VII DOMINGO DE PASCUA, ASCENSIÓN DEL SEÑOR, Solemnidad
- Eucaristía de la Ascensión del Señor (a las 11.00 h).
SANTORAL DE HOY
Elogio: Memoria litúrgica de san Pablo VI, papa, cuyo nacimiento en el cielo ocurrió el 6 de agosto.
Otros santos de este día:
San Hesiquio Palatino, mártir
En Antioquía de Siria, san Hesiquio Palatino, mártir, que en la persecución bajo el emperador Diocleciano, al escuchar la orden de que quien no sacrificase a los ídolos debía abandonar el ejército, se despojó inmediatamente de las armas, y por este motivo fue arrojado al río Orontes con una gran piedra atada a su brazo derecho. († c. 303)
San Maximino de Tréveris, obispo y confesor
En Tréveris, en la Galia Bélgica, san Maximino, obispo, que, como valiente defensor de la integridad de la fe frente a los arrianos, acogió fraternalmente a san Atanasio de Alejandría y a otros obispos desterrados, y al ser expulsado de su sede por sus enemigos, murió en Poitiers, su tierra natal. († c. 346)
Santos Sisinio, Martirio y Alejandro, mártires
En Val de Non, en el territorio de Trento, santos mártires Sisinio, diácono, Martirio, lector, y Alejandro, ostiario, capadocios de origen, que tras fundar una iglesia en aquella región e introducir el uso de los cantos de alabanza al Señor, fueron asesinados por algunos paganos que estaban ofreciendo sacrificios lustrales. († 397)
San Exuperancio de Ravena, obispo
En Ravena, de la Flaminia, san Exuperancio, obispo, que gobernó prudentemente esta Iglesia en la época en que el rey Odoacro se apoderó de Italia y de la ciudad. († 430 o 476/7)
San Senador de Milán, obispo
En Milán, san Senador, obispo, a quien el papa san León Magno había enviado como legado a Constantinopla cuando era aún presbítero. († c. 480)
San Gerardo de Mâcon, monje y obispo
En Mâcon, en Borgoña, san Gerardo, que, monje en primer lugar y elegido después obispo de esta ciudad, llevó finalmente vida solitaria en un bosque. († c. 940)
Santa Bona, virgen
En Pisa, de la Toscana, santa Bona, virgen, que peregrinó piadosa y repetidamente a Tierra Santa, Roma y Compostela. († 1207)
Beatos Guillermo Arnaud y diez compañeros, mártires
En Avignonet, cerca de Toulouse, en Francia, beatos Guillermo Arnaud y sus diez compañeros, los cuales, unidos en la tarea de contrarrestar el daño causado por los cátaros, mediante engaño fueron apresados por su fe en Cristo y su obediencia a la Iglesia Romana, siendo muertos a espada en la noche de la Ascensión del Señor, mientras entonaban a una voz el Te Deum. Sus nombres son los siguientes: beatos Bernardo de Roquefort, García d’Aure, Esteban de Saint-Thierry; Raimundo de Cortisan, de sobrenombre Escribán, canónigo; Bernardo; Pedro d’Arnaud, Fortanerio y Ademaro, clérigos; y el Prior de Avignonet, cuyo nombre se ignora. († 1242)
Beata Gerardesca, reclusa
En Pisa, de la Toscana, beata Gerardesca, viuda, que pasó su vida en una celda cercana al monasterio camaldulense de San Sabino, dedicada a alabar a Dios y a la intimidad con el Señor. († c. 1269)
Beato Ricardo Thirkeld, presbítero y mártir
En York, en Inglaterra, beato Ricardo Thirkeld, presbítero y mártir, que en tiempo de la reina Isabel I, condenado a muerte por ser sacerdote y por haber reconciliado a muchas personas con la Iglesia católica, fue conducido al suplicio del patíbulo. († 1583)
Beato José Gerard, presbítero
En el lugar llamado Roma, en Basutolandia, en África del Sur, beato José Gerard, presbítero de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, que primero anunció a Cristo en la provincia de Natal, y luego, principal e infatigablemente, entre el pueblo de los basutos. († 1914)
Santa Úrsula Ledóchowska, virgen y fundadora
En Roma, tránsito de santa Úrsula (Julia) Ledóchowska, virgen, que fundó el Instituto de Religiosas Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante, y afrontó fatigosos viajes a través de Polonia, Escandinavia, Finlandia y Rusia. († 1939)
LITURGIA DE HOY
DIRECTORIO
SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA
La novena de Pentecostés
155. La
Escritura da testimonio de que en los nueve días entre la Ascensión y
Pentecostés, los Apóstoles "permanecían unidos y eran asiduos en la
oración, junto con algunas mujeres y con María, la Madre de Jesús, y con sus
hermanos" (Hech 1, 14), en espera de ser "revestidos con el poder de
lo alto" (Lc 24, 49). De la reflexión orante sobre este acontecimiento
salvífico ha nacido el ejercicio de piedad de la novena de Pentecostés, muy difundido
en el pueblo cristiano.
