07 de noviembre - DOMINGO DE LA XXXII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 


 
DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)



PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 07 DE NOVIEMBRE

- Horario de la parroquia: abierta de 10.00 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.

- Eucaristía del Domingo de la XXXII Semana del Tiempo Ordinario (a las 11.00 h.).

- Rezo del Santo Rosario (a las 19.00 h.) y Eucaristía II Vísperas del Domingo de la XXXII Semana del Tiempo Ordinario: Función Principal de Instituto de la Virgen de la Soledad (Hermandad de la Vera+Cruz, a las 19.30 h.)


 

 NOTICIAS DE ACTUALIDAD















 

Carta del Obispo

Día de la Iglesia Diocesana,
para celebrar que «somos una gran familia contigo»


El próximo Domingo día 7 celebramos el Día de la Iglesia Diocesana con el lema: Somos lo que tú nos ayudas a ser. Somos una gran familia contigo. Esta Jornada, situada en el contexto de la fase sinodal diocesana de la XI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, es una ocasión para sentir y obrar en el espíritu que quiere promover este acontecimiento eclesial: Por una Iglesia sinodal. Comunión, participación, misión.
 
La Iglesia siempre nos remite a la familia, a la familia de los  hijos de Dios, en la que vamos edificando, bajo la acción del Espíritu, el pueblo santo que constituimos a partir del bautismo. Nuestra pertenencia a la Iglesia universal se realiza en la Iglesia particular, en  nuestro caso la Diócesis de Huelva. Como nos recuerda el Concilio Vaticano II: «la diócesis es una parte del Pueblo de Dios que se confía a un obispo para que la apaciente con la cooperación del presbiterio, de forma que unida a su pastor y reunida por él en el Espíritu Santo por el Evangelio y la Eucaristía, constituye una Iglesia particular, en la que verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Católica y Apostólica» (Christus Dominus, 11).
 
Para vivir la unidad entre todos los fieles que peregrinamos  en  nuestra Iglesia  de  Huelva  debemos coser sin desfallecer  las tres redes en las que está el Pueblo de Dios: la red que constituyen  las parroquias, vertebrando todo el territorio de nuestra iglesia particular;  la red de la vida consagrada, con sus comunidades de monjas de clausura, comunidades de religiosos y religiosas, y otras formas de vida consagrada; y la red de los movimientos, asociaciones de fieles, nuevas comunidades e instituciones eclesiales. Todos debemos comprendernos en la fraternidad recibida y en el trabajo misionero hecho en comunión que Huelva necesita. La Jornada de la Iglesia Diocesana es una ocasión para fijarnos, particularmente, en las parroquias.
 
Una familia que anuncia
 
Nuestra pertenencia a la Iglesia se abre en la fuente bautismal, situada en la parroquia. Allí se realiza nuestro primer contacto con la familia de Dios, se nos acompaña en la iniciación cristiana, recibimos la Palabra de Vida y se nos envía a evangelizar, a ser misioneros. Es el primer núcleo familiar dentro de la familia diocesana, donde nos han llevado, en la mayoría de las ocasiones, nuestras propias familias humanas.
 
En la tarea misionera de la Iglesia, la parroquia tiene  un  papel imprescindible. Cada una de ellas lleva a cabo su misión de anunciar el Evangelio a través de múltiples actividades: catequesis de niños y de adultos, catequesis presacramentales, formación de sus miembros. Para ello las parroquias han de contar con la implicación de los fieles, que sientan suya a la parroquia donde viven su ser eclesial.
 
Una familia que sirve
 
También en la parroquia logramos tener el primer contacto con la Iglesia que sirve como Cristo, que ejerce su función de diakonía. Los pobres siempre tuvieron en las parroquias un referente de familia, donde son estimados. Muchas veces con medios y recursos muy escasos, pero con mucho amor. También en este aspecto hay que subrayar la colaboración de los fieles y de los pastores, que sostienen con su generosidad las Cáritas parroquiales junto a las iniciativas de caridad protagonizadas por Hermandades y otras instituciones eclesiales vinculadas a la parroquia.
 
