24 de julio - DOMINGO DE LA XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)

 


  DOMINGO DE LA XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
  Oficio del Sábado de la IV Semana del Salterio
  (Liturgia de las Horas, Tomo II: Oficio de Lecturas Laudes - TerciaSexta     Nona Vísperas - Completas)
 


PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 24 DE JULIO

- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.

- Exequias de +JUAN ISIDORO BLANCO RODRÍGUEZ, en la Capilla de San Sebastián (a las 10.00 h.).

- Eucaristía del Domingo de la XVII Semana del Tiempo Ordinario, en la Parroquia (a las 11.00 h.).

- Exequias de +MANOLA DÍAZ CORDERO, en la Capilla de San Sebastián (a las 19.00 h.).

- Rezo del Santo Rosario (20.00 h.) y Eucaristía I Vísperas de la solemnidad del apóstol Santiago, Patrono de España, en la Parroquia (a las 20.30 h.).





NOTICIAS DE ACTUALIDAD






    Portada

Dura crítica de Jennifer Roback Morse, activista contra la Revolución Sexual

Jordan Peterson compadrea con la paternidad gay y le recuerdan que una madre es «irreemplazable»

La URSS nació deportando a 200 filósofos, poetas y escritores geniales, muchos cristianos

¿Qué fue el barco de los filósofos hace cien años? «Cultura de la cancelación» en versión soviet

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Dos colegas la invitaron a misa para «hacer tiempo»: era atea y se resistió, pero una vez dentro...

Vídeos

  Serio aviso al camino sinodal alemán

  Primeras versiones latinas de la Biblia

  La impactante conversión de Eloy

  Argumento tumbativo para el «género»

  El sentido canto de Joel a la Virgen

Otras noticias

  Motu Proprio del Papa sobre el Opus Dei: la Prelatura pasará a depender del Dicasterio para el Clero

  López Barahona alerta que no ha cambiado la doctrina sobre la anticoncepción y explica la polémica

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  Cocinero, dueño de un restaurante, padre de familia numerosa y creyente: ¿cómo compaginarlo todo?

  Advertencia pública del Vaticano al «camino sinodal» alemán: no puede tocar la doctrina y la moral

Opinión

  «Perrhijos» , por Juan Manuel de Prada

Blogs

  Hoja parroquial infantil va-ti para el domingo 17º del Tiempo Ordinario , por Tres patas

  Hoy el reto del amor es descubrir el interior. , por El Reto Del Amor

  El consuelo. Comentario para Matrimonios: Juan 20, 1. 11-18 , por ProyectoAmorConyugal.es

  Algunos acentos sobre relaciones Iglesia y Estado , por Piedras vivas


SANTORAL DE HOY 

Elogio: En Bolsena, ciudad de la Toscana, santa Cristina, virgen y mártir.

Patronazgos: patrona de Bolsena, Palermo y Torcello, cerca de Venecia, de los molineros, los arqueros y los marineros.




Elogio: Elogio: En Angers, en Francia, beato Juan Soreth, presbítero de la Orden de Carmelitas, en la que introdujo una observancia más estrecha y amplió con conventos para monjas.

Refieren a este santo: Beata Francisca de Amboise.



Elogio: San Sarbelio Makhluf, presbítero de la Orden Libanesa Maronita, que, por amor a la soledad y para alcanzar la más alta perfección, dejó el cenobio de Annaya, en el Líbano, y se retiró al desierto, en el que sirvió a Dios día y noche, y donde vivió con gran austeridad, ayunando y orando. Murió el 24 de diciembre.

Oración

Oh Dios, que llamaste a san Charbel, presbítero, al singular combate del desierto, y le enriqueciste de todo género de piedad, te rogamos que, habiendo imitado la pasión del Señor, merezcamos participar de su reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

Otros santos de este día:

San Victorino de Amiterno, mártir

En Amiterno, en la Sabina, en la vía Salaria, san Victorino, mártir.

