Comienza el tiempo
de Navidad:
PROGRAMA PARROQUIAL:DOMINGO, 25 DE DICIEMBREPARROQUIA DEL CARMEN:
- Eucaristía de la Misa de Navidad, en la Parroquia (a las 11.00 h.).
PARROQUIA DE LOS DOLORES:
- Solemne Eucaristía de la Misa de Navidad, en la Parroquia (a las 12.30 h.).
PARROQUIA DEL CARMEN:
- Eucaristía de la Misa de Navidad, en la Parroquia (a las 11.00 h.).
PARROQUIA DE LOS DOLORES:
- Solemne Eucaristía de la Misa de Navidad, en la Parroquia (a las 12.30 h.).
DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA
En el tiempo de Navidad106. En el tiempo de Navidad, la Iglesia celebra el misterio de la manifestación del Señor: su humilde nacimiento en Belén, anunciado a los pastores, primicia de Israel que acoge al Salvador; la manifestación a los Magos, "venidos de Oriente" (Mt 2,1), primicia de los gentiles, que en Jesús recién nacido reconocen y adoran al Cristo Mesías; la teofanía en el río Jordán, donde Jesús fue proclamado por el Padre "hijo predilecto" (Mt 3,17) y comienza públicamente su ministerio mesiánico; el signo realizado en Caná, con el que Jesús "manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él" (Jn 2,11).
107. Durante el tiempo navideño, además de estas celebraciones, que muestran su sentido esencial, tienen lugar otras que están íntimamente relacionadas con el misterio de la manifestación del Señor: el martirio de los Santos Inocentes (28 de Diciembre), cuya sangre fue derramada a causa del odio a Jesús y del rechazo de su reino por parte de Herodes; la memoria del Nombre de Jesús, el 3 de Enero; la fiesta de la Sagrada Familia (domingo dentro de la octava), en la que se celebra el santo núcleo familiar en el que "Jesús crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y antes los hombres" (Lc 2, 52); la solemnidad del 1 de Enero, memoria importante de la maternidad divina, virginal y salvífica de María; y, aunque fuera ya de los límites del tiempo navideño, la fiesta de la Presentación del Señor (2 de Febrero), celebración del encuentro del Mesías con su pueblo, representado en Simeón y Ana, y ocasión de la profecía mesiánica de Simeón.
108. Gran parte del rico y complejo misterio de la manifestación del Señor encuentra amplio eco y expresiones propias en la piedad popular. Esta muestra una atención particular a los acontecimientos de la infancia del Salvador, en los que se ha manifestado su amor por nosotros. La piedad popular capta de un modo intuitivo:
- el valor de la "espiritualidad del don", propia de la Navidad: "un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado" (Is 9,5), don que es expresión del amor infinito de Dios que "tanto amó al mundo que nos ha dado a su Hijo único" (Jn 3,16);
- el mensaje de solidaridad que conlleva el acontecimiento de Navidad: solidaridad con el hombre pecador, por el cual, en Jesús, Dios se ha hecho hombre "por nosotros los hombres y por nuestra salvación"; solidaridad con los pobres, porque el Hijo de Dios "siendo rico se ha hecho pobre" para enriquecernos "por medio de su pobreza" (2 Cor 8,9);
- el valor sagrado de la vida y el acontecimiento maravilloso que se realiza en el parto de toda mujer, porque mediante el parto de María, el Verbo de la vida ha venido a los hombres y se ha hecho visible (cfr. 1 Jn 1,2);
- el valor de la alegría y de la paz mesiánicas, aspiraciones profundas de los hombres de todos los tiempos: los Ángeles anuncian a los pastores que ha nacido el Salvador del mundo, el "Príncipe de la paz" (Is 9,5) y expresan el deseo de "paz en la tierra a los hombres que ama Dios" (Lc 2,14);
- el clima de sencillez, y de pobreza, de humildad y de confianza en Dios, que envuelve los acontecimientos del nacimiento del niño Jesús.
La piedad popular, precisamente porque intuye los valores que se esconden en el misterio de la Navidad, está llamada a cooperar para salvaguardar la memoria de la manifestación del Señor, de modo que la fuerte tradición religiosa vinculada a la Navidad no se convierta en terreno abonado para el consumismo ni para la infiltración del neopaganismo.
