DOMINGO DE LA XXV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 19 DE SEPTIEMBRE
- Horario de la
parroquia: abierta de 10.00 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- Eucaristía del Domingo de la XXIV Semana del Tiempo Ordinario (a las 11.00 h.)
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- Rezo del Santo Rosario (a las 20.00 h.) y Eucaristía II Vísperas del Domingo de la XXIV Semana del Tiempo Ordinario (a las 20.30 h.)
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NOTICIAS DE ACTUALIDAD
Homilía del Domingo 19.09.2021
(Misa de la mañana)
SANTORAL DE HOY
Otros santos de este día:
LITURGIA DE HOY
Misa del Domingo (verde).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.
LECC.: vol. I (B).
- Sab 2, 12. 17-20. Lo condenaremos a muerte ignominiosa.
- Sal 53. R. El Señor sostiene mi vida.
- Sant 3, 16 — 4, 3. El fruto de la justicia se siembra en la
paz para quienes trabajan por la paz.
- Mc 9, 30-37. El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien
quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.
La 1 lect. de hoy, del libro de la Sabiduría, fue escrita siglos antes de
Cristo y, sin embargo, da la impresión de que describe lo que vivió Jesucristo
en su pasión: «Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará y lo librará de las
manos de sus enemigos». Dice el Ev.: «El Hijo del hombre va a ser entregado en
manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días
resucitará». Sus discípulos no entendían aquello, tanto que discutían entre sí
quién sería el más importante. Él les dijo que «quien quiera ser el primero,
que sea el último de todos y el servidor de todos» (Ev.). Un aviso muy
importante para la comunidad cristiana, pues tantas veces caemos en el pecado
de las envidias y peleas, queriendo averiguar quién manda más (cf. 2 lect.).
Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.
Martirologio: elogs. del 20 de septiembre, pág. 564.
CALENDARIOS: Sagrada Familia de Villefranche: Santa Emilia de Rodat
(S).
Misioneros de Nuestra Señora de la Saleta: Nuestra Señora de la
Saleta (S).
Ávila: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Jesús García
Burillo, obispo, emérito (1998).
Tarragona: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Jaume
Pujol Balcells, arzobispo, emérito (2004).
Ourense: Aniversario de la muerte de Mons. Ángel Temiño Saiz,
obispo (1991).
Antífona
de entrada
Yo soy la salvación del pueblo, dice el Señor. Cuando me invoquen en la
tribulación, los escucharé y seré para siempre su Señor.
Monición
de entrada
Al celebrar la eucaristía, reconocemos que el Señor es el que sostiene,
anima e ilumina nuestra vida. Además, en el camino del seguimiento del Maestro
es necesario mantener una actitud de servicio, de abnegación y de humildad.
Solo quien recorra ese camino podrá acoger a Cristo y al Padre que lo ha
enviado.
Acto penitencial
- Tú, que has conocido el abandono, la traición y la ingratitud: Señor, ten
piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Tú, que has vencido el pecado en tu propia carne: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Tú, que has dado tu vida en rescate por todos: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
Se dice Gloria.
Oh, Dios, que has puesto la plenitud de la ley divina
en el amor a ti y al prójimo,
concédenos cumplir tus mandamientos,
para que merezcamos llegar a la vida eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Lectura del libro de la Sabiduría (Sb 2, 12. 17-20)
SE DECÍAN los impíos:
«Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso:
se opone a nuestro modo de actuar,
nos reprocha Las faltas contra la ley
y nos reprende contra la educación recibida.
Veamos si es verdad lo que dice,
comprobando cómo es su muerte.
Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará
y lo librará de las manos de sus enemigos.
Lo someteremos a ultrajes y torturas,
para conocer su temple y comprobar su resistencia.
Lo condenaremos a muerte ignominiosa,
pues, según dice, Dios lo salvará».
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Salmo responsorial Sal 53, 3-4. 5. 6 y 8 (R.: 6b)
R. El Señor sostiene mi vida.
V. Oh, Dios, sálvame por tu nombre,
sal por mí con tu poder.
Oh, Dios, escucha mi súplica,
atiende a mis palabras.
R. El Señor sostiene mi vida.
V. Porque unos insolentes se alzan contra mí,
y hombres violentos me persiguen a muerte,
sin tener presente a Dios.
R. El Señor sostiene mi vida.
V. Dios es mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario,
dando gracias a tu nombre, que es bueno.
R. El Señor sostiene mi vida.
Lectura de la carta del apóstol Santiago (Sant 3, 16-4, 3)
QUERIDOS HERMANOS:
Donde hay envidia y rivalidad, hay turbulencia y todo tipo de malas acciones.
En cambio, la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, intachable, y
además es apacible, comprensiva, conciliadora, llena de misericordia y buenos
frutos, imparcial y sincera. El fruto de la justicia se siembra en la paz para
quienes trabajan por la paz.
¿De dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre vosotros? ¿No
es precisamente de esos deseos de placer que pugnan dentro de vosotros?
Ambicionáis y no tenéis, asesináis y envidiáis y no podéis conseguir nada,
lucháis y os hacéis la guerra, y no obtenéis porque no pedís.
Pedís y no recibís, porque pedís mal, con la intención de satisfacer vuestras
pasiones.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos
╬ Lectura del santo Evangelio según san Marcos (Mc 9, 30-37)
R. Gloria a ti, Señor.
EN AQUEL TIEMPO, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que
nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.
Les decía:
«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y
después de muerto, a los tres días resucitará».
Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a
Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó:
«¿De qué discutíais por el camino?».
Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más
importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de
todos».
Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
«El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me
acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Homilía del Santo Padre en la Santa Misa.
Parque Santakos de Kaunas, Lituania. Domingo, 23 de septiembre de 2018.
San Marcos dedica toda una parte de su evangelio a la enseñanza de los
discípulos. Pareciera que Jesús, a mitad de camino hacia Jerusalén, quiso que
los suyos volvieran a elegir sabiendo que ese seguimiento suponía momentos de
prueba y de dolor. El evangelista relata ese período de la vida de Jesús
recordando que en tres ocasiones él anunció su pasión; ellos expresaron tres
veces su desconcierto y resistencia, y el Señor en las tres oportunidades quiso
dejarles una enseñanza. Nosotros acabamos de escuchar la segunda de esas tres
secuencias (cf. Mc 9, 30-37).
La vida cristiana siempre pasa por momentos de cruz, y a veces parecen
interminables. Las generaciones pasadas habrán dejado grabado a fuego el tiempo
de la ocupación, la angustia de los que eran llevados, la incertidumbre de los
que no volvían, la vergüenza de la delación, de la traición. El libro de la
Sabiduría nos habla acerca del justo perseguido, aquel que sufre ultrajes y
tormentos por el solo hecho de ser bueno (cf. Sb 2, 10-20). Cuántos de vosotros
podríais relatar en primera persona, o en la historia de algún familiar, este
mismo pasaje que hemos leído. Cuántos también habéis visto tambalear vuestra fe
porque no apareció Dios para defenderos; porque el hecho de permanecer fieles
no bastó para que él interviniera en vuestra historia. Kaunas sabe de esto;
Lituania entera lo puede testimoniar con un escalofrío ante la sola mención de
Siberia, o los guetos de Vilna y de Kaunas, entre otros; y puede decir al
unísono con el apóstol Santiago, en el fragmento de su carta que hemos
escuchado: ambicionan, matan, envidian, combaten y hacen la guerra (cf. St 4,
2).
Pero los discípulos no querían que Jesús les hablase de dolor y cruz, no
quieren saber nada de pruebas y angustias. Y san Marcos recuerda que se
interesaban por otras cosas, que volvían a casa discutiendo quién era el mayor.
Hermanos: el afán de poder y de gloria constituye el modo más común de
comportarse de quienes no terminan de sanar la memoria de su historia y, quizás
por eso mismo, tampoco aceptan esforzarse en el trabajo del presente. Y
entonces se discute sobre quién brilló más, quién fue más puro en el pasado,
quién tiene más derecho a tener privilegios que los otros. Y así negamos
nuestra historia, «que es gloriosa por ser historia de sacrificios, de
esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio, de
constancia en el trabajo que cansa» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 96). Es una
actitud estéril y vanidosa, que renuncia a implicarse en la construcción del
presente al perder el contacto con la realidad sufrida de nuestro pueblo fiel.
No podemos ser como esos "expertos" espirituales, que solo juzgan
desde afuera y se entretienen en un continuo hablar sobre "lo que habría
que hacer" (cf. ibíd.).
Jesús, sabiendo lo que sentían, les propone un antídoto a estas luchas de
poder y al rechazo del sacrificio; y, para darle solemnidad a lo que va a
decir, se sienta como un Maestro, los llama, y realiza un gesto: pone a un niño
en el centro; un niñito que generalmente se ganaba los mendrugos haciendo los
mandados que nadie quería hacer. ¿A quién pondrá en el medio hoy, aquí, en esta
mañana de domingo? ¿Quiénes serán los más pequeños, los más pobres entre
nosotros, aquellos que tenemos que acoger a cien años de nuestra independencia?
¿Quién no tiene nada para devolvernos, para hacer gratificante nuestro esfuerzo
y nuestras renuncias? Quizás son las minorías étnicas de nuestra ciudad, o
aquellos desocupados que deben emigrar. Tal vez son los ancianos solos, o los
jóvenes que no encuentran sentido a la vida porque perdieron sus raíces.
"En medio" significa equidistante, para que nadie se pueda hacer el
distraído, ninguno pueda argumentar que "es responsabilidad de otro",
porque "yo no lo vi" o "estoy más lejos". Sin
protagonismos, sin querer ser los aplaudidos o los primeros. Allá, en la ciudad
de Vilna, le tocó al río Vilna aportar su caudal y perder su nombre ante el
Neris; acá, es el mismo Neris el que pierde su nombre aportando su caudal al
Nemunas. De eso se trata, de ser una Iglesia "en salida", de no tener
miedo a salir y entregarnos aun cuando parezca que nos disolvemos, de perder en
pos de los más pequeños, de los olvidados, de aquellos que habitan en las
periferias existenciales. Pero sabiendo que ese salir implicará también en
ocasiones un detener el paso, dejar de lado ansiedades y urgencias, para saber
mirar a los ojos, escuchar y acompañar al que se quedó al borde del camino. A
veces tocará comportarse como el padre del hijo pródigo, que se queda a la
puerta esperando su regreso, para abrirle apenas llegue (cf. ibíd., 46); y
otras, como los discípulos que tienen que aprender que cuando se recibe a un
pequeño es al mismo Jesús a quien se recibe.
Porque por eso estamos hoy acá, ansiosos de recibir a Jesús: en su
palabra, en la eucaristía, en los pequeños. Recibirlo para que él reconcilie
nuestra memoria y nos acompañe en un presente que nos sigue apasionando por sus
desafíos, por los signos que nos deja, para que lo sigamos como discípulos,
porque no hay nada verdaderamente humano que no tenga resonancia en el corazón
de los discípulos de Cristo, y así sentimos como nuestros los gozos y las
esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo,
sobre todo de los pobres y afligidos (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. ap.
Gaudium et spes, 1). Por eso, y porque como comunidad nos sentimos verdadera e
íntimamente solidarios del género humano –de esta ciudad y de toda Lituania– y
de su historia (cf. ibíd.), queremos entregar la vida en el servicio y en la
alegría, y así hacer saber a todos que Cristo Jesús es nuestra única esperanza.
Homilía,
La Habana, Domingo 20 de septiembre de 2015
Jesús les hace a sus discípulos una pregunta aparentemente indiscreta:
«¿De qué discutían por el camino?». Una pregunta que también puede hacernos
hoy: ¿De qué hablan cotidianamente? ¿Cuáles son sus aspiraciones? «Ellos –dice
el Evangelio– no contestaron, porque por el camino habían discutido sobre quién
era el más importante». Les daba vergüenza decirle a Jesús de lo que hablaban.
Como a los discípulos de ayer, también hoy a nosotros, nos puede acompañar la
misma discusión: ¿Quién es el más importante?
Jesús no insiste con la pregunta, no los obliga a responderle de qué hablaban
por el camino, pero la pregunta permanece no solo en la mente, sino también en
el corazón de los discípulos.
¿Quién es el más importante? Una pregunta que nos acompañará toda la vida y en
las distintas etapas seremos desafiados a responderla. No podemos escapar a
esta pregunta, está grabada en el corazón. Recuerdo más de una vez en reuniones
familiares preguntar a los hijos: ¿A quién querés más, a papá o a mamá? Es como
preguntarle: ¿Quién es más importante para vos? ¿Es tan solo un simple juego de
niños esta pregunta? La historia de la humanidad ha estado marcada por el modo
de responder a esta pregunta.
Jesús no le teme a las preguntas de los hombres; no le teme a la humanidad ni a
las distintas búsquedas que ésta realiza. Al contrario, Él conoce los
«recovecos» del corazón humano, y como buen pedagogo está dispuesto a
acompañarnos siempre. Fiel a su estilo, asume nuestras búsquedas, nuestras
aspiraciones y les da un nuevo horizonte. Fiel a su estilo, logra dar una
respuesta capaz de plantear un nuevo desafío, descolocando «las respuestas
esperadas» o lo aparentemente establecido. Fiel a su estilo, Jesús siempre
plantea la lógica del amor. Una lógica capaz de ser vivida por todos, porque es
para todos.
Lejos de todo tipo de elitismo, el horizonte de Jesús no es para unos pocos
privilegiados capaces de llegar al «conocimiento deseado» o a distintos niveles
de espiritualidad. El horizonte de Jesús, siempre es una oferta para la vida
cotidiana también aquí en «nuestra isla»; una oferta que siempre hace que el
día a día tenga cierto sabor a eternidad.
¿Quién es el más importante? Jesús es simple en su respuesta: «Quien quiera ser
el primero - o sea el más importante - que sea el último de todos y el servidor
de todos». Quien quiera ser grande, que sirva a los demás, no que se sirva de
los demás.
Y esta es la gran paradoja de Jesús. Los discípulos discutían quién ocuparía el
lugar más importante, quién sería seleccionado como el privilegiado –¡eran los
discípulos, los más cercanos a Jesús, y discutían sobre eso!-, quién estaría
exceptuado de la ley común, de la norma general, para destacarse en un afán de
superioridad sobre los demás. Quién escalaría más pronto para ocupar los cargos
que darían ciertas ventajas.
Y Jesús les trastoca su lógica diciéndoles sencillamente que la vida auténtica
se vive en el compromiso concreto con el prójimo. Es decir, sirviendo.
La invitación al servicio posee una peculiaridad a la que debemos estar
atentos. Servir significa, en gran parte, cuidar la fragilidad. Servir
significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de
nuestro pueblo. Son los rostros sufrientes, desprotegidos y angustiados a los
que Jesús propone mirar e invita concretamente a amar. Amor que se plasma en
acciones y decisiones. Amor que se manifiesta en las distintas tareas que como
ciudadanos estamos invitados a desarrollar. Son personas de carne y hueso, con
su vida, su historia y especialmente con su fragilidad, las que Jesús nos
invita a defender, a cuidar y a servir. Porque ser cristiano entraña servir la
dignidad de sus hermanos, luchar por la dignidad de sus hermanos y vivir para
la dignidad de sus hermanos. Por eso, el cristiano es invitado siempre a dejar
de lado sus búsquedas, afanes, deseos de omnipotencia ante la mirada concreta
de los más frágiles.
Hay un «servicio» que sirve a los otros; pero tenemos que cuidarnos del otro
servicio, de la tentación del «servicio» que «se» sirve de los otros. Hay una
forma de ejercer el servicio que tiene como interés el beneficiar a los «míos»,
en nombre de lo «nuestro». Ese servicio siempre deja a los «tuyos» por fuera,
generando una dinámica de exclusión.
Todos estamos llamados por vocación cristiana al servicio que sirve y a
ayudarnos mutuamente a no caer en las tentaciones del «servicio que se sirve».
Todos estamos invitados, estimulados por Jesús a hacernos cargo los unos de los
otros por amor. Y esto sin mirar de costado para ver lo que el vecino hace o ha
dejado de hacer. Jesús dice: «Quien quiera ser el primero, que sea el último y
el servidor de todos». Ese va a ser el primero. No dice, si tu vecino quiere
ser el primero que sirva. Debemos cuidarnos de la mirada enjuiciadora y
animarnos a creer en la mirada transformadora a la que nos invita Jesús.
Este hacernos cargo por amor no apunta a una actitud de servilismo, por el
contrario, pone en el centro la cuestión del hermano: el servicio siempre mira
el rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad y hasta en algunos
casos la «padece» y busca la promoción del hermano. Por eso nunca el servicio
es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a personas.
El santo Pueblo fiel de Dios que camina en Cuba, es un pueblo que tiene gusto
por la fiesta, por la amistad, por las cosas bellas. Es un pueblo que camina,
que canta y alaba. Es un pueblo que tiene heridas, como todo pueblo, pero que
sabe estar con los brazos abiertos, que marcha con esperanza, porque su
vocación es de grandeza. Así la sembraron sus próceres. Hoy los invito a que
cuiden esa vocación, a que cuiden estos dones que Dios les ha regalado, pero
especialmente quiero invitarlos a que cuiden y sirvan, de modo especial, la
fragilidad de sus hermanos. No los descuiden por proyectos que puedan resultar
seductores, pero que se desentienden del rostro del que está a su lado.
Nosotros conocemos, somos testigos de la «fuerza imparable» de la resurrección,
que «provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo» (cf. Evangelii
gaudium, 276.278).
No nos olvidemos de la Buena Nueva de hoy: la importancia de un pueblo, de una
nación; la importancia de una persona siempre se basa en cómo sirve la
fragilidad de sus hermanos. Y en esto encontramos uno de los frutos de una
verdadera humanidad.
Porque, queridos hermanos y hermanas, «quien no vive para servir, no sirve para
vivir».
Se dice Credo.
Oración de los fieles
Oremos a Dios Padre. Él es nuestro auxilio.
- Para que la Iglesia procure ser signo de Cristo, que vino a servir y
dar la vida por todos. Roguemos al Señor.
- Para que los gobernantes promuevan los derechos de los más débiles de
la sociedad. Roguemos al Señor.
- Para que en la sociedad se valoren la honradez, la austeridad, la
sinceridad y la autenticidad. Roguemos al Señor.
- Para que cuantos nos preciamos de ser discípulos de Cristo entendamos sus palabras: «Quien quiera ser el primero que sea el servidor de todos». Roguemos al Señor.
atiende a nuestras súplicas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre las ofrendas
para que cuanto creemos por la fe
lo alcancemos por el sacramento celestial.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de la comunión Sal 118, 4-5
Tú, Señor, promulgas tus decretos para
que se observen exactamente; ojalá esté firme mi camino para cumplir tus
consignas.
O bien: Jn 10, 14
Yo soy el
Buen Pastor, dice el Señor, que conozco a mis ovejas, y las mías me conocen.
Señor, apoya bondadoso con tu ayuda continua
a los que alimentas con tus sacramentos,
para que consigamos el fruto de la salvación
en los sacramentos y en la vida diaria.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
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