DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)
PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 16 DE ENERO
- Horario de la
parroquia: abierta de 10.00 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- Exequias de +MANUEL GONZÁLEZ DOMÍNGUEZ, en la Capilla de San Sebastián (a las 10.00 h.).
- Eucaristía del
Domingo II del Tiempo Ordinario (a las 11.00 h.).
Para ver la transmisión en directo,
pincha aquí
- Rezo del Santo
Rosario (a las 10.00 h.) y Eucaristía II Vísperas del Domingo II del Tiempo
Ordinario (a las 19.30 h.).
Para ver la transmisión en directo,
pincha aquí
Elogio: En Roma, en el cementerio de Priscila, en la vía Salaria Nueva, sepultura de san Marcelo I, papa, que, como atestigua san Dámaso, fue un verdadero pastor, por lo que sufrió mucho. Fue expulsado de su patria y murió en el destierro tras ser denunciado falsamente ante el tirano por algunos que despreciaban la penitencia que les había impuesto.
Patronazgos: protector de los novios.
Refieren a este santo: Santos Papías y Mauro.
San Danacto, mártir
En la ciudad de Aulona, en Iliria, san Danacto, mártir.
San Melas de Rinocorura, obispo y confesor
En Rinocorura, en Egipto, san Melas, obispo, que en tiempo del emperador arriano Valente sufrió el destierro por su adhesión a la fe ortodoxa, tras lo cual descansó en paz.
San Honorato de Arlés, monje y obispo
En Arlés, ciudad de la Provenza, en la Galia, san Honorato, obispo, que fundó el célebre monasterio en la isla de Lérins y, después, aceptó regir la sede de Arlés.
San Jacobo de Moûtiers, obispo
En Moûtiers, en la Galia Vienense, san Jacobo, obispo, discípulo de san Honorato de Lérins.
San Ticiano de Oderzo, obispo
En la ciudad de Oderzo, en la región de Venecia, san Ticiano, obispo.
San Leobato, abad
En la región de Tours, en la Galia Lugdunense, conmemoración de san Leobato, abad, a quien su maestro, san Urso, designó como superior del monasterio recién fundado de Sénevière, el cual gobernó santamente hasta su vejez.
San Triverio, presbítero y eremita
En el lugar de Dombes, también en la Galia Lugdunense, san Triverio, presbítero, monje y finalmente eremita.
San Furseo, abad
En Mazerolles, junto al río Alteia, en la Galia, san Furseo, abad primero en Irlanda, después en Inglaterra y finalmente en la Galia, donde fundó el monasterio de Lagny.
Santa Juana de Bagno, virgen
En la ciudad de Bagno, de la Romagna, santa Juana, virgen, que, admitida en la Orden camaldulense, se distinguió por su obediencia y humildad.
Santos Berardo, Otón, Pedro, Acursio y Aiuto, mártires
En Marrakech, en el Magreb, santos mártires Berardo, Otón y Pedro, presbíteros, y Acursio y Aiuto, religiosos, todos de la Orden de los Hermanos Menores, que, enviados por san Francisco para anunciar el Evangelio a los musulmanes, fueron apresados en Sevilla y trasladados a Marrakech, donde les ajusticiaron con la espada por orden del príncipe de los sarracenos.
San José Vaz, religioso presbítero
En Kandy, ciudad de la isla de Ceilán, en el Océano Índico, san José Vaz, presbítero de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, que se entregó con admirable ardor a predicar el Evangelio por aquellas tierras, e incansablemente confirmó en la fe a los católicos que permanecían dispersos y escondidos.
Beato Luis Ormières, presbítero y fundador
En Gijón, Asturias, España, beato Luis Ormières, presbítero, fundador de las Hermanas del Ángel de la Guarda.
Beato José Antonio Tovini, laico
En Brescia, en Italia, beato José Antonio Tovini, el cual, siendo maestro, se ocupó en erigir numerosas escuelas cristianas y en promover la construcción de obras públicas, y en toda su actividad dejó testimonio de su oración y de sus virtudes.
Beata Juana María Condesa Lluch, virgen y fundadora
En Valencia, ciudad de España, beata Juana María Condesa Lluch, virgen, que, con solícita caridad y espíritu de sacrificio hacia los pobres, niños y, especialmente, hacia las mujeres que trabajaban fuera de casa, se entregó completamente a su atención. Fundó para su tutela la Congregación de Esclavas de María Inmaculada.
LITURGIA DE HOY
LAS BODAS DE CANÁ
Benedicto XVI, Jesús de
Nazaret 1
A primera vista, el milagro de Caná parece que se separa un poco de los
otros signos empleados por Jesús. ¿Qué sentido puede tener que Jesús
proporcione una gran cantidad de vino –unos 520 litros– para una fiesta
privada? Debemos, pues, analizar el asunto con más detalle, para comprender que
en modo alguno se trata de un lujo privado, sino de algo con mucho más alcance.
Para empezar, es importante la datación: "Tres días después había una boda
en Caná de Galilea" (Jn 2, 1). No está muy claro a qué fecha anterior hace
referencia con la indicación del tercer día; pero precisamente por eso parece
evidente que el evangelista otorga una gran importancia a esta indicación
temporal simbólica que él nos ofrece como clave para entender el episodio.
En el Antiguo Testamento, el tercer día hace referencia al día de la
teofanía como, por ejemplo, en el relato central del encuentro entre Dios e
Israel en el Sinaí: "Al amanecer del tercer día, hubo truenos y
relámpagos... El Señor había bajado sobre él en medio del fuego" (Ex 19,
16-18). Al mismo tiempo, es posible percibir aquí una referencia anticipada a
la teofanía final y decisiva de la historia: la resurrección de Cristo al
tercer día, en la cual los anteriores encuentros con Dios dejan paso a la
irrupción definitiva de Dios en la tierra; la resurrección en la cual se rasga
la tierra de una vez por todas, sumida en la vida misma de Dios. Se encuentra
aquí una alusión a que se trata de una primera manifestación de Dios que está
en continuidad con los acontecimientos del Antiguo Testamento, los cuales
llevan consigo un carácter de promesa y tienden a su cumplimiento. Los exegetas
han contado los días precedentes en los que, según el Evangelio de Juan, había
tenido lugar la elección de los discípulos (p. ej. Barrett, p. 213); concluyen
que este "tercer día" sería al mismo tiempo el sexto o séptimo desde
el comienzo de las llamadas; como séptimo día sería, por así decirlo, el día de
la fiesta de Dios para la humanidad, anticipo del sábado definitivo descrito,
por ejemplo, en la profecía de Isaías que se cita poco antes en el texto.
Hay otro elemento fundamental del relato relacionado con esta datación.
Jesús dice a María, su madre, que todavía no le ha llegado su "hora".
Eso significa, en primer lugar, que El no actúa ni decide simplemente por
iniciativa suya, sino en consonancia con la voluntad del Padre, siempre a
partir del designio del Padre. De modo más preciso, la "hora" hace
referencia a su "glorificación", en que cruz y resurrección, así como
su presencia universal a través de la palabra y el sacramento, se ven como un
todo único. La hora de Jesús, la hora de su "gloria", comienza en el
momento de la cruz y tiene su exacta localización histórica: cuando los
corderos de la Pascua son sacrificados, Jesús derrama su sangre como el
verdadero Cordero. Su hora procede de Dios, pero está fijada con extrema
precisión en el contexto de la historia, unida a una fecha litúrgica y,
precisamente por ello, es el comienzo de la nueva liturgia en "espíritu y verdad".
Cuando en aquel instante Jesús habla a María de su hora, está relacionando
precisamente ese momento con el del misterio de la cruz concebido como su
glorificación. Esa hora no había llegado todavía, esto se debía precisar antes
de nada. Y, no obstante, Jesús tiene el poder de anticipar esta
"hora" misteriosamente con signos. Por tanto, el milagro de Caná se
caracteriza como una anticipación de la hora y está interiormente relacionado
con ella.
¿Cómo podríamos olvidar que este conmovedor misterio de la anticipación
de la hora se sigue produciendo todavía? Así como Jesús, ante el ruego de su
madre, anticipa simbólicamente su hora y, al mismo tiempo, se remite a ella, lo
mismo ocurre siempre de nuevo en la Eucaristía: ante la oración de la Iglesia,
el Señor anticipa en ella su segunda venida, viene ya, celebra ahora la boda
con nosotros, nos hace salir de nuestro tiempo lanzándonos hacia aquella
"hora".
De esta manera comenzamos a entender lo sucedido en Caná. La señal de
Dios es la sobreabundancia. Lo vemos en la multiplicación de los panes, lo
volvemos a ver siempre, pero sobre todo en el centro de la historia de la
salvación: en el hecho de que se derrocha a sí mismo por la mísera criatura que
es el hombre. Este exceso es su "gloria". La sobreabundancia de Caná
es, por ello, un signo de que ha comenzado la fiesta de Dios con la humanidad,
su entregarse a sí mismo por los hombres. El marco del episodio –la boda– se
convierte así en la imagen que, más allá de sí misma, señala la hora mesiánica:
la hora de las nupcias de Dios con su pueblo ha comenzado con la venida de
Jesús. La promesa escatológica irrumpe en el presente.
En esto, la historia de Caná tiene un punto en común con el relato de san
Marcos sobre la pregunta que los discípulos de Juan y los fariseos hacen a
Jesús: "¿Por qué tus discípulos no guardan el ayuno?". La respuesta
de Jesús dice así: "Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el
novio está con ellos?" (cf. Mc 2, 18 s). Jesús se presenta aquí como el "novio"
de las nupcias prometidas de Dios con su pueblo, introduciendo así
misteriosamente su existencia, El mismo, en el misterio de Dios. En Jesús, de
manera insospechada, Dios y el hombre se hacen uno, se celebran las
"bodas", las cuales, sin embargo –y esto es lo que Jesús subraya en
su respuesta–, pasan por la cruz, por el momento en que el novio "será
arrebatado".
Hay que considerar todavía otros dos aspectos del relato de Caná para
sondear en cierta medida su profundidad cristológica: la autorrevelación de
Jesús y su "gloria", que se nos ofrece. El agua, que sirve para la
purificación ritual, se convierte en vino, en signo y don de la alegría
nupcial. Aquí aparece algo del cumplimiento de la Ley, que llega a su
culminación en el ser y actuar de Jesús.
No se niega la Ley, no se deja a un lado, sino que se lleva a
cumplimiento su intrínseca expectativa. La purificación ritual queda al fin y
al cabo como un rito, como un gesto de esperanza. Sigue siendo
"agua", al igual que lo sigue siendo ante Dios todo lo que el hombre
hace sólo con sus fuerzas humanas. La pureza ritual nunca es suficiente para
hacer al hombre "capaz" de Dios, para dejarlo realmente
"puro" ante Dios. El agua se convierte en vino. El don de Dios, que
se entrega a sí mismo, viene ahora en ayuda de los esfuerzos del hombre, y con
ello crea la fiesta de la alegría, una fiesta que solamente la presencia de
Dios y de su don pueden instituir.
La investigación de la historia de las religiones cita como paralelismo
precristiano del relato de Caná el mito de Dionisos, el dios que habría
descubierto la vid y a quien se atribuye la transformación del agua en vino, un
suceso mítico que se celebraba también litúrgicamente. El gran teólogo judío
Filón de Alejandría (c. 13 a.C. hasta c. 45/50 d.C.) dio a este relato una
nueva interpretación desmitificándolo: el verdadero dispensador del vino
–afirma– es el Logos divino; Él es quien nos proporciona la alegría, la
dulzura, el regocijo del vino verdadero. Pero además, Filón relaciona esta
teología del Logos, en la perspectiva de la historia de la salvación, con
Melquisedec, que presentó pan y vino para ofrecerlos en sacrificio. En
Melquisedec el Logos es quien actúa y nos ofrece los dones esenciales para el
ser humano; así, aparece al mismo tiempo como el sacerdote de una liturgia cósmica
(Barrett, pp. 211 s).
Es más que dudoso que Juan pensara en antecedentes de este tipo. Pero
dado que Jesús mismo al explicar su misión hace referencia al Salmo 110, en el
que aparece el sacerdocio de Melquisedec (cf. Mc 12, 35-37; Sal 110, 4); dado
que la Carta a los Hebreos –relacionada teológicamente con el Evangelio de
Juan– revela de forma precisa la teología de Melquisedec; dado que Juan
presenta a Jesús como el Logos de Dios y Dios mismo; dado, en fin, que el Señor
nos ha dado el pan y el vino como vehículos de la Nueva Alianza, seguramente
también es lícito razonar basándose en tales relaciones, y ver reflejado así en
el relato de Caná el misterio del Logos y su liturgia cósmica, en la cual el
mito de Dionisos es radicalmente transformado, pero también llevado a la verdad
que encierra.
Misa del Domingo (verde).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.
LECC.: vol. I (C).
- Is 62, 1-5. Se regocija el marido con su esposa.
- Sal 95. R. Contad las maravillas del Señor a todas las
naciones.
- 1 Cor 12, 4-11. El mismo y único Espíritu reparte a cada uno
en particular como él quiere.
- Jn 2, 1-11. Este fue el primero de los signos que Jesús
realizó en Caná de Galilea.
La Palabra de Dios este domingo nos presenta, por una parte, la realidad de la
Iglesia que funciona con los carismas y dones diversos que el Espíritu Santo da
a cada uno. Unos dones que son para servir a Dios y a los demás, cuya base son
la caridad y el amor (cf. orac. después de la comunión). Cada uno, pues, debe
descubrir sus dones y su vocación específica desde estos (2 lect.). Por otra
parte, la 1 lect. y el Ev. nos hablan del amor esponsal de Dios con su pueblo,
simbolizado en el vino agotado de la Anti- gua Alianza. Por Cristo se lleva a
cabo el vino nuevo de la Nueva Alianza: Cristo es el esposo, la Iglesia la
esposa. El matrimonio es el sacramento de ese amor eterno.
* JORNADA Y
COLECTA DE LA INFANCIA MISIONERA (mundial y pontificia: OMP): Liturgia del día,
alusión en la mon. de entrada y en la hom., intención en la orac. univ. y
colecta.
Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.
Martirologio: elogs. del 17 de enero, pág. 114.
CALENDARIOS: Plasencia: San Fulgencio de Écija, obispo (S).
Antífona de entrada Sal 65, 4
Que se postre ante ti, oh, Dios, la tierra entera; que toquen en tu honor; que
toquen para tu nombre, oh Altísimo.
Monición de entrada
Tras haber celebrado el ciclo de la manifestación del Señor (Adviento, Navidad,
Bautismo y Epifanía) hoy comenzamos la celebración de los misterios su vida
pública. Esto marca el comienzo del tiempo ordinario en el año litúrgico. Así,
nos reunimos para celebrar la eucaristía y manifestar la necesidad que tenemos
de ser alimentados y conducidos por él en todos los momentos de nuestra vida,
especialmente en lo cotidiano.
Acto penitencial
Todo como en el Ordinario de la Misa. Para la
tercera formula pueden usarse las siguientes invocaciones:
- Mediador de la nueva alianza: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Esposo de la Iglesia: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Nuevo Adán, Primogénito de la nueva creación: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
En lugar del acto penitencial, se puede celebrar el rito de la bendición y de
la aspersión del agua bendita.
Se dice Gloria.
Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno,
que gobiernas a un tiempo cielo y tierra,
escucha compasivo la oración de tu pueblo,
y concede tu paz a nuestros días.
Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Se
regocija el marido con su esposa
Lectura del libro del profeta Isaías (Is 62, 1-5)
POR AMOR a Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta
que rompa la aurora de su justicia, y su salvación llamee como antorcha.
Los pueblos verán tu justicia, y los reyes tu gloria; te pondrán un nombre
nuevo, pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu
Dios.
Ya no te llamarán «Abandonada», ni a tu tierra «Devastada»; a ti te llamarán
«Mi predilecta», y a tu tierra «Desposada», porque el Señor te prefiere a ti, y
tu tierra tendrá un esposo.
Como un joven se desposa con una doncella, así te desposan tus constructores.
Como se regocija el marido con su esposa, se regocija tu Dios contigo.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 95, 1-2a. 2b-3. 7-8a. 9-10a y c [R.: 3])
R. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
V. Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre.
R. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
V. Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.
R. Contad
las maravillas del Señor a todas las naciones.
V. Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor.
R. Contad
las maravillas del Señor a todas las naciones.
V. Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey:
él gobierna a los pueblos rectamente».
R. Contad
las maravillas del Señor a todas las naciones.
SEGUNDA LECTURA
El
mismo y único Espíritu reparte en particular como él quiere
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1 Cor
12, 4-11)
HERMANOS:
Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de
ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un
mismo Dios que obra todo en todos.
Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común.
Y así uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con
inteligencia, según el mismo Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe
el don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, don de curar. A éste le ha
concedido hacer milagros; a aquél, profetizar. A otro, distinguir los buenos y
malos espíritus. A uno, la diversidad de lenguas; a otro, el don de
interpretarlas.
El mismo y único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular
como él quiere.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Aleluya Cf. 2 Tes 2, 14
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V. Dios nos llamó por medio del Evangelio, para que sea nuestra la
gloria de nuestro Señor Jesucristo. R.
EVANGELIO
Este
fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea
╬ Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 2, 1-12)
R. Gloria a ti, Señor.
EN AQUEL TIEMPO, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús
estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice:
«No tienen vino».
Jesús le dice:
«Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora».
Su madre dice a los sirvientes:
«Haced lo que él os diga».
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los
judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dice:
«Llenad las tinajas de agua».
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les dice:
«Sacad ahora y llevadlo al mayordomo».
Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes
sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le
dice:
«Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el
peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».
Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así
manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Papa Francisco
ÁNGELUS. Plaza de San
Pedro. Domingo, 20 de enero de 2019
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El pasado domingo, con la fiesta del Bautismo del Señor, comenzamos el camino
del tiempo litúrgico llamado «ordinario»: el tiempo en el que seguir a Jesús en
su vida pública, en la misión por la cual el Padre lo envió al mundo. En el
Evangelio de hoy (cf. Juan 2, 1-11) encontramos el relato del primero de los
milagros de Jesús. El primero de estos signos milagrosos tiene lugar en la
aldea de Caná, en Galilea, durante la fiesta de una boda. No es casual que al
comienzo de la vida pública de Jesús haya una ceremonia nupcial, porque en él,
Dios se ha desposado con la humanidad: esta es la buena noticia, aunque los que
lo han invitado todavía no saben que a su mesa está sentado el Hijo de Dios y
que el verdadero novio es él. De hecho, todo el misterio del símbolo de Caná se
basa en la presencia de este esposo divino, Jesús, que comienza a revelarse.
Jesús se manifiesta como el esposo del pueblo de Dios, anunciado por los
profetas, y nos revela la profundidad de la relación que nos une a él: es una
nueva Alianza de amor.
En el contexto de la Alianza, se comprende plenamente el significado del
símbolo del vino, que está en el centro de este milagro. Justo cuando la fiesta
está en su apogeo, el vino se termina; la Virgen se da cuenta y le dice a
Jesús: «No tienen vino» (v. 3). ¡Porque hubiera sido feo seguir la fiesta con
agua! Un papelón para esa gente. La Virgen se da cuenta y como es madre, va
inmediatamente donde Jesús. Las escrituras, especialmente los Profetas,
indicaban el vino como un elemento típico del banquete mesiánico (cf. Amós 9,
13-14; Joel 2, 24; Isaías 25, 6). El agua es necesaria para vivir, pero el vino
expresa la abundancia del banquete y la alegría de la fiesta. ¿Una fiesta sin
vino? No sé... Transformando en vino el agua de la ánfora que se usa «para las
purificaciones de los judíos» (v. 6) —era la costumbre: antes de entrar en la
casa, purificarse—, Jesús ofrece un símbolo elocuente: transforma la Ley de
Moisés en Evangelio, portador de alegría.
Y luego, veamos a María: las palabras que María dirige a los sirvientes vienen
a coronar el marco conyugal de Caná: «Haced lo que él os diga» (v. 5). También
hoy la Virgen nos dice a todos: «Haced lo que os él os diga». Estas palabras
son una valiosa herencia que nuestra Madre nos ha dejado. Y los siervos
obedecen en Caná. «Les dice Jesús: “Llenad las tinajas de agua”. Y las llenaron
hasta arriba. “Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala”. Ellos lo
llevaron» (vv. 7-8). En este matrimonio, realmente se estipula una Nueva
Alianza y la nueva misión se confía a los siervos del Señor, es decir, a toda
la Iglesia: «Haced lo que él os diga». Servir al Señor significa escuchar y
poner en práctica su palabra. Es la recomendación simple y esencial de la Madre
de Jesús, es el programa de vida del cristiano.
Me gustaría destacar una experiencia que seguramente muchos de nosotros hemos
tenido en la vida. Cuando estamos en situaciones difíciles, cuando ocurren
problemas que no sabemos cómo resolver, cuando a menudo sentimos ansiedad y
angustia, cuando nos falta la alegría, id a la Virgen y decid: «No tenemos
vino. El vino se ha terminado: mira cómo estoy, mira mi corazón, mira mi alma».
Decídselo a la madre. E irá a Jesús para decir: «Mira a este, mira a esta: no
tiene vino».
Y luego, volverá a nosotros y nos dirá: «Haz lo que él diga». Para cada uno de
nosotros, extraer de la tinaja es equivalente a confiar en la Palabra y los
Sacramentos para experimentar la gracia de Dios en nuestra vida. Entonces
nosotros también, como el maestro de mesa que probó el agua convertida en vino,
podemos exclamar: «Has guardado el vino bueno hasta ahora» (v. 10). Jesús
siempre nos sorprende. Hablemos con la Madre para que hable con el Hijo, y Él
nos sorprenderá.
Que ella, la Virgen Santa nos ayude a seguir su invitación: «Haced lo que él os
diga», para que podamos abrirnos plenamente a Jesús, reconociendo en la vida de
todos los días las señales de su presencia vivificante.
Del Papa Benedicto XVI,
ÁNGELUS, Domingo 20 de enero de 2013
Queridos hermanos y hermanas:
La liturgia de hoy propone el Evangelio de las bodas de Caná, un episodio
narrado por Juan, testigo ocular del hecho. Tal relato se ha situado en este
domingo que sigue inmediatamente al tiempo de Navidad porque, junto a la visita
de los Magos de Oriente y el Bautismo de Jesús, forma la trilogía de la
epifanía, es decir de la manifestación de Cristo. El episodio de la bodas de
Caná es, en efecto, "el primero de los signos" (Jn 2, 11), es decir,
el primer milagro realizado por Jesús, con el cual Él manifestó su gloria en
público, suscitando la fe de sus discípulos. Nos remitimos brevemente a lo que
ocurre durante aquella fiesta de bodas en Caná de Galilea. Sucede que falta el
vino, y María, la Madre de Jesús, lo hace notar a su Hijo. Él le responde que
aún no había llegado su hora; pero luego atiende la solicitud de María y tras
hacer llenar de agua seis grandes ánforas, convirtió el agua en vino, un vino
excelente, mejor que el anterior. Con este "signo", Jesús se revela
como el Esposo mesiánico que vino a sellar con su pueblo la nueva y eterna
Alianza, según las palabras de los profetas: "Como se regocija el marido
con su esposa, se regocija tu Dios contigo" (Is 62, 5). Y el vino es símbolo
de esta alegría del amor; pero hace referencia a la sangre, que Jesús derramará
al final, para sellar su pacto nupcial con la humanidad.
La Iglesia es la esposa de Cristo, quien la hace santa y bella con su gracia.
Sin embargo, esta esposa, formada por seres humanos, siempre necesita
purificación. Y una de las culpas más graves que desfiguran el rostro de la
Iglesia es aquella contra su unidad visible, en particular las divisiones
históricas que han separado a los cristianos y que aún no se han superado.
Precisamente en estos días, del 18 al 25 de enero, tiene lugar la Semana de
oración por la unidad de los cristianos, un momento siempre grato a los
creyentes y a las comunidades, que despierta en todos el deseo y el compromiso
espiritual por la comunión plena. En este sentido ha sido muy significativa la
vigilia que pude celebrar hace casi un mes, en esta plaza, con miles de jóvenes
de toda Europa y con la comunidad ecuménica de Taizé: un momento de gracia
donde hemos experimentado la belleza de formar en Cristo una cosa sola. Aliento
a todos a rezar juntos a fin de que podamos realizar "lo que el Señor
exige de nosotros" (cf. Mi 6, 6-8), como dice este año el tema de la
Semana; un tema propuesto por algunas comunidades cristianas de la India, que
invitan a comprometerse con decisión hacia la unidad visible entre todos los
cristianos y a superar, como hermanos en Cristo, todo tipo de discriminación
injusta. El viernes próximo, al final de estas jornadas de oración, presidiré
las Vísperas en la basílica de San Pablo Extramuros, con la presencia de los
representantes de las demás Iglesias y Comunidades eclesiales.
Queridos amigos, a la oración por la unidad de los cristianos quisiera añadir
una vez más la oración por la paz, para que, en los diversos conflictos por
desgracia en curso, cesen las viles masacres de civiles indefensos, tenga fin
toda violencia y se encuentre la valentía del diálogo y de la negociación. Por
ambas intenciones invocamos la intercesión de María santísima, mediadora de
gracia.
Se dice Credo.
Oración de los fieles
Oremos al Señor, nuestro Dios, el Dios que nos habla y también que nos
escucha.
- Por la Iglesia, pueblo de la nueva alianza, para que permanezca
siempre fiel a Cristo, su Esposo y Señor. Roguemos al Señor.
- Por la unión de las Iglesias, para que los sarmientos separados
sean injertados en la vid que es Cristo. Roguemos al Señor.
- Por todas las naciones, para que el Evangelio llegue a ser la
inspiración de su legislación al servicio de los ciudadanos. Roguemos al Señor.
- Por los esposos cristianos, para que testimonien con su vida el
amor indisoluble de Cristo a la Iglesia. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, invitados cada domingo al banquete de la Alianza
Nueva y eterna, para que profundicemos cada vez más en el Evangelio y lo
levemos a todo el mundo Roguemos al Señor.
Señor, Dios nuestro, escúchanos.
Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo,
que, movido por la súplica de su Madre,
remedió la falta de vino en las bodas
de Caná.
A él la gloria por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Concédenos, Señor, participar dignamente en estos sacramentos,
pues cada vez
que se celebra el memorial del sacrificio de Cristo,
se realiza la obra de
nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de la comunión Cf. Sal 22, 5
Preparas una mesa ante mí y mi cáliz glorioso rebosa.
O bien: Cf. 1 Jn 4, 16
Nosotros hemos conocido y hemos creído en el amor que Dios nos tiene.
Oración después de la comunión
Derrama, Señor, en nosotros tu Espíritu de caridad,
para que hagas vivir
concordes en el amor
a quienes has saciado con el mismo pan del cielo.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario