PROGRAMA PARROQUIAL:DOMINGO, 07 DE AGOSTO- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- ERMITA DE MONTEMAYOR:
- Eucaristía del Domingo de la XIX Semana del Tiempo Ordinario (a las 10.00 h.), que será retransmitida por Canal Sur.
- Eucaristía del Domingo de la XIX Semana del Tiempo Ordinario, en la Parroquia (a las 11.00 h.).
- Rezo del Santo Rosario (a las 20.00 h.) y Eucaristía del Domingo de la XVIII Semana del Tiempo Ordinario, en la Parroquia (a las 20.30 h.).
- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- ERMITA DE MONTEMAYOR:
- Eucaristía del Domingo de la XIX Semana del Tiempo Ordinario (a las 10.00 h.), que será retransmitida por Canal Sur.
- Eucaristía del Domingo de la XIX Semana del Tiempo Ordinario, en la Parroquia (a las 11.00 h.).
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
Homilía - Domingo de la XIX Semana del T.O.
(Misa de la tarde, 07.08.2022)
(Misa de la tarde, 07.08.2022)
SANTORAL DE HOY
Elogio: Santos Sixto II, papa, y compañeros, mártires. El papa san Sixto, mientras celebraba los sagrados misterios y enseñaba a los fieles los mandatos del Señor, por orden del emperador Valeriano fue inesperadamente detenido por los soldados y decapitado de inmediato, el día seis de agosto; con él sufrieron al mismo tiempo el martirio cuatro diáconos, que fueron enterrados juntamente con el pontífice en Roma, en el cementerio de Calixto, en la vía Apia. En este mismo día, los santos Agapito y Felicísimo, diáconos suyos, murieron también en el cementerio de Pretextato, donde fueron sepultados.
Patronazgos: protector de las mujeres embarazadas; para pedir abundancia de grano y uva, y contra los dolores de cuello y espàlda.
Refieren a este santo: San Dionisio, San Lorenzo.
Oración
Dios todopoderoso, tú que has concedido al papa san Sixto y a sus compañeros, mártires, la gracia de morir por tu palabra y por el testimonio de Jesús, concédenos que el Espíritu Santo nos haga dóciles en la fe y fuertes para confesarla ante los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Elogio: San Cayetano de Thiene, presbítero, que en Nápoles, en la región de Campania, se entregó a pías obras de caridad, especialmente en favor de los enfermos incurables, promovió asociaciones para la formación religiosa de los laicos e instituyó los Clérigos Regulares para la renovación de la Iglesia, recomendando a sus discípulos el deber de observar la primitiva forma de vida apostólica.
Patronazgos: protector del trabajo.
Refieren a este santo: Beato Juan Marinoni.
Oración: Señor, Dios nuestro, que concediste a san Cayetano imitar el modo de vivir de los apóstoles, concédenos, por su intercesión y ejemplo, poner en ti nuestra confianza y buscar siempre el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Otros santos de este día:
Santa Afra, mártir
En Augsburgo, de la Retia, santa Afra, mártir, que, convertida al cristianismo desde una vida de pecado, cuenta la tradición que, sin haber sido aún bautizada, fue quemada viva por haber confesado su fe en Cristo.
San Donato de Arezzo, obispo
En Arezzo, de la Toscana, san Donato, segundo obispo de esta sede, del cual el papa san Gregorio Magno alaba la virtud y la eficacia de su plegaria.
San Donaciano de Châlons, obispo
En Châlons, en la Galia Bélgica, san Donaciano, obispo.
San Victricio de Rouen, obispo
En Rouen, también en la Galia, san Victricio, obispo, que, todavía soldado, en tiempo del emperador Juliano abandonó el ejército para seguir a Cristo, por lo cual fue sometido, por orden del tribuno, a muchas torturas y condenado a muerte. Logró, no obstante, alcanzar la libertad y, tras ser consagrado obispo, llevó a la fe cristiana a los feroces pueblos de los morinos y de los nervios, en la Galia del norte.
San Donato de Besançon, obispo
En Besançon, en la Burgundia, san Donato, obispo, que compuso una Regla para vírgenes, siguiendo las enseñanzas de san Benito, san Columbano y san Cesáreo.
Beato Jordán Forzaté, abad
En Venecia, beato Jordán Forzaté, abad, que fue fundador de monasterios en Padua y, no habiendo podido evitar, pese a sus esfuerzos, la ruina de su patria, fuera de ella se durmió devotamente en el Señor, dejando un insigne ejemplo de honestidad, integridad de costumbres y sabiduría.
San Alberto degli Abbati, religioso presbítero
En Mesina, de Sicilia, san Alberto degli Abbati, presbítero de la Orden de los Carmelitas, que convirtió a muchos judíos a la fe en Cristo y proveyó de víveres a su ciudad sitiada.
Beato Alberto de Sassoferrato, monje
En Sassoferrato, en el Piceno, beato Alberto, monje de la Orden de los Camaldulenses, insigne por la austeridad de vida y la perfecta observancia de su Regla.
Beato Vicente de L`Aquila, religioso
En L'Aquila, en la antigua región Vestina, beato Vicente, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, célebre por su humildad y su espíritu de profecía.
Beatos Agatángelo Nourry de Vincennes y Casiano Vaz López-Netto de Nantes, presbíteros y mártires
En la ciudad de Gondar, en Etiopía, beatos Agatángelo (Francisco) Nourry de Vincennes y Casiano (Gonzalo) Vaz López-Netto de Nantes, presbíteros de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos y mártires, que durante su misión en Siria, Egipto y Etiopía buscaron reconciliar con la Iglesia católica a los cristianos separados, y finalmente, por orden del rey de Etiopía, fueron atados a árboles con su propio cordón religioso y lapidados hasta la muerte.
Beatos Martín de San Félix Woodcock, Eduardo Bamber y Tomás Whitaker, presbíteros y mártires
En Lancaster, en Inglaterra, beatos Martín de San Félix (Juan) Woodcock, de la Orden de los Hermanos Menores, Eduardo Bamber y Tomás Whitaker, presbíteros y mártires, que fueron ahorcados por ser sacerdotes y haber entrado en los dominios del rey Carlos I.
Beato Nicolás Postgate, presbítero y mártir
En York, también en Inglaterra, beato Nicolás Postgate, presbítero y mártir, que durante el reinado de Carlos II, a causa de su ministerio sacerdotal, que había ejercido ocultamente entre los pobres durante casi cincuenta años, fue colgado en el patíbulo.
Beato Edmundo Bojanowski, presbítero y fundador
En la localidad de Gorka Duchovna, cerca de Poznan, en Polonia, beato Edmundo Bojanowski, que, conforme a los preceptos del Evangelio, trabajó con sumo ahínco en la formación de los pobres y gente analfabeta, y fundó la Congregación de Esclavas de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María.
San Miguel de la Mora de la Mora, presbítero y mártir
En Colima, en México, san Miguel de la Mora de la Mora, presbítero y mártir, que, en el furor de la persecución contra la Iglesia, fue coronado con el martirio por el hecho de ser sacerdote.
LITURGIA DE HOY
Misa del Domingo (verde).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.
LECC.: vol. I (C).
- Sab 18, 6-9. Con lo que castigaste a los adversarios, nos
glorificaste a nosotros, llamándonos a ti.
- Sal 32. R. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como
heredad.
- Heb 11, 1-2. 8-19. Esperaba la ciudad cuyo arquitecto y
constructor iba a ser Dios.
- Lc 12, 32-48. Lo mismo vosotros, estad preparados.
Antífona
de entrada Cf. Sal 73, 20. 19. 22. 23
Piensa, Señor, en tu alianza, no olvides sin remedio la vida de tus pobres.
Levántate, oh Dios, defiende tu causa, no olvides las voces de los que acuden a
ti.
Monición de entrada
Nos reunimos en asamblea santa para la
celebración de la eucaristía, verdadero encuentro con Cristo resucitado. Por la
fe sabemos que él nos habla en la palabra que va a ser proclamada y después nos
dará su Cuerpo y su Sangre como alimento. Estemos bien despiertos, en vela,
para descubrir su paso entre nosotros y pongamos nuestro corazón en el
verdadero tesoro que es él mismo y el Reino que trajo a este mundo.
Acto penitencial
- Tú, el Esposo a quien aguardamos: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Tú, tesoro de nuestro corazón: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Tú, que nos sirves el banquete de tu reino: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
Se dice Gloria.
a quien, instruidos por el Espíritu Santo, nos atrevemos a llamar Padre,
renueva en nuestros corazones el espíritu de la adopción filial,
para que merezcamos acceder a la herencia prometida.
Por nuestro Señor Jesucristo.
LECTURAS DE LA MISA
Audio ycomentario del Evangelio de hoy
Audio ycomentario del Evangelio de hoy
Con lo que castigaste a los adversarios, nos glorificaste a nosotros,
llamándonos a ti
LA NOCHE de la liberación les fue preanunciada a nuestros antepasados,
para que, sabiendo con certeza en qué promesas creían, tuvieran buen ánimo.
Tu pueblo esperaba la salvación de los justos
y la perdición de los enemigos,
pues con lo que castigaste a los adversarios,
nos glorificaste a nosotros, llamándonos a ti.
Los piadosos hijos de los justos ofrecían sacrificios en secreto y establecieron unánimes esta ley divina:
que los fieles compartirían los mismos bienes y peligros, después de haber cantado las alabanzas de los antepasados.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
R. Gloria a ti, Señor.
Lo mismo vosotros, estad preparados
ÁNGELUS. Domingo, 11 de agosto de 2019
Queridos hermanos y hermanas, buenos días
En la página del Evangelio de hoy (cf. Lc 12, 32-48), Jesús llama a sus
discípulos a una vigilancia constante. ¿Por qué? Para captar el paso de Dios en
su vida, porque Dios pasa continuamente por la vida. Y señala las formas de
vivir bien esta vigilancia: «Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas
encendidas» (v. 35). Este es el camino. En primer lugar, «ceñidos los lomos»,
una imagen que recuerda la actitud del peregrino, dispuesto a emprender el
camino. Se trata de no echar raíces en moradas cómodas y tranquilizadoras, sino
de abandonarse, de abrirse con sencillez y confianza al paso de Dios en
nuestras vidas, a la voluntad de Dios, que nos guía hacia la meta sucesiva. El
Señor siempre camina con nosotros y tantas veces nos acompaña de la mano, para
guiarnos, para que no nos equivoquemos en este camino tan difícil.
Efectivamente, el que confía en Dios sabe bien que la vida de fe no es algo
estático, ¡es dinámica! La vida de fe es un itinerario continuo, para dirigirse
hacia etapas siempre nuevas, que el Señor mismo indica día tras día. Porque Él
es el Señor de las sorpresas, el Señor de las novedades, pero de las verdaderas
novedades.
Y entonces ―el primer modo era “los lomos ceñidos”― después se nos pide que
mantengamos “las lámparas encendidas”, para poder iluminar la oscuridad de la
noche. Es decir, estamos invitados a vivir una fe auténtica y madura, capaz de
iluminar las muchas “noches” de la vida. Bien sabemos que todos hemos tenido
días que han sido verdaderas noches espirituales. La lámpara de la fe requiere
ser alimentada continuamente, con el encuentro de corazón a corazón con Jesús
en la oración y en la escucha de su Palabra. Reitero algo que he dicho muchas veces:
llevad siempre un pequeño Evangelio en el bolsillo, en el bolso, para leerlo.
Es un encuentro con Jesús, con la Palabra de Jesús. Esta lámpara del encuentro
con Jesús en la oración y en su Palabra nos ha sido confiada para el bien de
todos: nadie, por tanto, puede encerrarse de forma intimista en la certeza de
su propia salvación, desinteresándose de los demás. Es una fantasía creer que
uno puede iluminarse por dentro solo. No, es una fantasía. La verdadera fe abre
el corazón al prójimo y lo impulsa a una comunión concreta con los hermanos,
especialmente con los que viven en la necesidad.
Y Jesús, para hacernos comprender esta actitud, cuenta la parábola de los
siervos que esperan el regreso del Maestro cuando vuelve de las bodas (vv.
36-40), presentando así otro aspecto de la vigilancia: estar preparados para el
encuentro último y definitivo con el Señor. Cada uno de nosotros se encontrará,
nos encontraremos en ese día del encuentro. Cada uno de nosotros tiene la
propia fecha para el encuentro definitivo. Dice el Señor: «Dichosos los siervos
que el señor al venir encuentre despiertos... Que venga en la segunda vigilia o
en la tercera, si los encuentra así ¡dichosos ellos!» (vv. 37-38). Con estas
palabras, el Señor nos recuerda que la vida es un camino hacia la eternidad;
por eso, estamos llamados a emplear todos los talentos que tenemos, sin olvidar
nunca que «no tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos buscando la del
futuro» (Hb 13,14). Desde esta perspectiva, cada momento se vuelve precioso, así
que debemos vivir y actuar en esta tierra teniendo nostalgia del cielo: los
pies en la tierra, caminar en la tierra, trabajar en la tierra, hacer el bien
en la tierra, y el corazón nostálgico del cielo.
No podemos comprender realmente en qué consiste esta alegría suprema, pero
Jesús nos hace darnos cuenta de ello con el ejemplo del amo que, al volver,
encuentra a sus siervos aún despiertos: «Se ceñirá, los hará ponerse a la mesa
y yendo de uno a otro los servirá» (v. 37). La alegría eterna del paraíso se
manifiesta así: la situación se invertirá, y ya no serán los siervos, es decir,
nosotros, los que sirvamos a Dios, sino que Dios mismo se pondrá a nuestro
servicio. Y esto lo hace Jesús ya desde ahora. Jesús reza por nosotros, Jesús
nos mira y pide al Padre por nosotros, Jesús nos sirve ahora, es nuestro
siervo. Y esta será la última alegría. El pensamiento del encuentro final con
el Padre, rico en misericordia, nos llena de esperanza y nos estimula a
comprometernos constantemente en nuestra santificación y en la construcción de
un mundo más justo y fraterno.
¡Qué la Virgen María, por su intercesión maternal, sostenga este compromiso
nuestro!
Queridos hermanos y hermanas: ¡buenos
días!
En el pasaje del Evangelio de hoy (Lc 12, 32-48), Jesús habla a sus discípulos
del comportamiento a seguir en vista del encuentro final con Él, y explica cómo
la espera de este encuentro debe impulsarnos a llevar una vida rica de obras
buenas. Entre otras cosas dice «Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos
bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega
el ladrón, ni destruye la polilla» (Lc 12, 33). Es una invitación a dar valor a
la limosna como obra de misericordia, a no depositar nuestra confianza en los
bienes efímeros, a usar las cosas sin apego y egoísmo sino según la lógica de
Dios, la lógica de la atención a los demás, la lógica del amor. Nosotros
podemos estar muy pegados al dinero, tener muchas cosas, pero al final no las
podemos llevar con nosotros. Recordad que «el sudario no tiene bolsillos».
La enseñanza de Jesús continúa con tres breves parábolas sobre el tema de la
vigilancia. Esto es importante: la vigilancia, estar atentos, permanecer
vigilantes en la vida. La primera es la parábola de los siervos que esperan por
la noche el regreso de su señor. «Dichosos los siervos que el Señor al venir
encuentre despiertos» (Lc 12, 37): es la felicidad de esperar con fe al Señor,
del estar preparados con actitud de servicio. Él está presente cada día, llama
a la puerta de nuestro corazón. Y será bienaventurado quien le abra, porque
tendrá una gran recompensa: es más, el Señor mismo se hará siervo de sus
siervos –es una bonita recompensa– en el gran banquete de su Reino pasará Él
mismo a servirles. Con esta parábola, ambientada por la noche, Jesús presenta
la vida como una vigilia de espera laboriosa, preludio del día luminoso de la
eternidad. Para poder participar se necesita estar preparado, despierto y
comprometido con el servicio a los demás, con la tranquilizadora perspectiva de
que «desde allí» no seremos nosotros los que sirvamos a Dios, sino que será Él
mismo quien nos acoja en su mesa. Pensándolo bien, esto ocurre ya cada vez que
encontramos al Señor en la oración, o también sirviendo a los pobres, y sobre
todo en la Eucaristía, donde Él prepara un banquete para nutrirnos de su
Palabra y de su Cuerpo.
La segunda parábola tiene como imagen la llegada imprevisible del ladrón. Este
hecho exige una vigilancia; efectivamente Jesús exhorta: «También vosotros
estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del
hombre» (Lc 12, 40). El discípulo es quien espera al Señor y su Reino. El
Evangelio aclara esta perspectiva con la tercera parábola: el administrador de
una casa después de la salida del señor. En la primera escena, el administrador
sigue fielmente sus deberes y recibe su recompensa. En la segunda escena, el
administrador abusa de su autoridad y golpea a los siervos, por lo que, al
regreso imprevisto del señor, será castigado. Esta escena describe una
situación frecuente también en nuestros días: tantas injusticias, violencias y
maldades cotidianas nacen de la idea de comportarnos como dueños de la vida de
los demás. Tenemos un solo dueño al cual no le gusta hacerse llamar «dueño»
sino «Padre». Todos nosotros somos siervos, pecadores e hijos: Él es el único
Padre.
Jesús nos recuerda hoy que la espera de la beatitud eterna no nos dispensa del
compromiso de hacer más justo y más habitable el mundo. Es más, justamente
nuestra esperanza de poseer el Reino en la eternidad nos impulsa a trabajar
para mejorar las condiciones de la vida terrena, especialmente de los hermanos
más débiles.
Que la Virgen María nos ayude a no ser personas y comunidades resignadas con el
presente, o peor aún, nostálgicas del pasado, sino orientadas hacia el futuro
de Dios, hacia el encuentro con Él, nuestra vida y nuestra esperanza.
Queridos hermanos y hermanas:
En el pasaje evangélico de este domingo prosigue el discurso de Jesús a los
discípulos sobre el valor de la persona a los ojos de Dios y sobre la
inutilidad de las preocupaciones terrenas. No se trata de un elogio al
desinterés. Es más, al escuchar la invitación tranquilizadora de Jesús:
"No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien
daros a vosotros el Reino" (Lc 12, 32), nuestro corazón se abre a una
esperanza que ilumina y anima la existencia concreta: tenemos la certeza de que
"el Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden
saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta
oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene
esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva" (Spe salvi,
2). Como leemos en el pasaje de la carta a los Hebreos en la liturgia de hoy,
Abraham se adentra con corazón confiado en la esperanza que Dios le abre: la
promesa de una tierra y de una "descendencia numerosa", y sale
"sin saber a dónde iba", confiando sólo en Dios (cf. Hb 11, 8-12). Y
Jesús en el Evangelio de hoy –mediante tres parábolas– ilustra cómo la espera
del cumplimiento de la "bienaventurada esperanza", su venida, debe
impulsar todavía más a una vida intensa, llena de obras buenas: "Vended
vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro
inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla" (Lc 12,
33). Se trata de una invitación a usar las cosas sin egoísmo, sin sed de
posesión o de dominio, sino según la lógica de Dios, la lógica de la atención a
los demás, la lógica del amor: como escribe sintéticamente Romano Guardini,
"en la forma de una relación: a partir de Dios, con vistas a Dios"
(Accettare se stessi, Brescia 1992, p. 44).
Al respecto, deseo llamar la atención hacia algunos santos que celebraremos
esta semana y que plantearon su vida precisamente a partir de Dios y con vistas
a Dios. Hoy recordamos a santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden
Dominicana en el siglo XIII, que lleva a cabo la misión de instruir a la
sociedad sobre las verdades de fe, preparándose con el estudio y la oración. En
la misma época, santa Clara de Asís –a quien recordaremos el miércoles
próximo–, prosiguiendo la obra franciscana, fundó la Orden de las Clarisas. El
10 de agosto recordaremos al diácono san Lorenzo, mártir del siglo III, cuyas
reliquias se veneran en Roma en la basílica de San Lorenzo extramuros. Por
último, haremos memoria de otros dos mártires del siglo XX que compartieron el
mismo destino en Auschwitz. El 9 de agosto recordaremos a la santa carmelita
Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, y el 14 de agosto al sacerdote
franciscano san Maximiliano María Kolbe, fundador de la Milicia de María
Inmaculada. Ambos atravesaron el oscuro tiempo de la segunda guerra mundial,
sin perder nunca de vista la esperanza, el Dios de la vida y del amor.
Confiemos en el apoyo materno de la Virgen María, Reina de los santos, que
comparte amorosamente nuestra peregrinación. A ella dirijamos nuestra oración.
Se dice Credo.
Oración de los fieles
Oremos al Señor. El es nuestro auxilio y
escudo.
- Por la Iglesia, llamada a vivir en la
provisionalidad de este mundo, en constante tensión hacia el futuro, a la
espera del Señor. Roguemos al Señor
- Por los que se dedican a la política, para que ejerzan sus cargos con sentido
de responsabilidad, sin dejarse llevar por la negligencia. Roguemos al Señor.
- Por los que pasan la vida en la inconsciencia, sin sentido de
responsabilidad. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, que hemos oído la advertencia: «Estad preparados, como los que
aguardan, en vela». Roguemos al Señor.
venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
has dado a tu Iglesia para que pueda ofrecértelos,
y que ahora transformas con tu poder
en sacramento de nuestra salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
y diriges sabiamente la nave de tu Iglesia,
asistiéndola siempre con la fuerza del Espíritu Santo,
para que, a impulso de su amor confiado,
no abandone la plegaria en la tribulación,
ni la acción de gracias en el gozo,
por Cristo, Señor nuestro.
los ángeles y los arcángeles,
proclamando sin cesar:
Antífona
de comunión Cf. Sal 147, 12. 14
Glorifica al Señor, Jerusalén, que te sacia con flor de harina.
O bien: Cf. Jn 6, 51
El pan que yo daré es mi carne para vida del
mundo, dice el Señor.
y nos afiance en la luz de tu verdad.
Por Jesucristo nuestro Señor.
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