14 de noviembre - DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)

 


 
DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)

  

DOMINGO, 14 DE OCTUBRE

- Horario de la parroquia: abierta de 10.00 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.

- Eucaristía del Domingo de la XXXIII Semana del Tiempo Ordinario (a las 11.00 h.) 

 - Rezo del Santo Rosario (a las 10.00 h.) y Eucaristía II Vísperas del Domingo de la XXVI Semana del Tiempo Ordinario (a las 19.30 h.)

Esta tarde no retransmitiremos la Eucaristía


 

 NOTICIAS DE ACTUALIDAD



Portada

Interesante análisis del sociólogo Jérôme Fourquet sobre el catolicismo en Francia, pero no sólo

¿Misión o bastión?: dos vías para los católicos de Occidente de cara a su futura supervivencia

En Tufirma.org exigen la dimisión del presidente de Bolivia por su complicidad y pasividad

Lanzan una dura campaña ciudadana ante el escandaloso caso de la niña secuestrada para que abortase

Scott Hahn y la misa llevaron a Bob Blundell a la conversión, el «día más feliz» de su vida

Durante 20 años rechazó la fe, pero en la mayor oscuridad «Dios nunca se rindió» y se hizo católico

Vídeos

  Emprendedores... y padres de cuatro

  Verónica Sanfilippo: «Llévame a él»

  Cartas de su madre al pequeño Juan Pablo

  «Ve a ver "Cuestión de derechos"»

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  Pedro Trevijano, Premio ReL 2021: «El sentido común acabará cargándose la ideología de género»

  Sólo 1 de cada 5 colombianos apoya el aborto libre: los tribunales sopesan ampliarlo

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Opinión

  Libertades en peligro , por Rafael Sánchez Saus

Blogs

  Medallista en su casa de cartón , por Un alma para el mundo

  Como barco Velero , por Una fe con chispa

  «Cristiandad e Hispanidad: su sentido y su vigencia» , por Victor in vínculis

  Hoy el reto del amor es pedirle a Jesús ese asombro para vivir el día. , por El Reto Del Amor

  El epitafio. Comentario para Matrimonios: Lucas, 17, 26-37 , por ProyectoAmorConyugal.es



SANTORAL DE HOY

San Esteban Teodoro Cuénot

   San Teodoto, mártir

En Heraclea, de Tracia, san Teodoto mártir.

   San Hipacio de Gangres, obispo y mártir  

En Gangres, de Paflagonia, san Hipacio, obispo, que murió mártir, lapidado en un camino por los herejes novacianos.

   San Rufo de Aviñón, obispo

En Aviñón, de la Provenza, san Rufo, considerado como el primero que estuvo al frente de la comunidad cristiana de esta ciudad.

   San Dubricio de Bardsey, abad y obispo  

En la isla de Bardsey, en la costa de Cambria septentrional, san Dubricio, obispo y abad.

   San Juan de Traù, eremita y obispo

En Traù, en Dalmacia, san Juan, obispo, que, siendo ermitaño en un monasterio camaldulense, fue ordenado obispo y defendió felizmente la ciudad de la destrucción decretada por el rey Colomano.

   Beato Juan de Tufaria, eremita

En el cenobio de Santa María de Gualdo Mazocca, cerca de Campobasso, beato Juan de Tufaria, eremita.

   San Lorenzo O´Toole, obispo  

En la localidad de Eu, en Normandía, tránsito de san Lorenzo O'Toole, obispo de Dublín, que entre las dificultades de su tiempo promovió valerosamente la disciplina regular de la Iglesia, procuró poner paz entre los príncipes y, finalmente, habiendo ido a visitar a Enrique, rey de Inglaterra, consiguió los gozos de la paz eterna.

   San Siardo, abad

En Mariëngaarde, en Frisia, san Siardo, abad, de la Orden Premonstratense, notable por su observancia regular y por su prodigalidad para con los pobres.

   San Serapión, religioso y mártir (3 coms.)  

En Argel, de África septentrional, san Serapión, de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, en la cual fue el primero que para la redención de los fieles cautivos y predicación de la fe cristiana mereció la palma del martirio.

   Santos Nicolás Tavelic, Deodato Aribert, Esteban de Cúneo y Pedro de Narbone, presbíteros y mártires  

En Jerusalén, santos Nicolás Tavelic, Deodato Aribert, Esteban de Cúneo y Pedro de Narbone, presbíteros de la Orden de los Hermanos Menores y mártires, que por predicar libremente en la plaza pública la religión cristiana a los sarracenos y confesar constantemente a Cristo como Hijo de Dios, fueron quemados vivos.

   Beato Juan de Licio, religioso presbítero  

En Cáccamo, lugar de Sicilia, beato Juan de Licio, presbítero de la Orden de Predicadores, eminente por su gran caridad hacia el prójimo, por la propagación del rezo del Rosario y por la observancia de la disciplina regular. Descansó en el Señor a los ciento once años de edad.

   Beatos Gaspar Nishi Genka, Úrsula y Juan Mataichi Nishi, mártires  

En Ikitsuki, Hirado, martirio del samurai Gaspar Nishi Genka, con su esposa Úrsula y su hijo primogénito Juan Mataichi Nishi.

   San Esteban Teodoro Cuénot, obispo y mártir (1 coms.)  

En la fortaleza de Binh Dinh, en Cochinchina, san Esteban Teodoro Cuénot, obispo de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París y mártir, que tras veinticinco años de trabajos apostólicos, durante la feroz persecución bajo el emperador Tu Duc fue arrojado a una cuadra de elefantes, donde murió agotado de sufrimientos.

   Beata María Merkert, virgen y fundadora  

En Nysa, Polonia, beata María Luisa Merkert, virgen, cofundadora, junto con Clara Wolff, de las Hermanas de Santa Isabel.

   Beata María Teresa de Jesús, virgen y fundadora  

En Florencia, Italia, beata María Teresa de Jesús (Maria Scrilli), virgen, fundadora de la congregación de Hermanas de Nuestra Señora del Monte Carmelo.

 

LITURGIA DE HOY

Misa del Domingo (verde).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.
LECC.: vol. I (B).
- Dan 12, 1-3. Entonces se salvará tu pueblo.
- Sal 15. R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
- Heb 10, 11-14. 18. Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados.
- Mc 13, 24-32. Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos.

Cercano ya el fin del año litúrgico, el tema fundamental de este domingo es la segunda venida del Hijo del hombre, con gran poder y majestad al fin de los tiempos. Volverá para reunir a sus elegidos de todo el mundo y salvarlos de la gran tribulación de los últimos días (Ev.). Ya el profeta Daniel anunció la resurrección de los muertos, unos para vida perpetua, otros para ignominia perpetua (1 lect.). Hoy hay, pues, una llamada a vivir responsablemente nuestra vida cristiana, ya que no sabemos ni el día ni la hora en que volverá el Señor. Mientras tanto hemos de confiar en él, llenos de esperanza: «Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha» (sal. resp.).

* JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES (pontificia). Liturgia del día, alusión en la mon. de entrada y en la hom., intención en la oración universal.
Hoy no se permiten las misas de difuntos, excepto la exequial.

Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.

Martirologio: elogs. del 15 de noviembre, pág. 668.
CALENDARIOS: Plasencia: Aniversario de la muerte de Mons. Juan Pedro Zarranz Pueyo, obispo (1973).


Antífona de entrada Cf. Jer 29, 11-12.14

Dice el Señor: «Tengo designios de paz y no de aflicción, me invocaréis y yo os escucharé; os congregaré sacándoos de los países y comarcas por donde os dispersé».

Se dice Gloria.


Monición de entrada

Nuestra asamblea dominical es ya signo de la asamblea de todos los redimidos al final de los tiempos. Nuestra fe nos dice que este mundo llegará a su fin para gozar eternamente de la presencia de Dios, con la venida última del Señor, el juicio final y la resurrección definitiva. Esta firme convicción ha de ser un motivo para vivir más intensamente con alegría, ilusión y esperanza.


Acto penitencial
- Apresura tu venida: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Reúne a los dispersos: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Alienta nuestra esperanza: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.


Oración colecta

Concédenos, Señor, Dios nuestro,
alegrarnos siempre en tu servicio,
porque en dedicarnos a ti, autor de todos los bienes,
consiste la felicidad completa y verdadera.
Por nuestro Señor Jesucristo.


PRIMERA LECTURA 
Entonces se salvará tu pueblo

Lectura de la profecía de Daniel (Dn 12, 1-3)

POR AQUEL TIEMPO se levantará Miguel, el gran príncipe que se ocupa de los hijos de tu pueblo; serán tiempos difíciles como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los que se encuentran inscritos en el libro.
Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán: unos para vida eterna, otros para vergüenza e ignominia perpetua.
Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL Sal 15, 5 y 8. 9-10. 11 [R.: 1b])

R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

V. El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.

R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

V. Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

V. Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.


SEGUNDA LECTURA
Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados

Lectura de la carta a los Hebreos (Hb 10, 11-14. 18)

TODO sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados.
Pero Cristo, después de haber ofrecido por los pecados un único sacrificio, está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies.
Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados.
Ahora bien, donde hay perdón, no hay ya ofrenda por los pecados.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


Aleluya Lc 21, 36
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Estad despiertos en todo tiempo, pidiendo manteneros en pie ante el Hijo del hombre. R.


EVANGELIO
Reunirá a sus elegidos de los cuatro viento

╬ Lectura del santo Evangelio según san Marcos (Mc 13, 24-32)
R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, dijo Jesús a sus discípulos:
«En aquellos días, después de la gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán.
Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria; enviará a los ángeles y reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
Aprended de esta parábola de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed que él está cerca, a la puerta. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.


Papa Francisco
ÁNGELUS. Domingo, 18 de noviembre de 2018

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el pasaje evangélico de este domingo (cf. Mc 13, 24-32), el Señor quiere instruir a sus discípulos sobre los eventos futuros. No se trata principalmente de un discurso sobre el fin del mundo, sino que es una invitación a vivir bien el presente, a estar atentos y siempre preparados para cuando nos pidan cuentas de nuestra vida. Jesús dice: «Por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo» (versículos 24-25). Estas palabras nos hacen pensar en la primera página del Libro de Génesis, la historia de la creación: el sol, la luna, las estrellas, que desde el principio del tiempo brillan en su orden y dan luz, signo de vida, aquí están descritas en su decadencia, mientras caen en la oscuridad y el caos, signo del fin. En cambio, la luz que brillará en ese último día será única y nueva: será la del Señor Jesús que vendrá en gloria con todos los santos. En ese encuentro finalmente veremos su rostro a la plena luz de la Trinidad; un rostro radiante de amor, ante el cual todo ser humano también aparecerá en su verdad total.
La historia de la humanidad, como la historia personal de cada uno de nosotros, no puede entenderse como una simple sucesión de palabras y hechos que no tienen sentido. Tampoco se puede interpretar a la luz de una visión fatalista, como si todo estuviera ya preestablecido de acuerdo con un destino que resta todo espacio de libertad, impidiendo tomar decisiones que son el resultado de una elección verdadera. En el Evangelio de hoy, más bien, Jesús dice que la historia de los pueblos y de los individuos tiene una meta y una meta que debe alcanzarse: el encuentro definitivo con el Señor. No sabemos el tiempo ni las formas en que sucederá; el Señor ha reiterado que «nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo ni el Hijo» (v. 32). Todo se guarda en el secreto del misterio del Padre. Sin embargo, sabemos un principio fundamental con el que debemos enfrentarnos: «El cielo y la tierra pasarán, dice Jesús, pero mis palabras no pasarán"» (v. 31). El verdadero punto crucial es este. En ese día, cada uno de nosotros tendrá que entender si la Palabra del Hijo de Dios ha iluminado su existencia personal, o si le ha dado la espalda, prefiriendo confiar en sus propias palabras. Será más que nunca el momento en el que nos abandonemos definitivamente al amor del Padre y nos confiemos a su misericordia.
¡Nadie puede escapar de este momento, ninguno de nosotros! La astucia, que a menudo utilizamos en nuestro comportamiento para avalar la imagen que queremos ofrecer, será inútil; de la misma manera, el poder del dinero y de los medios económicos con los que pretendemos, con presunción, que compramos todo y a todos, ya no se podrá utilizar. No tendremos con nosotros nada más que lo que hemos logrado en esta vida creyendo en su Palabra: el todo y la nada de lo que hemos vivido o dejado de hacer. Solo llevaremos con nosotros lo que hemos dado.
Invoquemos la intercesión de la Virgen María, para que la constatación de nuestra temporalidad en la tierra y de nuestros límite no nos haga caer en la angustia, sino que nos llame a la responsabilidad con nosotros mismos, con nuestro prójimo, con el mundo entero.

ÁNGELUS, Domingo 15 de noviembre de 2015

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este penúltimo domingo del año litúrgico propone una parte del discurso de Jesús sobre los últimos eventos de la historia humana, orientada hacia la plena realización del Reino de Dios (cf. Mc 13, 24-32). Es un discurso que Jesús pronunció en Jerusalén, antes de su última Pascua. Contiene algunos elementos apocalípticos, como guerras, carestías, catástrofes cósmicas: «El sol se oscurecerá, la luna no dará su esplendor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán» (vv. 24-25). Sin embargo, estos elementos no son la cosa esencial del mensaje. El núcleo central en torno al cual gira el discurso de Jesús es Él mismo, el misterio de su persona y de su muerte y resurrección, y su regreso al final de los tiempos.
Nuestra meta final es el encuentro con el Señor resucitado. Yo os quisiera preguntar: ¿cuántos de vosotros pensáis en esto? Habrá un día en que yo me encontraré cara a cara con el Señor. Y ésta es nuestra meta: este encuentro. Nosotros no esperamos un tiempo o un lugar, vamos al encuentro de una persona: Jesús. Por lo tanto, el problema no es «cuándo» sucederán las señales premonitorias de los últimos tiempos, sino el estar preparados para el encuentro. Y no se trata ni si quiera de saber «cómo» sucederán estas cosas, sino «cómo» debemos comportarnos, hoy, mientras las esperamos. Estamos llamados a vivir el presente, construyendo nuestro futuro con serenidad y confianza en Dios. La parábola de la higuera que germina, como símbolo del verano ya cercano, (cf. vv. 28-29), dice que la perspectiva del final no nos desvía de la vida presente, sino que nos hace mirar nuestros días con una óptica de esperanza. Es esa virtud tan difícil de vivir: la esperanza, la más pequeña de las virtudes, pero la más fuerte. Y nuestra esperanza tiene un rostro: el rostro del Señor resucitado, que viene «con gran poder y gloria» (v. 26), que manifiesta su amor crucificado, transfigurado en la resurrección. El triunfo de Jesús al final de los tiempos, será el triunfo de la Cruz; la demostración de que el sacrificio de uno mismo por amor al prójimo y a imitación de Cristo, es el único poder victorioso y el único punto fijo en medio de la confusión y tragedias del mundo.
El Señor Jesús no es sólo el punto de llegada de la peregrinación terrena, sino que es una presencia constante en nuestra vida: siempre está a nuestro lado, siempre nos acompaña; por esto cuando habla del futuro y nos impulsa hacia ese, es siempre para reconducirnos en el presente. Él se contrapone a los falsos profetas, contra los visionarios que prevén la cercanía del fin del mundo y contra el fatalismo. Él está al lado, camina con nosotros, nos quiere. Quiere sustraer a sus discípulos de cada época de la curiosidad por las fechas, las previsiones, los horóscopos, y concentra nuestra atención en el hoy de la historia. Yo tendría ganas de preguntaros –pero no respondáis, cada uno responda interiormente–: ¿cuántos de vosotros leéis el horóscopo del día? Cada uno que se responda.. Y cuando tengas de leer el horóscopo, mira a Jesús, que está contigo. Es mejor, te hará mejor. Esta presencia de Jesús nos llama a la espera y la vigilancia, que excluyen tanto la impaciencia como el adormecimiento, tanto las huidas hacia delante como el permanecer encarcelados en el momento actual y en lo mundano.
También en nuestros días no faltan las calamidades naturales y morales, y tampoco la adversidad y las desgracias de todo tipo. Todo pasa –nos recuerda el Señor–; sólo Él, su Palabra permanece como luz que guía, anima nuestros pasos y nos perdona siempre, porque está al lado nuestro. Sólo es necesario mirarlo y nos cambia el corazón. Que la Virgen María nos ayude a confiar en Jesús, el sólido fundamento de nuestra vida, y a perseverar con alegría en su amor.


Papa Benedicto XVI
ÁNGELUS, Domingo 18 de noviembre de 2012

Queridos hermanos y hermanas:
En este penúltimo domingo del año litúrgico, se proclama, en la redacción de San Marcos, una parte del discurso de Jesús sobre los últimos tiempos (cf. Mc 13, 24-32). Este discurso se encuentra, con algunas variaciones, también en Mateo y Lucas, y es probablemente el texto más difícil del Evangelio. Tal dificultad deriva tanto del contenido como del lenguaje: se habla de un porvenir que supera nuestras categorías, y por esto Jesús utiliza imágenes y palabras tomadas del Antiguo Testamento, pero sobre todo introduce un nuevo centro, que es Él mismo, el misterio de su persona y de su muerte y resurrección. También el pasaje de hoy se abre con algunas imágenes cósmicas de género apocalíptico: "El sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán" (v. 24-25); pero este elemento se relativiza por cuanto le sigue: "Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria" (v. 26). El "Hijo del hombre" es Jesús mismo, que une el presente y el futuro; las antiguas palabras de los profetas por fin han hallado un centro en la persona del Mesías nazareno: es Él el verdadero acontecimiento que, en medio de los trastornos del mundo, permanece como el punto firme y estable.
Ello se confirma con otra expresión del Evangelio del día. Jesús afirma: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (v. 31). En efecto, sabemos que en la Biblia la Palabra de Dios está en el origen de la creación: todas las criaturas, empezando por los elementos cósmicos –sol, luna, firmamento–, obedecen a la Palabra de Dios, existen en cuanto que son "llamados" por ella. Esta potencia creadora de la Palabra divina se ha concentrado en Jesucristo, Verbo hecho carne, y pasa también a través de sus palabras humanas, que son el verdadero "firmamento" que orienta el pensamiento y el camino del hombre en la tierra. Por esto Jesús no describe el fin del mundo, y cuando utiliza imágenes apocalípticas, no se comporta como un "vidente". Al contrario, Él quiere apartar a sus discípulos –de toda época– de la curiosidad por las fechas, las previsiones, y desea en cambio darles una clave de lectura profunda, esencial, y sobre todo indicar el sendero justo sobre el cual caminar, hoy y mañana, para entrar en la vida eterna. Todo pasa –nos recuerda el Señor–, pero la Palabra de Dios no muta, y ante ella cada uno de nosotros es responsable del propio comportamiento. De acuerdo con esto seremos juzgados.
Queridos amigos: tampoco en nuestros tiempos faltan calamidades naturales, y lamentablemente ni siquiera guerras y violencias. Hoy necesitamos también un fundamento estable para nuestra vida y nuestra esperanza, tanto más a causa del relativismo en el que estamos inmersos. Que la Virgen María nos ayude a acoger este centro en la Persona de Cristo y en su Palabra.


Se dice Credo.

Oración de los fieles

Oremos a Dios Padre. Nuestra suerte está en su mano.

- Por la Iglesia, para que, acogiendo a todos los hombres en la diversidad de razas y culturas, sea signo de la convocación de Cristo. Roguemos al Señor.

- Por los que gobiernan, por todos los que trabajan por lograr la paz, fruto de la justicia, para que colaboren con su tarea en la construcción de un mundo nuevo según el proyecto de Dios. Roguemos al Señor.

- Por los que viven sumergidos en el mundo de la droga o del alcohol, para que encuentren el camino y la fuerza necesaria para salir de esa situación.

- Por los pobres, los que están en desempleo, los enfermos, los que carecen de cultura y formación, los que viven solos, los que no tienen alimentos o agua potable, los que no tienen un hogar digno, los que han tenido que migrar, para que encuentren en nosotros comprensión, consuelo y ayuda. Roguemos al Señor.

- Por nosotros, aquí reunidos, para que sepamos llevar a todos la esperanza gozosa de la venida del Señor, que está siempre cerca, a la puerta. Roguemos al Señor.

Escucha, Señor, nuestras súplicas;
enséñanos el sendero de la vida,
sácianos de gozo en tu presencia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Oración sobre las ofrendas

Concédenos, Señor, que estos dones,
ofrecidos ante la mirada de tu majestad,
nos consigan la gracia de servirte
y nos obtengan el fruto de una eternidad dichosa.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


PREFACIO III DOMINICAL DEL TIEMPO ORDINARIO
EL HOMBRE SALVADO POR UN HOMBRE

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Porque reconocemos como obra de tu poder admirable
no sólo socorrer a los mortales con tu divinidad,
sino haber previsto el remedio en nuestra misma condición humana,
y de lo que era nuestra ruina haber hecho nuestra salvación,
por Cristo, Señor nuestro.

Por él, los coros de los ángeles
adoran tu gloria eternamente, gozosos en tu presencia.
Permítenos asociarnos a sus voces cantando con ellos tu alabanza:

Santo, Santo, Santo…


Antífona de comunión Sal 72, 28
Para mí lo bueno es estar junto a Dios, hacer del Señor Dios mi refugio.

O bien: Cf. Mc 11, 23. 24

En verdad os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que os lo han concedido y lo obtendréis, dice el Señor.

Oración después de la comunión

Señor, después de recibir el don sagrado del sacramento,
te pedimos humildemente que nos haga crecer en el amor 
o que tu Hijo nos mandó realizar en memoria suya.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.


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