La Iglesia diocesana impulsa esta labor de las parroquias y suple lo que por ellas mismas no pueden afrontar. Es más, anima la presencia de Cristo en tantas periferias de nuestro mundo, nos permite besar las llagas de Cristo en los pobres.
 
Una familia que alaba
 
La parroquia nos introduce en la alabanza divina, especialmente con la Eucaristía dominical. Es una familia que alaba a su Padre, porque el Señor inspira y hace suya «nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación» (Prefacio Común IV). Esa alabanza adquiere especial plenitud cuando nos unimos a la Iglesia local  presidida por su obispo (ese sentido tiene la mención al obispo diocesano en el memento de la Misa). La familia parroquial inserta en la familia diocesana nos une con Cristo presente y actuante en su Iglesia a través de la liturgia.
 
Esta familia que es la Iglesia particular tiene una serie de necesidades, ocasionadas en el ejercicio del desarrollo de la misión de anunciar, servir y alabar, que requieren la contribución y colaboración de todos los fieles. Es inexcusable que ofrezcamos nuestra disponibilidad, poniendo tiempo y cualidades personales al servicio de la Iglesia. Es precisa la cooperación espiritual, que nos haga sentir como propias las necesidades de nuestra comunidad diocesana, y rezar por ellas. También es ineludible la colaboración económica, que forma parte de una exigencia moral recogida en los mandamientos de la madre Iglesia, hoy tan olvidados: ayudar a la Iglesia en sus necesidades. Así estaremos haciendo verdad  lo que dice el lema de este año: Somos lo que tú nos ayudas a ser, una familia que anuncia, sirve y alaba en nombre del Señor y así contribuye al mayor bien de todos los hombres. Como el niño que presentó a Jesús los panes y los peces, ofrezcamos nuestras capacidades personales y ayuda económica en  la medida que nos sea posible.
 
Que la Virgen Inmaculada y San Leandro intercedan  por nosotros, para que el Señor nos conceda el don de la generosidad, que yo os agradezco de corazón, para sostener la labor de nuestra familia diocesana.
 
Con mi afecto y bendición.
 
+ Santiago Gómez Sierra,
Obispo de Huelva.
 
Huelva, 4 de noviembre de 2021,
Memoria litúrgica de San Carlos Borromeo.



El Video del Papa - Noviembre 2021
"Las personas que sufren depresión"



"San Francisco en Glasgow"
Actualidad Comentada por el P. Santiago Martín FM
(05.11.2021)


Tercer Día de Triduo a la Virgen de la Soledad



Portada

Es fundamental que haya confianza y honestidad entre padres e hijos

Tres errores a evitar para proteger a tu hijo de la pornografía sin ser «un controlador totalitario»

La letra incluye todo un pequeño tratado de mariología

«O gloriosa domina»: el himno de Palestrina que ensalza desde hace siglos a María Corredentora

Entrevista a Luis Alberto Rosales, director general de esta fundación

«Gracias al CARF una gran cantidad de vocaciones no se pierden por el camino por falta de medios»

Vídeos

  Historia de una gran familia

  Athenas canta a la Virgen María

  Cumbre del Clima: San Francisco molestó

  Harpa Dei: «Ven, Señor Jesús»

  Con los niños sordos de Belén

Otras noticias

  España celebra hoy la memoria de 2.053 mártires de la persecución religiosa de los años 1931 a 1939

  La diócesis de Valladolid promueve su itinerario formativo para novios en una feria de bodas

  El Papa visitará Chipre y Grecia del 2 al 6 de diciembre para visitar Nicosia, Atenas y Lesbos

Opinión

  Los otros infanticidios , por Juan Manuel de Prada

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  De fiar. Comentario para Matrimonios: Lucas 16, 9-15 , por ProyectoAmorConyugal.es

  2.053 mártires: Santos Pedro Poveda, Inocencio de la Inmaculada y compañeros mártires , por Victor in vínculis

  Las homilías. Empezar por ahí. , por Duc in altum!

