30 de enero - DOMINGO DE LA IV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 

   
DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO, (CICLO C)


PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 30 DE ENERO

- Horario de la parroquia: abierta de 10.00 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.

- Eucaristía del Domingo IV del Tiempo Ordinario (a las 11.00 h.). 

- Rezo del Santo Rosario (a las 19.00 h.) y Eucaristía II Vísperas del Domingo IV del Tiempo Ordinario (a las 19.30 h.). 


 


 NOTICIAS DE ACTUALIDAD







Explicación de la Presencia de Cristo en la Eucaristía



Nueva Misión parroquial
A partir del lunes 31 de enero


Catequesis para jóvenes y adultos

"Jesucristo quiere encontrarse contigo y cambiar tu vida. Ven y lo verás"




Portada

Alejandro Vélez quiso explorar la experiencia cristiana, incluyendo misa y confesión

Era ateo, se burlaba de la fe; su novia dijo «nada de sexo hasta el matrimonio»... y eso le cautivó

La profesora Ana Hidalgo prevé futuras sanciones por «opiniones basadas en la realidad»

Una feminista alerta de 10 amenazas de las leyes trans contra la ciencia y la libertad en el colegio

Cleyver, comunicador y seminarista, habla desde España de su país y su vocación

«En Venezuela han hecho de la santería religión oficial del gobierno, con gran influencia política»

Vídeos

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  Una mañanita de Fabiola Jaramillo

  Rezando en un Jerusalén nevado

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  El Foro de la Familia estudia con lupa el plan de natalidad de Ayuso: las cosas buenas y las malas

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Opinión

  Sobre la nueva regulación del aborto de Macron , por Cardenal Antonio Cañizares

Blogs

  Produciendo “sola”. Comentario para Matrimonios: Marcos 4, 26-34 , por ProyectoAmorConyugal.es

  Hoy el reto del amor es que recuerdes ese momento , por El Reto Del Amor


SANTORAL DE HOY

Elogio: En Roma, conmemoración de santa Martina, a quien el papa Dono dedicó una basílica a su nombre en el foro romano.

Patronazgos: patrona de Roma y de las mujeres en período de lactancia.

   San Matías de Jerusalén, obispo   

En Jerusalén, san Matías, obispo, que descansó en paz después de soportar muchos sufrimientos por la causa de Cristo.

   San Barsimeo de Edesa, obispo   

En Edesa, de Osroene, san Barsimeo, obispo, que en tiempo del emperador Decio fue azotado por su fe en Cristo, y después, terminada la persecución y liberado de la cárcel, dedicó el resto de su vida a gobernar con total entrega la Iglesia a él encomendada.

   Santa Batilde, viuda y fundadora

En el monasterio de Chelle, en el territorio de París, santa Batilde, reina, que fundó un cenobio bajo la Regla de san Benito, al estilo del monasterio de Luxeuil, y, a la muerte de su esposo Clodoveo II, gobernó el reino de los francos. Cuando asumió su hijo el poder, se retiró al citado monasterio y vivió hasta su muerte bajo la observancia de la Regla.

   Santa Aldegunda, abadesa   

En el monasterio de Maubeuge, en Neustria, santa Aldegunda, abadesa, en tiempo del rey Dagoberto.

   San Armentario de Pavía, obispo   

En la ciudad de Pavía, en la Lombardía, san Armentario, obispo, que colocó solemnemente en la basílica de San Pedro in Coelo Aureo el cuerpo de san Agustín, trasladado por el rey Liutprando.

   San Teófilo el Joven, mártir   

Pasión de san Teófilo, llamado el Joven, mártir, que, siendo prefecto de la armada cristiana, fue apresado en Chipre y conducido a la presencia de Harun ar-Rashid, califa supremo de los sarracenos, y dado que ni las amenazas ni las promesas pudieron hacerle apostatar de Cristo, fue herido de muerte con la espada.

   San Lesmes, abad   

En la ciudad de Burgos, en Castilla la Vieja, san Lesmes, abad, que convirtió en monasterio la capilla de San Juan y el hospital de pobres contiguo.

   Beato Francisco Taylor, mártir   

En Dublín, en Irlanda, tránsito del beato Francisco Taylor, mártir, que, siendo padre de familia, pasó siete años en la cárcel a causa de su fe católica y, después de soportar tribulaciones en su ancianidad, terminó su martirio bajo el reinado de Jacobo I.

   Beatos Ogasawara Gen`ya, Miya Kagayama y trece compañeros, mártires   

En Kamamoto, Japón, beatos Ogasawara Gen`ya, su esposa Miya Kagayama, sus nueve hijos y cuatro sirvientes, que después de sufrir destierro y persecución y de pasar cuarenta días en la cárcel, fueron decapitados en el patio del templo budista Zengo-In.

   Santa Jacinta Mariscotti, virgen   

En Viterbo, en el Lacio, santa Jacinta Mariscotti, virgen de la Tercera Orden Regular de San Francisco, quien, después de perder quince años entregada a vanos placeres, abrazó con ardor la conversión y promovió confraternidades para la asistencia a los ancianos y para fomentar el culto a la Eucaristía.

   Beato Sebastián Valfré, religioso presbítero   

En Turín, ciudad del Piamonte, en Italia, beato Sebastián Valfré, presbítero de la Congregación del Oratorio, que con su entrega desinteresada ayudó a pobres, enfermos y encarcelados, y condujo a muchos hacia Cristo con su amistad y su eximia caridad.

   San Pablo Ho Hyob, mártir   

En Seúl, en Corea, san Pablo Ho Hyob, mártir, que, siendo soldado, fue encerrado en prisión por confesarse cristiano y, sometido a tormento, llegaron a ceder sus fuerzas, dando la impresión de retractarse, pero arrepentido y repuesto, él mismo se presentó ante el juez confirmando su fe en Cristo, por lo cual, encarcelado de nuevo, después de largo tiempo falleció a consecuencia del maltrato recibido.

   Santo Tomás Khuong, presbítero y mártir   

En Tonkin, actual Vietnam, santo Tomás Khuong, presbítero y mártir, que en la persecución bajo el emperador Tu Duc confesó con gran fuerza de ánimo ser cristiano. Fue encarcelado y, finalmente, de rodillas ante la Cruz, lo mataron a hachazos.

   San David Galván Bermúdez, presbítero y mártir

En la ciudad de Guadalajara, en México, san David Galván Bermúdez, presbítero y mártir, que durante la persecución mexicana, por defender la santidad del matrimonio, obtuvo la corona del martirio al ser fusilado sin previo juicio por los soldados.

   San Muciano María Viaux, religioso   

En Malonne, población de Bélgica, san Muciano María (Luis) Viaux, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que dedicó toda su vida, con constancia y generosidad, a la formación de los jóvenes.

   Beato Columba Marmión, abad   

En el monasterio de san Benito de Maredsous, también en Bélgica, beato Columba (José) Marmión, el cual, nacido en Irlanda y ordenado sacerdote, llegó a ser abad de aquel monasterio benedictino, donde se distinguió como padre del cenobio, guía de almas en el camino de la santidad, así como por su riqueza en doctrina espiritual y elocuencia.

   Beata Carmela García Moyón, catequista mártir   

En la localidad valenciana de Torrent, en España, beata Carmen García Moyón, mártir, maestra de la doctrina cristiana, que en la cruel persecución religiosa fue violada y quemada viva, a causa de su fe en Cristo.

   Beato Segismundo Pisarski, presbítero y mártir   

En la ciudad de Gdeszyn, en Polonia, beato Segismundo Pisarski, presbítero y mártir, que en tiempo de guerra, por no renunciar a su fe ante los perseguidores, fue fusilado junto a la parroquia del lugar.

   Beata Maria Bolognesi, laica   

En Rovigo, Italia, beata María Bolognesi, laica, que ofreció sus sufrimientos físicos y espirituales por la salvación del prójimo.


LITURGIA DE HOY

Misa del Domingo (verde).

MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.

LECC.: vol. I (C).

- Jer 1, 4-5. 17-19. Te constituí profeta de las naciones.
- Sal 70. R. Mi boca contará tu salvación, Señor.
- 1 Cor 12, 31 — 13, 13. Quedan la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor.
- Lc 4, 21-30. Jesús, como Elías y Eliseo, no solo es enviado a los judíos.


La oración colecta de hoy es un modelo de lo que todos lo días hemos de pedir: el amor a Dios y al prójimo. Porque si no tenemos en nosotros el don del amor de Dios, nuestra lucha contra el pecado será más difícil, así como el crecimiento en la virtud (cf. 2 lect.). El Ev. nos presenta la raíz del carácter misionero de la Iglesia: Jesús, como Elías y Eliseo, no fue enviado solo a los judíos. La 1 lect. hace referencia también a esa apertura de la predicación profética hacia los gentiles, cuando Dios le dice a Jeremías: «Te nombré profeta de los gentiles». Aunque llevar a todos el Evangelio nos pueda producir incomprensiones y persecuciones, no hemos de tener miedo porque el Señor está con nosotros para liberarnos.


Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.

Martirologio: elogs. del 31 de enero, pág. 138.


Antífona de entrada Sal 105, 17

Sálvanos, Señor. Dios nuestro, reúnenos de entre los gentiles: daremos gracias a tu santo nombre, y alabarte será nuestra gloria.


Monición de entrada

Nuestra celebración dominical nos recuerda que cada uno de nosotros hemos sido elegidos por el Señor. Cada eucaristía renueva en nosotros esta vocación y hace crecer en nosotros la fe, la esperanza y el amor, virtudes que son nuestro sustento y que nos hacen fuertes en Cristo. Con alegría nos disponemos, como comunidad, a participar de este sacramento de vida.

 Acto penitencial

Todo como en el Ordinario de la Misa. Para la tercera fórmula pueden usarse las siguientes invocaciones:

- Tú eres la Palabra de Dios; ayúdanos a superar nuestra incredulidad: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

-Tu Palabra es la verdad; en ti confiamos: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.

- Queremos escuchar tu Palabra y guardarla en nuestro corazón: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

En lugar del acto penitencial, se puede celebrar el rito de la bendición y de la aspersión del agua bendita.

Se dice Gloria.


Oración colecta
Señor, Dios nuestro, concédenos adorarte con toda el alma 
 amar a todos los hombres con afecto espiritual.
Por nuestro Señor Jesucristo.

LECTURAS DE LA MISA

Audio y comentario del Evangelio de hoy (I)

Audio y comentario del Evangelio de hoy (II)


PRIMERA LECTURA
Te constituí profeta de las naciones

Lectura del libro de Jeremías (Jer 1, 4-5. 17-19)

EN LOS DÍAS de Josías, el Señor me dirigió la palabra:

«Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te constituí profeta de las naciones.

Tú cíñete los lomos:

prepárate para decirles todo lo que yo te mande. No les tengas miedo,
o seré yo quien te intimide.

Desde ahora te convierto en plaza fuerte,
en columna de hierro y muralla de bronce,
frente a todo el país:
frente a los reyes y príncipes de Judá,
frente a los sacerdotes y al pueblo de la tierra.
Lucharán contra ti, pero no te podrán,
porque yo estoy contigo para librarte
—oráculo del Señor—».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL (Sal 70, 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15ab y 17 [R.: cf. 15ab])

V. A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre.
Tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído y sálvame. 

R. Mi boca contará tu salvación, Señor.

V. Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. 

R. Mi boca contará tu salvación, Señor.

V. Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías.

R. Mi boca contará tu salvación, Señor.

V. Mi boca contará tu justicia,
y todo el día tu salvación,
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. 

R. Mi boca contará tu salvación, Señor.

 
SEGUNDA LECTURA (forma larga)
Quedan la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1 Cor 12, 31 — 13, 13)

HERMANOS:

Ambicionad los carismas mayores. Y aún os voy a mostrar un camino más excelente.

Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde.

Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada.

Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría.

El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.

Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca.

Las profecías, por el contrario, se acabarán; las lenguas cesarán; el conocimiento se acabará.
Porque conocemos imperfectamente e imperfectamente profetizamos; mas, cuando venga lo perfecto, lo imperfecto se acabará.

Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, acabé con las cosas de niño.

Ahora vemos como en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios.

En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

 
SEGUNDA LECTURA (forma breve)
Quedan la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1 Cor 13, 4-13)

HERMANOS:

El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.

Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca.

Las profecías, por el contrario, se acabarán; las lenguas cesarán; el conocimiento se acabará.
Porque conocemos imperfectamente e imperfectamente profetizamos; mas, cuando venga lo perfecto, lo imperfecto se acabará.

Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, acabé con las cosas de niño.

Ahora vemos como en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios.

En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor.


Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
 
 
Aleluya Lc 4, 18
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. El Señor me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad. R.


EVANGELIO
Jesús, como Elías y Eliseo, no solo es enviado a los judíos

╬ Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 4, 21-30)
R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, Jesús comenzó a decir en la sinagoga:

«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».

Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.

Y decían:

«¿No es este el hijo de José?».

Pero Jesús les dijo:

«Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún».

Y añadió:

«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio».

Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.

 
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.


Papa Francisco
ÁNGELUS. Plaza de San Pedro. Domingo, 3 de febrero de 2019

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El domingo pasado, la liturgia proponía el episodio de la sinagoga de Nazaret, donde Jesús lee un pasaje del profeta Isaías y al final revelan que esas palabras se cumplen “hoy” en él. Jesús se presenta como aquel en quien se posó el Espíritu del Señor, el Espíritu Santo que lo consagró y lo envió a cumplir la misión de salvación para la humanidad. El Evangelio de hoy (cf. Lc 4, 21-30) es la continuación de esa historia y nos muestra el asombro de sus paisanos al ver que uno de su pueblo, «el hijo de José» (v.22), pretende ser el Cristo, el enviado del Padre.

Jesús, con su capacidad de penetrar en las mentes y los corazones, entiende inmediatamente lo que piensan sus paisanos. Creen que, dado que él es uno de ellos, deba demostrar esta extraña “pretensión” haciendo milagros allí, en Nazaret, como había hecho en los pueblos vecinos (cf. v. 23). Pero Jesús no quiere y no puede aceptar esta lógica, porque no corresponde al plan de Dios: Dios quiere fe, ellos quieren milagros, señales; Dios quiere salvar a todos, y ellos quieren un Mesías en su beneficio. Y para explicar la lógica de Dios, Jesús pone el ejemplo de dos grandes profetas antiguos: Elías y Eliseo, a quienes Dios envió para sanar y salvar a personas no judías, de otros pueblos, pero que habían confiado en su palabra.

Ante esta invitación a abrir sus corazones a la gratuidad y universalidad de la salvación, los ciudadanos de Nazaret se rebelan, e incluso adoptan una actitud agresiva, que degenera hasta el punto de que «levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad y le llevaron a una altura escarpada del monte [...], para despeñarlo» (v. 29). La admiración del primer momento se había convertido en una agresión, una rebelión contra él.

Y este Evangelio nos muestra que el ministerio público de Jesús comienza con un rechazo y con una amenaza de muerte, paradójicamente por parte de sus paisanos. Jesús, al vivir la misión que el Padre le confió, sabe que debe enfrentar la fatiga, el rechazo, la persecución y la derrota. Un precio que, ayer como hoy, la auténtica profecía está llamada a pagar. El duro rechazo, sin embargo, no desanima a Jesús, ni detiene el camino ni la fecundidad de su acción profética. El sigue adelante por su camino (cf. v. 30), confiando en el amor del Padre.
También hoy el mundo necesita ver en los discípulos del Señor, profetas, es decir, personas valientes y perseverantes en responder a la vocación cristiana. Gente que sigue el “empuje” del Espíritu Santo, que los envía a anunciar esperanza y salvación a los pobres y excluidos; personas que siguen la lógica de la fe y no de la milagrería; personas dedicadas al servicio de todos, sin privilegios ni exclusiones. En resumen: las personas que están abiertas a aceptar en sí mismas la voluntad del Padre y se comprometen a testimoniarla fielmente a los demás.

Recemos a María Santísima, para que podamos crecer y caminar con el mismo celo apostólico por el Reino de Dios que animó la misión de Jesús.

  

Papa Benedicto XVI
ÁNGELUS, Domingo 3 de febrero de 2013

Queridos hermanos y hermanas:

El Evangelio de hoy –tomado del capítulo cuarto de san Lucas– es la continuación del domingo pasado. Nos hallamos todavía en la sinagoga de Nazaret, el lugar donde Jesús creció y donde todos le conocen, a Él y a su familia. Después de un período de ausencia, ha regresado de un modo nuevo: durante la liturgia del sábado lee una profecía de Isaías sobre el Mesías y anuncia su cumplimiento, dando a entender que esa palabra se refiere a Él, que Isaías hablaba de Él. Este hecho provoca el desconcierto de los nazarenos: por un lado, "todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca" (Lc 4, 22); san Marcos refiere que muchos decían: "¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada?" (Mc 6, 2); pero por otro lado sus conciudadanos le conocen demasiado bien: "Es uno como nosotros –dicen–. Su pretensión no podía ser más que una presunción" (cf. La infancia de Jesús, 11). "¿No es éste el hijo de José?" (Lc 4, 22), que es como decir: un carpintero de Nazaret, ¿qué aspiraciones puede tener?

Conociendo justamente esta cerrazón, que confirma el proverbio "ningún profeta es bien recibido en su tierra", Jesús dirige a la gente, en la sinagoga, palabras que suenan como una provocación. Cita dos milagros realizados por los grandes profetas Elías y Eliseo en ayuda de no israelitas, para demostrar que a veces hay más fe fuera de Israel. En ese momento la reacción es unánime: todos se levantan y le echan fuera, y hasta intentan despeñarle; pero Él, con calma soberana, pasa entre la gente enfurecida y se aleja. Entonces es espontáneo que nos preguntemos: ¿cómo es que Jesús quiso provocar esta ruptura? Al principio la gente se admiraba de Él, y tal vez habría podido lograr cierto consenso... Pero esa es precisamente la cuestión: Jesús no ha venido para buscar la aprobación de los hombres, sino –como dirá al final a Pilato– para "dar testimonio de la verdad" (Jn 18, 37). El verdadero profeta no obedece a nadie más que a Dios y se pone al servicio de la verdad, dispuesto a pagarlo en persona. Es verdad que Jesús es el profeta del amor, pero el amor tiene su verdad. Es más, amor y verdad son dos nombres de la misma realidad, dos nombres de Dios. En la liturgia del día resuenan también estas palabras de san Pablo: "El amor... no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad" (1Co 13, 4-6). Creer en Dios significa renunciar a los propios prejuicios y acoger el rostro concreto en quien Él se ha revelado: el hombre Jesús de Nazaret. Y este camino conduce también a reconocerle y a servirle en los demás.
En esto es iluminadora la actitud de María. ¿Quién tuvo más familiaridad que ella con la humanidad de Jesús? Pero nunca se escandalizó como sus conciudadanos de Nazaret. Ella guardaba el misterio en su corazón y supo acogerlo cada vez más y cada vez de nuevo, en el camino de la fe, hasta la noche de la Cruz y la luz plena de la Resurrección. Que María nos ayude también a nosotros a recorrer con fidelidad y alegría este camino.

Se dice Credo.

 

Oración de los fieles (Año C)

Oremos al Señor nuestro Dios. El inclina su oído a nosotros y nos salva.

- Por los que han recibido la misión de anunciar el Evangelio para que lo anuncien sin temor, denunciando el pecado, llamando a la esperanza, consolando, iluminando. Roguemos al Señor.

- Por los que cumplen la ardua tarea de educar a los demás, para que enseñen con autoridad, con coherencia, con la palabra y el testimonio de vida. Roguemos al Señor.

- Por aquellos a quienes les cuesta reconocer la palabra de Dios en la envoltura de la palabra humana, para que sepan aceptarla con fe y humildad Roguemos al Señor.

- Por nosotros, para que no rechacemos la palabra de Dios que nos interpela, incluso cuando contradice nuestra manera de pensar y de vivir. Roguemos al Señor.

Señor, tú eres nuestra esperanza;
que nuestra boca pueda contar tu auxilio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

Oración sobre las ofrendas

Presentamos, Señor, estas ofrendas en tu altar
como signo de nuestro reconocimiento;
concédenos, al aceptarlas con bondad,
transformarlas en sacramento de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Prefacio IV Dominical del Tiempo Ordinario
Las etapas de La Historia de la Salvación en Cristo

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor,
Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.

Porque él, con su nacimiento, renovó la vieja condición humana;
con su pasión destruyó nuestro pecado;
al resucitar de entre los muertos, nos aseguró el acceso a la vida eterna;
y en su ascensión al Padre, abrió las puertas del cielo.

Por eso, con los ángeles y la multitud de los santos,
te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:

Santo, Santo, Santo…


Antífona de comunión Sal 30, 17-18

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia, Señor, no quede yo defraudado tras haber acudido a ti.

O bien: Mt 5, 3-4

Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.

Oración después de la comunión

Alimentados por estos dones de nuestra redención,
te suplicamos, Señor, que, con este auxilio de salvación eterna,
crezca continuamente la fe verdadera.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


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