05 de septiembre - DOMINGO DE LA XXIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Memoria de Santa Teresa de Calcuta, virgen y fundadora

 

 

DOMINGO DE LA XXIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO,
Memoria de Santa Teresa Gonhxa Bojaxhiu, «Madre Teresa de Calcuta», virgen y fundadora

  

PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 05 DE SEPTIEMBRE

- Horario de la parroquia: abierta de 10.00 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.

- Eucaristía del Domingo de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario (a las 11.00 h.) 

Para ver la transmisión en directo,pincha aquí

 

- Rezo del Santo Rosario (a las 20.30 h.) y Eucaristía II Vísperas del Domingo de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario (a las 21.00 h.) 

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NOTICIAS DE ACTUALIDAD 


Homilía del Sábado 04.09.2021


Portada
Jonathan Goodall era obispo de Ebbsfleet desde 2013 y sigue a otros en este camino
Un obispo anglicano de Inglaterra deja su cargo para ser católico «tras un largo proceso de oración»
María Macanás transmite la fe desde su enfermedad y cuida a sus amigos rezando por ellos
Con espina bífida, Dios le enseñó a darse a los demás: estudia medicina y evangeliza con su sonrisa
José Gabriel Vera es el responsable de Comunicación en la Conferencia Episcopal
Católicos en los medios: «No se puede improvisar, si uno no está preparado es mejor no salir»
 
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Opinión
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SANTORAL DE HOY 

Elogio: En Calcuta, en la India, santa Teresa (Inés) Gonhxa Bojaxhiu, virgen, la cual, nacida en Albania, trató de apagar la sed de Cristo clavado en la cruz atendiendo con eximia caridad a los hermanos más pobres y fundando las congregaciones de Misioneros y de Misioneras de la Caridad, para servir a los enfermos y abandonados.


Otros santos de este día:

   Santos Aconto, Nono, Herculano y Taurino, mártires

En Porto Romano, cerca del actual Fiumicino, santos Aconto, Nono, Herculano y Taurino, mártires.

   San Quinto, mártir

En Capua, de la Campania, san Quinto, mártir.

   Santos Urbano, Teodoro, Menedemo y compañeros, mártires

En Nicomedia, de Bitinia, santos Urbano, Teodoro, Menedemo y otros compañeros, tanto clérigos como laicos, los cuales, por su fe católica, fueron embarcados en una pequeña nave y quemados en altamar por orden del emperador Valente.

   San Bertino, abad

En el distrito de Thérouanne, en Flandes, san Bertino, abad de Sithin, sepultado en el monasterio que lleva su nombre, y que había fundado él mismo junto con san Mumolino.

   San Alperto, abad

En Tortona, región de Liguria, san Alperto, fundador y primer abad del monasterio de Butrium.

   Beato Juan Bueno de Siponto, abad

En Dalmacia, beato Juan Bueno de Siponto, abad y fundador del monasterio de San Miguel, ubicado en el litoral de Dalmacia, frente al monte Gargano.

   Beato Guillermo Browne, mártir

En Ripon, en el condado de York, en Inglaterra, beato Guillermo Browne, mártir, que, condenado a pena capital bajo el reinado de Jacobo I por haber inducido a otros a abrazar la fe católica, fue ahorcado y cruelmente descuartizado.

   Beato Florencio Dumontet de Cardaillac, presbítero y mártir

En una vieja embarcación anclada en el mar, frente a Rochefort, en Francia, beato Florencio Dumontet de Cardaillac, presbítero y mártir, el cual, condenado durante la Revolución Francesa por ser sacerdote, completó el martirio víctima de enfermedad, y atendiendo con celo y caridad a los enfermos concautivos.

   Santos Pedro Nguyen Van Tu y José Hoang Luong Canh, mártires

En Ninh Tai, en Tonkin, santos mártires Pedro Nguyen Van Tu, presbítero de la Orden de Predicadores, y José Hoang Luong Canh, médico, decapitados por quienes odiaban el nombre cristiano.


LITURGIA DE HOY

Misa del Domingo (verde).

MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.
LECC.: vol. I (B).
- Is 35, 4-7a. Los oídos de los sordos se abrirán, y cantará la lengua del mudo.
- Sal 145. R. Alaba, alma mía, al Señor.
- Sant 2, 1-5. ¿Acaso no eligió Dios a los pobres como herederos del Reino?
- Mc 7, 31-37. Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.


En la 1 lect. de hoy, se anuncia la venida de Dios para salvar a su pueblo: los ciegos verán, los oídos del sordo se abrirán... Por eso, en el sal. resp. alabaremos al Señor que, a pesar de nuestros pecados y debilidades, mantiene su fidelidad perpetuamente. En Jesucristo se cumplen plenamente las profecías cuando cura un sordomudo, metiéndole los dedos en los oídos, tocándole con la saliva la lengua y pronunciando la palabra «Effetá» (Ev.). En el bautismo se puede hacer el rito con el mismo nombre: el celebrante toca los oídos y la boca del bautizado y pide al Señor que pueda escuchar su Palabra y profesar la fe para alabanza y gloria de Dios Padre.

Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.

Martirologio: elogs. del 6 de septiembre, pág. 536.
CALENDARIOS: Urgell: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Joan Enric Vives Sicilia, arzobispo-obispo (1993).


Antífona de entrada Sal 118, 137. 124
Señor, tú eres justo, tus mandamientos son rectos. Trata con misericordia a tu siervo.

Monición de entrada

La acción de Dios es siempre salvadora, es más, su misma presencia es ya transformadora. Dejemos que el Señor abra nuestros oídos para escuchar, comprender e interpretar su Palabra, para hacerla nuestra y que nos interpele. Dejemos que abra nuestros labios para poder proclamar, de manera eficaz, sin ningún temor esta Palabra de verdad que hemos recibido.

Acto penitencial

- Abre nuestros oídos a tu Palabra: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

- Apiádate de nuestras miserias y debilidades: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.

- Quita de nosotros lo que nos impide ser valientes testigos tuyos: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria.


Oración colecta

Oh, Dios, por ti nos ha venido la redención
y se nos ofrece la adopción filial;
mira con bondad a los hijos de tu amor,
para que cuantos creemos en Cristo alcancemos
la libertad verdadera y la herencia eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo.


PRIMERA LECTURA
Los oídos del sordo se abrirán, y cantará la lengua del mudo

Lectura del libro de Isaías (Is 35, 4-7a)

DECID a los inquietos:
«Sed fuertes, no temáis.
¡He aquí vuestro Dios!
Llega el desquite,
la retribución de Dios.
Viene en persona yos salvará».
Entonces se despegarán los ojos de los ciegos,
los oídos de los sordos se abrirán;
entonces saltará el cojo como un ciervo
y cantará la lengua del mudo,
porque han brotado aguas en el desierto
y corrientes en la estepa.
El páramo se convertirá en estanque,
el suelo sediento en manantial».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL (Sal 145, 7. 8-9a. 9bc- 10 [R.: 1b])

R. Alaba, alma mía, al Señor.

O bien: Aleluya.

V. El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos.

R. Alaba, alma mía, al Señor.

V. El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos.

R. Alaba, alma mía, al Señor.

V. Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.

R. Alaba, alma mía, al Señor.

SEGUNDA LECTURA
¿Acaso no elegió Dios a los pobres como herederos del Reino?

Lectura de la carta del apóstol Santiago (Sant 2, 1-5)

HERMANOS MÍOS, no mezcléis la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con la acepción de personas.
Suponed que en vuestra asamblea entra un hombre con sortija de oro y traje lujoso, y entra también un pobre con traje mugriento; si vosotros atendéis al que lleva el traje de lujo y le decís: «Tú siéntate aquí cómodamente», y al pobre le decís: «Tú quédate ahí de pie» o «siéntate en el suelo, a mis pies», ¿no estáis haciendo discriminaciones entre vosotros y convirtiéndoos en jueces de criterios inicuos?
Escuchad, mis queridos hermanos: ¿acaso no eligió Dios a los pobres según el mundo como ricos en la fe y herederos del Reino que prometió a los que lo aman?

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


Aleluya Cf. Mt 4, 23

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. Jesús proclamaba el Evangelio del reino, y curaba toda dolencia del pueblo. R.


