DOMINGO V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
(CICLO
C)
PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 06 DE FEBRERO
- Horario de la
parroquia: abierta de 10.00 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- Eucaristía del Domingo
V del Tiempo Ordinario (a las 11.00 h.).
- Rezo del Santo
Rosario (a las 19.00 h.) y Eucaristía II Vísperas del Domingo de la V Semana
del Tiempo Ordinario (a las 20.30 h.).
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
Elogio: Memoria de los santos Pablo Miki y compañeros, mártires en Nagasaki, ciudad de Japón. Allí, declarada una persecución contra los cristianos, fueron apresados, duramente maltratados y, finalmente, condenados a muerte ocho presbíteros o religiosos de la Orden de la Compañía de Jesús y de la Orden de los Hermanos Menores, procedentes de Europa o nacidos en Japón, junto con diecisiete laicos. Todos ellos, incluso los adolescentes, por ser cristianos fueron clavados cruelmente en cruces, mas manifestaron su alegría al haber merecido morir como murió Cristo. Sus nombres son: Juan de Goto Soan, Jacobo Kisai, religiosos de la Orden de la Compañía de Jesús; Pedro Bautista Blásquez, Martín de la Ascensión Aguirre, Francisco Blanco, presbíteros de la Orden de Hermanos Menores; Felipe de Jesús de Las Casas, Gonzalo García, Francisco de San Miguel de la Parilla, religiosos de la misma Orden; León Karasuma, Pedro Sukeiro, Cosme Takeya, Pablo Ibaraki, Tomás Dangi, Pablo Suzuki, catequistas; Luis Ibaraki, Antonio, Miguel Kozaki y su hijo Tomás, Buenaventura, Gabriel, Juan Kinuya, Matías, Francisco de Meako, Ioaquim Sakakibara y Francisco Adaucto, neófitos. El día de su martirio fue ayer.
San Antoliano, mártir
En Auvernia, de Aquitania, san Antoliano, mártir.
Santos Silvano de Emesa, Lucas y Mocio, mártires
En Emesa, en Siria, san Silvano, obispo, que presidió aquella Iglesia durante cuarenta años, y en tiempo del emperador Maximiano obtuvo la palma del martirio al ser arrojado a las fieras, juntamente con el diácono Lucas y el lector Mocio.
Santos Dorotea y Teófilo, mártires
En Cesarea de Capadocia, santos mártires Dorotea, virgen, y Teófilo, estudiante.
San Melis de Ardagh, obispo
En Ardagh, en Irlanda, san Melis, obispo.
San Vedasto de Arras, obispo
En Arras, en la Galia Bélgica, san Vedasto, obispo, que fue enviado por san Remigio, obispo de Reims, a esta ciudad devastada, y allí catequizó al rey Clodoveo, gobernó aquella Iglesia durante cuarenta años y llevó a cabo una importante labor evangelizadora entre los paganos de la región.
San Amando de Maastricht, obispo
En Elnon, también en la Galia Bélgica, sepultura de san Amando, obispo de Maastricht, que predicó la palabra de Dios por diversas regiones y llegó incluso al territorio de los eslavos. Finalmente, habiendo construido un monasterio, terminó allí su vida.
Santa Renula, abadesa
En Tongres, en la región de Brabante, en Austrasia, santa Renula o Reinildis, abadesa del monasterio de Eiken.
San Guarino de Palestrina, obispo
En Palestrina, en el Lacio, san Guarino, obispo, notable por su vida austerísima y su amor a los pobres.
San Brinolfo Algotsson, obispo
En Skara, en Suecia, san Brinolfo Algotsson, obispo, célebre por su actividad eclesiástica y su ciencia.
Beato Ángel de Furcio, religioso presbítero
En Nápoles, en la Campania, beato Ángel de Furcio, presbítero de la Orden de San Agustín, insigne en su celo por el reino de Dios.
San Alfonso María Fusco, presbítero y fundador
En Angri, cerca de Salerno, también en Campania, san Alfonso María Fusco, presbítero, que incansablemente ejerció su ministerio entre los agricultores, se preocupó sobre todo por la formación de los jóvenes pobres y huérfanos, y fundó la congregación de Hermanas de San Juan Bautista.
Beata María Teresa Bonzel, virgen y fundadora
En Olpe, Alemania, beata María Teresa (Regina Christine Wilhelmine) Bonzel, virgen, fundadora de las Hermanas Pobres Franciscanas de la Adoración Perpetua de Olpe.
San Francisco Spinelli, presbítero y fundador
En Rivolta d'Adda, en el territorio de Cremona, en Italia, san Francisco Spinelli, presbítero, el cual, a pesar de persistentes vejaciones y dificultades, soportadas siempre con paciencia, fundó y dirigió una congregación de Hermanas dedicadas a la adoración del Santísimo Sacramento.
San Mateo Correa Magallanes, presbítero y mártir
En Durango, ciudad de México, san Mateo Correa Magallanes, presbítero y mártir, que en medio de la persecución desatada contra la Iglesia se negó a revelar el secreto de confesión y recibió por ello la corona del martirio.
LITURGIA DE HOY
Misa del Domingo (verde).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.
LECC.: vol. I (C).
- Is 6, 1-2a. 3-8. Aquí estoy, mándame.
- Sal 137. R. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
- 1 Cor 15, 1-11. Predicamos así, y así lo creísteis vosotros.
- Lc 5, 1-11. Dejándolo todo, lo siguieron.
La disponibilidad para hacer en nuestra vida la voluntad de Dios es un tema
fundamental en las lecturas de hoy. Un tema muy actual de cara a la escasez de
vocaciones sacerdotales y consagradas, la cual, también, por supuesto afecta al
apostolado seglar. Así, la 1 lect. nos muestra la respuesta de Isaías ante la
llamada que Dios le hace para que vaya a predicar: «Aquí estoy, mándame». Y el
Ev., igualmente, nos presenta la disponibilidad de los primeros discípulos que
dejaron todo lo que era su seguridad (las barcas, las redes llenas de peces) y
siguieron a Jesús. En ambos casos –Isaías y los pescadores– hay un
reconocimiento previo del propio pecado. Es Dios quien elige y llama.
Liturgia de las Horas: oficio
dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.
Martirologio: elogs.
del 7 de febrero, pág. 151.
CALENDARIOS: Mondoñedo-Ferrol: Aniversario de la muerte de Mons.
José Gea Escolano, obispo, emérito (2017).
Antífona de entrada Sal 94, 6-7
Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios.
Monición
de entrada (Año C)
La eucaristía dominical es el momento en el que, como bautizados, hacemos
visible nuestra fe. Dispersos durante la semana, nos juntamos hoy para formar
un solo cuerpo, el de los que siguen al Señor. Dejamos todo para escuchar las
Escrituras que hemos recibido, comer su pan y beber su vino. Y así somos
enviados de nuevo, pero ya transformados, a las tareas de la vida.
Acto
penitencial
Todo como en el Ordinario
de la Misa. Para la tercera fórmula pueden usarse las siguientes invocaciones:
- Tú
solo eres santo, y nosotros pecadores: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Tú eres el Hijo de Dios; muéstranos al Padre: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Tú eres nuestro Señor; nos adherimos a ti: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
En lugar del acto penitencial, se puede
celebrar el rito de la bendición y de la aspersión del agua bendita.
Se dice Gloria.
Oración
colecta
Protege,
Señor, con amor continuo a tu familia,
para que, al apoyarse en la sola
esperanza de tu gracia del cielo,
se sienta siempre fortalecida con tu
protección.
Por nuestro Señor Jesucristo.
LECTURAS DE LA MISA
Audio y comentario del Evangelio de hoy
PRIMERA LECTURA
Aquí
estoy, mándame
Lectura del libro de Isaías (Is 6, 1-2a. 3-8)
EL AÑO DE LA MUERTE del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono
alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo.
Junto a él estaban los serafines, y se gritaban uno a otro diciendo:
«¡Santo, santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra de su
gloria!».
Temblaban las jambas y los umbrales al clamor de su voz, y el templo estaba
lleno de humo.
Yo dije:
«Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de
gente de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Señor del universo».
Uno de los seres de fuego voló hacia mí con un ascua en la mano, que había
tomado de! altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo:
«Al tocar esto tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado».
Entonces escuché la voz del Señor, que decía:
«A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?».
Contesté:
«Aquí estoy, mándame».
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 137, 1bcd-2a. 2bcd-3. 4-5. 7c-8 [R.:
1d])
R. Delante
de los ángeles tañeré para ti, Señor.
V. Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré hacia tu santuario.
R. Delante
de los ángeles tañeré para ti, Señor.
V. Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma.
R. Delante
de los ángeles tañeré para ti, Señor.
V. Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande.
R. Delante
de los ángeles tañeré para ti, Señor.
V. Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos.
R. Delante
de los ángeles tañeré para ti, Señor.
SEGUNDA LECTURA (forma larga)
Predicamos
así, y así lo creísteis vosotros
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1 Cor
15, 1-11)
Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros
aceptasteis, en el que además estáis fundados, y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo
contrario, creísteis en vano.
Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo
murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que
resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más
tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la
mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después se apareció a
Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me
apareció también a mí.
Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol,
porque he perseguido a la Iglesia de Dios.
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no se ha
frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he
sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto yo como ellos
predicamos así, y así lo creísteis vosotros.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
SEGUNDA LECTURA (forma breve)
Predicamos
así y así lo creísteis vosotros
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1 Cor
15, 3-8. 11)
HERMANOS:
Yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí:
que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado
y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y
más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos,
la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después se apareció a
Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me
apareció también a mí. Pues bien; tanto yo como ellos predicamos así, y así lo
creísteis vosotros.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Aleluya Mt 4, 19
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V. Venid en pos de mí –dice el Señor–, y os haré pescadores de
hombres. R.
EVANGELIO
Dejándolo
todo, lo siguieron
╬ Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 5, 1-11)
R. Gloria a ti, Señor.EN AQUEL TIEMPO, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la
palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas
que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban
lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un
poco de tierra.
Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca». Respondió Simón y
dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero,
por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes
comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban
en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron
las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro
se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por
la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y
Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Papa
Francisco
ÁNGELUS. Plaza
de San Pedro. Domingo, 10 de febrero de 2019
Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!
El Evangelio de hoy (cf. Lc 5, 1-11) narra, en el relato de Lucas, la llamada
de San Pedro. Su nombre, lo sabemos, era Simón y era pescador. Jesús, en la
orilla del lago de Galilea, lo ve mientras está arreglando las redes, junto con
otros pescadores. Lo encuentra fatigado y decepcionado, porque esa noche no
habían pescado nada. Y Jesús lo sorprende con un gesto inesperado: se sube a su
barca y le pide que se aleje un poco de tierra porque quiere hablar a la gente
desde allí, había mucha gente. Entonces Jesús se sienta en la barca de Simón y
enseña a la multitud reunida a lo largo de la orilla. Pero sus palabras también
reabren a la confianza el corazón de Simón. Entonces Jesús, con otro “gesto”
sorprendente, le dice: «Boga mar adentro y echad vuestras redes para pescar»
(v. 4).
Simón responde con una objeción: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche
y no hemos pescado nada ...». Y, como experto pescador, podría haber agregado:
“Si no hemos pescado por la noche, mucho menos vamos a pescar de día”. En
cambio, inspirado por la presencia de Jesús e iluminado por su Palabra, dice:
«...pero, en tu palabra, echaré las redes» (v. 5). Es la respuesta de la fe,
que nosotros también estamos llamados a dar; es la actitud de disponibilidad
que el Señor pide a todos sus discípulos, sobre todo a aquellos que tienen
tareas de responsabilidad en la Iglesia. Y la obediencia confiada de Pedro
genera un resultado prodigioso: «Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de
peces» (v. 6).
Es una pesca milagrosa, un signo del poder de la palabra de Jesús: cuando nos
ponemos con generosidad a su servicio, Él obra grandes cosas en nosotros. Así
actúa con cada uno de nosotros: nos pide que lo acojamos en la barca de nuestra
vida, para recomenzar con él a surcar un nuevo mar, que se revela cuajado de
sorpresas. Su invitación a salir al mar abierto de la humanidad de nuestro
tiempo, a ser testigos de la bondad y la misericordia, da un nuevo significado
a nuestra existencia, que a menudo corre el riesgo de replegarse sobre sí
misma. A veces, podemos sentirnos sorprendidos y titubeantes ante la llamada
del Maestro Divino, y tentados a rechazarlo porque no nos sentimos a la altura.
Incluso Pedro, después de aquella pesca increíble, le dijo a Jesús: «Aléjate de
mí, Señor, que soy un hombre pecador» (v. 8). Esta humilde oración es hermosa:
“Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador”. Pero lo dijo de rodillas
ante Aquel que ahora reconoce como “Señor”. Y Jesús lo alienta diciendo: «No
temas. Desde ahora serás pescador de hombres» (v. 10), porque Dios, si
confiamos en Él, nos libra de nuestro pecado y nos abre un nuevo horizonte:
colaborar en su misión.
El mayor milagro realizado por Jesús para Simón y los demás pescadores
decepcionados y cansados, no es tanto la red llena de peces, como haberlos
ayudado a no caer víctimas de la decepción y el desaliento ante las derrotas.
Les abrió el horizonte de convertirse en anunciadores y testigos de su palabra
y del reino de Dios. Y la respuesta de los discípulos fue rápida y total:
«Llevaron a tierra las barcas y dejando todo lo siguieron» (v. 11). ¡Qué la Santísima
Virgen, modelo de pronta adhesión a la voluntad de Dios, nos ayude a sentir la
fascinación de la llamada del Señor y nos haga disponibles a colaborar con él
para difundir su palabra de salvación en todas partes!
Papa
Benedicto XVI
ÁNGELUS, Domingo 10 de febrero de 2013
Queridos hermanos y hermanas:
En la liturgia de hoy, el Evangelio según san Lucas presenta el relato de la
llamada de los primeros discípulos, con una versión original respecto a los
otros dos sinópticos: Mateo y Marcos (cf. Mt 4, 18-22; Mc 1, 16-20). La
llamada, en efecto, está precedida por la enseñanza de Jesús a la multitud y por
una pesca milagrosa, realizada por voluntad del Señor (Lc 5, 1-6). De hecho,
mientras la muchedumbre se agolpa en la orilla del lago de Genesaret para
escuchar a Jesús, Él ve a Simón desanimado por no haber pescado nada durante
toda la noche. En primer lugar le pregunta si puede subir a la barca para
predicar a la gente, ya que estaba a poca distancia de la orilla. Después,
terminada la predicación, le pide que se dirija mar adentro con sus compañeros
y que eche las redes (cf. v. 5). Simón obedece, y pescan una cantidad increíble
de peces. De este modo, el evangelista hace ver que los primeros discípulos
siguieron a Jesús confiando en Él, apoyándose en su Palabra, acompañada también
por signos prodigiosos. Observamos que, antes de este signo, Simón se dirige a
Jesús llamándole "Maestro" (v. 5), y después le llama
"Señor" (v. 7). Es la pedagogía de la llamada de Dios, que no mira
tanto la calidad de los elegidos, sino su fe, como la de Simón que dice:
"Por tu palabra, echaré las redes" (v. 5).
La imagen de la pesca remite a la misión de la Iglesia. Comenta al respecto san
Agustín: "Dos veces los discípulos se pusieron a pescar por orden del
Señor: una vez antes de la pasión y otra después de la resurrección. En las dos
pescas está representada toda la Iglesia: la Iglesia como es ahora y como será
después de la resurrección de los muertos. Ahora acoge a una multitud imposible
de enumerar, que comprende a los buenos y a los malos; después de la
resurrección comprenderá sólo a los buenos" (Discurso 248, 1). La experiencia
de Pedro, ciertamente singular, también es representativa de la llamada de todo
apóstol del Evangelio, que jamás debe desanimarse al anunciar a Cristo a todos
los hombres, hasta los confines del mundo. Sin embargo, el texto de hoy hace
reflexionar sobre la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada. La vocación
es obra de Dios. El hombre no es autor de su propia vocación, sino que da
respuesta a la propuesta divina; y la debilidad humana no debe causar miedo si
Dios llama. Es necesario tener confianza en su fuerza que actúa precisamente en
nuestra pobreza; es necesario confiar cada vez más en el poder de su
misericordia, que transforma y renueva.
Queridos hermanos y hermanas, que esta Palabra de Dios reavive también en
nosotros y en nuestras comunidades cristianas la valentía, la confianza y el
impulso para anunciar y testimoniar el Evangelio. Que los fracasos y las
dificultades no induzcan al desánimo: a nosotros nos corresponde echar las
redes con fe, el Señor hace el resto. Confiamos también en la intercesión de la
Virgen María, Reina de los Apóstoles. Ella, bien consciente de su pequeñez,
respondió a la llamada del Señor con total entrega: "Heme aquí". Con
su ayuda materna, renovemos nuestra disponibilidad a seguir a Jesús, Maestro y
Señor.
San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios 21-22
En la
barca de Cristo
21 Como a Nuestro Señor, a mí también me gusta mucho charlar de barcas y redes,
para que todos saquemos de esas escenas evangélicas propósitos firmes y
determinados. Nos cuenta San Lucas que unos pescadores lavaban y remendaban sus
redes a orillas del lago de Genesaret. Jesús se acerca a aquellas naves
atracadas en la ribera y se sube a una, a la de Simón. ¡Con qué naturalidad se
mete el Maestro en la barca de cada uno de nosotros!: para complicarnos la
vida, como se repite en tono de queja por ahí. Con vosotros y conmigo se ha
cruzado el Señor en nuestro camino, para complicarnos la existencia
delicadamente, amorosamente.
Después de predicar desde la barca de Pedro, se dirige a los pescadores: duc
in altum, et laxate retia vestra in capturam! (Lc 5, 4), ¡Bogad mar
adentro, y echad vuestras redes! Fiados en la palabra de Cristo, obedecen, y
obtienen aquella pesca prodigiosa. Y mirando a Pedro que, como Santiago y Juan,
no salía de su asombro, el Señor le explica: no tienes que temer, de
hoy en adelante serán hombres los que has de pescar. Y ellos, sacando las
barcas a tierra, dejadas todas las cosas, le siguieron (Lc 5, 10-11).
Tu barca -tus talentos, tus aspiraciones, tus logros- no vale para nada, a no
ser que la dejes a disposición de Jesucristo, que permitas que El pueda entrar
ahí con libertad, que no la conviertas en un ídolo. Tú solo, con tu barca, si
prescindes del Maestro, sobrenaturalmente hablando, marchas derecho al
naufragio. Únicamente si admites, si buscas, la presencia y el gobierno
del Señor, estarás a salvo de las tempestades y de los reveses de la vida. Pon
todo en las manos de Dios: que tus pensamientos, las buenas aventuras de tu
imaginación, tus ambiciones humanas nobles, tus amores limpios, pasen por el
corazón de Cristo. De otro modo, tarde o temprano, se irán a pique con tu
egoísmo.
22 Si consientes en que Dios señoree sobre tu nave, que El sea el amo, ¡qué
seguridad!..., también cuando parece que se ausenta, que se queda adormecido,
que se despreocupa, y se levanta la tormenta en medio de las tinieblas más
oscuras. Relata San Marcos que en esas circunstancias se encontraban los
Apóstoles; y Jesús, al verles remar con gran fatiga -por cuanto el viento
les era contrario-, a eso de la cuarta hora nocturna, vino hacia ellos
caminando sobre el mar... Cobrad ánimo, soy yo, no tenéis nada que temer. Y se
metió con ellos en la barca, y cesó el viento (Mc 6, 48, 50-51).
Hijos míos, ¡ocurren tantas cosas en la tierra...! Os podría contar de penas,
de sufrimientos, de malos tratos, de martirios -no le quito ni una letra-, del
heroísmo de muchas almas. Ante nuestros ojos, en nuestra inteligencia brota a
veces la impresión de que Jesús duerme, de que no nos oye; pero San Lucas narra
cómo se comporta el Señor con los suyos: mientras ellos -los
discípulos- iban navegando, se durmió Jesús, al tiempo que un viento
recio alborotó las olas, de manera que, llenándose de agua la barca, corrían
riesgo. Con esto, se acercaron a El, y le despertaron, gritando: ¡Maestro, que
perecemos! Puesto Jesús en pie, mandó al viento y a la tormenta que se
calmasen, e inmediatamente cesaron, y siguió una gran bonanza. Entonces les
preguntó: ¿dónde está vuestra fe? (Lc 8, 23-25).
Si nos damos, Él se nos da. Hay que confiar plenamente en el Maestro, hay que
abandonarse en sus manos sin cicaterías; manifestarle, con nuestras obras, que
la barca es suya; que queremos que disponga a su antojo de todo lo que nos
pertenece.
Termino, acudiendo a la intercesión de Santa María, con estos propósitos: a
vivir de fe; a perseverar con esperanza; a permanecer pegados a Jesucristo; a
amarle de verdad, de verdad, de verdad; a recorrer y saborear nuestra aventura
de Amor, que enamorados de Dios estamos; a dejar que Cristo entre en nuestra
pobre barca, y tome posesión de nuestra alma como Dueño y Señor; a manifestarle
con sinceridad que nos esforzaremos en mantenernos siempre en su presencia, día
y noche, porque El nos ha llamado a la fe: ecce ego quia vocasti me! (1R
3, 9), y venimos a su redil, atraídos por sus voces y silbidos de Buen Pastor,
con la certeza de que sólo a su sombra encontraremos la verdadera felicidad
temporal y eterna.
San
Josemaría Escrivá, Amigos de Dios 259-261
259 He aquí, promete el Señor, que yo enviaré muchos pescadores y
pescaré esos peces (Jr 16, 16). Así nos concreta la gran labor:
pescar. Se habla o se escribe a veces sobre el mundo, comparándolo a un mar. Y
hay verdad en esa comparación. En la vida humana, como en el mar, existen
periodos de calma y de borrasca, de tranquilidad y de vientos fuertes. Con
frecuencia, las criaturas están nadando en aguas amargas, en medio de olas
grandes; caminan entre tormentas, en una triste carrera, aun cuando parece que
tienen alegría, aun cuando producen mucho ruido: son carcajadas que quieren
encubrir su desaliento, su disgusto, su vida sin caridad y sin comprensión. Se
devoran unos a otros, los hombres como los peces.
Es tarea de los hijos de Dios lograr que todos los hombres entren -en
libertad- dentro de la red divina, para que se amen. Si somos cristianos, hemos
de convertirnos en esos pescadores que describe el profeta Jeremías, con una
metáfora que empleó también repetidamente Jesucristo: seguidme, y yo
haré que vengáis a ser pescadores de hombres (Mt 4, 19), dice a Pedro
y a Andrés.
260 Vamos a acompañar a Cristo en esta pesca divina. Jesús está junto al
lago de Genesaret y las gentes se agolpan a su alrededor, ansiosas de
escuchar la palabra de Dios (Lc 5, 1). ¡Como hoy! ¿No lo veis? Están
deseando oír el mensaje de Dios, aunque externamente lo disimulen. Quizá
algunos han olvidado la doctrina de Cristo; otros -sin culpa de su parte- no la
aprendieron nunca, y piensan en la religión como en algo extraño. Pero,
convenceos de una realidad siempre actual: llega siempre un momento en el que
el alma no puede más, no le bastan las explicaciones habituales, no le
satisfacen las mentiras de los falsos profetas. Y, aunque no lo admitan
entonces, esas personas sienten hambre de saciar su inquietud con la enseñanza
del Señor.
