07 de abril - VIERNES SANTO EN LA PASIÓN DEL SEÑOR, Ayuno y abstinencia



  VIERNES SANTO EN LA PASIÓN DEL SEÑOR, Ayuno y abstinencia
  Oficio propio del Viernes Santo del Salterio
  (Liturgia de las Horas, Tomo II: Oficio de Lecturas Laudes - Tercia - Sexta   Nona Vísperas - Completas)
 



PROGRAMA PARROQUIAL:
VIERNES, 07 DE ABRIL

PARROQUIA DEL CARMEN:

- Solemne Vía Crucis (a las 12.30 h.).

- Celebración de la Adoración de la Santa Cruz (a las 17.00 h.).


PARROQUIA DE LOS DOLORES:

- Solemne Vía Crucis (a las 11.00 h.).

- Celebración de la Adoración de la Santa Cruz (a las 19.00 h.).
para ver la transmisión, pincha aquí


HORARIOS PARA LAS CELEBRACIONES
DE SEMANA SANTA 2023





Portada

Un accidente, un atraco de gángsters, el Covid... Los católicos le ayudaban en todo

Budista, un «brote sagrado» y una misteriosa protección ante el peligro le llevaron a abrazar la fe

España sufre nuevas leyes de aborto, eutanasia, acoso a la libre expresión y a objetores

7 razones para ir a la marcha provida del domingo: médicos que matan, se prohíbe rezar e informar...

Lo afirmó un día después de la exigencia de su revisión por el Sínodo de los obispos alemanes

Francisco: el celibato es «temporal», pero suprimirlo «no traerá la solución» a la crisis vocacional

Vídeos

  Sobre Antonio Rivera, «el ángel del Alcázar»

  San Pablo: misión que impresiona

  Lección práctica para rezar bien

  Aquí fue proclamada Isabel la Católica

  Estreno de «Purgatorio»

Otras noticias

  El Camino Sinodal aprueba las ordenaciones trans, homilías de laicos o bendecir uniones homosexuales

  «¿Sin carne en viernes? En Etiopía no comíamos nunca»: una misionera y Misión Jatari en Supergesto

  Cantalamessa y la «chispa»: la palabra de Dios a veces actúa sin que la vivas, pero es la excepción

Opinión

  Reconstruyendo mi Cristo roto , por Ignacio Segura Madico

Blogs

  Cuaresma y santidad , por La Columna del #CoronelPakez

  Hoy el reto del amor es hacer dos cosas pequeñas con paz , por El Reto Del Amor

  El protagonista. Comentario para Matrimonios: Lucas 15, 1-3. 11-32 , por ProyectoAmorConyugal.es

  Más riqueza material pero menos riqueza ética , por Familia, Educación y Cultura


SANTORAL DE HOY

San Juan Bautista de la Salle, presbítero y fundador
(1651 - †1719)

Elogio: Memoria de san Juan Bautista de la Salle, presbítero, que en Reims, en la región de Normandía, en Francia, se dedicó con ahínco a la instrucción humana y cristiana de los niños, en especial de los pobres. Instituyó la Congregación de Hermanos de las Escuelas Cristianas, a causa de lo cual soportó muchas tribulaciones, si bien fue merecedor de gratitud por parte del pueblo de Dios.

Patronazgos: patrono de la enseñanza cristiana, de los profesores y educadores.

Refieren a este santo: Beato Nicolás Barré, Beato Nicolás Roland.


   San Hegesipo, apologista   

Conmemoración de san Hegesipo, que vivió en Roma durante los pontificados de Aniceto y Eleuterio, y con estilo sencillo escribió una historia de los hechos eclesiásticos, desde la Pasión del Señor hasta su tiempo. († c. 180)

   San Pelusio, presbítero y mártir   

En Alejandría, de Egipto, san Pelusio, presbítero y mártir. († s. inc.)

   Santos Teodoro, Ireneo, Serapión y Ammonis, mártires

En Pentápolis, en Libia, santos mártires Teodoro, obispo, Ireneo, diácono, Serapión y Ammonis, lectores. († s. IV)

   San Caliopio, mártir

En Pompeiópolis, de Cilicia, san Caliopio, mártir. († s. IV)

   Santos Doscientos soldados del Ponto, mártires

En Sinope, del Ponto, doscientos santos soldados mártires. († s. IV)

   San Jorge de Mitilene, obispo   

En Mitilene, en la isla de Lesbos, san Jorge, obispo, que en tiempo del emperador León el Armenio tuvo que padecer mucho por la defensa del culto de las sagradas imágenes. († 820)

   San Aiberto, monje y presbítero

En el monasterio de Crespin, en la región de Hainaut, san Aiberto, presbítero y monje, que diariamente, después de la salmodia, de rodillas o postrado recitaba todo el salterio y comunicaba la divina misericordia a los penitentes que acudían a él. († 1140)

   San Hermanno José, monje y presbítero

En el monasterio Premonstratense de Steinfeld, en Alemania, san Hermanno José, presbítero, que brilló por su delicado amor para con la Virgen María, y celebró con himnos y cánticos su devoción hacia el divino Corazón de Jesús. († c. 1241)

   San Enrique Walpole y Beato Alejandro Rawlins, presbíteros y mártires   

En York, en Inglaterra, san Enrique Walpole, de la Orden de la Compañía de Jesús, y beato Alejandro Rawlins, presbíteros y mártires, que bajo la reina Isabel I fueron encarcelados y cruelmente maltratados por ser sacerdotes, tras lo cual alcanzaron la corona eterna al ser finalmente ahorcados y descuartizados. († 1595)

   Beatos Eduardo Oldcorne y Rodolfo Ashley, religiosos mártires   

En Worcester, también en Inglaterra, beatos mártires Eduardo Oldcorne, presbítero, y Rodolfo Ashley, ambos religiosos de la Orden de la Compañía de Jesús, que ejercieron clandestinamente el ministerio durante muchos años, pero finalmente, acusados de tomar parte en un complot contra el rey Jacobo I, fueron encarcelados, torturados y después descuartizados vivos. († 1606)

   San Pedro Nguyen Van Luu, presbítero y mártir   

En Cochinchina, san Pedro Nguyen Van Luu, presbítero y mártir, que en tiempo del emperador Tu Duc fue condenado a muerte y subió alegre al patíbulo. († 1861)

   Beata María Asunta Pallotta, virgen

En el lugar de Dongerkou, en China, beata María Asunta Pallotta, virgen del Instituto de Hermanas Franciscanas Misioneras de María, que, dedicada a cargos humildes, trabajó por el reino de Cristo de forma sencilla e ignorada. († 1905)


LITURGIA DE HOY



SANTO TRIDUO PASCUAL

 

DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA

 

VIERNES SANTO

La procesión del Viernes Santo    

142. El Viernes Santo la Iglesia celebra la Muerte salvadora de Cristo. En el Acto litúrgico de la tarde, medita en la Pasión de su Señor, intercede por la salvación del mundo, adora la Cruz y conmemora su propio nacimiento del costado abierto del Salvador (Cfr. Jn 19,34).

Entre las manifestaciones de piedad popular del Viernes Santo, además del Vía Crucis, destaca la procesión del "Cristo muerto". Esta destaca, según las formas expresivas de la piedad popular, el pequeño grupo de amigos y discípulos que, después de haber bajado de la Cruz el Cuerpo de Jesús, lo llevaron al lugar en el cual había una "tumba excavada en la roca, en la cual todavía no se había dado sepultura a nadie" (Lc 23,53).

La procesión del "Cristo muerto" se desarrolla, por lo general, en un clima de austeridad, de silencio y de oración, con la participación de numerosos fieles, que perciben no pocos sentidos del misterio de la sepultura de Jesús.

143. Sin embargo, es necesario que estas manifestaciones de la piedad popular nunca aparezcan ante los fieles, ni por la hora ni por el modo de convocatoria, como sucedáneo de las celebraciones litúrgicas del Viernes Santo.

Por lo tanto, al planificar pastoralmente el Viernes Santo se deberá conceder el primer lugar y el máximo relieve a la Celebración litúrgica, y se deberá explicar a los fieles que ningún ejercicio de piedad debe sustituir a esta celebración, en su valor objetivo.

Finalmente, hay que evitar introducir la procesión de "Cristo muerto" en el ámbito de la solemne Celebración litúrgica del Viernes Santo, porque esto constituiría una mezcla híbrida de celebraciones.

Representación de la Pasión de Cristo

144. En muchas regiones, durante la Semana Santa, sobre todo el Viernes, tienen lugar representaciones de la Pasión de Cristo. Se trata, frecuentemente, de verdaderas "representaciones sagradas", que con razón se pueden considerar un ejercicio de piedad. Las representaciones sagradas hunden sus raíces en la Liturgia. Algunas de ellas, nacidas casi en el coro de los monjes, mediante un proceso de dramatización progresiva, han pasado al atrio de la iglesia.

En muchos lugares, la preparación y ejecución de la representación de la Pasión de Cristo está encomendada a cofradías, cuyos miembros han asumido determinados compromisos de vida cristiana. En estas representaciones, actores y espectadores son introducidos en un movimiento de fe y de auténtica piedad. Es muy deseable que las representaciones sagradas de la Pasión del Señor no se alejen de este estilo de expresión sincera y gratuita de piedad, para convertirse en manifestaciones folclóricas, que atraen no tanto el espíritu religioso cuanto el interés de los turistas.

Respecto a las representaciones sagradas hay que explicar a los fieles la profunda diferencia que hay entre una "representación" que es mímesis, y la "acción litúrgica", que es anámnesis, presencia mistérica del acontecimiento salvífico de la Pasión.

Hay que rechazar las prácticas penitenciales que consisten en hacerse crucificar con clavos.

El recuerdo de la Virgen de los Dolores

145. Dada su importancia doctrinal y pastoral, se recomienda no descuidar el "recuerdo de los dolores de la Santísima Virgen María". La piedad popular, siguiendo el relato evangélico, ha destacado la asociación de la Madre a la Pasión salvadora del Hijo (cfr. Jn 19,25-27; Lc 2,34ss) y ha dado lugar a diversos ejercicios de piedad entre los que se deben recordar:

- el Planctus Mariae, expresión intensa de dolor, que con frecuencia contiene elementos de gran valor literario y musical, en el que la Virgen llora no sólo la muerte del Hijo, inocente y santo, su bien sumo, sino también la pérdida de su pueblo y el pecado de la humanidad.

- la "Hora de la Dolorosa", en la que los fieles, con expresiones de conmovedora devoción, "hacen compañía" a la Madre del Señor, que se ha quedado sola y sumergida en un profundo dolor, después de la muerte de su único Hijo; al contemplar a la Virgen con el Hijo entre sus brazos – la Piedad – comprenden que en María se concentra el dolor del universo por la muerte de Cristo; en ella ven la personificación de todas las madres que, a lo largo de la historia, han llorado la muerte de un hijo. Este ejercicio de piedad, que en algunos lugares de América Latina se denomina "El pésame", no se debe limitar a expresar el sentimiento humano ante una madre desolada, sino que, desde la fe en la Resurrección, debe ayudar a comprender la grandeza del amor redentor de Cristo y la participación en el mismo de su Madre.


En este día, en que «ha sido inmolada nuestra Víctima Pascual: Cristo (1 Cor 5, 7), lo que por largo tiempo había sido prometido en misteriosa prefiguración se ha cumplido con plena eficacia: el cordero verdadero sustituye a la oveja que lo anunciaba, y con el único sacrificio se termina la diversidad de las víctimas antiguas» (cf. san León Magno).