  Cambiar el mundo con la oración y el apostolado , por Padre José Antonio Medina

 


SANTORAL DE HOY


Elogio: En Colonia, de Lotaringia, en Germania, san Engelberto, obispo, que por defender la justicia y libertad de la Iglesia, yendo de camino fue asaltado por unos sicarios, que le hirieron hasta causarle la muerte.

Otros santos de este día:

    San Prosdócimo de Padua, obispo  

En Padua, de la región de Venecia, san Prosdócimo, a quien se tiene por el primer obispo de esta Iglesia.

   San Atenodoro de Neocesarea, obispo  

En Neocesarea, del Ponto, san Atenodoro, obispo, hermano de san Gregorio Taumaturgo, que fue tan aventajado en las letras divinas, que, pese a su juventud, se le consideró digno de ejercer el ministerio episcopal.

   San Amaranto, mártir

En Albi, de Aquitania, conmemoración de san Amaranto, mártir.

   San Hierón y sus numerosos compañeros, mártires

En Melitene, de Armenia, san Hierón y sus numerosos compañeros.

   San Herculano de Perugia, obispo y mártir  

En Perugia, de la Umbría, san Herculano, obispo y mártir, que, por orden de Totila, rey de los godos, fue decapitado.

   San Baldo de Tours, obispo  

En Tours, de Neustria, san Baldo, obispo, que distribuyó en limosnas para los pobres el dinero que le había dejado su predecesor.

   San Cungaro, abad

En el lugar después llamado Congresbury, en Inglaterra, san Cungaro, abad, bretón de origen, con cuyo nombre se honran muchas poblaciones e iglesias.

   San Florencio de Estrasburgo, obispo  

En Estrasburgo, de Burgundia, conmemoración de san Florencio, obispo, sucesor de san Arbogasto.

   San Wilibordo de Utrecht, abad y obispo  

En Echternach, de Austrasia, sepultura de san Wilibordo, inglés de nacimiento, que ordenado obispo de Utrecht por el papa san Sergio I, predicó el Evangelio en Frisia y en Dinamarca, y fundó sedes episcopales y monasterios hasta que, agobiado de trabajo y gastado por la edad, se durmió en el Señor dentro de los muros de un monasterio por él levantado.

   San Lázaro el estilita, monje

En el monte Galesio, cercano a Éfeso, san Lázaro, estilita, que, en diversos lugares, vivió muchos años sobre una columna, cargado además de hierros y cadenas, y contento, con solo pan y agua, con esta forma de vida tan austera atrajo a muchos fieles.

   Beato Antonio Baldinucci, religioso presbítero  

En la aldea de Pofi, en el Lacio, beato Antonio Baldinucci, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, totalmente dedicado a la predicación de misiones populares.

   Santos Jacinto María Castañeda y Vicente Lê Quang Liêm, presbíteros y mártires  

En la ciudad de Ket Cho, en Tonquín, santos Jacinto María Castañeda y Vicente Lê Quang Liêm, presbíteros de la Orden de Predicadores y mártires, que coronaron los trabajos evangélicos con el derramamiento de su sangre en tiempo del reinado de Trinh Sâm.

   San Pedro Wu Guosheng, catequista mártir  

En Zunyi, provincia de Guizhou, en China, san Pedro Wu Guosheng, catequista y mártir, que fue estrangulado por su fidelidad a Cristo.

   San Vicente Grossi, presbítero y fundador (1 coms.)  

En Cremona, de Italia, san Vicente Grossi, presbítero, que, dedicado al ministerio parroquial, fundó la Congregación de Hijas del Oratorio.

   Beatos Isabelino Carmona Fernández y cinco compañeros, mártires

En Paracuellos de Jarama, Madrid, España, beatos Isabelino Carmona Fernández, Alfredo Fanjul Acebal, Juan Mendibelzúa Ocerín, Vicente Rodríguez Fernández, presbíteros, y José Delgado Pérez, todos religiosos de la Orden de Predicadores, y Manuel Marín Pérez, religioso de los Salesianos de Don Bosco, mártires.