Dejemos que narre San Lucas: en esto vio dos barcas a la orilla
del lago, cuyos pescadores habían bajado, y estaban lavando las redes.
Subiendo, pues, en una, que era de Simón, pidióle que la desviase un poco de
tierra. Y sentándose dentro, predicaba desde la barca al numeroso concurso (Lc
5, 2-3). Cuando acabó su catequesis, ordenó a Simón: guía mar adentro,
y echad vuestras redes para pescar (Lc 5, 4). Es Cristo el amo de la
barca; es El el que prepara la faena: para eso ha venido al mundo, para
ocuparse de que sus hermanos encuentren el camino de la gloria y del amor al
Padre. El apostolado cristiano no lo hemos inventado nosotros. Los hombres, si
acaso, lo obstaculizamos: con nuestra torpeza, con nuestra falta de fe.
261 Replicóle Simón: Maestro, durante toda la noche hemos estado
fatigándonos, y nada hemos cogido (Lc 5, 5). La contestación parece
razonable. Pescaban, ordinariamente, en esas horas; y, precisamente en aquella
ocasión, la noche había sido infructuosa. ¿Cómo pescar de día? Pero Pedro tiene
fe: no obstante, sobre tu palabra echaré la red (Lc 5, 5).
Decide proceder como Cristo le ha sugerido; se compromete a trabajar fiado en
la Palabra del Señor. ¿Qué sucede entonces? Habiéndolo hecho,
recogieron tan gran cantidad de peces, que la red se rompía. Por lo que
hicieron señas a los compañeros de la otra barca, para que viniesen y les
ayudasen. Se acercaron inmediatamente y llenaron tanto las dos barcas, que
faltó poco para que se hundiesen (Lc 5, 6-7).
Jesús, al salir a la mar con sus discípulos, no miraba sólo a esta pesca.
Por eso, cuando Pedro se arroja a sus pies y confiesa con humildad: apártate
de mí, Señor, que soy un hombre pecador, Nuestro Señor responde: no
temas, de hoy en adelante serán hombres los que has de pescar (Lc 5,
8, 10). Y en esa nueva pesca, tampoco fallará toda la eficacia divina: instrumentos
de grandes prodigios son los apóstoles, a pesar de sus personales miserias.
Se dice Credo.
Oración de los fieles
Oremos al Padre celestial, que en Jesucristo, su Hijo, se nos revela
cercano a nosotros, lleno de misericordia.
- Por
la Iglesia. para que no falten las vocaciones sacerdotales y de consagración a
Cristo. Roguemos al Señor.
- Por
los que se dedican a la política, para que la entiendan ante todo como un
servicio desinteresado a la sociedad. Roguemos al Señor.
- Por los que admiran a Jesús de Nazaret y no reconocen en él al
Dios santo y misericordioso, para que por la fe lo descubran como el que
trasciende a todos y está cercano a nosotros. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, que queremos vivir la experiencia religiosa y la
disponibilidad de Pedro y de Isaías, para que el Señor nos conceda la fe que
necesitamos Roguemos al Señor.
Dios
todopoderoso,
extiende sobre nosotros el poder de tu brazo para salvarnos;
completa tus favores con nosotros.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración
sobre las ofrendas
Señor y Dios nuestro, que has creado estos dones
como remedio eficaz de nuestra
debilidad,
concédenos que sean también para nosotros
sacramento de vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Sal 106, 8-9
Den gracias al Señor por su
misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. Calmó el ansia de
los sedientos y a los hambrientos los colmó de bienes.
O bien: Mt 5, 5-6
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán
consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque
ellos quedarán saciados.
Oración después de la comunión
Oh,
Dios, que has querido hacernos partícipes
de un mismo pan y de un mismo cáliz,
concédenos vivir de tal modo que, unidos en Cristo,
fructifiquemos con gozo
para la salvación del mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.