San Fantino el Viejo, laico

En Tauriana, de Calabria, san Fantino el Viejo, de sobrenombre «Taumaturgo».

Santa Eufrasia, eremita

En la Tebaida, en Egipto, santa Eufrasia, virgen, que, siendo de familia senatorial, optó por hacer vida eremítica en el desierto, en humildad, pobreza y obediencia.

San Declano, obispo

En Ardmore, en la provincia irlandesa de Momonia (Waterford), san Declano, que esta Iglesia venera con gran devoción como su primer obispo.

Santa Sigolena, religiosa

En la región de Albi, de Aquitania, santa Sigolena, religiosa.

Santos Boris y Gleb, mártires

En Rusia, santos Boris y Gleb, mártires, príncipes de Rus e hijos de san Vladimiro, que prefirieron morir antes que oponerse por la fuerza a su hermano Svatopolk. Boris consiguió la palma del martirio cerca de Pereislavia, junto al río Altam, y Gleb, poco después, junto al río Dneper, cerca de Smolensko.

San Balduíno, abad

En Rieti, ciudad de la Sabina, san Balduino, abad, discípulo de san Bernardo en el monasterio de Claraval, que fue enviado por el mismo san Bernardo a esta ciudad para fundar y regir el cenobio de San Mateo de Montecchio.

Beata Cristina «la Admirable», virgen

En el convento de Saint-Trond, en Brabante, beata Cristina, llamada la «Admirable», porque en ella, la mortificación del cuerpo y el éxtasis místico en el Señor obró admirables maravillas.

Santa Kinga o Cunegunda, virgen

En Stary Sacz, de Tarnow, en Polonia, santa Kinga o Cunegunda, hija del rey de Hungría y casada con el príncipe Boleslao, que de acuerdo con su esposo conservó su virginidad y, muerto éste, profesó la vida religiosa bajo la Regla de santa Clara, en el monasterio fundado por ella misma.

Beato Juan de Tossignano Tavelli, obispo

En Ferrara, ciudad de la Emilia, beato Juan de Tossiniano Tavelli, obispo, de la Orden de los Jesuatos.

Traslación de los tres magos

En Colonia, de la Lotaringia, traslación de los tres magos, que, sabios procedentes de Oriente, fueron a Belén para ofrecer dones y contemplar en un niño el misterio insondable del Unigénito.

Beato Antonio Torriani, presbítero y eremita

En l´Aquila, en la región Vestina, beato Antonio Torriani, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín, médico de cuerpos y almas.

Beata Luisa de Saboya, religiosa

En Orbe, lugar de Saboya, beata Luisa, religiosa, hija del duque beato Amadeo, que contrajo matrimonio con el príncipe Hugo de Châlon-Arlay, y después de su muerte abrazó con fidelidad y humildad la Regla de santa Clara, según la reforma de santa Coleta.

Beatos Nicolás Garlick, Roberto Ludlam y Ricardo Simpson, presbíteros y mártires

En la ciudad de Derby, en Inglaterra, beatos Nicolás Garlick, Roberto Ludlam y Ricardo Simpson, presbíteros y mártires, que, en tiempo de la reina Isabel I, después de haber sufrido toda clase de vejaciones por su condición de sacerdotes, alcanzaron la gloria celestial al ser decapitados.

Beato José Lambton, presbítero y mártir

En Newcastle-on-Tyne, también en Inglaterra, beato José Lambton, presbítero y mártir, que, a los veinticuatro años, por ser sacerdote, fue atrozmente descuartizado.

San Juan Boste, presbítero y mártir

En Durham, de nuevo en Inglaterra, san Juan Boste, presbítero, que en el mismo reinado de Isabel I, por ser sacerdote sufrió el martirio y ante el juez no cesó de confortar a sus compañeros.

San José Fernández, presbítero y mártir

En la ciudad de Nam Dinh, en Tonquín, san José Fernández, presbítero de la Orden de Predicadores y mártir, decapitado a causa de su fe en Cristo, siendo emperador Minh Mang.

Beato Modestino de Jesús y de María Mazzarello, religioso presbítero

En Nápoles, ciudad de la Campania, beato Modestino de Jesús y de María (Domingo) Mazzarello, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que, cercano siempre a toda clase de pobres y afligidos, durante una epidemia de cólera, al asistir a los moribundos, murió contagiado de la misma enfermedad.

Beatas María Pilar de San Francisco Borja Martínez García, Teresa del Niño Jesús García y García, y María Ángeles de San José Valtierra Tordesillas, vírgenes y mártires

En la ciudad de Guadalajara, en España, beatas María Pilar de San Francisco de Borja (Jacoba) Martínez García, Teresa del Niño Jesús (Eusebia) García y García, y Ángeles de San José (Marciana) Valtierra Tordesillas, de la Orden de Carmelitas Descalzas, vírgenes y mártires, coronadas todas ellas con el martirio en tiempo de persecución religiosa, mientras aclamaban a Cristo, su Esposo.

Beata María de la Merced Prat, virgen y mártir

En Barcelona, también en España, beata María de la Merced Prat, de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, virgen y mártir, que durante la misma persecución padeció el martirio por ser religiosa.

Beato Javier Bordas Piferrer, religioso y mártir

De nuevo en Barcelona, beato Javier Bordas Piferrer, religioso salesiano, que con su propio martirio testimonió claramente ser discípulo del divino Maestro.

Beatos Juan Antonio Pérez Mayo, Francisco Polvorinos Gómez y seis compañeros, mártires

En Pozuelo de Alarcon, Madrid, España, beatos Juan Antonio Pérez Mayo, Francisco Polvorinos Gómez, Manuel Gutiérrez Martín, Cecilio Vega Domínguez, Juan Pedro Del Cotillo Fernández, Justo González Lorente, Pascual Aláez Medina, sacerdotes profesos de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, y Cándido Castán San José, laico, casado, muertos en tiempos de la Guerra Civil por defender el nombre de Cristo.


LITURGIA DE HOY


Antífona de entrada Cf. Sal 67, 6-7. 36

Dios vive en su santa morada. Dios, el que hace habitar juntos en su casa, él mismo dará fuerza y poder a su pueblo.

Monición de entrada

Convocados para escuchar la Palabra de Cristo y alimentarnos con su Cuerpo y Sangre, las lecturas de hoy nos invitan a reflexionar sobre la oración, que es la vida del Espíritu Santo en nosotros. Que esta celebración sea ya la oración suprema, donde, como comunidad, oramos con Cristo, realmente presente en medio de su pueblo en la acción de gracias al Padre, que quiere que seamos sal y luz para el mundo.


Acto penitencial

- Luz que iluminas nuestras almas: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Roca en quien encontramos nuestro apoyo y fortaleza: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Maestro que nos enseñas a orar sin desfallecer: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria.


Oración colecta
Oh Dios, protector de los que en ti esperan,
sin tí nada es fuerte ni santo;
multiplica sobre nosotros los signos de tu misericordia,
para que, bajo tu guía providente,
de tal modo nos sirvamos de los bienes pasajeros,
que podamos adherirnos a los eternos.
Por nuestro Señor Jesucristo.


 LECTURAS DE LA MISA

Audio y comentario del Evangelio de hoy (I)

Audio y comentario del Evangelio de hoy (II)


PRIMERA LECTURA 
No se enfade mi Señor si sigo hablando

Lectura del libro del Génesis (Gn 18, 20-32)

EN AQUELLOS DÍAS, el Señor dijo:
«El clamor contra Sodoma y Gomorra es fuerte y su pecado es grave: voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la queja llegada a mí; y si no, lo sabré».
Los hombres se volvieron de allí y se dirigieron a Sodoma, mientras Abrahán seguía en pie ante el Señor.
Abrahán se acercó y le dijo:
«¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás el lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de toda la tierra, ¿no hará justicia?».
El Señor contestó:
«Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos».
Abrahán respondió:
«Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza! Y si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?».
Respondió el Señor:

«No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco».
Abrahán insistió:
«Quizá no se encuentren más que cuarenta».
Él dijo:
«En atención a los cuarenta, no lo haré».
Abrahán siguió hablando:
«Que no se enfade mi Señor si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?».
Él contestó:
«No lo haré, si encuentro allí treinta».
Insistió Abrahán:
«Ya que me he atrevido a hablar a mi Señor, ¿y si se encuentran allí veinte?».
Respondió el Señor:
«En atención a los veinte, no la destruiré».
Abrahán continuó:
«Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más: ¿Y si se encuentran diez?».
Contestó el Señor:
«En atención a los diez, no la destruiré».
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

 

SALMO RESPONSORIAL (Sal 137, 1bcd-2a. 2bcd-3. 6-7ab. 7c-8 [R.: 3a])
R. Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.
V. Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré hacia tu santuario.
R. Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.
V. Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma.
R. Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.
 
V. El Señor es sublime, se fija en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.
Cuando camino entre peligros, me conservas la vida;
extiendes tu mano contra la ira de mi enemigo.
R. Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.
 
V. Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos.
R. Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.
 
SEGUNDA LECTURA
Os vivificó con él, perdonándoos todos los pecados

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (Col 2, 12-14)

HERMANOS:
Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con él, por la fe en la fuerza de Dios que lo resucitó de los muertos.
Y a vosotros, que estabais muertos por vuestros pecados y la incircuncisión de vuestra carne, os vivificó con él.
Canceló la nota de cargo que nos condenaba con sus cláusulas contrarias a nosotros; la quitó de en medio, clavándola en la cruz.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


Aleluya Rm 8, 15bc
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción,
en el que clamamos: «¡Abba”, Padre!». R.

EVANGELIO
Pedid y se os dará

╬ Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 11, 1-13)
R. Gloria a ti, Señor.

UNA VEZ que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».
Él les dijo:
«Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”».
Y les dijo:
«Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice:
“Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde:
“No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.



PAPA FRANCISCO

Audiencia general, Miércoles, 9 de enero de 2019

El Padre nuestro (IV)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La catequesis de hoy hace referencia al Evangelio de Lucas. De hecho, es sobre todo este Evangelio, desde los relatos de la infancia, el que describe la figura del Cristo en una atmósfera densa de oración. En él, están contenidos los tres himnos que marcan la oración de la iglesia cada día: el Benedictus, el Magnificat y el Nunc dimittis.

En esta catequesis sobre el Padre nuestro vamos adelante, vemos a Jesús como orante. Jesús reza. En el relato de Lucas, por ejemplo, el episodio de la transfiguración brota de un momento de oración. Dice así: «Mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó y sus vestidos eran de una blancura fulgurante» (Lc 9, 29). Pero cada paso en la vida de Jesús está inspirado por el soplo del Espíritu que lo guía en todas sus acciones. Jesús reza en el bautismo en el Jordán, habla con el Padre antes de tomar las decisiones más importantes, a menudo se retira en soledad para orar, intercede por Pedro, quien en breve lo negará. Dice así: «¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca» (Lc 22, 31-32). Esto consuela: saber que Jesús ora por nosotros, ora por mí, por cada uno de nosotros para que nuestra fe no falle. Y esto es verdad. «Pero, padre, ¿todavía lo hace?» Él todavía lo hace, delante del Padre. Jesús ora por mí. Cada uno de nosotros puede decirlo. Y también podemos decirle a Jesús: «Estás orando por mí, sigue orando porque lo necesito». Así: valientes. Incluso la muerte del Mesías está inmersa en una atmósfera de oración, de modo que las horas de la pasión aparecen marcadas por una calma sorprendente: Jesús consuela a las mujeres, ora por sus crucificadores, promete el paraíso al buen ladrón y respira diciendo: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» (Lc 23, 45). La oración de Jesús parece amortiguar las emociones más violentas, los deseos de venganza y revancha, reconcilia al hombre con su enemigo acérrimo, reconcilia al hombre con este enemigo, que es la muerte.

Es siempre en el Evangelio de Lucas donde encontramos la petición, expresada por uno de los discípulos, de poder ser educados por el mismo Jesús en la oración. Y así dice: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11, 1). Lo vieron rezando. «Enséñanos, también podemos decirle al Señor: Señor, estás orando por mí, lo sé, pero enséñame a orar, para que también yo pueda orar». De esta petición, «Señor, enséñanos a orar», nace una enseñanza bastante extensa, a través de la cual Jesús explica a las suyos con qué palabras y con qué sentimientos deben dirigirse a Dios.

La primera parte de esta enseñanza es precisamente el Padre Nuestro. Oren así: «Padre, que estás en el cielo». «Padre»: esa hermosa palabra para decir. Podemos quedarnos todo el tiempo de la oración solo con esa palabra: «Padre». Y sentir que tenemos un padre: no un padre autoritario o un padrastro. No: un padre. El cristiano se dirige a Dios llamándolo por encima de todo «Padre».

En esta enseñanza que Jesús da a sus discípulos, es interesante detenerse en algunas instrucciones que coronan el texto de la oración. Para darnos confianza, Jesús explica algunas cosas que insisten en las actitudes del creyente que reza. Por ejemplo, está la parábola del amigo impío, que molesta a toda la familia que duerme porque, de repente, una persona ha llegado de un viaje y no tiene pan que ofrecerle. ¿Qué le dice Jesús a este que toca a la puerta y despierta al amigo? «Yo os digo –explica Jesús– pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama se le abrirá» (Lc 11, 9). Con esto él quiere enseñarnos a orar e insistir en la oración. E inmediatamente después da el ejemplo de un padre que tiene un hijo hambriento.

Todos vosotros, padres y abuelos, que estáis aquí, cuando el hijo o el nieto piden algo, tiene hambre, pide y pide, luego llora, grita, tiene hambre: «¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra?» (Lc 11, 11). Y todos vosotros tenéis la experiencia cuando el niño pide, vosotros le dais de comer y todo lo que pide por el bien de él. Con estas palabras, Jesús nos hace entender que Dios siempre responde, que ninguna oración quedará sin ser escuchada, ¿por qué? Porque es un Padre, y no olvida a sus hijos que sufren. Por supuesto, estas declaraciones nos ponen en crisis, porque muchas de nuestras oraciones parecen no obtener ningún resultado. ¿Cuántas veces hemos pedido y no hemos obtenido, todos lo hemos experimentado, cuántas veces hemos llamado y encontrado una puerta cerrada? Jesús nos insta, en esos momentos, a insistir y no rendirnos. La oración siempre transforma la realidad, siempre. Si las cosas no cambian a nuestro alrededor, al menos nosotros cambiamos, cambiamos nuestro corazón. Jesús prometió el don del Espíritu Santo a cada hombre y a cada mujer que reza.

Podemos estar seguros de que Dios responderá. La única incertidumbre se debe a los tiempos, pero no dudamos de que Él responderá. Tal vez tengamos que insistir toda la vida, pero Él responderá. Nos prometió: no es como un padre que da una serpiente en lugar de un pez. No hay nada más seguro: un día se cumplirá el deseo de felicidad que todos llevamos en nuestros corazones. Jesús dice: «Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche y les hace esperar?» (Lc 18, 7). Sí, él hará justicia, nos escuchará. ¡Qué día de gloria y resurrección será! Orar es ahora la victoria sobre la soledad y la desesperación. Rezar. La oración cambia la realidad, no la olvidemos. O cambia las cosas o cambia nuestros corazones, pero siempre cambia. Orar es ahora la victoria sobre la soledad y la desesperación. Es como ver cada fragmento de la creación hirviendo en el torpor de una historia que a veces no comprendemos el porqué. Pero está en movimiento, está en camino, y al final de cada camino, ¿qué hay al final de nuestro camino? Al final de la oración, al final de un tiempo en el que estamos rezando, al final de la vida: ¿qué hay allí? Hay un Padre que espera todo y espera a todos con los brazos abiertos. Miremos a este Padre.



Papa Francisco
Audiencia general, Miércoles 7 de junio de 2017

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Había una cosa fascinante en la oración de Jesús, tan fascinante que un día sus discípulos pidieron ser partícipes. El episodio se encuentra en el Evangelio de Lucas, que entre los evangelistas es el que mayormente documentó el misterio del Cristo "orante": el Señor rezaba. Los discípulos de Jesús están impactados por el hecho de que Él, especialmente por la mañana y por la tarde, se retira en soledad y se "sumerge" en la oración. Y por esto, un día, le piden que les enseñen a rezar a ellos también (Lc 11, 1). Es entonces cuando Jesús transmite la que se ha convertido en la oración cristiana por excelencia: el padrenuestro. En verdad, Lucas, respecto a Mateo, nos devuelve la oración de Jesús en una forma un poco abreviada, que comienza con la simple invocación: «Padre» (Lc 11, 2).

Todo el misterio de la oración cristiana se resume aquí, en esta palabra: tener el valor de llamar a Dios con el nombre de Padre. Lo afirma también la liturgia cuando, invitándonos a la oración comunitaria de la oración de Jesús, utiliza la expresión «nos atrevemos decir». Efectivamente, llamar a Dios con el nombre de "Padre" no es para nada un hecho descontado. Nos surgiría usar los títulos más elevados, que nos parecen más respetuosos por su trascendencia. En cambio, invocarlo como "Padre" nos pone en una relación de confidencia con Él, como un niño que se dirige a su papá, sabiendo que es amado y cuidado por él. Esta es la gran revolución que el cristianismo imprime en la psicología religiosa del hombre. El misterio de Dios, que siempre nos fascina y nos hace sentir pequeños, pero ya no da miedo, no nos oprime, no nos angustia. Esta es una revolución difícil de aceptar en nuestro ánimo humano; tanto es así que incluso en las narraciones de la Resurrección se dice que las mujeres, después de haber visto la tumba vacía y al ángel, «huyeron […], pues un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas» (Mc 16, 8). Pero Jesús nos revela que Dios es Padre bueno, y nos dice: "¡No tengáis miedo!".

Pensemos en la parábola del padre misericordioso (cf Lc 15, 11-32). Jesús habla de un padre que sabe ser solo amor para sus hijos. Un padre que no castiga al hijo por su arrogancia y que es capaz incluso de confiarle su parte de herencia y dejarle irse de casa. Dios es Padre, dice Jesús, pero no de la manera humana, porque no hay ningún padre en este mundo que se comportaría como el protagonista de esta parábola. Dios es Padre a su manera: bueno, indefenso ante el libre arbitrio del hombre, capaz solo de conjugar el verbo "amar". Cuando el hijo rebelde después de haber despilfarrado todo, vuelve finalmente a la casa natal, ese padre no aplica criterios de justicia humana, sino que siente sobre todo necesidad de perdonar, y con su abrazo hace entender al hijo que durante todo ese largo tiempo de ausencia le ha echado de menos, ha sido dolorosamente echado de menos por su amor de padre. ¡Qué misterio insondable es un Dios que nutre este tipo de amor hacia sus hijos! Quizás es por esta razón que, evocando el centro del misterio cristiano, el apóstol Pablo no es capaz de traducir en griego una palabra que Jesús, en arameo, pronunciaba "abbà". Dos veces san Pablo, en su epistolario (cf. Rm 8, 15; Ga 4, 6), toca este tema, y en dos ocasiones deja esa palabra sin traducir, en la misma forma en la cual ha florecido en boca de Jesús, "abbà", un término aún más íntimo respecto a "padre", y que alguno traduce "papá".

Queridos hermanos y hermanas, nunca estamos solos. Podemos estar lejanos, hostiles, podemos también profesarnos "sin Dios". Pero el Evangelio de Jesucristo nos revela que Dios que no puede estar sin nosotros: Él no será nunca un Dios "sin el hombre"; ¡es Él quien no puede estar sin nosotros, y esto es un misterio grande! Dios no puede ser Dios sin el hombre: ¡este es un gran misterio! Y esta certeza es el manantial de nuestra esperanza, que encontramos custodiada en todas las invocaciones del padrenuestro. Cuando necesitamos ayuda, Jesús no nos dice que nos resignemos y nos cerremos en nosotros mismos, sino que nos dirijamos al Padre y le pidamos a Él con confianza. Todas nuestras necesidades, desde aquellas más evidentes y cotidianas, como la comida, la salud, el trabajo, hasta la de ser perdonados y apoyados en las tentaciones, no son solo el espejo de nuestra soledad: sin embargo hay un Padre que siempre nos mira con amor, y que seguramente no nos abandona.

Ahora os hago una propuesta: cada uno de nosotros tiene muchos problemas y muchas necesidades. Pensemos un poco, en silencio, en estos problemas y estas necesidades. Pensemos también en el Padre, en nuestro Padre, que no puede estar sin nosotros, y que en este momento nos está mirando. Y todos juntos, con confianza y esperanza, recemos: "Padre nuestro, que estás en los Cielos…"!

¡Gracias!


Papa Benedicto XVI
ÁNGELUS, Domingo 25 de julio de 2010

Queridos hermanos y hermanas:

El Evangelio de este domingo nos presenta a Jesús recogido en oración, un poco apartado de sus discípulos. Cuando concluyó, uno de ellos le dijo: "Señor, enséñanos a orar" (Lc 11, 1). Jesús no puso objeciones, ni habló de fórmulas extrañas o esotéricas, sino que, con mucha sencillez, dijo: "Cuando oréis, decid: "Padre..."", y enseñó el Padre Nuestro (cf. Lc 11, 2-4), sacándolo de su propia oración, con la que se dirigía a Dios, su Padre. San Lucas nos transmite el Padre Nuestro en una forma más breve respecto a la del Evangelio de san Mateo, que ha entrado en el uso común. Estamos ante las primeras palabras de la Sagrada Escritura que aprendemos desde niños. Se imprimen en la memoria, plasman nuestra vida, nos acompañan hasta el último aliento. Desvelan que "no somos plenamente hijos de Dios, sino que hemos de llegar a serlo más y más mediante nuestra comunión cada vez más profunda con Cristo. Ser hijos equivale a seguir a Jesús" (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Madrid 2007, p. 172).

Esta oración recoge y expresa también las necesidades humanas materiales y espirituales: "Danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados" (Lc 11, 3-4). Y precisamente a causa de las necesidades y de las dificultades de cada día, Jesús exhorta con fuerza: "Yo os digo: pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá" (Lc 11, 9-10). No se trata de pedir para satisfacer los propios deseos, sino más bien para mantener despierta la amistad con Dios, quien –sigue diciendo el Evangelio– "dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan" (Lc 11, 13). Lo experimentaron los antiguos "padres del desierto" y los contemplativos de todos los tiempos, que llegaron a ser, por razón de la oración, amigos de Dios, como Abraham, que imploró al Señor librar a los pocos justos del exterminio de la ciudad de Sodoma (cf. Gn 18, 23-32). Santa Teresa de Ávila invitaba a sus hermanas de comunidad diciendo: "Debemos suplicar a Dios que nos libre de estos peligros para siempre y nos preserve de todo mal. Y aunque no sea nuestro deseo con perfección, esforcémonos por pedir la petición. ¿Qué nos cuesta pedir mucho, pues pedimos al Todopoderoso?" (Camino de Perfección 42, 4: Obras completas, Madrid, 1984, p. 822). Cada vez que rezamos el Padre Nuestro, nuestra voz se entrelaza con la de la Iglesia, porque quien ora jamás está solo. "Todos los fieles deberán buscar y podrán encontrar el propio camino, el propio modo de hacer oración, en la variedad y riqueza de la oración cristiana, enseñada por la Iglesia... cada uno se dejará conducir... por el Espíritu Santo, que lo guía, a través de Cristo, al Padre" (Congregación para la doctrina de la fe, Carta sobre algunos aspectos de la meditación cristiana, 15.X.89, 29).

Hoy se celebra la fiesta del apóstol Santiago, llamado "el Mayor", quien dejó a su padre y el trabajo de pescador para seguir a Jesús, y por él dio la vida, el primero entre los Apóstoles. De corazón dirijo un pensamiento especial a los peregrinos que, en gran número, han llegado a Santiago de Compostela. Que la Virgen María nos ayude a redescubrir la belleza y la profundidad de la oración cristiana.
 

Oración de los fieles

«Pedid y se os dará, porque todo el que pide recibe», nos ha dicho el Señor. Oremos confiadamente.

- Por la Iglesia, a la que Cristo ha encomendado la tarea de orar por todos, haciendo suyas las necesidades del mundo entero. Roguemos al Señor.
- Por los que nos gobiernan y sus ayudantes, encargados de velar por el bien común. Roguemos al Señor.
- Por los navegantes, por los que están de viaje, por los privados de libertad, por los encarcelados. Roguemos al Señor.
- Por nosotros mismos, que hemos de descubrir la necesidad de la oración y aprender a orar como discípulos en la escucha del Maestro. Roguemos al Señor.

Escucha, Señor, la oración de tu Iglesia,
que ora en nombre de tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor.


Oración sobre las ofrendas

Recibe, Señor, las ofrendas que te presentamos gracias a tu generosidad,
para que estos santos misterios, donde tu poder actúa eficazmente,
santifiquen los días de nuestra vida y nos conduzcan a las alegrías eternas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Antífona de comunión Sal 102, 2
Bendice, alma mía, al Señor y no olvides sus beneficios.

O bien: Mt 5, 7-8

Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Oración después de la comunión

Hemos recibido, Señor, el santo sacramento,
memorial perpetuo de la pasión de tu Hijo;
concédenos que este don, que él mismo nos entregó con amor inefable,
sea provechoso para nuestra salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

«Él quiere que yo le ame porque me ha perdonado, no mucho, sino todo. No ha esperado a que yo le ame mucho, sino que ha querido que yo sepa hasta qué punto Él me ha amado, para que yo le ame a Él ¡con locura…!» (Santa Teresa de Lisieux).

«El Señor nos dice cómo hemos de orar. Lucas pone el “Padrenuestro” en relación con la oración personal de Jesús mismo. Él nos hace partícipes de su propia oración, nos introduce en el diálogo interior del Amor trinitario» (Benedicto XVI).

«Esta oración que nos viene de Jesús es verdaderamente única: ella es “del Señor”. Por una parte, en efecto, por las palabras de esta oración el Hijo único nos da las palabras que el Padre le ha dado: Él es el Maestro de nuestra oración. Por otra parte, como Verbo encarnado, conoce en su corazón de hombre las necesidades de sus hermanos y hermanas los hombres, y nos las revela: es el Modelo de nuestra oración» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.765).


(Después de la Hora Nona:)

Misa vespertina de la solemnidad de Santiago, apóstol, patrono de España (rojo).

Liturgia de las Horas: I Vísp. del oficio de la solemnidad. Comp. Dom. I.

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