En
realidad, en el Misal y en la Liturgia de las Horas, sobre todo en las
Vísperas, esta "novena" ya está presente: los textos bíblicos y
eucológicos se refieren, de diversos modos, a la espera del Paráclito. Por lo
tanto, en la medida de lo posible, la novena de Pentecostés debería consistir
en la celebración solemne de las Vísperas. Donde esto no sea posible,
dispóngase la novena de Pentecostés de tal modo que refleje los temas
litúrgicos de los días que van de la Ascensión a la Vigilia de Pentecostés.
En algunos lugares se celebra durante estos días la semana de oración por la unidad de los cristianos.
Solemnidad de la Ascensión de nuestro Señor Jesucristo, cuando cuarenta días
después de la Resurrección fue elevado al cielo en presencia de los discípulos,
sentándose a la derecha del Padre, hasta que venga en su gloria a juzgar a
vivos y muertos (elog. del Martirologio Romano).
Misa del día de la solemnidad (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. I ó II de la Ascensión, embolismos props. en las PP. EE. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. I (C).
- Hch 1, 1-11. A la vista de ellos, fue elevado al cielo.
- Sal 46. R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al
son de trompetas.
- Ef 1, 17-23. Lo sentó a su derecha en el cielo.
o bien: Heb 9, 24-28; 10, 19-23. Cristo entró en el
mismo cielo.
- Lc 24, 46-53. Mientras los bendecía, fue llevado hacia el
cielo.
Con la ascensión del Señor se consuma la encarnación del Verbo que ha
glorificado en sí a la naturaleza humana que había asumido para redimirla (cf.
orac. después de la comunión). La presencia de Cristo glorificado a la derecha
del Padre es una presencia de intercesión sacerdotal por todos nosotros. Él nos
enviará el Espíritu que actuará siempre con nosotros en la labor de anunciar la
conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos (cf. Ev.). Él es, por
tanto, el autor de la santidad y la gracia que se nos da en los sacramentos
(cf. Pf. para después de la ascensión). El Señor volverá al fin de los tiempos
para dar plenitud a lo que ha comenzado a gestarse en su ascensión: nuestra
entrada definitiva en la casa del Padre (cf. 1.ª orac.).
* JORNADA MUNDIAL Y COLECTA DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES
(pontificia): Liturgia del día, alusión en la mon. de entrada y en la hom.,
intención en la orac. univ., colecta.
* Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.
Liturgia de las Horas: oficio de la solemnidad. Te Deum. Comp. Dom.
II.
Martirologio: elogs. del 30 de mayo, pág. 337.
CALENDARIOS: Valladolid: Aniversario de la ordenación episcopal del
cardenal Ricardo Blázquez Pérez, arzobispo (1988).
Antífona de entrada Hch 1, 11
Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Volverá como lo habéis visto marcharse al cielo. Aleluya.
Monición de entrada
Como a sus primeros discípulos, también a nosotros nos ha convocado hoy
Cristo Jesús, para que vivamos en la fe el acontecimiento que celebramos: la
Ascensión del Señor, cuando fue elevado a la gloria. Para la Iglesia naciente
comienza un tiempo nuevo: la tarea misionera y la espera del Espíritu Santo
como nuestro guía y defensor.
Acto penitencial
Todo como en el Ordinario de la Misa. Para la tercera fórmula pueden usarse las siguientes invocaciones:
- Tú, que eres el Sumo Sacerdote de la Nueva
Alianza: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Tú, que nos edificas como piedras vivas en el templo santo de Dios: Cristo,
ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Tú, que has ascendido a la derecha del Padre para enviarnos el don del
Espíritu: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
Monición al Gloria
Se dice Gloria. Puede introducirse con la siguiente monición.
Cantemos (recitemos) el himno de
alabanza, invocando a Dios Padre y a Jesucristo, el Señor, sentado a la derecha
del Padre para interceder por nosotros.
Dios todopoderoso, concédenos exultar santamente de gozo
y alegrarnos con religiosa acción de gracias,
porque la ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria,
y adonde ya se ha adelantado gloriosamente nuestra Cabeza,
esperamos llegar también los miembros de su cuerpo.
Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Dios todopoderoso, concédenos habitar espiritualmente
en las moradas celestiales a cuantos creemos
que tu Unigénito y Redentor nuestro ascendió hoy a la gloria.
Él, que vive y reina contigo.
LECTURAS DE LA MISA
Audio y comentario del Evangelio de hoy (I)
Audio y comentario del Evangelio de hoy (II)
A la vista de ellos, fue levantado al cielo
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 1, 1-11)
EN MI PRIMER LIBRO, Teófilo, escribí de todo lo
que Jesús hizo y enseno desde el comienzo hasta el día en que fue llevado al
cielo, después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido,
movido por el Espíritu Santo. Se les presentó él mismo después de su pasión,
dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante
cuarenta días y hablándoles del reino de Dios.
Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino:
«aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar,
porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu
Santo dentro de no muchos días».
Los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo:
«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?».
Les dijo:
«No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha
establecido con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del
Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en
Jerusalén, en toda Judea y Samaría y “hasta el confín de la tierra”».
Dicho esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo
quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando,
se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha
sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto
marcharse al cielo».
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 46, 2-3. 6-7. 8-9 [R.:
6])
R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas
O bien: Aleluya.
V. Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor altísimo es terrible,
emperador de toda la tierra.
R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
V. Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad;
tocad para nuestro Rey, tocad.
R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
V. Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.
R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
(opción 1)
Lo sentó a su derecha en el cielo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (Ef 1, 17-23)
HERMANOS:
El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de
sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón
para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de
gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su
poder en favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza
poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y
sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, poder,
fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no solo en este
mundo, sino en el futuro.
Y «todo lo puso bajo sus pies», y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo.
Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos.
R. Te alabamos, Señor.
Lectura de la carta a los Hebreos (Hb 9, 24-28; 10, 19-23)
CRISTO entró no en un santuario construido por
hombres, imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios,
intercediendo por nosotros.
Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba
en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena. Si hubiese sido así,
tendría que haber padecido muchas veces, desde la fundación del mundo. De
hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de los tiempos,
para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.
Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez; y después de la
muerte, el juicio.
De la misma manera, Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de
todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, para salvar a
los que lo esperan.
Así pues, hermanos, teniendo libertad para entrar en el santuario, en virtud de
la sangre de Jesús, contando con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado
para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne, y teniendo un gran
sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero y
llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo
lavado en agua pura.
Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo
la promesa.
R. Te alabamos, Señor.
Conclusión del santo Evangelio según san Lucas (Lc 24, 46-53)
R. Gloria a ti, Señor.
EN AQUEL TIEMPO, dijo Jesús a sus discípulos:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al
tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los
pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la
promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta
que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto».
Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y
estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, en Italia y en otros países, se celebra la Ascensión de Jesús al cielo,
acaecida cuarenta días después de la Pascua. Contemplamos el misterio de Jesús
que sale de nuestro espacio terreno para entrar en la plenitud de la gloria de
Dios, llevando consigo nuestra humanidad. Es decir, nosotros, nuestra humanidad
entra por primera vez en el cielo. El Evangelio de Lucas nos muestra la
reacción de los discípulos ante el Señor que «se separó de ellos y fue llevado
al cielo» (24, 51). No hubo en ellos dolor y desconsuelo, sino que se postraron
«ante él, y se volvieron a Jerusalén con gran gozo» (v. 52). Es el regreso de
quien no teme ya a la ciudad que había rechazado al Maestro, que había visto la
traición de Judas y la negación de Pedro, había visto la dispersión de los
discípulos y la violencia de un poder que se sentía amenazado. A partir de
aquel día para los apóstoles y para todo discípulo de Cristo fue posible
habitar en Jerusalén y en todas las ciudades del mundo, también en las más
atormentadas por la injusticia y la violencia, porque sobre todas las ciudades
está el mismo cielo y cualquier habitante puede alzar la mirada con esperanza.
Jesús, Dios, es un hombre verdadero, con su cuerpo de hombre está en el cielo.
Y esta es nuestra esperanza, es nuestra ancla, y nosotros estamos firmes en
esta esperanza si miramos al cielo.
En este cielo habita aquel Dios que se ha revelado tan cercano que llegó a
asumir el rostro de un hombre, Jesús de Nazaret. Él permanece para siempre el
Dios-con-nosotros —recordemos esto: Emmanuel, Dios con nosotros— y no nos deja
solos. Podemos mirar hacia lo alto para reconocer delante de nosotros nuestro
futuro. En la Ascensión de Jesús, el crucificado resucitado, está la promesa de
nuestra participación en la plenitud de vida junto a Dios.
Antes de separarse de sus amigos, Jesús, refiriéndose al evento de su muerte y
resurrección, les había dicho: «Vosotros sois testigos de estas cosas» (v. 48).
Es decir, los discípulos son testigos de la muerte y de la resurrección de
Cristo, ese día, también de la Ascensión de Cristo. Y, en efecto, después de
haber visto a su Señor subir al cielo, los discípulos regresaron a la ciudad
como testigos que con gozo anuncian a todos la vida nueva que viene del
Crucificado resucitado, en cuyo nombre «se predicarán a todos los pueblos la
conversión y el perdón de los pecados» (v. 47). Este es el testimonio —hecho no
sólo de palabras sino también con la vida cotidiana—, el testimonio que cada
domingo debería salir de nuestras iglesias para entrar durante la semana en las
casas, en las oficinas, en la escuela, en los lugares de encuentro y de
diversión, en los hospitales, en las cárceles, en las casas para ancianos, en
los lugares llenos de inmigrantes, en las periferias de la ciudad... Este
testimonio nosotros debemos llevarlo cada semana: ¡Cristo está con nosotros;
Jesús subió al cielo, está con nosotros; Cristo está vivo!
Jesús nos ha asegurado que en este anuncio y en este testimonio seremos
«revestidos de poder desde lo alto» (v. 49), es decir, con el poder del
Espíritu Santo. Aquí está el secreto de esta misión: la presencia entre
nosotros del Señor resucitado, que con el don del Espíritu continúa abriendo
nuestra mente y nuestro corazón, para anunciar su amor y su misericordia
también en los ambientes más refractarios de nuestras ciudades. Es el Espíritu
Santo el verdadero artífice del multiforme testimonio que la Iglesia y cada
bautizado ofrece al mundo. Por lo tanto, no podemos jamás descuidar el
recogimiento en la oración para alabar a Dios e invocar el don del Espíritu. En
esta semana, que nos lleva a la fiesta de Pentecostés, permanezcamos
espiritualmente en el Cenáculo, junto a la Virgen María, para acoger al
Espíritu Santo. Lo hacemos también ahora, en comunión con los fieles reunidos
en el Santuario de Pompeya para la tradicional súplica.
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy en Italia y otros países se celebra la Ascensión de Jesús al cielo, que
tuvo lugar cuarenta días después de la Pascua. Este domingo celebramos, además,
la Jornada mundial de las comunicaciones sociales, sobre el tema: «El sacerdote
y la pastoral en el mundo digital: los nuevos medios de comunicación al
servicio de la Palabra». En la liturgia se narra el episodio de la última vez
que el Señor Jesús se separó de sus discípulos (cf. Lc 24, 50-51; Hch 1, 2.9);
pero no se trata de un abandono, porque él permanece para siempre con ellos
—con nosotros— de una forma nueva. San Bernardo de Claraval explica que la
Ascensión de Jesús al cielo se realiza en tres grados: «El primero es la gloria
de la resurrección; el segundo, el poder de juzgar; y el tercero, sentarse a la
derecha del Padre» (Sermo de Ascensione Domini, 60, 2: Sancti Bernardi Opera,
t. VI, 1, 291, 20-21). Inmediatamente antes de este acontecimiento tuvo lugar
la bendición de los discípulos, que los preparó a recibir el don del Espíritu
Santo, para que la salvación fuera proclamada en todas partes. Jesús mismo les
dijo: «Vosotros sois testigos de estas cosas. Mirad, yo voy a enviar sobre
vosotros la promesa de mi Padre» (Lc 24, 48-49).
El Señor atrae la mirada de los Apóstoles —nuestra mirada— hacia el cielo para
indicarles cómo recorrer el camino del bien durante la vida terrena. Sin embargo,
él permanece en la trama de la historia humana, está cerca de cada uno de
nosotros y guía nuestro camino cristiano: acompaña a los perseguidos a causa de
la fe, está en el corazón de los marginados, se halla presente en aquellos a
los que se niega el derecho a la vida. Podemos escuchar, ver y tocar al Señor
Jesús en la Iglesia, especialmente mediante la palabra y los sacramentos. A
este propósito, exhorto a los muchachos y jóvenes que en este tiempo pascual
reciben el sacramento de la Confirmación a permanecer fieles a la Palabra de
Dios y a la doctrina que han aprendido, como también a acercarse asiduamente a
la Confesión y a la Eucaristía, conscientes de haber sido elegidos y
constituidos para testimoniar la Verdad. Renuevo también mi invitación especial
a los hermanos en el sacerdocio a que «con su vida y sus obras, se distingan
por un vigoroso testimonio evangélico» (Carta de convocatoria del Año
sacerdotal) y sepan utilizar con sabiduría también los medios de
comunicación, para dar a conocer la vida de la Iglesia y ayudar a los hombres
de hoy a descubrir el rostro de Cristo (cf. Mensaje para la 44ª Jornada
mundial de las comunicaciones sociales, 24 de enero de 2010).
Queridos hermanos y hermanas, el Señor, al abrirnos el camino del cielo, nos
permite saborear ya en esta tierra la vida divina. Un autor ruso del siglo XX,
en su testamento espiritual, escribió: «Observad más a menudo las estrellas.
Cuando tengáis un peso en el alma, mirad las estrellas o el azul del cielo.
Cuando os sintáis tristes, cuando os ofendan, … deteneos a mirar el cielo. Así
vuestra alma encontrará la paz» (N. Valentini - L. Žák (ed.), Pavel A.
Florenskij. Non dimenticatemi. Le lettere dal gulag del grande matematico,
filosofo e sacerdote russo, Milán 2000, p. 418). Doy gracias a la Virgen
María, a quien en los días pasados pude venerar en el santuario de Fátima, por
su materna protección durante la intensa peregrinación a Portugal. A ella, que
vela por los testigos de su Hijo amado, dirigimos con confianza nuestra
oración.
Monición al Credo
Se dice Credo. Puede introducirse con la siguiente monición.
Confesamos nuestra fe en Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo, en la unidad de la santa Iglesia.
Oración de los fieles
Dirijamos nuestras súplicas al Señor Jesús, mediador nuestro, sentado a la derecha del Padre, que vive y reina para siempre, intercediendo por nosotros.
- Para que asista continuamente a su Iglesia, a la que ha encomendado la misión de proseguir el anuncio del Evangelio hasta su venida gloriosa. Roguemos al Señor.
- Para que inspire a los que gobiernan las naciones sentimientos de paz y de justicia. Roguemos al Señor.
- Para que consuele a los que sufren en este mundo, de manera que se sientan confortados con la fuerza poderosa del que ha vencido el dolor y la muerte. Roguemos al Señor.
- Para que los comunicadores sociales no perviertan con la falsedad el don precioso de la realidad que nos rodea y sepan trasmitir la paz, verdadera noticia, sin impregnarla de nada que le reste verdad. Roguemos al Señor.
- Para que ilumine los ojos de nuestro corazón, y así comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama y la riqueza de gloria que nos ha prometido en herencia. Roguemos al Señor.
Señor Jesús, que estás sentado
escucha nuestras súplicas y ruega al Padre por nosotros,
ya que ponemos toda nuestra confianza en ti.
Tú, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo
Te presentamos ahora, Señor, el sacrificio
para celebrar la admirable ascensión de tu Hijo;
concédenos, por este sagrado intercambio,
elevamos hasta las realidades del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque Jesús, el Señor, el rey de la gloria,
vencedor del pecado y de la muerte,
ha ascendido [hoy], ante el asombro de los ángeles, a lo más alto de los cielos,
como Mediador entre Dios y los hombres,
como Juez del mundo y Señor del universo.
No se ha ido para desentenderse de nuestra pobreza,
sino que nos precede el primero como cabeza nuestra,
para que nosotros, miembros de su Cuerpo,
vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual,
el mundo entero se desborda de alegría,
y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de comunión Mt 28, 20
Sabed que yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos. Aleluya.
Dios todopoderoso y eterno, que, mientras vivimos aún en la tierra,
nos concedes gustar los divinos misterios,
te rogamos que el afecto de nuestra piedad cristiana
se dirija allí donde nuestra condición humana está contigo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Se puede usar la fórmula de bendición solemne. Ascensión del Señor.
Dios todopoderoso, por medio de su Hijo, que ascendió hoy a lo alto de los cielos y os abrió el camino para seguirle hasta su reino, os colme de bendiciones.
R. Amén.
Jesucristo, que después de su resurrección se manifestó visiblemente a sus discípulos, se os manifieste también como Juez benigno cuando vuelva para juzgar al mundo.
R. Amén.
Y a quienes confesáis que está sentado a la derecha del Padre os conceda la alegría de sentir que, según su promesa, está con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario