PROGRAMA PARROQUIAL:DOMINGO, 21 DE AGOSTO- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- Rezo del Santo Rosario camino de Montemayor (a las 08.00 h.), y Eucaristía del Domingo XXI del Tiempo Ordinario, en Montemayor (a las 09.15, aprox.).
- Horario de despacho: de lunes a viernes, de 10.30 h. a 13.30 h y de 18.00 h. a 21.00 h.
- Rezo del Santo Rosario (a las 20.00 h.) y Eucaristía II Vísperas del Domingo XXI del Tiempo Ordinario, en la Parroquia (a las 20.30 h.).
- Llegada de la Virgen de Montemayor a la Parroquia, (a partir de las 21.30 h.)
- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- Rezo del Santo Rosario camino de Montemayor (a las 08.00 h.), y Eucaristía del Domingo XXI del Tiempo Ordinario, en Montemayor (a las 09.15, aprox.).
- Horario de despacho: de lunes a viernes, de 10.30 h. a 13.30 h y de 18.00 h. a 21.00 h.
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
La Virgen de Montemayor
ya viene hoy a la Parroquia
SANTORAL DE HOY
Elogio: Memoria de san Pío X, papa, que primero fue sacerdote en una parroquia, y después obispo de Mantua y patriarca de Venecia, en Italia. Finalmente, elegido Sumo Pontífice, se propuso como programa de gobierno recapitular todo en Cristo, lo que llevó a cabo con simplicidad de ánimo, pobreza y fortaleza, promoviendo entre los fieles la vida cristiana con la participación en la Eucaristía, la dignidad de la sagrada liturgia y la integridad de la doctrina.
Patronazgos: Patrono de los catequistas
Refieren a este santo: Beato Andrés Jacinto Longhin.
Oración
Señor, Dios nuestro, que, para defender la fe católica e instaurar todas las cosas en Cristo, colmaste al papa san Pío décimo de sabiduría divina y fortaleza apostólica, concédenos que, siguiendo su ejemplo y su doctrina, podamos alcanzar la recompensa eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
En Tracia, santos Agatónico, Gótico y otros mártires, que, según la tradición, sufrieron el suplicio en Selimbria y en otros lugares.
En Roma, en Campo Verano, santa Ciríaca, que dio su nombre al cementerio de la vía Tiburtina, que ella misma había donado a la Iglesia.
En Útica, en Africa, san Cuadrado, obispo y mártir, que, habiendo dado a todo su pueblo, clérigos y seglares, fiel testimonio de fe en Cristo, corno buen pastor, al cabo de cuatro días, siguió a la grey que había apacentado.
En Verona, en los confines de Venecia, san Euprepio, que es tenido como primer obispo de esta ciudad.
En Forolongianus, en Cerdeña, san Luxorio, mártir.
Conmemoración de los santos mártires Basa y sus tres hijos, Teognis, Agapio y Pistio, de quienes se dice que Basa, la madre, sufrió el martirio en la isla de Alonia, y los hijos en Edesa.
En el territorio de los gábalos, en la Galia, san Privado, obispo y mártir, que durante la invasión de los vándalos fue encontrado en la cripta, donde se daba a la oración y al ayuno, y por negarse a traicionar su ministerio sacrificando a los ídolos, murió destrozado a golpes.
En Auvernia, en Aquitania, san Sidonio Apolinar, que era prefecto de la ciudad de Roma cuando fue ordenado obispo de Auvernia, y muy bien formado en lo divino y lo humano, dueño asimismo de gran fortaleza cristiana, se enfrentó a la ferocidad de los bárbaros como padre de la Iglesia y doctor insigne.
En Alcira, en el territorio de Valencia, en España, conmemoración de los santos mártires Bernardo, antes llamado Ahmed, monje de la Orden Cisterciense, y sus hermanas María (Zaida) y Gracia (Zoraida), a las que había convertido de la religión mahometana a la fe en Cristo.
En la ciudad de Hung Yen, en Tonquín, san José Dang Dinh (Niên) Viên, presbítero, mártir en tiempo del emperador Minh Mang.
En Antananarivo, en Madagascar, beata Victoria Rasoamanarivo, la cual, después de enviudar de un matrimonio con un hombre violento, y habiendo sido expulsados de la isla los misioneros, socorrió con solicitud a los cristianos y defendió a la Iglesia frente a los magistrados públicos.
En la localidad de Alberic, en la región de Valencia, en España, beato Salvador Estrugo Solves, presbítero y mártir, que en tiempo de persecución soportó toda clase de adversidades por amor a Cristo, hasta alcanzar la palma del martirio.
En el lugar de El Morrot, cerca de Barcelona, también en España, beato Raimundo Peiró Victorí, presbítero de la Orden de Predicadores y mártir, que en la misma persecución, siguiendo con fidelidad las palabras de Cristo, a través de la muerte pasó a la vida gloriosa.
Cerca de Munich, ciudad de Baviera, en Alemania, beato Bruno Zembol, mártir, quien, sometida Polonia, su patria, bajo un régimen hostil a Dios, a causa de su fe fue deportado al campo de concentración de Dachau, donde, destrozado por las torturas, murió para entrar en la gloria.
En Nowy Żmigród, Polonia, beato Ladislao Findysz, presbítero y mártir, que murió a causa de la cárcel y los padecimientos soportados a causa de la fe, bajo un ´regimen contrario a la dignidad humana y cristiana.
LITURGIA DE HOY
Misa del Domingo (verde).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.
LECC.: vol. I (C).
- Is 66, 18-21. De todas las naciones traerán a todos vuestros
hermanos.
- Sal 116. R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
- Heb 12, 5-7. 11-13. El Señor reprende a los que ama.
- Lc 13, 22-30. Vendrán de oriente y occidente, y se sentarán a
la mesa en el reino de Dios.
Al comienzo de la celebración pedimos mantenernos firmes en la verdadera
alegría, en medio de las vicisitudes del mundo (1.ª orac.). La fuente de esa
alegría es saber que nos Dios nos ha adquirido como un pueblo de hijos, por el
único sacrificio de Cristo (cf. orac. sobre las ofrendas). En nosotros, congregados
de todas las partes del mundo, se han cumplido las profecías, y nos hemos
sentado a la mesa en el reino de Dios, que se nos hace presente ya en la
celebración de la eucaristía (cf. 1 lect. y Ev.). Pero no podemos quedarnos
encerrados en nosotros mismos, sino que cuando al final de la misa se nos diga:
«Podéis ir en paz», nos sentiremos llamados a llevar a los demás lo que aquí
hemos contemplado: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio» (sal. resp.).
Liturgia
de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.
Martirologio: elogs. del 22 de agosto,
pág. 505.
Antífona
de entrada Sal 85, 1-3
Inclina tu oído, Señor, escúchame. Salva a tu
siervo que confía en ti. Piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo
el día.
Monición de entrada
Nos hemos reunido en asamblea litúrgica
para celebrar la eucaristía en el domingo. Se trata de la reunión más
importante de nuestra comunidad cristiana. Al mismo tiempo que celebramos y
acogemos la salvación de Dios realizada por Jesucristo con su muerte y
resurrección, ha de ser expresión de nuestra fe y nuestra vida fraterna. Que
esta celebración nos ayude a tener un corazón abierto y universal para acoger a
todos, pues Dios llama a todos a participar en la mesa de su reino.
Acto penitencial
- Que tu gran bondad
nos escuche: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Ábrenos la puerta de tu misericordia: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Tú eres nuestro Dios y Salvador: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
Se dice Gloria.
concede a tu pueblo amar lo que prescribes y esperar lo que prometes,
para que, en medio de las vicisitudes del mundo,
nuestros ánimos se afirmen allí donde están los gozos verdaderos.
Por nuestro Señor Jesucristo.
LECTURAS DE LA MISA
Audio y comentario del Evangelio de hoy (I)
Lectura del libro de Isaías (Is 66, 18-21)
ESTO DICE el Señor:
«Yo, conociendo sus obras y sus pensamientos,
vendré para reunir
las naciones de toda lengua;
vendrán para ver mi gloria.
Les daré una señal, y de entre ellos
enviaré supervivientes a las naciones:
a Tarsis, Libia y Lidia (tiradores de arco),
Túbal y Grecia, a las costas lejanas
que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria.
Ellos anunciarán mi gloria a las naciones.
Y de todas las naciones, como ofrenda al Señor,
traerán a todos vuestros hermanos,
a caballo y en carros y en literas,
en mulos y dromedarios,
hasta mi santa montaña de Jerusalén
—dice el Señor—,
así como los hijos de Israel traen ofrendas,
en vasos purificados, al templo del Señor.
También de entre ellos escogeré
sacerdotes y levitas —dice el Señor—».
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL (Sal 116, 1. 2 [R.: Mc 16, 15])
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
O bien: Aleluya.
V. Alabad al Señor todas las naciones,
aclamadlo todos los pueblos. R.
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
V. Firme es su misericordia con
nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R.
R. Id al mundo entero y
proclamad el Evangelio.
Lectura de la carta a los Hebreos (Hb 12, 5-7. 11-13)
HERMANOS:
Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron:
«Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor,
ni te desanimes por su reprensión;
porque el Señor reprende a los que ama
y castiga a sus hijos preferidos».
Soportáis la prueba para vuestra corrección, porque Dios os trata como a hijos,
pues ¿qué padre no corrige a sus hijos?
Ninguna corrección resulta agradable, en el momento, sino que duele; pero luego
produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella.
Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y
caminad por una senda llana: así el pie cojo, no se retuerce, sino que se cura.
R. Te alabamos, Señor.
R. Gloria a ti, Señor.
EN AQUEL TIEMPO, Jesús pasaba por ciudades
y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén.
Uno le preguntó:
«Señor, ¿son pocos los que se salvan?».
Él les dijo:
«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán
entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os
quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo:
Señor, ábrenos;
pero él os dirá:
“No sé quiénes sois”.
Entonces comenzaréis a decir:
“Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.
Pero él os dirá:
“No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y
a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis
arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se
sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos
días!
El Evangelio de hoy (cf. Lc 13, 22-30) nos presenta a Jesús, que pasa enseñando
por ciudades y pueblos, en su camino hacia Jerusalén, donde sabe que debe morir
en la cruz por la salvación de todos nosotros. En este contexto, se inserta la
pregunta de un hombre que se dirige a él y le dice: «Señor, ¿son pocos los que
se salvan?» (v. 23). La cuestión se debatía en aquel momento –cuántos se
salvan, cuántos no…– y había diferentes maneras de interpretar las Escrituras a
este respecto, dependiendo de los textos que tomaron. Pero Jesús invierte la
pregunta, que se centra más en la cantidad, es decir, «¿son pocos?» y en su
lugar coloca la respuesta en el nivel de responsabilidad, invitándonos a usar
bien el tiempo presente. En efecto, dice: «Luchad por entrar por la puerta estrecha,
porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán» (v. 24). Con estas
palabras, Jesús deja claro que no se trata de una cuestión de número, ¡no hay
«un número cerrado» en el Paraíso! Sino que se trata de cruzar el paso correcto
desde ahora, y este paso correcto es para todos, pero es estrecho. Este es el
problema. Jesús no quiere engañarnos diciendo: «Sí, tranquilos, la cosa es
fácil, hay una hermosa carretera y en el fondo una gran puerta». No nos dice
esto: nos habla de la puerta estrecha. Nos dice las cosas como son: el paso es
estrecho. ¿En qué sentido? En el sentido de que para salvarse uno debe amar a
Dios y al prójimo, ¡y esto no es cómodo! Es una «puerta estrecha» porque es
exigente, el amor es siempre exigente, requiere compromiso, más aún,
«esfuerzo», es decir, voluntad firme y perseverante de vivir según el
Evangelio. San Pablo lo llama «el buen combate de la fe» (1Tm 6, 12). Se
necesita el esfuerzo de cada día, de todo el día para amar a Dios y al prójimo.
Y, para explicarse mejor, Jesús cuenta una parábola. Hay un cabeza de familia
que representa al Señor. Su casa simboliza la vida eterna, es decir, la
salvación. Y aquí vuelve la imagen de la puerta. Jesús dice: «Cuando el dueño
de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estáis fuera a
llamar a la puerta, diciendo: "¡Señor, ábrenos!" Y os responderá:
"No sé de dónde sois"» Estas personas tratarán de ser reconocidas,
recordando al dueño de la casa: «Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado
en nuestras plazas». «Yo estaba allí cuando diste esa conferencia…». Pero el
Señor repetirá que no los conoce y los llama "obradores de la
injusticia". Este es el problema! El Señor no nos reconocerá por nuestros
títulos –«Pero mira, Señor, que yo pertenecía a esa asociación, que era amigo
de tal monseñor, tal cardenal, tal sacerdote…». No, los títulos no cuentan, no
cuentan. El Señor nos reconocerá sólo por una vida humilde, una vida buena, una
vida de fe que se traduce en obras. Y para nosotros, los cristianos, esto
significa que estamos llamados a establecer una verdadera comunión con Jesús,
orando, yendo a la iglesia, acercándonos a los Sacramentos y nutriéndonos con
su Palabra. Esto nos mantiene en la fe, alimenta nuestra esperanza, reaviva la
caridad. Y así, con la gracia de Dios, podemos y debemos gastar nuestras vidas
por el bien de nuestros hermanos y hermanas, luchando contra todas las formas
de maldad e injusticia. Que nos ayude en esto la Virgen María. Ella ha pasado
por la puerta estrecha que es Jesús. Ella lo acogió con todo su corazón y lo
siguió todos los días de su vida, incluso cuando ella no lo entendía, aun
cuando una espada atravesaba su alma. Por eso la invocamos como la «Puerta del
Cielo»: María, la Puerta del Cielo; una puerta que replica exactamente la forma
de Jesús: la puerta del corazón de Dios, un corazón exigente, pero abierto a
todos nosotros.
Queridos hermanos y hermanas:
También la liturgia de hoy nos propone unas palabras de Cristo iluminadoras y
al mismo tiempo desconcertantes. Durante su última subida a Jerusalén, uno le
pregunta: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?". Y Jesús le
responde: "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos
intentarán entrar y no podrán" (Lc 13, 23-24). ¿Qué significa esta
"puerta estrecha"? ¿Por qué muchos no logran entrar por ella? ¿Acaso
se trata de un paso reservado sólo a algunos elegidos?
Si se observa bien, este modo de razonar de los interlocutores de Jesús es
siempre actual: nos acecha continuamente la tentación de interpretar la
práctica religiosa como fuente de privilegios o seguridades. En realidad, el
mensaje de Cristo va precisamente en la dirección opuesta: todos pueden entrar
en la vida, pero para todos la puerta es "estrecha". No hay
privilegiados. El paso a la vida eterna está abierto para todos, pero es
"estrecho" porque es exigente, requiere esfuerzo, abnegación,
mortificación del propio egoísmo.
Una vez más, como en los domingos pasados, el evangelio nos invita a considerar
el futuro que nos espera y al que nos debemos preparar durante nuestra
peregrinación en la tierra. La salvación, que Jesús realizó con su muerte y
resurrección, es universal. Él es el único Redentor, e invita a todos al
banquete de la vida inmortal. Pero con una sola condición, igual para todos: la
de esforzarse por seguirlo e imitarlo, tomando sobre sí, como hizo él, la
propia cruz y dedicando la vida al servicio de los hermanos. Así pues, esta
condición para entrar en la vida celestial es única y universal.
En el último día -recuerda también Jesús en el evangelio- no seremos juzgados
según presuntos privilegios, sino según nuestras obras. Los "obradores de
iniquidad" serán excluidos y, en cambio, serán acogidos todos los que
hayan obrado el bien y buscado la justicia, a costa de sacrificios. Por tanto,
no bastará declararse "amigos" de Cristo, jactándose de falsos
méritos: "Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas"
(Lc 13, 26). La verdadera amistad con Jesús se manifiesta en el modo de vivir:
se expresa con la bondad del corazón, con la humildad, con la mansedumbre y la
misericordia, con el amor por la justicia y la verdad, con el compromiso
sincero y honrado en favor de la paz y la reconciliación. Podríamos decir que
este es el "carné de identidad" que nos distingue como sus
"amigos" auténticos; es el "pasaporte" que nos permitirá
entrar en la vida eterna.
Queridos hermanos y hermanas, si también nosotros queremos pasar por la puerta
estrecha, debemos esforzarnos por ser pequeños, es decir, humildes de corazón
como Jesús, como María, Madre suya y nuestra. Ella fue la primera que,
siguiendo a su Hijo, recorrió el camino de la cruz y fue elevada a la gloria del
cielo, como recordamos hace algunos días. El pueblo cristiano la invoca como
Ianua caeli, Puerta del cielo. Pidámosle que, en nuestras opciones.
Se dice Credo.
Oración de los fieles
Oremos a Dios Padre, que nos congrega en
la unidad de su amor.
- Por la Iglesia, para que viva cada vez más su catolicidad,
abierta a todo el mundo. Roguemos al Señor.
- Por todas las
naciones del orbe, para que procuren la paz, fruto de la justicia. Roguemos al
Señor.
- Por todos los que viven al margen de la Iglesia, para que
descubran en ella la presencia de Cristo Salvador y no sufran escándalo por
nuestro pecado. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, aquí reunidos, que comemos y bebemos sentados a la
mesa del Señor, para que, esforzándonos en entrar por la puerta estrecha,
seamos admitidos en el banquete del reino glorioso. Roguemos al Señor.
atiende a nuestras súplicas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
con el sacrificio de una vez para siempre,
concédenos propicio los dones de la unidad y de la paz en tu Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
es nuestro deber y salvación darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Quien, por su Misterio pascual,
realizó la obra maravillosa de llamarnos
de la esclavitud del pecado y de la muerte,
al honor de ser estirpe elegida, sacerdocio real,
nación consagrada, pueblo de su propiedad,
para que, trasladados de las tinieblas a tu luz admirable,
proclamemos ante el mundo tus maravillas.
Por eso, con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones, y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la comunión Cf. Sal 103, 13.
14-15
La tierra se sacia de tu acción fecunda, Señor,
para sacar pan de los campos y vino que alegre el corazón del hombre.
O bien: Cf. Jn 6, 54
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida
eterna, y yo lo resucitaré en el último día, dice el Señor.
el auxilio de tu misericordia,
y haz que seamos tales y actuemos de tal modo
que en todo podamos agradarte.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
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