DOMINGO, 07 DE NOVIEMBRE
- Horario de la parroquia: abierta de 10.00 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- Eucaristía del Domingo de la XXXII Semana del Tiempo Ordinario (a las 11.00 h.).
- Rezo del Santo Rosario (a las 19.00 h.) y Eucaristía II Vísperas del Domingo de la XXXII Semana del Tiempo Ordinario: Función Principal de Instituto de la Virgen de la Soledad (Hermandad de la Vera+Cruz, a las 19.30 h.)
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
Carta del Obispo
Día de la Iglesia Diocesana,para celebrar que «somos una gran familia contigo»
El próximo Domingo día 7 celebramos el Día de la Iglesia Diocesana con el lema: Somos lo que tú nos ayudas a ser. Somos una gran familia contigo. Esta Jornada, situada en el contexto de la fase sinodal diocesana de la XI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, es una ocasión para sentir y obrar en el espíritu que quiere promover este acontecimiento eclesial: Por una Iglesia sinodal. Comunión, participación, misión. La Iglesia siempre nos remite a la familia, a la familia de los hijos de Dios, en la que vamos edificando, bajo la acción del Espíritu, el pueblo santo que constituimos a partir del bautismo. Nuestra pertenencia a la Iglesia universal se realiza en la Iglesia particular, en nuestro caso la Diócesis de Huelva. Como nos recuerda el Concilio Vaticano II: «la diócesis es una parte del Pueblo de Dios que se confía a un obispo para que la apaciente con la cooperación del presbiterio, de forma que unida a su pastor y reunida por él en el Espíritu Santo por el Evangelio y la Eucaristía, constituye una Iglesia particular, en la que verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Católica y Apostólica» (Christus Dominus, 11). Para vivir la unidad entre todos los fieles que peregrinamos en nuestra Iglesia de Huelva debemos coser sin desfallecer las tres redes en las que está el Pueblo de Dios: la red que constituyen las parroquias, vertebrando todo el territorio de nuestra iglesia particular; la red de la vida consagrada, con sus comunidades de monjas de clausura, comunidades de religiosos y religiosas, y otras formas de vida consagrada; y la red de los movimientos, asociaciones de fieles, nuevas comunidades e instituciones eclesiales. Todos debemos comprendernos en la fraternidad recibida y en el trabajo misionero hecho en comunión que Huelva necesita. La Jornada de la Iglesia Diocesana es una ocasión para fijarnos, particularmente, en las parroquias. Una familia que anuncia Nuestra pertenencia a la Iglesia se abre en la fuente bautismal, situada en la parroquia. Allí se realiza nuestro primer contacto con la familia de Dios, se nos acompaña en la iniciación cristiana, recibimos la Palabra de Vida y se nos envía a evangelizar, a ser misioneros. Es el primer núcleo familiar dentro de la familia diocesana, donde nos han llevado, en la mayoría de las ocasiones, nuestras propias familias humanas. En la tarea misionera de la Iglesia, la parroquia tiene un papel imprescindible. Cada una de ellas lleva a cabo su misión de anunciar el Evangelio a través de múltiples actividades: catequesis de niños y de adultos, catequesis presacramentales, formación de sus miembros. Para ello las parroquias han de contar con la implicación de los fieles, que sientan suya a la parroquia donde viven su ser eclesial. Una familia que sirve También en la parroquia logramos tener el primer contacto con la Iglesia que sirve como Cristo, que ejerce su función de diakonía. Los pobres siempre tuvieron en las parroquias un referente de familia, donde son estimados. Muchas veces con medios y recursos muy escasos, pero con mucho amor. También en este aspecto hay que subrayar la colaboración de los fieles y de los pastores, que sostienen con su generosidad las Cáritas parroquiales junto a las iniciativas de caridad protagonizadas por Hermandades y otras instituciones eclesiales vinculadas a la parroquia. La Iglesia diocesana impulsa esta labor de las parroquias y suple lo que por ellas mismas no pueden afrontar. Es más, anima la presencia de Cristo en tantas periferias de nuestro mundo, nos permite besar las llagas de Cristo en los pobres. Una familia que alaba La parroquia nos introduce en la alabanza divina, especialmente con la Eucaristía dominical. Es una familia que alaba a su Padre, porque el Señor inspira y hace suya «nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación» (Prefacio Común IV). Esa alabanza adquiere especial plenitud cuando nos unimos a la Iglesia local presidida por su obispo (ese sentido tiene la mención al obispo diocesano en el memento de la Misa). La familia parroquial inserta en la familia diocesana nos une con Cristo presente y actuante en su Iglesia a través de la liturgia. Esta familia que es la Iglesia particular tiene una serie de necesidades, ocasionadas en el ejercicio del desarrollo de la misión de anunciar, servir y alabar, que requieren la contribución y colaboración de todos los fieles. Es inexcusable que ofrezcamos nuestra disponibilidad, poniendo tiempo y cualidades personales al servicio de la Iglesia. Es precisa la cooperación espiritual, que nos haga sentir como propias las necesidades de nuestra comunidad diocesana, y rezar por ellas. También es ineludible la colaboración económica, que forma parte de una exigencia moral recogida en los mandamientos de la madre Iglesia, hoy tan olvidados: ayudar a la Iglesia en sus necesidades. Así estaremos haciendo verdad lo que dice el lema de este año: Somos lo que tú nos ayudas a ser, una familia que anuncia, sirve y alaba en nombre del Señor y así contribuye al mayor bien de todos los hombres. Como el niño que presentó a Jesús los panes y los peces, ofrezcamos nuestras capacidades personales y ayuda económica en la medida que nos sea posible. Que la Virgen Inmaculada y San Leandro intercedan por nosotros, para que el Señor nos conceda el don de la generosidad, que yo os agradezco de corazón, para sostener la labor de nuestra familia diocesana. Con mi afecto y bendición. + Santiago Gómez Sierra,Obispo de Huelva. Huelva, 4 de noviembre de 2021,Memoria litúrgica de San Carlos Borromeo.
"Las personas que sufren depresión"
SANTORAL DE HOY
Elogio: En Colonia, de Lotaringia, en Germania, san Engelberto, obispo, que por defender la justicia y libertad de la Iglesia, yendo de camino fue asaltado por unos sicarios, que le hirieron hasta causarle la muerte.
San Prosdócimo de Padua, obispo
En Padua, de la región de Venecia, san Prosdócimo, a
quien se tiene por el primer obispo de esta Iglesia.
San Atenodoro de Neocesarea, obispo
En Neocesarea, del Ponto, san Atenodoro, obispo,
hermano de san Gregorio Taumaturgo, que fue tan aventajado en las letras
divinas, que, pese a su juventud, se le consideró digno de ejercer el
ministerio episcopal.
San Amaranto, mártir
En Albi, de Aquitania, conmemoración de san
Amaranto, mártir.
San Hierón y sus numerosos compañeros,
mártires
En Melitene, de Armenia, san Hierón y sus numerosos
compañeros.
San Herculano de Perugia, obispo y
mártir
En Perugia, de la Umbría, san Herculano, obispo y
mártir, que, por orden de Totila, rey de los godos, fue decapitado.
San Baldo de Tours, obispo
En Tours, de Neustria, san Baldo, obispo, que
distribuyó en limosnas para los pobres el dinero que le había dejado su
predecesor.
San Cungaro, abad
En el lugar después llamado Congresbury, en
Inglaterra, san Cungaro, abad, bretón de origen, con cuyo nombre se honran
muchas poblaciones e iglesias.
San Florencio de Estrasburgo, obispo
En Estrasburgo, de Burgundia, conmemoración de san
Florencio, obispo, sucesor de san Arbogasto.
San Wilibordo de Utrecht, abad y obispo
En Echternach, de Austrasia, sepultura de san
Wilibordo, inglés de nacimiento, que ordenado obispo de Utrecht por el papa san
Sergio I, predicó el Evangelio en Frisia y en Dinamarca, y fundó sedes
episcopales y monasterios hasta que, agobiado de trabajo y gastado por la edad,
se durmió en el Señor dentro de los muros de un monasterio por él levantado.
San Lázaro el estilita, monje
En el monte Galesio, cercano a Éfeso, san Lázaro, estilita, que, en diversos lugares, vivió muchos años sobre una columna, cargado además de hierros y cadenas, y contento, con solo pan y agua, con esta forma de vida tan austera atrajo a muchos fieles.
Beato Antonio Baldinucci, religioso
presbítero
En la aldea de Pofi, en el Lacio, beato Antonio
Baldinucci, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, totalmente dedicado
a la predicación de misiones populares.
Santos Jacinto María Castañeda y Vicente Lê
Quang Liêm, presbíteros y mártires
En la ciudad de Ket Cho, en Tonquín, santos Jacinto
María Castañeda y Vicente Lê Quang Liêm, presbíteros de la Orden de
Predicadores y mártires, que coronaron los trabajos evangélicos con el
derramamiento de su sangre en tiempo del reinado de Trinh Sâm.
San Pedro Wu Guosheng, catequista
mártir
En Zunyi, provincia de Guizhou, en China, san Pedro
Wu Guosheng, catequista y mártir, que fue estrangulado por su fidelidad a
Cristo.
San Vicente Grossi, presbítero y fundador (1
coms.)
En Cremona, de Italia, san Vicente Grossi,
presbítero, que, dedicado al ministerio parroquial, fundó la Congregación de
Hijas del Oratorio.
Beatos Isabelino Carmona Fernández y cinco
compañeros, mártires
En Paracuellos de Jarama, Madrid, España, beatos
Isabelino Carmona Fernández, Alfredo Fanjul Acebal, Juan Mendibelzúa Ocerín,
Vicente Rodríguez Fernández, presbíteros, y José Delgado Pérez, todos
religiosos de la Orden de Predicadores, y Manuel Marín Pérez, religioso de los
Salesianos de Don Bosco, mártires.
Beato José Vega Riaño, presbítero y mártir
En Paracuellos de Jarama, Madrid, España, beato José
Vega Riaño, sacerdote profeso de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada,
muerto en tiempos de la Guerra Civil por venerar el nombre de Cristo.
Beato Serviliano Riaño Herrero, religioso y
mártir
En Soto de Aldovea, Torrejón de Ardoz, Madrid,
España, beato Serviliano Riaño Herrero, clérigo profeso de los Misioneros
Oblatos de María Inmaculada, muerto en tiempos de la Guerra Civil por venerar
el nombre de Cristo.
San Ernesto de Zwiefalten, abad y
mártir
En La Meca, san Ernesto, abad del monasterio de
Zwiefalten y mártir, que se unió a la cruzada y recibió la muerte por su fe a
manos de los sarracenos.
LITURGIA DE HOY
Misa del Domingo (verde).
MISAL: ants. y
oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.
LECC.: vol. I
(B).
- 1 Re
17, 10-16. La viuda preparó con su harina una pequeña torta y
se la llevó a Elías.
- Sal
145. R. Alaba, alma mía, al Señor.
- Heb
9, 24-28. Cristo se ofreció una sola vez para quitar los
pecados de todos.
- Mc
12, 38-44. Esta viuda pobre ha echado más que nadie.
La generosidad hasta el extremo y la confianza en Dios es un tema
fundamental de este domingo. Así, la viuda de la 1 lect. confía en la palabra
del profeta Elías y le entrega lo único que tenía para comer, un panecillo. Y,
por esa confianza en el Señor, habiendo hecho caso al profeta, no le faltó para
comer en adelante (1 lect.). Igualmente, en el Evangelio, Jesús alaba a una
pobre viuda que dio de limosna para el templo todo lo poco que tenía para
vivir. Así demostraba su confianza en Dios. Supone esto una llamada a poner a
Dios por encima del dinero y de los bienes materiales y a fomentar la
disponibilidad para darlo todo, sabiendo que al Señor no vamos a ganarle en
generosidad.
* DÍA Y COLECTA DE LA IGLESIA DIOCESANA (dependiente de la CEE, optativa). Liturgia del día, alusión en la mon. de entrada y en la hom., intención en la oración universal, colecta.
Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum.
Comp. Dom. II.
R. Alaba,
alma mía, al Señor.
* * * * *
ÁNGELUS,
Domingo 8 de noviembre de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días, con este sol bonito!
ÁNGELUS,
Domingo 11 de noviembre de 2012
Queridos hermanos y hermanas:
La Liturgia de la Palabra de este domingo nos ofrece como modelos de fe
las figuras de dos viudas. Nos las presenta en paralelo: una en el Primer Libro
de los Reyes (1R 17, 10-16), la otra en el Evangelio de San Marcos (Mc 12,
41-44). Ambas mujeres son muy pobres, y precisamente en tal condición
demuestran una gran fe en Dios. La primera aparece en el ciclo de los relatos
sobre el profeta Elías, quien, durante un tiempo de carestía, recibe del Señor
la orden de ir a la zona de Sidón, por lo tanto fuera de Israel, en territorio
pagano. Allí encuentra a esta viuda y le pide agua para beber y un poco de pan.
La mujer objeta que sólo le queda un puñado de harina y unas gotas de aceite, pero,
puesto que el profeta insiste y le promete que, si le escucha, no faltarán
harina y aceite, accede y se ve recompensada. A la segunda viuda, la del
Evangelio, la distingue Jesús en el templo de Jerusalén, precisamente junto al
tesoro, donde la gente depositaba las ofrendas. Jesús ve que esta mujer pone
dos moneditas en el tesoro; entonces llama a los discípulos y explica que su
óbolo es más grande que el de los ricos, porque, mientras que estos dan de lo
que les sobra, la viuda dio "todo lo que tenía para vivir" (Mc 12,
44).
De estos dos episodios bíblicos, sabiamente situados en paralelo, se
puede sacar una preciosa enseñanza sobre la fe, que se presenta como la actitud
interior de quien construye la propia vida en Dios, sobre su Palabra, y confía
totalmente en Él. La condición de viuda, en la antigüedad, constituía de por sí
una condición de grave necesidad. Por ello, en la Biblia, las viudas y los
huérfanos son personas que Dios cuida de forma especial: han perdido el apoyo
terreno, pero Dios sigue siendo su Esposo, su Padre. Sin embargo, la Escritura
dice que la condición objetiva de necesidad, en este caso el hecho de ser
viuda, no es suficiente: Dios pide siempre nuestra libre adhesión de fe, que se
expresa en el amor a Él y al prójimo. Nadie es tan pobre que no pueda dar algo.
Y, en efecto, nuestras viudas de hoy demuestran su fe realizando un gesto de
caridad: una hacia el profeta y la otra dando una limosna. De este modo
demuestran la unidad inseparable entre fe y caridad, así como entre el amor a Dios
y el amor al prójimo –como nos recordaba el Evangelio el domingo pasado–. El
Papa san León Magno, cuya memoria celebramos ayer, afirma: "Sobre la
balanza de la justicia divina no se pesa la cantidad de los dones, sino el peso
de los corazones. La viuda del Evangelio depositó en el tesoro del templo dos
monedas de poco valor y superó los dones de todos los ricos. Ningún gesto de
bondad carece de sentido delante de Dios, ninguna misericordia permanece sin
fruto" (Sermo de jejunio dec. mens., 90, 3).
O bien: Cf. Lc 24, 35
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