Misa de la fiesta (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Pf. I Apóstoles.
LECC.: vol. IV.
- Hch 22, 3-16. Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados
invocando el nombre de Jesús.
o bien: Hch 9, 1-22. Allí se te dirá lo que
tienes que hacer.
- Sal 116. R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
- Mc 16, 15-18. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
* Finaliza
el Octavario de oración por la unidad de los cristianos.
* Hoy no se permiten las misas de difuntos, excepto la exequial.
Liturgia de las Horas: oficio de la fiesta. Te Deum.
Martirologio: elogs. del 26 de
enero, pág. 129.
CALENDARIOS: Tarragona, Sevilla, en la ciudad de Écija, y HH. Angélicas de
san Pablo: Conversión de san Pablo, apóstol (S).
Solsona: Aniversario de la muerte de Mons. Jaume Traserra
Cunillera, obispo, emérito (2019).
Antífona de entrada 2 Tm 1, 12; 4, 8
Sé
de quién me he fiado y estoy firmemente persuadido de que el juez justo tiene
poder para velar hasta aquel día por el depósito que se me confió.
Monición de entrada
Hoy celebramos la fiesta de la conversión del
apóstol san Pablo. En torno al año 31 o 32 de nuestra era, viajando hacia
Damasco, en la actual Siria, cuando aún perseguía a muerte a los discípulos del
Señor, el mismo Jesús glorioso se le reveló en el camino y lo eligió para que,
lleno del Espíritu Santo, anunciase el Evangelio de la salvación a los
gentiles. Para san Pablo lo sucedido significó el vuelco de su vida: fue
alcanzado por Cristo hasta el punto de que cuanto para él había sido una
ganancia, se convirtió en pérdida. Su conversión hizo de él un cristiano y su
existencia pasó a ser la de un apóstol apasionado que se hizo todo para todos.
Se dice Gloria.
Oración colecta
Oh,
Dios, que has instruido al mundo entero
con la predicación de san Pablo,
apóstol,
concede a cuantos celebramos hoy su conversión,
avanzar hacia ti,
siguiendo su ejemplo,
y ser en el mundo testigos de tu verdad.
Por nuestro
Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA (opción
1)
Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando el nombre de
Jesús
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (Hch 22,
3-16)
«YO SOY JUDÍO, nacido en Tarso de Cilicia, pero
educado en esta ciudad; me formé a los pies de Gamaliel en la exacta
observancia de la ley de nuestros padres; he servido a Dios con tanto celo como
vosotros mostráis hoy. Yo perseguí a muerte este Camino, encadenando y metiendo
en la cárcel a hombres y mujeres, como pueden atestiguar en favor mío el sumo
sacerdote y todo el consejo de los ancianos. Ellos me dieron cartas para los
hermanos de Damasco, y me puse en camino con el propósito de traerme
encadenados a Jerusalén a los que encontrase allí, para que los castigaran.
Pero yendo de camino, cerca ya de Damasco, hacia
mediodía, de repente una gran luz del cielo me envolvió con su resplandor; caí
por tierra y oí una voz que me decía:
“Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?
Yo pregunté:
“¿Quién eres, Señor?”.
Y me dijo:
“Yo soy Jesús el Nazareno a quien tú persigues”.
Mis compañeros vieron el resplandor, pero no oyeron
la voz que me hablaba.
Yo pregunté:
¿Qué debo hacer, Señor?
El Señor me respondió:
“Levántate, continúa el camino hasta Damasco, y allí
te dirán todo lo que está determinado que hagas”.
Como yo no veía, cegado por el resplandor de aquella
luz, mis compañeros me llevaron de la mano a Damasco.
Un cierto Ananías, hombre piadoso según la ley,
recomendado por el testimonio de todos los judíos residentes en la ciudad, vino
a verme, se puso a mi lado y me dijo:
“Saúl, hermano, recobra la vista”.
Inmediatamente recobré la vista y lo vi.
Él me dijo:
“El Dios de nuestros padres te ha elegido para que
conozcas su voluntad, veas al Justo y escuches la voz de sus labios, porque vas
a ser su testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído. Ahora, ¿qué
te detiene? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su
nombre”».
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
PRIMERA LECTURA (opción
2)
Allí se te dirá lo que tienes que hacer
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (Hch 9,
1-22)
EN AQUELLOS DÍAS, Saulo, respirando todavía amenazas
de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le
pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse encadenados
a Jerusalén a los que descubriese que pertenecían al Camino, hombres y mujeres.
Mientras caminaba, cuando ya estaba cerca de Damasco, de repente una luz
celestial lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le
decía:
«Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?».
Dijo él:
«¿Quién eres, Señor?».
Respondió:
«Soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate,
entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tienes que hacer».
Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de
estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo,
y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo llevaron de la mano hasta
Damasco. Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber.
Había en Damasco un discípulo, que se llamaba
Ananías.
El Señor lo llamó en una visión:
«Ananías».
Respondió él:
«Aquí estoy, Señor».
El Señor le dijo:
«Levántate y ve a la calle llamada Recta, y pregunta
en casa de Judas por un tal Saulo de Tarso. Mira, está orando, y ha visto en
visión a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la
vista».
Ananías contestó:
«Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y
del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén, y que aquí tiene autorización
de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu
nombre».
El Señor le dijo:
«Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido
por mí para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. Yo le
mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre».
Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos
y dijo:
«Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció
cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas
lleno de Espíritu Santo».
Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie
de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y fue bautizado.
Comió, y recobró las fuerzas.
Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y
luego se puso a anunciar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios.
Los oyentes quedaban pasmados y comentaban:
«¿No es este el que hacía estragos en Jerusalén con
los que invocan ese nombre? Y ¿no había venido aquí precisamente para
llevárselos encadenados a los sumos sacerdotes?».
Pero Pablo cobraba cada vez más ánimo y tenía
confundidos a los judíos de Damasco, demostrando que Jesús es el Mesías.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 116, 1. 2 [R.: 16, 15])
V. Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos.
R. Id
al mundo entero y proclamad el Evangelio.
V. Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
R. Id al mundo entero y proclamad el
Evangelio.
Aleluya Cf.
Jn 15, 16
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo os he elegido del mundo —dice el
Señor— para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. R.
EVANGELIO
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
╬ Lectura del santo Evangelio según san Marcos
(Mc 16, 15-18)
R. Gloria a ti, Señor.
EN AQUEL TIEMPO, Jesús se apareció a los once y les
dijo:
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda
la creación.
El que crea y sea bautizado se salvará; el que no
crea será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos:
echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en
sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a
los enfermos, y quedarán sanos».
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Papa Benedicto XVI, Audiencia
general 22 de noviembre de 2006
La adhesión de Pablo a la Iglesia se realizó por una
intervención directa de Cristo, quien al revelársele en el camino de Damasco,
se identificó con la Iglesia y le hizo comprender que perseguir a la Iglesia
era perseguirlo a él, el Señor. En efecto, el Resucitado dijo a Pablo, el
perseguidor de la Iglesia: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?"
(Hch 9, 4). Al perseguir a la Iglesia, perseguía a Cristo. Entonces, Pablo se
convirtió, al mismo tiempo, a Cristo y a la Iglesia. Así se comprende por qué
la Iglesia estuvo tan presente en el pensamiento, en el corazón y en la
actividad de san Pablo.