01 de enero - OCTAVA DE NAVIDAD, SANTA MARÍA MADRE DE DIOS


  
  DOMINGO DE LA OCTAVA DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR,
  Santa María, Madre de Dios, solemnidad
  Oficio propio de la Solemnidad de Santa María, del Salterio
  (Liturgia de las Horas, Tomo I: Oficio de Lecturas Laudes - TerciaSexta     Nona Vísperas - Completas)
 


PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 01 DE ENERO

PARROQUIA DEL CARMEN:

Eucaristía de la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, Octava de la Navidad, en la Parroquia (11.00 h.).

PARROQUIA DE LOS DOLORES:

Eucaristía de la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, Octava de la Navidad, en la Parroquia (12.30 h.).


NOTICIAS DE ACTUALIDAD

Terminado su camino en este mundo el Papa emérito Benedicto XVI ha pasado de este mundo al Padre


Benedicto XVI: Mi testamento espiritual
Publicado el documento redactado
por el Papa emérito el 29 de agosto de 2006


Benedicto PP XVI

Si en esta hora tardía de mi vida miro hacia atrás, hacia las décadas que he vivido, veo en primer lugar cuántas razones tengo para dar gracias. Ante todo, doy gracias a Dios mismo, dador de todo bien, que me ha dado la vida y me ha guiado en diversos momentos de confusión; siempre me ha levantado cuando empezaba a resbalar y siempre me ha devuelto la luz de su semblante. En retrospectiva, veo y comprendo que incluso los tramos oscuros y agotadores de este camino fueron para mi salvación y que fue en ellos donde Él me guió bien.

Doy las gracias a mis padres, que me dieron la vida en una época difícil y que, a costa de grandes sacrificios, con su amor prepararon para mí un magnífico hogar que, como una luz clara, ilumina todos mis días hasta el día de hoy. La clara fe de mi padre nos enseñó a nosotros los hijos a creer, y como señal siempre se ha mantenido firme en medio de todos mis logros científicos; la profunda devoción y la gran bondad de mi madre son un legado que nunca podré agradecerle lo suficiente. Mi hermana me ha asistido durante décadas desinteresadamente y con afectuoso cuidado; mi hermano, con la claridad de su juicio, su vigorosa resolución y la serenidad de su corazón, me ha allanado siempre el camino; sin su constante precederme y acompañarme, no habría podido encontrar la senda correcta.

De corazón doy gracias a Dios por los muchos amigos, hombres y mujeres, que siempre ha puesto a mi lado; por los colaboradores en todas las etapas de mi camino; por los profesores y alumnos que me ha dado. Con gratitud los encomiendo todos a Su bondad. Y quiero dar gracias al Señor por mi hermosa patria en los Prealpes bávaros, en la que siempre he visto brillar el esplendor del Creador mismo. Doy las gracias al pueblo de mi patria porque en él he experimentado una y otra vez la belleza de la fe. Rezo para que nuestra tierra siga siendo una tierra de fe y les ruego, queridos compatriotas: no se dejen apartar de la fe. Y, por último, doy gracias a Dios por toda la belleza que he podido experimentar en todas las etapas de mi viaje, pero especialmente en Roma y en Italia, que se ha convertido en mi segunda patria.

A todos aquellos a los que he agraviado de alguna manera, les pido perdón de todo corazón.

Lo que antes dije a mis compatriotas, lo digo ahora a todos los que en la Iglesia han sido confiados a mi servicio: ¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir! A menudo parece como si la ciencia -las ciencias naturales, por un lado, y la investigación histórica (especialmente la exégesis de la Sagrada Escritura), por otro- fuera capaz de ofrecer resultados irrefutables en desacuerdo con la fe católica. He vivido las transformaciones de las ciencias naturales desde hace mucho tiempo, y he visto cómo, por el contrario, las aparentes certezas contra la fe se han desvanecido, demostrando no ser ciencia, sino interpretaciones filosóficas que sólo parecen ser competencia de la ciencia. Desde hace sesenta años acompaño el camino de la teología, especialmente de las ciencias bíblicas, y con la sucesión de las diferentes generaciones, he visto derrumbarse tesis que parecían inamovibles y resultar meras hipótesis: la generación liberal (Harnack, Jülicher, etc.), la generación existencialista (Bultmann, etc.), la generación marxista. He visto y veo cómo de la confusión de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo.

Por último, pido humildemente: recen por mí, para que el Señor, a pesar de todos mis pecados y defectos, me reciba en la morada eterna. A todos los que me han sido confiados, van mis oraciones de todo corazón, día a día.


Misa de acción de gracias por los 50 años de la ordenación sacerdotal del Obispo Emérito de Huelva




NOTICIAS DE ACTUALIDAD



     Portada

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  Una defensa del capitalismo , por Benigno Blanco


SANTORAL DE HOY

Elogio: Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, en la octava de la Natividad del Señor y en el día de su Circuncisión. Los Padres del Concilio de Éfeso la aclamaron como Theotokos, porque en ella la Palabra se hizo carne, y acampó entre los hombres el Hijo de Dios, príncipe de la paz, cuyo nombre está por encima de todo otro nombre.


Otros santos de este día:

   San Justino de Chieti, obispo

En la Campania y en los Abruzos, conmemoración de san Justino, que fue obispo ilustre por su celo y defensa de los cristianos.

   San Almaquio, mártir   

En Roma, san Almaquio, que, habiéndose opuesto a las luchas de gladiadores, por orden de Alipio, prefecto de la ciudad, fue muerto por ellos y contado entre los mártires vencedores.

   San Eugendo, abad   

En los montes del Jura, en la Galia Lugdunense, conmemoración de san Eugendo, abad de Condat, que desde su adolescencia vivió en este monasterio, donde promovió la vida en común de los monjes.

   San Fulgencio de Ruspe, obispo y confesor   

En Ruspe, ciudad de Bizacena, san Fulgencio, obispo, quien, después de haber sido procurador de ese lugar, abrazó la vida monástica y fue constituido obispo. En la persecución desencadenada por los vándalos, sufrió mucho a causa de los arrianos y, exiliado a Cerdeña por el rey Trasamundo, pudo al fin regresar a Ruspe, donde dedicó el resto de su vida a alimentar a sus fieles con palabras de gracia y de verdad.

   San Claro, abad   

En Vienne, de Burgundia, san Claro, abad del monasterio de San Marcelo, que dejó a sus monjes un ejemplo de perfección religiosa.

   San Frodoberto, abad

En Troyes, ciudad de Neustria, san Frodoberto, fundador y primer abad del monasterio de Celle.

   San Guillermo de Dijon, abad

En el monasterio de Fécamp, en Normandía, muerte de san Guillermo, abad de San Benigno de Dijon, que al final de su vida dirigió con firmeza y prudencia a muchos monjes, distribuidos en cuarenta monasterios.

   San Odilón de Cluny, abad

En Souvigny, de Burgundia, muerte de san Odilón, abad de Cluny, que fue severo consigo mismo, pero dulce y misericordioso con los demás. Estableció treguas entre quienes estaban en lucha, y en tiempo de hambre ayudó a los necesitados con todas sus fuerzas. Fue el primero en establecer en sus monasterios la Conmemoración de todos los fieles difuntos, fijándola para el día siguiente a la solemnidad de Todos los Santos.

   Santa Zdislava, madre de familia

En Gablonné, en Bohemia, santa Zdislava, madre de familia, que prestó consuelo a los afligidos.

   Beato Hugolino de Gualdo Cattaneo, eremita   

En Gualdo Cattaneo, de la Umbría, beato Hugolino, que vivió como anacoreta.

   San José María Tomasi, religioso presbítero   

En Roma, san José María Tomasi, presbítero de la Orden de Clérigos Regulares Teatinos y cardenal, quien, deseando ardientemente la renovación del culto divino, se dedicó con tesón a la investigación y publicación de los textos y documentos litúrgicos más antiguos, así como a la catequesis de niños.

   Beatos Juan y Renato Lego, presbíteros y mártires 

En Avrillé, en las cercanías de Angers, en Francia, beatos Juan y Renato Lego, presbíteros y mártires, que fueron degollados durante la Revolución Francesa por haberse negado a pronunciar el execrable juramento impuesto al clero.

   San Vicente María Strambi, religioso y obispo   

En Roma, san Vicente María Strambi, obispo de Macerata y Tolentino, de la Congregación de la Pasión, que gobernó santamente las diócesis que tenía encomendadas y por su fidelidad hacia el Romano Pontífice fue desterrado.

   Beato Valentín Paquay, religioso presbítero

En la ciudad de Hasselt, cerca de Maastricht, en Bélgica, beato Valentín Paquay, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, quien se distinguió, por el admirable ejemplo de su caridad cristiana, en la predicación, en el ministerio de la reconciliación y en fomentar la devoción al Rosario, alcanzando, en su espíritu de humildad, una sublime santidad.

   San Segismundo Gorazdowski, presbítero y fundador   

En Lvov, ciudad de Ucrania, san Segismundo Gorazdowski, presbítero, originario de Polonia, que se distinguió por su amor al prójimo, por ser precursor en el empeño de proteger la vida y por fundar el Instituto de Hermanas de San José, dedicado a la atención de los pobres y abandonados.

   Beato Andrés Gómez Sáez, presbítero y mártir   

En el acantilado de Santander, España, beato Andrés Gómez Sáez, presbítero salesiano y mártir, arrojado al mar a causa de su fe.

   Beato Mariano Konopinski, presbítero y mártir 

En el campo de concentración de Dachau, cercano a Munich, en Alemania, beato Mariano Konopinski, presbítero y mártir, el cual, polaco de origen, falleció en la paz de Cristo a causa de las atrocidades que le infligieron los médicos de aquel lugar.

   Beato Luis Grozde, mártir

En Mirna, en la actual Eslovenia, beato Luis Grozde, mártir.


LITURGIA DE HOY

 

DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA


La solemnidad de santa María, Madre de Dios

115. El 1 de Enero, Octava de la Navidad, la Iglesia celebra la solemnidad de Santa María, Madre de Dios. La maternidad divina y virginal de María constituye un acontecimiento salvífico singular: para la Virgen fue presupuesto y causa de su gloria extraordinaria; para nosotros es fuente de gracia y de salvación, porque "por medio de ella hemos recibido al Autor de la vida".

La solemnidad del 1 de Enero, eminentemente mariana, ofrece un espacio particularmente apto para el encuentro entre la piedad litúrgica y la piedad popular: la primera celebra este acontecimiento con las formas que le son propias; la segunda, si está formada de manera adecuada, no dejará de dar vida a expresiones de alabanza y felicitación a la Virgen por el nacimiento de su Hijo divino, y de profundizar en el contenido de tantas fórmulas de oración, comenzando por la que resulta tan entrañable a los fieles: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores".

116. En Occidente el 1 de Enero es un día para felicitarse: es el inicio del año civil. Los fieles están envueltos en el clima festivo del comienzo del año y se intercambian, con todos, los deseos de "Feliz año". Sin embargo, deben saber dar a esta costumbre un sentido cristiano, y hacer de ella casi una expresión de piedad. Los fieles saben que "el año nuevo" está bajo el señorío de Cristo y por eso, al intercambiarse las felicitaciones y deseos, lo ponen, implícita o explícitamente, bajo el dominio de Cristo, a quien pertenecen los días y los siglos eternos (cfr. Ap 1,8; 22,13).

Con esta conciencia se relaciona la costumbre, bastante extendida, de cantar el 1 de Enero el himno Veni, creator Spiritus, para que el Espíritu del Señor dirija los pensamientos y las acciones de todos y cada uno de los fieles y de las comunidades cristianas durante todo el año.

117. Entre los buenos deseos, con los que hombres y mujeres se saludan el 1 de Enero, destaca el de la paz. El "deseo de paz" tiene profundas raíces bíblicas, cristológicas y navideñas; los hombres de todos los tiempos invocan el "bien de la paz" , aunque atentan contra él frecuentemente, y en el modo más violento y destructor: con la guerra.

La Sede Apostólica, partícipe de las aspiraciones profundas de los pueblos, desde el 1967, ha señalado para el 1 de Enero la celebración de la "Jornada mundial de la paz".

La piedad popular no ha permanecido insensible ante esta iniciativa de la Sede Apostólica y, a la luz del Príncipe de la paz recién nacido, convierte este día en un momento importante de oración por la paz, de educación en la paz y en los valores que están indisolublemente unidos a la misma, como la libertad, la solidaridad y la fraternidad, la dignidad de la persona humana, el respeto de la naturaleza, el derecho al trabajo y el carácter sagrado de la vida, y de denuncia de situaciones injustas, que turban las conciencias y amenazan la paz.

Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, en la Octava de la Natividad del Señor y en el día de su Circuncisión. Los Padres del Concilio de Éfeso la aclamaron como «Theotokos», porque en ella la Palabra se hizo carne, y acampó entre los hombres el Hijo de Dios, príncipe de la paz, cuyo nombre está por encima de todo otro nombre (elog. del Martirologio Romano).


Misa de la solemnidad (blanco).

MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. I de BVM («en la maternidad»), embolismos propios de la Octava en las PP.EE. No se puede decir la PE IV.

LECC.: vol. I (C).

- Núm 6, 22-27. Invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré.

 Sal 66. R. Que Dios tenga piedad y nos bendiga.

- Gál 4, 4-7. Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer.

- Lc 2, 16-21. Encontraron a María y a José y al niño. Y a los ocho días, le pusieron por nombre Jesús.

La liturgia de hoy celebra que la Virgen María, al haber dado a luz a la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, en ella encarnado, es verdaderamente la Madre de Dios y como tal la invocamos confiando en su intercesión por nosotros (cf. 1.ª orac.). El Hijo nació de una mujer bajo la ley. Por eso fue circuncidado a los ocho días de nacer y le pusieron por nombre Jesús, que significa Dios Salvador (cf. 2 lect. y Ev.). Al ser el primer día del año, la 1 lect. nos presenta la fórmula de bendición de los israelitas, que termina así: «El Señor se fije en ti y te conceda la paz». Hoy, en la Jornada Mundial por la Paz, la pedimos, por intercesión de santa María, Madre de Dios.

JORNADA POR LA PAZ (mundial y pontificia): Liturgia del día, alusión en la mon. de entrada y en la hom., intención en la orac. univ.
Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.

Liturgia de las Horas: oficio de la solemnidad. Te Deum. Comp. Dom. II.

Martirologio: elogs. del 2 de enero, pág. 89.

CALENDARIOS: HH. de Belén: Santa María, Madre de Dios, Nuestra Señora de Belén (S).

TERMINA LA 
OCTAVA DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR


Antífona de entrada
¡Salve, Madre santa!, Virgen, Madre del Rey, que gobierna cielo y tierra por los siglos de los siglos.

O bien: Cf. Is 9, 1. 5; Lc 1, 33

Hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor; y es admirable su nombre: Dios, Príncipe de la paz, Padre perpetuo; y su reino no tendrá fin.


Monición de entrada

Celebramos hoy la solemnidad de santa María, Madre de Dios, en la Octava de la Natividad y en el día de la circuncisión de su Hijo. Aclamamos a la Virgen María como la «Madre de Dios» porque en ella la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros el Hijo de Dios. En este primer día del año pedimos al Príncipe de la paz, el Hijo de María, que la paz verdadera que él trajo con su venida llegue a todos los pueblos de la tierra.


Acto penitencial

Todo como en el Ordinario de la Misa. Para la tercera fórmula pueden usarse las invocaciones propias del tiempo de Navidad o las proponen a continuación.

- Te que has venido a salvar al pueblo de sus pecados: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

- Tú el fruto bendito del vientre de María: Cristo, ten piedad.
R. Cristo ten piedad

- Tú que eres nuestra paz: Señor, ten piedad.
R. Señor ten piedad.


Monición al Gloria

Se dice Gloria. Puede introducirse con la siguiente monición.

Nuestra alabanza se eleva ahora a Dios, el Padre eterno, por Jesucristo, el Señor del tiempo, del año nuevo que hoy comenzamos.


Oración colecta

Oh, Dios, que por la maternidad virginal de santa María
entregaste a los hombres los bienes de la salvación eterna,
concédenos experimentar la intercesión de aquella
por quien hemos merecido recibir al autor de la vida,
tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
El, que vive y reina.

 

LECTURAS DE LA MISA

Audio y comentario del Evangelio de hoy (I)

Audio y comentario del Evangelio de hoy (II)


PRIMERA LECTURA
Invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré


Lectura del libro de los Números (Núm 6. 22-27)

EL SEÑOR habló a Moisés:
«Di a Aarón y a sus hijos, esta es la fórmula con la que bendeciréis a los hijos de Israel:
“El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti
y te conceda su favor.
El Señor te muestre tu rostro
y te conceda la paz”.
Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL (Sal 66, 2-3. 5. 6 y 8 [R.: 2a])

R. Que Dios tenga piedad y nos bendiga.

V. Que Dios tenga piedad nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

R. Que Dios tenga piedad y nos bendiga.

V. Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia
y gobiernas las naciones de la tierra.

R. Que Dios tenga piedad y nos bendiga.

V. Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
todos los confines de la tierra.

R. Que Dios tenga piedad y nos bendiga.


SEGUNDA LECTURA
Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (Gál 4, 4-7)

HERMANOS:
Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos la adopción filial.
Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: «¡“Abba”, Padre!». Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


Aleluya Heb 1, 1-2
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. En muchas ocasiones habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo. R.


EVANGELIO
Encontraron a María y a José y al niño. Y a los ocho días, le pusieron por nombre Jesús

╬ Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 2, 16-21)
R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

 

SANTA MISA EN LA SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS
LIV JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Basílica de San Pedro. Viernes, 1 de enero de 2021

[Homilía del Santo Padre, leída por Su Eminencia el Cardenal Pietro Parolin]


Las lecturas de la liturgia de hoy resaltan tres verbos, que se cumplen en la Madre de Dios: bendecir, nacer y encontrar.

Bendecir. En el Libro de los Números el Señor pide que los ministros sagrados bendigan a su pueblo: «Bendeciréis a los hijos de Israel: “El Señor te bendiga”» (6,23-24). No es una exhortación piadosa, sino una petición concreta. Y es importante que también hoy los sacerdotes bendigan al Pueblo de Dios, sin cansarse; y que además todos los fieles sean portadores de bendición, que bendigan. El Señor sabe que necesitamos ser bendecidos: lo primero que hizo después de la creación fue decir bien de cada cosa y decir muy bien de nosotros. Pero ahora, con el Hijo de Dios, no recibimos sólo palabras de bendición, sino la misma bendición: Jesús es la bendición del Padre. En Él el Padre, dice san Pablo, nos bendice «con toda clase de bendiciones» (Ef 1,3). Cada vez que abrimos el corazón a Jesús, la bendición de Dios entra en nuestra vida.

Hoy celebramos al Hijo de Dios, el Bendito por naturaleza, que viene a nosotros a través de la Madre, la bendita por gracia. María nos trae de ese modo la bendición de Dios. Donde está ella llega Jesús. Por eso necesitamos acogerla, como santa Isabel, que la hizo entrar en su casa, inmediatamente reconoció la bendición y dijo: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!» (Lc 1,42). Son las palabras que repetimos en el Avemaría. Acogiendo a María somos bendecidos, pero también aprendemos a bendecir. La Virgen, de hecho, enseña que la bendición se recibe para darla. Ella, la bendita, fue bendición para todos los que la encontraron: para Isabel, para los esposos de Caná, para los Apóstoles en el Cenáculo… También nosotros estamos llamados a bendecir, a decir bien en nombre de Dios. El mundo está gravemente contaminado por el decir mal y por el pensar mal de los demás, de la sociedad, de sí mismos. Pero la maldición corrompe, hace que todo degenere, mientras que la bendición regenera, da fuerza para comenzar de nuevo cada día. Pidamos a la Madre de Dios la gracia de ser para los demás portadores gozosos de la bendición de Dios, como ella lo es para nosotros.

El segundo verbo es nacer. San Pablo remarca que el Hijo de Dios ha «nacido de una mujer» (Gal 4,4). En pocas palabras nos dice una cosa maravillosa: que el Señor nació como nosotros. No apareció ya adulto, sino niño; no vino al mundo él solo, sino de una mujer, después de nueve meses en el seno de la Madre, a quien dejó que formara su propia humanidad. El corazón del Señor comenzó a latir en María, el Dios de la vida tomó el oxígeno de ella. Desde entonces María nos une a Dios, porque en ella Dios se unió a nuestra carne para siempre. María —le gustaba decir a san Francisco— «ha convertido en hermano nuestro al Señor de la majestad» (San Buenaventura, Legenda major, 9,3). Ella no es sólo el puente entre Dios y nosotros, es más todavía: es el camino que Dios ha recorrido para llegar a nosotros y es la senda que debemos recorrer nosotros para llegar a Él. A través de María encontramos a Dios como Él quiere: en la ternura, en la intimidad, en la carne. Sí, porque Jesús no es una idea abstracta, es concreto, encarnado, nació de mujer y creció pacientemente. Las mujeres conocen esta concreción paciente, nosotros los hombres somos frecuentemente más abstractos y queremos las cosas inmediatamente; las mujeres son concretas y saben tejer con paciencia los hilos de la vida. Cuántas mujeres, cuántas madres de este modo hacen nacer y renacer la vida, dando un porvenir al mundo.

No estamos en el mundo para morir, sino para generar vida. La Santa Madre de Dios nos enseña que el primer paso para dar vida a lo que nos rodea es amarlo en nuestro interior. Ella, dice hoy el Evangelio, “conservaba todo en su corazón” (cf. Lc 2,19). Y es del corazón que nace el bien: qué importante es tener limpio el corazón, custodiar la vida interior, la oración. Qué importante es educar el corazón al cuidado, a valorar a las personas y las cosas. Todo comienza ahí, del hacerse cargo de los demás, del mundo, de la creación. No sirve conocer muchas personas y muchas cosas si no nos ocupamos de ellas. Este año, mientras esperamos una recuperación y nuevos tratamientos, no dejemos de lado el cuidado. Porque, además de la vacuna para el cuerpo se necesita la vacuna para el corazón: y esta vacuna es el cuidado. Será un buen año si cuidamos a los otros, como hace la Virgen con nosotros.

El tercer verbo es encontrar. El Evangelio nos dice que los pastores «encontraron a María y a José, y al Niño» (v. 16). No encontraron signos prodigiosos y espectaculares, sino una familia sencilla. Allí, sin embargo, encontraron verdaderamente a Dios, que es grandeza en lo pequeño, fortaleza en la ternura. Pero, ¿cómo hicieron los pastores para encontrar este signo tan poco llamativo? Fueron llamados por un ángel. Tampoco nosotros habríamos encontrado a Dios si no hubiésemos sido llamados por gracia. No podíamos imaginar un Dios semejante, que nace de una mujer y revoluciona la historia con la ternura, pero por gracia lo hemos encontrado. Y hemos descubierto que su perdón nos hace renacer, que su consuelo enciende la esperanza, y su presencia da una alegría incontenible. Lo hemos encontrado, pero no debemos perderlo de vista. El Señor, de hecho, no se encuentra una vez para siempre: sino que hemos de encontrarlo cada día. Por eso el Evangelio describe a los pastores siempre en búsqueda, en movimiento: “fueron corriendo, encontraron, contaron, se volvieron dando gloria y alabanza a Dios” (cf. vv. 16-17.20). No eran pasivos, porque para acoger la gracia es necesario mantenerse activos.

Y nosotros, ¿qué debemos encontrar al inicio de este año? Sería hermoso encontrar tiempo para alguien. El tiempo es una riqueza que todos tenemos, pero de la que somos celosos, porque queremos usarla sólo para nosotros. Hemos de pedir la gracia de encontrar tiempo: tiempo para Dios y para el prójimo: para el que está solo, para el que sufre, para el que necesita ser escuchado y cuidado. Si encontramos tiempo para regalar, nos sorprenderemos y seremos felices, como los pastores. Que la Virgen, que ha llevado a Dios en el tiempo, nos ayude a dar nuestro tiempo. Santa Madre de Dios, a ti te consagramos el nuevo año. Tú, que sabes custodiar en el corazón, cuídanos. Bendice nuestro tiempo y enséñanos a encontrar tiempo para Dios y para los demás. Nosotros con alegría y confianza te aclamamos: ¡Santa Madre de Dios! Y que así sea.

Monición al Credo
Se dice Credo. Puede introducirse con la siguiente monición.


En el comienzo de este año de gracia, confesamos nuestra fe en el Dios eterno, que se ha manifestado en el tiempo con sus intervenciones salvadoras.


Oración de los fieles

Oremos al Señor, nuestro Dios, que con su mirada abarca los tiempos y el universo.

- Por la Iglesia, que peregrina por este mundo en el transcurso de los siglos hasta el gran día de Jesucristo, para que realice fielmente su misión. Roguemos al Señor.

- Por todas las naciones, para que, superando la guerra y toda clase de violencia, pongan sus riquezas en común al servicio de la gran familia humana. Roguemos al Señor.

- Por nuestra patria, por el rey y el gobierno, por todos los ciudadanos para que procuremos todos con la mayor generosidad de ánimo lo que conviene al bien común. Roguemos al Señor.

- Por los que trabajan por la paz, la reconciliación de todos y el reconocimiento de los derechos humanos, para que sus esfuerzos no sean en vano. Roguemos al Señor.

- Por nuestra ciudad (nuestro pueblo) y por nosotros, aquí reunidos, para que el año que comenzamos sea para todos año de bienes, año de gracia. Roguemos al Señor.

Dios todopoderoso y eterno, 
que santificas el tiempo con tus intervenciones salvadoras,
concédenos la paz, que el mundo no puede dar,
para que te sirvamos todos los días de nuestra vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Oración sobre las ofrendas

Oh, Dios, que generosamente das principio y cumplimiento a todo bien,
concede, a cuantos nos alegramos en la solemnidad de la santa Madre de Dios,
que, así como nos gloriamos del comienzo de la salvación,
nos alegremos de su plenitud.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Prefacio I de la Bienaventurada Virgen María
La Maternidad de María


En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria
en la maternidad de santa María, siempre virgen.
Porque ella concibió a tu único Hijo por obra del Espíritu Santo, 
y, sin perder la gloria de su virginidad, 
derramó sobre el mundo la luz eterna,
Jesucristo, Señor nuestro.

Por él, los ángeles alaban tu gloria,
te adoran las dominaciones, tiemblan las potestades,
los cielos, sus virtudes y los santos serafines
te celebran unidos en común alegría.

Permítenos asociarnos a sus voces
cantando humildemente tu alabanza:

Santo, Santo, Santo...



Antífona de comunión Heb 13, 8

Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.


Oración después de la comunión

Hemos recibido con alegría los sacramentos del cielo;
concédenos Señor, que nos ayuden para la vida eterna
a cuantos proclamamos a la Bienaventurada siempre Virgen María
Madre de tu Hijo y Madre de la Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Se puede utilizar la bendición solemne de la Santísima Virgen

Dios, que en su providencia amorosa quiso salvar al género humano
por el fruto bendito del seno de la Virgen María,
os colme de sus bendiciones.

R. Amén.

Que os acompañe siempre la protección de la Virgen,
por quien habéis recibido al Autor de la vida.

R. Amén.

Y a todos vosotros, reunidos hoy
para celebrar con devoción esta fiesta de María,
el Señor os conceda la alegría del Espíritu y los bienes de su reino.

R. Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.

R. Amén.


Pensamientos para el Evangelio de hoy

«El pueblo entero de la ciudad de Éfeso permaneció ansioso en espera de la resolución [del Sínodo sobre la Maternidad de María]… Cuando se supo que el autor de las blasfemias [Nestorio] había sido depuesto, todos a una voz comenzaron a glorificar a Dios» (San Cirilo de Alejandría).

«Jesús es el Hijo de Dios y, al mismo tiempo, es hijo de una mujer: María. Viene de Ella. Es de Dios y de María. Por eso la Madre de Jesús se puede y se debe llamar Madre de Dios, “Theotókos” (Concilio de Éfeso, año 431)» (Benedicto XVI).

«El concilio de Éfeso proclamó en el año 431 que María llegó a ser con toda verdad Madre de Dios mediante la concepción humana del Hijo de Dios en su seno: Madre de Dios, no porque el Verbo de Dios haya tomado de ella su naturaleza divina, sino porque es de Ella (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 466).


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