MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA
LA CUARESMA 2022
«No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no
desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo.
Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos»
(Ga 6,9-10a)
Queridos hermanos y hermanas:
La
Cuaresma es un tiempo favorable para la renovación personal y comunitaria que
nos conduce hacia la Pascua de Jesucristo muerto y resucitado. Para nuestro
camino cuaresmal de 2022 nos hará bien reflexionar sobre la exhortación de san
Pablo a los gálatas: «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no
desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras
tenemos la oportunidad (kairós), hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a).
PROGRAMA PARROQUIAL:
MIÉRCOLES, 02 DE MARZO
- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.00 h.
- Horario de despacho: de lunes a viernes, de 10.30 h. a 13.30 h y de 17.00 h. a 20.00 h.
- Exequias de +CARMEN FERNÁNDEZ PRIETO, en la Parroquia (a las 11.00 h.).
- Celebración de la Imposición de la Ceniza con los niños de Comunión de 3º de Primaria (a las 16.30 h.).
- Celebración de la Imposición de la Ceniza con los niños de Comunión de 4º de Primaria (a las 17.30 h.).
- Celebración de la Imposición de la Ceniza con los jóvenes de Confirmación de 5º y 6º de Primaria, y 1º E.S.O. (a las 18.30 h.).
- Rezo del Santo Rosario, en la Parroquia (a las 19.00 h.) y Eucaristia del Miércoles de Ceniza (a las 19.30 h.).
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
SANTORAL DE HOY
Elogio: En Praga, de Bohemia, santa Inés, abadesa, hija del rey Ottokar, que tras haber renunciado a nupcias reales, y deseosa de desposarse con Jesucristo, abrazó la Regla de santa Clara en el monasterio edificado por ella misma, donde quiso observar la pobreza conforme a la Regla.
Elogio: En Sevilla, en España, santa Ángela de la Cruz Guerrero González, virgen, fundadora del Instituto de Hermanas de la Compañía de la Cruz, que no se reservó derecho ninguno para sí, sino que lo dejó todo para los pobres, a quienes acostumbraba a llamar sus «señores», sirviéndoles de verdad.
San Troadio, mártir
En Neocesarea, en el Ponto, san Troadio, mártir en la persecución bajo el emperador Decio, y cuyo combate ha atestiguado san Gregorio Taumaturgo.
San Ceada de Lichfield, obispo
En Lichfield, en Inglaterra, san Ceada, obispo, que desempeñó en momentos difíciles su cargo episcopal en las provincias de Mercia, Lindisfarne y del centro de Inglaterra, ejerciendo este ministerio con gran perfección de vida, según los ejemplos de los antiguos padres.
San Lucas Casali de Nicosia, monje
En Agira, en Sicilia, san Lucas Casale de Nicosia, monje, célebre por su humildad y demás virtudes.
Beato Carlos el Bueno, mártir
En Brujas, en Flandes, beato Carlos Bono, mártir, que, siendo príncipe de Dinamarca y después conde de Flandes, se mostró paladín de la justicia y defensor de los pobres, hasta que fue asesinado por unos soldados a los que buscaba en vano inducir a la paz.
Santa Inés de Bohemia, virgen y fundadora
En Praga, de Bohemia, santa Inés, abadesa, hija del rey Ottokar, que tras haber renunciado a nupcias reales, y deseosa de desposarse con Jesucristo, abrazó la Regla de santa Clara en el monasterio edificado por ella misma, donde quiso observar la pobreza conforme a la Regla.
Beato Engelmar Unzeitig, presbítero y mártir
En el campo de concentración de Dachau, cercano a Munich, en Alemania, beato Engelmar Unzeitig, presbítero y mártir.
LITURGIA DE HOY
TIEMPO DE CUARESMA
Comienza a utilizarse el volumen II de la Liturgia de las Horas
En la misa dominical: volumen I-C del Leccionario
En la misa ferial: volumen II del Leccionario
Día de ceniza e inicio de la muy sagrada Cuaresma: he aquí que vienen días
de penitencia para la remisión de los pecados, para la salvación de las almas;
he aquí el tiempo favorable, en el que se asciende a la montaña santa de la
Pascua (elog. del Martirologio Romano).
Misa de feria (morado).
MISAL: ants. y oracs. props., se omite el acto penitencial, Pf. III o IV Cuaresma. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. II.
- Jl 2, 12-18. Rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos.
- Sal 50. R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
- 2 Cor 5, 20 — 6, 2. Reconciliaos con Dios: ahora es tiempo
favorable.
- Mt 6, 1-6. 16-18. Tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará.
Comienza hoy el ciclo pascual, cuyo centro lo ocupa la Pasión, muerte y
resurrección del Señor y que concluirá con la venida del Espíritu Santo el día
de Pentecostés. Empieza hoy la Cua- resma, un tiempo en el que mediante la
oración, la limosna y el ayuno, nos preparamos para llegar con un corazón
limpio a la celebración del misterio pascual de Cristo (cf. orac. de ben-
dición de la ceniza I). Es un tiempo de penitencia y conversión en el que
tenemos que rasgar los corazones, no las vestiduras (1 lect.). Se trata de
hacer las prácticas penitenciales, no para que las vean las gentes, sino para
que las vea solamente Dios, que ve en lo escondido y nos recompensará en
consecuencia (Ev.). Dejémonos en este tiempo reconciliar con Dios; ahora es el
tiempo de la gracia (2 lect.). Y el mejor medio para ello será celebrar esa
reconciliación en el sacramento de la penitencia.
* Después del Evangelio y la homilía, se bendice e impone la ceniza, hecha de los ramos de olivo o de otros árboles, bendecidos el año precedente.
* La bendición e imposición de la ceniza se puede hacer también fuera de la misa. En este caso es recomendable que preceda una liturgia de la Palabra, utilizando la antífona de entrada, la oración colecta, las lecturas con sus cantos, como en la misa. Sigue después la homilía y la bendición e imposición de la ceniza. El rito concluye con la oración universal, bendición y despedida de los fieles.
* Hoy no se permiten otras celebraciones, excepto la misa exequial.
Liturgia de las Horas: oficio de
feria.
Martirologio: elogs. del 18 de febrero, pág. 168.
CALENDARIOS: Ciudad Real: Aniversario de la muerte de
Mons. Rafael Torija de la Fuente, obispo, emérito (2019).
En la misa de
este día se bendice y se impone la ceniza, hecha de ramos de olivo o de otros
árboles, bendecidos el año precedente.
La bendición e
imposición de la ceniza se puede hacer también fuera de la misa. En este caso
es recomendable que preceda una liturgia de la Palabra, utilizando la antífona
de entrada, la oración colecta, las lecturas con sus cantos, como en la misa.
Sigue después la homilía y la bendición e imposición de la ceniza. El rito
concluye con la oración universal, bendición y despedida de los fieles.
Ritos iniciales y liturgia de la
Palabra
Antífona de
entrada Cf. Sab 11, 23-24.
Te compadeces de todos, Señor, y no
aborreces nada de lo que hiciste; pasas por alto los pecados de los hombres
para que se arrepientan, y los perdonas, porque tú eres nuestro Dios y Señor.
Monición de entrada
Con esta celebración inauguramos la Cuaresma, tiempo especialmente propicio para escuchar la Palabra de Dios, y asimilarla en profundidad mediante la meditación y la oración.
Con la escucha de la Palabra de Dios, la oración, la limosna y el ayuno, nos preparamos para celebrar el momento cumbre del año cristiano: la Pascua del Señor: su pasión, muerte y resurrección; en la noche santa de la resurrección de Cristo renovaremos los compromisos de nuestro bautismo.
Por todo ello, la Cuaresma lleva consigo una llamada de Dios a la conversión: a reconocer nuestros pasos extraviados y orientar toda nuestra vida de acuerdo con la voluntad de Dios sobre nosotros.
Se omite el
acto penitencial, ya que en esta celebración es sustituido por la imposición de
la ceniza.
Concédenos, Señor,
comenzar el combate cristiano con el ayuno santo,
para que, al luchar contra los enemigos espirituales,
seamos fortalecidos con la ayuda de la austeridad.
Por nuestro Señor Jesucristo.
LECTURAS DE
LA MISA
Audio y comentario del Evangelio de hoy (I)
Audio y comentario del Evangelio de hoy (II)
Rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos
Lectura de la
profecía de Joel (Jl 2, 12-18)
AHORA
—oráculo del Señor—,
convertíos a mí de todo corazón,
con ayunos, llantos y lamentos;
rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos,
y convertíos al Señor vuestro Dios,
un Dios compasivo y misericordioso,
lento a la cólera y rico en amor,
que se arrepiente del castigo.
¡Quién sabe si cambiará y se arrepentirá
dejando tras de sí la bendición,
ofrenda y libación
para el Señor, vuestro Dios!
Tocad la trompeta en Sion,
proclamad un ayuno santo,
convocad a la asamblea,
reunid a la gente,
santificad a la comunidad,
llamad a los ancianos;
congregad a los muchachos
y a los niños de pecho;
salga el esposo de la alcoba
y la esposa del tálamo.
Entre el atrio y el altar
lloren los sacerdotes,
servidores del Señor,
y digan:
«Ten compasión de tu pueblo, Señor;
no entregues tu heredad al oprobio
ni a las burlas de los pueblos».
¿Por qué van a decir las gentes:
«Dónde está su Dios»?
Entonces se encendió
el celo de Dios por su tierra
y perdonó a su pueblo.
R. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 50,
3-4. 5-6ab. 12-13. 14 y 17 [R.: cf. 3a])
R. Misericordia, Señor, hemos pecado (I)
R. Misericordia, Señor, hemos pecado (II)
Miserere, Dómine, quia peccavimus (en latín)
V. Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
V. Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad en tu presencia.
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
V. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
V. Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
Lectura de la
segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (2 Cor 5, 20-6, 2)
HERMANOS:
Actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él.
Y como cooperadores suyos, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice:
«En el tiempo favorable te escuché,
en el día de la salvación te ayudé».
Pues mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación.
EVANGELIO
Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará
EN AQUEL TIEMPO, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.
Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Catecismo de la Iglesia Católica
1438 Los tiempos y
los días de penitencia a lo largo del año litúrgico (el tiempo de Cuaresma,
cada viernes en memoria de la muerte del Señor) son momentos fuertes de la
práctica penitencial de la Iglesia (cf SC 109-110; CIC can. 1249-1253; CCEO
880-883). Estos tiempos son particularmente apropiados para los ejercicios
espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de
penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, la
comunicación cristiana de bienes (obras caritativas y misioneras).
SANTO PADRE FRANCISCO
Iniciamos el camino de la cuaresma. Este se abre con las palabras del profeta Joel, que indican la dirección a seguir. Hay una invitación que nace del corazón de Dios, que con los brazos abiertos y los ojos llenos de nostalgia nos suplica: «Vuélvanse a mí de todo corazón» (Jl 2,12). Vuélvanse a mí. La cuaresma es un viaje de regreso a Dios. Cuántas veces, ocupados o indiferentes, le hemos dicho: “Señor, volveré a Ti después, espera… Hoy no puedo, pero mañana empezaré a rezar y a hacer algo por los demás”. Y así un día después de otro. Ahora Dios llama a nuestro corazón. En la vida tendremos siempre cosas que hacer y tendremos excusas para dar, pero, hermanos y hermanas, hoy es el tiempo de regresar a Dios.
Vuélvanse a mí, dice, con todo el corazón. La cuaresma es un viaje que implica toda nuestra vida, todo lo que somos. Es el tiempo para verificar las sendas que estamos recorriendo, para volver a encontrar el camino de regreso a casa, para redescubrir el vínculo fundamental con Dios, del que depende todo. La cuaresma no es hacer un ramillete espiritual, es discernir hacia dónde está orientado el corazón. Este es el centro de la cuaresma: ¿Hacia dónde está orientado mi corazón? Preguntémonos: ¿Hacia dónde me lleva el navegador de mi vida, hacia Dios o hacia mi yo? ¿Vivo para agradar al Señor, o para ser visto, alabado, preferido, puesto en el primer lugar y así sucesivamente? ¿Tengo un corazón “bailarín”, que da un paso hacia adelante y uno hacia atrás, ama un poco al Señor y un poco al mundo, o un corazón firme en Dios? ¿Me siento a gusto con mis hipocresías, o lucho por liberar el corazón de la doblez y la falsedad que lo encadenan?