EVANGELIO
Hace oír a los sordos y hablar a los mudos

╬ Lectura del santo Evangelio según san Marcos (Mc 7, 31-37)
R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano.
Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.
Y mirando al cielo, suspiró y le dijo:
«Effetá» (esto es, «ábrete»).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente.
Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían:
«Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Del Papa Francisco

ÁNGELUS. Domingo, 9 de septiembre de 2018.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo (cf. Mc 7, 31-37) se refiere al episodio de la sanación milagrosa de un sordomudo, realizada por Jesús. Le llevaron a un sordomudo, pidiéndole que le impusiera la mano. Él, sin embargo, realiza sobre él diferentes gestos: antes de todo lo apartó lejos de la multitud. En esta ocasión, como en otras, Jesús actúa siempre con discreción. No quiere impresionar a la gente, Él no busca popularidad o éxito, sino que desea solamente hacer el bien a las personas. Con esta actitud, Él nos enseña que el bien se realiza sin clamores, sin ostentación, sin «hacer sonar la trompeta». Se realiza en silencio.

Cuando se encontró apartado, Jesús puso los dedos en las orejas del sordomudo y con la saliva le tocó la lengua. Esto recuerda a la Encarnación. El Hijo de Dios es un hombre insertado en la realidad humana: se ha hecho hombre, por tanto puede comprender la condición penosa de otro hombre e interviene con un gesto en el cual está implicada su propia humanidad. Al mismo tiempo, Jesús quiere hacer entender que el milagro sucede por motivo de su unión con el Padre: por esto, levantó la mirada al cielo. Después emitió un suspiro y pronunció la palabra resolutiva: «Effatá», que significa «Ábrete». Y en seguida el hombre fue sanado: se le abrieron los oídos, se soltó la atadura de su lengua. La sanación fue para él una «apertura» a los demás y al mundo.

Este pasaje del Evangelio subraya la exigencia de una doble sanación. Sobre todo la sanación de la enfermedad y del sufrimiento físico, para restituir la salud del cuerpo; incluso esta finalidad no es completamente alcanzable en el horizonte terreno, a pesar de tantos esfuerzos de la ciencia y de la medicina. Pero hay una segunda sanación, quizá más difícil, y es la sanación del miedo. La sanación del miedo que nos empuja a marginar al enfermo, a marginar al que sufre, al discapacitado. Y hay muchos modos de marginar, también con una pseudo piedad o con la eliminación del problema; nos quedamos sordos y mudos delante de los dolores de las personas marcadas por la enfermedad, angustias y dificultades. Demasiadas veces el enfermo y el que sufre se convierten en un problema, mientras que deberían ser ocasión para manifestar la preocupación y la solidaridad de una sociedad en lo relacionado con los más débiles.

Jesús nos ha desvelado el secreto de un milagro que podemos repetir también nosotros, convirtiéndonos en protagonistas del «Effatá», de esa palabra «Ábrete» con la cual Él dio de nuevo la palabra y el oído al sordomudo. Se trata de abrirnos a las necesidades de nuestros hermanos que sufren y necesitan ayuda, escapando del egoísmo y la cerrazón del corazón. Es precisamente el corazón, es decir el núcleo profundo de la persona, lo que Jesús ha venido a «abrir», a liberar, para hacernos capaces de vivir plenamente la relación con Dios y con los demás. Él se hizo hombre para que el hombre, que se ha vuelto interiormente sordo y mudo por el pecado, pueda escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que habla a su corazón, y así aprenda a hablar a su vez el lenguaje del amor, traduciéndolo en gestos de generosidad y de donación de sí.

Que María, Aquella que se ha «abierto» totalmente al amor del Señor, nos conceda experimentar cada día, en la fe, el milagro del «Effatá», para vivir en comunión con Dios y con los hermanos.

 

ÁNGELUS, Domingo 6 de septiembre de 2015.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy (Mc 7, 31-37) relata la curación de un sordomudo por parte de Jesús, un acontecimiento prodigioso que muestra cómo Jesús restablece la plena comunicación del hombre con Dios y con los otros hombres. El milagro está ambientado en la zona de la Decápolis, es decir, en pleno territorio pagano; por lo tanto, ese sordomudo que es llevado ante Jesús se transforma en el símbolo del no-creyente que cumple un camino hacia la fe. En efecto, su sordera expresa la incapacidad de escuchar y de comprender no sólo las palabras de los hombres, sino también la Palabra de Dios. Y san Pablo nos recuerda que «la fe nace del mensaje que se escucha» (Rm 10, 17).

La primera cosa que Jesús hace es llevar a ese hombre lejos de la multitud: no quiere dar publicidad al gesto que va a realizar, pero no quiere tampoco que su palabra sea cubierta por la confusión de las voces y de las habladurías del entorno. La Palabra de Dios que Cristo nos transmite necesita silencio para ser acogida como Palabra que sana, que reconcilia y restablece la comunicación.

Se evidencian después dos gestos de Jesús. Él toca las orejas y la lengua del sordomudo. Para restablecer la relación con ese hombre «bloqueado» en la comunicación, busca primero restablecer el contacto. Pero el milagro es un don que viene de lo alto, que Jesús implora al Padre; por eso, eleva los ojos al cielo y ordena: «¡Ábrete!». Y los oídos del sordo se abren, se desata el nudo de su lengua y comienza a hablar correctamente (cf. Mc 7, 35). La enseñanza que sacamos de este episodio es que Dios no está cerrado en sí mismo, sino que se abre y se pone en comunicación con la humanidad. En su inmensa misericordia, supera el abismo de la infinita diferencia entre Él y nosotros, y sale a nuestro encuentro. Para realizar esta comunicación con el hombre, Dios se hace hombre: no le basta hablarnos a través de la ley y de los profetas, sino que se hace presente en la persona de su Hijo, la Palabra hecha carne. Jesús es el gran «constructor de puentes» que construye en sí mismo el gran puente de la comunión plena con el Padre.

Pero este Evangelio nos habla también de nosotros: a menudo nosotros estamos replegados y encerrados en nosotros mismos, y creamos muchas islas inaccesibles e inhóspitas. Incluso las relaciones humanas más elementales a veces crean realidades incapaces de apertura recíproca: la pareja cerrada, la familia cerrada, el grupo cerrado, la parroquia cerrada, la patria cerrada? Y esto no es de Dios. Esto es nuestro, es nuestro pecado.

Sin embargo, en el origen de nuestra vida cristiana, en el Bautismo, están precisamente aquel gesto y aquella palabra de Jesús: «¡Effatá! ? ¡Ábrete!». Y el milagro se cumplió: hemos sido curados de la sordera del egoísmo y del mutismo de la cerrazón y del pecado y hemos sido incorporados en la gran familia de la Iglesia; podemos escuchar a Dios que nos habla y comunicar su Palabra a cuantos no la han escuchado nunca o a quien la ha olvidado y sepultado bajo las espinas de las preocupaciones y de los engaños del mundo.

Pidamos a la Virgen santa, mujer de la escucha y del testimonio alegre, que nos sostenga en el compromiso de profesar nuestra fe y de comunicar las maravillas del Señor a quienes encontramos en nuestro camino.


Del Papa Benedicto XVI

ÁNGELUS, Castelgandolfo. Domingo 9 de septiembre de 2012

Queridos hermanos y hermanas:

En el centro del Evangelio de hoy (Mc 7, 31-37) hay una pequeña palabra, muy importante. Una palabra que –en su sentido profundo– resume todo el mensaje y toda la obra de Cristo. El evangelista san Marcos la menciona en la misma lengua de Jesús, en la que Jesús la pronunció, y de esta manera la sentimos aún más viva. Esta palabra es "Effetá", que significa: "ábrete". Veamos el contexto en el que está situada. Jesús estaba atravesando la región llamada "Decápolis", entre el litoral de Tiro y Sidón y Galilea; una zona, por tanto, no judía. Le llevaron a un sordomudo, para que lo curara: evidentemente la fama de Jesús se había difundido hasta allí. Jesús, apartándolo de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua; después, mirando al cielo, suspiró y dijo: "Effetá", que significa precisamente: "Ábrete". Y al momento aquel hombre comenzó a oír y a hablar correctamente (cf. Mc 7, 35). He aquí el significado histórico, literal, de esta palabra: aquel sordomudo, gracias a la intervención de Jesús, "se abrió"; antes estaba cerrado, aislado; para él era muy difícil comunicar; la curación fue para él una "apertura" a los demás y al mundo, una apertura que, partiendo de los órganos del oído y de la palabra, involucraba toda su persona y su vida: por fin podía comunicar y, por tanto, relacionarse de modo nuevo.

Pero todos sabemos que la cerrazón del hombre, su aislamiento, no depende sólo de sus órganos sensoriales. Existe una cerrazón interior, que concierne al núcleo profundo de la persona, al que la Biblia llama el "corazón". Esto es lo que Jesús vino a "abrir", a liberar, para hacernos capaces de vivir en plenitud la relación con Dios y con los demás. Por eso decía que esta pequeña palabra, "Effetá" –"ábrete"– resume en sí toda la misión de Cristo. Él se hizo hombre para que el hombre, que por el pecado se volvió interiormente sordo y mudo, sea capaz de escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que habla a su corazón, y de esta manera aprenda a su vez a hablar el lenguaje del amor, a comunicar con Dios y con los demás. Por este motivo la palabra y el gesto del "Effetá" han sido insertados en el rito del Bautismo, como uno de los signos que explican su significado: el sacerdote, tocando la boca y los oídos del recién bautizado, dice: "Effetá", orando para que pronto pueda escuchar la Palabra de Dios y profesar la fe. Por el Bautismo, la persona humana comienza, por decirlo así, a "respirar" el Espíritu Santo, aquel que Jesús había invocado del Padre con un profundo suspiro, para curar al sordomudo.

Nos dirigimos ahora en oración a María santísima, cuya Natividad celebramos ayer. Por su singular relación con el Verbo encarnado, María está plenamente "abierta" al amor del Señor; su corazón está constantemente en escucha de su Palabra. Que su maternal intercesión nos obtenga experimentar cada día, en la fe, el milagro del "Effetá", para vivir en comunión con Dios y con los hermanos.

Se dice Credo.

Oración de los fieles

Oremos al Señor. Sus oídos están atentos a la voz de nuestras súplicas.

- Para que la Iglesia, abierta al diálogo con el mundo de hoy, pueda llevar a los oídos de todos la Buena Noticia de la salvación. Roguemos al Señor.

– Para que los gobernantes respeten y valoren la libertad de información. Roguemos al Señor.

- Para que los discapacitados psíquicos reciban la necesaria educación, que los capacite para la vida de relación con los demás. Roguemos al Señor.

- Para que todos nosotros escuchemos con gusto e interés la Palabra de Dios, meditándola en nuestro corazón. Roguemos al Señor.

Dios, Padre nuestro, tú nos has enviado a Jesucristo
para curar nuestra sordera y nuestro mutismo;
atiende a nuestras súplicas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Oración sobre las ofrendas

Oh, Dios, autor de la piedad sincera y de la paz,
te pedimos que con esta ofrenda veneremos dignamente tu grandeza
y nuestra unión se haga más fuerte por la participación en este sagrado misterio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio III Dominical del Tiempo Ordinario
El hombre salvado por un hombre


En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Porque reconocemos como obra de tu poder admirable
no sólo socorrer a los mortales con tu divinidad,
sino haber previsto el remedio en nuestra misma condición humana,
y de lo que era nuestra ruina haber hecho nuestra salvación,
por Cristo, Señor nuestro.

Por él, los coros de los ángeles
adoran tu gloria eternamente, gozosos en tu presencia.
Permítenos asociarnos a sus voces cantando con ellos tu alabanza:

Santo, Santo, Santo…


Antífona de la comunión Sal 41, 2-3
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo.

O bien: Cf. Jn 8, 12

Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida, dice el Señor.

Oración después de la comunión
Concede, Señor, a tus fieles, alimentados con tu palabra
y vivificados con el sacramento del cielo,
beneficiarse de los dones de tu Hijo amado,
de tal manera que merezcamos participar siempre de su vida.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.


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