
LUNES 01 DE NOVIEMBRE - TODOS LOS SANTOS, SOLEMNIDAD
PROGRAMA PARROQUIAL:
MARTES, 2 DE NOVIEMBRE
- Horario de la parroquia: abierta de 10.00 h. a 13.30 h. y de 17.00 h. a 21.30 h.
- Eucaristía de la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, en el Cementerio Parroquial (a las 09.00 h.).
- Eucaristía de la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, en el Cementerio Parroquial (a las 17.00 h.).
- Rezo del Santo Rosario y Eucaristía de la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, en la Parroquia (a las 19.30 h.).
Del Directorio sobre
la Piedad popular y la Liturgia
LOS
SUFRAGIOS POR LOS DIFUNTOS
Sentido de los sufragios251. En la
muerte, el justo se encuentra con Dios, que lo llama a sí para hacerle
partícipe de la vida divina. Pero nadie puede ser recibido en la amistad e
intimidad de Dios si antes no se ha purificado de las consecuencias personales
de todas sus culpas. "La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación
final de los elegidos, que es completamente distinta del castigo de los
condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio
sobre todo en los Concilios de Florencia y de Trento".
De aquí viene
la piadosa costumbre de ofrecer sufragios por las almas del Purgatorio, que son
una súplica insistente a Dios para que tenga misericordia de los fieles
difuntos, los purifique con el fuego de su caridad y los introduzca en el Reino
de la luz y de la vida.
Los sufragios
son una expresión cultual de la fe en la Comunión de los Santos. Así, "la
Iglesia que peregrina, desde los primeros tiempos del cristianismo tuvo
perfecto conocimiento de esta comunión de todo el Cuerpo Místico de Jesucristo,
y así conservó con gran piedad el recuerdo de los difuntos, y ofreció sufragios
por ellos, "porque santo y saludable es el pensamiento de orar por los
difuntos para que queden libres de sus pecados" (2 Mac 12,46)". Estos
sufragios son, en primer lugar, la celebración del sacrificio eucarístico, y
después, otras expresiones de piedad como oraciones, limosnas, obras de
misericordia e indulgencias aplicadas en favor de las almas de los difuntos.
Otros sufragios
255. La
Iglesia ofrece el sacrificio eucarístico por los difuntos con ocasión, no sólo
de la celebración de los funerales, sino también en los días tercero, séptimo y
trigésimo, así como en el aniversario de la muerte; la celebración de la Misa
en sufragio de las almas de los propios difuntos es el modo cristiano de
recordar y prolongar, en el Señor, la comunión con cuantos han cruzado ya el
umbral de la muerte. El 2 de Noviembre, además, la Iglesia ofrece repetidamente
el santo sacrificio por todos los fieles difuntos, por los que celebra también
la Liturgia de las Horas.
Cada día,
tanto en la celebración de la Eucaristía como en las Vísperas, la Iglesia no
deja de implorar al Señor con súplicas, para que dé a "los fieles que nos
han precedido con el signo de la fe... y a todos los que descansan en Cristo,
el lugar del consuelo, de la luz y de la paz".
Es importante,
pues, educar a los fieles a la luz de la celebración eucarística, en la que la
Iglesia ruega para que sean asociados a la gloria del Señor resucitado todos
los fieles difuntos, de cualquier tiempo y lugar, evitando el peligro de una
visión posesiva y particularista de la Misa por el "propio" difunto.
La celebración de la Misa en sufragio por los difuntos es además una ocasión
para una catequesis sobre los novísimos.
260. La piedad
popular para con los difuntos se expresa de múltiples formas, según los lugares
y las tradiciones.
- la novena de
los difuntos como preparación y el octavario como prolongación de la
Conmemoración del 2 de Noviembre; ambos se deben celebrar respetando las normas
litúrgicas;
- la visita al
cementerio; en algunas circunstancias se realiza de forma comunitaria, como en
la Conmemoración de todos los fieles difuntos, al final de las misiones
populares, con ocasión de la toma de posesión de la parroquia por el nuevo
párroco; en otras se realiza de forma privada, como cuando los fieles se
acercan a la tumba de sus seres queridos para mantenerla limpia y adornada con
luces y flores; esta visita debe ser una muestra de la relación que existe
entre el difunto y sus allegados, no expresión de una obligación, que se teme
descuidar por una especie de temor supersticioso;
- la adhesión
a cofradías y otras asociaciones, que tienen como finalidad "enterrar a
los muertos" conforme a una visión cristiana del hecho de la muerte,
ofrecer sufragios por los difuntos, ser solidarios y ayudar a los familiares
del fallecido;
- los
sufragios frecuentes, de los que ya se ha hablado, mediante limosnas y otras
obras de misericordia, ayunos, aplicación de indulgencias y sobre todo
oraciones, como la recitación del salmo De profundis, de la breve fórmula
Requiem aeternam, que suele acompañar con frecuencia al Ángelus, el santo
Rosario, la bendición de la mesa familiar.
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
Anuncio de Catequesis
para jóvenes y adultos:
Lunes y Jueves, a las 20.30h (desde el lunes, 18 oct)
"Tres buenas noticias"
Actualidad Comentada por el P. Santiago Martín FM
(29.10.2021)

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SANTORAL DE HOY
Elogio: Conmemoración de todos los fieles difuntos. La Santa Madre Iglesia, después de su solicitud en celebrar con las debidas alabanzas la dicha de todos sus hijos bienaventurados en el cielo, se interesa ante el Señor en favor de las almas de cuantos nos precedieron con el signo de la fe y duermen en la esperanza de la resurrección, y por todos los difuntos desde el principio del mundo, cuya fe sólo Dios conoce, para que, purificados de toda mancha del pecado y asociados a los ciudadanos celestes, puedan gozar de la visión de la felicidad eterna.
Oración
Escucha, Señor, nuestras suplicas, para que, al confesar la resurrección de Jesucristo, tu Hijo, se afiance también nuestra esperanza de que todos tus hijos resucitarán. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Otros santos de este día:
San Victorino de Pettau, obispo y
mártir
Conmemoración de san Victorino, obispo de Pettau, en Panonia, que redactó
múltiples escritos para explicar los libros de la Sagrada Biblia y fue coronado
con el martirio en la persecución desencadenada por Diocleciano.
San Justo de Trieste, mártir
En Trieste, de Istria, san Justo, mártir.
Santos Carterio, Estiriaco, Tobías, Eudoxio,
Agapio y compañeros, mártires
En Sebaste, de Armenia, santos Carterio, Estiriaco, Tobías, Eudoxio,
Agapio y compañeros mártires, que, siendo soldados, en tiempo del emperador
Licinio fueron arrojados a las llamas por permanecer en la fe de Cristo, según
nos refiere la tradición.
Santos Acindino, Pegasio, Aftonio,
Epidíforo, Anempodisto y muchos compañeros, mártires
En Persia, santos Acindino, Pegasio, Aftonio, Epidíforo, Anempodisto y
muchos compañeros mártires, que, según se cuenta, padecieron durante el reinado
de Sapor II.
San Marciano de Siria, eremita
Conmemoración de san Marciano, eremita, que, nacido en Cirro, se retiró
al desierto de Calcedonia, y allí, viviendo en una estrechísima caseta, sólo
por la tarde se alimentaba de una módica cantidad de pan y agua, pero poniendo
por delante del ayuno el amor fraterno.
San Ambrosio, abad
En el monasterio de Agauno, entre los helvecios, san Ambrosio, abad, que,
primeramente padre del monasterio de la isla Bárbara, cerca de Lyon, fue luego
trasladado a Agauno por su ejemplar observancia religiosa, y allí estableció la
práctica de la alabanza perpetua.
San Domnino de Vienne, obispo
En Vienne, de la Galia Lugdunense, san Domnino, obispo, que se dedicó a
la redención de los cautivos.
Santa Winefrida, virgen
Junto a la fuente de Holywell, en Cambria, santa Winefrida, virgen, a la
que se venera como monja eximia.
San Jorge de Vienne, obispo
En Vienne, de Burgundia, san Jorge, obispo.
San Malaquías de Down y Connor, obispo (1
coms.)
En el monasterio de Clairvaux, en la Borgoña, sepultura de san Malaquías,
obispo de Down y Connor, en Irlanda, que restauró allí la vida de la Iglesia, y
cuando se dirigía a Roma, en dicho monasterio, y en presencia del abad san
Bernardo, entregó su espíritu al Señor.
Beata Margarita de Lorena, religiosa
En Argentan, de Normandía, en Francia, beata Margarita de Lorena, que
primero fue duquesa de Alençon, y al quedar viuda, abrazó la vida religiosa en
un monasterio de Clarisas que ella misma había edificado.
Beato Juan Bodey, mártir
En Andover, en el condado inglés de Hampshire, beato Juan Bodey, mártir,
que, siendo maestro de escuela, por no aceptar la autoridad de la reina Isabel
I en los asuntos espirituales, murió ahorcado y descuartizado.
Beato Pío de San Luis Campidelli,
religioso
En Casale, de la provincia de Flaminia, en Italia, beato Pío de San Luis
Campidelli, religioso pasionista, el cual, siendo joven y víctima de cruel
enfermedad, se conformó totalmente a la divina voluntad.
Conmemoración
de todos los fieles difuntos. La santa Madre Iglesia, después de su solicitud
para celebrar con las debidas alabanzas la dicha de todos sus hijos
bienaventurados en el cielo, se interesa ante el Señor en favor de las almas de
cuantos nos precedieron con el signo de la fe y duermen en la esperanza de la
resurrección, y por todos los difuntos desde el principio del mundo, cuya fe
solo Dios conoce, para que, purificados de toda mancha de pecado y asociados a
los ciudadanos celestes, puedan gozar de la visión de la felicidad eterna (elog. del Martirologio Romano).
Misa de la conmemoración (morado).
MISAL: ants. y oracs. props. (3 formularios a libre elección del
celebrante), Pf. de difuntos. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. IV. Se toman dos lecturas de las misas
de difuntos.
* Todos los
sacerdotes pueden celebrar tres misas; pero solo se puede recibir un estipendio;
la segunda se debe aplicar por el sufragio de todos los fieles difuntos, la
tercera por las intenciones del Sumo Pontífice.
* Los fieles que hayan recibido la comunión en una misa pueden
recibirla otra vez, solamente dentro de la celebración eucarística en la que
participe (c. 917).
* Hoy no se permiten otras celebraciones, excepto la misa exequial.
Liturgia de las Horas: oficio propio.
Martirologio: elogs. del 3 de noviembre, pág. 647.
Antífona de entrada Cf. 4 Esd 2, 34-35
Señor, dales el descanso eterno y brille
sobre ellos la luz eterna.
Monición de entrada
Conmemoramos hoy en nuestra celebración a todos los fieles difuntos. La
Iglesia intercede ante el Señor por cuantos nos precedieron en la fe y duermen
en la esperanza de la resurrección; también ora por todos los difuntos desde el
principio del mundo, cuya fe sólo Dios conoce, para que, purificados de todo pecado,
puedan gozar de la eterna bienaventuranza.
Oración colecta
Oh, Dios, gloria de los fieles y vida de los justos,
los redimidos por la
muerte y resurrección de tu Hijo,
te pedimos que acojas con bondad a tus
siervos difuntos,
para que quienes profesaron el misterio de nuestra
resurrección
merezcan alcanzar los gozos de la eterna bienaventuranza.
Por
nuestro señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
¿Quién nos
separará del amor de Cristo?
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (Rm 31b-35. 37-39)
HERMANOS:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no se reservó
a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará
todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica.
¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, que murió, más todavía, resucitó y está
a la derecha de Dios y que además intercede por nosotros? ¿Quién nos separará
del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el
hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?;
Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado. Pues
estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni
presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra
criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro
Señor.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 114, 5. 6; 115, 10-11. 15-16a y c [R.: 114, 9])
R. Caminaré en presencia
del Señor en el país de los vivos.
V. El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó.
R. Caminaré en presencia
del Señor en el país de los vivos.
V. Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!».
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos».
R. Caminaré en presencia
del Señor en el país de los vivos.
V. Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
rompiste mis cadenas.
R. Caminaré en presencia
del Señor en el país de los vivos.
EVANGELIO
Deseo que estén
conmigo donde yo estoy
╬ Lectura del santo
Evangelio según San Juan (Jn 17, 24-26)
R. Gloria a ti, Señor.
EN AQUEL TIEMPO, Jesús, levantando los ojos del cielo, oró diciendo:
«Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y
contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación
del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han
conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu
nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
SANTA MISA POR LOS DIFUNTOS Y ORACIÓN
EN EL CEMENTERIO
Homilía del Santo Padre Francisco
Capilla del Camposanto Teutónico. Lunes, 2 de noviembre
de 2020
Job derrotado, o mejor dicho,
acabado en su existencia, a causa de la enfermedad, con la piel desgarrada,
casi a punto de morir, casi sin carne, Job tiene una certeza y dice: «Bien sé
yo que mi Defensor está vivo, y que él, el último, se levantará sobre la
tierra» (Jb 19,25). Cuando Job está más hundido, en lo peor, hay un abrazo de
luz y calor que le asegura: «Yo, sí, yo mismo le veré, le mirarán mis ojos, no
los de otro» (Jb 19,27).
Esta certeza, en el momento preciso, casi el último de la vida, es la esperanza
cristiana. Una esperanza que es un regalo: no nos pertenece. Es un don que
debemos pedir: “Señor, dame esperanza”. Hay tantas cosas malas que nos llevan a
desesperar, a creer que todo será una derrota final, que después de la muerte
no habrá nada... Y la voz de Job vuelve, vuelve: «Bien sé yo que mi Defensor
está vivo, y que él, el último, se levantará sobre la tierra [...] Yo mismo le
veré» con estos ojos.
«La esperanza no falla» (Rm 5,5), nos dice Pablo. La esperanza nos atrae y da
sentido a nuestras vidas. No veo el más allá, pero la esperanza es el don de
Dios que nos atrae hacia la vida, hacia la alegría eterna. La esperanza es un
ancla que tenemos al otro lado, y nosotros, aferrándonos a la cuerda, nos
sostenemos (cf. Hb 6,18-20). “Sé que mi Redentor vive y lo veré".” Y esto,
hay que repetirlo en los momentos de alegría y en los malos momentos, en los
momentos de muerte, digámoslo así.
Esta certeza es un don de Dios, porque nosotros nunca podremos alcanzar la
esperanza con nuestras propias fuerzas. Tenemos que pedirla. La esperanza es un
don gratuito que nunca merecemos: se nos da, se nos regala. Es gracia.
Y después, el Señor la confirma, esta esperanza que no falla: «Todo lo que me
dé el Padre vendrá a mí» (Jn 6,37). Este es el propósito de la esperanza: ir a
Jesús. Y «al que venga a mí no lo echaré fuera, porque he bajado del cielo, no
para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado« (Jn 6,37-38).
El Señor que nos recibe allí, donde está el ancla. La vida en esperanza es
vivir así: aferrados, con la cuerda en la mano, con fuerza, sabiendo que el
ancla está ahí. Y esta ancla no falla, no falla.
Hoy, pensando en los muchos hermanos y hermanas que se han ido, nos hará bien
mirar los cementerios y mirar hacia arriba. Y repetir, como Job: “Sé que mi
Redentor vive, y yo mismo le veré, le mirarán mis ojos, no los de otro”. Y esta
es la fuerza que nos da la esperanza, este don gratuito que es la virtud de la
esperanza. Que el Señor nos la dé a todos.
Del Catecismo de la Iglesia Católica
958 La comunión con los difuntos. "La Iglesia peregrina,
perfectamente consciente de esta comunión de todo el Cuerpo místico de
Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad
el recuerdo de los difuntos y también ofreció por ellos oraciones `pues es una
idea santa y provechosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus
pecados' (2M 12, 45)" (LG 50). Nuestra oración por ellos puede no
solamente ayudarles sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor.
La purificación final o Purgatorio
1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero
imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación,
sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad
necesaria para entrar en la alegría del cielo.
1031 La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los
elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La
Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en
los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820: 1580). La
tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura
(por ejemplo 1Co 3, 15; 1P 1, 7) habla de un fuego purificador:
"Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del
juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquél que es la
Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu
Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31).
En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este
siglo, pero otras en el siglo futuro" (San Gregorio Magno, dial. 4, 39).
1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración
por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas
Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que
quedaran liberados del pecado" (2M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la
Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su
favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez
purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también
recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de
los difuntos:
"Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job
fueron purificados por el sacrificio de su Padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué
habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un
cierto consuelo? No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en
ofrecer nuestras plegarias por ellos" (San Juan Crisóstomo, hom. in 1Co
41, 5).
Sufragios por los difuntos
1371 El sacrificio eucarístico es también ofrecido por los fieles
difuntos "que han muerto en Cristo y todavía no están plenamente
purificados" (Cc. de Trento: DS 1743), para que puedan entrar en la luz y
la paz de Cristo:
"Enterrad este cuerpo en cualquier parte; no os preocupe más su cuidado;
solamente os ruego que, dondequiera que os hallareis, os acordéis de mi ante el
altar del Señor" (S. Mónica, antes de su muerte, a S. Agustín y su
hermano; Conf. 9, 9, 27).
"A continuación oramos (en la anáfora) por los santos padres y obispos
difuntos, y en general por todos los que han muerto antes que nosotros,
creyendo que será de gran provecho para las almas, en favor de las cuales es
ofrecida la súplica, mientras se halla presente la santa y adorable víctima…
Presentando a Dios nuestras súplicas por los que han muerto, aunque fuesen
pecadores, … presentamos a Cristo inmolado por nuestros pecados, haciendo
propicio para ellos y para nosotros al Dios amigo de los hombres" (s.
Cirilo de Jerusalén, Cateq. Mist. 5, 9. 10).
1479 Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son
también miembros de la misma comunión de los santos, podemos ayudarles, entre
otras formas, obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres
de las penas temporales debidas por sus pecados.