PROGRAMA PARROQUIAL:DOMINGO, 03 DE JULIO- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- Eucaristía del Domingo de la XIV Semana del Tiempo Ordinario, en la Parroquia (a las 11.00 h.).
- Rezo del Santo Rosario (20.00 h.) y Eucaristía del Domingo de la XIV Semana del Tiempo Ordinario, en la Parroquia (a las 20.30 h.).
- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- Eucaristía del Domingo de la XIV Semana del Tiempo Ordinario, en la Parroquia (a las 11.00 h.).
- Rezo del Santo Rosario (20.00 h.) y Eucaristía del Domingo de la XIV Semana del Tiempo Ordinario, en la Parroquia (a las 20.30 h.).
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
San Anatolio de Laodicea, obispo
En Laodicea, en Siria, conmemoración de san Anatolio, obispo, que dejó numerosos escritos dignos de admiración, no solo para las personas de fe, sino también para los filósofos.
San Memnón, mártir
En Bizia, ciudad de Tracia, san Memnón, centurión y mártir, que, convertido a la fe en tiempos de Diocleciano y Maximiano por san Severo, juntamente con éste fue sometido a crueles tormentos, y victorioso entró en primer lugar en el cielo.
Santos Marcos y Muciano, mártires
En Mesia, conmemoración de los santos Marcos y Muciano, mártires, que fueron decapitados por negarse a inmolar a los ídolos y por confesar todavía más valientemente a Cristo.
San Heliodoro de Altino, obispo
En Altino, en la región de Venecia, san Heliodoro, obispo, que tuvo como maestro a san Valeriano de Aquilea, como compañeros a los santos Cromacio y Jerónimo, y fue el primer obispo de esta ciudad.
San Anatolio de Constantinopla, obispo
En Constantinopla, san Anatolio, obispo, que profesó la fe ortodoxa sobre las dos naturalezas de Cristo expresada por el papa san León en el tomus que envió a Flaviano, y cuyo contenido se preocupó de hacer llegar al concilio de Calcedonia.
San León II, papa
En Roma, en la basílica de San Pedro, san León II, papa, conocedor tanto de la lengua griega como de la latina, amante de la pobreza y de los pobres, que acogió las decisiones del Tercer Concilio de Constantinopla.
San Raimundo Gayrard, canónigo regular
En Toulouse, junto al río Garona, en Francia, san Raimundo Gayrard, maestro de escuela, que, al quedar viudo, consagró su vida a hacer obras de caridad, fundó para un hospital y, finalmente, fue admitido entre los canónigos de la basílica de San Saturnino.
San José Nguyên Dình Uyên, catequista mártir
En la ciudad de Hung Yên, en Tonquín, san José Nguyên Dình Uyên, catequista y mártir, que, encarcelado en tiempo del emperador Minh Mang por quienes odiaban la fe cristiana, murió en prisión.
San Felipe Phan Van Minh, presbítero y mártir
En la ciudad de Vinh Long, en Cochinchina, san Felipe Phan Van Minh, presbítero y mártir, decapitado, en tiempo del emperador Tu Duc, por confesar a Cristo.
Beata María Ana Mogás Fontcuberta, virgen y fundadora
En Fuencarral, pueblo cercano a Madrid, en España, beata María Ana Mogas Fontcuberta, virgen, fundadora del Instituto Franciscano de Hermanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor, para la educación de las niñas y el cuidado de pobres y enfermos.
Santos Pedro Zhao Mingzhen y Juan Bautista Zhao Mingxi, mártires
En una región pantanosa junto a Dongyangtai, pueblo cercano a Shenxian, en la provincia china de Hebei, santos hermanos Pedro Zhao Mingzhen y Juan Bautista Zhao Mingxi, mártires, que, en la persecución promovida por los seguidores del movimiento Yihetuan, olvidándose de sí mismos, fueron asesinados mientras se esforzaban para proteger a las mujeres y niños cristianos que huían.
LITURGIA DE HOY
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.
LECC.: vol. I (C).
- Is 66, 10-14c. Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz.
- Sal 65. R. Aclamad al Señor, tierra entera.
- Gál 6, 14-18. Llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús.
- Lc 10, 1-12. 17-20. Descansará sobre ellos vuestra paz.
Ya desde la ant. de entrada se nos introduce en el tema central de la liturgia
de hoy, universalidad de la salvación de Cristo y de la misión de la Iglesia:
«Como tu nombre, oh, Dios, tu alabanza llega al confín de la tierra».
Igualmente se expresa en el sal. resp.: «Aclamad al Señor, tierra entera». Este
salmo es la respuesta a lo anunciado en la 1 lect.: «Yo haré derivar hacia ella
[Jerusalén], como un río la paz». Y el Ev. nos presenta la plenitud de esta
profecía, cuando Cristo, urgido porque la mies es mucha, envía a los setenta y
dos discípulos a llevar la paz, a anunciar la llegada del reino de Dios. Esa
paz que brota del sacrificio eucarístico correrá por nuestra asamblea antes de
la comunión. Pidamos hoy al Señor que siga suscitando las vocaciones y carismas
tan necesarios para seguir hoy evangelizando.
* JORNADA DE RESPONSABILIDAD EN EL TRÁFICO (dependiente de la CEE,
optativa): Liturgia del día, alusión en la mon. de entrada y en la hom.,
intención en la orac. univ.
* Hoy no se permiten las misas de difuntos, excepto la exequial.
Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.
Martirologio: elogs.
del 4 de julio, pág. 396.
Antífona de entrada Sal 47, 10-11
Oh, Dios, meditamos tu misericordia en medio de tu templo; como tu
nombre, oh, Dios, tu alabanza llega al confín de la tierra. Tu
diestra está llena de justicia.
Monición de entrada (Año C)
Durante los domingos del tiempo ordinario, la Iglesia nos anima a vivir generosamente nuestra vida cristiana. Estamos llamados a ser portadores de la Buena Nueva, la de que el reino de Dios ya está entre nosotros. A pesar de las dificultades para la instauración del reino de Dios, la ternura amorosa de Dios es más fuerte que las fuerzas del mal. Celebremos con devoción el banquete eucarístico que renueva este misterio de amor.
Acto penitencial
Todo como en el Ordinario de la Misa. Para la tercera fórmula pueden
usarse las siguientes invocaciones:
- Defensor de los pobres:
Señor, ten piedad
R. Señor, ten piedad.
- Refugio de los débiles: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Esperanza de los pecadores: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
En lugar del acto penitencial, se puede celebrar el rito de la bendición y de la aspersión del agua bendita.
Se dice Gloria.
LECTURAS DE LA MISA
Audio y comentario del Evangelio de hoy
Audio y comentario del Evangelio de hoy
Oración colecta
Oh, Dios, que en la humillación de tu Hijo
levantaste a la humanidad caída,
concede a tus fieles una santa alegría,
para que disfruten del gozo eterno
los que liberaste de la esclavitud del pecado.
Por nuestro Señor Jesucristo.
FESTEJAD
a Jerusalén, gozad con ella,
todos los que la amáis;
alegraos de su alegría,
los que por ella llevasteis luto;
mamaréis a sus pechos
y os saciaréis de sus consuelos,
y apuraréis las delicias
de sus ubres abundantes.
Porque así dice el Señor:
«Yo haré derivar hacia ella,
como un río, la paz,
como un torrente en crecida,
las riquezas de las naciones.
Llevarán en brazos a sus criaturas
y sobre las rodillas las acariciarán;
como a un niño a quien su madre consuela,
así os consolaré yo,
y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo, se alegrará vuestro corazón,
y vuestros huesos florecerán como un prado,
se manifestará a sus siervos la mano del Señor».
R. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 65, 1b-3a. 4-5. 16 y 20 [R.: 1b])
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!».
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
V. Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres.
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
V. Transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos en él,
que con su poder gobierna eternamente.
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
V. Los que teméis a Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica,
ni me retiró su favor.
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
HERMANOS:
Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por
la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo.
Pues lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino la nueva
criatura.
La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta
norma; también sobre el Israel de Dios.
En adelante, que nadie me moleste, pues yo llevo en mi cuerpo las marcas de
Jesús.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con vuestro espíritu, hermanos.
Amén.
R. Te alabamos, Señor.
R. Gloria a ti, Señor.
EN
AQUEL TIEMPO, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él,
de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que
envíe obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No
llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay
gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el
obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa.
Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los
enfermos que haya en ella, y decidles:
“El reino de Dios ha llegado a vosotros”.
Pero si entráis en una ciudad y no os reciben, saliendo a sus plazas, decid:
“Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo
sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha
llegado”.
Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad».
Los setenta y dos volvieron con alegría diciendo:
«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les dijo:
«Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado el
poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os
hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los
espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
R. Gloria a ti, Señor.
EN
AQUEL TIEMPO, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él,
de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que
envíe obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No
llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay
gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el
obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa.
Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los
enfermos que haya en ella, y decidles: “El reino de Dios ha llegado a
vosotros”».
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Papa Francisco
ÁNGELUS. Domingo, 7 de julio de 2019
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La página del Evangelio de hoy (cf. Lc 10,1-12.17-20) presenta a Jesús que
envía en misión a setenta y dos discípulos, además de los doce apóstoles. El
número setenta y dos probablemente indica todas las naciones. En efecto, en el
libro de Génesis se mencionan setenta y dos naciones diferentes (cf. 10,1-32).
Así, este envío prefigura la misión de la Iglesia de anunciar el Evangelio a
todos los pueblos. Jesús dijo a los discípulos: «La mies es mucha y los obreros
son pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (v.
2).
Esta petición de Jesús es siempre válida. Siempre debemos orar al “dueño de la
mies”, que es Dios Padre, para que envíe obreros a trabajar en su campo, que es
el mundo. Y cada uno de nosotros lo debe hacer con un corazón abierto, con una
actitud misionera; nuestra oración no debe limitarse solo a nuestras
peticiones, a nuestras necesidades: una oración es verdaderamente cristiana si
también tiene una dimensión universal.
Cuando envía a los setenta y dos discípulos, Jesús les da instrucciones precisas que expresan las características de la misión. La primera ―ya lo hemos visto―: rezad; la segunda: id; y luego: no llevéis bolsa o alforja ...; decid: “Paz a esta casa” ... permaneced en esa casa ... No vayáis de casa en casa; curad a los enfermos y decidles: “El Reino de Dios está cerca de vosotros”; y, si no os reciben, salid a las plazas y despedíos (cf. versículos 2-10). Estos imperativos muestran que la misión se basa en la oración; que es itinerante: no está quieta, es itinerante; que requiere desapego y pobreza; que trae paz y sanación, signos de la cercanía del Reino de Dios; que no es proselitismo sino anuncio y testimonio; y que también requiere la franqueza y la libertad para irse, evidenciando la responsabilidad de haber rechazado el mensaje de salvación, pero sin condenas ni maldiciones.
Si se vive en estos términos, la misión de la Iglesia se caracterizará por la alegría. ¿Y cómo termina este paso? «Regresaron los setenta y dos alegres» (v. 17). No se trata de una alegría efímera que viene del éxito de la misión; por el contrario, es un gozo arraigado en la promesa de que ―dice Jesús― «vuestros nombres están escritos en el cielo» (v. 20). Con esta expresión, él se refiere a la alegría interior, la alegría indestructible que proviene de la conciencia de ser llamados por Dios a seguir a su Hijo. Es decir, la alegría de ser sus discípulos. Hoy, por ejemplo, cada uno de nosotros, aquí en la Plaza, puede pensar en el nombre que recibió el día del Bautismo: ese nombre está “escrito en los cielos”, en el corazón de Dios Padre. Y es la alegría de este don lo que hace de cada discípulo un misionero, uno que camina en compañía del Señor Jesús, que aprende de él a entregarse sin reservas a los demás, libre de sí mismo y de sus propias posesiones.
Invoquemos juntos la protección materna de María Santísima, para que sostenga
en todo lugar la misión de los discípulos de Cristo; la misión de anunciar a
todos que Dios nos ama, quiere salvarnos y nos llama a ser parte de su Reino.
Queridos hermanos y hermanas:
El evangelio de hoy (cf. Lc 10, 1-12. 17-20) presenta a Jesús que envía a setenta y dos discípulos a las aldeas a donde está a punto de ir, para que preparen el ambiente. Esta es una particularidad del evangelista san Lucas, el cual subraya que la misión no está reservada a los doce Apóstoles, sino que se extiende también a otros discípulos.
En efecto, Jesús dice que "la mies es mucha, y los obreros pocos" (Lc 10, 2). En el campo de Dios hay trabajo para todos. Pero Cristo no se limita a enviar: da también a los misioneros reglas de comportamiento claras y precisas. Ante todo, los envía "de dos en dos" para que se ayuden mutuamente y den testimonio de amor fraterno. Les advierte que serán "como corderos en medio de lobos", es decir, deberán ser pacíficos a pesar de todo y llevar en todas las situaciones un mensaje de paz; no llevarán consigo ni alforja ni dinero, para vivir de lo que la Providencia les proporcione; curarán a los enfermos, como signo de la misericordia de Dios; se irán de donde sean rechazados, limitándose a poner en guardia sobre la responsabilidad de rechazar el reino de Dios.
San Lucas pone de relieve el entusiasmo de los discípulos por los frutos de la misión, y cita estas hermosas palabras de Jesús: "No os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos, más bien, de que vuestros nombres estén escritos en los cielos" (Lc 10, 20). Ojalá que este evangelio despierte en todos los bautizados la conciencia de que son misioneros de Cristo, llamados a prepararle el camino con sus palabras y con el testimonio de su vida.
Es tiempo de vacaciones y mañana partiré para Lorenzago di Cadore, donde seré
huésped del obispo de Treviso en la casa que ya acogió al venerado Juan Pablo
II. El aire de montaña me hará bien -así lo espero- y podré dedicarme más
libremente a la reflexión y a la oración.
Deseo a todos, especialmente a los que sienten mayor necesidad, que puedan
tomar vacaciones, para reponer las energías físicas y espirituales, y renovar
un contacto saludable con la naturaleza. La montaña, en particular, evoca la
elevación del espíritu hacia las alturas, hacia el "grado alto" de
nuestra humanidad que, por desgracia, la vida diaria tiende a rebajar.
A este propósito, quiero recordar la V Peregrinación de los jóvenes a la cruz del Adamello, a donde el Santo Padre Juan Pablo II fue dos veces. La peregrinación se realizó durante estos días, y acaba de culminar con la santa misa, celebrada aproximadamente a tres mil metros de altura. A la vez que saludo al arzobispo de Trento y al secretario general de la Conferencia episcopal italiana, así como a las autoridades trentinas, renuevo la cita a todos los jóvenes italianos para los días 1 y 2 de septiembre en Loreto.
Que la Virgen María nos proteja siempre, tanto en la misión como en el merecido
descanso, para que podamos realizar con alegría y con fruto nuestro trabajo en
la viña del Señor.
Se dice Credo.
Oración de los fieles
Oremos al Señor, nuestro Dios. Él hace derivar hacia nosotros, como un río, la paz.
- Por la Iglesia, enviada de Cristo al mundo, para que anuncie el reino de Dios, que es paz, alegría, curación. Roguemos al Señor.
- Por todos los hombres de buena voluntad, que trabajan por la paz la justicia, el bienestar de todos, para que descubran en su esfuerzo la gran esperanza del reino de Dios. Roguemos al Señor.
- Por los enfermos y todos los que sufren, que llevan en su cuerpo las marcas de Jesús, para que, en la atención solícita de todos, puedan ver junto a ellos al que es la salud del mundo. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, llamados a pertenecer al reino de Dios, para que nos sintamos enviados a realizarlo y a anunciarlo a todos. Roguemos al Señor.
lo que has hecho con nosotros.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
y nos lleve, de día en día, a participar en la vida del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Sal 33, 9
Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él.
O bien: Cf. Mt 11, 28
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré,
dice el Señor.
Colmados de tan grandes bienes, concédenos, Señor,
alcanzar los dones de la salvación
y no cesar nunca en tu alabanza.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
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