28 de noviembre - DOMINGO I DE AVIENTO (CICLO C)

 

  

DOMINGO I DE ADVIENTO (CICLO C)

  

PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 28 DE NOVIEMBRE 

- Horario de la parroquia: abierta de 10.00 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.

- Eucaristía del Domingo I de Adviento (a las 11.00 h.).

(Esta Misa no la retransmitiremos)

- Rezo del Santo Rosario (a las 19.00 h.) y Eucaristía del Domingo I de Adviento (a las 19.30 h.) 

 

 

NOTICIAS DE ACTUALIDAD

Padre Ángel Espinosa de los Monteros:

"Preparación para el adviento" (I)


"Un auténtico Adviento" (II)


Actualidad comentada por el P. Santiago Martín

"Vivir y comulgar en gracia"
(19.26.2021)


"Gases venenosos"
(26.11.2021)





Homilía del Viernes 26.11.2021


Portada

Los premiados, personalidades de ámbitos diversos, hablaron de fe, verdad y valentía

IV Premios Religión en Libertad: una gala que ofreció respuestas luminosas para tiempos oscuros

El doctor Anthony Levatino ya vivía un conflicto moral con algunas técnicas abortivas

Había arrancado la vida a 1.200 bebés: la muerte de su hija le hizo cambiar su visión del aborto

Murió a los 24 años y ofreció sus dolores por la santificación de los sacerdotes

Tilde Manzotti, tuberculosa desde niña, pedía subir al Calvario para sufrir como Jesús y la Virgen

Vídeos

  Crónica breve de los Premios ReL 2021

  28N: por la vida, en la Puerta de Alcalá

  Lo mejor no siempre es lo que uno quiere

  Bolivia: bomba contra la sede de los obispos

  El prior del Valle y la Cristiandad herida

Otras noticias

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  Una Hoja Dominical en PDF con códigos QR y lista para imprimir: nuevo servicio de ReL a los párrocos

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Opinión

  Discípulos de Mengele , por Juan Manuel de Prada

Blogs

  Faltan recursos morales , por Piedras vivas

  Hoy el reto del amor es cuidar ese amigo que tienes , por El Reto Del Amor

  El verano del amor. Comentario para Matrimonios: Lucas 21, 29-33 , por ProyectoAmorConyugal.es

  “Me mataréis, pero Cristo triunfará” (2) , por Victor in vínculis



SANTORAL DE HOY


Martirologio Romano: En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santas Flora y María, vírgenes y mártires, que en la persecución llevada a cabo por los musulmanes fueron encarceladas con san Eulogio y después muertas a espada (851).

Otros santos de este día:

   Santos Facundo y Primitivo, mártires

A orillas del río Cea, en Gallaecia, santos Facundo y Primitivo, mártires.

   San Laverio, mártir

En Grumento, de Lucania, san Laverio, mártir.

   San Valeriano de Aquilea, obispo

En Aquilea, de la región de Venecia, san Valeriano, obispo, que, frente a los arrianos, defendió la fe ortodoxa en el Ilírico, y reunió a clérigos y laicos para vivir en comunidad.

   San Jacobo el Interciso, mártir

En Persia, san Jacobo, por sobrenombre «Interciso» («dividido»), mártir, que en tiempo del emperador Teodosio el Joven renegó de Cristo por congraciarse con el rey Iasdigerd, pero al ser ásperamente reprendido por su madre y su esposa, se arrepintió e, intrépidamente, confesó ser cristiano ante Varam, hijo y sucesor del soberano de Persia, quien, airado, pronunció contra él sentencia de muerte, ordenando que lo despedazaran miembro a miembro y finalmente decapitaran.

   San Máximo de Riez, abad y obispo

Cerca de Riez, en la Provenza, san Máximo, abad del monasterio de Lérins, sucesor de san Honorato, el fundador de ese cenobio y, luego, obispo de la Iglesia de Riez.

   San Eusicio, eremita

En el territorio de Blois, también en Francia, san Eusicio, ermitaño, que construyó su estrecha celda al pie del monte Caro.

   San Sifrido de Carpentras, obispo

En Carpentras, de la Provenza, san Sifrido, obispo.

   San Acario de Noyon-Tournay, monje y obispo

En Noyon, localidad de la Galia, san Acario, obispo, que, siendo monje en Luxeuil, fue elegido para la Iglesia de Noyon y de Tournay, y se dedicó totalmente a evangelizar a los pueblos de aquellas regiones del norte.

   Santa Bilhildis, virgen y fundadora

En Maguncia, de Renania, en Austrasia, santa Bilhildis, virgen, que fundó un cenobio en el que murió santamente.

   San Fergusto, obispo

En Escocia, san Fergusto, obispo, que, según la tradición, ejerció su ministerio entre el pueblo de los pictos.

   San Virgilio de Salzburgo, obispo

En la región de Baviera meridional, san Virgilio, obispo, hombre doctísimo nacido en Irlanda, que con el apoyo del rey Pipino se puso al frente de la Iglesia de Salzburgo, donde construyó la catedral en honor de san Ruperto y se dedicó gozosa y felizmente a propagar la fe entre los carintios.

   San Gulstano, monje

En el lugar llamado Beauvoir-sur-mer, en la costa de Francia, en la región de Nantes, de la Bretaña Menor, san Gulstano, monje, que, siendo joven, se evadió de las manos de los piratas y fue acogido por san Félix, eremita entonces. Se hizo famoso en el monasterio de Rhuys porque, pese a ser analfabeto, recitaba de memoria el salterio, así como por sus desvelos en favor de los navegantes.

   Beato Bernardino de Fossa, religioso presbítero

En L’Aquila, de la región de los vestinos, beato Bernardino de Fossa (Juan) Amici, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, que propagó la fe católica en muchas regiones de Italia.

   Beatos Tomás Koteda Kiuni y sus diez compañeros, mártires

En Nagasaki, en Japón, beatos Tomás Koteda Kiuni y sus diez compañeros, mártires, que por orden del gobernador Gonzuku fueron decapitados por quienes odiaban la fe cristiana. Sus nombres son: beatos Bartolomé Seki, Antonio Kimura, Juan Iwanaga, Alejo Nakamura, León Nakanishi, Miguel Takeshita, Matías Kozasa, Román Matsuoka Mio-ta, Matías Nakano Miota y Juan Motoyama.

   Beato Bronislao Kostowski, mártir

En el campo de concentración de Dachau, próximo a Munich, en Alemania, beato Bronislao Kostowski, mártir, que, trasladado allí durante la ocupación militar de Polonia en tiempo de guerra, cruelmente atormentado alcanzó la palma de martirio.


LITURGIA DE HOY

Primer domingo del Adviento de nuestro Señor Jesucristo; en este tiempo se recuerda la primera venida del Hijo de Dios a los hombres y se espera, a la vez, su segunda venida al final de los tiempos (elog. del Martirologio Romano).

Misa del Domingo (morado).

MISAL: ants. y oracs. props., sin Gl., Cr., Pf. I o III Adv.

LECC.: vol. I (C).

- Jer 33, 14-16. Suscitaré a David un vástago legítimo.

- Sal 24. R. A ti, Señor, levanto mi alma.

- 1 Tes 3, 12 — 4, 2. Que el Señor afiance vuestros corazones, para cuando venga Cristo.

- Lc 21, 25-28. 34-36. Se acerca vuestra liberación.

Con el Adviento comenzamos el ciclo litúrgico de Navidad-Epifanía, en el que al mismo tiempo que hacemos memoria de la primera venida de Cristo nos lanzamos a esperar con alegría y esperanza su segunda venida al fin de los tiempos, como profesamos en el Credo: «Y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin». Se trata en este tiempo de Adviento de salir al encuentro de Cristo que sigue viniendo a nosotros en su Palabra, en la Eucaristía y en los hermanos. Precisamente practicando el amor mutuo y no dejándonos embotar la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero nos preparamos para su segunda venida, de la que no sabemos ni el día ni la hora (cf. 2 lect. y Ev.).

* Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.

Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.

Martirologio: elogs. del 29 de noviembre, pág. 695.


Antífona de entrada Sal 24, 1-3 

A ti levanto mi alma, Dios mío, en ti confío; no quede yo defraudado, que no triunfen de mí mis enemigos, pues los que esperan en ti no quedan defraudados.

Después del saludo inicial puede hacerse la bendición de la corona de Adviento.


Bendición de la corona de Adviento

El sacerdote hace una breve monición con estas palabras u otras semejantes:


Hermanos:

Al comenzar el nuevo año litúrgico vamos a bendecir esta corona con que inauguramos también el tiempo de Adviento. Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la luz del mundo. Su color verde significa la vida y la esperanza. La corona de Adviento es, pues, un símbolo de que la luz y la vida triunfarán sobre las tinieblas y la muerte, porque el Hijo de Dios se ha hecho hombre y nos ha dado la verdadera vida.

El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona debe significar nuestra gradual preparación para recibir la luz de la Navidad. Por eso hoy, primer domingo de Adviento, bendecimos esta corona y encendemos el primer cirio.

Luego el sacerdote, con las manos extendidas dice la oración de bendición:

Oremos

La tierra, Señor, se alegra en estos días, y tu Iglesia desborda de gozo ante tu Hijos, el Señor, que se avecina como luz esplendorosa, para iluminar a los que yacemos en las tinieblas de la ignorancia, del dolor y del pecado.

Lleno de esperanza en su venida, tu pueblo ha preparado esta corona con ramo del bosque y la ha adornado con luces.

Ahora, pues, que vamos a empezar el tiempo de preparación para la venida de tu Hijo, te pedimos, Señor, que, mientras se acrecienta cada día el esplendor de esta corona, con nuevas luces, a nosotros nos ilumines con el esplendor de aquel que, por ser la luz del mundo, iluminará todas las oscuridades. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

R. Amén.

Y se enciende el primer cirio

Se omite el acto penitencial

Si no se hace la bendición de la corona de Adviento, después del saludo inicial el sacerdote o el diácono, y otro ministro idóneo, puede hacer una monición muy breve para introducir a los fieles en la misa del día.


Monición de entrada

Comienza hoy un nuevo año litúrgico en el que iremos celebrando de diversas maneras el misterio de la salvación que nos viene de Cristo. Empieza con el ciclo de Adviento, Navidad y Epifanía en el que haremos el memorial del nacimiento y manifestación del Hijo de Dios hecho Hombre por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María.

Iniciamos hoy estas cuatro semanas del tiempo de Adviento, un tiempo de alegre esperanza ante la venida de Cristo Salvador en la humildad de nuestra carne y su retorno glorioso al fin de los tiempos.


Acto penitencial

No se dice Gloria.


Oración colecta

Concede a tus fieles, Dios todopoderoso,
el deseo de salir acompañados de buenas obras
al encuentro de Cristo que viene,
para que, colocados a su derecha,
merezcan poseer el reino de los cielos.
Por nuestro Señor Jesucristo.


PRIMERA LECTURA
Suscitaré a David un vástago legítimo

Lectura del libro de Jeremías (Jr 33, 14-16)

YA LLEGAN DÍAS -oráculo del Señor- en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.

En aquellos días y en aquella hora, suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra.

En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos, y la llamarán así: "El Señor es nuestra justicia".

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL Sal 24, 4-5a. 8-9. 10 y 14 (R.: 1b)

R. A ti, Señor, levanto mi alma.

V. Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. 

R. A ti, Señor, levanto mi alma.

V. El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. 

R. A ti, Señor, levanto mi alma.

V. Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía a los que lo temen,
y les da a conocer su alianza.

R. A ti, Señor, levanto mi alma.


SEGUNDA LECTURA 
Que el Señor afiance vuestros corazones, para cuando venga Cristo

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (1 Ts 3, 12-4, 2)

HERMANOS:

Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; Y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.

Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús: ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a Dios; pues comportaos así y seguid adelante.

Pues ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.


Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


Aleluya Sal 84, 8
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. R.


EVANGELIO
Se acerca vuestra liberación

╬ Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 21, 25-28. 34-36)
R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, dijo Jesús a sus discípulos:

«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.

Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.

Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.

Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».


Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.