En efecto, «esta obra de la Redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada antes por las maravillas que Dios obró en el pueblo de la Antigua Alianza, Cristo, el Señor, la realizó principalmente por el Misterio Pascual de su bienaventurada Pasión, Resurrección de entre los muertos y gloriosa Ascensión. Por este misterio, muriendo, destruyó nuestra muerte, y resucitando, restauró nuestra vida. Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de la Iglesia entera» (SC, 5).

La Iglesia, meditando sobre la Pasión de su Señor y Esposo y adorando la Cruz, conmemora su propio nacimiento y su misión de extender a toda la humanidad sus fecundos efectos, que hoy celebra, dando gracias por tan inefable don, e intercede por la salvación de todo el mundo (CO, 312).



Celebración de la Pasión del Señor (rojo).

MISAL: Todo propio. No se dice «Podéis ir en paz».

LECC.: vol. I (C).

- Is 52, 13 — 53, 12. Él fue traspasado por nuestras rebeliones.

- Sal 30. R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

- Heb 4, 14-16; 5, 7-9. Aprendió a obedecer; y se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación.

- Jn 18, 1 — 19, 42. Pasión de nuestro Señor Jesucristo.

La liturgia de la Palabra nos mostrará cómo las antiguas profecías mesiánicas se cumplen en la Pasión y muerte de Jesús, que hoy escucharemos en la versión de san Juan, Cristo, muerto fuera de las murallas de la ciudad a la hora en que se sacrificaban en el templo los corderos para la pascua judía, es el Cordero expiatorio que ha cargado con el peso de nuestros pecados y así ha sido santificado. La Iglesia brota de su costado abierto por la lanza del soldado, para la salvación de todo el mundo, por quien se pide de modo especial en la oración de los fieles. El signo propio de hoy es la imagen del Crucificado, a quien en la acción litúrgica se venera de manera especial. Hoy no se celebra la eucaristía, pero comulgaremos con las formas consagradas ayer.

La acción litúrgica transcurre en silencio y en contemplación. La celebración consta de las siguientes partes:

1. Rito de entrada: procesión en silencio y oración.

2. Liturgia de la Palabra en la que se proclama especialmente la narración de la Pasión y se ora solemnemente por todos.

3. Adoración de la Cruz. La Cruz es signo del triunfo de la donación y del amor supremo de Jesús.

4. Rito de comunión. La comunión es configuración sacramental con Cristo, muerto y resucitado.

5. Rito de conclusión. Las oraciones finales recuerdan a la asamblea, comunidad de la cruz, que debe vivir lo que ha celebrado.


* COLECTA POR LOS SANTOS LUGARES (pontificia): liturgia del día, mon. justificativa de la colecta y colecta.

* Según una antiquísima tradición, la Iglesia no celebra ningún sacramento ni en este día ni en el siguiente, excepto los de la Penitencia y la Unción de enfermos. La sagrada comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la celebración de la Pasión del Señor; a los enfermos que no puedan participar en dicha celebración, se les puede llevar a cualquier hora del día.

* El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candeleros ni manteles.

* Después del mediodía, cerca de las tres, a no ser que por razones pastorales se elija una hora más tardía, tiene lugar la celebración de la Pasión del Señor, desde el mediodía hasta el atardecer, pero nunca después de las nueve de la noche.

* Las lecturas han de ser leídas por entero.

* La historia de la Pasión del Señor según san Juan se canta o se proclama como el domingo anterior sin cirios ni incienso, no se hace al principio la salutación habitual, ni se signa el libro, pero se dice al final «Palabra del Señor».

* Después de la lectura de la Pasión es oportuno hacer una breve homilía. Al final de la misma, los fieles pueden ser invitados a permanecer en oración durante un breve espacio de tiempo.

* Para la adoración solo debe exponerse una cruz, suficiente, grande y bella. Este rito ha de hacerse con el esplendor digno de la Gloria del misterio de nuestra salvación.

* Acabada la distribución de la comunión, el diácono u otro ministro idóneo lleva la píxide a algún lugar especialmente preparado fuera de la iglesia, o bien, si lo exigen las circunstancias, lo reserva en el sagrario.

* Después de la celebración se desnuda el altar, pero dejando sobre él la cruz con dos o cuatro candeleros. Dispóngase en la iglesia un lugar adecuado para colocar allí la cruz, a fin de que los fieles puedan adorarla, besarla y permanecer en oración y meditación. Hasta la Vigilia pascual se hace genuflexión sencilla a la Cruz.

* Los ejercicios de piedad, como son el viacrucis, las procesiones de la Pasión y el recuerdo de los dolores de la santísima Virgen María, en modo alguno pueden ser descuidados, dada su importancia pastoral. Los textos y los cantos utilizados han de responder al espíritu de la liturgia del día. Los horarios de estos ejercicios piadosos han de regularse con el horario de la celebración litúrgica de tal manera que aparezca claro que la acción litúrgica, por su misma naturaleza, está por encima de los ejercicios piadosos.

* Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.

* Las exequias sin misa han de celebrarse sin canto, sin órgano y sin tocar las campanas.



Liturgia de las Horas: oficio prop. Comp. Dom. II.

* Se recomienda que en este día se celebre en las iglesias el Oficio de lectura y las Laudes, con participación de los fieles.

* Los que participan en la solemne acción litúrgica de la Pasión del Señor no rezan hoy las Vísperas.

Martirologio:
 hoy se omite su lectura.

CALENDARIOS: Granada: Aniversario de la muerte de Mons. José Méndez Asensio, arzobispo, emérito (2006).


