07 de agosto - DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)



  DOMINGO DE LA XIX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
  Oficio del Sábado de la III Semana del Salterio
  (Liturgia de las Horas, Tomo IV: Oficio de Lecturas Laudes - TerciaSexta     Nona Vísperas - Completas)
 


PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 07 DE AGOSTO

- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.

ERMITA DE MONTEMAYOR:

- Eucaristía del Domingo de la XIX Semana del Tiempo Ordinario (a las 10.00 h.), que será retransmitida por Canal Sur.

- Eucaristía del Domingo de la XIX Semana del Tiempo Ordinario, en la Parroquia (a las 11.00 h.).


- Rezo del Santo Rosario (a las 20.00 h.) y Eucaristía del Domingo de la XVIII Semana del Tiempo Ordinario, en la Parroquia (a las 20.30 h.).





NOTICIAS DE ACTUALIDAD


Homilía - Domingo de la XIX Semana del T.O.
(Misa de la tarde, 07.08.2022)



Elogio: Santos Sixto II, papa, y compañeros, mártires. El papa san Sixto, mientras celebraba los sagrados misterios y enseñaba a los fieles los mandatos del Señor, por orden del emperador Valeriano fue inesperadamente detenido por los soldados y decapitado de inmediato, el día seis de agosto; con él sufrieron al mismo tiempo el martirio cuatro diáconos, que fueron enterrados juntamente con el pontífice en Roma, en el cementerio de Calixto, en la vía Apia. En este mismo día, los santos Agapito y Felicísimo, diáconos suyos, murieron también en el cementerio de Pretextato, donde fueron sepultados.

Patronazgos: protector de las mujeres embarazadas; para pedir abundancia de grano y uva, y contra los dolores de cuello y espàlda.

Refieren a este santo: San Dionisio, San Lorenzo.

Oración

Dios todopoderoso, tú que has concedido al papa san Sixto y a sus compañeros, mártires, la gracia de morir por tu palabra y por el testimonio de Jesús, concédenos que el Espíritu Santo nos haga dóciles en la fe y fuertes para confesarla ante los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).



Elogio: San Cayetano de Thiene, presbítero, que en Nápoles, en la región de Campania, se entregó a pías obras de caridad, especialmente en favor de los enfermos incurables, promovió asociaciones para la formación religiosa de los laicos e instituyó los Clérigos Regulares para la renovación de la Iglesia, recomendando a sus discípulos el deber de observar la primitiva forma de vida apostólica.

Patronazgos: protector del trabajo.

Refieren a este santo: Beato Juan Marinoni.

Oración: Señor, Dios nuestro, que concediste a san Cayetano imitar el modo de vivir de los apóstoles, concédenos, por su intercesión y ejemplo, poner en ti nuestra confianza y buscar siempre el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).


Otros santos de este día:

Santa Afra, mártir

En Augsburgo, de la Retia, santa Afra, mártir, que, convertida al cristianismo desde una vida de pecado, cuenta la tradición que, sin haber sido aún bautizada, fue quemada viva por haber confesado su fe en Cristo.

San Donato de Arezzo, obispo

En Arezzo, de la Toscana, san Donato, segundo obispo de esta sede, del cual el papa san Gregorio Magno alaba la virtud y la eficacia de su plegaria.

San Donaciano de Châlons, obispo

En Châlons, en la Galia Bélgica, san Donaciano, obispo.

San Victricio de Rouen, obispo

En Rouen, también en la Galia, san Victricio, obispo, que, todavía soldado, en tiempo del emperador Juliano abandonó el ejército para seguir a Cristo, por lo cual fue sometido, por orden del tribuno, a muchas torturas y condenado a muerte. Logró, no obstante, alcanzar la libertad y, tras ser consagrado obispo, llevó a la fe cristiana a los feroces pueblos de los morinos y de los nervios, en la Galia del norte.

San Donato de Besançon, obispo

En Besançon, en la Burgundia, san Donato, obispo, que compuso una Regla para vírgenes, siguiendo las enseñanzas de san Benito, san Columbano y san Cesáreo.

