DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)
DOMINGO, 14 DE OCTUBRE
- Horario de la parroquia: abierta de
10.00 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- Eucaristía del Domingo de la XXXIII
Semana del Tiempo Ordinario (a las 11.00 h.)
- Rezo del Santo Rosario (a las 10.00
h.) y Eucaristía II Vísperas del Domingo de la XXVI Semana del Tiempo Ordinario
(a las 19.30 h.)
Esta tarde no retransmitiremos
la Eucaristía
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
San Esteban Teodoro Cuénot
San Teodoto, mártir
En Heraclea, de Tracia, san Teodoto mártir.
San Hipacio de Gangres, obispo y mártir
En Gangres, de Paflagonia, san Hipacio, obispo, que murió mártir,
lapidado en un camino por los herejes novacianos.
San Rufo de Aviñón, obispo
En Aviñón, de la Provenza, san Rufo, considerado como el primero que
estuvo al frente de la comunidad cristiana de esta ciudad.
San Dubricio de Bardsey, abad y obispo
En la isla de Bardsey, en la costa de Cambria septentrional, san
Dubricio, obispo y abad.
San Juan de Traù, eremita y obispo
En Traù, en Dalmacia, san Juan, obispo, que, siendo ermitaño en un
monasterio camaldulense, fue ordenado obispo y defendió felizmente la ciudad de
la destrucción decretada por el rey Colomano.
Beato Juan de Tufaria, eremita
En el cenobio de Santa María de Gualdo Mazocca, cerca de Campobasso,
beato Juan de Tufaria, eremita.
San Lorenzo O´Toole, obispo
En la localidad de Eu, en Normandía, tránsito de san Lorenzo O'Toole,
obispo de Dublín, que entre las dificultades de su tiempo promovió
valerosamente la disciplina regular de la Iglesia, procuró poner paz entre los
príncipes y, finalmente, habiendo ido a visitar a Enrique, rey de Inglaterra,
consiguió los gozos de la paz eterna.
San Siardo, abad
En Mariëngaarde, en Frisia, san Siardo, abad, de la Orden Premonstratense,
notable por su observancia regular y por su prodigalidad para con los pobres.
San Serapión, religioso y mártir (3
coms.)
En Argel, de África septentrional, san Serapión, de la Orden de Nuestra
Señora de la Merced, en la cual fue el primero que para la redención de los
fieles cautivos y predicación de la fe cristiana mereció la palma del martirio.
Santos Nicolás Tavelic, Deodato Aribert,
Esteban de Cúneo y Pedro de Narbone, presbíteros y mártires
En Jerusalén, santos Nicolás Tavelic, Deodato Aribert, Esteban de Cúneo y
Pedro de Narbone, presbíteros de la Orden de los Hermanos Menores y mártires,
que por predicar libremente en la plaza pública la religión cristiana a los
sarracenos y confesar constantemente a Cristo como Hijo de Dios, fueron
quemados vivos.
Beato Juan de Licio, religioso
presbítero
En Cáccamo, lugar de Sicilia, beato Juan de Licio, presbítero de la Orden
de Predicadores, eminente por su gran caridad hacia el prójimo, por la
propagación del rezo del Rosario y por la observancia de la disciplina regular.
Descansó en el Señor a los ciento once años de edad.
Beatos Gaspar Nishi Genka, Úrsula y Juan
Mataichi Nishi, mártires
En Ikitsuki, Hirado, martirio del samurai Gaspar Nishi Genka, con su
esposa Úrsula y su hijo primogénito Juan Mataichi Nishi.
San Esteban Teodoro Cuénot, obispo y mártir
(1 coms.)
En la fortaleza de Binh Dinh, en Cochinchina, san Esteban Teodoro Cuénot,
obispo de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París y mártir, que tras
veinticinco años de trabajos apostólicos, durante la feroz persecución bajo el
emperador Tu Duc fue arrojado a una cuadra de elefantes, donde murió agotado de
sufrimientos.
Beata María Merkert, virgen y fundadora
En Nysa, Polonia, beata María Luisa Merkert, virgen, cofundadora, junto
con Clara Wolff, de las Hermanas de Santa Isabel.
Beata María Teresa de Jesús, virgen y
fundadora
En Florencia, Italia, beata María Teresa de Jesús (Maria Scrilli),
virgen, fundadora de la congregación de Hermanas de Nuestra Señora del Monte
Carmelo.
Misa del Domingo (verde).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.
LECC.: vol. I (B).
- Dan 12, 1-3. Entonces se salvará tu pueblo.
- Sal 15. R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
- Heb 10, 11-14. 18. Con una sola ofrenda ha perfeccionado
definitivamente a los que van siendo santificados.
- Mc 13, 24-32. Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos.
Cercano ya el fin del año litúrgico, el tema fundamental de este domingo es la
segunda venida del Hijo del hombre, con gran poder y majestad al fin de los
tiempos. Volverá para reunir a sus elegidos de todo el mundo y salvarlos de la
gran tribulación de los últimos días (Ev.). Ya el profeta Daniel anunció la
resurrección de los muertos, unos para vida perpetua, otros para ignominia
perpetua (1 lect.). Hoy hay, pues, una llamada a vivir responsablemente nuestra
vida cristiana, ya que no sabemos ni el día ni la hora en que volverá el Señor.
Mientras tanto hemos de confiar en él, llenos de esperanza: «Me enseñarás el
sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a
tu derecha» (sal. resp.).
* JORNADA
MUNDIAL DE LOS POBRES (pontificia). Liturgia del día, alusión en la mon. de
entrada y en la hom., intención en la oración universal.
* Hoy no se permiten las misas de difuntos, excepto la exequial.
Liturgia de las Horas: oficio
dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.
Martirologio: elogs. del 15 de noviembre, pág. 668.
CALENDARIOS: Plasencia: Aniversario de la muerte de Mons. Juan
Pedro Zarranz Pueyo, obispo (1973).
Antífona de entrada Cf. Jer 29, 11-12.14
Dice el Señor: «Tengo designios de paz y no de aflicción, me invocaréis y yo
os escucharé; os congregaré sacándoos de los países y comarcas por donde os
dispersé».
Se dice Gloria.
Monición de entrada
Nuestra asamblea dominical es ya signo de la asamblea de todos los
redimidos al final de los tiempos. Nuestra fe nos dice que este mundo llegará a
su fin para gozar eternamente de la presencia de Dios, con la venida última del
Señor, el juicio final y la resurrección definitiva. Esta firme convicción ha
de ser un motivo para vivir más intensamente con alegría, ilusión y esperanza.
Acto penitencial
- Apresura tu venida: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Reúne a los dispersos: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Alienta nuestra esperanza: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
Oración colecta
Concédenos, Señor, Dios nuestro,
alegrarnos siempre en tu servicio,
porque en dedicarnos
a ti, autor de todos los bienes,
consiste la felicidad completa y verdadera.
Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Entonces se salvará tu pueblo
Lectura de la profecía de Daniel (Dn 12, 1-3)
POR AQUEL TIEMPO se levantará Miguel, el gran príncipe que se ocupa de los
hijos de tu pueblo; serán tiempos difíciles como no los ha habido desde que
hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los que se
encuentran inscritos en el libro.
Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán: unos para vida
eterna, otros para vergüenza e ignominia perpetua.
Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a
muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL Sal 15, 5 y 8. 9-10. 11 [R.: 1b])
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
V. El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
V. Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
V. Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
SEGUNDA LECTURA
Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a
los que van siendo santificados
Lectura de la carta a los Hebreos (Hb 10, 11-14. 18)
TODO sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas veces los
mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados.
Pero Cristo, después de haber ofrecido por los pecados un único sacrificio, está
sentado para siempre jamás a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta
hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies.
Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo
santificados.
Ahora bien, donde hay perdón, no hay ya ofrenda por los pecados.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Aleluya Lc 21, 36
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Estad despiertos en todo tiempo, pidiendo manteneros en pie ante el
Hijo del hombre. R.
EVANGELIO
Reunirá a sus elegidos de los cuatro viento
╬ Lectura del santo Evangelio según san Marcos (Mc 13, 24-32)
R. Gloria a ti, Señor.
EN AQUEL TIEMPO, dijo Jesús a sus discípulos:
«En aquellos días, después de la gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna
no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se
tambalearán.
Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y
gloria; enviará a los ángeles y reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos,
desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
Aprended de esta parábola de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y
brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros
que esto sucede, sabed que él está cerca, a la puerta. En verdad os digo que no
pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero
mis palabras no pasarán. En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, ni los
ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre».
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Papa
Francisco
ÁNGELUS. Domingo, 18 de noviembre de 2018
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el pasaje evangélico de este domingo (cf. Mc 13, 24-32), el Señor quiere
instruir a sus discípulos sobre los eventos futuros. No se trata principalmente
de un discurso sobre el fin del mundo, sino que es una invitación a vivir bien
el presente, a estar atentos y siempre preparados para cuando nos pidan cuentas
de nuestra vida. Jesús dice: «Por esos días, después de aquella tribulación, el
sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo
del cielo» (versículos 24-25). Estas palabras nos hacen pensar en la primera
página del Libro de Génesis, la historia de la creación: el sol, la luna, las
estrellas, que desde el principio del tiempo brillan en su orden y dan luz,
signo de vida, aquí están descritas en su decadencia, mientras caen en la
oscuridad y el caos, signo del fin. En cambio, la luz que brillará en ese
último día será única y nueva: será la del Señor Jesús que vendrá en gloria con
todos los santos. En ese encuentro finalmente veremos su rostro a la plena luz
de la Trinidad; un rostro radiante de amor, ante el cual todo ser humano también
aparecerá en su verdad total.
La historia de la humanidad, como la historia personal de cada uno de nosotros,
no puede entenderse como una simple sucesión de palabras y hechos que no tienen
sentido. Tampoco se puede interpretar a la luz de una visión fatalista, como si
todo estuviera ya preestablecido de acuerdo con un destino que resta todo
espacio de libertad, impidiendo tomar decisiones que son el resultado de una
elección verdadera. En el Evangelio de hoy, más bien, Jesús dice que la
historia de los pueblos y de los individuos tiene una meta y una meta que debe
alcanzarse: el encuentro definitivo con el Señor. No sabemos el tiempo ni las
formas en que sucederá; el Señor ha reiterado que «nadie sabe nada, ni los
ángeles en el cielo ni el Hijo» (v. 32). Todo se guarda en el secreto del
misterio del Padre. Sin embargo, sabemos un principio fundamental con el que
debemos enfrentarnos: «El cielo y la tierra pasarán, dice Jesús, pero mis
palabras no pasarán"» (v. 31). El verdadero punto crucial es este. En ese
día, cada uno de nosotros tendrá que entender si la Palabra del Hijo de Dios ha
iluminado su existencia personal, o si le ha dado la espalda, prefiriendo
confiar en sus propias palabras. Será más que nunca el momento en el que nos
abandonemos definitivamente al amor del Padre y nos confiemos a su
misericordia.
¡Nadie puede escapar de este momento, ninguno de nosotros! La astucia, que a
menudo utilizamos en nuestro comportamiento para avalar la imagen que queremos
ofrecer, será inútil; de la misma manera, el poder del dinero y de los medios
económicos con los que pretendemos, con presunción, que compramos todo y a
todos, ya no se podrá utilizar. No tendremos con nosotros nada más que lo que
hemos logrado en esta vida creyendo en su Palabra: el todo y la nada de lo que
hemos vivido o dejado de hacer. Solo llevaremos con nosotros lo que hemos dado.
Invoquemos la intercesión de la Virgen María, para que la constatación de
nuestra temporalidad en la tierra y de nuestros límite no nos haga caer en la
angustia, sino que nos llame a la responsabilidad con nosotros mismos, con
nuestro prójimo, con el mundo entero.
ÁNGELUS,
Domingo 15 de noviembre de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este penúltimo domingo del año litúrgico propone una parte del
discurso de Jesús sobre los últimos eventos de la historia humana, orientada
hacia la plena realización del Reino de Dios (cf. Mc 13, 24-32). Es un discurso
que Jesús pronunció en Jerusalén, antes de su última Pascua. Contiene algunos
elementos apocalípticos, como guerras, carestías, catástrofes cósmicas: «El sol
se oscurecerá, la luna no dará su esplendor, las estrellas caerán del cielo,
los astros se tambalearán» (vv. 24-25). Sin embargo, estos elementos no son la
cosa esencial del mensaje. El núcleo central en torno al cual gira el discurso
de Jesús es Él mismo, el misterio de su persona y de su muerte y resurrección,
y su regreso al final de los tiempos.
Nuestra meta final es el encuentro con el Señor resucitado. Yo os quisiera
preguntar: ¿cuántos de vosotros pensáis en esto? Habrá un día en que yo me
encontraré cara a cara con el Señor. Y ésta es nuestra meta: este encuentro.
Nosotros no esperamos un tiempo o un lugar, vamos al encuentro de una persona:
Jesús. Por lo tanto, el problema no es «cuándo» sucederán las señales
premonitorias de los últimos tiempos, sino el estar preparados para el
encuentro. Y no se trata ni si quiera de saber «cómo» sucederán estas cosas,
sino «cómo» debemos comportarnos, hoy, mientras las esperamos. Estamos llamados
a vivir el presente, construyendo nuestro futuro con serenidad y confianza en
Dios. La parábola de la higuera que germina, como símbolo del verano ya
cercano, (cf. vv. 28-29), dice que la perspectiva del final no nos desvía de la
vida presente, sino que nos hace mirar nuestros días con una óptica de
esperanza. Es esa virtud tan difícil de vivir: la esperanza, la más pequeña de
las virtudes, pero la más fuerte. Y nuestra esperanza tiene un rostro: el
rostro del Señor resucitado, que viene «con gran poder y gloria» (v. 26), que
manifiesta su amor crucificado, transfigurado en la resurrección. El triunfo de
Jesús al final de los tiempos, será el triunfo de la Cruz; la demostración de
que el sacrificio de uno mismo por amor al prójimo y a imitación de Cristo, es
el único poder victorioso y el único punto fijo en medio de la confusión y
tragedias del mundo.
El Señor Jesús no es sólo el punto de llegada de la peregrinación terrena, sino
que es una presencia constante en nuestra vida: siempre está a nuestro lado, siempre
nos acompaña; por esto cuando habla del futuro y nos impulsa hacia ese, es
siempre para reconducirnos en el presente. Él se contrapone a los falsos
profetas, contra los visionarios que prevén la cercanía del fin del mundo y
contra el fatalismo. Él está al lado, camina con nosotros, nos quiere. Quiere
sustraer a sus discípulos de cada época de la curiosidad por las fechas, las
previsiones, los horóscopos, y concentra nuestra atención en el hoy de la
historia. Yo tendría ganas de preguntaros –pero no respondáis, cada uno
responda interiormente–: ¿cuántos de vosotros leéis el horóscopo del día? Cada
uno que se responda.. Y cuando tengas de leer el horóscopo, mira a Jesús, que
está contigo. Es mejor, te hará mejor. Esta presencia de Jesús nos llama a la espera
y la vigilancia, que excluyen tanto la impaciencia como el adormecimiento,
tanto las huidas hacia delante como el permanecer encarcelados en el momento
actual y en lo mundano.
También en nuestros días no faltan las calamidades naturales y morales, y tampoco
la adversidad y las desgracias de todo tipo. Todo pasa –nos recuerda el Señor–;
sólo Él, su Palabra permanece como luz que guía, anima nuestros pasos y nos
perdona siempre, porque está al lado nuestro. Sólo es necesario mirarlo y nos
cambia el corazón. Que la Virgen María nos ayude a confiar en Jesús, el sólido
fundamento de nuestra vida, y a perseverar con alegría en su amor.
Papa Benedicto XVI
ÁNGELUS, Domingo 18 de noviembre de 2012
Queridos hermanos y hermanas:
En este penúltimo domingo del año litúrgico, se proclama, en la redacción de
San Marcos, una parte del discurso de Jesús sobre los últimos tiempos (cf. Mc
13, 24-32). Este discurso se encuentra, con algunas variaciones, también en
Mateo y Lucas, y es probablemente el texto más difícil del Evangelio. Tal
dificultad deriva tanto del contenido como del lenguaje: se habla de un
porvenir que supera nuestras categorías, y por esto Jesús utiliza imágenes y
palabras tomadas del Antiguo Testamento, pero sobre todo introduce un nuevo
centro, que es Él mismo, el misterio de su persona y de su muerte y
resurrección. También el pasaje de hoy se abre con algunas imágenes cósmicas de
género apocalíptico: "El sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor,
las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán" (v. 24-25);
pero este elemento se relativiza por cuanto le sigue: "Entonces verán
venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria" (v. 26).
El "Hijo del hombre" es Jesús mismo, que une el presente y el futuro;
las antiguas palabras de los profetas por fin han hallado un centro en la
persona del Mesías nazareno: es Él el verdadero acontecimiento que, en medio de
los trastornos del mundo, permanece como el punto firme y estable.
Ello se confirma con otra expresión del Evangelio del día. Jesús afirma:
"El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (v. 31).
En efecto, sabemos que en la Biblia la Palabra de Dios está en el origen de la
creación: todas las criaturas, empezando por los elementos cósmicos –sol, luna,
firmamento–, obedecen a la Palabra de Dios, existen en cuanto que son
"llamados" por ella. Esta potencia creadora de la Palabra divina se
ha concentrado en Jesucristo, Verbo hecho carne, y pasa también a través de sus
palabras humanas, que son el verdadero "firmamento" que orienta el
pensamiento y el camino del hombre en la tierra. Por esto Jesús no describe el
fin del mundo, y cuando utiliza imágenes apocalípticas, no se comporta como un
"vidente". Al contrario, Él quiere apartar a sus discípulos –de toda
época– de la curiosidad por las fechas, las previsiones, y desea en cambio
darles una clave de lectura profunda, esencial, y sobre todo indicar el sendero
justo sobre el cual caminar, hoy y mañana, para entrar en la vida eterna. Todo
pasa –nos recuerda el Señor–, pero la Palabra de Dios no muta, y ante ella cada
uno de nosotros es responsable del propio comportamiento. De acuerdo con esto
seremos juzgados.
Queridos amigos: tampoco en nuestros tiempos faltan calamidades naturales, y
lamentablemente ni siquiera guerras y violencias. Hoy necesitamos también un
fundamento estable para nuestra vida y nuestra esperanza, tanto más a causa del
relativismo en el que estamos inmersos. Que la Virgen María nos ayude a acoger
este centro en la Persona de Cristo y en su Palabra.
Se dice Credo.
Oración de los fieles
Oremos a Dios Padre. Nuestra suerte está en su mano.
- Por la Iglesia, para que, acogiendo a todos los hombres en la diversidad de
razas y culturas, sea signo de la convocación de Cristo. Roguemos al Señor.
- Por los que gobiernan, por todos los que trabajan por lograr la paz, fruto de
la justicia, para que colaboren con su tarea en la construcción de un mundo
nuevo según el proyecto de Dios. Roguemos al Señor.
- Por los que viven sumergidos en el mundo de la droga o del alcohol, para que
encuentren el camino y la fuerza necesaria para salir de esa situación.
- Por los pobres, los que están en desempleo, los enfermos, los que carecen de
cultura y formación, los que viven solos, los que no tienen alimentos o agua
potable, los que no tienen un hogar digno, los que han tenido que migrar, para
que encuentren en nosotros comprensión, consuelo y ayuda. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, aquí reunidos, para que sepamos llevar a todos la esperanza
gozosa de la venida del Señor, que está siempre cerca, a la puerta. Roguemos al
Señor.
Escucha, Señor, nuestras súplicas;
enséñanos el sendero de la vida,
sácianos de gozo en tu presencia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre las ofrendas
Concédenos, Señor, que estos dones,
ofrecidos ante la mirada de tu majestad,
nos consigan la gracia de servirte
y nos obtengan el fruto de una eternidad
dichosa.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO III DOMINICAL DEL TIEMPO ORDINARIO
EL HOMBRE SALVADO POR UN HOMBRE
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque reconocemos como obra de tu poder admirable
no sólo socorrer a los
mortales con tu divinidad,
sino haber previsto el remedio en nuestra misma
condición humana,
y de lo que era nuestra ruina haber hecho nuestra salvación,
por Cristo, Señor nuestro.
Por él, los coros de los ángeles
adoran tu gloria eternamente, gozosos en tu
presencia.
Permítenos asociarnos a sus voces cantando con ellos tu alabanza:
Santo,
Santo, Santo…
Antífona de comunión Sal 72, 28
Para mí lo bueno es estar junto a Dios,
hacer del Señor Dios mi refugio.
O bien: Cf. Mc 11, 23. 24
En verdad os digo: todo cuanto pidáis en
la oración, creed que os lo han concedido y lo obtendréis, dice el Señor.
Oración después de la comunión
Señor, después de recibir el don sagrado del sacramento,
te pedimos
humildemente que nos haga crecer en el amor
o que tu Hijo nos mandó realizar
en memoria suya.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.