24 de agosto, MARTES DE LA XXI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, SAN BARTOLOMÉ, apóstol, fiesta

 




MARTES DE LA XXI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO,
SAN BARTOLOMÉ, apóstol, fiesta


 



NOTICIAS DE ACTUALIDAD

 

BENEDICTO XVI

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 4 de octubre de 2006


Bartolomé

Queridos hermanos y hermanas:

En la serie de los Apóstoles llamados por Jesús durante su vida terrena, hoy nuestra atención se centra en el apóstol Bartolomé. En las antiguas listas de los Doce siempre aparece antes de Mateo, mientras que varía el nombre de quien lo precede y que puede ser Felipe (cf. Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 14) o bien Tomás (cf. Hch 1, 13). Su nombre es claramente un patronímico, porque está formulado con una referencia explícita al nombre de su padre. En efecto, se trata de un nombre probablemente de origen arameo, bar Talmay, que significa precisamente "hijo de Talmay".

De Bartolomé no tenemos noticias relevantes; en efecto, su nombre aparece siempre y solamente dentro de las listas de los Doce citadas anteriormente y, por tanto, no se encuentra jamás en el centro de ninguna narración.

Pero tradicionalmente se lo identifica con Natanael:  un nombre que significa "Dios ha dado". Este Natanael provenía de Caná (cf. Jn 21, 2) y, por consiguiente, es posible que haya sido testigo del gran "signo" realizado por Jesús en aquel lugar (cf. Jn 2, 1-11). La identificación de los dos personajes probablemente se deba al hecho de que este Natanael, en la escena de vocación narrada por el evangelio de san Juan, está situado al lado de Felipe, es decir, en el lugar que tiene Bartolomé en las listas de los Apóstoles referidas por los otros evangelios.

A este Natanael Felipe le comunicó que había encontrado a "ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas:  Jesús el hijo de José, el de Nazaret" (Jn 1, 45). Como sabemos, Natanael le manifestó un prejuicio más bien fuerte:  "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" (Jn 1, 46). Esta especie de contestación es, en cierto modo, importante para nosotros. En efecto, nos permite ver que, según las expectativas judías, el Mesías no podía provenir de una aldea tan oscura como era precisamente Nazaret (véase también Jn 7, 42). Pero, al mismo tiempo, pone de relieve la libertad de Dios, que sorprende nuestras expectativas manifestándose precisamente allí donde no nos lo esperaríamos. Por otra parte, sabemos que en realidad Jesús no era exclusivamente "de Nazaret", sino que había nacido en Belén (cf. Mt 2, 1; Lc 2, 4) y que, en último término, venía del cielo, del Padre que está en los cielos.

La historia de Natanael nos sugiere otra reflexión:  en nuestra relación con Jesús no debemos contentarnos sólo con palabras. Felipe, en su réplica, dirige a Natanael una invitación significativa:  "Ven y lo verás" (Jn 1, 46).

Nuestro conocimiento de Jesús necesita sobre todo una experiencia viva:  el testimonio de los demás ciertamente es importante, puesto que por lo general toda nuestra vida cristiana comienza con el anuncio que nos llega a través de uno o más testigos. Pero después nosotros mismos debemos implicarnos personalmente en una relación íntima y profunda con Jesús. De modo análogo los samaritanos, después de haber oído el testimonio de su conciudadana, a la que Jesús había encontrado junto al pozo de Jacob, quisieron hablar directamente con él y, después de ese coloquio, dijeron a la mujer:  "Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que este es verdaderamente el Salvador del mundo" (Jn 4, 42).

Volviendo a la escena de vocación, el evangelista nos refiere que, cuando Jesús ve a Natanael acercarse, exclama:  "Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño" (Jn 1, 47). Se trata de un elogio que recuerda el texto de un salmo:  "Dichoso el hombre... en cuyo espíritu no hay fraude" (Sal 32, 2), pero que suscita la curiosidad de Natanael, que replica asombrado:  "¿De qué me conoces?" (Jn 1, 48). La respuesta de Jesús no es inmediatamente comprensible. Le dice:  "Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi" (Jn 1, 48). No sabemos qué había sucedido bajo esa higuera. Es evidente que se trata de un momento decisivo en la vida de Natanael.

Él se siente tocado en el corazón por estas palabras de Jesús, se siente comprendido y llega a la conclusión:  este hombre sabe todo sobre mí, sabe y conoce el camino de la vida, de este hombre puedo fiarme realmente. Y así responde con una confesión de fe límpida y hermosa, diciendo:  "Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel" (Jn 1, 49). En ella se da un primer e importante paso en el itinerario de adhesión a Jesús. Las palabras de Natanael presentan un doble aspecto complementario de la identidad de Jesús:  es reconocido tanto en su relación especial con Dios Padre, de quien es Hijo unigénito, como en su relación con el pueblo de Israel, del que es declarado rey, calificación propia del Mesías esperado. No debemos perder de vista jamás ninguno de estos dos componentes, ya que si proclamamos solamente la dimensión celestial de Jesús, corremos el riesgo de transformarlo en un ser etéreo y evanescente; y si, por el contrario, reconocemos solamente su puesto concreto en la historia, terminamos por descuidar la dimensión divina que propiamente lo distingue.

Sobre la sucesiva actividad apostólica de Bartolomé-Natanael no tenemos noticias precisas. Según una información referida por el historiador Eusebio, en el siglo IV, un tal Panteno habría encontrado incluso en la India signos de la presencia de Bartolomé (cf. Hist. eccl. V, 10, 3). En la tradición posterior, a partir de la Edad Media, se impuso la narración de su muerte desollado, que llegó a ser muy popular. Pensemos en la conocidísima escena del Juicio final en la capilla Sixtina, en la que Miguel Ángel pintó a san Bartolomé sosteniendo en la mano izquierda su propia piel, en la cual el artista dejó su autorretrato.

Sus reliquias se veneran aquí, en Roma, en la iglesia dedicada a él en la isla Tiberina, adonde las habría llevado el emperador alemán Otón III en el año 983. Concluyendo, podemos decir que la figura de san Bartolomé, a pesar de la escasez de informaciones sobre él, de todos modos sigue estando ante nosotros para decirnos que la adhesión a Jesús puede vivirse y testimoniarse también sin la realización de obras sensacionales. Extraordinario es, y seguirá siéndolo, Jesús mismo, al que cada uno de nosotros está llamado a consagrarle su vida y su muerte.                              

 

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SANTORAL DE HOY
San Bartolomé, apóstol

Elogio: Fiesta de san Bartolomé, apóstol, a quien generalmente se identifica con Natanael. Nacido en Caná de Galilea, fue presentado por Felipe a Cristo Jesús en las cercanías del Jordán, donde el Señor le invitó a seguirle, agregándolo a los Doce. Después de la Ascensión del Señor, es tradición que predicó el Evangelio en la India y que allí fue coronado con el martirio.
Patronazgos: patrono de varias ciudades europeas, de los mineros, albañiles, agricultores, viticultores, pastores, trabajadores del cuero, curtidores, talabarteros, zapateros, sastres, panaderos, carniceros, y comerciantes del aceite y el queso (en Florencia); protector contra las enfermedades de la piel y nerviosas.
Tradiciones, refranes, devociones: Por san Bartolomé, tormenta ha de haber.
Otoñada derechera, por San Bartolomé, el agua primera.
(variante del mismo:) Para que la otoñada sea buena, por San Bartolomé las aguas primeras.
L'eve de Saint Dzouan tôte le pan; La plodze de Saint Loren arreuve dzeusto a ten; Me a Saint Bartolomé gneun n'en vout më (francoprovenzal: El agua por San Juan se lleva el pan; La lluvia de San Lorenzo llega justo a tiempo; Pero por San Bartolomé, nadie quiere más.)

Refieren a este santo: Santos Felipe y Santiago, San Gregorio el Iluminador, San Simeón.

Oración

Afianza, Señor, en nosotros aquella fe con la que san Bartolomé, tu apóstol, se entregó sinceramente a Cristo, y haz que, por sus ruegos, tu Iglesia se presente ante el mundo como sacramento de salvación para todos los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).


Otros santos de este día:
    San Tación, mártir
En Claudiópolis, de Honoríade, san Tación, mártir.
   San Audeno de Rouen, obispo
En Clichy, en la región de París, muerte de san Audeno, obispo de Rouen, que, desde el cargo de refrendario del rey Dagoberto, fue elevado al episcopado y gobernó felizmente su Iglesia a lo largo de cuarenta y tres años, durante los cuales fundó muchísimos templos y favoreció la construcción de monasterios.
   San Jorge Limniota, monje mártir
En el monte Olimpo, en Bitinia, san Jorge Limniota, monje, que deploró la impiedad del emperador León III por haber ordenado destruir las sagradas imágenes y quemar las reliquias de los santos, y debido a estos reproches, por orden del emperador le amputaron la nariz y quemaron la cabeza, emigrando, así, como mártir hacia el Señor.
   Santa Rosa de Lima, virgen
En Lima, ciudad de Perú, muerte de santa Rosa, cuya memoria se celebra el día anterior.
   Beato Andrés Fardeau, presbítero y mártir
En Angers, en Francia, beato Andrés Fardeau, presbítero y mártir, que en tiempo de la Revolución Francesa fue decapitado por quienes odiaban el sacerdocio.
   Santa Juana Antida Thouret, virgen y fundadora
En Nápoles, en la región italiana de Campania, santa Juana Antida Thouret, virgen, que en esta ciudad prosiguió la vida religiosa, interrumpida durante la Revolución Francesa, junto con algunas compañeras, y tiempo despúes, en Besanzón dio comienzo a una nueva sociedad de Hermanas de la Caridad, dedicadas a asegurar la formación civil y cristiana de la juventud, la atención a los niños abandonados, a los pobres y a los enfermos, terminando finalmente sus días extenuada por las tribulaciones soportadas.
   Santa Emilia de Vialar, virgen y fundadora
En Marsella, en Francia, santa Emilia de Vialar, virgen, que, tras haber trabajado con denuedo en la difusión del Evangelio en regiones lejanas, fundó la Congregación de Hermanas de San José de la Aparición y la propagó ampliamente.
   Santa María Micaela del Santísimo Sacramento, virgen y fundadora
En Valencia, en España, santa María Micaela del Santísimo Sacramento Desmaisières, virgen, que en la iglesia española se celebra el día quince de junio.
   Beata María de la Encarnación Rosal, virgen y fundadora
En Tulcan, lugar de Ecuador, beata María de la Encarnación (María Vicenta) Rosal, virgen, fundadora de la Congregación de Hermanas Betlehemitas, con el fin principal de reivindicar la dignidad de la mujer y formar cristianamente a las niñas.
   Beato Maximiano Binkiewicz, presbítero y mártir
Cerca de Munich, en la región de Baviera, en Alemania, en el campo de concentración de Dachau, beato Maximiano Binkiewicz, presbítero y mártir, que en tiempo de guerra, a causa de su fe en Cristo, fue deportado por los soldados invasores de Polonia, su patria, a aquel lugar de exterminio, donde murió extenuado por las torturas y los suplicios.
   Beatos Ceslao Józwiak, Eduardo Kazmierki, Francisco Kesy, Eduardo Klinik y larognievo Wojciechowslci, mártires
En Dresde, en Alemania, beatos Ceslao Józwiak, Eduardo Kazmierki, Francisco Kesy, Eduardo Klinik y larognievo Wojciechowslci, mártires, los cuales, de origen polaco, detenidos y encarcelados durante la misma persecución, consumaron el martirio a golpes de hacha.
   Beato Miroslav Bulešić, presbítero y mártir
En Lanišće, Croacia, beato Miroslav Bulešić, presbítero y mártir.
   Beata Verónica Antal, mártir
En Halaucesti, Rumania, beata Verónica Antal, mártir, que ofreció su vida en defensa de su castidad.


LITURGIA DE HOY

Fiesta de san Bartolomé, apóstol, a quien generalmente se identifica con Natanael. Nacido en Caná de Galilea, fue presentado por Felipe a Cristo Jesús en las cercanías del Jordán, donde el Señor le invitó a seguirle, agregándolo a los Doce. Después de la Ascensión del Señor, es tradición que predicó el Evangelio en la India y que allí fue coronado con el martirio (elog. del Martirologio Romano).

Misa de la fiesta (rojo).

MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Pf. de los apóstoles. Conveniente PE I. No se puede decir la PE IV.

LECC.: vol. IV.

- Ap 21, 9b-14. Sobre los cimientos están los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
- Sal 144. R. Tus santos, Señor, proclaman la gloria de tu reinado.
- Jn 1, 45-51. Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.

Liturgia de las Horas: oficio de la fiesta. Te Deum.

Martirologio: elogs. del 25 de agosto, pág. 511.


Antífona de entrada Sal 95, 2-3
Proclamad día tras día la victoria de Dios, contad a los pueblos su gloria.
 

Monición de entrada

Hoy es la fiesta de san Bartolomé, apóstol, a quien san Juan designa en su Evangelio con el nombre de Natanael. Nacido en Caná de Galilea, fue presentado por Felipe a Cristo Jesús en las cercanías del Jordán, donde el Señor lo invitó a seguirlo, agregándolo a los Doce. Después de la Ascensión del Señor, es tradición que predicó el Evangelio en la India y que allí fue coronado con el martirio.

Se dice Gloria.


Oración colecta

 Afianza en nosotros, Señor, aquella fe
con la que san Bartolomé, apóstol, se entregó sinceramente a tu Hijo
y concédenos, por sus ruegos, que tu Iglesia
sea sacramento de salvación para todos los pueblos.
Por nuestro Señor Jesucristo.
 
 
LECTURAS DE LA MISA
Audio y comentario del Evangelio de hoy


PRIMERA LECTURA
Sobre los cimientos están los nombres de los doce apóstoles del Cordero
 
Lectura del libro del Apocalipsis (Ap 21, 9b-14)

EL ÁNGEL me habló diciendo:
«Mira, te mostraré la novia, la esposa del Cordero».
Y me llevó en espíritu a un monte grande y elevado, y me mostró la ciudad santa de Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, y tenía la gloria de Dios; su resplandor era semejante a una piedra muy preciosa, como piedra de jaspe cristalino.
Tenía una muralla grande y elevada, tenía doce puertas y sobre las puertas doce ángeles y nombres grabados que son las doce tribus de Israel.
Al oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, al poniente tres puertas, y la muralla de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
 
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL (Sal 144, 10-11. 12-13ab. 17-18 [R.: cf. 12])
 
R. Tus santos, Señor, proclaman la gloria de tu reinado.
 
V. Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.
 
R. Tus santos, Señor, proclaman la gloria de tu reinado.
 
V. Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y la majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.
 
R. Tus santos, Señor, proclaman la gloria de tu reinado.
 
V. El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones.
Cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.
 
R. Tus santos, Señor, proclaman la gloria de tu reinado.
 
 
Aleluya Jn 1, 49b
 
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
 
V. Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. R.
 

EVANGELIO 
Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño
 
╬ Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 1, 45-51)
R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, Felipe encontró a Natanael y le dijo:

«Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret».

Natanael le replicó:

«¿De Nazaret puede salir algo bueno?».

Felipe le contestó:

«Ven y verás».

Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:

«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».

Natanael le contesta:

«¿De qué me conoces?».

Jesús le responde:

«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».

Natanael respondió:

«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».

Jesús le contestó:

«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».

Y le añadió:

«En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

 
Palabra del Señor.

R. Gloria a ti, Señor Jesús.


Del Papa Francisco, Ex. Ap. Evangelii gaudium 264.

La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial. Puestos ante Él con el corazón abierto, dejando que Él nos contemple, reconocemos esa mirada de amor que descubrió Natanael el día que Jesús se hizo presente y le dijo: «Cuando estabas debajo de la higuera, te vi» (Jn 1, 48). ¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva! Entonces, lo que ocurre es que, en definitiva, «lo que hemos visto y oído es lo que anunciamos» (1Jn 1, 3). La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos de esa manera, su belleza nos asombra, vuelve a cautivarnos una y otra vez. Para eso urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada mejor para transmitir a los demás.

 

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