumplir los preceptos
para obtener otros milagros como ese de la multiplicación de los panes. Es una
tentación común, esta, de reducir la religión solo a la práctica de las leyes,
proyectando sobre nuestra relación con Dios la imagen de la relación entre los
siervos y su amo: los siervos deben cumplir las tareas que el amo les ha
asignado, para tener su benevolencia. Esto lo sabemos todos.
Por eso la multitud quiere saber de Jesús qué acciones debe hacer para
contentar a Dios. Pero Jesús da una respuesta inesperada: «La obra de Dios es
que creáis en quien él ha enviado» (Jn 6, 29). Estas palabras están dirigidas,
hoy, también a nosotros: la obra de Dios no consisten tanto en el «hacer»
cosas, sino en el «creer» en Aquel que Él ha mandado. Esto significa que la fe
en Jesús nos permite cumplir las obras de Dios. Si nos dejamos implicar en esta
relación de amor y de confianza con Jesús, seremos capaces de realizar buenas
obras que perfumen a Evangelio, por el bien y las necesidades de los hermanos.
El Señor nos invita a no olvidar que, si es necesario preocuparse por el
pan, todavía más importante es cultivar la relación con Él, reforzar nuestra fe
en Él que es el «pan de la vida», venido para saciar nuestra hambre de verdad,
nuestra hambre de justicia, nuestra hambre de amor.
Que la Virgen María, en el día en el que recordamos la dedicación de la
Basílica de Santa María Mayor en Roma, la Salus populi romani, nos
sostenga en nuestro camino de fe y nos ayude a abandonarnos con alegría al
diseño de Dios sobre nuestra vida.
ÁNGELUS.
Domingo 2 de agosto de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este domingo continúa la lectura del capítulo sexto del Evangelio de
san Juan. Después de la multiplicación de los panes, la gente se había puesto a
buscar a Jesús y finalmente lo encuentra en Cafarnaún. Él comprende bien el
motivo de tanto entusiasmo por seguirlo y lo revela con claridad: «Me buscáis
no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros» (Jn 6,
26). En realidad, esas personas lo siguen por el pan material que el día
anterior había saciado su hambre, cuando Jesús había realizado la
multiplicación de los panes; no habían comprendido que ese pan, partido para
tantos, para muchos, era la expresión del amor de Jesús mismo. Han dado más
valor a ese pan que a su donador. Ante esta ceguera espiritual, Jesús evidencia
la necesidad de ir más allá del don y descubrir, conocer, al donador. Dios
mismo es el don y también el donador. Y, así, de ese pan, de ese gesto, la
gente puede encontrar a Aquel que lo da, que es Dios. Invita a abrirse a una
perspectiva que no es solamente la de las preocupaciones cotidianas del comer,
del vestir, del éxito, de la carrera. Jesús habla de otro alimento, habla de un
alimento que no se corrompe y que es necesario buscar y acoger. Él exhorta:
«Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para
la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre» (Jn 6, 27). Es decir, buscad
la salvación, el encuentro con Dios.
Con estas palabras nos quiere hacer entender que más allá del hambre
físico el hombre lleva consigo otra hambre –todos tenemos esta hambre– un
hambre más importante que no puede ser saciada con un alimento ordinario. Se
trata de hambre de vida, hambre de eternidad que solamente Él puede saciar
porque es «el pan de vida» (Jn 6, 35). Jesús no elimina la preocupación y la
búsqueda del alimento cotidiano, no, no elimina la preocupación por lo que te
puede mejorar la vida. Pero Jesús nos recuerda que el verdadero significado de
nuestra existencia terrena está al final, en la eternidad, está en el encuentro
con Él, que es don y donador, y nos recuerda también que la historia humana con
sus sufrimientos y sus alegrías tiene que ser vista en un horizonte de eternidad,
es decir, en aquel horizonte del encuentro definitivo con Él. Y este encuentro
ilumina todos los días de nuestra vida. Si pensamos en este encuentro, en este
gran don, los pequeños dones de la vida, también los sufrimientos, las
preocupaciones serán iluminadas por la esperanza de este encuentro. «Yo soy el
pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá
sed jamás» (Jn 6, 35). Esta es la referencia a la Eucaristía, el don más grande
que sacia el alma y el cuerpo. Encontrar y acoger en nosotros a Jesús, «pan de
vida», da significado y esperanza al camino a menudo tortuoso de la vida. Pero
este «pan de vida» nos ha sido dado con un cometido, esto es, para que podamos
a su vez saciar el hambre espiritual y material de nuestros hermanos,
anunciando el Evangelio por todas partes. Con el testimonio de nuestra actitud
fraterna y solidaria hacia el prójimo, hagamos presente a Cristo y su amor en
medio de los hombres.
Que la Virgen santa nos sostenga en la búsqueda y en el seguimiento de su
Hijo Jesús, el pan verdadero, el pan vivo que no se corrompe y dura para la
vida eterna.
Papa
Benedicto XVI
ÁNGELUS.
Castelgandolfo. Domingo 5 de agosto de 2012
Queridos hermanos y hermanas:
En la liturgia de la Palabra de este domingo prosigue la lectura del
capítulo sexto del Evangelio de san Juan. Nos encontramos en la sinagoga de
Cafarnaúm donde Jesús está pronunciando su conocido discurso después de la
multiplicación de los panes. La gente había tratado de hacerlo rey, pero Jesús
se había retirado, primero al monte con Dios, con el Padre, y luego a
Cafarnaúm. Al no verlo, se había puesto a buscarlo, había subido a las barcas
para alcanzar la otra orilla del lago y por fin lo había encontrado. Pero Jesús
sabía bien el porqué de tanto entusiasmo al seguirlo y lo dice también con
claridad: "Me buscáis no porque habéis visto signos (porque vuestro
corazón quedó impresionado), sino porque comisteis pan hasta saciaros" (Jn
6, 26). Jesús quiere ayudar a la gente a ir más allá de la satisfacción
inmediata de sus necesidades materiales, por más importantes que sean. Quiere
abrir a un horizonte de la existencia que no sea simplemente el de las
preocupaciones diarias de comer, de vestir, de la carrera. Jesús habla de un
alimento que no perece, que es importante buscar y acoger. Afirma:
"Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura
para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre" (Jn 6, 27).
La muchedumbre no comprende, cree que Jesús pide observar preceptos para
poder obtener la continuación de aquel milagro, y pregunta: "¿Qué tenemos
que hacer para realizar las obras de Dios?" (Jn 6, 28). La respuesta de
Jesús es clara: "La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha
enviado" (Jn 6, 29). El centro de la existencia, lo que da sentido y firme
esperanza al camino de la vida, a menudo difícil, es la fe en Jesús, el
encuentro con Cristo. También nosotros preguntamos: "¿Qué tenemos que
hacer para alcanzar la vida eterna?". Y Jesús dice: "Creed en
mí". La fe es lo fundamental. Aquí no se trata de seguir una idea, un
proyecto, sino de encontrarse con Jesús como una Persona viva, de dejarse
conquistar totalmente por él y por su Evangelio. Jesús invita a no quedarse en
el horizonte puramente humano y a abrirse al horizonte de Dios, al horizonte de
la fe. Exige sólo una obra: acoger el plan de Dios, es decir, "creer en el
que él ha enviado" (cf. Jn 6, 29). Moisés había dado a Israel el maná, el
pan del cielo, con el que Dios mismo había alimentado a su pueblo. Jesús no da
algo, se da a sí mismo: él es el "pan verdadero, bajado del cielo",
él la Palabra viva del Padre; en el encuentro con él encontramos al Dios vivo.
"¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?" (Jn
6, 28) pregunta la muchedumbre, dispuesta a actuar, para que el milagro del pan
continúe. Pero Jesús, verdadero pan de vida que sacia nuestra hambre de
sentido, de verdad, no se puede "ganar" con el trabajo humano; sólo
viene a nosotros como don del amor de Dios, como obra de Dios que es preciso
pedir y acoger.
Queridos amigos, en los días llenos de ocupaciones y de problemas, pero
también en los de descanso y distensión, el Señor nos invita a no olvidar que,
aunque es necesario preocuparnos por el pan material y recuperar las fuerzas,
más fundamental aún es hacer que crezca la relación con él, reforzar nuestra fe
en Aquel que es el "pan de vida", que colma nuestro deseo de verdad y
de amor. Que la Virgen María, en el día en que recordamos la dedicación de la
basílica de Santa María la Mayor en Roma, nos sostenga en nuestro camino de fe.
Se dice Credo.
Oremos a Dios Padre. Él nos da el verdadero pan del cielo.
- Por la Iglesia, reunida cada domingo para celebrar la eucaristía, para
que supere la tentación de la pasividad, la rutina, el individualismo,
participando conscientemente. Roguemos al Señor.
- Por los que gobiernan las naciones, para que trabajen por la paz del
mundo a fin de que todos los pueblos puedan vivir y progresar en justicia, paz
y libertad. Roguemos al Señor.
- Por los que tienen hambre, para que, satisfechas sus necesidades
primarias, puedan apetecer los bienes superiores. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, aquí reunidos, para que trabajemos sobre todo por el
alimento que perdura y da la vida eterna. Roguemos al Señor.
Dios, Padre nuestro,
tú nos
has enviado a Jesucristo,
pan
vivo para la vida del mundo,
escúchanos
y danos siempre de ese pan.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Te pedimos, Señor, que, en tu bondad, santifiques estos dones,
aceptes
la ofrenda de este sacrificio espiritual
y nos
transformes en oblación perenne.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio VIII Dominical del Tiempo OrdinarioLa Iglesia unificada por virtud ya imagen de la Trinidad
En
verdad es justo y necesario,
es
nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor,
Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque
has querido reunir de nuevo,
por la
sangre de tu Hijo y la fuerza del Espíritu,
a los
hijos dispersos por el pecado;
de este
modo tu Iglesia, unificada por virtud y a imagen de la Trinidad,
aparece
ante el mundo como cuerpo de Cristo y templo del Espíritu,
para
alabanza de tu infinita sabiduría.
Por eso, unidos a los coros angélicos,
te
alabamos proclamando llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo…
O bien: Cf. Jn 6, 35
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