06 de agosto - FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

 



 

VIERNES DE LA XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

 

PROGRAMA PARROQUIAL:
VIERNES, 06 DE AGOSTO

- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.

- Horario de despacho: de lunes a viernes, de 10.30 h. a 13.30 h y de 18.00 h. a 21.00 h.

- Rezo del Santo Rosario (a las 20.00 h.) y Eucaristía del Viernes de la XVIII Semana del Tiempo Ordinario (a las 20.30 h.): Fiesta de la Transfiguración del Señor.

 

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SANTORAL DE HOY 

 

La Transfiguración del Señor
Fiesta

Elogio: Fiesta de la Transfiguración del Señor, en la que Jesucristo, el Unigénito, el amado del Eterno Padre, manifestó su gloria ante los santos apóstoles Pedro, Santiago y Juan, con el testimonio de la Ley y los Profetas, para mostrar nuestra admirable transformación por la gracia en la humildad de nuestra naturaleza asumida por Él, dando a conocer la imagen de Dios, conforme a la cual fue creado el hombre, y que, corrompida en Adán, fue renovada por Cristo.

Oración

Oh Dios, que en la gloriosa transfiguración de tu Unigénito confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de los profetas, y prefiguraste maravillosamente nuestra perfecta adopción como hijos tuyos, concédenos, te rogamos, que, escuchando siempre la palabra de tu Hijo, el predilecto, seamos un día coherederos de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

 

Otros santos de este día:

Santos Sixto II, papa, y compañeros, mártires

En la vía Apia de Roma, en el cementerio de Calixto, pasión de san Sixto II, papa, y de sus compañeros, cuya memoria se celebra mañana.

Santos Justo y Pastor, mártires

En Compluto (hoy Alcalá de Henares), en la Hispania Cartaginense, santos mártires Justo y Pastor, los cuales, todavía niños, abandonando en la escuela sus tablillas de escritura, corrieron voluntariamente al encuentro del martirio, y detenidos y azotados de inmediato, por orden del juez fueron degollados por su amor a Cristo, mientras se confortaban mutuamente con recíprocas exhortaciones.

San Hormisda, papa

En Roma, en la basílica de San Pedro, sepultura de san Hormisda, papa, que, abanderado de la paz, consiguió acabar con el cisma de Acacio en Oriente, y en Occidente hizo respetar por las nuevas poblaciones los derechos de la Iglesia.

Beato Octaviano de Savona, obispo

En Savona, de la Liguria, beato Octaviano, obispo y hermano del papa Calixto II, que tanto en el claustro como en la cátedra buscó con ahínco servir a Dios y a los hermanos.

Beato Escelino, eremita

En el territorio de Luxemburgo, beato Escelino, eremita, que vivió en un bosque sin techo ni vestidos, confiado sólo en Dios, que en la intemperie puede ofrecer también refugio.

Santo Domingo de Guzmán, presbítero y fundador

En Bolonia, de la Emilia, muerte de santo Domingo, presbítero, cuya memoria se celebra el día ocho de agosto.

Beata María Francisca de Jesús Rubatto, virgen y fundadora

En Montevideo, en Uruguay, beata María Francisca de Jesús (Ana María) Rubatto, virgen, que en la ciudad de Loano, cerca de Savona, en Italia, fundó el Instituto de Hermanas Terciarias Capuchinas, y después, habiéndose trasladado a América Latina, puso todo su empeño en el servicio a los pobres.

Beato Carlos López Vidal, mártir

En las cercanías de Gandía, población de Valencia, en España, beato Carlos López Vidal, mártir, que en tiempo de persecución contra la fe alcanzó la gloria celestial.

Beato Tadeo Dulny, mártir

Cerca de Munich, en la región alemana de Baviera, beato Tadeo Dulny, mártir, el cual, al ser ocupada militarmente Polonia, su patria, por su fe en Cristo fue llevado al campo de concentración de Dachau, donde, víctima de crueles tormentos, emigró a la gloria celestial.

San Pablo VI, papa

En Castelgandolfo, san Pablo VI, papa, que llevó a término el Concilio Ecuménico Vaticano II, convocado por su predecesor, y supo testimoniar, en años difíciles, la fe en Jesucristo. Su memoria litúrgica se celebra el 29 de mayo.

 

LITURGIA DE HOY


 

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA


554 Una visión anticipada del Reino: La Transfiguración.

A partir del día en que Pedro confesó que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Maestro "comenzó a mostrar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén, y sufrir … y ser condenado a muerte y resucitar al tercer día" (Mt 16, 21): Pedro rechazó este anuncio (cf. Mt 16, 22-23), los otros no lo comprendieron mejor (cf. Mt 17, 23; Lc 9, 45). En este contexto se sitúa el episodio misterioso de la Transfiguración de Jesús (cf. Mt 17, 1-8 par. : 2P 1, 16-18), sobre una montaña, ante tres testigos elegidos por él: Pedro, Santiago y Juan. El rostro y los vestidos de Jesús se pusieron fulgurantes como la luz, Moisés y Elías aparecieron y le "hablaban de su partida, que estaba para cumplirse en Jerusalén" (Lc 9, 31). Una nube les cubrió y se oyó una voz desde el cielo que decía: "Este es mi Hijo, mi elegido; escuchadle" (Lc 9, 35).

555 Por un instante, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de Pedro. Muestra también que para "entrar en su gloria" (Lc 24, 26), es necesario pasar por la Cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la gloria de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos del Mesías (cf. Lc 24, 27). La Pasión de Jesús es la voluntad por excelencia del Padre: el Hijo actúa como siervo de Dios (cf. Is 42, 1). La nube indica la presencia del Espíritu Santo: "Tota Trinitas apparuit: Pater in voce; Filius in homine, Spiritus in nube clara" ("Apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la nube luminosa" (Santo Tomás, s. th. 3, 45, 4, ad 2):
"Tú te has transfigurado en la montaña, y, en la medida en que ellos eran capaces, tus discípulos han contemplado Tu Gloria, oh Cristo Dios, a fin de que cuando te vieran crucificado comprendiesen que Tu Pasión era voluntaria y anunciasen al mundo que Tú eres verdaderamente la irradiación del Padre" (Liturgia bizantina, Kontakion de la Fiesta de la Transfiguración,)

556 En el umbral de la vida pública se sitúa el Bautismo; en el de la Pascua, la Transfiguración. Por el bautismo de Jesús "fue manifestado el misterio de la primera regeneración": nuestro bautismo; la Transfiguración "es el sacramento de la segunda regeneración": nuestra propia resurrección (Santo Tomás, s. th. 3, 45, 4, ad 2). Desde ahora nosotros participamos en la Resurrección del Señor por el Espíritu Santo que actúa en los sacramentos del Cuerpo de Cristo. La Transfiguración nos concede una visión anticipada de la gloriosa venida de Cristo "el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo" (Flp 3, 21). Pero ella nos recuerda también que "es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (Hch 14, 22):
"Pedro no había comprendido eso cuando deseaba vivir con Cristo en la montaña (cf. Lc 9, 33). Te ha reservado eso, oh Pedro, para después de la muerte. Pero ahora, él mismo dice: Desciende para penar en la tierra, para servir en la tierra, para ser despreciado y crucificado en la tierra. La Vida desciende para hacerse matar; el Pan desciende para tener hambre; el Camino desciende para fatigarse andando; la Fuente desciende para sentir la sed; y tú, ¿vas a negarte a sufrir?" (S. Agustín, serm. 78, 6).




Fiesta de la Transfiguración del Señor, en la que Jesucristo, el Unigénito, el amado del Eterno Padre, manifestó su gloria ante los santos apóstoles Pedro, Santiago y Juan, con el testimonio de la Ley y los Profetas, para mostrar nuestra admirable transformación por la gracia en la humildad de nuestra naturaleza asumida por Él, dando a conocer la imagen de Dios, conforme a la cual fue creado el hombre, y que, corrompida en Adán, fue renovada por Cristo (elog. del Martirologio Romano).


Misa de la fiesta (blanco).

MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Pf. prop. No se puede decir la PE IV.

LECC.: vol. IV.

- Dan 7, 9-10. 13-14. Su vestido era blanco como nieve.
o bien: 2 Pe 1, 16-19. Esta voz del cielo es la que oímos.
- Sal 96. R. El Señor reina, Altísimo sobre toda la tierra.
- Mc 9, 2-10. Este es mi Hijo, el amado.

Liturgia de las Horas: oficio de la fiesta. Te Deum.

Martirologio: elogs. del 7 de agosto, pág. 471.

CALENDARIOS: Canónigos Regulares de Letrán y Brígidas: Transfiguración del Señor (S).

Alcalá de Henares: Santos Justo y Pastor, mártires (S).



Antífona de entrada Cf. Mt 17, 5

Se manifestó el Espíritu Santo en una nube luminosa y se oyó la voz del Padre que dijo: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo».

 

Monición de entrada

Celebramos hoy la fiesta de la Transfiguración del Señor, en la que Jesucristo manifestó su gloria ante los discípulos Pedro, Santiago y Juan, con el testimonio de la Ley y los Profetas, para evitar que se sintieran escandalizados por que él iba a ser crucificado. También nosotros hemos sido convocados aquí para ser testigos de Cristo, de su gloria.


Acto penitencial

- Por tu pasión y tu gloria: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

- Por tu muerte y resurrección: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.

- Por tu descenso al lugar de los muertos y tu exaltación a la derecha del Padre: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria.


Oración colecta

Oh, Dios, que en la gloriosa Transfiguración de tu Unigénito
confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de los que lo precedieron
y prefiguraste maravillosamente la perfecta adopción de los hijos,
concede a tus siervos que, escuchando la voz de tu Hijo amado,
merezcamos ser sus coherederos.
Por nuestro Señor Jesucristo.

 
 LECTURAS DE LA MISA

Audio y comentario del Evangelio de hoy

Audio y comentario del Evangelio de hoy


PRIMERA LECTURA (opción 1) 
Su vestido era blanco como la nieve

Lectura de la profecía de Daniel (Dan 7, 9-10. 13-14)

Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros.

Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él.

Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

 

Palabra de Dios.
R. Te alabamos Señor.
 

PRIMERA LECTURA (opción 2) 
Esta voz del cielo es la que oímos

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro (2 Pe 1, 16-19)

QUERIDOS HERMANOS:

Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de su grandeza.

Él recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando la Sublime Gloria le trajo aquella voz: «Éste es mi Hijo amado, mi predilecto.» Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada.

Esto nos confirma la palabra de los profetas, y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero nazca en vuestros corazones.


Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL (Sal 96, 1-2. 5-6. 9 [R.: cf. 1a. 9b])

R. El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra.
 
V. El Señor reina, la tierra goza, 
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono. R.

R. El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra.
 
V. Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.

R. El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra.
 
V. Porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.

R. El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra.
 

 
Aleluya Mt 17, 5c

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo. R.


EVANGELIO
Éste es mi Hijo, el amado

╬ Lectura del santo Evangelio según san Marcos (Mc 9, 2-10)
R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.

Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús:

«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

No sabía qué decir, pues estaban asustados.

Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube:

«Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo».

De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.

Cuando bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

Esto se les quedó grabado y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos.

 
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

 



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