PROGRAMA PARROQUIAL:DOMINGO, 31 DE JULIO- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- Eucaristía del Domingo de la XVIII Semana del Tiempo Ordinario, en la Parroquia (a las 11.00 h.).
Para ver la transmisión en directo, pincha aquí
- Rezo del Santo Rosario (a las 20.00 h.) y Eucaristía del Domingo de la XVIII Semana del Tiempo Ordinario, en la Parroquia (a las 20.30 h.).
- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- Eucaristía del Domingo de la XVIII Semana del Tiempo Ordinario, en la Parroquia (a las 11.00 h.).
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
SANTORAL DE HOY
Elogio: Memoria de san Ignacio de Loyola, presbítero, el cual, nacido en el País Vasco, en España, pasó la primera parte de su vida en la corte como paje hasta que, herido gravemente, se convirtió a Dios. Completó los estudios teológicos en París y unió a él a sus primeros compañeros, con los que más tarde fundó la Orden de la Compañía de Jesús en Roma, donde ejerció un fructuoso ministerio escribiendo varias obras y formando a sus discípulos, todo para mayor gloria de Dios.
Patronazgos: patrono de los retiros y casas de retiros espirituales, de los niños, mujeres embarazadas y soldados; protector contra la peste, la hechicería, los remordimientos y los escrúpulos.
Refieren a este santo: San Carlos Borromeo, San Francisco de Borja, San Pedro Canisio, San Pedro Favre
Oración
Señor, Dios nuestro, que has suscitado en tu Iglesia a san Ignacio de Loyola para extender la gloria de tu nombre, concédenos que después de combatir en la tierra, bajo su protección y siguiendo su ejemplo, merezcamos compartir con él la gloria del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Otros santos de este día:
San Calimero de Milán, obispo
En Milán, en la región Transpadana, san Calimero, obispo.
Santos Demócrito, Segundo y Dionisio, mártires
En Sinnada, en Frigia, santos Demócrito, Segundo y Dionisio, mártires.
San Fabio, mártir
En Cesarea de Mauritania, san Fabio, mártir, que fue encarcelado por negarse a llevar la insignia del gobernador en una asamblea general de la provincia, y como permaneciese fiel en la confesión de Cristo, el juez le condenó a muerte.
San Tertulino, mártir
En Roma, en la vía Latina, san Tertulino, mártir.
San Germán de Auxerre, obispo
En Rávena, en la vía Flaminia, tránsito de san Germán, obispo de Auxerre, defensor de la fe de los británicos frente la herejía pelagiana, el cual, habiendo acudido a Rávena para obtener la paz para la región de Armórica, fue recibido triunfalmente por los emperadores Valentiniano y Gala Placidia, subiendo después desde allí al reino celestial.
San Pedro Crisólogo, obispo y doctor de la Iglesia
Cerca de Foro Cornelio (hoy Imola), en la misma vía Flaminia, tránsito de san Pedro Crisólogo, obispo de Ravena, del que se hizo memoria ayer.
Santa Elena de Skövde, mártir
En Skövde, en Suecia, santa Elena, viuda, a quien se considera mártir por haber sido injustamente asesinada.
Beato Juan Colombini, fundador
En Acquapendente, de la Toscana, tránsito del beato Juan Colombini, rico comerciante que, dejándolo todo, abrazó la pobreza, y con quienes le siguieron fundó la Orden de los Jesuatos, a cuyos componentes quiso pobres de Cristo y desposados con la dama Pobreza.
Beato Everardo Hanse, presbítero y mártir
En la ciudad de Londres, en Inglaterra, beato Everardo Hanse, presbítero y mártir, que desde el día en que abrazó la fe católica fue siempre fiel a ella, la propagó entre sus conciudadanos y, en tiempo de la reina Isabel I, confirmó su fe con el martirio en Tyburn.
Beato Nicolás Nagawara Keyan Fukunaga, religioso y mártir
En la colina Nishizaka, Nagasaki, beato Nicolás Nagawara Keyan Fukunaga, hermano jesuita, mártir.
Beato Juan Francisco Jarriges de la Morelie du Breuil, presbítero y mártir
En el mar, frente al puerto de Rochefort, en Francia, beato Juan Francisco Jarriges de la Morelie du Breuil, presbítero y mártir, que durante la Revolución Francesa, cuando la persecución contra la Iglesia se hacía sentir más intensa, fue encerrado en una vieja nave destinada al trasporte de esclavos, en la que murió al enfermar de tisis.
Santos Pedro Doàn Côn Quý y Manuel Phung, mártires
En Cây Mét, lugar cercano a la ciudad de Saigón, en Cochinchina, santos Pedro Doàn Con Quý, presbítero, y Manuel Phung, mártires, que, tras pasar cerca de siete meses en la cárcel, fueron decapitados por ser cristianos.
San Justino de Iacobis, obispo y confesor
En el valle de Alighede, en Etiopía, san Justino de Iacobis, obispo, de la Congregación de la Misión, que, manso y lleno de caridad, se entregó al apostolado y a la formación del clero indígena, y por esto tuvo que sufrir pronto hambre, sed, tribulaciones y cárcel.
Beata Alfonsa María Eppinger, fundadora
En Niederbronn-les-Baines, Francia, beata Alfonsa María Eppinger, en el siglo Elisabeth, fundadora de la congregación de las Hermanas del Divino Redentor.
Beatos Dionisio Vicente Ramos y Francisco Remón Játiva, religiosos mártires
En la ciudad de Granollers, cerca de Barcelona, en España, beatos mártires Dionisio Vicente Ramos, presbítero, y Francisco Remón Játiva, religioso, ambos de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, que en la persecución desencadenada contra la fe, con su martirio siguieron los pasos de Cristo.
Beato Santiago Buch Canals, religioso y mártir
En Valencia, también en España, beato Santiago Buch Canals, religioso de la Sociedad de San Francisco de Sales y mártir, que, durante la misma persecución, murió confesando a Cristo.
Beato Miguel Ozieblowski, presbítero y mártir
Cerca de Munich, ciudad de Baviera, en Alemania, en el campo de concentración de Dachau, beato Miguel Ozieblowski, presbítero y mártir, el cual, ocupada Polonia, su patria, por un régimen político contrario a la religión, por su fe fue deportado a una cárcel de exterminio, donde llevó a cumplimiento el martirio bajo crueles torturas.
Beato Francisco Stryjas, catequista mártir
En Kalisz, en Polonia, beato Francisco Stryjas, mártir, que durante la misma persecución, tras pasar por terribles tormentos, voló triunfador al encuentro del Señor.
Beata Sidonia Schelingová, virgen y mártir
En la ciudad de Trnava, en Eslovaquia, beata Sidonia (Cecilia) Schelingová, virgen de la Congregación de Hermanas de la Caridad de la Santa Cruz y mártir, que, en tiempos difíciles para la Iglesia de su país, sufrió mucho en el cuerpo y en el espíritu por haber protegido a un sacerdote y, afectada finalmente por una enfermedad, se mostró testigo alegre y constante de Cristo.
Beato Solanus Casey, religioso presbítero
En Detroit, Michigan, U.S.A., beato Solanus Casey, franciscano capuchino profeso y presbítero
Beato Marcel Denis, presbítero y mártir
En Kham Hè, Nhommalath, Khammouan, Laos, beato Marcel Denis, sacerdote de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París y mártir.
LITURGIA DE HOY
Misa del Domingo (verde).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.
LECC.: vol. I (C).
- Ecl 1, 2; 2, 21-23. ¿Qué saca el hombre de todos los trabajos?
- Sal 89. R. Señor, tú has sido nuestro refugio de
generación en generación.
- Col 3, 1-5. 9-11. Buscad los bienes de allá arriba, donde está
Cristo.
- Lc 12, 13-21. ¿De quién será lo que has preparado?
¿En qué tenemos puesta nuestra seguridad? ¿Qué pensamos que es la fuente de
nuestra felicidad?: ¿el dinero, las propiedades, los placeres de este mundo, la
fama, el poder…? Las lecturas de hoy nos responden a estas preguntas. «¿Qué
saca el hombre de todos los trabajos?… ¡Vanidad de vanidades; todo es
vanidad!». El Evangelio nos llama a no atesorar bienes de este mundo sino a
hacernos ricos ante Dios: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues,
aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes». En la misma línea
la 2 lect. nos recuerda que, habiendo resucitado con Cristo, debemos buscar los
bienes de arriba, donde está Cristo. Nos haremos ricos ante Dios compartiendo
lo que tengamos con nuestros hermanos más pobres y necesitados. Y solo en
Cristo, pan de vida, saciaremos nuestra hambre y nuestra sed (cf. ant. de la
comunión).
Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.
Martirologio: elogs. del 1 de agosto, pág. 460.
CALENDARIOS: Bilbao, San Sebastián y Jesuitas: San Ignacio de
Loyola, presbítero (S).
Antífona
de entrada Sal 69, 2. 6
Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme. Que tú eres
mi auxilio y mi liberación. Señor, no tardes.
Monición de entrada
En el día del Señor Resucitado nos encontramos reunidos en la casa del Señor para celebrar la eucaristía. Cristo está en medio de nosotros y nos llama a poner siempre nuestro corazón en las cosas de Dios para que nuestra vida sea expresión y testimonio de la verdadera ríqueza y de la vida nueva que solo él puede dar. Dispongámonos a esta celebración para participar activa y piadosamente.
Acto penitencial
- Jesús, rico en misericordia: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Jesús, hecho pobre para enriquecernos a todos: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Jesús, herencia de los elegidos: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
Se dice Gloria.
Tiende, Señor, a tus siervos
y derrama tu bondad imperecedera sobre los que te suplican,
para que renueves lo que creaste y conserves lo renovado
en estos que te alaban como autor y como guía.
Por nuestro Señor Jesucristo.
LECTURAS DE LA MISA
Audio y comentario del Evangelio de hoy (I)
Audio y comentario del Evangelio de hoy (II)
¿Qué saca el hombre de todos los trabajos?
Lectura del libro del Eclesiastés (Ecl 1, 2; 2, 21-23)
¡Vanidad de vanidades!,
—dice Qohélet—. ¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad!
Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su
porción a uno que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave dolencia.
Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo
fatigan bajo el sol?
De día su tarea es sufrir y penar; de noche no descansa su mente. También esto
es vanidad.
R. Te alabamos, Señor.
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer que pasó;
una vela nocturna.
R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
V. Si tú los retiras
son como un sueño,
como hierba que se renueva
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca.
R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
V. Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuando?
Ten compasión de tus siervos.
R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
V. Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos.
R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (Col 3, 1-5. 9-11)
HERMANOS:
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo
está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de
la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando
aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos,
juntamente con él.
En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la
fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una
idolatría.
¡No os mintáis unos a otros!: os habéis despojado del hombre viejo, con sus
obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el
conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, donde no hay griego y
judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino
Cristo, que lo es todo, y en todos.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
╬ Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 12, 13-21)
R. Gloria a ti, Señor.
EN AQUEL TIEMPO, dijo
uno de entre la gente a Jesús:
«Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
Él le dijo:
«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».
Y les dijo:
«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su
vida no depende de sus bienes».
Y les propuso una parábola:
«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar
cálculos, diciéndose:
“¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo:
“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y
almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma
mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe,
banquetea alegremente”.
Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has
preparado?”.
Así es el que atesora para SÍ y no es rico ante Dios».
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy (cf. Lucas 12, 13-21) se abre con la escena de un hombre
que se levanta en medio de la multitud y pide a Jesús que resuelva una cuestión
jurídica sobre la herencia de la familia. Pero Él en su respuesta no aborda la
pregunta, y nos exhorta a alejarnos de la codicia, es decir, de la avaricia de
poseer. Para disuadir a sus oyentes de esta frenética búsqueda de riquezas,
Jesús cuenta la parábola del rico necio, que cree que es feliz porque ha tenido
la buena fortuna de un año excepcional y se siente seguro de los bienes que ha
acumulado. Sería hermoso que lo leyerais hoy; está en el capítulo doce de San
Lucas, versículo 13. Es una hermosa parábola que nos enseña mucho. La historia
cobra vida cuando surge el contraste entre lo que el hombre rico planea para sí
mismo y lo que Dios le plantea.
El rico pone ante su alma, es decir, ante sí mismo, tres consideraciones: los
muchos bienes acumulados, los muchos años que estos bienes parecen asegurarle
y, en tercer lugar, la tranquilidad y el bienestar desenfrenado (cf. v. 19).
Pero la palabra que Dios le dirige anula estos proyectos. En lugar de los
«muchos años», Dios indica la inmediatez de «esta noche; esta noche te
reclamarán el alma»; en lugar de «disfrutar de la vida», le presenta la
«restitución de la vida; tú darás la vida a Dios», con el consiguiente juicio.
La realidad de los muchos bienes acumulados, en la que el rico tenía que basar
todo, está cubierta por el sarcasmo de la pregunta: «Las cosas que preparaste,
¿para quién serán?» (v.20). Pensemos en las luchas por la herencia; muchas
luchas familiares. Y mucha gente, todos conocemos algunas historias, que en la
hora de la muerte comienzan a llegar: sobrinos, los nietos vienen a ver: «Pero,
¿qué me toca a mí? Y se lo llevan todo. Es en esta contraposición donde se
justifica el apelativo de «necio» —porque piensa en cosas que cree concretas
pero que son una fantasía— con el que Dios se dirige a este hombre. Es necio
porque en la práctica ha negado a Dios, no ha contado con Él.
La conclusión de la parábola, formulada por el evangelista, es de una eficacia
singular: «Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a
Dios» (v. 21). Es una advertencia que revela el horizonte hacia el que todos
estamos llamados a mirar. Los bienes materiales son necesarios —¡son bienes!—,
pero son un medio para vivir honestamente y compartir con los más necesitados.
Hoy Jesús nos invita a considerar que las riquezas pueden encadenar el corazón
y distraerlo del verdadero tesoro que está en el cielo. San Pablo nos lo
recuerda también en la segunda lectura de hoy que dice: «Buscad las cosas de
arriba... Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra» (Colosenses 3,
1-2). Esto ―se entiende― no significa alejarse de la realidad, sino buscar las
cosas que tienen un verdadero valor: la justicia, la solidaridad, la acogida,
la fraternidad, la paz, todo lo que constituye la verdadera dignidad del
hombre. Se trata de tender hacia una vida vivida no en el estilo mundano, sino
en el estilo evangélico: amar a Dios con todo nuestro ser, y amar al prójimo
como Jesús lo amó, es decir, en el servicio y en el don de sí mismo. La codicia
de bienes, el deseo de tener bienes, no satisface al corazón, al contrario,
causa más hambre. La codicia es como esos caramelos buenos: tomas uno y dices:
«¡Ah, qué bien!», y luego tomas el otro; y uno tira del otro. Así es la
avaricia: nunca estás satisfecho. ¡Tened cuidado! El amor así comprendido y
vivido es la fuente de la verdadera felicidad, mientras que la búsqueda
ilimitada de bienes materiales y riquezas es a menudo fuente de inquietud, de
adversidad, de prevaricaciones, de guerra. Tantas guerras comienzan con la
codicia.
Que la Virgen María nos ayude a no dejarnos fascinar por las seguridades que
pasan, sino a ser cada día testigos creíbles de los valores eternos del
Evangelio.
El dinero sirve para
realizar muchas obras buenas, para hacer progresar a la humanidad, pero cuando
se transforma en la única razón de vida, destruye al hombre y sus vínculos con
el mundo exterior. Es ésta la enseñanza que el Papa Francisco sacó del pasaje
litúrgico del Evangelio de Lucas (Lc 12, 13-21) durante la misa celebrada el
lunes 21 de octubre.
Al inicio de su homilía el Santo Padre recordó la figura del hombre que pide a
Jesús que intime a su propio hermano para que reparta con él la herencia. Para
el Pontífice, de hecho, el Señor nos habla a través de este personaje "de
nuestra relación con las riquezas y con el dinero". Un tema que no es sólo
de hace dos mil años, sino que se representa todavía hoy, todos los días.
"Cuántas familias destruidas -comentó- hemos visto por problemas de
dinero: ¡hermano contra hermano; padre contra hijos!". Porque la primera
consecuencia del apego al dinero es la destrucción del individuo y de quien le
está cerca. "Cuando una persona está apegada al dinero -explicó el Obispo
de Roma- se destruye a sí misma, destruye a la familia".
Cierto, el dinero no hay que demonizarlo en sentido absoluto. "El dinero
-precisó el Papa Francisco- sirve para llevar adelante muchas cosas buenas,
muchos trabajos, para desarrollar la humanidad". Lo que hay que condenar,
en cambio, es su uso distorsionado. Al respecto el Pontífice repitió las mismas
palabras pronunciadas por Jesús en la parábola del "hombre rico"
contenida en el Evangelio: "El que atesora para sí, no es rico ante
Dios". De aquí la advertencia: "Guardaos de toda clase de
codicia". Es ésta en efecto "la que hace daño en relación con el
dinero"; es la tensión constante a tener cada vez más que "lleva a la
idolatría" del dinero y acaba con destruir "la relación con los
demás". Porque la codicia hace enfermar al hombre, conduciéndole al
interior de un círculo vicioso en el que cada pensamiento está "en función
del dinero".
Por lo demás, la característica más peligrosa de la codicia es precisamente la
de ser "un instrumento de idolatría; porque va por el camino
contrario" del trazado por Dios para los hombres. Y al respecto el Santo
Padre citó a san Pablo, quien recuerda "que Jesucristo, que era rico, se
hizo pobre para enriquecernos a nosotros". Así que hay un "camino de
Dios", el "de la humildad, abajarse para servir", y un recorrido
que va en la dirección opuesta, adonde conduce la codicia y la idolatría:
"Tú que eres un pobre hombre, te haces dios por la vanidad".
Por este motivo -añadió el Pontífice- "Jesús dice cosas tan duras y
fuertes contra el apego al dinero": por ejemplo, cuando recuerda "que
no se puede servir a dos señores: o a Dios o al dinero"; o cuando exhorta
"a no preocuparnos, porque el Señor sabe de qué tenemos necesidad"; o
también cuando "nos lleva al abandono confiado hacia el Padre, que hace
florecer los lirios del campo y da de comer a los pájaros del cielo".
La actitud en clara antítesis a esta confianza en la misericordia divina es
precisamente la del protagonista de la parábola evangélica, quien no conseguía
pensar en otra cosa más que en la abundancia del trigo recogido en los campos y
en los bienes acumulados. Interrogándose sobre qué hacer con ello -explicó el
Papa Francisco-, "podía decir: daré esto a otro para ayudarle". En
cambio "la codicia le llevó a decir: construiré otros graneros y los
llenaré. Cada vez más". Un comportamiento que, según el Papa, cela la
ambición de alcanzar una especie de divinidad, "casi una divinidad
idolátrica", como testimonian los pensamientos mismos del hombre:
"Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come,
bebe, banquetea alegremente".
Pero es precisamente entonces cuando Dios le reconduce a su realidad de
criatura, poniéndole en guardia con la frase: "Necio, esta noche te van a
reclamar el alma". Porque -observó el Obispo de Roma- "este camino
contrario al camino de Dios es una necedad, lleva lejos de la vida. Destruye
toda fraternidad humana". Mientras que el Señor nos muestra el verdadero
camino. Que "no es el camino de la pobreza por la pobreza"; al
contrario, "es el camino de la pobreza como instrumento, para que Dios sea
Dios, para que Él sea el único Señor, no el ídolo de oro". En efecto,
"todos los bienes que tenemos, el Señor nos los da para hacer marchar
adelante el mundo, para que vaya adelante la humanidad, para ayudar a los
demás".
De ahí el deseo de que "permanezca hoy en nuestro corazón la palabra del
Señor", con su invitación a mantenerse lejos de la codicia, porque,
"aunque uno esté en la abundancia, su vida no depende de lo que
posee".
ÁNGELUS, Palacio apostólico de Castelgandolfo, Domingo 1 de agosto de 2010
Queridos hermanos y hermanas:
Estos días se celebra la memoria litúrgica de algunos santos. Ayer recordamos a
san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Vivió en el siglo XVI;
se convirtió leyendo la vida de Jesús y de los santos durante una larga
hospitalización causada por una herida de batalla. Se quedó tan impresionado
con aquellas páginas que decidió seguir al Señor. Hoy recordamos a san Alfonso
María de Ligorio, fundador de los Redentoristas; vivió en el siglo XVIII y fue
proclamado patrono de los confesores por el venerable Pío XII. Tuvo la
conciencia de que Dios quiere que todos sean santos, cada uno según su propio
estado, naturalmente. Esta semana la liturgia nos propone además a san Eusebio,
primer obispo del Piamonte, valiente defensor de la divinidad de Cristo; y,
finalmente, la figura de san Juan María Vianney, el cura de Ars, quien guió con
su ejemplo el Año sacerdotal recién concluido y a cuya intercesión confío de
nuevo a todos los pastores de la Iglesia. Empeño común de estos santos fue
salvar a las almas y servir a la Iglesia con sus respectivos carismas,
contribuyendo a renovarla y a enriquecerla. Estos hombres adquirieron "un
corazón sabio" (Sal 89, 12) acumulando lo que no se corrompe y desechando
cuanto irremediablemente es voluble en el tiempo: el poder, la riqueza y los
placeres efímeros. Al elegir a Dios, poseyeron todo lo necesario, pregustando desde
la vida terrena la eternidad (cf. Qo 1, 1-5)
En el Evangelio de este domingo, la enseñanza de Jesús se refiere precisamente
a la verdadera sabiduría y está introducida por la petición de uno entre la
multitud: "Maestro, di a mi hermano que reparta conmigo la herencia"
(Lc 12, 13). Jesús, respondiendo, pone en guardia a quienes le oyen sobre la
avidez de los bienes terrenos con la parábola del rico necio, quien, habiendo
acumulado para él una abundante cosecha, deja de trabajar, consume sus bienes
divirtiéndose y se hace la ilusión hasta de poder alejar la muerte. "Pero
Dios le dijo: "¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas
que preparaste, ¿para quién serán?"" (Lc 12, 20). El hombre necio, en
la Biblia, es aquel que no quiere darse cuenta, desde la experiencia de las
cosas visibles, de que nada dura para siempre, sino que todo pasa: la juventud
y la fuerza física, las comodidades y los cargos de poder. Hacer que la propia
vida dependa de realidades tan pasajeras es, por lo tanto, necedad. El hombre
que confía en el Señor, en cambio, no teme las adversidades de la vida, ni
siquiera la realidad ineludible de la muerte: es el hombre que ha adquirido
"un corazón sabio", como los santos.
Al dirigir nuestra oración a María santísima, deseo recordar otras fiestas
significativas: mañana se podrá ganar la indulgencia de la Porciúncula o
"el Perdón de Asís", que obtuvo san Francisco en 1216 del Papa
Honorio III; el jueves 5 de agosto, conmemorando la Dedicación de la Basílica
de Santa María La Mayor, honraremos a la Madre de Dios, aclamada con este
título en el concilio de Éfeso del año 431; y el próximo viernes, aniversario
de la muerte del Papa Pablo VI, celebraremos la fiesta de la Transfiguración
del Señor. La fecha del 6 de agosto, considerada el culmen de la luz estival,
se eligió para significar que el esplendor del Rostro de Cristo ilumina el
mundo entero.
Deseo expresar viva satisfacción por la entrada en vigor, precisamente hoy, de
la Convención sobre la prohibición de las bombas de racimo que provocan daños
inaceptables a los civiles. Mi primer pensamiento se dirige a las numerosas
víctimas que han sufrido y siguen sufriendo graves daños físicos y morales,
hasta la pérdida de la vida, a causa de estos insidiosos artefactos cuya
permanencia en el terreno con frecuencia obstaculiza largamente la reanudación
de las actividades diarias de comunidades enteras. Con la entrada en vigor de
la nueva Convención, a cuya adhesión exhorto a todos los Estados, la comunidad
internacional ha demostrado sabiduría, prudencia y capacidad para perseguir un
resultado significativo en el campo del desarme y del derecho humanitario
internacional. Mi deseo y aliento es que se continúe cada vez con mayor vigor
en este camino, para la defensa de la dignidad y de la vida humana, para la
promoción del desarrollo humano integral, para el establecimiento de un orden
internacional pacífico y para la realización del bien común de todas las
personas y de todos los pueblos.
Se dice Credo.
Oración de los fieles
Oremos al Señor, nuestro Dios, rico para todos los que lo invocan.
- Por la Iglesia, para que se muestre desprendida y así pueda decir a todos dónde está la verdadera riqueza. Roguemos al Señor.
- Por los responsables de la economía, para que sepan crear riqueza y distribuirla justamente. Roguemos al Señor.
- Por los que corren peligro de acumular riquezas para sí, como el rico de la parábola, para que comprendan que su vida no depende de sus bienes. Roguemos al Señor.
- Por nosotros mismos, para que no caigamos en la tentación de la codicia, sepamos valorar los bienes terrenos con criterios evangélicos y aspiremos a los bienes de arriba. Roguemos al Señor.
llene el vacío de nuestras vidas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Te pedimos, Señor, que, en tu bondad,santifiques estos dones,
aceptes la ofrenda de este sacrificio espiritual
y nos transformes en oblación perenne.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona
de la comunión Cf. Sab 17, 20
Señor, nos diste el pan del cielo, lleno de toda delicia y grato a cualquier gusto.
O bien: Cf. Jn 6, 35
Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en
mí no tendrá sed jamás, dice el Señor.
A quienes has renovado con el don del cielo,
acompáñalos siempre con tu auxilio, Señor,
y, ya que no cesas de reconfortarlos,
haz que sean dignos de la redención eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
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