
JUEVES DE LA X SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO,
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE, Fiesta
Oficio de la Fiesta de Jesucristo Sumo y eterno Sacerdote del Salterio
PROGRAMA PARROQUIAL:
JUEVES, 09 DE JUNIO
- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- Horario de despacho: de lunes a viernes, de 10.30 h. a 13.30 h y de 18.00 h. a 21.00 h.
- Exposición del Santísimo, Rezo de Vísperas (a las 18.00 h.)
Para ver la transmisión en directo, pincha aquí
- Rezo del Santo Rosario (a las 20.00 h.) y Eucaristía de Jesucristo, Sumo y eterno Sacerdote: Jueves después de Pentecostés (a las 20.30 h.)
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
SANTORAL DE HOY
Elogio: San Efrén, diácono y doctor de la Iglesia, que primero ejerció en Nísibe, su patria, el ministerio de la predicación y la enseñanza de la doctrina, y más tarde, al invadir Nísibe los persas, se trasladó a Edesa, en Osroene, donde inició una escuela teológica con los discípulos que le habían seguido, en la que ejerció su ministerio con la palabra y los escritos. Fue célebre por su austeridad de vida y la riqueza de su doctrina, y por los exquisitos himnos que también compuso mereció ser llamado «cítara del Espíritu Santo».
Refieren a este santo: San Jacobo de Nísibe, San Romano «Mélodos»
Oración
Señor, infunde en nuestros corazones el Espíritu Santo que con su inspiración impulsaba a tu diácono san Efrén a cantar con alegría tus misterios y a consagrar su vida a tu servicio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Otros santos de este día:
Santos Primo y Feliciano, mártires
En la Vía Nomentana, en el lugar llamado «ad Arcas», a quince miliarios de la ciudad de Roma, santos Primo y Feliciano, mártires.
San Diomedes, mártir
En Nicea, ciudad de Bitinia, san Diomedes, mártir.
San Vicente de Agen, mártir
En Vernemet, en la región de Agen, en Aquitania, san Vicente, mártir, que, según cuenta la tradición, consumó su propio martirio por Cristo durante la celebración de una fiesta pagana en honor del sol.
San Maximiano de Siracusa, obispo
En Siracusa, de Sicilia, san Maximiano, obispo, a quien menciona con frecuencia el papa san Gregorio Magno.
San Columba de Iona, abad
En la isla de Iona, en Escocia, san Columba o Colum Cille, presbítero y abad, que, natural de Hibernia, e instruido en los preceptos monásticos, en su patria y finalmente en Iona fundó monasterios célebres por la observancia y por el cultivo de las letras, y ya anciano, esperando el supremo día, al pie del altar reposó en el Señor.
San Ricardo de Andria, obispo
En Andria, de la Apulia, san Ricardo, obispo, el cual, inglés de nacimiento y célebre por sus méritos, acogió con devoción las reliquias de los santos Erasmo y Ponciano.
Beato Roberto Salt, monje mártir
En Londres, en Inglaterra, beato Roberto Salt, mártir, monje de la Cartuja de esta ciudad, que en tiempo del rey Enrique VIII, por razón de su fidelidad a la Iglesia católica, fue encerrado en la cárcel de Newport, donde murió de hambre.
San José de Anchieta, religioso presbítero
En Reritiba, en Brasil, san José de Anchieta, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, el cual, nacido en las Islas Canarias, pasó casi toda su vida en las misiones de Brasil, donde trabajó denodadamente y con gran celo.
Beato José Imbert, presbítero y mártir
En el mar, frente al puerto de Rochefort, en Francia, beato José Imbert, presbítero y mártir, de la Orden de la Compañía de Jesús, a quien, en los tiempos difíciles de la Revolución Francesa, el papa Pío VI nombró vicario apostólico de Moulins. Fue encarcelado, por quienes odiaban a la Iglesia, en una nave prisión, donde murió a consecuencia de una fatal enfermedad que allí contrajo.
Beata Ana María Taigi, laica
En Roma, beata Ana María Taigi, madre de familia, que, víctima de la violencia de su marido, cuidó de él y de sus siete hijos, educándolos convenientemente, y se distinguió, además, por su atención a las necesidades espirituales y materiales de los pobres y de los enfermos.
Beato Luis Boccardo, presbítero y fundador
En el Piamonte, beato Luis Boccardo, presbítero y fundador.
LITURGIA DE HOY
Misa de la fiesta (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl.,
Pf. I de ordenaciones. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. IV (lecturas
para el presente año C).
-
Is 6, 1-4. 8. Santo,
santo, santo es el Señor del universo.
o
bien: Heb
2, 10-18. El
santificador y los santificados proceden todos del mismo.
-
Sal 22. R. El
Señor es mi pastor, nada me falta.
-
Jn 17, 1-2. 9. 14-26. Por
ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en
la verdad.
* Hoy no se permiten las misas de difuntos, excepto la exequial.
Liturgia de las Horas: oficio
de la fiesta. Te Deum.
Martirologio: elogs.
del 10 de junio, pág. 357.
CALENDARIOS:
Auxiliares parroquiales de Cristo Sacerdote, Hermanas Oblatas de Cristo
Sacerdote y Misioneras de Cristo Sacerdote: Nuestro Señor Jesucristo, sumo y
eterno Sacerdote (S).
Jueves después de Pentecostés
JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE.
Fiesta
Antífona de Entrada Hb 7, 24
Cristo, mediador de una nueva
alianza, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa.
Monición de entrada
Celebramos la fiesta de nuestro Señor Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote.