   Beato José Vega Riaño, presbítero y mártir

En Paracuellos de Jarama, Madrid, España, beato José Vega Riaño, sacerdote profeso de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, muerto en tiempos de la Guerra Civil por venerar el nombre de Cristo.

   Beato Serviliano Riaño Herrero, religioso y mártir

En Soto de Aldovea, Torrejón de Ardoz, Madrid, España, beato Serviliano Riaño Herrero, clérigo profeso de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, muerto en tiempos de la Guerra Civil por venerar el nombre de Cristo.

   San Ernesto de Zwiefalten, abad y mártir  

En La Meca, san Ernesto, abad del monasterio de Zwiefalten y mártir, que se unió a la cruzada y recibió la muerte por su fe a manos de los sarracenos.



LITURGIA DE HOY

Misa del Domingo (verde). 

MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical. 

LECC.: vol. I (B). 

- 1 Re 17, 10-16. La viuda preparó con su harina una pequeña torta y se la llevó a Elías. 

- Sal 145. R. Alaba, alma mía, al Señor. 

- Heb 9, 24-28. Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. 

- Mc 12, 38-44. Esta viuda pobre ha echado más que nadie. 

 

La generosidad hasta el extremo y la confianza en Dios es un tema fundamental de este domingo. Así, la viuda de la 1 lect. confía en la palabra del profeta Elías y le entrega lo único que tenía para comer, un panecillo. Y, por esa confianza en el Señor, habiendo hecho caso al profeta, no le faltó para comer en adelante (1 lect.). Igualmente, en el Evangelio, Jesús alaba a una pobre viuda que dio de limosna para el templo todo lo poco que tenía para vivir. Así demostraba su confianza en Dios. Supone esto una llamada a poner a Dios por encima del dinero y de los bienes materiales y a fomentar la disponibilidad para darlo todo, sabiendo que al Señor no vamos a ganarle en generosidad.

 

DÍA Y COLECTA DE LA IGLESIA DIOCESANA (dependiente de la CEE, optativa). Liturgia del día, alusión en la mon. de entrada y en la hom., intención en la oración universal, colecta.


Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II. 

Martirologio: elogs. del 8 de noviembre, pág. 656.


Antífona de entrada Sal 87, 3
Llegue hasta ti mi súplica, inclina tu oído a mi clamor, Señor.


Monición de entrada

Celebrar la eucaristía supone vivir con coherencia la fe que profesamos, aunque muchas veces nos cueste. Vivir en autenticidad la fe, supone confiarse en las manos de Dios, pidiendo que nos otorgue un corazón sencillo que desborde generosidad. Dios no mira las apariencias sino el corazón.


Acto penitencial
Todo como en el Ordinario de la Misa. Para la tercera fórmula pueden usarse las siguientes invocaciones:

- Salvador nuestro: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Redentor nuestro: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Mediador nuestro: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria.

Oración colecta

Dios de poder y misericordia,
aparta, propicio, de nosotros toda adversidad,
para que, bien dispuestos cuerpo y espíritu,
podamos aspirar libremente a lo que te pertenece.
Por nuestro Señor Jesucristo.


PRIMERA LECTURA 
La viuda preparó con su harina una pequeña torta y se la llevó a Elías

Lectura del primer libro de los Reyes (1 R 17, 10-16)

EN AQUELLOS DÍAS, se alzó el profeta Elías y fue a Sarepta. Traspasaba la puerta de la ciudad en el momento en el que una mujer viuda recogía por allí leña.

Elías la llamó y le dijo:

«Tráeme un poco de agua en el jarro, por favor, y beberé».

Cuando ella fue a traérsela, él volvió a gritarle:

«Tráeme, por favor, en tu mano un trozo de pan».

Ella respondió:

«Vive el Señor, tu Dios, que no me queda pan cocido; solo un puñado de harina en la orza y un poco de aceite en la alcuza. Estoy recogiendo un par de palos, entraré y prepararé el pan para mí y mi hijo, lo comeremos y luego moriremos».

Pero Elías le dijo:

«No temas. Entra y haz como has dicho, pero antes prepárame con la harina una pequeña torta y tráemela. Para ti y tu hijo la harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel:

“La orza de harina no se vaciará
la alcuza de aceite no se agotará
hasta el día en que el Señor conceda
lluvias sobre la tierra”».

Ella se fue y obró según la palabra de Elías, y comieron él, ella y su familia.

Por mucho tiempo la orza de harina no se yació ni la alcuza de aceite se agotó, según la palabra que había pronunciado el Señor por boca de Elías.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL (Sal 145, 6c-7. 8-9a. 9bc-10 [R.: 1b])

R. Alaba, alma mía, al Señor.

O bien: Aleluya.

V. El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,
hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos.

R. Alaba, alma mía, al Señor.

V. El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos.

R. Alaba, alma mía, al Señor.

V. Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.

R. Alaba, alma mía, al Señor.

SEGUNDA LECTURA 
Cristo se ha ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos

Lectura de la carta a los Hebreos (Hb 9, 24-28)

CRISTO entró no en un santuario construido por hombres, imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros.

Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena. Si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde la fundación del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de los tiempos, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.
Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez; y después de la muerte, el juicio.

De la misma manera, Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos.
La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, para salvar a los que lo esperan.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


Aleluya Mt 5, 3
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. R.


EVANGELIO (forma larga)
Esa pobre viuda ha echado más que nadie

╬ Lectura del santo Evangelio según san Marcos (Mc 12, 38-44)
R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, Jesús, instruyendo al gentío, les decía:

«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa».

Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante.

Llamando a sus discípulos, les dijo:

«En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Palabra de Dios.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.


EVANGELIO (forma breve)
Esta viuda pobre ha echado más que nadie

╬ Lectura del santo Evangelio según san Marcos (Mc 12, 41-44)
R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, Jesús, estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo:

«En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.



Del Papa Francisco
ÁNGELUS. Plaza de San Pedro. Domingo, 11 de noviembre de 2018

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El episodio evangélico de hoy (ver Mc 12, 38-44) concluye la serie de enseñanzas impartidas por Jesús en el templo de Jerusalén y resalta dos figuras opuestas: el escriba y la viuda. Pero ¿por qué están contrapuestas? El escriba representa a las personas importantes, ricas, influyentes; la otra —la viuda— representa a los últimos, a los pobres, a los débiles. En realidad, el juicio resuelto de Jesús contra los escribas no concierne a toda la categoría de escribas, sino que se refiere a aquellos que alardean de su posición social, que se enorgullecen del título de “rabí”, es decir, maestro, a quienes les gusta que les reverencien y ocupar los primeros puestos (ver versículos 38-39). Lo peor es que su ostentación es sobre todo de naturaleza religiosa, porque rezan, dice Jesús —“so capa de largas oraciones”—(v.40) y se sirven de Dios para proclamarse como los defensores de su ley. Y esta actitud de superioridad y de vanidad les lleva a despreciar a los que cuentan poco o se encuentran en una posición económica desaventajada, como es el caso de las viudas.

Jesús desenmascara este mecanismo perverso: denuncia la opresión instrumentalizada de los débiles por motivos religiosos, diciendo claramente que Dios está del lado de los últimos. Y para grabar esta lección en la mente de los discípulos, les pone un ejemplo viviente: una pobre viuda, cuya posición social era insignificante porque no tenía un marido que pudiera defender sus derechos, y por eso era presa fácil para algún acreedor sin escrúpulos. Esta mujer, que echará en el tesoro del templo solamente dos moneditas, todo lo que le quedaba, y hace su ofrenda intentando pasar desapercibida, casi avergonzándose. Pero, precisamente con esta humildad, ella cumple una acción de gran importancia religiosa y espiritual. Ese gesto lleno de sacrificio no escapa a la mirada de Jesús, que, al contrario, ve brillar en él el don total de sí mismo en el que quiere educar a sus discípulos.

La enseñanza que Jesús nos da hoy nos ayuda a recobrar lo que es esencial en nuestras vidas y favorece una relación concreta y cotidiana con Dios. Hermanos y hermanas, las balanzas del Señor son diferentes a las nuestras. Pesa de manera diferente a las personas y sus gestos: Dios no mide la cantidad sino la calidad, escruta el corazón, mira la pureza de las intenciones. Esto significa que nuestro “dar” a Dios en la oración y a los demás en la caridad debería huir siempre del ritualismo y del formalismo, así como de la lógica del cálculo, y debe ser expresión de gratuidad, como hizo Jesús con nosotros: nos salvó gratuitamente, no nos hizo pagar la redención. Nos salvó gratuitamente. Y nosotros, debemos hacer las cosas como expresión de gratuidad. Por eso, Jesús indica a esa viuda pobre y generosa como modelo a imitar de vida cristiana. No sabemos su nombre, pero conocemos su corazón —la encontraremos en el Cielo y seguramente iremos a saludarla—, y eso es lo que cuenta ante Dios. Cuando nos sentimos tentados por el deseo de aparentar y de contabilizar nuestros gestos de altruismo, cuando estamos demasiado interesados ​​en la mirada de los demás pensemos en esta mujer y, —permitidme las palabras— cuando nos pavoneemos, pensemos en esta mujer. Nos hará bien: nos ayudará a despojarnos de lo superfluo para ir a lo que realmente importa, y a permanecer humildes.

¡Que la Virgen María, mujer pobre que se entregó totalmente a Dios, nos sostenga en el propósito de dar al Señor y a los hermanos, no algo nuestro, sino a nosotros mismos, en una ofrenda humilde y generosa!

 * * * * *

ÁNGELUS, Domingo 8 de noviembre de 2015

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días, con este sol bonito!

El episodio del Evangelio de este domingo se compone de dos partes: en una se describe cómo no deben ser los seguidores de Cristo; en la otra, se propone un ideal ejemplar de cristiano.

Comencemos por la primera: qué es lo que no debemos hacer. En la primera parte, Jesús señala tres defectos que se manifiestan en el estilo de vida de los escribas, maestros de la ley: soberbia, avidez e hipocresía. A ellos –dice Jesús– les encanta «que les hagan reverencia en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes» (Mc 12, 38-39). Pero, bajo apariencias tan solemnes, se esconden la falsedad y la injusticia. Mientras se pavonean en público, usan su autoridad para «devorar los bienes de las viudas» (v. 40), a las que se consideraba, junto con los huérfanos y los extranjeros, las personas más indefensas y desamparadas. Por último, los escribas «aparentan hacer largas oraciones» (v. 40). También hoy existe el riesgo de comportarse de esta forma. Por ejemplo, cuando se separa la oración de la justicia, porque no se puede rendir culto a Dios y causar daño a los pobres. O cuando se dice que se ama a Dios y, sin embargo, se antepone a Él la propia vanagloria, el propio provecho.

También la segunda parte del Evangelio de hoy va en esta línea. La escena se ambienta en el templo de Jerusalén, precisamente en el lugar donde la gente echaba las monedas como limosna. Hay muchos ricos que echan tantas monedas, y una pobre mujer, viuda, que da apenas dos pequeñas monedas. Jesús observa atentamente a esa mujer e indica a los discípulos el fuerte contraste de la escena. Los ricos han dado, con gran ostentación, lo que para ellos era superfluo, mientras que la viuda, con discreción y humildad, ha echado «todo lo que tenía para vivir» (v. 44); por ello –dice Jesús– ella ha dado más que todos. Debido a su extrema pobreza, hubiera podido ofrecer una sola moneda para el templo y quedarse con la otra. Pero ella no quiere ir a la mitad con Dios: se priva de todo. En su pobreza ha comprendido que, teniendo a Dios, lo tiene todo; se siente amada totalmente por Él y, a su vez, lo ama totalmente. ¡Qué bonito ejemplo esa viejecita!

Jesús, hoy, nos dice también a nosotros que el metro para juzgar no es la cantidad, sino la plenitud. Hay una diferencia entre cantidad y plenitud. Tú puedes tener tanto dinero, pero ser una persona vacía. No hay plenitud en tu corazón. Pensad esta semana en la diferencia que hay entre cantidad y plenitud. No es cosa de billetera, sino de corazón. Hay diferencia entre billetera y corazón… Hay enfermedades cardíacas que hacen que el corazón se baje hasta la billetera… ¡Y esto no va bien! Amar a Dios «con todo el corazón» significa confiar en Él, en su providencia, y servirlo en los hermanos más pobres, sin esperar nada a cambio.

Permitidme que cuente una anécdota, que sucedió en mi diócesis anterior. Estaban en la mesa una mamá con sus tres hijos; el papá estaba en el trabajo; estaban comiendo filetes empanados… En ese momento, llaman a la puerta y uno de los hijos –pequeños, 5, 6 años, y 7 años el más grande– viene y dice: «Mamá, hay un mendigo que pide comida». Y la mamá, una buena cristiana, les pregunta: «¿qué hacemos?». –«Démosle mamá…». –«De acuerdo». Toma el tenedor y el cuchillo y les quita la mitad de cada filete. «¡Ah, no, mamá no! ¡Así no! Dáselo del frigo». –«¡No, preparamos tres bocadillos con esto!». Y los hijos aprendieron que la verdadera caridad se hace no con lo que nos sobra, sino con lo que nos es necesario. Estoy seguro que esa tarde tuvieron un poco de hambre… Pero, así se hace.

Ante las necesidades del prójimo, estamos llamados a privarnos –como esos niños, de la mitad del filete– de algo indispensable, no sólo de lo superfluo; estamos llamados a dar el tiempo necesario, no sólo el que nos sobra; estamos llamados a dar enseguida sin reservas algún talento nuestro, no después de haberlo utilizado para nuestros objetivos personales o de grupo.

Pidamos al Señor que nos admita en la escuela de esta pobre viuda, que Jesús, con el desconcierto de los discípulos, hace subir a la cátedra y presenta como maestra de Evangelio vivo. Por intercesión de María, la mujer pobre que ha dado toda su vida a Dios por nosotros, pidamos el don de un corazón pobre, pero rico de una generosidad alegre y gratuita.


* * * * *

Del Papa Benedicto XVI

ÁNGELUS, Domingo 11 de noviembre de 2012

Queridos hermanos y hermanas:

La Liturgia de la Palabra de este domingo nos ofrece como modelos de fe las figuras de dos viudas. Nos las presenta en paralelo: una en el Primer Libro de los Reyes (1R 17, 10-16), la otra en el Evangelio de San Marcos (Mc 12, 41-44). Ambas mujeres son muy pobres, y precisamente en tal condición demuestran una gran fe en Dios. La primera aparece en el ciclo de los relatos sobre el profeta Elías, quien, durante un tiempo de carestía, recibe del Señor la orden de ir a la zona de Sidón, por lo tanto fuera de Israel, en territorio pagano. Allí encuentra a esta viuda y le pide agua para beber y un poco de pan. La mujer objeta que sólo le queda un puñado de harina y unas gotas de aceite, pero, puesto que el profeta insiste y le promete que, si le escucha, no faltarán harina y aceite, accede y se ve recompensada. A la segunda viuda, la del Evangelio, la distingue Jesús en el templo de Jerusalén, precisamente junto al tesoro, donde la gente depositaba las ofrendas. Jesús ve que esta mujer pone dos moneditas en el tesoro; entonces llama a los discípulos y explica que su óbolo es más grande que el de los ricos, porque, mientras que estos dan de lo que les sobra, la viuda dio "todo lo que tenía para vivir" (Mc 12, 44).