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Basílica de San Pedro. Miércoles, 17 de febrero de 2021
El viaje de la cuaresma es un éxodo, es un éxodo de la esclavitud a la libertad. Son cuarenta días que recuerdan los cuarenta años en los que el pueblo de Dios viajó en el desierto para regresar a su tierra de origen. Pero, ¡qué difícil es dejar Egipto! Fue más difícil dejar el Egipto que estaba en el corazón del pueblo de Dios, ese Egipto que se llevaron siempre dentro, que dejar la tierra de Egipto… Es muy difícil dejar el Egipto. Siempre, durante el camino, estaba la tentación de añorar las cebollas, de volver atrás, de atarse a los recuerdos del pasado, a algún ídolo. También para nosotros es así: el viaje de regreso a Dios se dificulta por nuestros apegos malsanos, se frena por los lazos seductores de los vicios, de las falsas seguridades del dinero y del aparentar, del lamento victimista que paraliza. Para caminar es necesario desenmascarar estas ilusiones.
Pero nos preguntamos: ¿cómo proceder entonces en el camino hacia Dios? Nos ayudan los viajes de regreso que nos relata la Palabra de Dios.
Miramos al hijo pródigo y comprendemos que también para nosotros es tiempo de volver al Padre. Como ese hijo, también nosotros hemos olvidado el perfume de casa, hemos despilfarrado bienes preciosos por cosas insignificantes y nos hemos quedado con las manos vacías y el corazón infeliz. Hemos caído: somos hijos que caen continuamente, somos como niños pequeños que intentan caminar y caen al suelo, y siempre necesitan que su papá los vuelva a levantar. Es el perdón del Padre que vuelve a ponernos en pie: el perdón de Dios, la confesión, es el primer paso de nuestro viaje de regreso. He dicho la confesión, por favor, los confesores, sean como el padre, no con el látigo, sino con el abrazo.
Después necesitamos volver a Jesús, hacer como aquel leproso sanado que volvió a agradecerle. Diez fueron curados, pero sólo él fue también salvado, porque volvió a Jesús (cf. Lc 17,12-19). Todos, todos tenemos enfermedades espirituales, solos no podemos curarlas; todos tenemos vicios arraigados, solos no podemos extirparlos; todos tenemos miedos que nos paralizan, solos no podemos vencerlos. Necesitamos imitar a aquel leproso, que volvió a Jesús y se postró a sus pies. Necesitamos la curación de Jesús, es necesario presentarle nuestras heridas y decirle: “Jesús, estoy aquí ante Ti, con mi pecado, con mis miserias. Tú eres el médico, Tú puedes liberarme. Sana mi corazón”.
Además, la Palabra de Dios nos pide que volvamos al Padre, nos pide que volvamos a Jesús, y estamos llamados a volver al Espíritu Santo. La ceniza sobre la cabeza nos recuerda que somos polvo y al polvo volveremos. Pero sobre este polvo nuestro Dios ha infundido su Espíritu de vida. Entonces, no podemos vivir persiguiendo el polvo, detrás de cosas que hoy están y mañana desaparecen. Volvamos al Espíritu, Dador de vida, volvemos al Fuego que hace resurgir nuestras cenizas, a ese Fuego que nos enseña a amar. Seremos siempre polvo, pero, como dice un himno litúrgico, polvo enamorado. Volvamos a rezar al Espíritu Santo, redescubramos el fuego de la alabanza, que hace arder las cenizas del lamento y la resignación.