Él, como Sacerdote, es el mediador entre Dios y los hombres esta mediación, por
su condición de Dios y hombre, la ha ejercido de una manera plena y perfecta,
sobre todo en su muerte y resurrección. La Iglesia actualiza, a través de los
tiempos, este único e irrepetible sacerdocio de Cristo en la celebración de los
divinos misterios de la eucaristía
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oh, Dios, que para gloria tuya
y
salvación del género humano
constituiste a tu Hijo único sumo y eterno
Sacerdote,
concede, por la acción del Espíritu Santo,
a quienes él eligió para
ministros y dispensadoresde sus misterios
la gracia de ser fieles en el
cumplimiento del ministerio recibido.
Por nuestro Señor Jesucristo.
LECTURAS DE LA MISA
Audio y comentario del Evangelio de hoy
PRIMERA LECTURA (opción 1)
Santo,
santo, santo es el Señor del universo
Lectura
del libro de Isaías (Is 6, 1-4. 8)
EN
EL AÑO de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y
excelso: la orla de su manto llenaba el templo.
Junto
a él estaban los serafines, cada uno con seis alas: con dos alas se cubrían el
rostro, con dos el cuerpo, con dos volaban, y se gritaban uno a otro diciendo:
«Santo,
santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra de su gloria!».
Temblaban
las jambas y los umbrales al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de
humo.
Entonces
escuché la voz del Señor, que decía:
«¿A
quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?».
Contesté:
«Aquí estoy, mándame».
Palabra
de Dios.
R. Te
alabamos, Señor.
PRIMERA LECTURA (opción 2)
El
santificador y los santificados proceden todos del mismo
Lectura
de la carta a los Hebreos (Heb 2, 10-18)
Hermanos:
Convenía
que Dios, para quien y por quien existe todo, llevara muchos hijos a la gloria
perfeccionando mediante el sufrimiento al jefe que iba a guiarlos a la
salvación.
El
santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se
avergüenza de llamarlos hermanos, pues dice:
«Anunciaré
tu nombre a mis hermanos,
en
medio de la asamblea te alabaré».
Y
también:
«En
él pondré yo mi confianza».
Y
de nuevo:
«Aquí
estoy yo con los hijos que Dios me dio».
Por
tanto, lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así
también participó Jesús de nuestra carne y sangre, para aniquilar mediante la
muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a cuantos, por
miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos.
Notad
que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que
parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel
en lo que a Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo. Pues, por el
hecho de haber padecido sufriendo la tentación, puede auxiliar a los que son
tentados.
Palabra
de Dios.
R. Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 22, 2-3.5.6 [R.: 1b])
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
V. En
verdes praderas me hace recostar;
me
conduce hacia fuentes tranquilas
y
repara mis fuerzas;
me
guía por el sendero justo,
por
el honor de su nombre.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
V. Preparas
una mesa ante mí,
enfrente
de mis enemigos;
me
unges la cabeza con perfume,
y
mi copa rebosa.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
V. Tu
bondad y tu misericordia
me
acompañan todos los días de mi vida,
y
habitaré en la casa del Señor
por
años sin término.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
Aleluya Ez 36, 25a. 26a
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os
purificará;
y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo. R.
EVANGELIO
Por ellos
yo me santifico a mí mismo,
para que también ellos sean santificados en la
verdad
╬ Lectura
del santo Evangelio según san Juan ((Jn 17, 1-2. 9. 14-26))
R. Gloria
a ti, Señor.
EN
AQUEL TIEMPO, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo:
«Padre,
ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y,
por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los
que le has dado.
Te
ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque
son tuyos.
Yo
les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como
tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los
guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos
en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los
envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que
también ellos sean santificados en la verdad. No solo por ellos ruego, sino
también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean
uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros,
para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú
me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí,
para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has
enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, este es mi
deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi
gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han
conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu
nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».
Palabra
del Señor.
R. Gloria
a ti, Señor Jesús.
San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios 9.
Al meditar aquellas palabras de Nuestro Señor: Yo, por amor de ellos me
santifico a Mí mismo, para que ellos sean santificados en la verdad (Jn 17,
19), percibimos con claridad nuestro único fin: la santificación, o bien, que
hemos de ser santos para santificar. A la vez, como una sutil tentación, quizá
nos asalte el pensamiento de que muy pocos estamos decididos a responder a esa
invitación divina, aparte de que nos vemos como instrumentos de muy escasa
categoría. Es verdad, somos pocos, en comparación con el resto de la humanidad,
y personalmente no valemos nada; pero la afirmación del Maestro resuena con
autoridad: el cristiano es luz, sal, fermento del mundo, y un poco de levadura
hace fermentar la masa entera (Ga 5, 9). Por esto precisamente, he predicado
siempre que nos interesan todas las almas -de cien, las cien-, sin
discriminaciones de ningún género, con la certeza de que Jesucristo nos ha
redimido a todos, y quiere emplearnos a unos pocos, a pesar de nuestra nulidad
personal, para que demos a conocer esta salvación.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«En verdad, lo más justo y adecuado es que la criatura imite a su Creador, que ha establecido la reparación y santificación de los creyentes en el perdón de los pecados, haciendo así que de reos nos convirtiéramos en inocentes y que la abolición del pecado en nosotros fuera el origen de las virtudes» (San León Magno).
«Debemos aprender la capacidad de hacer penitencia, de dejarnos transformar; de salir al encuentro del otro y de pedir a Dios que nos dé el valor y la fuerza para esa renovación. En nuestro mundo actual debemos redescubrir el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación» (Benedicto XVI).
«Jesús recogió [retomó] los diez mandamientos, pero manifestó la fuerza del Espíritu operante ya en su letra. Predicó la ‘justicia que sobrepasa la de los escribas y fariseos’ (Mt 5,20), así como la de los paganos. Desarrolló todas las exigencias de los mandamientos (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.054).