Papa Francisco
ÁNGELUS. Plaza de San Pedro. Domingo, 2 de diciembre de 2018

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy empieza el Adviento, el tiempo litúrgico que nos prepara para la Navidad, invitándonos a levantar la mirada y abrir nuestros corazones para recibir a Jesús. En Adviento, no vivimos solamente la espera navideña, también estamos invitados a despertar la espera del glorioso regreso de Cristo —cuando volverá al final de los tiempos— preparándonos para el encuentro final con él mediante decisiones coherentes y valientes. Recordamos la Navidad, esperamos el glorioso regreso de Cristo y también nuestro encuentro personal: el día que el Señor nos llame. Durante estas cuatro semanas, estamos llamados a despojarnos de una forma de vida resignada y rutinaria y a salir alimentando esperanzas, alimentando sueños para un futuro nuevo. El evangelio de este domingo (cf. Lc 21, 25-28, 34-36) va precisamente en esta dirección y nos advierte de que no nos dejemos oprimir por un modo de vida egocéntrico o de los ritmos convulsos de los días. Resuenan de forma particularmente incisiva las palabras de Jesús: “Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida y venga aquel Día de improviso sobre vosotros […] Estad en vela, pues, orando todo el tiempo” (vv 34-36).

Estar despiertos y orar: he aquí como vivir este tiempo desde hoy hasta la Navidad. Estar despiertos y orar. El sueño interno viene siempre de dar siempre vueltas en torno a nosotros mismos, y del permanecer encerrados en nuestra propia vida con sus problemas, alegrías y dolores, pero siempre dando vueltas en torno a nosotros mismos. Y eso cansa, eso aburre, esto cierra a la esperanza. Esta es la raíz del letargo y de la pereza de las que habla el Evangelio. El Adviento nos invita a un esfuerzo de vigilancia, mirando más allá de nosotros mismos, alargando la mente y el corazón para abrirnos a las necesidades de la gente, de los hermanos y al deseo de un mundo nuevo. Es el deseo de tantos pueblos martirizados por el hambre, por la injusticia, por la guerra; es el deseo de los pobres, de los débiles, de los abandonados. Este es un tiempo oportuno para abrir nuestros corazones, para hacernos preguntas concretas sobre cómo y por quién gastamos nuestras vidas.

La segunda actitud para vivir bien el tiempo de la espera del Señor es la oración. “Cobrad ánimo y levantad la cabeza, porque vuestra liberación está cerca” (v. 28), es la admonición del evangelio de Lucas. Se trata de levantarse y rezar, dirigiendo nuestros pensamientos y nuestro corazón a Jesús que está por llegar. Uno se levanta cuando se espera algo o a alguien. Nosotros esperamos a Jesús, queremos esperarle en oración, que está estrechamente vinculada con la vigilancia. Rezar, esperar a Jesús, abrirse a los demás, estar despiertos, no encerrados en nosotros mismos. Pero si pensamos en la Navidad en un clima de consumismo, de ver qué puedo comprar para hacer esto o aquello, de fiesta mundana, Jesús pasará y no lo encontraremos. Nosotros esperamos a Jesús y queremos esperarle en oración, que está estrechamente vinculada con la vigilancia.

Pero ¿cuál es el horizonte de nuestra espera en oración? En la Biblia nos lo dicen, sobre todo, las voces de los profetas. Hoy, es la de Jeremías, que habla al pueblo sometido a la dura prueba del exilio y que corre el riesgo de perder su identidad. También nosotros, los cristianos, que somos pueblo de Dios, corremos el peligro de convertirnos en “mundanos” y perder nuestra identidad, e incluso de “paganizar” el estilo cristiano. Por eso necesitamos la Palabra de Dios que, a través del profeta, nos anuncia: “Mirad que días vienen en que confirmaré la buena palabra que dije a la casa de Israel y a la casa de Judá. […] Haré brotar para David un Germen justo y practicará el derecho y la justicia en la tierra” (33, 14-15) Y ese germen justo es Jesús que viene y que nosotros esperamos.

¡Que la Virgen María, que nos trae a Jesús, mujer de la espera y la oración, nos ayude a fortalecer nuestra esperanza en las promesas de su Hijo Jesús, para que experimentemos que, a través de las pruebas de la historia, Dios permanece fiel y se sirve incluso de los errores humanos para manifestar su misericordia!


Papa Benedicto XVI
ÁNGELUS, I Domingo de Adviento, 2 de diciembre de 2012

Queridos hermanos y hermanas:

La Iglesia empieza hoy un nuevo Año litúrgico, un camino que se enriquece además con el Año de la fe, a los 50 años de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II. El primer tiempo de este itinerario es el Adviento, formado, en el Rito Romano, por las cuatro semanas que preceden a la Navidad del Señor, esto es, el misterio de la Encarnación. La palabra "adviento" significa "llegada" o "presencia". En el mundo antiguo indicaba la visita del rey o del emperador a una provincia; en el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Dios, a su presencia en el mundo; un misterio que envuelve por entero el cosmos y la historia, pero que conoce dos momentos culminantes: la primera y la segunda venida de Cristo. La primera es precisamente la Encarnación; la segunda el retorno glorioso al final de los tiempos. Estos dos momentos, que cronológicamente son distantes –y no se nos es dado saber cuánto–, en profundidad se tocan, porque con su muerte y resurrección Jesús ya ha realizado esa transformación del hombre y del cosmos que es la meta final de la creación. Pero antes del fin, es necesario que el Evangelio se proclame a todas las naciones, dice Jesús en el Evangelio de san Marcos (cf. Mc 13, 10). La venida del Señor continúa; el mundo debe ser penetrado por su presencia. Y esta venida permanente del Señor en el anuncio del Evangelio requiere continuamente nuestra colaboración; y la Iglesia, que es como la Novia, la Esposa prometida del Cordero de Dios crucificado y resucitado (cf. Ap 21, 9), en comunión con su Señor colabora en esta venida del Señor, en la que ya comienza su retorno glorioso.

A esto nos llama hoy la Palabra de Dios, trazando la línea de conducta a seguir para estar preparados para la venida del Señor. En el Evangelio de Lucas, Jesús dice a los discípulos: "Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y la inquietudes de la vida... Estad despiertos en todo tiempo, rogando" (Lc 21, 34.36). Por lo tanto, sobriedad y oración. Y el apóstol Pablo añade la invitación a "crecer y rebosar en el amor" entre nosotros y hacia todos, para que se afiancen nuestros corazones y sean irreprensibles en la santidad (cf. 1Ts 3, 12-13). En medio de las agitaciones del mundo, o los desiertos de la indiferencia y del materialismo, los cristianos acogen de Dios la salvación y la testimonian con un modo distinto de vivir, como una ciudad situada encima de un monte. "En aquellos días –anuncia el profeta Jeremías– Jerusalén vivirá tranquila y será llamada "El Señor es nuestra justicia"" (Jr 33, 16). La comunidad de los creyentes es signo del amor de Dios, de su justicia que está ya presente y operante en la historia, pero que aún no se ha realizado plenamente y, por ello, siempre hay que esperarla, invocarla, buscarla con paciencia y valor.

La Virgen María encarna perfectamente el espíritu de Adviento, hecho de escucha de Dios, de deseo profundo de hacer su voluntad, de alegre servicio al prójimo. Dejémonos guiar por ella, a fin de que el Dios que viene no nos encuentre cerrados o distraídos, sino que pueda, en cada uno de nosotros, extender un poco su reino de amor, de justicia y de paz.


ÁNGELUS, Primer domingo de Adviento, Vaticano, 29 de noviembre de 2009

Queridos hermanos y hermanas:

Este domingo iniciamos, por gracia de Dios, un nuevo Año litúrgico, que se abre naturalmente con el Adviento, tiempo de preparación para el nacimiento del Señor. El concilio Vaticano II, en la constitución sobre la liturgia, afirma que la Iglesia "en el ciclo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, el día de Pentecostés y la expectativa de la feliz esperanza y venida del Señor". De esta manera, "al conmemorar los misterios de la Redención, abre la riqueza del poder santificador y de los méritos de su Señor, de modo que se los hace presentes en cierto modo, durante todo tiempo, a los fieles para que los alcancen y se llenen de la gracia de la salvación" (Sacrosanctum concilium, 102). El Concilio insiste en que el centro de la liturgia es Cristo, como el sol en torno al cual, al estilo de los planetas, giran la santísima Virgen María –la más cercana– y luego los mártires y los demás santos que "cantan la perfecta alabanza a Dios en el cielo e interceden por nosotros" (ib., 104).

Esta es la realidad del Año litúrgico vista, por decirlo así, "desde la perspectiva de Dios". Y, desde la perspectiva del hombre, de la historia y de la sociedad, ¿qué importancia puede tener? La respuesta nos la sugiere precisamente el camino del Adviento, que hoy emprendemos. El mundo contemporáneo necesita sobre todo esperanza: la necesitan los pueblos en vías de desarrollo, pero también los económicamente desarrollados. Cada vez caemos más en la cuenta de que nos encontramos en una misma barca y debemos salvarnos todos juntos. Sobre todo al ver derrumbarse tantas falsas seguridades, nos damos cuenta de que necesitamos una esperanza fiable, y esta sólo se encuentra en Cristo, quien, como dice la Carta a los Hebreos, "es el mismo ayer, hoy y siempre" (Hb 13, 8). El Señor Jesús vino en el pasado, viene en el presente y vendrá en el futuro. Abraza todas las dimensiones del tiempo, porque ha muerto y resucitado, es "el Viviente" y, compartiendo nuestra precariedad humana, permanece para siempre y nos ofrece la estabilidad misma de Dios. Es "carne" como nosotros y es "roca" como Dios. Quien anhela la libertad, la justicia y la paz puede cobrar ánimo y levantar la cabeza, porque se acerca la liberación en Cristo (cf. Lc 21, 28), como leemos en el Evangelio de hoy. Así pues, podemos afirmar que Jesucristo no sólo atañe a los cristianos, o sólo a los creyentes, sino a todos los hombres, porque él, que es el centro de la fe, es también el fundamento de la esperanza. Y todo ser humano necesita constantemente la esperanza.

Queridos hermanos y hermanas, la Virgen María encarna plenamente la humanidad que vive en la esperanza basada en la fe en el Dios vivo. Ella es la Virgen del Adviento: está bien arraigada en el presente, en el "hoy" de la salvación; en su corazón recoge todas las promesas pasadas y se proyecta al cumplimiento futuro. Sigamos su ejemplo, para entrar de verdad en este tiempo de gracia y acoger, con alegría y responsabilidad, la venida de Dios a nuestra historia personal y social.

Se dice Credo.


Oración de los fieles

Oremos al Señor, nuestro Dios. Los que esperan en él no quedan defraudados.

- Por la Iglesia: para que, en medio de la injusticia de este mundo, sepa anunciar a Jesucristo, que viene a traer la justicia de Dios. Roguemos al Señor.

- Por los gobernantes, para que, procurando el bien común, defiendan los derechos de todos y principalmente de los más débiles. Roguemos al Señor.

- Por los que están angustiados, en trance de desesperación, para que encuentren junto a ellos una mano amiga que los levante y sientan cercana la liberación. Roguemos al Señor.

- Por nosotros y todos los que comparten nuestra esperanza, para que, amándonos unos a otros, procedamos siempre agradando a Dios y, cuando venga el Señor Jesús, podamos presentarnos santos e irreprochables ante él. Roguemos al Señor.

Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. Por Jesucristo nuestro Señor.


Oración sobre las ofrendas

Acepta, Señor, los dones que te ofrecemos,
escogidos de los bienes que hemos recibido de ti,
y lo que nos concedes celebrar con devoción durante nuestra vida mortal
sea para nosotros premio de tu redención eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


PREFACIO I DE ADVIENTO
Las dos venidas de Cristo

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.

Quien, al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne,
realizó el plan de redención trazado desde antiguo
y nos abrió el camino de la salvación eterna,
para que cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria,
revelando así la plenitud de su obra,
podamos recibir los bienes prometidos
que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar.

Por eso, con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones,
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, santo santo...


Antífona de comunión Sal 84, 13

El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto.


Oración después de la comunión

Fructifique en nosotros, Señor, la celebración de estos sacramentos,
con los que tú nos enseñas, ya en este mundo que pasa,
a descubrir el valor de los bienes del cielo
y a poner en ellos nuestro corazón.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Se puede usar la fórmula de bendición solemne. Adviento.

Dios todopoderoso y rico en misericordia, por su Hijo Jesucristo,

cuya venida en carne creéis y cuyo retorno glorioso esperáis,

en la celebración de los misterios del Adviento,

os ilumine y os llene de sus bendiciones.

R. Amén.

Dios os mantenga durante esta vida firmes en la fe,

alegres por la esperanza y diligentes en el amor.

R. Amén.

Y así, los que ahora os alegráis

por el próximo nacimiento de nuestro Redentor,

cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria

recibáis el premio de la vida eterna.

R. Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso,

Padre, Hijo + y Espíritu Santo,

descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.

Amén.


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