02 de enero - LUNES FERIA DEL TIEMPO DE NAVIDAD, feria, o SANTOS BASILIO MAGNO Y GREGORIO NACIANCENO, obispos y doctores de la Iglesia (MO)


  
  LUNES FERIA DEL TIEMPO DE NAVIDAD, feria de Navidad antes de Epifanía
  o SANTOS BASILIO MAGNO Y GREGORIO NACIANCENO,  obispos y doctores de la Iglesia (MO)
  Oficio propio de la Semana II del Salterio
  (Liturgia de las Horas, Tomo I: Oficio de Lecturas Laudes - TerciaSexta     Nona Vísperas - Completas)
 

NOTICIAS DE ACTUALIDAD

Terminado su camino en este mundo el Papa emérito Benedicto XVI ha pasado de este mundo al Padre


Benedicto XVI: Mi testamento espiritual
Publicado el documento redactado
por el Papa emérito el 29 de agosto de 2006


Benedicto PP XVI

Si en esta hora tardía de mi vida miro hacia atrás, hacia las décadas que he vivido, veo en primer lugar cuántas razones tengo para dar gracias. Ante todo, doy gracias a Dios mismo, dador de todo bien, que me ha dado la vida y me ha guiado en diversos momentos de confusión; siempre me ha levantado cuando empezaba a resbalar y siempre me ha devuelto la luz de su semblante. En retrospectiva, veo y comprendo que incluso los tramos oscuros y agotadores de este camino fueron para mi salvación y que fue en ellos donde Él me guió bien.

Doy las gracias a mis padres, que me dieron la vida en una época difícil y que, a costa de grandes sacrificios, con su amor prepararon para mí un magnífico hogar que, como una luz clara, ilumina todos mis días hasta el día de hoy. La clara fe de mi padre nos enseñó a nosotros los hijos a creer, y como señal siempre se ha mantenido firme en medio de todos mis logros científicos; la profunda devoción y la gran bondad de mi madre son un legado que nunca podré agradecerle lo suficiente. Mi hermana me ha asistido durante décadas desinteresadamente y con afectuoso cuidado; mi hermano, con la claridad de su juicio, su vigorosa resolución y la serenidad de su corazón, me ha allanado siempre el camino; sin su constante precederme y acompañarme, no habría podido encontrar la senda correcta.

De corazón doy gracias a Dios por los muchos amigos, hombres y mujeres, que siempre ha puesto a mi lado; por los colaboradores en todas las etapas de mi camino; por los profesores y alumnos que me ha dado. Con gratitud los encomiendo todos a Su bondad. Y quiero dar gracias al Señor por mi hermosa patria en los Prealpes bávaros, en la que siempre he visto brillar el esplendor del Creador mismo. Doy las gracias al pueblo de mi patria porque en él he experimentado una y otra vez la belleza de la fe. Rezo para que nuestra tierra siga siendo una tierra de fe y les ruego, queridos compatriotas: no se dejen apartar de la fe. Y, por último, doy gracias a Dios por toda la belleza que he podido experimentar en todas las etapas de mi viaje, pero especialmente en Roma y en Italia, que se ha convertido en mi segunda patria.

A todos aquellos a los que he agraviado de alguna manera, les pido perdón de todo corazón.

Lo que antes dije a mis compatriotas, lo digo ahora a todos los que en la Iglesia han sido confiados a mi servicio: ¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir! A menudo parece como si la ciencia -las ciencias naturales, por un lado, y la investigación histórica (especialmente la exégesis de la Sagrada Escritura), por otro- fuera capaz de ofrecer resultados irrefutables en desacuerdo con la fe católica. He vivido las transformaciones de las ciencias naturales desde hace mucho tiempo, y he visto cómo, por el contrario, las aparentes certezas contra la fe se han desvanecido, demostrando no ser ciencia, sino interpretaciones filosóficas que sólo parecen ser competencia de la ciencia. Desde hace sesenta años acompaño el camino de la teología, especialmente de las ciencias bíblicas, y con la sucesión de las diferentes generaciones, he visto derrumbarse tesis que parecían inamovibles y resultar meras hipótesis: la generación liberal (Harnack, Jülicher, etc.), la generación existencialista (Bultmann, etc.), la generación marxista. He visto y veo cómo de la confusión de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo.

Por último, pido humildemente: recen por mí, para que el Señor, a pesar de todos mis pecados y defectos, me reciba en la morada eterna. A todos los que me han sido confiados, van mis oraciones de todo corazón, día a día.




Misa de acción de gracias por los 50 años de la ordenación sacerdotal del Obispo Emérito de Huelva




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SANTORAL DE HOY

Elogio: Memoria de san Basilio Magno y san Gregorio Nacianceno, obispos y doctores de la Iglesia. Basilio, obispo de Cesarea de Capadocia, apodado «Magno» por su doctrina y sabiduría, enseñó a los monjes la meditación de la Escritura, el trabajo en la obediencia y la caridad fraterna, ordenando su vida según las reglas que él mismo redactó. Con sus egregios escritos educó a los fieles y brilló por su trabajo pastoral en favor de los pobres y de los enfermos. Falleció el día uno de enero del año 379. Gregorio, amigo suyo, fue obispo de Sancina, en Constantinopla, y finalmente de Nacianzo. Defendió con vehemencia la divinidad del Verbo, y mereció por ello ser llamado «Teólogo». Murió el 25 de enero del año 390. La Iglesia se alegra de celebrar conjuntamente la memoria de tan grandes doctores.


Otros santos de este día:

   San Telesforo, papa mártir   

En Roma, muerte de san Telesforo, papa, que, según recuerda san Ireneo, fue el séptimo sucesor de los apóstoles y sufrió un glorioso martirio.

   Santos Argeo, Narciso y Marcelino, mártires

En el territorio de Cori, a treinta miliarios de la ciudad de Roma, santos Argeo, Narciso y Marcelino, mártires.

   San Teodoro de Marsella, obispo

En Marsella, ciudad de Provenza, en la Galia, san Teodoro, obispo, que, esforzándose en establecer la disciplina eclesiástica, fue objeto de persecución por parte de los reyes Childeberto y Guntramno, quienes le exiliaron por tres veces.

   San Bladulfo, monje y presbítero

En el monasterio de Bobbio, en la región de la Emilia, san Bladulfo, presbítero y monje, discípulo de san Columbano.

   San Juan Bueno, obispo   

En Milán, ciudad de Lombardía, san Juan Bueno, obispo, que restituyó a esta población la sede episcopal, anteriormente trasladada por causa de los lombardos a la ciudad de Génova. Por su fe y sus buenas costumbres fue grato a Dios y a los hombres.

   San Vincenciano, eremita   

En la región de Tulle, en Aquitania, san Vincenciano, eremita.

   San Mainquino de Luimneach, obispo

En Luimneach, ciudad de Hibernia, san Mainquino, celebrado como obispo.

   San Adalardo, abad   

En el monasterio de Corbie, en la Galia Ambianense, san Adalardo, abad, quien dispuso las cosas para que todos tuviesen lo necesario, de modo que nadie abundase en lo superfluo o pereciese por la miseria, y así dieran alabanza a Dios.

   San Airaldo de Maurienne, monje y obispo

En Maurienne, en la Saboya, san Airaldo, obispo, que, tanto en la soledad de Portes como en la sede de Maurienne, supo conciliar la prudencia del pastor con la austeridad y las costumbres de los cartujos.

   San Silvestre, abad

En Troina, en Sicilia, san Silvestre, abad, que vivió bajo la disciplina de los santos Padres de Oriente.

   Beato Marcolino Amanni, religioso presbítero   

En Forlí, en la Emilia, beato Marcolino Amanni, presbítero de la Orden de Predicadores, que, en el silencio y la soledad, dedicó con gran sencillez toda su vida al servicio de los pobres y de los niños.

   Beata Estefanía Quinzani, virgen   

En Soncino, de la Lombardía, beata Estefanía Quinzani, virgen, de la Tercera Orden de Santo Domingo, dedicada enteramente a la contemplación de la Pasión del Señor y a la instrucción cristiana de las jóvenes.

   Beatos Guillermo Repin y Lorenzo Bâtard, presbíteros y mártires   

En la ciudad de Angers, en Francia, beatos Guillermo Repin y Lorenzo Bâtard, presbíteros y mártires, que fueron guillotinados durante la Revolución Francesa por su fidelidad a la Iglesia.

   Beata María Ana Soureau-Blondin, virgen y fundadora   

En la ciudad de Lachine, en la provincia canadiense de Quebec, beata María Ana (María Stella) Soureau-Blondin, virgen, la cual, aunque analfabeta en su juventud, fundó la Congregación de las Hermanas de Santa Ana, para la educación de los hijos de los campesinos, y dio siempre muestras de un carisma extraordinario en favor de la enseñanza a los jóvenes.

   Beatos Pedro Cortasa Monclús y tres compañeros, religiosos mártires   

En Novales (Cantabria), España, beatos Pedro (Jaime) Cortasa Monclús, Narciso (Baldomero) Arribas Arnáiz, Néstor Eugenio (Tesifonte) Ortega Villamudrio, Columbanus Paul (Henri) Oza Motinot, religiosos de los Hermanos Maristas, mártires de la persecución religiosa en época de la Guerra Civil.


LITURGIA DE HOY

Misa de la memoria (blanco).

MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Nav. o del común.

LECC.: vol. II.

- 1 Jn 2, 22-28. Lo que habéis oído desde el principio permanezca en

vosotros.

- Sal 97. R. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de

nuestro Dios.

- Jn 1, 19-28. El que viene detrás de mí.

o bien: cf. vol. IV.


Liturgia de las Horas: oficio de la memoria.

Martirologio: elogs. del 3 de enero, pág. 91.


CALENDARIOS: Zaragoza: Conmemoración de la venida de la Santísima Virgen a Zaragoza (F).

Granada: Nuestra Señora Auxilio de los Cristianos (MO).

Jaca: Conmemoración de la Venida de Nuestra Señora del Pilar (MO).


Antífona de entrada Sal 36, 30-31

Los pueblos proclamen la sabiduría de los santos, y la Iglesia cante sus alabanzas; sus nombres vivirán por los siglos de los siglos.


Oración Colecta
Dios nuestro, que te dignaste instruir a tu Iglesia
con los ejemplos y enseñanzas
de los santos obispos Basilio Magno y Gregorio Nacianceno,
haz que aprendamos humildemente tu verdad
y por la caridad la pongamos en práctica.


LECTURAS DE LA MISA

Audio y comentario del Evangelio de hoy (II)


PRIMERA LECTURA
Lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (1 Jn 2, 22-28)

HIJOS MÍOS: ¿Quién es el mentiroso, sino aquel que niega que Jesús es Cristo? Ése es el anticristo, porque niega al Padre y al Hijo. Nadie que niegue al Hijo posee al Padre; pero quien reconoce al Hijo, posee también al Padre.

Que permanezca, pues, en ustedes lo que desde el principio han oído. Si permanece en ustedes lo que han oído desde el principio, también ustedes permanecerán en el Hijo y en el Padre. Ésta es la promesa que él mismo nos hizo: la vida eterna.

Les he escrito esto, pensando en aquellos que tratan de inducirlos al error. Recuerden que la unción que de él han recibido, permanece en ustedes y no necesitan enseñanzas de nadie; esta unción, que es verdad y no mentira, los ilustra a través de todas las cosas; permanezcan, pues, en él, como la unción les enseña.

Así pues, hijos míos, permanezcan en él, para que, cuando él se manifieste, tengamos plena confianza y no nos veamos confundidos por él en el día de su venida.


SALMO RESPONSORIAL (Sal 97, 1bcde. 2-3ab. 3cd-4)

R/. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.

Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.

Aclamación antes del Evangelio Hb 1. 1-2

R/. Aleluya, aleluya.
En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros padres, por boca de los profetas.
Ahora, en estos tiempos, que son los últimos,
nos ha hablado por medio de su Hijo. R/.


EVANGELIO
El que viene detrás de mí

Lectura del santo evangelio según san Juan (Jn 1, 19-28)

ÉSTE es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: “¿Quién eres tú?”
Él reconoció y no negó quién era. Él afirmó: “Yo no soy el Mesías”. De nuevo le preguntaron: “¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?” Él les respondió: “No lo soy”. “¿Eres el profeta?” Respondió: “No”. Le dijeron: “Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?” Juan les contestó: “Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Enderecen el camino del Señor’, como anunció el profeta Isaías”.
Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos, le preguntaron: “Entonces ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?” Juan les respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias”.
Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.


PALABRAS DEL SANTO PADRE

Las angustias, las dificultades y los sufrimientos atraviesan la vida de cada uno, todos nosotros lo conocemos; y muchas veces, la realidad que nos rodea parece ser inhóspita y árida, parecida al desierto en el que resonaba la voz de Juan Bautista, como recuerda el Evangelio de hoy (cf Juan 1, 23). Pero precisamente las palabras del Bautista revelan que nuestra alegría se sostiene sobre una certeza, que este desierto está habitado: «en medio de vosotros —dice— está uno a quien no conocéis» (v 26). Se trata de Jesús, el enviado del Padre que viene, como subraya Isaías «a anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad; a pregonar año de gracia de Yahveh» (61, 1-2). Él vino a la tierra para devolver a los hombres la dignidad y la libertad de los hijos de Dios que solo Él puede comunicar y a dar la alegría por esto. (Angelus, 17 diciembre 2017) 


Pensamientos para el Evangelio de hoy

«Atended a estos nuevos y estupendos prodigios: el Sol de justicia que se purifica en el Jordán; el fuego, sumergido en el agua; Dios santificado por el ministerio de un hombre. Hoy la creación entera resuena de Himnos: ‘Bendito el que viene en nombre del Señor’» (San Proclo de Constantinopla).

«Juan Bautista se “inclina” ante Dios. Es exactamente lo que hace el Redentor: Dios reside en lo alto, pero se inclina hacia abajo. Este mirar hacia abajo es un obrar: me transforma a mí y al mundo» (Benedicto XVI).

«La consagración mesiánica de Jesús manifiesta su misión divina (…). ‘El que ha sido ungido, es el Hijo, y lo ha sido en el Espíritu que es la Unción’ (S. Ireneo de Lyon). Su eterna consagración mesiánica fue revelada en el tiempo de su vida terrena en el momento de su bautismo por Juan (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 438).


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