Hermanos y hermanas: Nuestro viaje de regreso a Dios es posible sólo porque antes se produjo su viaje de ida hacia nosotros. De otro modo no habría sido posible. Antes que nosotros fuéramos hacia Él, Él descendió hacia nosotros. Nos ha precedido, ha venido a nuestro encuentro. Por nosotros descendió más abajo de cuanto podíamos imaginar: se hizo pecado, se hizo muerte. Es cuanto nos ha recordado san Pablo: «A quien no cometió pecado, Dios lo asemejó al pecado por nosotros» (2 Co 5,21). Para no dejarnos solos y acompañarnos en el camino descendió hasta nuestro pecado y nuestra muerte, ha tocado el pecado, ha tocado nuestra muerte. Nuestro viaje, entonces, consiste en dejarnos tomar de la mano. El Padre que nos llama a volver es Aquel que sale de casa para venir a buscarnos; el Señor que nos cura es Aquel que se dejó herir en la cruz; el Espíritu que nos hace cambiar de vida es Aquel que sopla con fuerza y dulzura sobre nuestro barro.
He aquí, entonces, la súplica del Apóstol: «Déjense reconciliar con Dios» (v. 20). Déjense reconciliar: el camino no se basa en nuestras fuerzas; nadie puede reconciliarse con Dios por sus propias fuerzas, no se puede. La conversión del corazón, con los gestos y las obras que la expresan, sólo es posible si parte del primado de la acción de Dios. Lo que nos hace volver a Él no es presumir de nuestras capacidades y nuestros méritos, sino acoger su gracia. Nos salva la gracia, la salvación es pura gracia, pura gratuidad. Jesús nos lo ha dicho claramente en el Evangelio: lo que nos hace justos no es la justicia que practicamos ante los hombres, sino la relación sincera con el Padre. El comienzo del regreso a Dios es reconocernos necesitados de Él, necesitados de misericordia, necesitados de su gracia. Este es el camino justo, el camino de la humildad. ¿Yo me siento necesitado o me siento autosuficiente?
Hoy bajamos la cabeza para recibir las cenizas. Cuando acabe la cuaresma nos
inclinaremos aún más para lavar los pies de los hermanos. La cuaresma es un
abajamiento humilde en nuestro interior y hacia los demás. Es entender que la
salvación no es una escalada hacia la gloria, sino un abajamiento por amor. Es
hacerse pequeños. En este camino, para no perder la dirección, pongámonos ante
la cruz de Jesús: es la cátedra silenciosa de Dios. Miremos cada día sus
llagas, las llagas que Él ha llevado al Cielo y muestra al Padre todos los días
en su oración de intercesión. Miremos cada día sus llagas. En esos agujeros
reconocemos nuestro vacío, nuestras faltas, las heridas del pecado, los golpes
que nos han hecho daño. Sin embargo, precisamente allí vemos que Dios no nos
señala con el dedo, sino que abre los brazos de par en par. Sus llagas están
abiertas por nosotros y en esas heridas hemos sido sanados (cf. 1 P 2,24; Is
53,5). Besémoslas y entenderemos que justamente ahí, en los vacíos más
dolorosos de la vida, Dios nos espera con su misericordia infinita. Porque
allí, donde somos más vulnerables, donde más nos avergonzamos, Él viene a
nuestro encuentro. Y ahora que ha venido a nuestro encuentro, nos invita a
regresar a Él, para volver a encontrar la alegría de ser amados.
Bendición e imposición de la ceniza
Después de la
homilía, el sacerdote, de pie, dice con las manos juntas:
Con actitud humilde oremos, hermanos, a
Dios nuestro Padre, para que se digne bendecir con su gracia estas cenizas que
vamos a imponer en nuestras cabezas en señal de penitencia.
Y, después de
una breve oración en silencio, con las manos extendidas, dice una de las
siguientes oraciones:
y encuentras agrado en quien expía sus pecados,
escucha benignamente nuestras súplicas
y derrama la gracia + de tu bendición
sobre estos siervos tuyos que van a recibir la ceniza,
para que, fieles a las prácticas cuaresmales,
puedan llegar, con el corazón limpio,
a la celebración del Misterio pascual de tu Hijo.
El, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
O bien:
Oh, Dios, que no quieres la muerte del pecador, sino su arrepentimiento,
escucha con bondad nuestras súplicas
y dígnate bendecir + esta ceniza que vamos a imponer sobre nuestra cabeza;
y, porque sabemos que somos polvo y al polvo hemos de volver,
concédenos, por medio de las prácticas cuaresmales,
alcanzar el perdón de los pecados
y emprender una nueva vida a imagen de tu Hijo resucitado.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Y asperja con
agua bendita las cenizas, sin decir nada.
Seguidamente,
el sacerdote impone la ceniza a todos los presentes que se acercan hasta él; a
cada uno le dice:
Convertíos y creed en el Evangelio. Cf. Mc
1, 15
O bien:
Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás. Cf. Gn 3, 19
Mientras
tanto se canta:
Antífona 1
Cf. Jl 2, 13
Cambiemos nuestro vestido por la ceniza
y el cilicio; ayunemos y lloremos delante del Señor, porque nuestro Dios es
compasivo y misericordioso para perdonar nuestros pecados.
Antífona 2 Jl
2, 17; Est 4, 17
Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, servidores del Señor, y digan: ten compasión de tu pueblo y no cierres, Señor, los labios de los que te alaban.
Antífona 3
Sal 50, 3
Dios mío, borra mi culpa.
Puede repetirse después de cada uno de los versículos del salmo 50: Misericordia, Dios mío.
Responsorio
Cf. Bar 3, 2; Sal 78, 9
R. Corrijamos
aquello que por ignorancia hemos cometido, no sea que, sorprendidos por el día
de la muerte, busquemos, sin poder encontrarlo, el tiempo de hacer penitencia. * Escucha,
Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.
V. Socórrenos,
Dios Salvador nuestro; por el honor de tu nombre, líbranos, Señor. * Escucha,
Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.
Puede cantarse
otro canto apropiado. Acabada la imposición de la ceniza, el sacerdote se lava
las manos y prosigue con la oración universal u oración de los fieles,
continuando la misa en la forma acostumbrada.
No se
dice Credo.
Oración de los fieles
Oremos al Señor, nuestro Dios. Él nos escucha en este tiempo de gracia; nos ayuda en este día de salvación.
- Por la Iglesia, para que, escuchando la Palabra de Dios y perseverando en la oración, llegue a celebrar con sinceridad la Pascua. Roguemos al Señor.
- Por los que sufren hambre, para que nuestro ayuno de este día les procure el alimento necesario. Roguemos al Señor.
- Por los que viven sin fe, para que abran su corazón al don de Dios. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, que hemos recibido la ceniza, para que tomemos en serio la oración, la limosna y el ayuno, comprendiendo su sentido, y no echemos en saco roto la gracia de Dios. Roguemos al Señor.
sino que se convierta y viva,
escucha nuestras súplicas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Liturgia eucarística
Al ofrecer el sacrificio que inaugura solemnemente la Cuaresma,
te pedimos, Señor, que, mediante las obras de caridad y de penitencia,
dominemos las malas inclinaciones
y, limpios de pecado, merezcamos celebrar piadosamente la pasión de tu Hijo.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Los frutos del ayuno
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Tú, que, por el ayuno corporal,
refrenas nuestras pasiones,
elevas nuestro espíritu,
nos das fuerza y recompensa,
por Cristo, Señor nuestro.
Por él, los ángeles alaban tu gloria,
te adoran las dominaciones y tiemblan las potestades,
los cielos, sus virtudes y los santos serafines
te celebran unidos en común alegría.
Permítenos asociarnos a sus voces
Santo, Santo, Santo...
Antífona de comunión Sal 1, 2-3
El que medita la ley del Señor día y
noche da fruto en su sazón.
Los sacramentos que hemos recibido
nos sean de ayuda, Señor,
para que nuestros ayunos sean gratos a tus ojos
y nos sirvan de medicina.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre el pueblo
Antes de la
despedida el sacerdote, extendiendo las manos dice:
El Señor esté con vosotros. R.
El diácono o,
en su defecto, el mismo sacerdote dice esta invitación:
Inclinaos para recibir la bendición.
Luego, el
sacerdote, con las manos extendidas sobre el pueblo, dice la oración:
No hay comentarios:
Publicar un comentario