02 de abril - DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR (CICLO A)



  DOMINGO DE RAMOS (CICLO A)
  Oficio propio del Domingo de la Semana II del Salterio
  (Liturgia de las Horas, Tomo II: Oficio de Lecturas Laudes - Tercia - Sexta   Nona Vísperas - Completas)
 


PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 02 DE ABRIL

PARROQUIA DEL CARMEN:

- Eucaristía I Vísperas del Domingo de Ramos, en la Parroquia (a las 19.00 h.).

PARROQUIA DE LOS DOLORES:

- Rezo del Santo Rosario (19.30 h.) y Eucaristía I Vísperas del Domingo de Ramos, en la Parroquia (a las 20.00 h.).




HORARIOS PARA LAS CELEBRACIONES
DE SEMANA SANTA 2023






NUEVOS HORARIOS DE VERANO:
A PARTIR DE HOY, SÁBADO 1 DE ABRIL, LAS MISAS DE LA TARDE SERÁN:

- EN LA PARROQUIA DEL CARMEN, A LAS 19.00 H.

-EN LA PARROQUIA DE LOS DOLORES, A LAS 20.00H







NOTICIAS DE ACTUALIDAD





Al salir del hospital, el Pontífice bajó del coche y saludó y bendijo a la gente que estaba fuera. Abrazó a una pareja que perdió a su hija el pasado viernes por la noche, deteniéndose a rezar con ellos. Después, el Santo Padre se dirigió a la Basílica de Santa María la Mayor, deteniéndose a rezar ante el icono de María, Salus Populi Romani.



Homilía del Domingo de Ramos
del P. Santiago Martín, FM
(02.04.2023)



Actualidad Comentada por el P. Santiago Martín
"Alemania, algo se mueve por fin"



Homilía del Domingo de Ramos
(02.04.2023)






Portada

Un accidente, un atraco de gángsters, el Covid... Los católicos le ayudaban en todo

Budista, un «brote sagrado» y una misteriosa protección ante el peligro le llevaron a abrazar la fe

España sufre nuevas leyes de aborto, eutanasia, acoso a la libre expresión y a objetores

7 razones para ir a la marcha provida del domingo: médicos que matan, se prohíbe rezar e informar...

Lo afirmó un día después de la exigencia de su revisión por el Sínodo de los obispos alemanes

Francisco: el celibato es «temporal», pero suprimirlo «no traerá la solución» a la crisis vocacional

Vídeos

  Sobre Antonio Rivera, «el ángel del Alcázar»

  San Pablo: misión que impresiona

  Lección práctica para rezar bien

  Aquí fue proclamada Isabel la Católica

  Estreno de «Purgatorio»

Otras noticias

  El Camino Sinodal aprueba las ordenaciones trans, homilías de laicos o bendecir uniones homosexuales

  «¿Sin carne en viernes? En Etiopía no comíamos nunca»: una misionera y Misión Jatari en Supergesto

  Cantalamessa y la «chispa»: la palabra de Dios a veces actúa sin que la vivas, pero es la excepción

Opinión

  Reconstruyendo mi Cristo roto , por Ignacio Segura Madico

Blogs

  Cuaresma y santidad , por La Columna del #CoronelPakez

  Hoy el reto del amor es hacer dos cosas pequeñas con paz , por El Reto Del Amor

  El protagonista. Comentario para Matrimonios: Lucas 15, 1-3. 11-32 , por ProyectoAmorConyugal.es

  Más riqueza material pero menos riqueza ética , por Familia, Educación y Cultura


SANTORAL DE HOY

Elogio: San Francisco de Paula, ermitaño, fundador de la Orden de los Mínimos en Calabria. Prescribió a sus discípulos que viviesen de limosnas, que no tuvieran propiedad ni tocasen nunca dinero, y que utilizasen sólo alimentos cuaresmales. Llamado a Francia, por el rey Luis XI, le asistió en el lecho de muerte, y, célebre por la austeridad de vida, murió a su vez en Plessis-les-Tours, junto a la ciudad francesa de Tours.

Patronazgos: patrono de los ermitaños, los marineros, para pedir descendencia, contra la peste y la tristeza.


   San Affiano o Anfiano, mártir   

En Cesarea de Palestina, san Affiano o Anfiano, mártir, que, viendo cómo en tiempo del emperador Maximino se obligaba al pueblo a sacrificar públicamente a los dioses, se acercó intrépido al prefecto Urbano y, asiéndole por el brazo, quiso impedir el rito, por lo cual, con los pies envueltos en lino empapado con aceite, le prendieron fuego y, aún vivo, fue arrojado al mar por los soldados. († c. 306)

   Santa Teodora, mártir

En la misma ciudad de Cesarea de Palestina, pasión de santa Teodora, virgen, natural de Tiro, que en la misma mencionada persecución, por haber saludado a los confesores de la fe que estaban de pie ante el tribunal, rogándoles que al llegar ante el Señor se acordasen de ella, fue detenida por los soldados y llevada ante el mismo prefecto, por mandato del cual fue torturada con atroces tormentos y arrojada finalmente al mar. († c. 307)

   San Abundio de Como, obispo 

En Como, en la región italiana de Liguria, san Abundio, obispo, que enviado a Constantinopla por san León Magno, con gran celo defendió allí la fe ortodoxa. († c. 468)

   San Víctor de Capua, obispo   

En Capua, ciudad de Campania, también en Italia, san Víctor, obispo, conspicuo por su erudición y santidad. († 554)

   San Nicecio de Lyon, obispo   

En Lyon, en la Galia, san Nicecio, obispo, que se distinguió por su dedicación a los pobres y su benignidad para con los sencillos, y enseñó en esta Iglesia a seguir una norma en la recitación de la salmodia. († 573)

   San Eustasio, abad   

En el monasterio de Luxeuil, en Burgundia, san Eustasio, abad, discípulo de san Columbano, que fue padre de casi seiscientos monjes. († 629)

   San Juan Payne, presbítero y mártir   

En Chelmsford, en Inglaterra, san Juan Payne, presbítero y mártir, que en tiempo de la reina Isabel I fue ahorcado, acusado falsamente de sedición. († 1582)

   San Pedro Calungsod y beato Diego Luis de San Vitores, mártires   

En el pueblo de Tomhom, en la isla de Guam, en Oceanía, san Pedro Calungsod, catequista, y beato Diego Luis de San Vitores, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, mártires, que por odio a la fe cristiana fueron cruelmente precipitados al mar por algunos apóstatas y nativos seguidores del paganismo. († 1672)

   Beato Leopoldo de Gaiche, religioso presbítero   

En Spoleto, ciudad de Umbría, en Italia, beato Leopoldo de Gaiche, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que estableció el santuario de Monte Luco. († 1815)

   Santo Domingo Tuoc, presbítero y mártir   

En el pueblo de Xuong Dien, en Tonkín, santo Domingo Tuoc, presbítero de la Orden de Predicadores, mártir en tiempo del emperador Minh Mang. († 1839)

   Beata Isabel Vendramini, virgen y fundadora   

En Padua, en el territorio de Venecia, en Italia, beata Isabel Vendramini, virgen, que dedicó su vida a los pobres y, tras superar muchas adversidades, fundó el Instituto de Hermanas Terciarias Franciscanas Isabelinas de Padua. († 1860)

   San Francisco Coll, religioso presbítero  

En Vic, en la región de Cataluña, en España, san Francisco Coll, presbítero de la Orden de Predicadores, que al ser injustamente exclaustrado, prosiguió su firme vocación y anunció por toda la región el nombre del Señor Jesucristo. († 1875)

   Beato Guillermo Apor, obispo y mártir   

En Gyór, en Hungría, beato Guillermo Apor, obispo y mártir, que en tiempo de guerra abrió su casa a unos trescientos prófugos, y por defender a unas muchachas de manos de los soldados, la tarde del Viernes Santo de la Pasión del Señor fue herido y tres días más tarde expiró. († 1945)

   Beato Nicolás Carneckyj, obispo   

En Lwiw, en Ucrania, beato Nicolás Carneckyj, obispo, que, ejerciendo como exarca apostólico de Volyn' y Pidljashja, en tiempo de persecución contra la fe siguió como pastor fiel las huellas de Cristo y, por su gracia, llegó al reino de los cielos. († 1959)

   Beata María de San José Alvarado, virgen y fundadora

En Maracay, población de Venezuela, beata María de San José (Laura) Alvarado, virgen, que fundó la Congregación de Hermanas Agustinas Recoletas del Sagrado Corazón de Jesús, siempre solícita en su caridad a favor de las jóvenes huérfanas, de los ancianos y de los pobres abandonados. († 1967)

   San Juan Pablo II, papa

En Roma, en la basílica de San Pedro, san Juan Pablo II, papa, que gobernó la Iglesia por veintisiete años, llevando su presencia misionera a todos los puntos de la tierra, alimentando la doctrina con abundantes y esclarecidos documentos, y convocando a todos los hombres de nuestra época a abrir sus puertas al Redentor. († 2005)


LITURGIA DE HOY


DIRECTORIO SOBRE
LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA

La Semana Santa

138. "Durante la Semana Santa la Iglesia celebra los misterios de la salvación actuados por Cristo en los últimos días de su vida, comenzando por su entrada mesiánica en Jerusalén".

Es muy intensa la participación del pueblo en los ritos de la Semana Santa. Algunos muestran todavía señales de su origen en el ámbito de la piedad popular. Sin embargo ha sucedido que, a lo largo de los siglos, se ha producido en los ritos de la Semana Santa una especie de paralelismo celebrativo, por lo cual se dan prácticamente dos ciclos con planteamiento diverso: uno rigurosamente litúrgico, otro caracterizado por ejercicios de piedad específicos, sobre todo las procesiones.

Esta diferencia se debería reconducir a una correcta armonización entre las celebraciones litúrgicas y los ejercicios de piedad. En relación con la Semana Santa, el amor y el cuidado de las manifestaciones de piedad tradicionalmente estimadas por el pueblo debe llevar necesariamente a valorar las acciones litúrgicas, sostenidas ciertamente por los actos de piedad popular.

Domingo de Ramos

Las palmas y los ramos de olivo o de otros árboles

139. "La Semana Santa comienza con el Domingo de Ramos "de la Pasión del Señor", que comprende a la vez el triunfo real de Cristo y el anuncio de la Pasión".

La procesión que conmemora la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén tiene un carácter festivo y popular. A los fieles les gusta conservar en sus hogares, y a veces en el lugar de trabajo, los ramos de olivo o de otros árboles, que han sido bendecidos y llevados en la procesión.

Sin embargo es preciso instruir a los fieles sobre el significado de la celebración, para que entiendan su sentido. Será oportuno, por ejemplo, insistir en que lo verdaderamente importante es participar en la procesión y no simplemente procurarse una palma o ramo de olivo; que estos no se conserven como si fueran amuletos, con un fin curativo o para mantener alejados a los malos espíritus y evitar así, en las casas y los campos, los daños que causan, lo cual podría ser una forma de superstición.

La palma y el ramo de olivo se conservan, ante todo, como un testimonio de la fe en Cristo, rey mesiánico, y en su victoria pascual.


Introducción al Triduo pascual

140. Todos los años en el «sacratísimo triduo del Crucificado, del Sepultado y del Resucitado», o Triduo pascual, que se celebra desde la misa vespertina del Jueves en la cena del Señor hasta las Vísperas del Domingo de Resurrección, la Iglesia celebra, «en íntima comunión con Cristo su Esposo», los grandes misterios de la redención humana.


Otras observaciones

- Es sagrado el ayuno pascual de los dos primeros días del Triduo, en los cuales, según la antigua tradición, la Iglesia ayuna «porque el Esposo le ha sido arrebatado». El Viernes Santo de la Pasión del Señor hay que observar en todas partes el ayuno y la abstinencia, y se recomienda que se observe también durante el Sábado Santo, a fin de que la Iglesia pue- da llegar con espíritu abierto a la alegría del Domingo de Resurrección (cf. PCFP, n. 39).

- Las celebraciones de la primera parte del Triduo (misa vespertina del Jueves Santo y celebraciones del Viernes y Sábado Santos durante el día) son intensamente sobrias; en cambio la Noche Santa de la Resurrec- ción es una fiesta rebosante de alegría. El paso de la tristeza al gozo se expresa en la misma Vigilia pascual, celebración del tránsito de Cristo, de su muerte a su resurrección. Que se haga este paso en la liturgia es fundamental, para captar la realidad salvífica que se conmemora. La culminación del Triduo pascual es la Vigilia pascual, en la que hacemos memoria sacramental de la resurrección del Señor.

- Para la celebración adecuada del Triduo pascual se requiere un número conveniente de ministros y colaboradores, que han de ser instruidos cuidadosamente acerca de lo que han de hacer (PCFP, n. 41).

- No se celebren los oficios del Triduo pascual en aquellos lugares donde falte el número suficiente de participantes, ministros y cantores, y procúrese que los fieles se reúnan para participar en una iglesia más importante (PCFP, n. 43).

- Los pastores no dejen de explicar a los fieles, en el mejor modo posible, el significado y la estructura de las celebraciones, preparándoles a una participación activa y fructuosa (PCFP, n. 41).

- Tiene una importancia especial en las celebraciones de la Semana Santa, y especialmente durante el Triduo pascual, el canto del pueblo, de los ministros y del sacerdote celebrante, porque es concorde a la solemnidad de dichos días y, también, porque los textos adquieren toda su fuerza precisamente cuando son cantados (cf. PCFP, n. 42).

- En la celebración del matrimonio se advertirá a los esposos que tengan en cuenta la naturaleza peculiar de este tiempo litúrgico. En ningún caso se celebrará el matrimonio el Viernes Santo ni el Sábado Santo (cf. Ritual del matrimonio, n. 32).

- La práctica de organizar en una misma comunidad parroquial dos vigilias pascuales, una abreviada y otra muy desarrollada, es incorrecta, como contraria a los más elementales principios de la celebración pascual, que requieren una única asamblea, signo de la única Iglesia que se renueva en la celebración de los Misterios pascuales. Hay que favorecer el hecho de que los grupos particulares tomen parte en la celebración común de la Vigilia pascual, de suerte que todos los fieles, formando una única asamblea, puedan experimentar más profundamente el sentido de pertenencia a la comunidad eclesial.



SEMANA SANTA
Segunda semana del Salterio


Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, cuando nuestro Señor Jesucristo, como indica la profecía de Zacarías, entró en Jerusalén sentado sobre un pollino de borrica, y a su encuentro salió la multitud con ramos de olivos (elog. Del Martirologio Romano).

Misa del Domingo (rojo).

MISAL: ants. y oracs. props., sin Gl., Cr., Pf. prop. No se puede decir la PE IV.

LECC.: vol. I (A).

Procesión:

- Mt 21, 1-11. Bendito el que viene en nombre del Señor.

Misa:

- Is 50, 4-7. No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado.

- Sal 21. R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

- Flp 2, 6-11. Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo.

- Mt 26, 14 — 27, 66. Pasión de nuestro Señor Jesucristo.

La liturgia de la misa de este domingo, después de haber conmemorado la entrada de Jesús en Jerusalén, se centra en la pasión del Señor, ejemplo de una vida sumisa a la voluntad del Padre.

La primera lectura nos presenta la profecía de Isaías sobre la pasión de Cristo, con el tercer cántico del Siervo del Señor. El salmo responsorial es el que Cristo proclamó estando en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado». Como Evangelio se lee la Pasión según san Mateo; y, clavado en la cruz, lo acla- mamos: «Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre», Dios del universo, Kyrios, vencedor del pecado y de la muerte (2 Lect). 

- Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.

Liturgia de las Horas: oficio dominical. No se dice Te Deum. Comp. Dom. II.

Martirologio: elogs. del 3 de abril, pág. 236.

Celebración penitencial: Es muy conveniente que el tiempo de la Cuaresma termine, tanto para cada uno de los fieles como para toda la comunidad cristiana, con alguna celebración penitencial que prepare a una más plena participación en el Misterio pascual (Carta circular sobre las fiestas pascuales, n. 37).


RITOS INICIALES

Bendición de las Palmas y los Ramos



Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, cuando nuestro Señor Jesucristo, como indica la profecía de Zacarías, entró en Jerusalén sentado sobre un pollino de borrica, y a su encuentro salió la multitud con ramos de olivos (elog. del Martirologio Romano).

Misa del Domingo (rojo).
MISAL: ants. y oracs. props., sin Gl., Cr., Pf. prop. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. I (C).


Procesión:

- Mt 21, 1-11. Bendito el que viene en nombre del Señor.


Solemne Eucaristía de la Pasion del Señor


- Is 50, 4-7. No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado.
- Sal 21. R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
- Flp 2, 6-11. Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo.
- Mt 26, 14 — 27, 66. Pasión de nuestro Señor Jesucristo.


SEMANA SANTA
DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR

1. En este día la Iglesia recuerda la entrada de Cristo, el Señor, en Jerusalén para consumar su Misterio pascual. Por esta razón, en todas las misas se hace memoria de la entrada del Señor en la ciudad santa; esta memoria se hace o bien por la procesión o entrada solemne antes de la misa principal, o bien por la entrada simple antes de las restantes misas. La entrada solemne, no así la procesión, puede repetirse antes de aquellas misas que se celebran con gran asistencia de fieles.

Cuando no se pueda hacer ni la procesión ni la entrada solemne, es conveniente que se haga una celebración de la palabra de Dios con relación a la entrada mesiánica y a la pasión del Señor, ya sea el sábado al atardecer, ya sea el domingo a la hora más oportuna.

 

Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén

PROCESIÓN

Forma primera: Procesión

2. A la hora señalada se reúnen todos en una iglesia menor o en otro lugar apto fuera de la iglesia a la que se va a ir en procesión. Los fieles tienen en sus manos los ramos.

3. El sacerdote y el diácono, revestidos con las vestiduras rojas que se requieren para la celebración de la misa, se dirigen al lugar donde se ha congregado el pueblo. El sacerdote, en lugar de casulla, puede llevar capa pluvial, que se quitará una vez acabada la procesión.

4. Mientras los ministros llegan al lugar de la reunión, se canta la siguiente antífona u otro canto apropiado:


Antífona Cf. Mt 21, 9

Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. Hosanna en el cielo.


5. El sacerdote y el pueblo se signan, mientras el sacerdote dice: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Después saluda al pueblo como de costumbre, y hace una breve monición, en la que invita a los fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día, con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos: Ya desde el principio de la Cuaresma nos venimos preparando con obras de penitencia y caridad. Hoy nos disponemos a inaugurar, en comunión con toda la Iglesia, la celebración anual del Misterio pascual de la pasión y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo quien, para llevarlo a cabo, hizo la entrada en la ciudad santa de Jerusalén.

Por este motivo, recordando con fe y devoción esta entrada salvadora, acompañemos al Señor para que, participando de su cruz por la gracia, merezcamos un día tener parte en su resurrección y vida.

6. Después de la monición, el sacerdote dice una de las siguientes oraciones, con las manos juntas:


Oremos:

Dios todopoderoso y eterno, santifica con tu + bendición estos ramos, y, a cuantos vamos a acompañar a Cristo Rey aclamándolo con cantos, concédenos, por medio de él, entrar en la Jerusalén del cielo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

R. Amén.

O bien:

Aumenta, oh Dios, la fe de los que esperan en ti y escucha las plegarias de los que te invocan, para que, al levantar hoy los ramos en honor de Cristo vencedor, seamos portadores, apoyados en él, del fruto de las buenas obras. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

A continuación asperja con agua bendita los ramos sin decir nada.

7. Seguidamente, el diácono, o en su defecto, el sacerdote proclama, en la forma habitual, el evangelio de la entrada del Señor, según uno de los cuatro Evangelios. puede utilizarse incienso, si se juzga oportuno.

 

EVANGELIO (año A)
Bendito el que viene en nombre del Señor

╬ Lectura del santo Evangelio según san Mateo Mt 21, 1-11

CUANDO se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, en el monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos diciéndoles:

«Id a la aldea de enfrente, encontraréis enseguida una borrica atada con su pollino, los desatáis y me los traéis. Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto».

Esto ocurrió para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta:

«Decid a la hija de Sion:
“Mira a tu rey, que viene a ti,
humilde, montado en una borrica,
en un pollino, hijo de acémila”».

Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. La multitud alfombró el camino con sus mantos; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada.

Y la gente que iba delante y detrás gritaba:

«¡“Hosanna” al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡“Hosanna” en las alturas!»

Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad se sobresaltó preguntando:

«¿Quién es este?».

La multitud contestaba:

«Es el proteta Jesús, de Nazaret de Galilea».

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

8. Después del evangelio, se puede hacer una breve homilía. Antes de comenzar la procesión, el sacerdote, el diácono o un ministro laico, dice con estas u otras palabras:

Queridos hermanos, imitemos a la muchedumbre que aclamaba a Jesús, y vayamos en paz.

O bien:

Vayamos en paz.

En este caso todos responden:

En el nombre de Cristo. Amén.

9. Y comienza la procesión hacia la iglesia donde se va a celebrar la misa. Si se emplea el incienso, va delante el turiferario con el incensario humeante, seguidamente el acólito u otro ministro que porta la cruz adornada con ramos o palmas según las costumbres del lugar, en medio de dos ministros con velas encendidas. A continuación, el diácono llevando el libro de los Evangelios, el sacerdote con los ministros y, detrás de ellos, los fieles, que llevan los ramos en las manos.

Durante la procesión, los cantores, junto con el pueblo, cantan los siguientes cantos u otros apropiados en honor de Cristo Rey:


Antífona 1

Los niños hebreos, llevando ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor, aclamando: Hosanna en el cielo.

Esta antífona se puede repetir entre los versículos de este salmo.

Salmo 23

Del Señor es la tierra y cuanto la llena, / el orbe y todos sus habitantes:

él la fundó sobre los mares, / él la afianzó sobre los ríos. [R]

¿Quién puede subir al monte del Señor? / ¿Quién puede estar en el recinto sacro?

El hombre de manos inocentes /

y puro corazón, que no confía en los ídolos / ni jura contra el prójimo en falso. [R]

Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.

Ésta es la generación que busca al Señor, que busca tu rostro, Dios de Jacob. [R]

¡Portones!, alzad los dinteles, /

que se alcen las puertas eternales: va a entrar el Rey de la gloria. / ¿Quién ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso, / el Señor valeroso en la batalla. [R]

¡Portones!, alzad los dinteles, / que se alcen las puertas eternales:

va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién ese Rey de la gloria?

El Señor, Dios del universo:

él es el Rey de la gloria. [R]

 

Antífona 2

Los niños hebreos extendían mantos por el camino y aclamaban: Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor.

Esta antífona se puede repetir entre los versículos de este salmo.

Salmo 46

Pueblos todos, batid palmas, /
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor altísimo es terrible, / emperador de toda la tierra. [R]

Él nos somete los pueblos / y nos sojuzga las naciones;

él nos escogió por heredad suya: / gloria de Jacob, su amado.

Dios asciende entre aclamaciones; / el Señor, al son de trompetas: [R]

tocad para Dios, tocad, / tocad para nuestro Rey, tocad.

Porque Dios es el rey del mundo: / tocad con maestría. [R]

Dios reina sobre las naciones, / Dios se sienta en su trono sagrado.

Los príncipes de los gentiles se reúnen con el pueblo del Dios de Abrahán; porque de Dios son los grandes de la tierra, / y él es excelso. [R]


Himno a Cristo Rey

Pueblo:

¡Gloria, alabanza y honor!

¡Gritad Hosanna,

y haceos como los niños hebreos

al paso del Redentor!

¡Gloria y honor al que viene en el nombre del Señor!

Cantores:

1. Como Jerusalén con su traje festivo, vestida de palmeras, coronada de olivos, viene la cristiandad en son de romería a inaugurar tu Pascua con himnos de alegría. R.

2. Ibas como va el sol a un ocaso de gloria; cantaban ya tu muerte al cantar tu victoria; Pero tú eres el Rey, el Señor, el Dios Fuerte, la Vida que renace del fondo de la Muerte. R.

3. Tú, que amas a Israel y bendices sus cantos, complácete en nosotros, el pueblo de los santos; Dios de toda bondad que acoges en tu seno cuanto hay entre los hombres sencillamente bueno. R.


10. Al entrar la procesión en la iglesia se canta el siguiente responsorio u otro canto que haga alusión a la entrada del Señor:

V. Al entrar el Señor en la ciudad santa, los niños hebreos profetizaban la resurrección de Cristo, proclamando, con ramos de palmas: «Hosanna en el cielo».

R. Hosanna en el cielo.

V. Como el pueblo oyese que Jesús llegaba a Jerusalén, salió a su encuentro, proclamando con ramos de palmas: «Hosanna en el cielo».

R. Hosanna en el cielo.


11. El sacerdote, al llegar al altar, lo venera y, silo juzga oportuno, lo inciensa. Después va a la sede, se quita la capa pluvial si la ha usado, y se pone la casulla y, omitidos los demás ritos iniciales de la misa y, según la oportunidad, el Señor ten piedad, dice la oración colecta de la misa y continúa como de costumbre.

 

Forma segunda: Entrada solemne

12. Cuando no es posible hacer la procesión fuera de la iglesia, la entrada del Señor se celebra dentro de la iglesia, por medio de una entrada solemne antes de la misa principal.

13. Los fieles se reúnen o en la puerta de la iglesia o en la misma iglesia, teniendo los ramos en las manos. El sacerdote, los ministros y una representación de fieles se dirigen a un lugar apto de la iglesia, fuera del presbiterio, donde por la mayor parte de los fieles pueda ver el rito.

14. Mientras el sacerdote se dirige al lugar indicado, se canta la antífona: Hosanna u otro canto adecuado. En este lugar se bendicen los ramos y se proclama el evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén, como se ha indicado más arriba (nn. 5-7). Después del evangelio, el sacerdote con los ministros y algunos fieles se dirigen al presbiterio por la iglesia; mientras tanto se canta el responsorio: Al entrar el Señor (n. 10), u otro canto apto.

15. Cuando ha llegado al altar, el sacerdote lo venera, después va a la sede, y, omitiendo los ritos iniciales de la misa y, según la oportunidad, el Señor ten piedad, dice la oración colecta. Después la misa continúa como de costumbre.

 

Forma tercera: Entrada simple

16. En las restantes misas de este domingo en las que no se hace la entrada solemne, se hace memoria de la entrada del Señor en Jerusalén como entrada simple.

17. Mientras el sacerdote se dirige al altar, se canta la antífona de entrada con el salmo (n. 18), u otro canto que haga alusión a la entrada del Señor. El sacerdote, llegado al altar, lo venera y se dirige a la sede. Después de hacer la señal de la cruz, saluda al pueblo y la misa prosigue como de costumbre.

En otras misas, en las que no es posible cantar una antífona de entrada, el sacerdote, inmediatamente después de llegar al altar y venerarlo, saluda al pueblo, lee la antífona de entrada y prosigue la misa como de costumbre.


18. Antífona de entrada Cf. Jn 12, 1. 12, 12-13; Sal 23, 9-10

Seis días antes de la solemnidad de la Pascua, cuando Jesús iba a la ciudad de Jerusalén, salieron a su encuentro los niños: en las manos tomaron ramos y aclamaban gritando:

Hosanna en las alturas:
Bendito tú que viniste
con abundante misericordia.
Portones, alzad los dinteles,
que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios del universo,
él es el Rey de la gloria.
Hosanna en las alturas:
Bendito tú que viniste
con abundante misericordia.

MISA 

19. Después de la procesión o de la entrada solemne, el sacerdote comienza la misa con la oración colecta.

20. Oración colecta

Dios todopoderoso y eterno, que hiciste que nuestro Salvador se encarnase y soportara la cruz para que imitemos su ejemplo de humildad, concédenos, propicio, aprender las enseñanzas de la pasión y participar de la resurrección gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo.


LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA
No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado

Lectura del libro de Isaías (50,4-17)

EL SEÑOR DIOS me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
 

SALMO RESPONSORIAL (Sal 21,2a.8-9.17-18a.19-20.23-24)

R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere».

R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.

R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.

R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
«Los que teméis al Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel».

R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?


SEGUNDA LECTURA
 Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,6-11)

CRISTO JESÚS, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de si mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

 

EVANGELIO
Pasión de nuestro Señor Jesucristo

╬ Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo Mt 26, 14 - 27, 66

¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?

C. EN AQUEL TIEMPO, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
S. «¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?».
C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?

C. El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
S. «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?».
C. Él contestó:
✠. «Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle: “El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.

Uno de vosotros me va a entregar

C. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
✠. «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».
C. Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S. «¿Soy yo acaso, Señor?».
C. Él respondió:
✠. «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. «¿Soy yo acaso, Maestro?».
C. Él respondió:
✠. «Tú lo has dicho».

Esto es mi cuerpo. Esta, es mi sangre

C. Mientras comían, Jesús tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, lo dio a los discípulos y les dijo:
✠. «Tomad, comed: esto es mi cuerpo».
C. Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias y dijo:
✠. «Bebed todos; porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora ya no beberé del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre».
C. Después de cantar el himno salieron para el monte de los Olivos.

Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño

C. Entonces Jesús les dijo:
✠. «Esta noche os vais a escandalizar todos por mi causa, porque está escrito: “Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño”. Pero cuando resucite, iré delante de vosotros a Galilea».
C. Pedro replicó:
S. «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré».
C. Jesús le dijo:
✠. «En verdad te digo que esta noche, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces».
C. Pedro le replicó:
S. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré».
C. Y lo mismo decían los demás discípulos.

Empezó a sentir tristeza y angustia

C. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a los discípulos:
✠. «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar».
C. Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a sentir tristeza y angustia.
Entonces les dijo:
✠. «Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo».
C. Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
✠. «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú».
C. Y volvió a los discípulos y los encontró dormidos.
Dijo a Pedro:
✠. «¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil».
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
✠. «Padre mío, si este cáiiz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad».
C. Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras.
Volvió a los discípulos, los encontró dormidos y les dijo:
✠. «Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega».

Se acercaron a Jesús y le echaron mano y lo prendieron

C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:
S. «Al que yo bese, ese es: prendedlo».
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. «¡Salve, Maestro!».
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
✠. «Amigo, ¿a qué vienes?».
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano y lo prendieron. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote.
Jesús le dijo:
✠. «Envaina la espada; que todos los que empuñan espada, a espada morirán. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría enseguida más de doce legiones de ángeles. ¿Cómo se cumplirían entonces las Escrituras que dicen que esto tiene que pasar?».
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
✠. «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos como si fuera un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me prendisteis. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplieran las Escrituras de los profetas».
C. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

Veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder

C. Los que prendieron a Jesús lo condujeron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver cómo terminaba aquello.
Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos que declararon:
S. «Este ha dicho: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”».
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que presentan contra ti?».
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. «Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».
C. Jesús le respondió:
✠. «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene sobre las nubes del cielo».
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo:
S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?».
C. Y ellos contestaron:
S. «Es reo de muerte».
C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon diciendo:
S. «Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado».

Antes de que cante el gallo me negarás tres veces

C. Pedro estaba sentado fuera en el patio y se le acercó una criada y le dijo:
S. «También tú estabas con Jesús el Galileo».
C. Él lo negó delante de todos diciendo:
S. «No sé qué quieres decir».
C. Y al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S. «Este estaba con Jesús el Nazareno».
C. Otra vez negó él con juramento:
S. «No conozco a ese hombre».
C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:
S. «Seguro; tú también eres de ellos, tu acento te delata».
C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo:
S. «No conozco a ese hombre».
C. Y enseguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo me negarás tres veces». Y, saliendo afuera, lloró amargamente.

Entregaron a Jesús a Pilato, el gobernador

C. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador.

No es licito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre

C. Entonces Judas, el traidor, viendo que lo habían condenado, se arrepintió y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos diciendo:
S. «He pecado entregando sangre inocente».
C. Pero ellos dijeron:
S. «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!».
C. Él, arrojando las monedas de plata en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sacerdotes, recogiendo las monedas de plata, dijeron:
S. «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre».
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías:

«Y tomaron las treinta monedas de plata,
el precio de uno que fue tasado,
según la tasa de los hijos de Israel,
y pagaron con ellas el Campo del Alfarero,
como me lo había ordenado el Señor».

¿Eres tú el rey de los judíos?

C. Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Jesús respondió:
✠. «Tú lo dices».
C. Y, mientras lo acusaban, los sumos sacerdotes y los ancianos no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?».
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía liberar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato:
S. «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?».
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. «No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él».
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
El gobernador preguntó:
S. «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?».
C. Ellos dijeron:
S. «A Barrabás».
C. Pilato les preguntó:
S. «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?».
C. Contestaron todos:
S. «Sea crucificado».
C. Pilato insistió:
S. «Pues, ¿qué mal ha hecho?».
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. «¡Sea crucificado!».
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo:
S. «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!».
C. Todo el pueblo contestó:
S. «¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!».
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

¡Salve, rey de los judíos!

C. Entonces los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!».
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.

Crucificaron con él a dos bandidos

C. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a llevar su cruz.
Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Este es Jesús, el rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda.

Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz

C. Los que pasaban, lo injuriaban, y, meneando la cabeza, decían:
S. «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz».
C. Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo:
S. «A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”».
C. De la misma manera los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.

«Elí, Elí, lemá sabaqtaní?»

C. Desde la hora sexta hasta la hora nona vinieron tinieblas sobre toda la tierra. A la hora nona, Jesús gritó con voz potente:
✠. «Elí, Elí, lemá sabaqtaní?».
C. (Es decir:
✠. «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).
C. Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron:
S. «Está llamando a Elias».
C. Enseguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber.
Los demás decían:
S. «Déjalo, a ver si viene Elias a salvarlo».
C. Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
S. «Verdaderamente este era Hijo de Dios».
C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo; entre ellas, María la Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

José puso en su sepulcro nuevo el cuerpo de Jesús

C. Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en su sepulcro nuevo que se había excavado en la roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó.
María la Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro.

Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis

C. A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
S. «Señor, nos hemos acordado de que aquel impostor estando en vida anunció: “A los tres días resucitaré”. Por eso ordena que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, se lleven el cuerpo y digan al pueblo: “Ha resucitado de entre los muertos”. La última impostura sería peor que la primera».
C. Pilato contestó:
S. «Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis».
C. Ellos aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y colocando la guardia.

Palabra del Señor.
Gloria a Ti, Señor Jesús.


22. Después de la lectura de la historia de la Pasión téngase, oportunamente, una breve homilía. También puede observarse algún espacio de silencio.


HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Plaza de San Pedro. XXXIV Jornada Mundial de la Juventud
Domingo, 14 de abril de 2019

Las aclamaciones de la entrada en Jerusalén y la humillación de Jesús. Los gritos de fiesta y el ensañamiento feroz. Este doble misterio acompaña cada año la entrada en la Semana Santa, en los dos momentos característicos de esta celebración: la procesión con las palmas y los ramos de olivo, al principio, y luego la lectura solemne de la narración de la Pasión.

Dejemos que esta acción animada por el Espíritu Santo nos envuelva, para obtener lo que hemos pedido en la oración: acompañar con fe a nuestro Salvador en su camino y tener siempre presente la gran enseñanza de su Pasión como modelo de vida y de victoria contra el espíritu del mal.

Jesús nos muestra cómo hemos de afrontar los momentos difíciles y las tentaciones más insidiosas, cultivando en nuestros corazones una paz que no es distanciamiento, no es impasividad o creerse un superhombre, sino que es un abandono confiado en el Padre y en su voluntad de salvación, de vida, de misericordia; y, en toda su misión, pasó por la tentación de “hacer su trabajo” decidiendo él el modo y desligándose de la obediencia al Padre. Desde el comienzo, en la lucha de los cuarenta días en el desierto, hasta el final en la Pasión, Jesús rechaza esta tentación mediante la confianza obediente en el Padre.

También hoy, en su entrada en Jerusalén, nos muestra el camino. Porque en ese evento el maligno, el Príncipe de este mundo, tenía una carta por jugar: la carta del triunfalismo, y el Señor respondió permaneciendo fiel a su camino, el camino de la humildad.

El triunfalismo trata de llegar a la meta mediante atajos, compromisos falsos. Busca subirse al carro del ganador. El triunfalismo vive de gestos y palabras que, sin embargo, no han pasado por el crisol de la cruz; se alimenta de la comparación con los demás, juzgándolos siempre como peores, con defectos, fracasados... Una forma sutil de triunfalismo es la mundanidad espiritual, que es el mayor peligro, la tentación más pérfida que amenaza a la Iglesia (De Lubac). Jesús destruyó el triunfalismo con su Pasión.

El Señor realmente compartió y se regocijó con el pueblo, con los jóvenes que gritaban su nombre aclamándolo como Rey y Mesías. Su corazón gozaba viendo el entusiasmo y la fiesta de los pobres de Israel. Hasta el punto que, a los fariseos que le pedían que reprochara a sus discípulos por sus escandalosas aclamaciones, él les respondió: «Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras» (Lc 19,40). Humildad no significa negar la realidad, y Jesús es realmente el Mesías, el Rey.

Pero al mismo tiempo, el corazón de Cristo está en otro camino, en el camino santo que solo él y el Padre conocen: el que va de la «condición de Dios» a la «condición de esclavo», el camino de la humillación en la obediencia «hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,6-8). Él sabe que para lograr el verdadero triunfo debe dejar espacio a Dios; y para dejar espacio a Dios solo hay un modo: el despojarse, el vaciarse de sí mismo. Callar, rezar, humillarse. Con la cruz no se puede negociar, o se abraza o se rechaza. Y con su humillación, Jesús quiso abrirnos el camino de la fe y precedernos en él.

Tras él, la primera que lo ha recorrido fue su madre, María, la primera discípula. La Virgen y los santos han tenido que sufrir para caminar en la fe y en la voluntad de Dios. Ante los duros y dolorosos acontecimientos de la vida, responder con fe cuesta «una particular fatiga del corazón» (cf. S. Juan Pablo II, Carta enc. Redemptoris Mater, 17). Es la noche de la fe. Pero solo de esta noche despunta el alba de la resurrección. Al pie de la cruz, María volvió a pensar en las palabras con las que el Ángel le anunció a su Hijo: «Será grande [...]; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin» (Lc 1,32-33). En el Gólgota, María se enfrenta a la negación total de esa promesa: su Hijo agoniza sobre una cruz como un criminal. Así, el triunfalismo, destruido por la humillación de Jesús, fue igualmente destruido en el corazón de la Madre; ambos supieron callar.

Precedidos por María, innumerables santos y santas han seguido a Jesús por el camino de la humildad y la obediencia. Hoy, Jornada Mundial de la Juventud, quiero recordar a tantos santos y santas jóvenes, especialmente a aquellos “de la puerta de al lado”, que solo Dios conoce, y que a veces a él le gusta revelarnos por sorpresa. Queridos jóvenes, no os avergoncéis de mostrar vuestro entusiasmo por Jesús, de gritar que él vive, que es vuestra vida. Pero al mismo tiempo, no tengáis miedo de seguirlo por el camino de la cruz. Y cuando sintáis que os pide que renunciéis a vosotros mismos, que os despojéis de vuestras seguridades, que os confiéis por completo al Padre que está en los cielos, entonces alegraos y regocijaos. Estáis en el camino del Reino de Dios.

Aclamaciones de fiesta y furia feroz; el silencio de Jesús en su Pasión es impresionante. Vence también a la tentación de responder, de ser “mediático”. En los momentos de oscuridad y de gran tribulación hay que callar, tener el valor de callar, siempre que sea un callar manso y no rencoroso. La mansedumbre del silencio hará que parezcamos aún más débiles, más humillados, y entonces el demonio, animándose, saldrá a la luz. Será necesario resistirlo en silencio, “manteniendo la posición”, pero con la misma actitud que Jesús. Él sabe que la guerra es entre Dios y el Príncipe de este mundo, y que no se trata de poner la mano en la espada, sino de mantener la calma, firmes en la fe. Es la hora de Dios. Y en la hora en que Dios baja a la batalla, hay que dejarlo hacer. Nuestro puesto seguro estará bajo el manto de la Santa Madre de Dios. Y mientras esperamos que el Señor venga y calme la tormenta (cf. Mc 4,37-41), con nuestro silencioso testimonio en oración, nos damos a nosotros mismos y a los demás razón de nuestra esperanza (cf. 1 P 3,15). Esto nos ayudará a vivir en la santa tensión entre la memoria de las promesas, la realidad del ensañamiento presente en la cruz y la esperanza de la resurrección.

Se dice el Credo y se hace la oración universal.

 

Oración de los fieles

Oremos a Dios Padre, que por nosotros entregó a su Hijo Jesús a la muerte y lo levantó sobre todo, como Mediador nuestro.

- Por la Iglesia, que sufre en sus miembros y se solidariza con el sufrimiento de toda la humanidad, para que sepa decir al abatido una palabra de aliento. Roguemos al Señor.

- Por la unidad de todos los cristianos, para que el sacrificio de Cristo nos reúna en la unidad a los hijos de Dios dispersos. Roguemos al Señor. 

- Por los enfermos, los moribundos y todos los que sufren, para que, participando del cáliz de la pasión, a semejanza de Cristo, tengan la firme esperanza de participar con El en su gloria. Roguemos al Señor.

- Por nosotros, que nos disponemos a celebrar la Pascua del Señor Jesús, para que su muerte y resurrección se realicen en nuestra vida de cristianos. Roguemos al Señor.

Escucha, Padre, la oración de tu pueblo,
que conmemora la pasión de Jesucristo,
tu Hijo, para que, siguiendo su ejemplo,
cumpla siempre tu voluntad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


LITURGIA DE LA EUCARISTÍA

23. Oración sobre las ofrendas

Señor, que por la pasión de tu Unigénito

se extienda sobre nosotros tu misericordia
y, aunque no la merecen nuestras obras,
que con la ayuda de tu compasión
podamos recibirla en este sacrificio único.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


24. Prefacio de la Pasión del Señor

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.

El cual, siendo inocente, se dignó padecer por los impíos,
y ser condenado injustamente en lugar de los malhechores.
De esta forma, al morir, borró nuestros delitos,
y, al resucitar, logró nuestra salvación.

Por eso, te alabamos con todos los ángeles,
aclamándote llenos de alegría:

Santo, Santo, Santo...


25. Antífona de comunión Mt 26, 42

Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.


26. Oración después de la comunión

Saciados con los dones santos, te pedimos, Señor,
que, así como nos has hecho esperar lo que creemos
por la muerte de tu Hijo,
podamos alcanzar, por su resurrección,
la plena posesión de lo que anhelamos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

27. Oración sobre el pueblo

V. El Señor esté con vosotros. R.

V. Inclinaos para recibir la bendición.

Dirige tu mirada, Señor, sobre esta familia tuya
por la que nuestro Señor Jesucristo 
no dudó en entregarse a los verdugos y padecer el tormento de la cruz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

V. Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo +, y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.

R. Amén.


Pensamientos para el Evangelio de hoy

«Uno solo murió por todos; y éste mismo es quien ahora por todas las iglesias, en el misterio del pan y del vino, inmolado, nos alimenta; creído, nos vivifica; consagrado, santifica a los que los consagran» (San Gaudencio de Brescia).

«Para los cristianos siempre habrá persecuciones, incomprensiones. Pero hay que afrontarlas con la certeza de que Jesús es el Señor, y éste es el desafío y la cruz de nuestra fe» (Francisco).

«(…) La Biblia venera algunas grandes figuras de las “naciones”, como “Abel el justo”, el rey-sacerdote Melquisedec (…), o los justos “Noé, Daniel y Job”. De esta manera, la Escritura expresa qué altura de santidad pueden alcanzar los que viven según la alianza de Noé en la espera de que Cristo ‘reúna en uno a todos los hijos de Dios dispersos’ (Jn 11,52)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 58).


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