RITOS INICIALES


VIERNES SANTO

1. Según una antiquísima tradición, la Iglesia no celebra ningún sacramento ni en este día ni en el siguiente, excepto el de la Penitencia y Unción de enfermos.

2. En este día la sagrada comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la celebración de la Pasión del Señor; a los enfermos, que no pueden participar en dicha celebración, se les puede llevar a cualquier hora del día.

3. El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candeleros, ni manteles.

 

Celebración de la Pasión del Señor

4. Después del mediodía, cerca de las tres, a no ser que por razón pastoral se elija una hora más tardía, tiene lugar la celebración de la Pasión del Señor, que consta de tres partes: liturgia de la Palabra, adoración de la Cruz y sagrada comunión.

 

Monición de entrada

Excepcionalmente debe hacerla otro ministro, que no sea el que preside y antes de que comience la celebración.

Nos hemos reunido para conmemorar la pasión y muerte del Señor Jesús. Es la hora aproximada en que sucedió el acontecimiento que nos trae la salvación: la Hora del combate supremo y de la victoria definitiva; la Hora de la humillación y de la glorificación; la Hora de pasar de este mundo al Padre. En la celebración de esta tarde, todos los ritos han de ser vividos desde la contemplación y el silencio, porque se trata del misterio santo de la cruz y la pasión.

Toda la celebración pone ante nuestros ojos la pasión del Señor: las lecturas de la Palabra de Dios que llegan a su culmen en la pasión según san Juan, la solemne oración universal que manifiesta la universalidad de la salvación, la Santa cruz a la que hoy adoramos, la sagrada comunión que nos une al Cuerpo entregado y a la Sangre derramada por nosotros.


5. El sacerdote, y el diácono si lo hay, revestidos de color rojo como para la misa, se dirigen en silencio al altar, y, hecha la reverencia al mismo, se postran rostro en tierra o, si se juzga mejor, se arrodillan, y oran en silencio durante algún espacio de tiempo. Todos los demás se postran de rodillas.

6. Después el sacerdote, con los ministros, se dirige a la sede, donde, vuelto hacia el pueblo, que está de pie, con las manos juntas, dice una de las siguientes oraciones sin decir la invitación Oremos.


Recuerda, Señor, tus misericordias,
y santifica a tus siervos con tu eterna protección,
pues Jesucristo, tu Hijo, por medio de su sangre,
instituyó en su favor el Misterio pascual.
Él, que vive y reina contigo.

O bien:

Oh, Dios, que por la pasión de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
has destruido la muerte, herencia del antiguo pecado
que alcanza a toda la humanidad,
concédenos que, semejantes a él, llevemos la imagen del hombre celestial
por la acción santificadora de tu gracia,
así como hemos llevado grabada la imagen del hombre terreno
por exigencia de la naturaleza.
Por nuestro Señor Jesucristo.
R. Amén


LITURGIA DE LA PALABRA

7. Luego todos se sientan y se proclama la lectura, del profeta Isaías (52, 13-53, 12), con su salmo.


PRIMERA LECTURA 
Él fue traspasado por nuestras rebeliones

Lectura del libro de Isaías (Is 52, 13-53, 12)

MIRAD, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.

Como muchos se espantaron de él
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano,
así asombrará a muchos pueblos,
ante él los reyes cerrarán la boca,
al ver algo inenarrable
y comprender algo inaudito.

¿Quién creyó nuestro anuncio?;
¿a quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.

Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
como un hombre de dolores,
acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultaban los rostros,
despreciado y desestimado.

Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.

Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos como ovejas,
cada uno siguiendo su camino;
y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.

Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca:
como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.

Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién se preocupará de su estirpe?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.

Le dieron sepultura con los malvados
y una tumba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.

El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación:
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por los trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.

Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.
Le daré una multitud como parte,
y tendrá como despojo una muchedumbre.

Porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores,
él tomó el pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.
 
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL (Sal 30, 2 y 6. 12-13. 15-16. 17 y 25 [R.: Lc 23, 46])

R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

V. A ti , Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.

R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

V. Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.

R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

V. Pero yo confío en ti, Señor;
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen.

R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

V. Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor.

R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

8. A esta lectura sigue la de la carta a los Hebreos (4, 14-16; 5, 7-9), y el canto antes del Evangelio.
 

SEGUNDA LECTURA
Aprendió a obedecer; y se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación

Lectura de la carta a los Hebreos (Hb 4, 14-16; 5, 7-9)

HERMANOS:

Ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe.

No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado. Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.

Cristo, en efecto, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


Versículo antes del Evangelio Flp 2, 8-9

Cristo se ha hecho por nosotros obediente hasta la muerte,
y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo
y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre.

9. Finalmente se lee la historia de la Pasión del Señor según san Juan (18, 1-19, 42), del mismo modo que el domingo precedente.

Para la lectura de la historia de la Pasión del Señor no se llevan cirios ni incienso, ni se hace al principio la salutación habitual, ni se signa el libro. Esta lectura la proclama el diácono o, en su defecto, el mismo celebrante. Pero puede también ser proclamada por lectores laicos, reservando, si es posible, al sacerdote la parte correspondiente a Cristo.

Si los lectores de la Pasión son diáconos, antes del canto de la Pasión piden la bendición al celebrante, como en otras ocasiones antes del Evangelio; pero si los lectores no son diáconos se omite esta bendición.

 

EVANGELIO
Pasión de nuestro Señor Jesucristo

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (Jn 18, 1-19, 42)


¿A quién buscáis? A Jesús, el Nazareno

Cronista:

En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el que lo iba a entregar, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando una cohorte y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:

+ «¿A quién buscáis?».

C. Le contestaron:

S. «A Jesús, el Nazareno».

C. Les dijo Jesús:

+ «Yo soy».

C. Estaba también con ellos Judas, el que lo iba a entregar. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:

+ «¿A quién buscáis?».

C. Ellos dijeron:

S. «A Jesús, el Nazareno».

C. Jesús contestó:

+ «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a estos».

C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste».

Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:

+ «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?».


Llevaron a Jesús primero ante Anás

C. La cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo».

Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada portera dijo entonces a Pedro:

S. «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?».

C. Él dijo:

S. «No lo soy».

C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.

El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.

Jesús le contestó:

+ «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que me han oído de qué les he hablado. Ellos saben lo que yo he dicho».

C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:

S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?».

C. Jesús respondió:

+ «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?».

C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.


¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy

C. Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron:

S. «¿No eres tú también de sus discípulos?».

C. Él lo negó, diciendo:

S. «No lo soy».

C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:

S. «¿No te he visto yo en el huerto con él?».

C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.


Mi reino no es de este mundo

C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:

S. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?».

C. Le contestaron:

S. «Si este no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos».

C. Pilato les dijo:

S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley».

C. Los judíos le dijeron:

S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie».

C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.

Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:

S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».

C. Jesús le contestó:

+ «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?».

C. Pilato replicó:

S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?».

C. Jesús le contestó:

+ «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí».

C. Pilato le dijo:

S. «Entonces, ¿tú eres rey?».

C. Jesús le contestó:

+ «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».

C. Pilato le dijo:

S. «Y, ¿qué es la verdad?».

C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:

S. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».

C. Volvieron a gritar:

S. «A ese no, a Barrabás».

C. El tal Barrabás era un bandido.


¡Salve, rey de los judíos!

C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:

S. «Salve, rey de los judíos!».

C. Y le daban bofetadas.

Pilato salió otra vez afuera y les dijo:

S. «Mirad, os lo saco afuera para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa».

C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:

S. «He aquí al hombre».

C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:

S. «Crucifícalo, crucifícalo!».

C. Pilato les dijo:

S. «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él».

C. Los judíos le contestaron:

S. «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha hecho Hijo de Dios».

C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más. Entró otra vez en el pretorio y dijo a Jesús:

S. «¿De dónde eres tú?».

C. Pero Jesús no le dio respuesta.

Y Pilato le dijo:

S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?».

C. Jesús le contestó:

+ «No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor».


¡Fuera, fuera; crucifícalo!

C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:

S. «Si sueltas a ese, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey está contra el César».

C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo “Gábbata”). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía.

Y dijo Pilato a los judíos:

S. «He aquí a vuestro rey».

C. Ellos gritaron:

S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!».

C. Pilato les dijo:

S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?».

C. Contestaron los sumos sacerdotes:

S. «No tenemos más rey que al César».

C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.


Lo crucificaron; y con él a otros dos

C. Tomaron a Jesús, y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice “Gólgota”), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos».

Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego.

Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:

S. «No escribas “El rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: soy el rey de los judíos”».

C. Pilato les contestó:

S. «Lo escrito, escrito está».


Se repartieron mis ropas

C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:

S. «No la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a quién le toca».

C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados.


Ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre

C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre:

+ «Mujer, ahí tienes a tu hijo».

C. Luego, dijo al discípulo:

+ «Ahí tienes a tu madre».

C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.


Está cumplido

C. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo:

+ «Tengo sed».

C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:

+ «Está cumplido».

C. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa.


Al punto salió sangre y agua

C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura:

«No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice:

«Mirarán al que traspasaron».


Envolvieron el cuerpo de Jesús en los lienzos con los aromas

C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe.

Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti Señor Jesús.



10. Después de la lectura de la Pasión es oportuno hacer una breve homilía. Al final de la misma, el sacerdote puede invitar a los fieles a que permanezcan en oración durante un breve espacio de tiempo.


Oración universal

11. La liturgia de la Palabra se concluye con la oración universal, que se hace de este modo: el diácono, si lo hay, o en su ausencia un ministro laico, en pie y desde el ambón, pronuncia las invitaciones que expresan la intención. Después todos oran en silencio durante un espacio de tiempo, y seguidamente el sacerdote, desde la sede o, si parece más oportuno, desde el altar, con las manos extendidas, dice la oración.

Los fieles pueden permanecer de rodillas o de pie durante todo el tiempo de las oraciones.

12. Antes de la oración del sacerdote se pueden emplear, según la tradición, las invitaciones del diácono: Pongámonos de rodillas y: Podéis levantaros, con un espacio de oración en silencio que todos hacen arrodillados.

13. En una grave necesidad pública, el obispo diocesano puede permitir o mandar que se añada alguna intención especial.

 

I. Por la santa Iglesia

La oración se canta en tono simple o, si se usan las invitaciones Pongámonos de rodillas - Podéis levantaros, en tono solemne.

Oremos, hermanos, por la Iglesia santa de Dios, para que el Señor le dé la paz, la mantenga en la unidad, la proteja en toda la tierra, y a todos nos conceda una vida confiada y serena, para gloria de Dios, Padre todopoderoso.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, que en Cristo manifiestas tu gloria a todas las naciones, vela solícito por la obra de tu amor, para que la Iglesia, extendida por todo el mundo, persevere con fe inquebrantable en la confesión de tu nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

 

II. Por el Papa

Oremos también por nuestro Santo Padre el papa N., para que Dios, que lo llamó al orden episcopal, lo asista y proteja para bien de la Iglesia, como guía del pueblo santo de Dios.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, cuya sabiduría gobierna todas las cosas, atiende bondadoso nuestras súplicas y guarda en tu amor a quien has elegido como papa, para que el pueblo cristiano, gobernado por ti, progrese siempre en la fe bajo el cayado del mismo pontífice. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

 

III. Por todos los ministros y por los fieles

Oremos también por nuestro obispo N., [por el obispo coadjutor (auxiliar) N., o bien: y por sus obispos auxiliares,] por todos los obispos, presbíteros, diáconos, y por todos los miembros del pueblo santo de Dios.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, cuyo Espíritu santifica y gobierna todo el cuerpo de la Iglesia, escucha las súplicas que te dirigimos por tus ministros, para que, con la ayuda de tu gracia, todos te sirvan con fidelidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

 

IV. Por los catecúmenos.

Oremos también por los (nuestros) catecúmenos, para que Dios nuestro Señor les abra los oídos del espíritu y la puerta de la misericordia, de modo que, recibida la remisión de todos los pecados por el baño de la regeneración, sean incorporados a Jesucristo, nuestro Señor.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, que heces fecunda a tu Iglesia dándole constantemente nuevos hijos, acrecienta la fe y la sabiduría de los (nuestros) catecúmenos, para que al renacer en la fuente bautismal, sean contados entre los hijos de adopción. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

 

V. Por la unidad de los cristianos.

Oremos también por todos los hermanos nuestros que creen en Cristo, para que Dios nuestro Señor asista y congregue en una sola Iglesia a los que viven de acuerdo con la verdad.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, que vas reuniendo a tus hijos dispersos y velas por la unidad ya lograda, mira con amor a la grey de tu Hijo, para que la integridad de la fe y el vínculo de la caridad congregue a los que consagró un solo bautismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

 

VI. Por los judíos.

Oremos también por el pueblo judío, el primero a quien habló el Señor Dios nuestro, para que acreciente en ellos el amor de su nombre y la fidelidad a la alianza.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, que confiaste tus promesas a Abraham y a su descendencia, escucha con piedad las súplicas de tu Iglesia, para que el pueblo de la primera alianza llegue a conseguir en plenitud la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

 

VII. Por los que no creen en Cristo.

Oremos también por los que no creen en Cristo, para que, iluminados por el Espíritu Santo, encuentren el camino de la salvación.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, concede a quienes no creen en Cristo encontrar la verdad al caminar en tu presencia con sincero corazón, y a nosotros, deseosos de ahondar en el misterio de tu vida, ser ante el mundo testigos más convincentes de tu amor y crecer en la caridad fraterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

 

VIII. Por los que no creen en Dios.

Oremos también por los que no conocen a Dios, para que merezcan llegar a él por la rectitud y sinceridad de su vida.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, que creaste a todos los hombres para que, deseándote siempre, te busquen y, cuando te encuentren, descansen en ti, concédeles, en medio de sus dificultades, que los signos de tu amor y el testimonio de las buenas obras de los creyentes los lleven al gozo de reconocerte como el único Dios verdadero y Padre de todos los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

 

IX. Por los gobernantes.

Oremos también por los gobernantes de todas las naciones, para que Dios nuestro Señor, según sus designios, los guíe en sus pensamientos y decisiones hacia la paz y libertad de todos los hombres.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, en tu mano están los corazones de los hombres y los derechos de los pueblos, mira con bondad a los que nos gobiernan, para que en todas partes se mantengan, por tu misericordia, la prosperidad de los pueblos, la paz estable y la libertad religiosa. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno,
singular protector en la enfermedad humana,
mira compasivo la aflicción de tus hijos
que padecen esta pandemia;
alivia el dolor de los enfermos,
da fuerza a quienes los cuidan,
acoge en tu paz a los que han muerto
y, mientras dura esta tribulación,
haz que todos
puedan encontrar alivio en tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


X. Por los que se encuentran en alguna tribulación.

Oremos, queridos hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que libre al mundo de todos los errores, aleje las enfermedades, destierre el hambre, abra las prisiones injustas, rompa las cadenas, conceda seguridad a los caminantes, el retorno a casa a los peregrinos, la salud a los enfermos y la salvación a los moribundos.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, consuelo de los afligidos y fuerza de los que sufren, lleguen hasta ti las súplicas de quienes te invocan en su tribulación, para que todos sientan en sus adversidades el gozo de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

 

Segunda parte:
ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ

 

14. Acabada la oración universal, tiene lugar la solemne adoración de la santa Cruz. De las dos formas que se proponen a continuación para mostrar la cruz, elíjase la que se juzgue más apropiada, según las exigencias pastorales.

 

Mostración de la santa Cruz

 Primera forma

15. El diácono, u otro ministro idóneo, acompañado de otros ministros, va a la sacristía y, de allí, trae la Cruz procesionalmente por la iglesia, cubierta con un velo morado, hasta el centro del presbiterio, acompañándole dos ministros con velas encendidas.

El sacerdote, de pie ante el altar, de cara al pueblo, toma la cruz, descubre un poco su parte superior y la eleva, comenzando la invitación: Mirad el árbol de la cruz acompañándole en el canto el diácono o, si es necesario, la «schola». Todos responden: Venid a adorarlo, y acabado el canto se arrodillan y adoran en silencio, durante unos momentos, la cruz, que el sacerdote, de pie, mantiene en alto.

Seguidamente el sacerdote descubre el brazo derecho de la cruz, y de nuevo, elevándola, canta la invitación: Mirad el árbol, y se hace todo lo restante como la primera vez.

Finalmente descubre totalmente la cruz y, elevándola, canta por tercera vez la invitación: Mirad el árbol, y se hace todo lo restante como la primera vez.

 

El sacerdote:

Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo.

Todos responden: 

R/.Venid adorarlo.

 

Segunda forma

16. El sacerdote, o el diácono, con los ministros, o bien otro ministro idóneo, se dirige a la puerta de la iglesia, donde toma la cruz ya descubierta; los ministros le acompañan con velas encendidas, y van procesionalmente por la iglesia hacia el presbiterio. Cerca de la puerta, en medio de la iglesia y antes de subir al presbiterio, el que lleva la cruz la eleva y canta la invitación Mirad el árbol, a la que todos responden Venid a adorarlo, y después de cada una de las respuestas se arrodillan y la adoran en silencio durante unos momentos, como se ha indicado antes.