De estos dos episodios bíblicos, sabiamente situados en paralelo, se puede sacar una preciosa enseñanza sobre la fe, que se presenta como la actitud interior de quien construye la propia vida en Dios, sobre su Palabra, y confía totalmente en Él. La condición de viuda, en la antigüedad, constituía de por sí una condición de grave necesidad. Por ello, en la Biblia, las viudas y los huérfanos son personas que Dios cuida de forma especial: han perdido el apoyo terreno, pero Dios sigue siendo su Esposo, su Padre. Sin embargo, la Escritura dice que la condición objetiva de necesidad, en este caso el hecho de ser viuda, no es suficiente: Dios pide siempre nuestra libre adhesión de fe, que se expresa en el amor a Él y al prójimo. Nadie es tan pobre que no pueda dar algo. Y, en efecto, nuestras viudas de hoy demuestran su fe realizando un gesto de caridad: una hacia el profeta y la otra dando una limosna. De este modo demuestran la unidad inseparable entre fe y caridad, así como entre el amor a Dios y el amor al prójimo –como nos recordaba el Evangelio el domingo pasado–. El Papa san León Magno, cuya memoria celebramos ayer, afirma: "Sobre la balanza de la justicia divina no se pesa la cantidad de los dones, sino el peso de los corazones. La viuda del Evangelio depositó en el tesoro del templo dos monedas de poco valor y superó los dones de todos los ricos. Ningún gesto de bondad carece de sentido delante de Dios, ninguna misericordia permanece sin fruto" (Sermo de jejunio dec. mens., 90, 3).

La Virgen María es ejemplo perfecto de quien se entrega totalmente confiando en Dios. Con esta fe ella dijo su "Heme aquí" al Ángel y acogió la voluntad del Señor. Que María nos ayude también a cada uno de nosotros, en este Año de la fe, a reforzar la confianza en Dios y en su Palabra

Se dice Credo.


Oración de los fieles

Cristo ha entrado en el cielo -hemos escuchado-, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Oremos con toda confianza.

- Por la Iglesia, llamada a ser comunidad de amor. Roguemos al Señor.

- Por nuestra Iglesia diocesana, para que cada día crezca en la comunión con el Señor y con los hermanos, en fidelidad a la vocación de cada uno, en compromiso apostólico y evangelizador, y en cercanía y servicio a los pobres y a los que sufren. Roguemos al Señor.

- Por los gobernantes de todas las naciones. Roguemos al Señor.

- Por los que sufren hambre, por los que no perciben el salario mínimo justo. Roguemos al Señor.

- Por nosotros, que nos disponemos a celebrar al que se entregó por todos hasta la muerte de cruz. Roguemos al Señor.

Atiende, Señor, a los ruegos de los que te suplican
y ponen su confianza en tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Oración sobre las ofrendas

Mira con bondad, Señor, los sacrificios que te presentamos,
para que alcancemos con piadoso afecto
lo que actualizamos sacramentalmente de la pasión de tu Hijo.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.


PREFACIO II DOMINICAL DEL TIEMPO ORDINARIO
El plan divino de la salvación

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar, Señor,
Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.

El cual, compadecido del extravío de los hombres,
quiso nacer de la Virgen;
sufriendo la cruz, nos libró de eterna muerte,
y, resucitando de entre los muertos, nos dio vida eterna.

Por eso, con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones,
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Santo, Santo, Santo…


Antífona de comunión Sal 22, 1-2

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas.

O bien: Cf. Lc 24, 35

Los discípulos reconocieron al Señor Jesús al partir el pan.


Oración después de la comunión

Alimentados con este don sagrado,
te damos gracias, Señor, invocando tu misericordia,
para que, mediante la acción de tu Espíritu,
permanezca la gracia de la verdad
en quienes penetró la fuerza del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


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