08 de agosto - DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO (Santo Domingo de Guzmán)

 


 

DOMINGO DE LA XIX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO,
SAN DOMINGO DE GUZMÁN, presbítero y fundador, O.P.

  

PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 08 DE AGOSTO

- Entierro de +MANUEL RAMOS, en la Capilla de San Sebastián (a las 10.00 h.).

- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 h. a 13.30 h. y de 18.30 h. a 21.30 h.

- Eucaristía del Domingo de la XIX Semana del Tiempo Ordinario (a las 11.00 h.)

Para ver la transmisión en directo, pincha aquí

 

- Rezo del Santo Rosario (a las 20.00 h.) y Eucaristía II Vísperas del Domingo de la XIX Semana del Tiempo Ordinario, en la iglesia de San Francisco (a las 20.30 h.)


(Esta Eucaristía no será retransmitida) 

 

 



NOTICIAS DE ACTUALIDAD 

España. Presentación de la Peregrinación Europea de Jóvenes 2022

"Levántate y sé testigo. El Apóstol Santiago te espera": este es el lema de la Peregrinación Europea de Jóvenes que tendrá lugar en España, en Santiago de Compostela, en agosto de 2022.

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Irak: Hace siete años fue el éxodo de los cristianos de la llanura de Nínive


Estos días recordamos la expulsión de decenas de miles de cristianos iraquíes de la llanura de Nínive. En 2014, la expansión del Is, el autodenominado Estado Islámico, obligó a gran parte de la población a abandonar sus hogares. Hoy la vuelta no ha terminado, pero la esperanza, sobre todo después del encuentro con el Papa, dice Don Renato Sacco, no se ha apagado.

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Vaticano, nace el Pacto católico global sobre la familia

El Pacto involucrará a los Centros de Estudio e Investigación sobre la familia presentes en las Universidades Católicas de los cinco continentes.

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Dominicos: desde hace ocho siglos en los caminos del Evangelio y del mundo

Han pasado exactamente 800 años desde la muerte de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores. Fray Gerard Francisco Timoner, Maestro General de la Orden: Santo Domingo es un santo intemporal, fuente de inspiración también para los hombres y mujeres de hoy.

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La Transfiguración, el último Rafael

La hodierna fiesta de la Transfiguración del Señor contada y vivida a través de la última obra maestra de Rafael, conservada en la Pinacoteca Vaticana.




SANTORAL DE HOY 


Santo Domingo de Guzmán, presbítero y fundador
(c. 1170 - †1221)

Elogio: Memoria de santo Domingo, presbítero, que, siendo canónigo de Osma, se hizo humilde ministro de la predicación en los países agitados por la herejía albigense y vivió en voluntaria pobreza, hablando siempre con Dios o acerca de Dios. Deseoso de una nueva forma de propagar la fe, fundó la Orden de Predicadores, para renovar en la Iglesia la manera apostólica de vida, y mandó a sus hermanos que se entregaran al servicio del prójimo con la oración, el estudio y el ministerio de la Palabra. Su muerte tuvo lugar en Bolonia, el día seis de agosto.

Patronazgos: patrono de Santo Domingo (Rep. Dominicana), de Managua, Bolonia, Madrid y Córdoba, de los astrónomos y sacerdotes de órdenes religiosas; protector contra la fiebre y el granizo.

Refieren a este santo: Beato Bertrando de Garrigues, Beata Cecilia, Beata Diana de Andaló, Beato Isnardo de Chiampo, Beato Jordán de Sajonia, Beato Manés de Guzmán

Oración

Te pedimos, Señor, que santo Domingo de Guzmán, insigne predicador de tu palabra, ayude a tu Iglesia con sus enseñanzas y sus méritos, e interceda también con bondad por nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).


Otros santos de este día:

Santos Segundo, Carpóforo, Victorino y Severiano, mártires

En Albano, en la vía Apia, a quince miliarios de Roma, santos Segundo, Carpóforo, Victorino y Severiano, mártires.
Santos Ciríaco, Largo, Crescenciano, Memia, Juliana y Esmaragdo, mártires
En Roma, en la vía Ostiense, en el séptimo miliario de la ciudad, santos Ciríaco, Largo, Crescenciano, Memia, Juliana y Esmaragdo, mártires.
San Marino, mártir
En Tarso, de Cilicia, martirio de san Marino, anciano de Anazarbe, que en tiempo del emperador Diocleciano y el prefecto Lysia fue decapitado, y su cuerpo, por orden de dicho prefecto, arrojado a las fieras para que lo devoraran.
San Eusebio de Milán, obispo
En Milán, en la Liguria, san Eusebio, obispo, que trabajó intensamente por la fe verdadera y reconstruyó la iglesia catedral destruida por los hunos.
San Severo de Vienne, presbítero
En Vienne, en la Galia Lugdunense, san Severo, presbítero.
San Mummolo, abad
En Burdeos, de Aquitania, san Mummolo, abad del monasterio de Fleury.
San Emiliano de Cízico, obispo y confesor
En Cízico, en el Helesponto, san Emiliano, obispo, que, por defender el culto a las sagradas imágenes, soportó grandes sufrimientos por parte del emperador León y, finalmente, terminó su vida en el destierro.
San Altmano de Passau, obispo
En el monasterio de Göttweig, en Austria, san Altmano, obispo de Passau, que fundó numerosas casas de clérigos bajo la Regla de san Agustín, renovó la disciplina del clero y murió en el exilio, expulsado de su sede por haber defendido la libertad de la Iglesia contra el emperador Enrique IV.
San Famiano, eremita
En Galese, cerca de Viterbo, en la Toscana, san Famiano, eremita, que, nacido en Colonia, después de haber distribuido sus bienes entre los pobres y haber realizado piadosas peregrinaciones, murió en este lugar, revestido con el hábito Cisterciense.
Beato Juan Felton, mártir
En Londres, en Inglaterra, beato Juan Felton, mártir, que expuso públicamente la bula de excomunión emitida por el papa san Pío V contra la reina Isabel I y, por este motivo, fue despedazado cruelmente junto a la iglesia de San Pablo, mientras invocaba el nombre del Salvador, consumando así gloriosamente su martirio.
Beatos Juan Fingley y Roberto Bickendike, mártires
En York, también en Inglaterra, beato Juan Fingley, presbítero y mártir, el cual, también durante el reinado de Isabel I, fue condenado a muerte por ser sacerdote y pereció ahorcado. Con él se conmemora al beato Roberto Bickendike, que en aquel mismo período, sin que se conozca el día y el año, sufrió los mismos tormentos por haberse reconciliado con la Iglesia católica.
San Pablo Ke Tingzhu, mártir
En la aldea de Xixiaodun, cerca de Xinhexian, en la provincia de Hebei, en China, san Pablo Ke Tingzhu, mártir, que, siendo el responsable de los cristianos de la aldea, durante la persecución desencadenada por los seguidores del movimiento Yihetuan, ofreció a los demás, al ser despedazado, un luminoso ejemplo de firmeza cristiana.
Santa Bonifacia Rodríguez Castro, virgen y fundadora
En la ciudad de Zamora, en España, santa Bonifacia Rodríguez Castro, virgen, que fundó la Congregación de las Siervas de San José, para promover cristiana y socialmente a la mujer mediante la oración y el trabajo, según el ejemplo de la Sagrada Familia.
Santa María de la Cruz MacKillop, virgen y fundadora
En Sydney, en Australia, santa María de la Cruz (María Elena) MacKillop, virgen, que fundó la Congregación de Hermanas de San José y del Sagrado Corazón de Jesús, y la dirigió entre múltiples dificultades y fatigas.
Beata Margarita María Caiani, virgen y fundadora
En Poggio a Caiano, en la región italiana de Toscana, beata Margarita María (María Ana Rosa) Caiani, virgen, que fundó el Instituto de Hermanas Franciscanas del Sagrado Corazón de Jesús, para la formación de la juventud y la asistencia a los enfermos.
Beato Antonio Silvestre Moya, presbítero y mártir
En el lugar llamado El Saler, cerca de Valencia, en España, beato Antonio Silvestre Moya, presbítero y mártir, que, en el furor de la persecución contra la fe, llegó victorioso al reino celestial por su firme testimonio de Cristo.
Beatas María del Niño Jesús Baldillou y Bullit y cuatro compañeras, vírgenes y mártires
En Valencia, también en España, beatas María del Niño Jesús Baldillou y Bullit y sus compañeras, vírgenes del Instituto de Hijas de María Religiosas de las Escuelas Pías y mártires, que en la misma persecución salieron gloriosamente al encuentro de Cristo, su Esposo, martirizadas por la violencia de los enemigos de la Iglesia. Son sus nombres: Presentación de la Sagrada Familia (Pascalina) Gallén y Martí, María Luisa de Jesús Girón y Romera, Carmela de San Felipe Neri (Nazaria) Gómez y Lezaun, y Clementia de San Juan Bautista (Antonia) Riba y Mestres.
Beato Vladimiro Laskowski, presbítero y mártir
En el lugar de Gusen, en Alemania, beato Vladimiro Laskowski, presbítero y mártir, que, en tiempo de guerra, encarcelado en un campo de concentración y cruelmente torturado, alcanzó la gloria del martirio.

 

LITURGIA DE HOY

Misa del Domingo (verde).

MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.

LECC.: vol. I (B).

- 1 Re 19, 4-8. Con la fuerza de aquella comida, caminó hasta el monte de Dios.
- Sal 33. R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
- Ef 4, 30 — 5, 2. Vivid en el amor como Cristo.
- Jn 6, 41-51. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.


El profeta Elías, con la fuerza del alimento que le proporcionó el ángel del Señor —pan y agua—, caminó hasta el monte de Dios (1 lect.). Se nos anuncia aquí la eucaristía, nuestro alimento para el camino de la vida. En el Ev., Jesús se manifiesta como el pan bajado del cielo: no es solo ya la fe en él lo que nos da la vida eterna, sino el participar en su sacrificio, comulgando, lo que nos salva (cf. orac. después de la comunión). Desde ahí tenemos que vivir en el amor, que fue lo que llevó a Cristo a entregarse por nosotros como oblación y víctima de suave olor (2 lect.).


Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.

Martirologio: elogs. del 9 de agosto, pág. 476.

CALENDARIOS: Dominicos: Santo Domingo de Guzmán, presbítero (S).


Monición de entrada

Jesús es el pan vivo bajado del cielo, alimento necesario para los oyentes. El Señor nos invita hoy a levantarnos de nuestra postración cómoda y anodina, para que fortalecidos con el sacramento de la eucaristía, seamos testigos de aquel que se hizo carne para la vida del mundo у nos prometió la resurrección en el último día.

Antífona de entrada Cf. Sal 73, 20. 19. 22. 23

Piensa, Señor, en tu alianza, no olvides sin remedio la vida de tus pobres. Levántate, oh Dios, defiende tu causa, no olvides las voces de los que acuden a ti.

Acto penitencial

- Tú, huésped y peregrino entre nosotros: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

- Tú, pan que nos da fuerzas para el camino de la vida: Cristo, ten
piedad.
R. Cristo, ten piedad.

- Tú, vida de los que creen en ti: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria.


Oración colecta

Dios todopoderoso y eterno, a quien,
instruidos por el Espíritu Santo, nos atrevemos a llamar Padre,
renueva en nuestros corazones el espíritu de la adopción filial,
para que merezcamos acceder a la herencia prometida.
Por nuestro Señor Jesucristo.


LECTURAS DE LA MISA

Audio y comentario del Evangelio de hoy

Audio y comentario del Evangelio de hoy


PRIMERA LECTURA 
Con la fuerza de aquella comida, caminó hasta el monte de Dios

Lectura del primer libro de los Reyes (1 Re 19, 4-8)
EN AQUELLOS DÍAS, Elías anduvo por el desierto una jornada de camino, hasta que, sentándose bajo una retama, imploró la muerte diciendo:
«¡Ya es demasiado, Señor! ¡Toma mi vida, pues no soy mejor que mis padres!».
Se recostó y quedó dormido bajo la retama, pero un ángel lo tocó y dijo:
«Levántate y come».
Miró alrededor y a su cabecera había una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y volvió a recostarse. El ángel del Señor volvió por segunda vez, lo tocó y de nuevo dijo:
«Levántate y come, pues el camino que te queda es muy largo».
Elías se levantó, comió, bebió y, con la fuerza de aquella comida, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL (Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9 [R.: 9a])

R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

V. Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

V. Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias.

R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

V. Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias.

R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

V. El ángel del Señor acampa
en torno a quienes lo temen y los protege.
Gustad y ved qué bueno, es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.

R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

SEGUNDA LECTURA 
Vivid en el amor como Cristo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (Ef 4, 30-5, 2)

HERMANOS:
No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios con que él os ha sellado para el día de la liberación final.
Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo.
Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Aleluya Jn 6, 51
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo –dice el Señor–; el que coma de este pan vivirá para siempre. R.

EVANGELIO 
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo

╬ Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 6, 41-51)
R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, los judíos murmuraban de Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían:
«¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?».
Jesús tomo la palabra y les dijo:
«No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado.
Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”.
Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre.
En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.


Papa Francisco
ÁNGELUS, Plaza de San Pedro, Domingo 9 de agosto de 2015

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este domingo prosigue la lectura del capítulo sexto del Evangelio de Juan, donde Jesús, habiendo cumplido el gran milagro de la multiplicación de los panes, explica a la gente el significado de aquel “signo” (Jn 6,41-51). Como había hecho antes con la Samaritana, a partir de la experiencia de la sed y del signo del agua, aquí Jesús parte de la experiencia del hambre y del signo del pan, para revelarse e invitarnos a creer en Él.

La gente lo busca, la gente lo escucha, porque se ha quedado entusiasmada con el milagro, ¡querían hacerlo rey! Pero cuando Jesús afirma que el verdadero pan, donado por Dios, es Él mismo, muchos se escandalizan, no comprenden, y comienzan a murmurar entre ellos: “De él –decían–, ¿no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo puede decir ahora: 'Yo he bajado del cielo'? (Jn 6,42)”. Y comienzan a murmurar. Entonces Jesús responde: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió”, y añade “el que cree, tiene la vida eterna” (vv 44.47).

Nos sorprende, y nos hace reflexionar esta palabra del Señor: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre”, “el que cree en mí, tiene la vida eterna”. Nos hace reflexionar. Esta palabra introduce en la dinámica de la fe, que es una relación: la relación entre la persona humana, todos nosotros, y la persona de Jesús, donde el Padre juega un papel decisivo, y naturalmente, también el Espíritu Santo, que está implícito aquí. No basta encontrar a Jesús para creer en Él, no basta leer la Biblia, el Evangelio, eso es importante ¿eh?, pero no basta. No basta ni siquiera asistir a un milagro, como el de la multiplicación de los panes. Muchas personas estuvieron en estrecho contacto con Jesús y no le creyeron, es más, también lo despreciaron y condenaron. Y yo me pregunto: ¿por qué, esto? ¿No fueron atraídos por el Padre? No, esto sucedió porque su corazón estaba cerrado a la acción del Espíritu de Dios. Y si tú tienes el corazón cerrado, la fe no entra. Dios Padre siempre nos atrae hacia Jesús. Somos nosotros quienes abrimos nuestro corazón o lo cerramos.

En cambio la fe, que es como una semilla en lo profundo del corazón, florece cuando nos dejamos “atraer” por el Padre hacia Jesús, y “vamos a Él” con ánimo abierto, con corazón abierto, sin prejuicios; entonces reconocemos en su rostro el rostro de Dios y en sus palabras la palabra de Dios, porque el Espíritu Santo nos ha hecho entrar en la relación de amor y de vida que hay entre Jesús y Dios Padre. Y ahí nosotros recibimos el don, el regalo de la fe.

Entonces, con esta actitud de fe, podemos comprender el sentido del “Pan de la vida” que Jesús nos dona, y que Él expresa así: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6,51). En Jesús, en su “carne” –es decir, en su concreta humanidad– está presente todo el amor de Dios, que es el Espíritu Santo. Quien se deja atraer por este amor va hacia Jesús, y va con fe, y recibe de Él la vida, la vida eterna.

Aquella que ha vivido esta experiencia en modo ejemplar es la Virgen de Nazaret, María: la primera persona humana que ha creído en Dios acogiendo la carne de Jesús. Aprendamos de Ella, nuestra Madre, la alegría y la gratitud por el don de la fe. Un don que no es “privado”, un don que no es “propiedad privada”, sino que es un don para compartir: es un don “para la vida del mundo”.


Papa Benedicto XVI
ÁNGELUS. Castelgandolfo. Domingo 12 de agosto de 2012

Queridos hermanos y hermanas:

La lectura del capítulo sexto del Evangelio de san Juan, que nos acompaña en estos domingos en la liturgia, nos ha llevado a reflexionar sobre la multiplicación del pan, con el que el Señor sació a una multitud de cinco mil hombres, y sobre la invitación que Jesús dirige a los que había saciado a buscar un alimento que permanece para la vida eterna. Jesús quiere ayudarles a comprender el significado profundo del prodigio que ha realizado: al saciar de modo milagroso su hambre física, los dispone a acoger el anuncio de que él es el pan bajado del cielo (cf. Jn 6, 41), que sacia de modo definitivo. También el pueblo judío, durante el largo camino en el desierto, había experimentado un pan bajado del cielo, el maná, que lo había mantenido en vida hasta la llegada a la tierra prometida. Ahora Jesús habla de sí mismo como el verdadero pan bajado del cielo, capaz de mantener en vida no por un momento o por un tramo de camino, sino para siempre. Él es el alimento que da la vida eterna, porque es el Hijo unigénito de Dios, que está en el seno del Padre y vino para dar al hombre la vida en plenitud, para introducir al hombre en la vida misma de Dios.

En el pensamiento judío estaba claro que el verdadero pan del cielo, que alimentaba a Israel, era la Ley, la Palabra de Dios. El pueblo de Israel reconocía con claridad que la Torah era el don fundamental y duradero de Moisés, y que el elemento basilar que lo distinguía respecto de los demás pueblos consistía en conocer la voluntad de Dios y, por tanto, el camino justo de la vida. Ahora Jesús, al manifestarse como el pan del cielo, testimonia que es la Palabra de Dios en Persona, la Palabra encarnada, a través de la cual el hombre puede hacer de la voluntad de Dios su alimento (cf. Jn 4, 34), que orienta y sostiene la existencia.

Entonces, dudar de la divinidad de Jesús, como hacen los judíos del pasaje evangélico de hoy, significa oponerse a la obra de Dios. Afirman: "Es el hijo de José. Conocemos a su padre y su madre" (cf. Jn 6, 42). No van más allá de sus orígenes terrenos y por esto se niegan a acogerlo como la Palabra de Dios hecha carne. San Agustín, en su Comentario al Evangelio de san Juan, explica así: "Estaban lejos de aquel pan celestial, y eran incapaces de sentir su hambre. Tenían la boca del corazón enferma... En efecto, este pan requiere el hambre del hombre interior" (26, 1). Y debemos preguntarnos si nosotros sentimos realmente esta hambre, el hambre de la Palabra de Dios, el hambre de conocer el verdadero sentido de la vida. Sólo quien es atraído por Dios Padre, quien lo escucha y se deja instruir por él, puede creer en Jesús, encontrarse con él y alimentarse de él y así encontrar la verdadera vida, el camino de la vida, la justicia, la verdad, el amor. San Agustín añade: "El Señor afirmó que él era el pan que baja del cielo, exhortándonos a creer en él. Comer el pan vivo significa creer en él. Y quien cree, come; es saciado de modo invisible, como de modo igualmente invisible renace (a una vida más profunda, más verdadera), renace dentro, en su interior se convierte en hombre nuevo" (ib.).

Invocando a María santísima, pidámosle que nos guíe al encuentro con Jesús para que nuestra amistad con él sea cada vez más intensa; pidámosle que nos introduzca en la plena comunión de amor con su Hijo, el pan vivo bajado del cielo, para ser renovados por él en lo más íntimo de nuestro ser.

Se dice Credo.


Oración de los fieles

Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha. Oremos confiadamente.

- Por la Iglesia, reunida en comunidades locales, para que sepa valorar la eucaristía. Roguemos al Señor.

- Por los que tienen en sus manos el poder económico, para que comprendan que los bienes de la tierra son para todos los hombres y procuren una distribución más justa. Roguemos al Señor.

- Por los enfermos en extrema gravedad, para que no se vean privados del alimento necesario en el paso de este mundo al Padre. Roguemos al Señor.

- Por nosotros, aquí reunidos, para que realicemos en nuestra vida lo que la eucaristía significa. Roguemos al Señor.

Señor, Dios nuestro,
que nos das el alimento necesario, Jesucristo, tu Hijo, el pan de vida,
esscucha nuestras súplicas y concédenos lo que te pedimos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.



Oración sobre las Ofrendas

Acepta complacido, Señor, los dones que en tu misericordia
has dado a tu Iglesia para que pueda ofrecértelos,
que ahora transformas con tu poder
en sacramento de nuestra salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Antífona de comunión Cf. Sal 147, 12. 14
Glorifica al Señor, Jerusalén, que te sacia con flor de harina.

O bien: Cf. Jn 6, 51

El pan que yo daré es mi carne para vida del mundo, dice el Señor.


Oración después de la comunión

La comunión en tus sacramentos nos salve, Señor,
y nos afiance en la luz de tu verdad.
Por Jesucristo nuestro Señor.


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