La Noche de Navidad
109. En el tiempo que discurre entre las primeras Vísperas de Navidad y la celebración eucarística de media noche, junto con la tradición de los villancicos, que son instrumentos muy poderosos para transmitir el mensaje de alegría y paz de Navidad, la piedad popular propone algunas de sus expresiones de oración, distintas según los países, que es oportuno valorar y, si es preciso, armonizar con las celebraciones de la Liturgia. Se pueden presentar, por ejemplo:
- los "nacimientos vivientes", la inauguración del nacimiento doméstico, que puede dar lugar a una ocasión de oración de toda la familia: oración que incluya la lectura de la narración del nacimiento de Jesús según San Lucas, en la cual resuenen los cantos típicos de la Navidad y se eleven las súplicas y las alabanzas, sobre todo las de los niños, protagonistas de este encuentro familiar;
- la inauguración del árbol de Navidad. También se presta a un acto de oración familiar semejante al anterior. Independientemente de su origen histórico, el árbol de Navidad es hoy un signo fuertemente evocador, bastante extendido en los ambientes cristianos; evoca tanto el árbol de la vida, plantado en el jardín del Edén (cfr. Gn 2,9), como el árbol de la cruz, y adquiere así un significado cristológico: Cristo es el verdadero árbol de la vida, nacido de nuestro linaje, de la tierra virgen Santa María, árbol siempre verde, fecundo en frutos. El adorno cristiano del árbol, según los evangelizadores de los países nórdicos, consta de manzanas y dulces que cuelgan de sus ramos. Se pueden añadir otros "dones"; sin embargo, entre los regalos colocados bajo el árbol de Navidad no deberían faltar los regalos para los pobres: ellos forman parte de toda familia cristiana;
- la cena de Navidad. La familia cristiana que todos los días, según la tradición, bendice la mesa y da gracias al Señor por el don de los alimentos, realizará este gesto con mayor intensidad y atención en la cena de Navidad, en la que se manifiestan con toda su fuerza la firmeza y la alegría de los vínculos familiares.
En el tiempo de Navidad
106. En el tiempo de Navidad, la Iglesia celebra el misterio de la manifestación del Señor: su humilde nacimiento en Belén, anunciado a los pastores, primicia de Israel que acoge al Salvador; la manifestación a los Magos, "venidos de Oriente" (Mt 2,1), primicia de los gentiles, que en Jesús recién nacido reconocen y adoran al Cristo Mesías; la teofanía en el río Jordán, donde Jesús fue proclamado por el Padre "hijo predilecto" (Mt 3,17) y comienza públicamente su ministerio mesiánico; el signo realizado en Caná, con el que Jesús "manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él" (Jn 2,11).
107. Durante el tiempo navideño, además de estas celebraciones, que muestran su sentido esencial, tienen lugar otras que están íntimamente relacionadas con el misterio de la manifestación del Señor: el martirio de los Santos Inocentes (28 de Diciembre), cuya sangre fue derramada a causa del odio a Jesús y del rechazo de su reino por parte de Herodes; la memoria del Nombre de Jesús, el 3 de Enero; la fiesta de la Sagrada Familia (domingo dentro de la octava), en la que se celebra el santo núcleo familiar en el que "Jesús crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y antes los hombres" (Lc 2, 52); la solemnidad del 1 de Enero, memoria importante de la maternidad divina, virginal y salvífica de María; y, aunque fuera ya de los límites del tiempo navideño, la fiesta de la Presentación del Señor (2 de Febrero), celebración del encuentro del Mesías con su pueblo, representado en Simeón y Ana, y ocasión de la profecía mesiánica de Simeón.
108. Gran parte del rico y complejo misterio de la manifestación del Señor encuentra amplio eco y expresiones propias en la piedad popular. Esta muestra una atención particular a los acontecimientos de la infancia del Salvador, en los que se ha manifestado su amor por nosotros. La piedad popular capta de un modo intuitivo:
- el valor de la "espiritualidad del don", propia de la Navidad: "un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado" (Is 9,5), don que es expresión del amor infinito de Dios que "tanto amó al mundo que nos ha dado a su Hijo único" (Jn 3,16);
- el mensaje de solidaridad que conlleva el acontecimiento de Navidad: solidaridad con el hombre pecador, por el cual, en Jesús, Dios se ha hecho hombre "por nosotros los hombres y por nuestra salvación"; solidaridad con los pobres, porque el Hijo de Dios "siendo rico se ha hecho pobre" para enriquecernos "por medio de su pobreza" (2 Cor 8,9);
- el valor sagrado de la vida y el acontecimiento maravilloso que se realiza en el parto de toda mujer, porque mediante el parto de María, el Verbo de la vida ha venido a los hombres y se ha hecho visible (cfr. 1 Jn 1,2);
- el valor de la alegría y de la paz mesiánicas, aspiraciones profundas de los hombres de todos los tiempos: los Ángeles anuncian a los pastores que ha nacido el Salvador del mundo, el "Príncipe de la paz" (Is 9,5) y expresan el deseo de "paz en la tierra a los hombres que ama Dios" (Lc 2,14);
- el clima de sencillez, y de pobreza, de humildad y de confianza en Dios, que envuelve los acontecimientos del nacimiento del niño Jesús.
La piedad popular, precisamente porque intuye los valores que se esconden en el misterio de la Navidad, está llamada a cooperar para salvaguardar la memoria de la manifestación del Señor, de modo que la fuerte tradición religiosa vinculada a la Navidad no se convierta en terreno abonado para el consumismo ni para la infiltración del neopaganismo.
