PROGRAMA PARROQUIAL:DOMINGO, 10 DE JULIO- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- Eucaristía del Domingo de la XV Semana del Tiempo Ordinario, en la Parroquia (a las 11.00 h.).
- Rezo del Santo Rosario (20.00 h.) y Eucaristía del Domingo de la XIV Semana del Tiempo Ordinario, en la Parroquia (a las 20.30 h.).
- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- Eucaristía del Domingo de la XV Semana del Tiempo Ordinario, en la Parroquia (a las 11.00 h.).
- Rezo del Santo Rosario (20.00 h.) y Eucaristía del Domingo de la XIV Semana del Tiempo Ordinario, en la Parroquia (a las 20.30 h.).
NOTICIAS DE ACTUALIDAD

Otros santos de este día:
Santos Félix, Felipe, Vital, Marcial, Alejandro, Silano y Jenaro, mártires
En Roma, santos mártires Félix y Felipe, que están enterrados en el cementerio de Priscila; Vital, Marcial y Alejandro, en el de los Jordanos; Silano, en el de Máximo; y Jenaro, en el de Pretextato, cuya memoria recuerda y conmemora hoy conjuntamente la Iglesia Romana con alegría, sintiéndose honrada con sus triunfos y protegida por la intercesión de tantos y tan ejemplares santos.
Santas Rufina y Segunda, mártires
En la vía Cornelia, a nueve miliarios de la ciudad de Roma, santas Rufina y Segunda, mártires.
Santas Anatolia y Victoria, mártires
En Sabina, santas Anatolia y Victoria, mártires.
Santos Jenaro y Marino, mártires
En África Proconsular, santos Jenaro y Marino, mártires.
San Apolonio de Sardes, mártir
En Iconio, de Licaonia, san Apolonio de Sardes, mártir, de quien se dice que sufrió el martirio de la crucifixión.
Santos Leoncio, Mauricio, Daniel, Antonio, Aniceto, Sisinio y otros, mártires
En Nicópolis, de Armenia, santos mártires Leoncio, Mauricio, Daniel, Antonio, Aniceto, Sisinio y otros, que en tiempo del emperador Licinio, y siendo prefecto Lisias, fueron martirizados de diversos modos.
Santos Bianor y Silvano, mártires
En Pisidia, santos Bianor y Silvano, mártires.
San Pascario de Nantes, obispo
En Nantes, en la Bretaña Menor, san Pascario, obispo, que acogió a san Hermelando, a quien había llamado del convento de Fontenelle, al mismo tiempo que a doce monjes, y lo envió a la isla de Antros para que fundase allí un monasterio.
Santa Amalberga, virgen
En Tamise, en Flandes, santa Amalberga, a quien san Wilibrordo impuso el velo de las vírgenes consagradas.
San Pedro Vincioli, presbítero
En Perugia, de la Umbría, san Pedro Vincioli, presbítero y abad, que reconstruyó la ruinosa iglesia dedicada a san Pedro, y a ella unió un monasterio en el que, tras vencer gran oposición y con gran paciencia, introdujo los usos y costumbres cluniacenses.
San Canuto IV de Dinamarca, mártir
En Odense, ciudad de Dinamarca, san Canuto, mártir, rey de ardiente celo, que incrementó en su reino el culto divino, promovió el estado clerical y, después de haber fundado las Iglesias de Lund y Odense, fue finalmente asesinado por algunos sediciosos.
Beatas María Gertrudis de Santa Sofía de Ripert d´Alauzin e Inés de Jesús de Romillon, vírgenes y mártires
En Orange, ciudad de Provenza, en Francia, beatas María Gertrudis de Santa Sofía de Ripert d´Alauzin e Inés de Jesús (Silvia) de Romillon, vírgenes de la Orden de Santa Úrsula, mártires durante la Revolución Francesa.
Santos Antonio Nguyen Quynh y Pedro Nguyen Khac Tu, catequistas mártires
En la ciudad de Dong Hoi, en Annam, santos Antonio Nguyen (Nam) Quynh y Pedro Nguyen Khac Tu, mártires y catequistas, que en tiempo del emperador Minh Mang fueron estrangulados por su fe en Cristo.
Beatos Manuel Ruiz y diez compañeros, mártires
En Damasco, en Siria, muerte de los mártires beatos Manuel Ruiz y López, presbítero, y diez compañeros, siete de la Orden de los Hermanos Menores y tres hermanos fieles de la Iglesia maronita, que, entregados fraudulentamente por un traidor, sufrieron toda clase de vejaciones a causa de su fe y consiguieron la palma del martirio con una muerte gloriosa. Sus nombres son: Carmelo Bolta, Pedro Soler, Nicolás María Alberca, Engelberto Kolland, Nicanor Ascanio, presbíteros; Francisco Pinazo y Juan Santiago Fernández, religiosos de la Orden de Hermanos Menores; Francisco, Moocio y Rafael Massabki, hermanos carnales.
LITURGIA DE HOY
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.
LECC.: vol. I (C).
- Dt 30, 10-14. El mandamiento está muy cerca de ti para que lo
cumplas.
- Sal 68. R. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro
corazón.
o bien: Sal 18. R. Los mandatos del Señor son
rectos y alegran el corazón.
- Col 1, 15-20. Todo fue creado por él y para él.
- Lc 10, 25-37. ¿Quién es mi prójimo?
Comenzamos la misa de hoy pidiendo cumplir cuanto se significa en el nombre de
cristiano (1.ª orac.). Ser cristiano es ser seguidor de Cristo en todos los
aspectos, guardando su mandamiento, que está en nuestro corazón (cf. 1 lect.):
amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo. El Ev. nos presenta la parábola
del buen samaritano, como ejemplo de amor al prójimo que nos llama a la
práctica de la misericordia. Cristo, como buen samaritano, se acerca hoy a todo
hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el
aceite del consuelo y el vino de la esperanza (Pf. común VIII). Que la
eucaristía de hoy nos haga crecer en la santidad, en el amor y en la
misericordia.
Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.
Martirologio: elogs.
del 11 de julio, pág. 411.
CALENDARIOS:
San Sebastián: Aniversario de la muerte de Mons. José María
Setién Alberro, obispo, emérito (2018).
Antífona de entrada Cf. Sal 16, 15
Yo aparezco ante ti con la
justicia, y me saciaré mientras se manifestará tu gloria.
Monición
de entrada (Año C)
Reunidos en el nombre del Señor resucitado para hacer memoria de su Misterio pascual, recibimos hoy el llamamiento a amar como él nos amó, atendiendo especialmente a los necesitados y humillados de este mundo. Dejemos que la fuerza de este sacramento aumente en nosotros la misericordia y la gracia de ser compasivos, del mismo modo que el Señor fue compasivo.
Acto penitencial
- Tú,
imagen de Dios invisible, Primogénito de toda criatura: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Tú, buen samaritano, que curas nuestras heridas y nos levantas:
Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Tú, cabeza de la Iglesia: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
Se dice Gloria.
a los que andan extraviados para que puedan volver al camino,
concede a todos los que se profesan cristianos
rechazar lo que es contrario a este nombre
y cumplir cuanto en él se significa.
Por nuestro Señor Jesucristo.
LECTURAS DE LA MISA
El mandamiento está muy cerca de ti para que lo cumplas
Lectura del libro del Deuteronomio (Dt 30, 10-14)
MOISÉS habló al pueblo, diciendo:
«Escucha la voz del Señor, tu Dios, observando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el libro de esta ley, y vuelve al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma. Porque este precepto que yo te mando hoy no excede tus fuerzas, ni es inalcanzable. No está en el cielo, para poder decir:
“¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?”. Ni está más allá del mar, para poder decir: “¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?”.
El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo
cumplas».
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
R. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Señor, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia;
por tu gran compasión, vuélvete hacia mi.
R. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
R. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
R. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
reconstruirá las ciudades de Judá.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella.
R. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
R. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes.
R. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.
R. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
R. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila.
R. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (Col 1, 15-20)
CRISTO JESÚS es imagen del Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque en él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres,
visibles e invisibles.
Tronos y Dominaciones,
Principados y Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo,
y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él y para él
quiso reconciliar todas las cosas,
las del cielo y las de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida;
¿Quién es mi prójimo?
EN AQUEL TIEMPO, se levantó un maestro de la ley y preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?».
Él le dijo:
«¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?».
El respondió:
«“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza” y con toda tu mente. Y “a tu prójimo como a ti mismo”».
Él le dijo:
«Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida». Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús:
«¿Y quién es mi prójimo?».
Respondió Jesús diciendo:
«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”.
¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?».
Él dijo:
«El que practicó la misericordia con él».
Jesús le dijo:
«Anda y haz tú lo mismo».
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy el Evangelio presenta la famosa parábola del “buen samaritano” (cf. Lc 10,25-37). Cuando un doctor de la Ley le pregunta qué era necesario para heredar la vida eterna, Jesús lo invita a encontrar la respuesta en las Escrituras y le dice: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo» (v. 27). Sin embargo, había diferentes interpretaciones de quién debía ser entendido como “prójimo”. En efecto, ese hombre vuelve a preguntar: «¿Y quién es mi prójimo?» (v. 29). En ese momento, Jesús responde con la parábola, esta bella parábola: invito a todos a leer hoy el Evangelio, Evangelio de Lucas, capítulo diez, versículo 25. Es una de las parábolas más hermosas del Evangelio. Y esta parábola se ha convertido en paradigmática de la vida cristiana. Se ha convertido en el modelo de cómo debe actuar un cristiano. Gracias al evangelista Lucas, tenemos este tesoro.
El protagonista de esta breve historia es un samaritano, que encuentra en el
camino a un hombre atracado y golpeado por los salteadores y lo toma bajo su
cuidado. Sabemos que los judíos trataban a los samaritanos con desprecio,
considerándolos extraños al pueblo elegido. Por lo tanto, no es una
coincidencia que Jesús eligiera a un samaritano como personaje positivo en la
parábola. De esta manera, quiere superar los prejuicios, mostrando que incluso
un extranjero, incluso uno que no conoce al verdadero Dios y no va a su templo,
puede comportarse según su voluntad, sintiendo compasión por su hermano
necesitado y ayudándolo con todos los medios a su alcance.
Por ese mismo camino, antes del samaritano, ya habían pasado un sacerdote y un levita, es decir, personas dedicadas al culto de Dios. Pero, al ver al pobre hombre en el suelo, habían proseguido su camino sin detenerse, probablemente para no contaminarse con su sangre. Habían antepuesto una norma humana ―no contaminarse con sangre― vinculada con el culto, al gran mandamiento de Dios, que ante todo quiere misericordia.
Jesús, por lo tanto, propone al samaritano como modelo, ¡precisamente uno que no tenía fe! También nosotros pensamos en tantas personas que conocemos, quizás agnósticas, que hacen el bien. Jesús eligió como modelo a quien no era un hombre de fe. Y este hombre, amando a su hermano como a sí mismo, muestra que ama a Dios con todo su corazón y con todas sus fuerzas ―¡el Dios que no conocía!―, y al mismo tiempo expresa verdadera religiosidad y plena humanidad.
Después de contar esta hermosa parábola, Jesús se vuelve hacia el doctor de la ley que le había preguntado «¿Quién es mi prójimo?» Y le dice: «¿Quién de estos te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» (v. 36). De esta manera, invierte la pregunta de su interlocutor y también la lógica de todos nosotros. Nos hace entender que no somos nosotros quienes, según nuestro criterio, definimos quién es el prójimo y quién no, sino que es la persona necesitada la que debe poder reconocer quién es su prójimo, es decir, «el que tuvo compasión de él» (v. 37). Ser capaz de tener compasión: esta es la clave. Esta es nuestra clave. Si no sientes compasión ante una persona necesitada, si tu corazón no se mueve, entonces algo está mal. Ten cuidado, tengamos cuidado. No nos dejemos llevar por la insensibilidad egoísta. La capacidad de compasión se ha convertido en la piedra de toque del cristiano, es más, de la enseñanza de Jesús. Jesús mismo es la compasión del Padre hacia nosotros. Si vas por la calle y ves a un hombre sin domicilio fijo tirado allí y pasas sin mirarlo o piensas: “Ya, el efecto del vino. Es un borracho”, no te preguntes si ese hombre está borracho, pregúntate si tu corazón no se ha endurecido, si tu corazón no se ha convertido en hielo. Esta conclusión indica que la misericordia por una vida humana en estado de necesidad es el verdadero rostro del amor. Así es como uno se convierte en un verdadero discípulo de Jesús y el rostro del Padre se manifiesta: «Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36). Y Dios, nuestro Padre, es misericordioso, porque tiene compasión; es capaz de tener esta compasión, de acercarse a nuestro dolor, a nuestro pecado, a nuestros vicios, a nuestras miserias.
Que la Virgen María nos ayude a comprender y, sobre todo, a vivir cada vez más
el vínculo inquebrantable que existe entre el amor a Dios nuestro Padre y el
amor concreto y generoso a nuestros hermanos, y nos dé la gracia de tener
compasión y de crecer en compasión.
Cristianos en serio
En el Evangelio de hoy (Lc 10, 25-37) podemos ver seis personajes de la
parábola que Jesús cuenta al doctor de la Ley que, para ponerlo la prueba, le
pregunta: "¿quién es mi prójimo?". Los bandidos, el herido, el
sacerdote, el levita, el samaritano y el posadero.
Los bandidos molieron a palos al hombre, dejándolo medio muerto; el sacerdote que, cuando vio el herido pasó de largo, sin tener en cuenta su misión, pensando solo en la inminente hora de la Misa. Lo mismo hizo el levita, hombre de Ley. Detengámonos es ese pasar de largo, un concepto que debe entrar hoy en nuestro corazón. Se trata de dos funcionarios que, coherentes de serlo, dijeron: "No me toca a mí socorrer al herido". En cambio, quien no pasa de largo es el samaritano, que era un pecador, un excomulgado por el pueblo de Israel: el más pecador, tuvo compasión. Quizá era un comerciante que iba de viaje por negocios, pero non miró el reloj, no pensó en la sangre. Se acercó -bajó del asno-, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino. Se ensució las manos, se manchó la ropa. Luego lo cargó en su cabalgadura, lo llevó a una posada, todo lleno de sangre -así debió llegar-, y cuidó de él. No dijo: "Bueno, yo lo dejo aquí, llamad al médico y que venga. Yo me voy, ya he hecho mi parte". No. Cuidó de él, como diciendo: "Ahora tú eres mío, no por posesión, sino para servirte". No era un funcionario, era un hombre con corazón, un hombre con el corazón abierto.
El posadero quedaría sorprendido al ver a un extranjero, un pagano que no era del pueblo de Israel, que se detenía a socorrer al hombre, pagando dos denarios y prometiendo saldar los posibles gastos a su vuelta. La duda de no recibir lo debido se insinuó en el posadero, la duda de uno que ve un buen ejemplo, de uno abierto a las sorpresas de Dios, como el samaritano. Ninguno de los dos era funcionario. ¿Tú eres cristiano? ¿Tú eres cristiana? "Sí, sí, sí, voy los domingos a Misa y procuro hacer lo correcto… menos murmurar, porque siempre me gusta el chismorreo, pero el resto lo hago bien". Pero, ¿estás abierto a las sorpresas de Dios o eres un cristiano funcionario, cerrado? "Yo hago esto, voy a Misa el domingo, recibo la comunión, la confesión una vez al año, esto, esto… Estoy en orden". Esos son los cristianos funcionarios, los que no están abiertos a las sorpresas de Dios, los que saben tanto de Dios, pero no encuentran a Dios. Los que nunca se asombran ante un testimonio. Es más, son incapaces de dar testimonio.
Animo a todos, laicos y pastores, a preguntarnos si somos cristianos abiertos a lo que el Señor nos da cada día, a las sorpresas de Dios que tantas veces, como este samaritano, nos ponen en dificultad, o bien si somos cristianos funcionarios, haciendo lo que debemos, sintiéndonos bien, pero quedándonos encerrados en las propias reglas. Algunos teólogos antiguos decían que en este pasaje se encierra todo el Evangelio. Cada uno de nosotros es el hombre herido, y el samaritano es Jesús. Y nos ha curado las heridas. Se ha hecho cercano. Ha cuidado de nosotros. Ha pagado por nosotros. Y ha dicho a su Iglesia: "Si necesita algo más, págalo tú, que yo volveré y pagaré". Pensarlo bien: en este texto está todo el Evangelio. Queridos hermanos y hermanas, nada de funcionarios. Hay que ser cristianos en serio, cristianos que no temen mancharse las manos, la ropa, cuando se hacen cercanos, cristianos abiertos a las sorpresas, cristianos que, como Jesús, pagan por los demás.
Queridos hermanos y hermanas:
Desde hace algunos días –como veis– he dejado Roma para mi estancia veraniega en Castelgandolfo. Doy gracias a Dios que me ofrece esta posibilidad de descanso. A los queridos residentes de esta bella ciudad, adonde regreso siempre con gusto, dirijo mi cordial saludo. El Evangelio de este domingo se abre con la pregunta que un doctor de la Ley plantea a Jesús: "Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?" (Lc 10, 25). Sabiéndole experto en Sagrada Escritura, el Señor invita a aquel hombre a dar él mismo la respuesta, que de hecho este formula perfectamente citando los dos mandamientos principales: amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo. Entonces, el doctor de la Ley, casi para justificarse, pregunta: "Y ¿quién es mi prójimo?" (Lc 10, 29). Esta vez, Jesús responde con la célebre parábola del "buen samaritano" (cf. Lc 10, 30-37), para indicar que nos corresponde a nosotros hacernos "prójimos" de cualquiera que tenga necesidad de ayuda. El samaritano, en efecto, se hace cargo de la situación de un desconocido a quien los salteadores habían dejado medio muerto en el camino, mientras que un sacerdote y un levita pasaron de largo, tal vez pensando que al contacto con la sangre, de acuerdo con un precepto, se contaminarían. La parábola, por lo tanto, debe inducirnos a transformar nuestra mentalidad según la lógica de Cristo, que es la lógica de la caridad: Dios es amor, y darle culto significa servir a los hermanos con amor sincero y generoso.
Este relato del Evangelio ofrece el "criterio de medida", esto es, "la universalidad del amor que se dirige al necesitado encontrado "casualmente" (cf. Lc 10, 31), quienquiera que sea" (Deus caritas est, 25). Junto a esta regla universal, existe también una exigencia específicamente eclesial: que "en la Iglesia misma como familia, ninguno de sus miembros sufra por encontrarse en necesidad". El programa del cristiano, aprendido de la enseñanza de Jesús, es un "corazón que ve" dónde se necesita amor y actúa en consecuencia (cf. ib, 31).
Queridos amigos: deseo igualmente recordar que hoy la Iglesia hace memoria de san Benito de Nursia –el gran patrono de mi pontificado–, padre y legislador del monaquismo occidental. Él, como narra san Gregorio Magno, "fue un hombre de vida santa... de nombre y por gracia" (Dialogi, II, 1: Bibliotheca Gregorii Magni IV, Roma 2000, p. 136). "Escribió una Regla para los monjes... reflejo de un magisterio encarnado en su persona: en efecto, el santo no pudo en absoluto enseñar de forma diferente de cómo vivió" (ib., II, XXXVI: cit., p. 208). El Papa Pablo VI proclamó a san Benito patrono de Europa el 24 de octubre de 1964, reconociendo su maravillosa obra desarrollada para la formación de la civilización europea.
Confiemos a la Virgen María nuestro camino de fe y, en particular, este tiempo
de vacaciones, a fin de que nuestros corazones jamás pierdan de vista la
Palabra de Dios y a los hermanos en dificultad
Queridos hermanos y hermanas:
Doy gracias al Señor porque también este año me brinda la posibilidad de pasar algunos días de descanso en la montaña, y expreso mi agradecimiento a cuantos me han acogido aquí, en Lorenzago, en este panorama encantador, que tiene como telón de fondo las cumbres del Cadore y a donde vino también muchas veces mi amado predecesor el Papa Juan Pablo II. Manifiesto mi agradecimiento en especial al obispo de Treviso y al de Belluno-Feltre, así como a todos los que, de diferentes maneras, contribuyen a garantizarme una estancia serena y beneficiosa. Ante este panorama de prados, bosques y cumbres que tienden hacia el cielo, brota espontáneo en el corazón el deseo de alabar a Dios por las maravillas de sus obras; y nuestra admiración por estas bellezas naturales se transforma fácilmente en oración.
Todo buen cristiano sabe que las vacaciones son un tiempo oportuno para que el cuerpo se relaje y también para alimentar el espíritu con tiempos más largos de oración y de meditación, para crecer en la relación personal con Cristo y conformarse cada vez más a sus enseñanzas. Hoy, por ejemplo, la liturgia nos invita a reflexionar sobre la célebre parábola del buen samaritano (cf. Lc 10, 25-37), que introduce en el corazón del mensaje evangélico: el amor a Dios y el amor al prójimo.
Pero, ¿quién es mi prójimo?, pregunta el interlocutor a Jesús. Y el Señor responde invirtiendo la pregunta, mostrando, con el relato del buen samaritano, que cada uno de nosotros debe convertirse en prójimo de toda persona con quien se encuentra. "Ve y haz tú lo mismo" (Lc 10, 37). Amar, dice Jesús, es comportarse como el buen samaritano. Por lo demás, sabemos que el buen samaritano por excelencia es precisamente él: aunque era Dios, no dudó en rebajarse hasta hacerse hombre y dar la vida por nosotros.
Por tanto, el amor es "el corazón" de la vida cristiana; en efecto, sólo el amor, suscitado en nosotros por el Espíritu Santo, nos convierte en testigos de Cristo. He querido proponer de nuevo esta importante verdad espiritual en el Mensaje para la XXIII Jornada mundial de la juventud, que se hará público el próximo viernes 20 de julio: "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos" (Hch 1, 8). Queridos jóvenes, este es el tema sobre el que os invito a reflexionar en los próximos meses, para prepararos a la gran cita que tendrá lugar en Sydney, Australia, dentro de un año, precisamente en estos días de julio. Las comunidades cristianas de esa amada nación están trabajando activamente para acogeros, y les agradezco los esfuerzos de organización que están realizando.
Encomendemos a María, a quien mañana invocaremos como Virgen del Carmen, el
camino de preparación y el desarrollo del próximo encuentro de la juventud del
mundo entero. Queridos amigos de todos los continentes, os invito a participar
en gran número.
Se dice Credo.
Oremos al Señor, nuestro Dios. El es Compasivo y misericordioso.
- Por la Iglesia, para que cumpla solícitamente el oficio de misericordia que Cristo, el Buen Samaritano, le encomendó hasta su vuelta. Roguemos al Señor.
- Por los gobernantes de los países desarrollados, para que fomenten la solidaridad con los países más necesitados. Roguemos al Señor.
- Por los que sufren, víctimas de la injusticia, la violencia, el
clasismo, la indiferencia, la segregación racial, para que su dolor halle eco
en el corazón de todos. Roguemos al Señor.
- Por los jóvenes, para que el Espíritu suscite entre ellos
vocaciones a la vida consagrada, al servicio de los más pobres del mundo.
Roguemos al Señor.
- Por nosotros, para que no pasemos de largo ante el que necesita
nuestra ayuda y sepamos derramar sobre todos el aceite y el vino del amor fraterno.
Roguemos al Señor.
para levantarnos de nuestra postración y vendar nuestras heridas;
por tu gran misericordia, vuélvete hacia nosotros
y que tu salvación nos levante.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
y concede que sean recibidos para crecimiento
en santidad de los creyentes.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque creaste el universo entero
y estableciste el continuo retorno de las estaciones,
y al hombre, formado a tu imagen y semejanza,
sometiste las maravillas del mundo,
para que, en tu nombre, dominara la creación
y, al contemplar tus grandezas, en todo momento te alabara,
por Cristo, Señor nuestro.
Por eso, te alabamos con todos los ángeles,
aclamándote llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión Cf. Sal 83, 4-5
Hasta el gorrión ha encontrado una
casa; la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor
del universo, Rey y Dios mío. Dichosos los que viven en tu casa, alabándote
siempre.
O bien: Cf. Jn 6, 56
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y
yo en él, dice el Señor.
Después de recibir estos dones, te pedimos, Señor,
que aumente el fruto de nuestra salvación
con la participación frecuente en este sacramento.
Por Jesucristo, nuestro Señor.