 

El sacerdote:

V/. Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo.

R/. Venid a adorarlo.

 

Adoración de la santa Cruz

17. Seguidamente, acompañado por dos ministros con velas encendidas, lleva la cruz al comienzo del presbiterio o a otro lugar apto, y allí la deja o la entrega a los ministros para que la sostengan, una vez dejadas las velas a ambos lados de la cruz.

18. Para la adoración de la cruz, primero se acerca solo el sacerdote celebrante que, silo juzga conveniente, puede quitarse la casulla y los zapatos. A continuación, el clero, los ministros laicos y los fieles se acercan procesionalmente y adoran la cruz mediante una genuflexión simple o con algún otro signo de veneración (por ejemplo, besándola), según las costumbres de cada lugar.

19. Para la adoración sólo debe exponerse una cruz. Si por el gran número de asistentes resulta difícil que cada uno de los fieles adore individualmente la santa cruz, el sacerdote, después que una parte de los fieles haya hecho la adoración, toma la cruz y, de pie ante el altar, invita al pueblo con una breve monición a que adore la santa cruz. Luego la levanta en alto durante unos momentos y los fieles la adoran en silencio.

20. Mientras tanto, se canta la antífona Tu Cruz adoramos, los Improperios, el himno Oh, cruz fiel, u otros cánticos apropiados. Los que ya han adorado la cruz, regresan a sus lugares y se sientan.

 

Cantos para la adoración de la santa Cruz

Antífona

Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos. Por el madero ha venido la alegría al mundo entero.

Cf. Sal 66, 2 Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros y tenga piedad.

Y se repite la antífona:

Tu cruz adoramos.

 

Improperios

 Las partes que corresponden a cada coro se indican con los números 1 (coro primero), y 2 (coro segundo); las que deben cantar conjuntamente los dos coros se indican de esta manera: 1 y 2. Algunos versos pueden cantarlos dos cantores.

I

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.

1. Yo te saqué de Egipto; tú preparaste una cruz para tu Salvador.

2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.

1. Hágios o Theós.

2. Santo es Dios.

1. Hágios Ischyrós.

2. Santo y fuerte.

1. Hágios Athánatos, eléison himás.

2. Santo e inmortal, ten piedad de nosotros.

1 y 2. Yo te guié cuarenta años por el desierto, te alimenté con el maná, te introduje en una tierra excelente; tú preparaste una cruz para tu Salvador.

1. Hágios o Theós.

2. Santo es Dios.

1. Hágios Ischyrós.

2. Santo y fuerte.

1. Hágios Athánatos, eléison himás.

2. Santo e inmortal, ten piedad de nosotros.

1 y 2. ¿Qué más pude hacer por ti? Yo te planté como viña mía, escogida y hermosa. ¡Qué amarga te has vuelto conmigo! Para mi sed me diste vinagre, con la lanza traspasaste el costado a tu Salvador.

1. Hágios o Theós.

2. Santo es Dios.

1. Hágios Ischyrós.

2. Santo y fuerte.

1. Hágios Athánatos, eléison himás.

2. Santo e inmortal, ten piedad de nosotros.

 

II

Cantores:

Yo por ti azoté a Egipto y a sus primogénitos; tú me entregaste para que me azotaran.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.

Cantores:

Yo te saqué de Egipto, sumergiendo al Faraón en el mar Rojo; tú me entregaste a los sumos sacerdotes.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.

Cantores:

Yo abrí el mar delante de ti; tú con la lanza abriste mi costado.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.

Cantores:

Yo te guiaba con una columna de nubes; tú me guiaste al pretorio de Pilato.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.

Cantores:

Yo te sustenté con maná en el desierto; tú me abofeteaste y me azotaste.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.

Cantores:

Yo te di a beber el agua salvadora que brotó de la peña; tú me diste a beber hiel y vinagre.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.

Cantores:

Yo por ti herí a los reyes cananeos; tú me heriste la cabeza con la caña.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.

Cantores:

Yo te di un cetro real; tú me pusiste una corona de espinas.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.

Cantores:

Yo te levanté con gran poder; tú me colgaste del patíbulo de la cruz.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.

 

Himno

¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!


Todos: 

¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!

Jamás el bosque dio mejor tributo

en hoja, en flor y en fruto.

¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza

con un peso tan dulce en su corteza!

Cantores:

Cantemos la nobleza de esta guerra,

el triunfo de la sangre y del madero,

y un Redentor, que en trance de Cordero,

sacrificado en cruz, salvó la tierra.

Todos:

¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!

Jamás el bosque dio mejor tributo

en hoja, en flor y en fruto.

Cantores:

Dolido mi Señor por el fracaso

de Adán, que mordió muerte en la manzana,

otro árbol señaló, de flor humana,

que reparase el daño paso a paso.

Todos:

¡Dulces clavos!¡Dulce árbol donde la Vida empieza.

con un peso tan dulce en su corteza!

Cantores:

Y así dijo el Señor: ¡Vuelva la Vida

y que Amor redima la condena!

La gracia está en el fondo de la pena

y la salud naciendo de la herida.

Todos:

¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!

Jamás el bosque dio mejor tributo

en hoja, en flor y en fruto.

Cantores:

¡Oh plenitud del tiempo consumado!

Del seno de Dios Padre en que vivía,

ved la Palabra entrando por María

en el misterio mismo del pecado.

Todos:

¡Dulces clavos!¡Dulce árbol donde la Vida empieza.

con un peso tan dulce en su corteza!

Cantores:

¿Quién vio en más estrechez gloria más plena

y a Dios como el menor de los humanos?

Llorando en el pesebre, pies y manos

le faja una doncella nazarena.

Todos:

¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!

Jamás el bosque dio mejor tributo

en hoja, en flor y en fruto.

Cantores:

En plenitud de vida y de sendero,

dio el paso hacia la muerte porque él quiso.

Mirad de par en par el paraíso

abierto por la fuerza de un Cordero.

Todos: 

Dulces clavos!¡Dulce árbol donde la Vida empieza.

con un peso tan dulce en su corteza!

Cantores:

Vinagre y sed la boca, apenas gime;

y al golpe de los clavos y lanza,

un mar de sangre fluye, inunda, avanza

por tierra, mar y cielo y los redime.

Todos:

¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!

Jamás el bosque dio mejor tributo

en hoja, en flor y en fruto.

Cantores:

Ablándate, madero, tronco abrupto

de duro corazón y fibra inerte;

doblégate a este peso y esta muerte

que cuelga de tus ramas como un fruto.

Todos:

¡Dulces clavos!¡Dulce árbol donde la Vida empieza.

con un peso tan dulce en su corteza!

Cantores:

Tú sólo entre los árboles, crecido

para tender a Cristo en tu regazo;

tú el arca que nos salva, tú el abrazo

de Dios con los verdugos del Ungido.

Todos:

¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!

Jamás el bosque dio mejor tributo

en hoja, en flor y en fruto.

Esta conclusión no debe omitirse:

Todos:

Al Dios de los designios de la historia,

que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;

al que en cruz devuelve la esperanza

de toda salvación, honor y gloria. Amén.

 

Teniendo en cuenta las condiciones del lugar y las tradiciones del pueblo,según la oportunidad pastoral, se puede cantar el Stabat Mater, según el Gradual Romano, u otro canto apropiado en memoria de la compasión de santa María Virgen.

21. Terminada la adoración, el diácono, u otro ministro, lleva la Cruz a su lugar junto al altar. Las velas encendidas se colocan cerca del altar, sobre el altar o junto a la Cruz.

 

Tercera Parte:
SAGRADA COMUNIÓN

22. Sobre el altar se pone el mantel y sobre el mismo se coloca el corporal y el Misal. Mientras tanto, el diácono, o en su defecto el mismo sacerdote, con el velo humeral, traslada el Santísimo Sacramento desde el lugar de la reserva al altar, por el camino más corto, mientras todos permanecen de pie y en silencio. Dos ministros con velas encendidas acompañan el Santísimo Sacramento y dejan luego las velas cerca del altar o sobre el mismo.

Después que el diácono, si lo hay, ha colocado sobre el altar el Santísimo Sacramento y ha destapado la píxide, el sacerdote se acerca al altar y hace genuflexión.

 

23. Después, el sacerdote, con voz clara y teniendo las manos juntas, dice:

Fieles a la recomendación del Salvador, y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:

El sacerdote, con las manos extendidas, dice junto con el pueblo:

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

 

24. El sacerdote, con las manos extendidas, prosigue él solo:

Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.

Junta las manos.

El pueblo concluye la oración, aclamando:

Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor.

 

25. A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:

Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio saludable.

 

26. Seguidamente hace genuflexión, toma una partícula, la mantiene un poco elevada sobre la píxide y, dirigiéndose al pueblo, dice con voz clara:

Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.

Y, juntamente con el pueblo, añade una sola vez:

Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

 

27. Luego, comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo, diciendo en secreto: El Cuerpo de Cristo.

28. Después distribuye la comunión a los fieles. Durante la comunión se puede cantar el salmo 21 u otro canto apropiado.

29. Acabada la distribución de la comunión, el diácono u otro ministro idóneo lleva la píxide a algún lugar especialmente preparado fuera de la iglesia, o bien, si lo exigen las circunstancias, lo reserva en el sagrario.

30. Después, el sacerdote dice: Oremos, y guardado, si lo cree oportuno, un espacio de sagrado silencio, dice la oración después de la comunión:

Dios todopoderoso y eterno, que nos has renovado con la gloriosa muerte y resurrección de tu Ungido, continúa realizando en nosotros, por la participación en este misterio, la obra de tu misericordia, para que vivamos siempre entregados a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

 

31. Para despedir al pueblo, el diácono, o en su defecto el sacerdote, puede decir esta invitación: Inclinaos para recibir la bendición.

Después, el sacerdote, de pie cara al pueblo y con las manos extendidas sobre él, dice la siguiente oración sobre el pueblo:

Descienda, Señor, tu bendición abundante sobre tu pueblo que ha celebrado la muerte de tu Hijo con la esperanza de su resurrección; llegue a él tu perdón, reciba el consuelo, crezca su fe y se afiance en él la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

 

32. Y todos, hecha genuflexión a la cruz, salen en silencio.

33. Después de la celebración se desnuda el altar, pero dejando sobre él la cruz con dos o cuatro candeleros.

34. Los que han participado en esta solemne acción litúrgica vespertina no celebran la hora de Vísperas.



Pensamientos para el Evangelio de hoy

«La cruz es la inclinación más profunda de la Divinidad hacia el hombre. La cruz es como un toque del amor eterno sobre las heridas más dolorosas de la existencia terrena del hombre» (San Juan Pablo II).

«El perdón cuesta algo, ante todo al que perdona (…). Dios sólo pudo superar la culpa y el sufrimiento de los hombres interviniendo personalmente, sufriendo Él mismo en su Hijo, que ha llevado esa carga y la ha superado mediante la entrega de sí mismo» (Benedicto XVI).

«Este deseo de aceptar el designio de amor redentor de su Padre anima toda la vida de Jesús porque su Pasión redentora es la razón de ser de su Encarnación: ‘¡Padre líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto!’ (Jn 12, 27). ‘El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo voy a beber?’ (Jn 18,11). Y todavía en la cruz antes de que ‘todo esté cumplido’ (Jn 19,30), dice: ‘Tengo sed’ (Jn 19,28)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 607).

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario