MIÉRCOLES DE LA I SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria
PROGRAMA PARROQUIAL:
MIÉRCOLES, 12 DE ENERO
- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 h. a 13.30 h. y de 17.00 h. a 21.00 h.
- Horario de despacho: de lunes a viernes, de 10.30 h. a 13.30 h y de 17.00 h. a 20.00 h.
- Rezo del Santo Rosario (a las 19.00 h.) y Eucaristía del Miércoles de la I Semana del Tiempo Ordinario (a las 19.30 h.).
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
Audio de la Homilía del Martes 10.01.2022

SANTORAL DE HOY
Elogio: San Victoriano es uno de los primeros abades del monacato hispano-visigodo del que se tienen noticias en España; su Vita fue escrita en cinco capítulos y un prefacio por Francisco Diego de Aynsa e Yriarte (1586-1628) y está recogida en el Acta Sanctorum, siendo el único texto sobre el santo que figura en el mismo.
Elogio: San Victoriano es uno de los primeros abades del monacato hispano-visigodo del que se tienen noticias en España; su Vita fue escrita en cinco capítulos y un prefacio por Francisco Diego de Aynsa e Yriarte (1586-1628) y está recogida en el Acta Sanctorum, siendo el único texto sobre el santo que figura en el mismo.
Elogio: En Cesarea de Mauritania, san Arcadio, mártir, que se ocultó en tiempo de persecución, pero al ser detenido en su lugar un familiar suyo, se presentó espontáneamente al juez y, por negarse a sacrificar a los dioses, sufrió dolorosos tormentos hasta consumar su martirio.
Santos Tigrio y Eutropio, mártires
En Constantinopla, santos mártires Tigrio, presbítero, y Eutropio, lector, a los cuales, en tiempo del emperador Arcadio, se acusó falsamente de haber incendiado la iglesia principal y el palacio senatorial como reacción al destierro del obispo san Juan Crisóstomo, por lo que fueron sometidos al martirio bajo Optato, prefecto de la ciudad, partidario del culto a los falsos dioses y contrario a la religión cristiana.
Santa Cesárea, abadesa
En Arlés, ciudad de la Provenza, en la Galia, santa Cesárea, abadesa, hermana del obispo san Cesáreo, quien, para ella y para sus hermanas, escribió una Regla destinada a santas vírgenes.
San Ferreolo de Grenoble, obispo y mártir
En Grenoble, en Burgundia, san Ferreolo, obispo y mártir, que fue asesinado a golpes por un sicario, mientras predicaba a la multitud.
San Benito Biscop, abad
En Wearmouth, en Northumbría, san Benito Biscop, abad, que en las cinco peregrinaciones que hizo a Roma se trajo consigo maestros y muchos libros, para que los monjes reunidos en la clausura del monasterio, bajo la Regla de san Benito, progresaran en la ciencia del amor de Cristo, en bien de la Iglesia.
San Elredo de Rievaulx, abad
En el monasterio de Rievaulx, también en Northumbria, san Elredo, abad, el cual, educado en la corte del rey de Escocia, ingresó en la Orden Cisterciense. Fue maestro eximio de la vida monástica y promovió constante y suavemente, con su ejemplo y sus escritos, la vida espiritual y la amistad en Cristo.
San Martín de la Santa Cruz, religioso presbítero
En la ciudad de León, en España, san Martín de la Santa Cruz, presbítero y canónigo regular, que fue varón experto en Sagrada Escritura.
Beatos Luis Amagasu Uyemon, Pablo Nizhihori Shikibu y cincuenta y un compañeros, mártires
En Yonezawa, al norte del Japón, beatos Luis Amagasu Uyemon y Pablo Nizhihori Shikibu, samurais, y cincuenta y un compañeros, todos ellos laicos, familiares y sirvientes, y entre ellos muchos niños, que dieron testimonio cristiano, en medio del silencio y las lágrimas de amigos y conocidos.
San Bernardo de Corleone, religioso
En Palermo, ciudad de Sicilia, san Bernardo de Corleone, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, admirable por su caridad y eximio por su penitencia.
Santa Margarita Bourgeoys, virgen y fundadora
En Montreal, en la provincia de Quebec, en Canadá, santa Margarita Bourgeoys, virgen, que con gran voluntad reconfortó a los colonos y a los soldados, y trabajó asiduamente para asegurar la formación cristiana de las jóvenes, fundando para ello la Congregación de Nuestra Señora.
Beato Antonio Fournier, mártir
En Avrillé, cerca de Angers, en Francia, beato Antonio Fournier, mártir, que, artesano de oficio, fue fusilado durante la Revolución Francesa por su fidelidad a la Iglesia.
Beato Pedro Francisco Jamet, presbítero
En la ciudad de Caen, también en Francia, beato Pedro Francisco Jamet, presbítero, que se distinguió por su ayuda a las Religiosas Hermanas del Buen Salvador y por su trabajo para la restitución de la paz a la Iglesia, después de un tiempo de inestabilidad.
San Antonio María Pucci, religioso presbítero
En Viareggio, en la región de Toscana, en Italia, san Antonio María Pucci, presbítero de la Orden de los Siervos de María, el cual, párroco durante casi cincuenta años, se dedicó sobre todo a atender a los niños pobres y enfermos.
Beato Nicolás Bunkerd Kitbamrung, presbítero y mártir
En el lugar llamado Tomhom, cerca de la ciudad de Bangkok, en Tailandia, beato Nicolás Bunkerd Kitbamrung, presbítero y mártir, predicador eximio del Evangelio, que fue encarcelado en tiempo de persecución contra la Iglesia y, a causa de la tisis que contrajo ayudando a los enfermos, falleció de modo ejemplar.
Elogio: En Cesarea de Mauritania, san Arcadio, mártir, que se ocultó en tiempo de persecución, pero al ser detenido en su lugar un familiar suyo, se presentó espontáneamente al juez y, por negarse a sacrificar a los dioses, sufrió dolorosos tormentos hasta consumar su martirio.
Santos Tigrio y Eutropio, mártires
En Constantinopla, santos mártires Tigrio, presbítero, y Eutropio, lector, a los cuales, en tiempo del emperador Arcadio, se acusó falsamente de haber incendiado la iglesia principal y el palacio senatorial como reacción al destierro del obispo san Juan Crisóstomo, por lo que fueron sometidos al martirio bajo Optato, prefecto de la ciudad, partidario del culto a los falsos dioses y contrario a la religión cristiana.
Santa Cesárea, abadesa
En Arlés, ciudad de la Provenza, en la Galia, santa Cesárea, abadesa, hermana del obispo san Cesáreo, quien, para ella y para sus hermanas, escribió una Regla destinada a santas vírgenes.
San Ferreolo de Grenoble, obispo y mártir
En Grenoble, en Burgundia, san Ferreolo, obispo y mártir, que fue asesinado a golpes por un sicario, mientras predicaba a la multitud.
San Benito Biscop, abad
En Wearmouth, en Northumbría, san Benito Biscop, abad, que en las cinco peregrinaciones que hizo a Roma se trajo consigo maestros y muchos libros, para que los monjes reunidos en la clausura del monasterio, bajo la Regla de san Benito, progresaran en la ciencia del amor de Cristo, en bien de la Iglesia.
San Elredo de Rievaulx, abad
En el monasterio de Rievaulx, también en Northumbria, san Elredo, abad, el cual, educado en la corte del rey de Escocia, ingresó en la Orden Cisterciense. Fue maestro eximio de la vida monástica y promovió constante y suavemente, con su ejemplo y sus escritos, la vida espiritual y la amistad en Cristo.
San Martín de la Santa Cruz, religioso presbítero
En la ciudad de León, en España, san Martín de la Santa Cruz, presbítero y canónigo regular, que fue varón experto en Sagrada Escritura.
Beatos Luis Amagasu Uyemon, Pablo Nizhihori Shikibu y cincuenta y un compañeros, mártires
En Yonezawa, al norte del Japón, beatos Luis Amagasu Uyemon y Pablo Nizhihori Shikibu, samurais, y cincuenta y un compañeros, todos ellos laicos, familiares y sirvientes, y entre ellos muchos niños, que dieron testimonio cristiano, en medio del silencio y las lágrimas de amigos y conocidos.
San Bernardo de Corleone, religioso
En Palermo, ciudad de Sicilia, san Bernardo de Corleone, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, admirable por su caridad y eximio por su penitencia.
Santa Margarita Bourgeoys, virgen y fundadora
En Montreal, en la provincia de Quebec, en Canadá, santa Margarita Bourgeoys, virgen, que con gran voluntad reconfortó a los colonos y a los soldados, y trabajó asiduamente para asegurar la formación cristiana de las jóvenes, fundando para ello la Congregación de Nuestra Señora.
Beato Antonio Fournier, mártir
En Avrillé, cerca de Angers, en Francia, beato Antonio Fournier, mártir, que, artesano de oficio, fue fusilado durante la Revolución Francesa por su fidelidad a la Iglesia.
Beato Pedro Francisco Jamet, presbítero
En la ciudad de Caen, también en Francia, beato Pedro Francisco Jamet, presbítero, que se distinguió por su ayuda a las Religiosas Hermanas del Buen Salvador y por su trabajo para la restitución de la paz a la Iglesia, después de un tiempo de inestabilidad.
San Antonio María Pucci, religioso presbítero
En Viareggio, en la región de Toscana, en Italia, san Antonio María Pucci, presbítero de la Orden de los Siervos de María, el cual, párroco durante casi cincuenta años, se dedicó sobre todo a atender a los niños pobres y enfermos.
Beato Nicolás Bunkerd Kitbamrung, presbítero y mártir
En el lugar llamado Tomhom, cerca de la ciudad de Bangkok, en Tailandia, beato Nicolás Bunkerd Kitbamrung, presbítero y mártir, predicador eximio del Evangelio, que fue encarcelado en tiempo de persecución contra la Iglesia y, a causa de la tisis que contrajo ayudando a los enfermos, falleció de modo ejemplar.
LITURGIA DE HOY
LECTURAS
DE LA MISA
EN AQUEL TIEMPO, el joven Samuel servía al Señor al lado de Elí.
La palabra del Señor era rara en aquellos días y no eran frecuentes las
visiones.
Un día Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos habían comenzado a
debilitarse y no podía ver.
La lámpara de Dios aún no se había apagado y Samuel estaba acostado en el
templo del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios.
Entonces el Señor llamó a Samuel. Este respondió:
«Aquí estoy».
Corrió adonde estaba Elí y dijo:
«Aquí estoy, porque me has llamado».
Respondió:
«No te he llamado. Vuelve a acostarte».
Fue y se acostó.
El Señor volvió a llamar a Samuel.
Se levantó Samuel, fue adonde estaba Elí y dijo:
«Aquí estoy, porque me has llamado».
Respondió:
«No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte».
Samuel no conocía aún al Señor, ni se le había manifestado todavía la
palabra del Señor.
El Señor llamó a Samuel, por tercera vez. Se levantó, fue adonde estaba
Elí y dijo:
«Aquí estoy, porque me has llamado».
Comprendió entonces Elí que era el Señor el que llamaba al joven. Y dijo
a Samuel:
«Ve a acostarte. Y si te llama de nuevo, di: "Habla, Señor, que tu
siervo escucha"». Samuel fue a acostarse en su sitio.
El Señor se presentó y llamó como las veces anteriores:
«Samuel, Samuel».
Respondió Samuel:
«Habla, que tu siervo te escucha».
Samuel creció. El Señor estaba con él, y no dejó que se frustrara ninguna
de sus palabras. Todo Israel, desde Dan a Berseba, supo que Samuel era un
auténtico profeta del Señor.
EN AQUEL TIEMPO, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a
casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le
hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la
fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y
endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos
enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo
conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, cuando todavía era muy oscuro, se marchó a un
lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su
busca y, al encontrarlo, le dijeron:
«Todo el mundo te busca».
Él les responde:
«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí;
que para eso he salido».
Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los
demonios.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
El sufrimiento interior y físico de las personas suscita fuertes
interrogantes sobre el sentido de la enfermedad y del dolor y sobre el porqué
de la muerte. Se trata de preguntas existenciales, a las que la acción pastoral
de la Iglesia debe responder a la luz de la fe, teniendo ante sus ojos al Crucificado,
en el que se manifiesta todo el misterio salvífico de Dios Padre que, por amor
a los hombres, no perdonó ni a su propio Hijo (cf. Rm 8, 32). Por lo tanto,
cada uno de nosotros está llamado a llevar la luz de la palabra de Dios y la
fuerza de la gracia a quienes sufren y a cuantos los asisten, familiares,
médicos y enfermeros, para que el servicio al enfermo se preste cada vez más
con humanidad, con entrega generosa, con amor evangélico y con ternura. La
Iglesia madre, mediante nuestras manos, acaricia nuestros sufrimientos y cura
nuestras heridas, y lo hace con ternura de madre.
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