06 de febrero - DOMINGO V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)

 


DOMINGO V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
(CICLO C)

 

PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 06 DE FEBRERO

- Horario de la parroquia: abierta de 10.00 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.

- Eucaristía del Domingo V del Tiempo Ordinario (a las 11.00 h.). 

- Rezo del Santo Rosario (a las 19.00 h.) y Eucaristía II Vísperas del Domingo de la V Semana del Tiempo Ordinario (a las 20.30 h.). 




NOTICIAS DE ACTUALIDAD

"La cacería"




Nueva Misión parroquial
A partir del lunes 31 de enero


Catequesis para jóvenes y adultos

"Jesucristo quiere encontrarse contigo y cambiar tu vida. Ven y lo verás"






Portada

Un georradar encontró algo, hablaron de niños muertos... pero ¿de verdad hay cuerpos?

Las escuelas residenciales de Canadá eran un desastre, pero lo de las fosas comunes es un bulo

El sacerdote Fabián Belay coordina numerosos centros de acogida a drogodependientes en Argentina

La fe y la adoración, «motores» de la lucha de un sacerdote contra el «infierno» del narcotráfico

Asamblea por la Vida responde a la norma del Congreso que multa rezar ante centros de abortos

Las asociaciones cristianas y provida en el Senado avisan: no callarán y seguirán yendo a abortorios

Vídeos

  Un atentado a la libertad religiosa

  El valor insustituible de la familia

  La triple ayuda de los rescatadores

  Argumentos para debatir sobre la fe

  «Petra de San José»: el viernes, estreno

Otras noticias

  Vídeos del Papa, el Gran Imán de Al-Azhar y otro común para celebrar el Día de la Fraternidad Humana

  Desde este lunes día 7 puedes seguir online el Congreso Bioética al Servicio de la Vida del CEU

  Kino Border: una red entrega mochilas de ayuda con la Virgen de Guadalupe en la frontera de México

  ¿Y la confidencialidad de los objetores a la eutanasia? «Una chapuza», denuncia un sindicato

  El obispo Vadell, en el hospital con una evolución «muy grave, debilitándose gradualmente su salud»

Opinión

  Gracias, ya me he comprado un Buda en Natura , por Álex Navajas

Blogs

  ¡Cuidado con estas peligrosas series para adolescentes! , por Convertidos Católicos

  Hoy el reto del amor es dejarte llevar por el Espíritu del Señor. , por El Reto Del Amor

  Encandilando. Comentario para Matrimonios: Marcos 6, 14-29 , por ProyectoAmorConyugal.es



SANTORAL DE HOY



Elogio: Memoria de los santos Pablo Miki y compañeros, mártires en Nagasaki, ciudad de Japón. Allí, declarada una persecución contra los cristianos, fueron apresados, duramente maltratados y, finalmente, condenados a muerte ocho presbíteros o religiosos de la Orden de la Compañía de Jesús y de la Orden de los Hermanos Menores, procedentes de Europa o nacidos en Japón, junto con diecisiete laicos. Todos ellos, incluso los adolescentes, por ser cristianos fueron clavados cruelmente en cruces, mas manifestaron su alegría al haber merecido morir como murió Cristo. Sus nombres son: Juan de Goto Soan, Jacobo Kisai, religiosos de la Orden de la Compañía de Jesús; Pedro Bautista Blásquez, Martín de la Ascensión Aguirre, Francisco Blanco, presbíteros de la Orden de Hermanos Menores; Felipe de Jesús de Las Casas, Gonzalo García, Francisco de San Miguel de la Parilla, religiosos de la misma Orden; León Karasuma, Pedro Sukeiro, Cosme Takeya, Pablo Ibaraki, Tomás Dangi, Pablo Suzuki, catequistas; Luis Ibaraki, Antonio, Miguel Kozaki y su hijo Tomás, Buenaventura, Gabriel, Juan Kinuya, Matías, Francisco de Meako, Ioaquim Sakakibara y Francisco Adaucto, neófitos. El día de su martirio fue ayer.

   San Antoliano, mártir   

En Auvernia, de Aquitania, san Antoliano, mártir.

   Santos Silvano de Emesa, Lucas y Mocio, mártires   

En Emesa, en Siria, san Silvano, obispo, que presidió aquella Iglesia durante cuarenta años, y en tiempo del emperador Maximiano obtuvo la palma del martirio al ser arrojado a las fieras, juntamente con el diácono Lucas y el lector Mocio.

   Santos Dorotea y Teófilo, mártires   

En Cesarea de Capadocia, santos mártires Dorotea, virgen, y Teófilo, estudiante.

   San Melis de Ardagh, obispo   

En Ardagh, en Irlanda, san Melis, obispo.

   San Vedasto de Arras, obispo   

En Arras, en la Galia Bélgica, san Vedasto, obispo, que fue enviado por san Remigio, obispo de Reims, a esta ciudad devastada, y allí catequizó al rey Clodoveo, gobernó aquella Iglesia durante cuarenta años y llevó a cabo una importante labor evangelizadora entre los paganos de la región.

   San Amando de Maastricht, obispo   

En Elnon, también en la Galia Bélgica, sepultura de san Amando, obispo de Maastricht, que predicó la palabra de Dios por diversas regiones y llegó incluso al territorio de los eslavos. Finalmente, habiendo construido un monasterio, terminó allí su vida.

   Santa Renula, abadesa   

En Tongres, en la región de Brabante, en Austrasia, santa Renula o Reinildis, abadesa del monasterio de Eiken.

   San Guarino de Palestrina, obispo   

En Palestrina, en el Lacio, san Guarino, obispo, notable por su vida austerísima y su amor a los pobres.

   San Brinolfo Algotsson, obispo   

En Skara, en Suecia, san Brinolfo Algotsson, obispo, célebre por su actividad eclesiástica y su ciencia.

   Beato Ángel de Furcio, religioso presbítero   

En Nápoles, en la Campania, beato Ángel de Furcio, presbítero de la Orden de San Agustín, insigne en su celo por el reino de Dios.

   San Alfonso María Fusco, presbítero y fundador

En Angri, cerca de Salerno, también en Campania, san Alfonso María Fusco, presbítero, que incansablemente ejerció su ministerio entre los agricultores, se preocupó sobre todo por la formación de los jóvenes pobres y huérfanos, y fundó la congregación de Hermanas de San Juan Bautista.

   Beata María Teresa Bonzel, virgen y fundadora   

En Olpe, Alemania, beata María Teresa (Regina Christine Wilhelmine) Bonzel, virgen, fundadora de las Hermanas Pobres Franciscanas de la Adoración Perpetua de Olpe.

   San Francisco Spinelli, presbítero y fundador   

En Rivolta d'Adda, en el territorio de Cremona, en Italia, san Francisco Spinelli, presbítero, el cual, a pesar de persistentes vejaciones y dificultades, soportadas siempre con paciencia, fundó y dirigió una congregación de Hermanas dedicadas a la adoración del Santísimo Sacramento.

   San Mateo Correa Magallanes, presbítero y mártir   

En Durango, ciudad de México, san Mateo Correa Magallanes, presbítero y mártir, que en medio de la persecución desatada contra la Iglesia se negó a revelar el secreto de confesión y recibió por ello la corona del martirio.


LITURGIA DE HOY

Misa del Domingo (verde).

MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.
LECC.: vol. I (C).

- Is 6, 1-2a. 3-8. Aquí estoy, mándame.
- Sal 137. R. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
- 1 Cor 15, 1-11. Predicamos así, y así lo creísteis vosotros.
- Lc 5, 1-11. Dejándolo todo, lo siguieron.

La disponibilidad para hacer en nuestra vida la voluntad de Dios es un tema fundamental en las lecturas de hoy. Un tema muy actual de cara a la escasez de vocaciones sacerdotales y consagradas, la cual, también, por supuesto afecta al apostolado seglar. Así, la 1 lect. nos muestra la respuesta de Isaías ante la llamada que Dios le hace para que vaya a predicar: «Aquí estoy, mándame». Y el Ev., igualmente, nos presenta la disponibilidad de los primeros discípulos que dejaron todo lo que era su seguridad (las barcas, las redes llenas de peces) y siguieron a Jesús. En ambos casos –Isaías y los pescadores– hay un reconocimiento previo del propio pecado. Es Dios quien elige y llama.

Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.

Martirologio: elogs. del 7 de febrero, pág. 151.
CALENDARIOS: Mondoñedo-Ferrol: Aniversario de la muerte de Mons. José Gea Escolano, obispo, emérito (2017).


Antífona de entrada Sal 94, 6-7

Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios.


Monición de entrada (Año C)

La eucaristía dominical es el momento en el que, como bautizados, hacemos visible nuestra fe. Dispersos durante la semana, nos juntamos hoy para formar un solo cuerpo, el de los que siguen al Señor. Dejamos todo para escuchar las Escrituras que hemos recibido, comer su pan y beber su vino. Y así somos enviados de nuevo, pero ya transformados, a las tareas de la vida.


Acto penitencial

Todo como en el Ordinario de la Misa. Para la tercera fórmula pueden usarse las siguientes invocaciones:

- Tú solo eres santo, y nosotros pecadores: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Tú eres el Hijo de Dios; muéstranos al Padre: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Tú eres nuestro Señor; nos adherimos a ti: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

En lugar del acto penitencial, se puede celebrar el rito de la bendición y de la aspersión del agua bendita.

Se dice Gloria.

 

Oración colecta

Protege, Señor, con amor continuo a tu familia,
para que, al apoyarse en la sola esperanza de tu gracia del cielo,
se sienta siempre fortalecida con tu protección.
Por nuestro Señor Jesucristo.


LECTURAS DE LA MISA

Audio y comentario del Evangelio de hoy


PRIMERA LECTURA 
Aquí estoy, mándame

Lectura del libro de Isaías (Is 6, 1-2a. 3-8)

EL AÑO DE LA MUERTE del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo.

Junto a él estaban los serafines, y se gritaban uno a otro diciendo:

«¡Santo, santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra de su gloria!».

Temblaban las jambas y los umbrales al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.

Yo dije:

«Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de gente de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Señor del universo».

Uno de los seres de fuego voló hacia mí con un ascua en la mano, que había tomado de! altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo:

«Al tocar esto tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado».

Entonces escuché la voz del Señor, que decía:

«A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?».

Contesté:

«Aquí estoy, mándame».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL (Sal 137, 1bcd-2a. 2bcd-3. 4-5. 7c-8 [R.: 1d])

R. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.

V. Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré hacia tu santuario.

R. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.

V. Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma.

R. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.

V. Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande. 

R. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.

V. Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. 

R. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.


SEGUNDA LECTURA (forma larga)
Predicamos así, y así lo creísteis vosotros

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1 Cor 15, 1-11)

Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados, y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano.

Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí.

Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios.

Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto yo como ellos predicamos así, y así lo creísteis vosotros.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

 

SEGUNDA LECTURA (forma breve)
Predicamos así y así lo creísteis vosotros

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1 Cor 15, 3-8. 11)

HERMANOS:

Yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí:
que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí. Pues bien; tanto yo como ellos predicamos así, y así lo creísteis vosotros.

 
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
 

Aleluya Mt 4, 19
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Venid en pos de mí –dice el Señor–, y os haré pescadores de hombres. R.


EVANGELIO
Dejándolo todo, lo siguieron

╬ Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 5, 1-11)
R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.

Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. 
Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca». Respondió Simón y dijo:

«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».

Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:

«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».

Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Y Jesús dijo a Simón:

«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».

Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.


Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco
ÁNGELUS. Plaza de San Pedro. Domingo, 10 de febrero de 2019

Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!

El Evangelio de hoy (cf. Lc 5, 1-11) narra, en el relato de Lucas, la llamada de San Pedro. Su nombre, lo sabemos, era Simón y era pescador. Jesús, en la orilla del lago de Galilea, lo ve mientras está arreglando las redes, junto con otros pescadores. Lo encuentra fatigado y decepcionado, porque esa noche no habían pescado nada. Y Jesús lo sorprende con un gesto inesperado: se sube a su barca y le pide que se aleje un poco de tierra porque quiere hablar a la gente desde allí, había mucha gente. Entonces Jesús se sienta en la barca de Simón y enseña a la multitud reunida a lo largo de la orilla. Pero sus palabras también reabren a la confianza el corazón de Simón. Entonces Jesús, con otro “gesto” sorprendente, le dice: «Boga mar adentro y echad vuestras redes para pescar» (v. 4).

Simón responde con una objeción: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada ...». Y, como experto pescador, podría haber agregado: “Si no hemos pescado por la noche, mucho menos vamos a pescar de día”. En cambio, inspirado por la presencia de Jesús e iluminado por su Palabra, dice: «...pero, en tu palabra, echaré las redes» (v. 5). Es la respuesta de la fe, que nosotros también estamos llamados a dar; es la actitud de disponibilidad que el Señor pide a todos sus discípulos, sobre todo a aquellos que tienen tareas de responsabilidad en la Iglesia. Y la obediencia confiada de Pedro genera un resultado prodigioso: «Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces» (v. 6).

Es una pesca milagrosa, un signo del poder de la palabra de Jesús: cuando nos ponemos con generosidad a su servicio, Él obra grandes cosas en nosotros. Así actúa con cada uno de nosotros: nos pide que lo acojamos en la barca de nuestra vida, para recomenzar con él a surcar un nuevo mar, que se revela cuajado de sorpresas. Su invitación a salir al mar abierto de la humanidad de nuestro tiempo, a ser testigos de la bondad y la misericordia, da un nuevo significado a nuestra existencia, que a menudo corre el riesgo de replegarse sobre sí misma. A veces, podemos sentirnos sorprendidos y titubeantes ante la llamada del Maestro Divino, y tentados a rechazarlo porque no nos sentimos a la altura. Incluso Pedro, después de aquella pesca increíble, le dijo a Jesús: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador» (v. 8). Esta humilde oración es hermosa: “Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador”. Pero lo dijo de rodillas ante Aquel que ahora reconoce como “Señor”. Y Jesús lo alienta diciendo: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres» (v. 10), porque Dios, si confiamos en Él, nos libra de nuestro pecado y nos abre un nuevo horizonte: colaborar en su misión.

El mayor milagro realizado por Jesús para Simón y los demás pescadores decepcionados y cansados, no es tanto la red llena de peces, como haberlos ayudado a no caer víctimas de la decepción y el desaliento ante las derrotas. Les abrió el horizonte de convertirse en anunciadores y testigos de su palabra y del reino de Dios. Y la respuesta de los discípulos fue rápida y total: «Llevaron a tierra las barcas y dejando todo lo siguieron» (v. 11). ¡Qué la Santísima Virgen, modelo de pronta adhesión a la voluntad de Dios, nos ayude a sentir la fascinación de la llamada del Señor y nos haga disponibles a colaborar con él para difundir su palabra de salvación en todas partes!

 

Papa Benedicto XVI
ÁNGELUS, Domingo 10 de febrero de 2013

Queridos hermanos y hermanas:

En la liturgia de hoy, el Evangelio según san Lucas presenta el relato de la llamada de los primeros discípulos, con una versión original respecto a los otros dos sinópticos: Mateo y Marcos (cf. Mt 4, 18-22; Mc 1, 16-20). La llamada, en efecto, está precedida por la enseñanza de Jesús a la multitud y por una pesca milagrosa, realizada por voluntad del Señor (Lc 5, 1-6). De hecho, mientras la muchedumbre se agolpa en la orilla del lago de Genesaret para escuchar a Jesús, Él ve a Simón desanimado por no haber pescado nada durante toda la noche. En primer lugar le pregunta si puede subir a la barca para predicar a la gente, ya que estaba a poca distancia de la orilla. Después, terminada la predicación, le pide que se dirija mar adentro con sus compañeros y que eche las redes (cf. v. 5). Simón obedece, y pescan una cantidad increíble de peces. De este modo, el evangelista hace ver que los primeros discípulos siguieron a Jesús confiando en Él, apoyándose en su Palabra, acompañada también por signos prodigiosos. Observamos que, antes de este signo, Simón se dirige a Jesús llamándole "Maestro" (v. 5), y después le llama "Señor" (v. 7). Es la pedagogía de la llamada de Dios, que no mira tanto la calidad de los elegidos, sino su fe, como la de Simón que dice: "Por tu palabra, echaré las redes" (v. 5).

La imagen de la pesca remite a la misión de la Iglesia. Comenta al respecto san Agustín: "Dos veces los discípulos se pusieron a pescar por orden del Señor: una vez antes de la pasión y otra después de la resurrección. En las dos pescas está representada toda la Iglesia: la Iglesia como es ahora y como será después de la resurrección de los muertos. Ahora acoge a una multitud imposible de enumerar, que comprende a los buenos y a los malos; después de la resurrección comprenderá sólo a los buenos" (Discurso 248, 1). La experiencia de Pedro, ciertamente singular, también es representativa de la llamada de todo apóstol del Evangelio, que jamás debe desanimarse al anunciar a Cristo a todos los hombres, hasta los confines del mundo. Sin embargo, el texto de hoy hace reflexionar sobre la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada. La vocación es obra de Dios. El hombre no es autor de su propia vocación, sino que da respuesta a la propuesta divina; y la debilidad humana no debe causar miedo si Dios llama. Es necesario tener confianza en su fuerza que actúa precisamente en nuestra pobreza; es necesario confiar cada vez más en el poder de su misericordia, que transforma y renueva.

Queridos hermanos y hermanas, que esta Palabra de Dios reavive también en nosotros y en nuestras comunidades cristianas la valentía, la confianza y el impulso para anunciar y testimoniar el Evangelio. Que los fracasos y las dificultades no induzcan al desánimo: a nosotros nos corresponde echar las redes con fe, el Señor hace el resto. Confiamos también en la intercesión de la Virgen María, Reina de los Apóstoles. Ella, bien consciente de su pequeñez, respondió a la llamada del Señor con total entrega: "Heme aquí". Con su ayuda materna, renovemos nuestra disponibilidad a seguir a Jesús, Maestro y Señor.


San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios 21-22

En la barca de Cristo
21 Como a Nuestro Señor, a mí también me gusta mucho charlar de barcas y redes, para que todos saquemos de esas escenas evangélicas propósitos firmes y determinados. Nos cuenta San Lucas que unos pescadores lavaban y remendaban sus redes a orillas del lago de Genesaret. Jesús se acerca a aquellas naves atracadas en la ribera y se sube a una, a la de Simón. ¡Con qué naturalidad se mete el Maestro en la barca de cada uno de nosotros!: para complicarnos la vida, como se repite en tono de queja por ahí. Con vosotros y conmigo se ha cruzado el Señor en nuestro camino, para complicarnos la existencia delicadamente, amorosamente.

Después de predicar desde la barca de Pedro, se dirige a los pescadores: duc in altum, et laxate retia vestra in capturam! (Lc 5, 4), ¡Bogad mar adentro, y echad vuestras redes! Fiados en la palabra de Cristo, obedecen, y obtienen aquella pesca prodigiosa. Y mirando a Pedro que, como Santiago y Juan, no salía de su asombro, el Señor le explica: no tienes que temer, de hoy en adelante serán hombres los que has de pescar. Y ellos, sacando las barcas a tierra, dejadas todas las cosas, le siguieron (Lc 5, 10-11).

Tu barca -tus talentos, tus aspiraciones, tus logros- no vale para nada, a no ser que la dejes a disposición de Jesucristo, que permitas que El pueda entrar ahí con libertad, que no la conviertas en un ídolo. Tú solo, con tu barca, si prescindes del Maestro, sobrenaturalmente hablando, marchas derecho al naufragio. Únicamente si admites, si buscas, la presencia y el gobierno del Señor, estarás a salvo de las tempestades y de los reveses de la vida. Pon todo en las manos de Dios: que tus pensamientos, las buenas aventuras de tu imaginación, tus ambiciones humanas nobles, tus amores limpios, pasen por el corazón de Cristo. De otro modo, tarde o temprano, se irán a pique con tu egoísmo.

22 Si consientes en que Dios señoree sobre tu nave, que El sea el amo, ¡qué seguridad!..., también cuando parece que se ausenta, que se queda adormecido, que se despreocupa, y se levanta la tormenta en medio de las tinieblas más oscuras. Relata San Marcos que en esas circunstancias se encontraban los Apóstoles; y Jesús, al verles remar con gran fatiga -por cuanto el viento les era contrario-, a eso de la cuarta hora nocturna, vino hacia ellos caminando sobre el mar... Cobrad ánimo, soy yo, no tenéis nada que temer. Y se metió con ellos en la barca, y cesó el viento (Mc 6, 48, 50-51).

Hijos míos, ¡ocurren tantas cosas en la tierra...! Os podría contar de penas, de sufrimientos, de malos tratos, de martirios -no le quito ni una letra-, del heroísmo de muchas almas. Ante nuestros ojos, en nuestra inteligencia brota a veces la impresión de que Jesús duerme, de que no nos oye; pero San Lucas narra cómo se comporta el Señor con los suyos: mientras ellos -los discípulos- iban navegando, se durmió Jesús, al tiempo que un viento recio alborotó las olas, de manera que, llenándose de agua la barca, corrían riesgo. Con esto, se acercaron a El, y le despertaron, gritando: ¡Maestro, que perecemos! Puesto Jesús en pie, mandó al viento y a la tormenta que se calmasen, e inmediatamente cesaron, y siguió una gran bonanza. Entonces les preguntó: ¿dónde está vuestra fe? (Lc 8, 23-25).

Si nos damos, Él se nos da. Hay que confiar plenamente en el Maestro, hay que abandonarse en sus manos sin cicaterías; manifestarle, con nuestras obras, que la barca es suya; que queremos que disponga a su antojo de todo lo que nos pertenece.

Termino, acudiendo a la intercesión de Santa María, con estos propósitos: a vivir de fe; a perseverar con esperanza; a permanecer pegados a Jesucristo; a amarle de verdad, de verdad, de verdad; a recorrer y saborear nuestra aventura de Amor, que enamorados de Dios estamos; a dejar que Cristo entre en nuestra pobre barca, y tome posesión de nuestra alma como Dueño y Señor; a manifestarle con sinceridad que nos esforzaremos en mantenernos siempre en su presencia, día y noche, porque El nos ha llamado a la fe: ecce ego quia vocasti me! (1R 3, 9), y venimos a su redil, atraídos por sus voces y silbidos de Buen Pastor, con la certeza de que sólo a su sombra encontraremos la verdadera felicidad temporal y eterna.

San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios 259-261

Faenas de pesca

259 He aquí, promete el Señor, que yo enviaré muchos pescadores y pescaré esos peces (Jr 16, 16). Así nos concreta la gran labor: pescar. Se habla o se escribe a veces sobre el mundo, comparándolo a un mar. Y hay verdad en esa comparación. En la vida humana, como en el mar, existen periodos de calma y de borrasca, de tranquilidad y de vientos fuertes. Con frecuencia, las criaturas están nadando en aguas amargas, en medio de olas grandes; caminan entre tormentas, en una triste carrera, aun cuando parece que tienen alegría, aun cuando producen mucho ruido: son carcajadas que quieren encubrir su desaliento, su disgusto, su vida sin caridad y sin comprensión. Se devoran unos a otros, los hombres como los peces.

Es tarea de los hijos de Dios lograr que todos los hombres entren -en libertad- dentro de la red divina, para que se amen. Si somos cristianos, hemos de convertirnos en esos pescadores que describe el profeta Jeremías, con una metáfora que empleó también repetidamente Jesucristo: seguidme, y yo haré que vengáis a ser pescadores de hombres (Mt 4, 19), dice a Pedro y a Andrés.

260 Vamos a acompañar a Cristo en esta pesca divina. Jesús está junto al lago de Genesaret y las gentes se agolpan a su alrededor, ansiosas de escuchar la palabra de Dios (Lc 5, 1). ¡Como hoy! ¿No lo veis? Están deseando oír el mensaje de Dios, aunque externamente lo disimulen. Quizá algunos han olvidado la doctrina de Cristo; otros -sin culpa de su parte- no la aprendieron nunca, y piensan en la religión como en algo extraño. Pero, convenceos de una realidad siempre actual: llega siempre un momento en el que el alma no puede más, no le bastan las explicaciones habituales, no le satisfacen las mentiras de los falsos profetas. Y, aunque no lo admitan entonces, esas personas sienten hambre de saciar su inquietud con la enseñanza del Señor.

Dejemos que narre San Lucas: en esto vio dos barcas a la orilla del lago, cuyos pescadores habían bajado, y estaban lavando las redes. Subiendo, pues, en una, que era de Simón, pidióle que la desviase un poco de tierra. Y sentándose dentro, predicaba desde la barca al numeroso concurso (Lc 5, 2-3). Cuando acabó su catequesis, ordenó a Simón: guía mar adentro, y echad vuestras redes para pescar (Lc 5, 4). Es Cristo el amo de la barca; es El el que prepara la faena: para eso ha venido al mundo, para ocuparse de que sus hermanos encuentren el camino de la gloria y del amor al Padre. El apostolado cristiano no lo hemos inventado nosotros. Los hombres, si acaso, lo obstaculizamos: con nuestra torpeza, con nuestra falta de fe.

261 Replicóle Simón: Maestro, durante toda la noche hemos estado fatigándonos, y nada hemos cogido (Lc 5, 5). La contestación parece razonable. Pescaban, ordinariamente, en esas horas; y, precisamente en aquella ocasión, la noche había sido infructuosa. ¿Cómo pescar de día? Pero Pedro tiene fe: no obstante, sobre tu palabra echaré la red (Lc 5, 5). Decide proceder como Cristo le ha sugerido; se compromete a trabajar fiado en la Palabra del Señor. ¿Qué sucede entonces? Habiéndolo hecho, recogieron tan gran cantidad de peces, que la red se rompía. Por lo que hicieron señas a los compañeros de la otra barca, para que viniesen y les ayudasen. Se acercaron inmediatamente y llenaron tanto las dos barcas, que faltó poco para que se hundiesen (Lc 5, 6-7).

Jesús, al salir a la mar con sus discípulos, no miraba sólo a esta pesca. Por eso, cuando Pedro se arroja a sus pies y confiesa con humildad: apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador, Nuestro Señor responde: no temas, de hoy en adelante serán hombres los que has de pescar (Lc 5, 8, 10). Y en esa nueva pesca, tampoco fallará toda la eficacia divina: instrumentos de grandes prodigios son los apóstoles, a pesar de sus personales miserias.

Se dice Credo.


Oración de los fieles

Oremos al Padre celestial, que en Jesucristo, su Hijo, se nos revela cercano a nosotros, lleno de misericordia.

- Por la Iglesia. para que no falten las vocaciones sacerdotales y de consagración a Cristo. Roguemos al Señor.

- Por los que se dedican a la política, para que la entiendan ante todo como un servicio desinteresado a la sociedad. Roguemos al Señor.

- Por los que admiran a Jesús de Nazaret y no reconocen en él al Dios santo y misericordioso, para que por la fe lo descubran como el que trasciende a todos y está cercano a nosotros. Roguemos al Señor.

- Por nosotros, que queremos vivir la experiencia religiosa y la disponibilidad de Pedro y de Isaías, para que el Señor nos conceda la fe que necesitamos Roguemos al Señor.

Dios todopoderoso,
extiende sobre nosotros el poder de tu brazo para salvarnos;
completa tus favores con nosotros.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
 

Oración sobre las ofrendas

Señor y Dios nuestro, que has creado estos dones
como remedio eficaz de nuestra debilidad,
concédenos que sean también para nosotros
sacramento de vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Antífona de comunión Sal 106, 8-9

Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. Calmó el ansia de los sedientos y a los hambrientos los colmó de bienes.

O bien: Mt 5, 5-6

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.


Oración después de la comunión

Oh, Dios, que has querido hacernos partícipes
de un mismo pan y de un mismo cáliz,
concédenos vivir de tal modo que, unidos en Cristo,
fructifiquemos con gozo para la salvación del mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario