21 de noviembre - DOMINGO DE LA XXXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Solemnidad Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

 


DOMINGO DE LA XXXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO,
Solemnidad Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

 

PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 21 DE NOVIEMBRE

- Horario de la parroquia: abierta de 10.00 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.

- Eucaristía del Domingo de la XXXIV Semana del Tiempo Ordinario (a las 11.00 h.).

- Rezo del Santo Rosario (a las 19.00 h.) y Eucaristía II Vísperas de la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo (a las 19.30 h.). 

 

 NOTICIAS DE ACTUALIDAD

Solemnidad de Cristo Rey
por Padre Ángel Espinosa de los Monteros



Portada

«Ella vendrá» decían los demonios resignados ante el poder de María

Un exorcista relata cómo «la luz radiante» de la Virgen expulsó a los demonios de una joven poseída

Sus novelas sobre el Padre Elías, obras maestras de la literatura apocalíptica

Michael O'Brien escribe a impulsos de la gracia las novelas que concibe rezando ante el Santísimo

Las hermanas del Santo Niño Jesús se dedican a la educación como principal arma contra la pobreza

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Vídeos

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  La vida religiosa vista por un dominico

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Opinión

  Nada más , por Enrique García-Máiquez

Blogs

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  Más que signos. Comentario para Matrimonios: Lucas 20, 27-40 , por ProyectoAmorConyugal.es


SANTORAL DE HOY



Elogio: Memoria de la Presentación de santa María Virgen. Al día siguiente de la dedicación de la basílica de Santa María la Nueva, construida junto al muro del antiguo templo de Jerusalén, se celebra la dedicación que de sí misma hizo a Dios la futura Madre del Señor, movida por el Espíritu Santo, de cuya gracia estaba llena desde su Concepción Inmaculada.


Otros santos de este día:

   San Rufo, santo del NT  

Conmemoración de san Rufo, de quien el bienaventurado apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, dice que fue un elegido del Señor.

   San Mauro de Porec, obispo y mártir  

En Porec, de Istria, san Mauro, obispo y mártir.

   San Agapio, mártir  

En Cesarea de Palestina, san Agapio, mártir, que puesto con frecuencia bajo suplicios, pero enviado cada vez a mayores pruebas, en presencia del mismo emperador Maximino, durante los juegos del anfiteatro, fue entregado a un oso para que lo devorara, y como aún quedó con vida, al día siguiente le ataron piedras a los pies y lo echaron al mar.

   San Gelasio I, papa

Junto a la basílica de San Pedro, en Roma, san Gelasio I, papa, esclarecido por su doctrina y santidad, el cual, para que la autoridad imperial no perjudicara la unidad de la Iglesia, aclaró a fondo las características propias de las dos potestades y su mutua independencia. Movido por su caridad sin medida y las necesidades de los indigentes, murió en la más extrema pobreza.

   San Mauro de Cesana, obispo (1 coms.)  

En Cesana, de la Flaminia, san Mauro, obispo.

   Beata María de Jesús Buen Pastor de Siedliska, virgen y fundadora  

En Roma, beata María de Jesús Buen Pastor (Francisca) de Siedliska, virgen, que dejó Polonia por los problemas con los gobernantes y fundó el Instituto de Hermanas de la Santa Familia de Nazaret, al servicio de los emigrantes de su patria.

   Beata Clelia Merloni, fundadora  

En Roma, Italia, beata Clelia Merloni, fundadora de la congregación de Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús


LITURGIA DE HOY

Solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. A él el poder, la gloria y la majestad para siempre, por los siglos de los siglos (elog. del Martirologio Romano).


Misa de la solemnidad (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. prop. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. I (B).
- Dan 7, 13-14. Su poder es un poder eterno.
- Sal 92. R. El Señor reina, vestido de majestad.
- Ap 1, 5-8. El príncipe de los reyes de la tierra nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios.
- Jn 18, 33b-37. Tú lo dices: soy rey.

Jesucristo es Rey del universo en quien el Padre ha querido recapitular todas las cosas (1.ª orac.). Él es Rey, pero su reino no es de este mundo (Ev.). No está basado en el poder político, en el económico o en la fuerza de las armas. Habiéndose ofrecido en el altar de la cruz, Cristo ha entregado al Padre un reino eterno y universal, el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz (Pf.). Así, su poder es eterno, no cesará (1 lect.). Sus mandatos son fieles y seguros (sal. resp.). Obedeciendo los mandatos de Cristo, rey del universo, podremos vivir eternamente con él en el reino del cielo (cf. orac. después de la comunión).

Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.


Liturgia de las Horas: oficio de la solemnidad. Te Deum. Comp. Dom. II.

Martirologio: elogs. del 22 de noviembre, pág. 681.



Antífona de entrada Ap 5, 12; 1, 6
Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos.


Monición de entrada

Celebramos hoy la solemnidad de Cristo Rey. Con este domingo concluimos el ciclo del año cristiano. Cristo es el centro de la historia; hacia él nos encaminamos. El es también al que recordamos y celebramos siempre. En su nombre nos reunimos. El nos convoca, nos habla y nos sienta a su mesa. Y quiere también hacerse presente en nuestra vida. A él la gloria por los siglos.


Acto penitencial

- Tú, que eres la salvación de Dios para todos los hombres: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Tú, que eres el hombre modelo de la humanidad futura: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Tú, que atraes hacia ti los corazones de todos: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria.


Oración colecta

Dios todopoderoso y eterno,
que quisiste recapitular todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey del Universo,
haz que la creación entera, liberada de la esclavitud,
sirva a tu majestad y te glorifique sin fin.
Él, que vive y reina contigo.


PRIMERA LECTURA
Su poder es un poder eterno

Lectura de la profecía de Daniel (Dan 7, 13-14)

SEGUÍ MIRANDO. Y en mi visión nocturna
vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo.
Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia.
A él se le dio poder, honor y reino.
Y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron.
Su poder es un poder eterno, no cesará.
Su reino no acabará.

 
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL (Sal 92, 1ab. 1c-2. 5 [R.: 1a])

R. El Señor reina, vestido de majestad.

V. El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder. 

R. El Señor reina, vestido de majestad.

V. Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.

R. El Señor reina, vestido de majestad.
 
V. Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.

R. El Señor reina, vestido de majestad.

 

SEGUNDA LECTURA
El príncipe de los reyes de la tierra nos ha reino y sacerdotes de Dios

Lectura del libro del Apocalipsis (Ap 1, 5-8)

JESUCRISTO es el testigo fiel,
el primogénito de entre los muertos,
el príncipe de los reyes de la tierra.

Al que nos ama,
y nos ha librado de nuestros pecados con su sangre,
y nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre.
A él, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Mirad: viene entre las nubes. Todo ojo lo verá, también los que lo traspasaron. Por él se lamentarán todos los pueblos de la tierra.
Sí, amén.

Dice el Señor Dios:

«Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y ha de venir, el todopoderoso».

 

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

 

Aleluya Mc 11, 9b-10a
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! R. 

 

EVANGELIO 
Tú lo dices: soy rey

╬ Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 18, 33-37)
R. Gloria a ti, Señor. 

EN AQUEL TIEMPO, Pilato dijo a Jesús:

«¿Eres tú el rey de los judíos?».

Jesús le contestó:

«¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?».

Pilato replicó:

«¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?».

Jesús le contestó:

«Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí».

Pilato le dijo:

«Entonces, ¿tú eres rey?».

Jesús le contestó:

«Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
 

Papa Francisco
ÁNGELUS. Plaza de San Pedro. Domingo, 25 de noviembre de 2018

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La solemnidad de Jesucristo Rey del universo, que celebramos hoy, se coloca al final del año litúrgico y recuerda que la vida de la creación no avanza de forma aleatoria, sino que procede hacia una meta final: la manifestación definitiva de Cristo, Señor de la historia y de toda la creación. La conclusión de la historia será su reino eterno. El pasaje evangélico de hoy (cf. Juan 18, 33b-37) nos habla de este reino, el reino de Cristo, el reino de Jesús, relatando la situación humillante en la que se encontró Jesús después de ser arrestado en el Getsemaní: atado, insultado, acusado y conducido frente a las autoridades de Jerusalén. Y después, es presentado al procurador romano, como uno que atenta contra el poder político, para convertirse en el rey de los judíos. Pilato entonces hace su petición y en un interrogatorio le pregunta al menos dos veces si Él era un rey (cf. vv. 33b.37).
Y Jesús en primer lugar responde que su reino «no es de este mundo» (v. 36). después afirma: «sí, como dices, soy Rey» (v.37). Es evidente, por toda su vida, que Jesús no tiene ambiciones políticas. Recordemos que tras la multiplicación de los panes, la gente, entusiasmada por el milagro, quería proclamarlo rey para que derrotara al poder romano y restableciese el reino de Israel. Pero, para Jesús, el reino es otra cosa y no se alcanza con revueltas, con violencia ni con la fuerza de las armas. Por eso, se retiró solo al monte a rezar (cf. Juan 6, 5-15). Ahora, respondiendo a Pilato, le hace notar que sus discípulos no han combatido para defenderlo. Dice: «Si mi reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos» (v. 36). Jesús quiere hacer entender que por encima del poder político hay otro mucho más grande que no se obtiene con medios humanos. Él vino a la tierra para ejercer este poder, que es el amor, para dar testimonio de la verdad (cf. v. 37). Se trata de la verdad divina que, en definitiva, es el mensaje esencial del Evangelio: «Dios es amor» y quiere establecer en el mundo su reino de amor, de justicia y de paz. Este es el Reino del que Jesús es Rey, y que se extiende hasta el final de los tiempos.
La historia enseña que los reinos fundados sobre el poder de las armas y sobre la prevaricación son frágiles y antes o después terminan quebrando. Pero el Reino de Dios se fundamenta sobre el amor y se radica en los corazones, ofreciendo a quien lo acoge paz, libertad y plenitud de vida. Todos nosotros queremos paz, queremos libertad, queremos plenitud. ¿Cómo se consigue? Basta con que dejes que el amor de Dios se radique en el corazón y tendrás paz, libertad y tendrás plenitud
Jesús hoy nos pide que dejemos que Él se convierta en nuestro rey. Un Rey que, con su palabra, con su ejemplo y con su vida inmolada en la Cruz, nos ha salvado de la muerte, e indica —este rey— el camino al hombre perdido, da luz nueva a nuestra existencia marcada por la duda, por el miedo y por la prueba de cada día. Pero no debemos olvidar que el reino de Jesús no es de este mundo. Él dará un sentido nuevo a nuestra vida, en ocasiones sometida a dura prueba también por nuestros errores y nuestros pecados, solamente con la condición de que nosotros no sigamos las lógicas del mundo y de sus «reyes».
Que la Virgen María nos ayude a acoger a Jesús como rey de nuestra vida y a difundir su reino, dando testimonio a la verdad que es el amor.


Papa Benedicto XVI
ÁNGELUS, Plaza de San Pedro, Domingo 22 de noviembre de 2009

Queridos hermanos y hermanas:
En este último domingo del año litúrgico celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo, una fiesta de institución relativamente reciente, pero que tiene profundas raíces bíblicas y teológicas. El título de "rey", referido a Jesús, es muy importante en los Evangelios y permite dar una lectura completa de su figura y de su misión de salvación. Se puede observar una progresión al respecto: se parte de la expresión "rey de Israel" y se llega a la de rey universal, Señor del cosmos y de la historia; por lo tanto, mucho más allá de las expectativas del pueblo judío. En el centro de este itinerario de revelación de la realeza de Jesucristo está, una vez más, el misterio de su muerte y resurrección. Cuando crucificaron a Jesús, los sacerdotes, los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: "Es el rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él" (Mt 27, 42). En realidad, precisamente porque era el Hijo de Dios, Jesús se entregó libremente a su pasión, y la cruz es el signo paradójico de su realeza, que consiste en la voluntad de amor de Dios Padre por encima de la desobediencia del pecado. Precisamente ofreciéndose a sí mismo en el sacrificio de expiación Jesús se convierte en el Rey del universo, como declarará él mismo al aparecerse a los Apóstoles después de la resurrección: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra." (Mt 28, 18).
Pero, ¿en qué consiste el "poder" de Jesucristo Rey? No es el poder de los reyes y de los grandes de este mundo; es el poder divino de dar la vida eterna, de librar del mal, de vencer el dominio de la muerte. Es el poder del Amor, que sabe sacar el bien del mal, ablandar un corazón endurecido, llevar la paz al conflicto más violento, encender la esperanza en la oscuridad más densa. Este Reino de la gracia nunca se impone y siempre respeta nuestra libertad. Cristo vino "para dar testimonio de la verdad" (Jn 18, 37) –como declaró ante Pilato–: quien acoge su testimonio se pone bajo su "bandera", según la imagen que gustaba a san Ignacio de Loyola. Por lo tanto, es necesario –esto sí– que cada conciencia elija: ¿a quién quiero seguir? ¿A Dios o al maligno? ¿La verdad o la mentira? Elegir a Cristo no garantiza el éxito según los criterios del mundo, pero asegura la paz y la alegría que sólo él puede dar. Lo demuestra, en todas las épocas, la experiencia de muchos hombres y mujeres que, en nombre de Cristo, en nombre de la verdad y de la justicia, han sabido oponerse a los halagos de los poderes terrenos con sus diversas máscaras, hasta sellar su fidelidad con el martirio.
Queridos hermanos y hermanas, cuando el ángel Gabriel llevó el anuncio a María, le predijo que su Hijo heredaría el trono de David y reinaría para siempre (cf. Lc 1, 32-33). Y la Virgen santísima creyó antes de darlo al mundo. Sin duda se preguntó qué nuevo tipo de realeza sería la de Jesús, y lo comprendió escuchando sus palabras y sobre todo participando íntimamente en el misterio de su muerte en la cruz y de su resurrección. Pidamos a María que nos ayude también a nosotros a seguir a Jesús, nuestro Rey, como hizo ella, y a dar testimonio de él con toda nuestra existencia.

 

Monición al Credo

Se dice Credo. Puede introducirse con la siguiente monición.

Confesamos la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en la unidad de la santa Iglesia.


Oración de los fieles

Dirijamos al Padre las súplicas que hace suyas Jesucristo, Rey del universo.

- Por la Iglesia, para que sea testigo del reino de Cristo en el mundo. Roguemos al Señor
- Por los que ejercen autoridad en las naciones, para que se hagan servidores del bien de los demás. Roguemos al Señor.

- Por los que se sienten despreciados y oprimidos, para que todos aprendamos a respetar su dignidad y la de toda persona humana. Roguemos al Señor.

- Por los que sufren injusticia, para que sepamos defender sus justos derechos. Roguemos al Señor.

- Por nosotros, para que busquemos sinceramente la verdad, la justicia y la paz, y contribuyamos así a la extensión del reino de Jesucristo en el mundo. Roguemos al Señor.

Escucha benigno, Señor y Dios nuestro,
las oraciones de tu Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

Oración sobre las ofrendas

Al ofrecerte, Señor, el sacrificio de la reconciliación humana, pedimos humildemente que tu Hijo conceda a todos los pueblos los dones de la paz y de la unidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Prefacio
Cristo, Rey del Universo

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Porque consagraste Sacerdote eterno y Rey del Universo
a tu Hijo unigénito, nuestro Señor Jesucristo,
ungiéndolo con óleo de alegría,
para que, ofreciéndose a sí mismo,
como víctima perfecta y pacificadora en el altar de la cruz,
consumara el misterio de la redención humana
y, sometiendo a su poder la creación entera,
entregara a tu majestad infinita un reino eterno y universal:
el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia,
el reino de la justicia, el amor y la paz.

Por eso, con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones, y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

R. Santo, Santo, Santo...


Antífona de comunión Sal 28, 10-11

El Señor se sienta como rey eterno, el Señor bendice a su pueblo con la paz.


Oración después de la comunión

Después de recibir el alimento de la inmortalidad, te pedimos, Señor,
que quienes nos gloriamos de obedecer los mandatos de Cristo, Rey del universo, podamos vivir eternamente con él en el reino del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


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