Beato Jordán Forzaté, abad

En Venecia, beato Jordán Forzaté, abad, que fue fundador de monasterios en Padua y, no habiendo podido evitar, pese a sus esfuerzos, la ruina de su patria, fuera de ella se durmió devotamente en el Señor, dejando un insigne ejemplo de honestidad, integridad de costumbres y sabiduría.

San Alberto degli Abbati, religioso presbítero

En Mesina, de Sicilia, san Alberto degli Abbati, presbítero de la Orden de los Carmelitas, que convirtió a muchos judíos a la fe en Cristo y proveyó de víveres a su ciudad sitiada.

Beato Alberto de Sassoferrato, monje

En Sassoferrato, en el Piceno, beato Alberto, monje de la Orden de los Camaldulenses, insigne por la austeridad de vida y la perfecta observancia de su Regla.

Beato Vicente de L`Aquila, religioso

En L'Aquila, en la antigua región Vestina, beato Vicente, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, célebre por su humildad y su espíritu de profecía.

Beatos Agatángelo Nourry de Vincennes y Casiano Vaz López-Netto de Nantes, presbíteros y mártires

En la ciudad de Gondar, en Etiopía, beatos Agatángelo (Francisco) Nourry de Vincennes y Casiano (Gonzalo) Vaz López-Netto de Nantes, presbíteros de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos y mártires, que durante su misión en Siria, Egipto y Etiopía buscaron reconciliar con la Iglesia católica a los cristianos separados, y finalmente, por orden del rey de Etiopía, fueron atados a árboles con su propio cordón religioso y lapidados hasta la muerte.

Beatos Martín de San Félix Woodcock, Eduardo Bamber y Tomás Whitaker, presbíteros y mártires

En Lancaster, en Inglaterra, beatos Martín de San Félix (Juan) Woodcock, de la Orden de los Hermanos Menores, Eduardo Bamber y Tomás Whitaker, presbíteros y mártires, que fueron ahorcados por ser sacerdotes y haber entrado en los dominios del rey Carlos I.

Beato Nicolás Postgate, presbítero y mártir

En York, también en Inglaterra, beato Nicolás Postgate, presbítero y mártir, que durante el reinado de Carlos II, a causa de su ministerio sacerdotal, que había ejercido ocultamente entre los pobres durante casi cincuenta años, fue colgado en el patíbulo.

Beato Edmundo Bojanowski, presbítero y fundador

En la localidad de Gorka Duchovna, cerca de Poznan, en Polonia, beato Edmundo Bojanowski, que, conforme a los preceptos del Evangelio, trabajó con sumo ahínco en la formación de los pobres y gente analfabeta, y fundó la Congregación de Esclavas de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María.

San Miguel de la Mora de la Mora, presbítero y mártir

En Colima, en México, san Miguel de la Mora de la Mora, presbítero y mártir, que, en el furor de la persecución contra la Iglesia, fue coronado con el martirio por el hecho de ser sacerdote.


LITURGIA DE HOY

Misa del Domingo (verde).

MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.

LECC.: vol. I (C).

- Sab 18, 6-9. Con lo que castigaste a los adversarios, nos glorificaste a nosotros, llamándonos a ti.
- Sal 32. R. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
- Heb 11, 1-2. 8-19. Esperaba la ciudad cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.
- Lc 12, 32-48. Lo mismo vosotros, estad preparados.

La 1 lect. de hoy se refiere a la primera noche de Pascua que vivieron los israelitas en Egipto, cuando fueron liberados de la esclavitud y llamados a ser pueblo de Dios. Nosotros por la fe hemos sido llamados a formar parte del nuevo pueblo de Dios que es la Iglesia y esperamos heredar un día la tierra prometida del cielo (cf. 2 lect.). Eso ocurrirá cuando venga nuevamente el Hijo del Hombre, Jesucristo. Y como no sabemos ni el día ni la hora en que vendrá, hemos de estar preparados. No bajemos pues la guardia y mantengámonos vigilantes viviendo según las exigencias del Evangelio. La participación en la misa del domingo será el mejor medio para esa vigilancia espiritual. Aquí abrimos nuestro corazón a Cristo presente en su Palabra, en la eucaristía y en los hermanos.

Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.

Martirologio: elogs. del 8 de agosto, pág. 473.

CALENDARIOS: Teatinos: San Cayetano, presbítero (S).



Antífona de entrada Cf. Sal 73, 20. 19. 22. 23

Piensa, Señor, en tu alianza, no olvides sin remedio la vida de tus pobres. Levántate, oh Dios, defiende tu causa, no olvides las voces de los que acuden a ti.

Monición de entrada

Nos reunimos en asamblea santa para la celebración de la eucaristía, verdadero encuentro con Cristo resucitado. Por la fe sabemos que él nos habla en la palabra que va a ser proclamada y después nos dará su Cuerpo y su Sangre como alimento. Estemos bien despiertos, en vela, para descubrir su paso entre nosotros y pongamos nuestro corazón en el verdadero tesoro que es él mismo y el Reino que trajo a este mundo.

 

Acto penitencial

- Tú, el Esposo a quien aguardamos: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Tú, tesoro de nuestro corazón: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Tú, que nos sirves el banquete de tu reino: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria.


Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno,
a quien, instruidos por el Espíritu Santo, nos atrevemos a llamar Padre,
renueva en nuestros corazones el espíritu de la adopción filial,
para que merezcamos acceder a la herencia prometida.
Por nuestro Señor Jesucristo.


 LECTURAS DE LA MISA

Audio ycomentario del Evangelio de hoy

Audio ycomentario del Evangelio de hoy


PRIMERA LECTURA
Con lo que castigaste a los adversarios, nos glorificaste a nosotros,
llamándonos a ti

Lectura del libro de la Sabiduría (Sb 18, 6-9)

LA NOCHE de la liberación les fue preanunciada a nuestros antepasados,
para que, sabiendo con certeza en qué promesas creían, tuvieran buen ánimo.
Tu pueblo esperaba la salvación de los justos
y la perdición de los enemigos,
pues con lo que castigaste a los adversarios,
nos glorificaste a nosotros, llamándonos a ti.
Los piadosos hijos de los justos ofrecían sacrificios en secreto y establecieron unánimes esta ley divina:
que los fieles compartirían los mismos bienes y peligros, después de haber cantado las alabanzas de los antepasados.
 
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL (Sal 32, 1 y 12. 18-19. 20 y 22 [R.: cf. 12])

R. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.

V. Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.

R. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.

V. Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.

R. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.

V. Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

R. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
 

SEGUNDA LECTURA
Esperaba la ciudad cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios

Lectura de la carta a los Hebreos (Hb 11, 1-2. 8-19)

HERMANOS:
La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve.
Por ella son recordados los antiguos.
Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba.
Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.
Por la fe también Sara, siendo estéril, obtuvo “vigor para concebir” cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía.
Y así, de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.
Con fe murieron todos estos, sin haber recibido las promesas, sino viéndolas y saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra.
Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver.
Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo.
Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad.
Por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia».
Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de entre los muertos, de donde en cierto sentido recobró a Isaac.
 
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
 
Aleluya Mt, 24, 42a. 44

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Estad en vela y preparados,
porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. R.
 
EVANGELIO (forma larga)
Lo mismo vosotros, estad preparados

╬ Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 12, 32-48)
R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, dijo Jesús a sus discípulos:
«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le dijo:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?». Y el Señor dijo:
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

EVANGELIO (forma breve)
Lo mismo vosotros, estad preparados
╬ Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 12, 35-40)
R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, dijo Jesús a sus discípulos:
«Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco
ÁNGELUS. Domingo, 11 de agosto de 2019

Queridos hermanos y hermanas, buenos días
En la página del Evangelio de hoy (cf. Lc 12, 32-48), Jesús llama a sus discípulos a una vigilancia constante. ¿Por qué? Para captar el paso de Dios en su vida, porque Dios pasa continuamente por la vida. Y señala las formas de vivir bien esta vigilancia: «Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas» (v. 35). Este es el camino. En primer lugar, «ceñidos los lomos», una imagen que recuerda la actitud del peregrino, dispuesto a emprender el camino. Se trata de no echar raíces en moradas cómodas y tranquilizadoras, sino de abandonarse, de abrirse con sencillez y confianza al paso de Dios en nuestras vidas, a la voluntad de Dios, que nos guía hacia la meta sucesiva. El Señor siempre camina con nosotros y tantas veces nos acompaña de la mano, para guiarnos, para que no nos equivoquemos en este camino tan difícil. Efectivamente, el que confía en Dios sabe bien que la vida de fe no es algo estático, ¡es dinámica! La vida de fe es un itinerario continuo, para dirigirse hacia etapas siempre nuevas, que el Señor mismo indica día tras día. Porque Él es el Señor de las sorpresas, el Señor de las novedades, pero de las verdaderas novedades.
Y entonces ―el primer modo era “los lomos ceñidos”― después se nos pide que mantengamos “las lámparas encendidas”, para poder iluminar la oscuridad de la noche. Es decir, estamos invitados a vivir una fe auténtica y madura, capaz de iluminar las muchas “noches” de la vida. Bien sabemos que todos hemos tenido días que han sido verdaderas noches espirituales. La lámpara de la fe requiere ser alimentada continuamente, con el encuentro de corazón a corazón con Jesús en la oración y en la escucha de su Palabra. Reitero algo que he dicho muchas veces: llevad siempre un pequeño Evangelio en el bolsillo, en el bolso, para leerlo. Es un encuentro con Jesús, con la Palabra de Jesús. Esta lámpara del encuentro con Jesús en la oración y en su Palabra nos ha sido confiada para el bien de todos: nadie, por tanto, puede encerrarse de forma intimista en la certeza de su propia salvación, desinteresándose de los demás. Es una fantasía creer que uno puede iluminarse por dentro solo. No, es una fantasía. La verdadera fe abre el corazón al prójimo y lo impulsa a una comunión concreta con los hermanos, especialmente con los que viven en la necesidad.
Y Jesús, para hacernos comprender esta actitud, cuenta la parábola de los siervos que esperan el regreso del Maestro cuando vuelve de las bodas (vv. 36-40), presentando así otro aspecto de la vigilancia: estar preparados para el encuentro último y definitivo con el Señor. Cada uno de nosotros se encontrará, nos encontraremos en ese día del encuentro. Cada uno de nosotros tiene la propia fecha para el encuentro definitivo. Dice el Señor: «Dichosos los siervos que el señor al venir encuentre despiertos... Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así ¡dichosos ellos!» (vv. 37-38). Con estas palabras, el Señor nos recuerda que la vida es un camino hacia la eternidad; por eso, estamos llamados a emplear todos los talentos que tenemos, sin olvidar nunca que «no tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos buscando la del futuro» (Hb 13,14). Desde esta perspectiva, cada momento se vuelve precioso, así que debemos vivir y actuar en esta tierra teniendo nostalgia del cielo: los pies en la tierra, caminar en la tierra, trabajar en la tierra, hacer el bien en la tierra, y el corazón nostálgico del cielo.
No podemos comprender realmente en qué consiste esta alegría suprema, pero Jesús nos hace darnos cuenta de ello con el ejemplo del amo que, al volver, encuentra a sus siervos aún despiertos: «Se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y yendo de uno a otro los servirá» (v. 37). La alegría eterna del paraíso se manifiesta así: la situación se invertirá, y ya no serán los siervos, es decir, nosotros, los que sirvamos a Dios, sino que Dios mismo se pondrá a nuestro servicio. Y esto lo hace Jesús ya desde ahora. Jesús reza por nosotros, Jesús nos mira y pide al Padre por nosotros, Jesús nos sirve ahora, es nuestro siervo. Y esta será la última alegría. El pensamiento del encuentro final con el Padre, rico en misericordia, nos llena de esperanza y nos estimula a comprometernos constantemente en nuestra santificación y en la construcción de un mundo más justo y fraterno.
¡Qué la Virgen María, por su intercesión maternal, sostenga este compromiso nuestro!


ÁNGELUS, Domingo 7 de agosto de 2016

Queridos hermanos y hermanas: ¡buenos días!
En el pasaje del Evangelio de hoy (Lc 12, 32-48), Jesús habla a sus discípulos del comportamiento a seguir en vista del encuentro final con Él, y explica cómo la espera de este encuentro debe impulsarnos a llevar una vida rica de obras buenas. Entre otras cosas dice «Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni destruye la polilla» (Lc 12, 33). Es una invitación a dar valor a la limosna como obra de misericordia, a no depositar nuestra confianza en los bienes efímeros, a usar las cosas sin apego y egoísmo sino según la lógica de Dios, la lógica de la atención a los demás, la lógica del amor. Nosotros podemos estar muy pegados al dinero, tener muchas cosas, pero al final no las podemos llevar con nosotros. Recordad que «el sudario no tiene bolsillos».
La enseñanza de Jesús continúa con tres breves parábolas sobre el tema de la vigilancia. Esto es importante: la vigilancia, estar atentos, permanecer vigilantes en la vida. La primera es la parábola de los siervos que esperan por la noche el regreso de su señor. «Dichosos los siervos que el Señor al venir encuentre despiertos» (Lc 12, 37): es la felicidad de esperar con fe al Señor, del estar preparados con actitud de servicio. Él está presente cada día, llama a la puerta de nuestro corazón. Y será bienaventurado quien le abra, porque tendrá una gran recompensa: es más, el Señor mismo se hará siervo de sus siervos –es una bonita recompensa– en el gran banquete de su Reino pasará Él mismo a servirles. Con esta parábola, ambientada por la noche, Jesús presenta la vida como una vigilia de espera laboriosa, preludio del día luminoso de la eternidad. Para poder participar se necesita estar preparado, despierto y comprometido con el servicio a los demás, con la tranquilizadora perspectiva de que «desde allí» no seremos nosotros los que sirvamos a Dios, sino que será Él mismo quien nos acoja en su mesa. Pensándolo bien, esto ocurre ya cada vez que encontramos al Señor en la oración, o también sirviendo a los pobres, y sobre todo en la Eucaristía, donde Él prepara un banquete para nutrirnos de su Palabra y de su Cuerpo.
La segunda parábola tiene como imagen la llegada imprevisible del ladrón. Este hecho exige una vigilancia; efectivamente Jesús exhorta: «También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre» (Lc 12, 40). El discípulo es quien espera al Señor y su Reino. El Evangelio aclara esta perspectiva con la tercera parábola: el administrador de una casa después de la salida del señor. En la primera escena, el administrador sigue fielmente sus deberes y recibe su recompensa. En la segunda escena, el administrador abusa de su autoridad y golpea a los siervos, por lo que, al regreso imprevisto del señor, será castigado. Esta escena describe una situación frecuente también en nuestros días: tantas injusticias, violencias y maldades cotidianas nacen de la idea de comportarnos como dueños de la vida de los demás. Tenemos un solo dueño al cual no le gusta hacerse llamar «dueño» sino «Padre». Todos nosotros somos siervos, pecadores e hijos: Él es el único Padre.
Jesús nos recuerda hoy que la espera de la beatitud eterna no nos dispensa del compromiso de hacer más justo y más habitable el mundo. Es más, justamente nuestra esperanza de poseer el Reino en la eternidad nos impulsa a trabajar para mejorar las condiciones de la vida terrena, especialmente de los hermanos más débiles.
Que la Virgen María nos ayude a no ser personas y comunidades resignadas con el presente, o peor aún, nostálgicas del pasado, sino orientadas hacia el futuro de Dios, hacia el encuentro con Él, nuestra vida y nuestra esperanza.


Papa Benedicto XVI
ÁNGELUS, Castelgandolfo, Domingo 8 de agosto de 2010

Queridos hermanos y hermanas:
En el pasaje evangélico de este domingo prosigue el discurso de Jesús a los discípulos sobre el valor de la persona a los ojos de Dios y sobre la inutilidad de las preocupaciones terrenas. No se trata de un elogio al desinterés. Es más, al escuchar la invitación tranquilizadora de Jesús: "No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino" (Lc 12, 32), nuestro corazón se abre a una esperanza que ilumina y anima la existencia concreta: tenemos la certeza de que "el Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva" (Spe salvi, 2). Como leemos en el pasaje de la carta a los Hebreos en la liturgia de hoy, Abraham se adentra con corazón confiado en la esperanza que Dios le abre: la promesa de una tierra y de una "descendencia numerosa", y sale "sin saber a dónde iba", confiando sólo en Dios (cf. Hb 11, 8-12). Y Jesús en el Evangelio de hoy –mediante tres parábolas– ilustra cómo la espera del cumplimiento de la "bienaventurada esperanza", su venida, debe impulsar todavía más a una vida intensa, llena de obras buenas: "Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla" (Lc 12, 33). Se trata de una invitación a usar las cosas sin egoísmo, sin sed de posesión o de dominio, sino según la lógica de Dios, la lógica de la atención a los demás, la lógica del amor: como escribe sintéticamente Romano Guardini, "en la forma de una relación: a partir de Dios, con vistas a Dios" (Accettare se stessi, Brescia 1992, p. 44).
Al respecto, deseo llamar la atención hacia algunos santos que celebraremos esta semana y que plantearon su vida precisamente a partir de Dios y con vistas a Dios. Hoy recordamos a santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden Dominicana en el siglo XIII, que lleva a cabo la misión de instruir a la sociedad sobre las verdades de fe, preparándose con el estudio y la oración. En la misma época, santa Clara de Asís –a quien recordaremos el miércoles próximo–, prosiguiendo la obra franciscana, fundó la Orden de las Clarisas. El 10 de agosto recordaremos al diácono san Lorenzo, mártir del siglo III, cuyas reliquias se veneran en Roma en la basílica de San Lorenzo extramuros. Por último, haremos memoria de otros dos mártires del siglo XX que compartieron el mismo destino en Auschwitz. El 9 de agosto recordaremos a la santa carmelita Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, y el 14 de agosto al sacerdote franciscano san Maximiliano María Kolbe, fundador de la Milicia de María Inmaculada. Ambos atravesaron el oscuro tiempo de la segunda guerra mundial, sin perder nunca de vista la esperanza, el Dios de la vida y del amor.
Confiemos en el apoyo materno de la Virgen María, Reina de los santos, que comparte amorosamente nuestra peregrinación. A ella dirijamos nuestra oración.

 

Se dice Credo.

 

Oración de los fieles

Oremos al Señor. El es nuestro auxilio y escudo.

- Por la Iglesia, llamada a vivir en la provisionalidad de este mundo, en constante tensión hacia el futuro, a la espera del Señor. Roguemos al Señor
- Por los que se dedican a la política, para que ejerzan sus cargos con sentido de responsabilidad, sin dejarse llevar por la negligencia. Roguemos al Señor.
- Por los que pasan la vida en la inconsciencia, sin sentido de responsabilidad. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, que hemos oído la advertencia: «Estad preparados, como los que aguardan, en vela». Roguemos al Señor.


Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

Oración sobre las Ofrendas
Acepta complacido, Señor, los dones que en tu misericordia
has dado a tu Iglesia para que pueda ofrecértelos,
y que ahora transformas con tu poder
en sacramento de nuestra salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Prefacio IX Dominical del Tiempo Ordinario
(Prefacio II del Espíritu Santo)
La Acción Del Espíritu En La Iglesia

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque nos concedes en cada momento lo que más conviene
y diriges sabiamente la nave de tu Iglesia,
asistiéndola siempre con la fuerza del Espíritu Santo,
para que, a impulso de su amor confiado,
no abandone la plegaria en la tribulación,
ni la acción de gracias en el gozo,
por Cristo, Señor nuestro.
A quien alaban los cielos y la tierra,
los ángeles y los arcángeles, 
proclamando sin cesar:
Santo, santo Santo…


Antífona de comunión Cf. Sal 147, 12. 14

Glorifica al Señor, Jerusalén, que te sacia con flor de harina.

O bien: Cf. Jn 6, 51

El pan que yo daré es mi carne para vida del mundo, dice el Señor.

Oración después de la comunión
La comunión en tus sacramentos nos salve, Señor,
y nos afiance en la luz de tu verdad.
Por Jesucristo nuestro Señor.


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