La Noche de Navidad
109. En el tiempo que discurre entre las primeras Vísperas de Navidad y la celebración eucarística de media noche, junto con la tradición de los villancicos, que son instrumentos muy poderosos para transmitir el mensaje de alegría y paz de Navidad, la piedad popular propone algunas de sus expresiones de oración, distintas según los países, que es oportuno valorar y, si es preciso, armonizar con las celebraciones de la Liturgia. Se pueden presentar, por ejemplo:
- los "nacimientos vivientes", la inauguración del nacimiento doméstico, que puede dar lugar a una ocasión de oración de toda la familia: oración que incluya la lectura de la narración del nacimiento de Jesús según San Lucas, en la cual resuenen los cantos típicos de la Navidad y se eleven las súplicas y las alabanzas, sobre todo las de los niños, protagonistas de este encuentro familiar;
- la inauguración del árbol de Navidad. También se presta a un acto de oración familiar semejante al anterior. Independientemente de su origen histórico, el árbol de Navidad es hoy un signo fuertemente evocador, bastante extendido en los ambientes cristianos; evoca tanto el árbol de la vida, plantado en el jardín del Edén (cfr. Gn 2,9), como el árbol de la cruz, y adquiere así un significado cristológico: Cristo es el verdadero árbol de la vida, nacido de nuestro linaje, de la tierra virgen Santa María, árbol siempre verde, fecundo en frutos. El adorno cristiano del árbol, según los evangelizadores de los países nórdicos, consta de manzanas y dulces que cuelgan de sus ramos. Se pueden añadir otros "dones"; sin embargo, entre los regalos colocados bajo el árbol de Navidad no deberían faltar los regalos para los pobres: ellos forman parte de toda familia cristiana;
- la cena de Navidad. La familia cristiana que todos los días, según la tradición, bendice la mesa y da gracias al Señor por el don de los alimentos, realizará este gesto con mayor intensidad y atención en la cena de Navidad, en la que se manifiestan con toda su fuerza la firmeza y la alegría de los vínculos familiares.
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
SANTORAL DE HOY
Otros santos de este día: Santa Anastasia de Roma, mártir
Conmemoración de santa Anastasia, mártir en Sirmio, en Panonia.
Santa Eugenia, mártir
En Roma, en el cementerio de Aproniano, de la vía Latina, santa Eugenia, mártir.
Santos Jovino y Basileo, mártires
De nuevo en Roma, igualmente en la vía Latina, santos Jovino y Basileo, mártires.
Beato Pedro el Venerable, abad
En el monasterio de Cluny, de la Borgoña, beato Pedro el Venerable, abad, que rigió la orden monástica según los preceptos de la primitiva observancia y compuso numerosos tratados.
Beato Bentivolio de Bonis, religioso presbítero
En San Severino, lugar del Piceno, beato Bentivolio de Bonis, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, eximio predicador.
Beato Miguel Nakasima, religioso y mártir
En Unzen, en Japón, beato Miguel Nakasima, religioso de la Orden de la Compañía de Jesús y mártir, el cual, siendo catequista, a causa de su fe en Cristo consiguió la corona del martirio al ser sumergido en agua hirviendo.
Beata Antonia María Verna, virgen y fundadora
En Turín, Italia, beata Antonia María Verna, virgen, fundadora de las Hermanas de la Caridad de la Inmaculada Concepción de Ivrea.
Beata María de los Apóstoles von Wüllenweber, virgen y fundadora
En Roma, beata María de los Apóstoles (María Teresa) von Wüllenweber, virgen, alemana de origen, que inflamada por el ardor misionero fundó el Instituto de Hermanas del Divino Salvador, en Tivoli, población del Lacio.
San Alberto Chmielowski, religioso y fundador
En Cracovia, en Polonia, san Alberto (Adán) Chmielowski, religioso, célebre pintor, que se entregó a los pobres procurando ser bueno con todos, y para ello fundó las Congregaciones de Hermanos y Hermanas de la Tercera Orden Regular de San Francisco, siervos de los pobres.
Beata Elías de San Clemente, virgen
En Bari, Italia, beata Elías de San Clemente, virgen de la Orden de los Carmelitas Descalzos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, que consagró su vida contemplativa por amor a Cristo al servicio de la Iglesia.
LITURGIA DE HOY
Santa Anastasia de Roma, mártir
Conmemoración de santa Anastasia, mártir en Sirmio, en Panonia.
Santa Eugenia, mártir
En Roma, en el cementerio de Aproniano, de la vía Latina, santa Eugenia, mártir.
Santos Jovino y Basileo, mártires
De nuevo en Roma, igualmente en la vía Latina, santos Jovino y Basileo, mártires.
Beato Pedro el Venerable, abad
En el monasterio de Cluny, de la Borgoña, beato Pedro el Venerable, abad, que rigió la orden monástica según los preceptos de la primitiva observancia y compuso numerosos tratados.
Beato Bentivolio de Bonis, religioso presbítero
En San Severino, lugar del Piceno, beato Bentivolio de Bonis, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, eximio predicador.
Beato Miguel Nakasima, religioso y mártir
En Unzen, en Japón, beato Miguel Nakasima, religioso de la Orden de la Compañía de Jesús y mártir, el cual, siendo catequista, a causa de su fe en Cristo consiguió la corona del martirio al ser sumergido en agua hirviendo.
Beata Antonia María Verna, virgen y fundadora
En Turín, Italia, beata Antonia María Verna, virgen, fundadora de las Hermanas de la Caridad de la Inmaculada Concepción de Ivrea.
Beata María de los Apóstoles von Wüllenweber, virgen y fundadora
En Roma, beata María de los Apóstoles (María Teresa) von Wüllenweber, virgen, alemana de origen, que inflamada por el ardor misionero fundó el Instituto de Hermanas del Divino Salvador, en Tivoli, población del Lacio.
San Alberto Chmielowski, religioso y fundador
En Cracovia, en Polonia, san Alberto (Adán) Chmielowski, religioso, célebre pintor, que se entregó a los pobres procurando ser bueno con todos, y para ello fundó las Congregaciones de Hermanos y Hermanas de la Tercera Orden Regular de San Francisco, siervos de los pobres.
Beata Elías de San Clemente, virgen
En Bari, Italia, beata Elías de San Clemente, virgen de la Orden de los Carmelitas Descalzos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, que consagró su vida contemplativa por amor a Cristo al servicio de la Iglesia.
LITURGIA DE HOY
DIRECTORIO HOMILÉTICO
A. Las celebraciones
de la Navidad
110. «En la
vigilia y en las tres Misas de Navidad, las lecturas, tanto las proféticas como
las demás, se han tomado de la tradición Romana» (OLM 95). Un momento distintivo de la Solemnidad de la
Navidad del Señor es la costumbre de celebrar tres misas diferentes: la de
medianoche, la de la aurora y la del día. Con la reforma posterior al Concilio
Vaticano II se ha añadido una vespertina en la vigilia. A excepción de las
comunidades monásticas, no es normal que todos participen en las tres (o
cuatro) celebraciones; la mayor parte de los fieles participará en una Liturgia
que será su «Misa de Navidad». Por ello se ha llevado a cabo una selección de
lecturas para cada celebración. No obstante, antes de considerar algunos temas
integrales y comunes a los textos litúrgicos y bíblicos, resulta ilustrativo
examinar la secuencia de las cuatro misas.
111. La Navidad
es la fiesta de la luz. Es opinión
difundida que la celebración del Nacimiento del Señor se fijó a finales de
diciembre para dar un valor cristiano a la fiesta pagana del Sol invictus.
Aunque podría también no ser así. Si ya en la primera parte del siglo III,
Tertuliano escribió que en algunos calendarios Cristo fue concebido el 25 de
marzo, día que se considera como el primero del año, es posible que la fiesta
de la Navidad haya sido calculada a partir de esta fecha. En todo caso, ya
desde el siglo IV, muchos Padres reconocen el valor simbólico del hecho de que
los días se alargan después de la Fiesta de la Navidad. Las fiestas paganas que
exaltan la luz en la oscuridad del invierno no eran extrañas, y las fiestas
invernales de la luz aún hoy son celebradas en algunos lugares por los no
creyentes. A diferencia de ello, las lecturas y las oraciones de las diversas
Liturgias natalicias evidencian el tema de la verdadera Luz que viene a
nosotros en Jesucristo. El primer prefacio de Navidad exclama, dirigiéndose a
Dios Padre: «Porque gracias al misterio de la Palabra hecha carne, la luz de tu
gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor». El homileta debería
acentuar esta dinámica de la luz en las tinieblas, que inunda estos días
gozosos. Presentamos a continuación una síntesis de las características de cada
Celebración.
112. La Misa
vespertina de la Vigilia. Aunque la celebración de la Navidad comienza con esta Misa, las oraciones
y las lecturas evocan aún un sentido de temblorosa espera; en cierto sentido,
esta misa es una síntesis de todo el Tiempo de Adviento. Casi todas las
oraciones están conjugadas en futuro: «Mañana contemplaréis su gloria»
(antífona de entrada); «Concédenos que así como ahora acogemos, gozosos, a tu
Hijo como Redentor, lo recibamos también confiados cuando venga como juez»
(colecta); «Mañana quedará borrada la bondad de la tierra» (canto al
Evangelio); «Concédenos, Señor, empezar estas fiestas de Navidad con una
entrega digna del santo misterio del nacimiento de tu Hijo en el que has
instaurado el principio de nuestra salvación» (oración sobre las ofrendas); «Se
revelará la gloria del Señor» (antífona de comunión). Las lecturas de Isaías en
las otras Misas de Navidad describen lo que está sucediendo, mientras que el
pasaje proclamado en esta Misa cuenta lo que sucederá. La segunda lectura y el
pasaje evangélico hablan de Jesús como el Hijo de David y de los antepasados
humanos que han preparado el camino para su venida. La genealogía del Evangelio
de san Mateo, describiendo a grandes rasgos el largo camino de la Historia de
la Salvación que conduce al acontecimiento que vamos a celebrar, es similar a
las lecturas del Antiguo Testamento de la Vigila Pascual. La letanía de nombres
aumenta la sensación de espera. En la Misa de la Vigilia somos un poco como los
niños que agarran con fuerza el regalo de Navidad, esperando la palabra que les
permita abrirlo.
116. El Verbo se
hace carne para redimirnos, gracias a su Sangre derramada, y ensalzarnos con él a la gloria de la
Resurrección. Los primeros discípulos reconocieron la relación íntima entre la
Encarnación y el Misterio Pascual, como testimonia el himno citado en la carta
de san Pablo a los Filipenses (Flp 2, 5-11). La luz de la Misa de medianoche es
la misma luz de la Vigilia Pascual. Las colectas de estas dos grandes
Solemnidades comienzan con términos muy similares. En Navidad, el sacerdote
dice: «Oh Dios, que has iluminado esta noche santa con el nacimiento de Cristo,
la luz verdadera»; en Pascua: «Oh Dios, que iluminas esta noche santa con la
gloria de la Resurrección del Señor». La segunda lectura de la Misa de la
aurora propone una síntesis admirable de la revelación del Misterio de la Trinidad
y de nuestra introducción al mismo a través del Bautismo: «Cuando se apareció
la Bondad de Dios, nuestro Salvador, y su Amor al hombre, según su propia
misericordia nos ha salvado: con el baño del segundo nacimiento, y con la
renovación por el Espíritu Santo; Dios lo derramó copiosamente sobre nosotros
por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Así, justificados por su gracia,
somos, en esperanza, herederos de la vida eterna». Las oraciones propias de la
Misa del día hablan de Cristo como autor de nuestra generación divina y de cómo
su nacimiento manifiesta la reconciliación que nos hace amables a los ojos de
Dios. La colecta, una de las más antiguas del tesoro de las oraciones de la
Iglesia, expresa sintéticamente porqué el Verbo se hace carne: «Oh Dios, que de
modo admirable has creado al hombre a tu imagen y semejanza; y de modo más
admirable todavía restableciste su dignidad por Jesucristo; concédenos
compartir la vida divina de aquél que hoy se ha dignado compartir con el hombre
la condición humana». Una de las finalidades fundamentales de la homilía es,
como afirma el presente Directorio, la de anunciar el Misterio Pascual de
Cristo. Los textos de la Navidad ofrecen explícitas oportunidades para hacerlo.
117. Otra
finalidad de la homilía es la de conducir a la comunidad hacia el Sacrificio
Eucarístico, en el que el
misterio Pascual se hace presente. Es un indicador claro la palabra «hoy», a la
que recurren con frecuencia los textos litúrgicos de las Misas de Navidad. El
Misterio del Nacimiento de Cristo está presente en esta celebración, pero como
en su primera venida, solo puede ser percibido con la mirada de la fe. Para los
pastores el gran «signo» fue, simplemente, un pobre niño clocado en el pesebre,
aunque en su recuerdo glorificaban y alababan a Dios por lo que habían visto.
Con la mirada de la fe tenemos que percibir al mismo Cristo, nacido hoy, bajo
los signos del pan y del vino. El admirabile commercium del
que nos habla la colecta del día de Navidad, según la cual Cristo comparte
nuestra humanidad y nosotros su divinidad, se manifiesta de modo particular en
la Eucaristía, como sugieren las oraciones de la celebración. En la media noche
rezamos así en la oración sobre las ofrendas: «Acepta, Señor, nuestras ofrendas
en esta noche santa, y por este intercambio de dones en el que nos muestras tu
divina largueza, haznos partícipes de la divinidad de tu Hijo que, al asumir la
naturaleza humana, nos ha unido a la tuya de modo admirable». Y en la de la
aurora: «Señor, que estas ofrendas sean signo del Misterio de Navidad que
estamos celebrando; y así como tu Hijo, hecho hombre, se manifestó como Dios,
así nuestras ofrendas de la tierra nos hagan partícipes de los dones del
cielo». Y también, en el prefacio III de Navidad: "Por él, hoy resplandece
ante el mundo el maravilloso intercambio que nos salva: pues al revestirse tu
Hijo de nuestra frágil condición no sólo confiere dignidad eterna a la
naturaleza humana, sino que por esta unión admirable nos hace a nosotros
eternos".
118. La
referencia a la inmortalidad roza otro tema recurrente en los textos de
Navidad: la celebración es sólo una
parada momentánea en nuestra peregrinación. El mensaje escatológico, tan
evidente en el tiempo de Adviento, también encuentra aquí su expresión. En la
colecta de la Vigilia, rezamos: «que cada año nos alegras con la fiesta
esperanzadora de nuestra redención; concédenos que así como ahora acogemos,
gozosos, a tu Hijo como Redentor, lo recibamos también confiados cuando venga
como juez». En la segunda lectura de la Misa de medianoche, el Apóstol nos
exhorta «a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, y a llevar
ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que
esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo».
Y por último, en la oración después de la comunión de la Misa del día, pedimos
que Cristo, autor de nuestra generación divina, nacido en este día, «nos haga
igualmente partícipes del don de su inmortalidad».
119. Las lecturas y las oraciones de Navidad ofrecen un rico alimento al pueblo de Dios peregrino en esta vida; revelando a Cristo como Luz del mundo, nos invitan a sumergirnos en el Misterio Pascual de nuestra redención a través del «hoy» de la Celebración Eucarística. El homileta puede presentar este banquete al pueblo de Dios reunido para celebrar el nacimiento del Señor, exhortándole a imitar a María, la Madre de Jesús, que «conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Evangelio, Misa de la aurora).
Misa del
día (blanco).
MISAL: ants. y
oracs. props., Gl., Cr. (a las palabras «Y por obra...», todos se arrodillan),
Pf. Nav., embolismos props. en las PP. EE. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. I
(B).
- Is
52, 7-10. Verán los confines de la tierra la salvación de
nuestro Dios.
- Sal
97. R. Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
- Heb
1, 1-6. Dios nos ha hablado por el Hijo.
- Jn 1,
1-18. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
El Hijo de Dios ha compartido nuestra naturaleza humana para que
nosotros podamos compartir su vida divina (1.ª orac.). En la 1 lect. y en
el sal. resp. se proclama la victoria de nuestro Dios, que nos salva no
por los poderes de este mundo sino desde la humildad del niño nacido en
Belén. Es el Verbo, la segunda persona de la Santísima Trinidad, que se hizo
carne y habitó entre nosotros. Por medio de Él, Dios nos ha hablado (2
lect.) y esa Palabra sigue viva entre nosotros y es la luz que brilla
en medio de las tinieblas de este mundo y que debemos acoger en la fe
y el amor para que así podamos ser hijos de Dios (Ev.).
* Los
fieles que hubiesen comulgado en la misa de medianoche pueden volver a hacerlo
en la misa del día.
* Hoy
no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.
Liturgia
de las Horas: oficio de la solemnidad. Te Deum. Comp. Dom.
II.
Martirologio: elog.
prop. de la fiesta de la Sagrada Familia, pág. 43. del 26 de diciembre, pág.
735.
Antífona de entrada Cf. Is 9, 5
Un niño
nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva a hombros el principado, y es su
nombre: Ángel del gran consejo.
Monición de entrada
Nos hemos reunido este día en comunión con todos los creyentes en Cristo,
que en todos los países del orbe celebran, como nosotros, la Navidad del Señor.
A todos nos ha convocado el mensaje del ángel a los pastores de Belén: «Hoy os
ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor». Él es el Sol de justicia que nace
de lo alto y es la luz que viene a alumbrar a todas las naciones. Acojámoslo
con alegría porque a quienes vivimos en tinieblas nos ha brillado una gran luz.
Monición al Gloria
Se dice Gloria. Puede introducirse con la siguiente monición.
El himno que vamos a recitar (cantar) comienza con el cántico
de los ángeles en la noche de la Navidad del Señor. Hacemos nuestros sus
sentimientos de adoración y alabanza.
Oh, Dios, que estableciste admirablemente la dignidad del hombre
y la restauraste de modo aún más admirable,
concédenos compartir la divinidad de aquel
que se dignó participar de la condición humana.
Por nuestro Señor Jesucristo.
LECTURAS DE LA MISA
Audio y comentario del Evangelio de hoy (I)
Audioy comentario del Evangelio de hoy (II)
Verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios
Lectura del libro de Isaías (Is 52, 7-10)
los pies del mensajero que proclama la paz,
que anuncia la buena noticia,
que pregona la justicia,
que dice a Sión: «¡Tu Dios reina!».
Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro,
porque ven cara a cara al Señor,
que vuelve a Sión.
Romped a cantar a coro,
ruinas de Jerusalén,
porque el Señor ha consolado a su pueblo,
ha rescatado a Jerusalén.
Ha descubierto el Señor su santo brazo
a los ojos de todas las naciones,
y verán los confines de la tierra
la salvación de nuestro Dios.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL Sal 97, 1bcde. 2-3ab. 3cd-4. 5-6 (R.: 3cd)
R. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de
nuestro Dios.
V. Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
R. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.
V. El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
R. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.
V. Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad.
R. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.
V. Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.
R. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de
nuestro Dios.
Lectura de la carta a los Hebreos (Heb 1, 1-6)
En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos.
Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado.
Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: “Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy”; y en otro lugar: “Yo seré para él un padre, y el será para mi un hijo”?
Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito, dice: “Adórenlo todos los ángeles de Dios”.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
╬ Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 1, 1-18)
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
R. Gloria a ti, Señor.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Navidad!
Deseo hacer llegar a todos el mensaje que la Iglesia anuncia en esta fiesta,
con las palabras del profeta Isaías: «Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha
dado» (Is 9,5).
Ha nacido un niño: el nacimiento es siempre una fuente de esperanza, es la vida
que florece, es una promesa de futuro. Y este Niño, Jesús, “ha nacido para
nosotros”: un nosotros sin fronteras, sin privilegios ni exclusiones. El Niño
que la Virgen María dio a luz en Belén nació para todos: es el “hijo” que Dios
ha dado a toda la familia humana.
Gracias a este Niño, todos podemos dirigirnos a Dios llamándolo “Padre”,
“Papá”. Jesús es el Unigénito; nadie más conoce al Padre sino Él. Pero Él vino
al mundo precisamente para revelarnos el rostro del Padre. Y así, gracias a
este Niño, todos podemos llamarnos y ser verdaderamente hermanos: de todos los
continentes, de todas las lenguas y culturas, con nuestras identidades y
diferencias, sin embargo, todos hermanos y hermanas.
En este momento de la historia, marcado por la crisis ecológica y por los
graves desequilibrios económicos y sociales, agravados por la pandemia del
coronavirus, necesitamos más que nunca la fraternidad. Y Dios nos la ofrece
dándonos a su Hijo Jesús: no una fraternidad hecha de bellas palabras, de
ideales abstractos, de sentimientos vagos... No. Una fraternidad basada en el
amor real, capaz de encontrar al otro que es diferente a mí, de compadecerse de
su sufrimiento, de acercarse y de cuidarlo, aunque no sea de mi familia, de mi
etnia, de mi religión; es diferente a mí pero es mi hermano, es mi hermana. Y
esto es válido también para las relaciones entre los pueblos y las naciones:
Hermanos todos.
En Navidad celebramos la luz de Cristo que viene al mundo y Él viene para
todos, no sólo para algunos. Hoy, en este tiempo de oscuridad y de
incertidumbre por la pandemia, aparecen varias luces de esperanza, como el
desarrollo de las vacunas. Pero para que estas luces puedan iluminar y llevar
esperanza al mundo entero, deben estar a disposición de todos. No podemos dejar
que los nacionalismos cerrados nos impidan vivir como la verdadera familia
humana que somos. No podemos tampoco dejar que el virus del individualismo
radical nos venza y nos haga indiferentes al sufrimiento de otros hermanos y
hermanas. No puedo ponerme a mí mismo por delante de los demás, colocando las
leyes del mercado y de las patentes por encima de las leyes del amor y de la
salud de la humanidad. Pido a todos: a los responsables de los estados, a las
empresas, a los organismos internacionales, de promover la cooperación y no la
competencia, y de buscar una solución para todos. Vacunas para todos,
especialmente para los más vulnerables y necesitados de todas las regiones del
planeta. ¡Poner en primer lugar a los más vulnerables y necesitados!
Que el Niño de Belén nos ayude, pues, a ser disponibles, generosos y
solidarios, especialmente con las personas más frágiles, los enfermos y todos
aquellos que en este momento se encuentran sin trabajo o en graves dificultades
por las consecuencias económicas de la pandemia, así como con las mujeres que
en estos meses de confinamiento han sufrido violencia doméstica.
Ante un desafío que no conoce fronteras, no se pueden erigir barreras. Estamos
todos en la misma barca. Cada persona es mi hermano. En cada persona veo
reflejado el rostro de Dios y, en los que sufren, vislumbro al Señor que pide
mi ayuda. Lo veo en el enfermo, en el pobre, en el desempleado, en el
marginado, en el migrante y en el refugiado: todos hermanos y hermanas.
En el día en que la Palabra de Dios se hace niño, volvamos nuestra mirada a
tantos niños que en todo el mundo, especialmente en Siria, Irak y Yemen, están
pagando todavía el alto precio de la guerra. Que sus rostros conmuevan las
conciencias de las personas de buena voluntad, de modo que se puedan abordar
las causas de los conflictos y se trabaje con valentía para construir un futuro
de paz.
Que este sea el momento propicio para disolver las tensiones en todo Oriente
Medio y en el Mediterráneo oriental.
Que el Niño Jesús cure nuevamente las heridas del amado pueblo de Siria, que
desde hace ya un decenio está exhausto por la guerra y sus consecuencias,
agravadas aún más por la pandemia. Que lleve consuelo al pueblo iraquí y a
todos los que se han comprometido en el camino de la reconciliación,
especialmente a los yazidíes, que han sido duramente golpeados en los últimos
años de guerra. Que porte paz a Libia y permita que la nueva fase de
negociaciones en curso acabe con todas las formas de hostilidad en el país.
Que el Niño de Belén conceda fraternidad a la tierra que lo vio nacer. Que los
israelíes y los palestinos puedan recuperar la confianza mutua para buscar una
paz justa y duradera a través del diálogo directo, capaz de acabar con la
violencia y superar los resentimientos endémicos, para dar testimonio al mundo
de la belleza de la fraternidad.
Que la estrella que iluminó la noche de Navidad sirva de guía y aliento al
pueblo del Líbano para que, en las dificultades que enfrenta, con el apoyo de
la Comunidad internacional no pierda la esperanza. Que el Príncipe de la Paz
ayude a los dirigentes del país a dejar de lado los intereses particulares y a
comprometerse con seriedad, honestidad y transparencia para que el Líbano siga
un camino de reformas y continúe con su vocación de libertad y coexistencia
pacífica.
Que el Hijo del Altísimo apoye el compromiso de la comunidad internacional y de
los países involucrados de mantener el cese del fuego en el Alto Karabaj, como
también en las regiones orientales de Ucrania, y a favorecer el diálogo como
única vía que conduce a la paz y a la reconciliación.
Que el Divino Niño alivie el sufrimiento de las poblaciones de Burkina Faso, de
Malí y de Níger, laceradas por una grave crisis humanitaria, en cuya base se
encuentran extremismos y conflictos armados, pero también la pandemia y otros
desastres naturales; que haga cesar la violencia en Etiopía, donde, a causa de
los enfrentamientos, muchas personas se ven obligadas a huir; que consuele a
los habitantes de la región de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique,
víctimas de la violencia del terrorismo internacional; y aliente a los
responsables de Sudán del Sur, Nigeria y Camerún a que prosigan el camino de
fraternidad y diálogo que han emprendido.
Que la Palabra eterna del Padre sea fuente de esperanza para el continente
americano, particularmente afectado por el coronavirus, que ha exacerbado los
numerosos sufrimientos que lo oprimen, a menudo agravados por las consecuencias
de la corrupción y el narcotráfico. Que ayude a superar las recientes tensiones
sociales en Chile y a poner fin al sufrimiento del pueblo venezolano.
Que el Rey de los Cielos proteja a los pueblos azotados por los desastres
naturales en el sudeste asiático, especialmente en Filipinas y Vietnam, donde
numerosas tormentas han causado inundaciones con efectos devastadores para las
familias que viven en esas tierras, en términos de pérdida de vidas, daños al
medio ambiente y repercusiones para las economías locales.
Y pensando en Asia, no puedo olvidar al pueblo Rohinyá: Que Jesús, nacido pobre
entre los pobres, lleve esperanza a su sufrimiento.
Queridos hermanos y hermanas:
«Un niño nos ha nacido» (Is 9,5). ¡Ha venido para salvarnos! Él nos anuncia que
el dolor y el mal no tienen la última palabra. Resignarse a la violencia y a la
injusticia significaría rechazar la alegría y la esperanza de la Navidad.
En este día de fiesta pienso de modo particular en todos aquellos que no se dejan
abrumar por las circunstancias adversas, sino que se esfuerzan por llevar
esperanza, consuelo y ayuda, socorriendo a los que sufren y acompañando a los
que están solos.
Jesús nació en un establo, pero envuelto en el amor de la Virgen María y san
José. Al nacer en la carne, el Hijo de Dios consagró el amor familiar. Mi
pensamiento se dirige en este momento a las familias: a las que no pueden
reunirse hoy, así como a las que se ven obligadas a quedarse en casa. Que la
Navidad sea para todos una oportunidad para redescubrir la familia como cuna de
vida y de fe; un lugar de amor que acoge, de diálogo, de perdón, de solidaridad
fraterna y de alegría compartida, fuente de paz para toda la humanidad.
A todos, ¡Feliz Navidad!
Queridos hermanos y hermanas, renuevo mis deseos de una Feliz Navidad para
todos ustedes, conectados desde todo el mundo, por radio, televisión y otros
medios de comunicación. Les agradezco su presencia espiritual en este día
caracterizado por la alegría. En estas fechas en las que el clima navideño
invita a los hombres a ser mejores y más fraternos, no olvidemos rezar por las
familias y las comunidades que viven en medio de muchos sufrimientos. Por
favor, continúen a rezar por mí. Buen provecho, en esta comida de Navidad, y
hasta pronto.
Monición
al Credo
Se dice Credo. Puede introducirse con la siguiente monición.
Al proclamar nuestra fe en el misterio de la encarnación y el nacimiento del
Hijo de Dios, expresaremos nuestra adoración arrodillándonos al decir en el
Credo las palabras «y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la
Virgen y se hizo hombre».
A las palabras: Y por obra... hay que arrodillarse.
Oración
de los fieles
Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres. Oremos confiadamente.
- Por la Iglesia universal, extendida sobre la faz de la tierra, para que sepa llevar a todas las gentes la Buena Noticia de la salvación. Roguemos al Señor.
- Por todos los pueblos, razas y naciones, para que encuentren la paz, don de Dios y fruto del amor y la justicia, y cesen las guerras, la segregación racial y toda clase de opresión y de violencia. Roguemos al Señor.
- Por el rey, por la familia real, por el gobierno de la nación, por los gobiernos de todas las naciones, para que sus decisiones sean para el bien de todos. Roguemos al Señor.
- Por todos los que llevan en su carne la señal de Cristo pobre y paciente: los enfermos, los que pasan hambre, los emigrantes, los presos, los exiliados, los refugiados, los marginados, los que sufren la guerra, los que lloran la pérdida de sus seres queridos, los que no tienen trabajo, los que viven sin hogar, los ancianos que viven solos, los niños huérfanos, para que puedan sentirse amados de Dios y sus corazones se llenen de gozo. Roguemos al Señor.
- Por nuestros familiares y amigos difuntos, que celebraron otros años con nosotros la Navidad del Señor, para que, renacidos a la vida eterna, la gloria del Señor los envuelva con su claridad. Roguemos al Señor.
- Por nuestra ciudad (nuestro pueblo), por los ausentes, por nuestras familias, por nosotros, aquí reunidos, para que, acogiéndonos con amor y paciencia, vivamos la gran alegría de la Navidad. Roguemos al Señor.
manifestado hoy al mundo en la humildad de nuestra carne
que vive y reina por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Acepta,
Señor, la ofrenda de este día solemne en el que se manifestó el sacrificio
perfecto de nuestra reconciliación y comenzó para nosotros la plenitud del
culto divino. Por Jesucristo, nuestro Señor.
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo nuestro Señor.
Por él, hoy resplandece el maravilloso intercambio de nuestra redención:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la comunión Sal 98, 3
Los
confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.
Oración después de la comunión
hoy que nos ha nacido el Salvador del mundo
para comunicarnos la vida divina,
te pedimos que nos hagas igualmente partícipes
del don de su inmortalidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Se puede utilizar la bendición solemne de la Natividad del Señor.
Dios,
bondad infinita, que disipó las tinieblas del mundo con la encarnación de su
Hijo y con su nacimiento glorioso iluminó esta noche santa aleje de vosotros
las tinieblas del pecado y alumbre vuestros corazones con la luz de la gracia.
R. Amén.
Quien
encomendó al ángel anunciar a los pastores la gran alegría del nacimiento del
Salvador os llene de gozo y os haga también a vosotros mensajeros del
Evangelio.
R. Amén.
Quien
por la encarnación de su Hijo reconcilió lo humano y lo divino os conceda la
paz a vosotros, amados de Dios, y un día os admita entre los miembros de la
Iglesia del cielo.
R. Amén.
Y la
bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
R. Amén.