01 de agosto - DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO


 

DOMINGO XVIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)

 

PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 01 DE AGOSTO

- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 h. a 13.30 h. y de 18.30 h. a 21.30 h.

- Eucaristía del Domingo XVIII del Tiempo Ordinario (a las 11.00 h.)

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- Rezo del Santo Rosario (a las 20.00 h.) y Eucaristía del Domingo XVIII del Tiempo Ordinario (a las 20.30 h.)

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NOTICIAS DE ACTUALIDAD 

  

Papa Benedicto XVI

“El sentido de las vacaciones según la fe”

ÁNGELUS. Domingo 13 de agosto de 2006

Queridos hermanos y hermanas:

En este tiempo de verano muchos han abandonado las ciudades y se encuentran en localidades turísticas o en sus países de origen para sus vacaciones. Les deseo que este esperado período de descanso les sirva para fortalecer la mente y el cuerpo, sometidos cada día a un continuo cansancio y desgaste, debido al ritmo frenético de la vida moderna.

Las vacaciones brindan también la oportunidad para estar más tiempo con los familiares, para reunirse con parientes y amigos, es decir, para fomentar más los contactos humanos, que el ritmo de los compromisos de cada día impide cultivar como sería de desear.

Ciertamente, no todos pueden gozar de vacaciones, y no son pocos los que, por diversos motivos, se ven obligados a renunciar a ellas. Pienso, en particular, en quienes viven solos, en los ancianos y en los enfermos, los cuales a menudo, en este período, sufren aún más la soledad. A estos hermanos y hermanas nuestros quisiera manifestarles mi cercanía espiritual, deseando de corazón que a ninguno de ellos le falte el apoyo y el consuelo de personas amigas.

El tiempo de vacaciones es para muchos una magnífica ocasión para encuentros culturales, para largos momentos de oración y contemplación en contacto con la naturaleza o en monasterios y centros religiosos. Al disponer de más tiempo libre, nos podemos dedicar con mayor facilidad a hablar con Dios, a meditar en la sagrada Escritura y a leer algún libro útil y formativo.

Quienes experimentan este descanso del espíritu saben cuán útil es para no convertir las vacaciones en un mero entretenimiento o diversión. La fiel participación en la celebración eucarística dominical ayuda a sentirse parte viva de la comunidad eclesial, también cuando se está fuera de la propia parroquia. Dondequiera que nos encontremos, siempre necesitamos alimentarnos de la Eucaristía.

Nos lo recuerda el pasaje evangélico de este domingo, que nos presenta a Jesús como el Pan de vida. Él mismo, como nos dice el evangelista san Juan, se declara "el pan vivo que ha bajado del cielo" (Jn 6, 31), un pan que alimenta nuestra fe y fortalece la comunión entre todos los cristianos.

 

Cristo, pan de vida
en su Palabra y en la Eucaristía



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Actualidad Comentada por el P. Santiago Martín
(30-07-2021)

"Creyentes e incrédulos en la Iglesia"
(aclarando ideas equivocadas sobre la fe)

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 SANTORAL DE HOY 


San Alfonso María de Ligorio,
obispo y doctor de la Iglesia
(1696 - †1787) 

Elogio: Memoria de san Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia, que refulgió por su celo por las almas y por sus escritos, su palabra y su ejemplo. A fin de promover la vida cristiana en el pueblo, trabajó infatigablemente predicando y escribiendo, especialmente sobre teología moral, disciplina en la que es considerado maestro, y tras muchos obstáculos, fundó la Congregación del Santísimo Redentor, para evangelizar a la gente falta de formación. Elegido obispo de Sant'Agata dei Goti, se entregó de modo excepcional a este ministerio, que tuvo que dejar quince años después aquejado por graves enfermedades, y pasó el resto de su vida en Nocera dei Pagani, en Campania, entre grandes sacrificios y dificultades.

Patronazgos: patrono de los confesores, los teólogos morales y los directores espirituales.

Refieren a este santo: San Clemente María Hofbauer, San Gerardo Majella, San José de Calasanz, Beata María Celeste del Santísimo Salvador, Beata María Teresa de Soubiran La Louvière.

Oración

Oh Dios, que suscitas continuamente en tu Iglesia nuevos ejemplos de santidad, concédenos la gracia de imitar en el celo apostólico a tu obispo san Alfonso María de Ligorio, para que podamos compartir en el cielo su misma recompensa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).


Otros santos de este día:

Los santos mártires Macabeos, junto a su madre y Eleazar, escriba, santos del AT

Conmemoración del triunfo de los siete santos hermanos mártires, que en Antioquía de Siria, por su invencible fidelidad en el cumplimiento de la ley del Señor, durante el reinado de Antioco Epifanes sufrieron un fin cruel, al igual que su madre, que presenció con dolor la muerte de cada uno de sus hijos, coronada de gloria en todos ellos, como se nos refiere en el libro de los Macabeos.

Asimismo, conmemoración también de san Eleazar, uno de los escribas más destacados, varón de edad ya avanzada, que en la misma persecución se negó a comer carne prohibida para salvar su vida, aceptando una muerte gloriosísima antes que una vida ignominiosa, y se adelantó de buen grado al lugar del suplicio, mostrando un admirable ejemplo de virtud.

San Secundino de Roma, mártir

En la vía Prenestina, a treinta miliarios de Roma, san Secundino, mártir.

San Félix de Girona, mártir

En Girona, en la Hispania Tarraconense, san Félix, mártir en la persecución bajo el emperador Diocleciano.

San Eusebio de Vercelli, obispo y confesor

En Vercelli, en la Liguria, muerte de san Eusebio, obispo, cuya conmemoración se celebra mañana.

San Exuperio de Bayeux, obispo

En Bayeux, en la Galia Lugdunense, san Exuperio, a quien se venera como primer obispo de esta ciudad.

San Severo de Aquitania, presbítero

En Aquitania, san Severo, presbítero, que empleó sus bienes para la construcción de iglesias y para el servicio a los pobres.

Santos Friardo y Secundino, eremitas

En la isla Vinduneta (hoy Besné), cerca de Nantes, en Francia, santos Friardo y Secundino, este último diácono, ambos eremitas.

San Jonato, abad

En Marchiennes, en la Galia Bélgica, san Jonato, abad, discípulo de san Amando.

San Ethelwoldo, monje y obispo

En Winchester, en Inglaterra, sepultura de san Ethelwoldo, obispo, que compuso la famosa Concordia Regular, para la renovación de la disciplina monástica que había aprendido de san Dunstán.

Beato Emerico de Quart, obispo

En Aosta, en los Alpes Graios, beato Emerico de Quart, obispo, admirable por su austeridad de vida y por su celo en la salvación de las almas.

Beato Juan Bufalari, eremita

En Rieti, de la Sabina, beato Juan Bufalari, religioso de la Orden de Ermitaños de San Agustín, joven humilde y amable, siempre dispuesto a ayudar a su prójimo.

San Pedro Favre, religioso presbítero

En Roma, San Pedro Favre, presbítero, que fue el primero entre los miembros de la Orden de la Compañía de Jesús que soportó difíciles responsabilidades en diversas partes de Europa, y murió en la Urbe, cuando partía hacia el Concilio de Trento.

Beato Tomás Welbourne, mártir

En York, en Inglaterra, beato Tomás Welbourne, mártir, el cual, maestro de escuela, durante el reinado de Jacobo I fue condenado a muerte por haber aconsejado seguir al Romano Pontífice y, ahorcado en el patíbulo, se configuró en el martirio con Cristo, sumo Maestro.

Santos Domingo Nguyen Van Hanh y Bernardo Vu Van Due, presbíteros y mártires

En la ciudad Nam Dinh, en Tonquín, santos Domingo Nguyen Van Hanh (Dieu), de la Orden de Predicadores, y Bernardo Vu Van Due, presbíteros y mártires, que murieron decapitados por su fe en Cristo, en tiempo del emperador Minh Mang.

San Pedro Julián Eymard, presbítero y fundador

En la aldea de La Mure, junto al río Isar, en Francia, muerte de san Pedro Julián Eymard, presbítero, cuya conmemoración se celebra mañana.

Beato Bienvenido de Miguel Arahal, presbítero y mártir

En Madrid, en España, beato Bienvenido (José) de Miguel Arahal, presbítero de los Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores y mártir, que en el furor de la persecución contra la fe derramó su sangre por Cristo.

Beatos José Teófilo y Severino, religiosos mártires

En La Palma de Cervelló, Barcelona, beatos Hno. José Teófilo (José Mulet Velilla) y Hno. Severino (Severino Ruiz Hidalgo), profesos de los Hermanos Maristas, muertos en la persecución religiosa de España en época de la Guerra Civil.

Beato Rafael Maria de Mataró, presbítero y mártir

En Vallvidrera, Barcelona, beato Rafael Maria de Mataró (Francesc de Paula Soteras Culla), presbítero, capuchino mártir en la persecución religiosa durante la Guerra Civil.

Beato Félix de Tortosa, religioso y mártir

En Palafolls, Barcelona, beato Félix de Tortosa (Joan Bonavida Dellà), capuchino mártir en la persecución religiosa durante la Guerra Civil.

Beato Alexis Sobaszek, presbítero y mártir

En el campo de concentración de Dachau, cercano a Munich, en Alemania, beato Alexis Sobaszek, presbítero y mártir, el cual, nacido en Polonia, en tiempo de guerra fue deportado inhumanamente por los invasores de su patria, y por Cristo murió entre torturas en defensa de la fe.

Beato Gerardo Hirschfelder, presbítero y mártir

En Dachau, Alemania, beato Gerardo Hirschfelder, presbítero del vicariato de Glatz, mártir en el campo de concentración, muerto por un régimen contrario a la dignidad humana.

Beatas María Estrella del Santísimo Sacramento Mardosewicz y sus diez compañeras, vírgenes y mártires

En un bosque cercano a la ciudad de Nowogródek, en Polonia, beatas María Estrella del Santísimo Sacramento (Adelhéidis) Mardosewicz y sus diez compañeras, de la Congregación de Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret, vírgenes y mártires, que, en funesto tiempo de guerra, entraron en la gloria de los cielos al ser fusiladas por los enemigos de la fe. Sus nombres son: Beatas María Imelda de Jesús Hostia (Hedwigis Carolina) Zak, María Raimunda de Jesús y María (Ana) Kukolowicz, María Daniela de Jesús y María Inmaculada (Eleonora Aniela) Jozwik, María Canuta de Jesús en el Huerto de Getsemani (Josefa) Chrobot, María Sergia de la Virgen Dolorosa (Julia) Rapiej, María Guidona de la Divina Providencia (Helena) Cierpka, María Felicidad (Paulina) Borowik, María Heliodora (Leocadia) Matuszewska, María Canisia (Eugenia) Mackiewicz y María Boromea (Verónica) Tarmontowicz.


 

LITURGIA DE HOY


Misa del Domingo (verde).

MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.
LECC.: vol. I (B).
- Éx 16, 2-4. 12-15. Haré llover pan del cielo para vosotros.
- Sal 77. R. El Señor les dio pan del cielo.
- Ef 4, 17. 20-24. Revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios.
- Jn 6, 24-35. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed.


En el desierto Dios alimentó a su pueblo con el maná, el pan bajado del cielo (1 lect. y sal. resp.). Y en el Ev. Jesús nos dice que trabajemos por el alimento que perdura para la vida eterna. Ese alimento es él mismo: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás». Y ese trabajo es ir acercándonos cada vez más a Cristo por medio de la fe. Ello supone aceptar sus enseñanzas: despojarnos del hombre viejo, corrompido por sus apetencias seductoras; renovarnos en la mente y en el espíritu, vistiéndonos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas (2 lect.).


Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.


Martirologio: elogs. del 2 de agosto, pág. 463.
CALENDARIOS: Redentoristas: San Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia (S).


Antífona de entrada Sal 69, 2. 6
Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme. Que tú eres mi auxilio y mi liberación. Señor, no tardes.


Monición de entrada

Es el mismo Señor el que nos convoca cada domingo para celebrar la eucaristía, el banquete pascual de su amor. Él mismo se nos da como alimento de vida eterna, como el verdadero pan que sacia todas nuestras necesidades más profundas. Celebremos con alegría esta eucaristía, con agradecimiento de corazón a Dios, por todos los bienes que nos otorga.

Acto penitencial

Todo como en el Ordinario de la Misa. Para la tercera fórmula pueden usarse las siguientes invocaciones:

- Pan bajado del cielo: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Pan de la vida: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Alimento que perdura para la vida eterna: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria.


Oración colecta

Tiende, Señor, a tus siervos
y derrama tu bondad imperecedera sobre los que te suplican,
para que renueves lo que creaste y conserves lo renovado
en estos que te alaban como autor y como guía.
Por nuestro Señor Jesucristo.


PRIMERA LECTURA 
Haré llover pan del cielo para vosotros

Lectura del libro del Éxodo (Ex 16, 2-4. 12-15)

EN AQUELLOS DÍAS, la comunidad de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo:
«¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos alrededor de la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda la comunidad».
El Señor dijo a Moisés:
«Mira, haré llover pan del cielo para vosotros: que el pueblo salga a recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba, a ver si guarda mi instrucción o no. He oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Diles: “Al atardecer comeréis carne, por la mañana os hartaréis de pan; para que sepáis que yo soy el Señor Dios vuestro”».
Por la tarde una bandada de codornices cubrió todo el campamento; y por la mañana había una capa de rocío alrededor del campamento. Cuando se evaporó la capa de rocío, apareció en la superficie del desierto un polvo fino, como escamas, parecido a la escarcha sobre la tierra. Al verlo, los hijos de Israel se dijeron:
«¿Qué es esto?».
Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo:
«Es el pan que el Señor os da de comer».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.



SALMO RESPONSORIAL (Sal 77, 3 y 4bc. 23-24. 25 y 54 [R.: 24b])

R. El Señor les dio pan del cielo.

V. Lo que oímos y aprendimos,
lo que nuestros padres nos contaron,
lo contaremos a la futura generación:
las alabanzas del Señor, su poder.

R. El Señor les dio pan del cielo.

V. Pero dio orden a las altas nubes,
abrió las compuertas del cielo:
hizo llover sobre ellos maná,
les dio pan del cielo.

R. El Señor les dio pan del cielo.

V. El hombre comió pan de ángeles,
les mandó provisiones hasta la hartura.
Los hizo entrar por las santas fronteras,
hasta el monte que su diestra había adquirido.

R. El Señor les dio pan del cielo.


SEGUNDA LECTURA
Revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (Ef 4, 17. 20-24)

HERMANOS:
Esto es lo que digo y aseguro en el Señor: que no andéis ya, como es el caso de los gentiles, en la vaciedad de sus ideas. Vosotros, en cambio, no es así como habéis aprendido a Cristo, si es que lo habéis oído a él y habéis sido adoctrinados en él, conforme a la verdad que hay en Jesús. Despojaos del hombre viejo y de su anterior modo de vida, corrompido por sus apetencias seductoras; renovaos en la mente y en el espíritu y revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


Aleluya Mt 4, 4b

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. R.


EVANGELIO
El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed

╬ Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 6, 24-35)
R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».
Ellos le preguntaron:
«Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».
Respondió Jesús:
«La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado».
Le replicaron:
«Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”».
Jesús les replicó:
«En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».
Entonces le dijeron:
«Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó:
«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.


Papa Francisco

ÁNGELUS. Domingo, 5 de agosto de 2018

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En estos últimos domingos, la liturgia nos ha mostrado la imagen cargada de ternura de Jesús que va al encuentro de la multitud y de sus necesidades. En el pasaje evangélico de hoy (cf. Jn 6, 24-35) la perspectiva cambia: es la multitud, hambrienta de Jesús, quien se pone nuevamente a buscarle, va al encuentro de Jesús. Pero a Jesús no le basta que la gente lo busque, quiere que la gente lo conozca; quiere que la búsqueda de Él y el encuentro con Él vayan más allá de la satisfacción inmediata de las necesidades materiales.

Jesús ha venido a traernos algo más, a abrir nuestra existencia a un horizonte más amplio respecto a las preocupaciones cotidianas del nutrirse, del vestirse, de la carrera, etc. Por eso, dirigido a la multitud, exclama: «Vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado» (Jn 6, 26).

Así estimula a la gente a dar un paso adelante, a preguntarse sobre el significado del milagro, y no solo a aprovecharse. De hecho, ¡la multiplicación de los panes y de los peces es un signo del gran don que el Padre ha hecho a la humanidad y que es Jesús mismo!

Él, verdadero «pan de la vida» (Jn 6, 35), quiere saciar no solamente los cuerpos sino también las almas, dando el alimento espiritual que puede satisfacer el hambre profunda. Por esto invita a la multitud a procurarse no la comida que no dura, sino esa que permanece para la vida eterna (cf. Jn 6, 27). Se trata de un alimento que Jesús nos dona cada día: su Palabra, su Cuerpo, su Sangre.

La multitud escucha la invitación del Señor, pero no comprende el sentido –como nos sucede muchas veces también a nosotros– y le preguntan: «¿qué hemos de hacer para llevar a cabo las obras de Dios?» (Jn 6, 28).

Los que escuchan a Jesús piensan que Él les pide cumplir los preceptos para obtener otros milagros como ese de la multiplicación de los panes. Es una tentación común, esta, de reducir la religión solo a la práctica de las leyes, proyectando sobre nuestra relación con Dios la imagen de la relación entre los siervos y su amo: los siervos deben cumplir las tareas que el amo les ha asignado, para tener su benevolencia. Esto lo sabemos todos.

Por eso la multitud quiere saber de Jesús qué acciones debe hacer para contentar a Dios. Pero Jesús da una respuesta inesperada: «La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado» (Jn 6, 29). Estas palabras están dirigidas, hoy, también a nosotros: la obra de Dios no consisten tanto en el «hacer» cosas, sino en el «creer» en Aquel que Él ha mandado. Esto significa que la fe en Jesús nos permite cumplir las obras de Dios. Si nos dejamos implicar en esta relación de amor y de confianza con Jesús, seremos capaces de realizar buenas obras que perfumen a Evangelio, por el bien y las necesidades de los hermanos.

El Señor nos invita a no olvidar que, si es necesario preocuparse por el pan, todavía más importante es cultivar la relación con Él, reforzar nuestra fe en Él que es el «pan de la vida», venido para saciar nuestra hambre de verdad, nuestra hambre de justicia, nuestra hambre de amor.

Que la Virgen María, en el día en el que recordamos la dedicación de la Basílica de Santa María Mayor en Roma, la Salus populi romani, nos sostenga en nuestro camino de fe y nos ayude a abandonarnos con alegría al diseño de Dios sobre nuestra vida.

 

ÁNGELUS. Domingo 2 de agosto de 2015

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este domingo continúa la lectura del capítulo sexto del Evangelio de san Juan. Después de la multiplicación de los panes, la gente se había puesto a buscar a Jesús y finalmente lo encuentra en Cafarnaún. Él comprende bien el motivo de tanto entusiasmo por seguirlo y lo revela con claridad: «Me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros» (Jn 6, 26). En realidad, esas personas lo siguen por el pan material que el día anterior había saciado su hambre, cuando Jesús había realizado la multiplicación de los panes; no habían comprendido que ese pan, partido para tantos, para muchos, era la expresión del amor de Jesús mismo. Han dado más valor a ese pan que a su donador. Ante esta ceguera espiritual, Jesús evidencia la necesidad de ir más allá del don y descubrir, conocer, al donador. Dios mismo es el don y también el donador. Y, así, de ese pan, de ese gesto, la gente puede encontrar a Aquel que lo da, que es Dios. Invita a abrirse a una perspectiva que no es solamente la de las preocupaciones cotidianas del comer, del vestir, del éxito, de la carrera. Jesús habla de otro alimento, habla de un alimento que no se corrompe y que es necesario buscar y acoger. Él exhorta: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre» (Jn 6, 27). Es decir, buscad la salvación, el encuentro con Dios.

Con estas palabras nos quiere hacer entender que más allá del hambre físico el hombre lleva consigo otra hambre –todos tenemos esta hambre– un hambre más importante que no puede ser saciada con un alimento ordinario. Se trata de hambre de vida, hambre de eternidad que solamente Él puede saciar porque es «el pan de vida» (Jn 6, 35). Jesús no elimina la preocupación y la búsqueda del alimento cotidiano, no, no elimina la preocupación por lo que te puede mejorar la vida. Pero Jesús nos recuerda que el verdadero significado de nuestra existencia terrena está al final, en la eternidad, está en el encuentro con Él, que es don y donador, y nos recuerda también que la historia humana con sus sufrimientos y sus alegrías tiene que ser vista en un horizonte de eternidad, es decir, en aquel horizonte del encuentro definitivo con Él. Y este encuentro ilumina todos los días de nuestra vida. Si pensamos en este encuentro, en este gran don, los pequeños dones de la vida, también los sufrimientos, las preocupaciones serán iluminadas por la esperanza de este encuentro. «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás» (Jn 6, 35). Esta es la referencia a la Eucaristía, el don más grande que sacia el alma y el cuerpo. Encontrar y acoger en nosotros a Jesús, «pan de vida», da significado y esperanza al camino a menudo tortuoso de la vida. Pero este «pan de vida» nos ha sido dado con un cometido, esto es, para que podamos a su vez saciar el hambre espiritual y material de nuestros hermanos, anunciando el Evangelio por todas partes. Con el testimonio de nuestra actitud fraterna y solidaria hacia el prójimo, hagamos presente a Cristo y su amor en medio de los hombres.

Que la Virgen santa nos sostenga en la búsqueda y en el seguimiento de su Hijo Jesús, el pan verdadero, el pan vivo que no se corrompe y dura para la vida eterna.

 

Papa Benedicto XVI

ÁNGELUS. Castelgandolfo. Domingo 5 de agosto de 2012

Queridos hermanos y hermanas:

En la liturgia de la Palabra de este domingo prosigue la lectura del capítulo sexto del Evangelio de san Juan. Nos encontramos en la sinagoga de Cafarnaúm donde Jesús está pronunciando su conocido discurso después de la multiplicación de los panes. La gente había tratado de hacerlo rey, pero Jesús se había retirado, primero al monte con Dios, con el Padre, y luego a Cafarnaúm. Al no verlo, se había puesto a buscarlo, había subido a las barcas para alcanzar la otra orilla del lago y por fin lo había encontrado. Pero Jesús sabía bien el porqué de tanto entusiasmo al seguirlo y lo dice también con claridad: "Me buscáis no porque habéis visto signos (porque vuestro corazón quedó impresionado), sino porque comisteis pan hasta saciaros" (Jn 6, 26). Jesús quiere ayudar a la gente a ir más allá de la satisfacción inmediata de sus necesidades materiales, por más importantes que sean. Quiere abrir a un horizonte de la existencia que no sea simplemente el de las preocupaciones diarias de comer, de vestir, de la carrera. Jesús habla de un alimento que no perece, que es importante buscar y acoger. Afirma: "Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre" (Jn 6, 27).

La muchedumbre no comprende, cree que Jesús pide observar preceptos para poder obtener la continuación de aquel milagro, y pregunta: "¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?" (Jn 6, 28). La respuesta de Jesús es clara: "La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado" (Jn 6, 29). El centro de la existencia, lo que da sentido y firme esperanza al camino de la vida, a menudo difícil, es la fe en Jesús, el encuentro con Cristo. También nosotros preguntamos: "¿Qué tenemos que hacer para alcanzar la vida eterna?". Y Jesús dice: "Creed en mí". La fe es lo fundamental. Aquí no se trata de seguir una idea, un proyecto, sino de encontrarse con Jesús como una Persona viva, de dejarse conquistar totalmente por él y por su Evangelio. Jesús invita a no quedarse en el horizonte puramente humano y a abrirse al horizonte de Dios, al horizonte de la fe. Exige sólo una obra: acoger el plan de Dios, es decir, "creer en el que él ha enviado" (cf. Jn 6, 29). Moisés había dado a Israel el maná, el pan del cielo, con el que Dios mismo había alimentado a su pueblo. Jesús no da algo, se da a sí mismo: él es el "pan verdadero, bajado del cielo", él la Palabra viva del Padre; en el encuentro con él encontramos al Dios vivo.

"¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?" (Jn 6, 28) pregunta la muchedumbre, dispuesta a actuar, para que el milagro del pan continúe. Pero Jesús, verdadero pan de vida que sacia nuestra hambre de sentido, de verdad, no se puede "ganar" con el trabajo humano; sólo viene a nosotros como don del amor de Dios, como obra de Dios que es preciso pedir y acoger.

Queridos amigos, en los días llenos de ocupaciones y de problemas, pero también en los de descanso y distensión, el Señor nos invita a no olvidar que, aunque es necesario preocuparnos por el pan material y recuperar las fuerzas, más fundamental aún es hacer que crezca la relación con él, reforzar nuestra fe en Aquel que es el "pan de vida", que colma nuestro deseo de verdad y de amor. Que la Virgen María, en el día en que recordamos la dedicación de la basílica de Santa María la Mayor en Roma, nos sostenga en nuestro camino de fe.

Se dice Credo.


Oración de los fieles

Oremos a Dios Padre. Él nos da el verdadero pan del cielo.

- Por la Iglesia, reunida cada domingo para celebrar la eucaristía, para que supere la tentación de la pasividad, la rutina, el individualismo, participando conscientemente. Roguemos al Señor.

- Por los que gobiernan las naciones, para que trabajen por la paz del mundo a fin de que todos los pueblos puedan vivir y progresar en justicia, paz y libertad. Roguemos al Señor.

- Por los que tienen hambre, para que, satisfechas sus necesidades primarias, puedan apetecer los bienes superiores. Roguemos al Señor.

- Por nosotros, aquí reunidos, para que trabajemos sobre todo por el alimento que perdura y da la vida eterna. Roguemos al Señor.

Dios, Padre nuestro,
tú nos has enviado a Jesucristo,
pan vivo para la vida del mundo,
escúchanos y danos siempre de ese pan.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las Ofrendas

Te pedimos, Señor, que, en tu bondad, santifiques estos dones,
aceptes la ofrenda de este sacrificio espiritual
y nos transformes en oblación perenne.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Prefacio VIII Dominical del Tiempo Ordinario
La Iglesia unificada por virtud ya imagen de la Trinidad

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Porque has querido reunir de nuevo,
por la sangre de tu Hijo y la fuerza del Espíritu,
a los hijos dispersos por el pecado;
de este modo tu Iglesia, unificada por virtud y a imagen de la Trinidad,
aparece ante el mundo como cuerpo de Cristo y templo del Espíritu,
para alabanza de tu infinita sabiduría.

Por eso, unidos a los coros angélicos,
te alabamos proclamando llenos de alegría:

Santo, Santo, Santo…


Antífona de la comunión Cf. Sab 17, 20
Señor, nos diste el pan del cielo, lleno de toda delicia y grato a cualquier gusto.

O bien: Cf. Jn 6, 35

Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí no tendrá sed jamás, dice el Señor.

Oración después de la comunión

A quienes has renovado con el don del cielo,
acompáñalos siempre con tu auxilio, Señor,
y, ya que no cesas de reconfortarlos,
haz que sean dignos de la redención eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


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