PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 04 DE SEPTIEMBRE
- Horario de la parroquia: abierta de 10.00 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 22.30 h.
- Horario de despacho: de lunes a viernes, de 10.30 h. a 13.30 h y de 18.00 h. a 21.00 h.
- Rezo del Santo Rosario (a las 20.30 h.) y Eucaristía I Vísperas del Domingo de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario (a las 21.00 h.), Quinto Día de Novena a la Virgen de Montemayor.
PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 04 DE SEPTIEMBRE
- Horario de la parroquia: abierta de 10.00 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 22.30 h.
- Horario de despacho: de lunes a viernes, de 10.30 h. a 13.30 h y de 18.00 h. a 21.00 h.
- Rezo del Santo Rosario (a las 20.30 h.) y Eucaristía I Vísperas del Domingo de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario (a las 21.00 h.), Quinto Día de Novena a la Virgen de Montemayor.
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
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Ángelus del Papa Francisco
(04.09.2022)
(04.09.2022)
El Video del Papa - Septiembre 2022
"Por la abolición de la pena de muerte"
"Por la abolición de la pena de muerte"
SANTORAL DE HOY
Elogio: En Palermo, en Sicilia, santa Rosalía, virgen, de quien se dice que practicó la vida solitaria en el monte Pellegrino.
Patronazgos: patrona de Palermo y Sicilia; contra la peste.
Otros santos de este día:
San Moisés, santo del AT
Memoria de san Moisés, profeta, a quien Dios eligió para liberar al pueblo oprimido en Egipto y conducirlo a la tierra de promisión. También se le reveló en el monte Sinaí, diciéndole: «Yo soy el que soy», y le propuso la Ley para regir la vida del pueblo elegido. Murió lleno de días en el monte Nebo, en tierra de Moab, a las puertas de la tierra de promisión.
En Châlons-sur-Saone, en la Galia Lugdunense, san Marcelo, mártir.
En Roma, en el cementerio de Máximo, en vía Salaria Nueva, sepultura de san Bonifacio I, papa, que trabajó por solucionar muchas controversias sobre disciplina eclesiástica.
En Chartres, de Neustria, san Caletrico, obispo.
En Herzfeld, de Sajonia, santa Ida, viuda del duque Ecberto, insigne por su asidua oración y caridad para con los pobres.
En Mende, de Aquitania, san Fredaldo, obispo y mártir.
En Colonia, en Lotaringia, santa Irmgarda, condesa de Süchteln, que utilizó sus bienes en la construcción de iglesias.
En Caramagna, en el Piamonte, beata Catalina Mattei, virgen, religiosa de las Hermanas de Penitencia de Santo Domingo, que, viviendo con una salud muy precaria, soportó con admirable caridad y abundancia de virtudes las calumnias humanas y todo tipo de tentaciones.
En Thusis, Graubünden (Suiza), beato Nicolás Rusca, presbítero de la diócesis de Como y mártir.
En el mar frente a Rochefort, en el litoral del norte de Francia, beato Escipión Jerónimo Brigéat de Lambert, presbítero y mártir, que, siendo canónigo de la diócesis de Avranches, durante la Revolución Francesa fue encerrado, por su condición de sacerdote, en una nave anclada, donde murió de inanición.
En Sillery, en la provincia de Quebec, en Canadá, beata María de Santa Cecilia Romana (Dina) Bélanger, virgen de la Congregación de Religiosas de Jesús-María, que, entregada y confiando sólo en el Señor, durante no pocos años soportó una grave enfermedad.
En Oropesa, en la provincia valenciana de Castellón, en España, beato José Pascual Carda Saporta, presbítero de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, que sufrió gloriosamente el martirio durante la contienda española, en la cruel persecución contra la Iglesia.
En Teulada, en la provincia de Alicante, también en España, beato Francisco Sendra Ivars, presbítero, martirizado por la fe en la misma persecución religiosa.
Cerca de la localidad de Genovés, provincia de Valencia, igualmente en España, beato Berardo (José) Bleda Grau, religioso de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos y mártir glorioso por Cristo en la misma contienda española.
En Gijón, Asturias, beato Luis Prado García, seminarista y mártir, fusilado en la persecución religiosa que acompañó a la Guerra Civil española.
LITURGIA DE HOY
Misa del Domingo (verde).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.
LECC.: vol. I (C).
Martirologio: elogs. del 5 de septiembre, pág. 535.
Monición de entrada
Celebramos la
Pascua semanal, la eucaristía en el día de la resurrección del Señor. Nos hemos
reunido en su nombre y hemos sido convocados por él. Desde el bautismo nos
llama constantemente a su seguimiento cada vez más fiel y decidido; dejemos a
un lado todo lo que nos impide y renunciemos a todo para tenerlo a él como
nuestro único verdadero tesoro.
Acto penitencial
LECTURAS DE LA MISA
Audio y comentario del Evangelio de hoy
Audio y comentario del Evangelio de hoy
Lectura del
libro de la Sabiduría (Sab 9, 13-18)
R. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17 [R.: 1bc]
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer que pasó;
una vela nocturna.
son como un sueño,
como hierba que se renueva
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca.
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos.
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos.
R. Te alabamos, Señor.
R. Gloria a ti, Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
El Evangelio nos
dice que «mucha gente acompañaba a Jesús» (Lc 14, 25). Como esas multitudes que
se agrupaban a lo largo del camino de Jesús, muchos de vosotros habéis venido
para acoger su mensaje y para seguirlo. Pero bien sabéis que el seguimiento de Jesús
no es fácil. Vosotros no habéis descansado, y muchos habéis pasado la noche
aquí. El evangelio de Lucas nos recuerda, en efecto, las exigencias de este
compromiso.
Es importante
evidenciar cómo estas exigencias se dan en el marco de la subida de Jesús a
Jerusalén, entre la parábola del banquete donde la invitación está abierta a
todos –especialmente para aquellos rechazados que viven en las calles y plazas,
en el cruce de caminos–; y las tres parábolas llamadas de la misericordia,
donde también se organiza fiesta cuando lo perdido es hallado, cuando quien
parecía muerto es acogido, celebrado y devuelto a la vida en la posibilidad de
un nuevo comenzar. Toda renuncia cristiana tiene sentido a la luz del gozo y la
fiesta del encuentro con Jesucristo.
La primera
exigencia nos invita a mirar nuestros vínculos familiares. La vida nueva que el
Señor nos propone resulta incómoda y se transforma en sinrazón escandalosa para
aquellos que creen que el acceso al Reino de los Cielos sólo puede limitarse o
reducirse a los vínculos de sangre, a la pertenencia a determinado grupo, clan
o cultura particular. Cuando el "parentesco" se vuelve la clave
decisiva y determinante de todo lo que es justo y bueno se termina por
justificar y hasta "consagrar" ciertas prácticas que desembocan en la
cultura de los privilegios y la exclusión –favoritismos, amiguismos y, por
tanto, corrupción–. La exigencia del Maestro nos lleva a levantar la mirada y
nos dice: cualquiera que no sea capaz de ver al otro como hermano, de
conmoverse con su vida y con su situación, más allá de su proveniencia
familiar, cultural, social «no puede ser mi discípulo» (Lc 14, 26). Su amor y
entrega es una oferta gratuita por todos y para todos.
La segunda
exigencia nos muestra lo difícil que resulta el seguimiento del Señor cuando se
quiere identificar el Reino de los Cielos con los propios intereses personales
o con la fascinación por alguna ideología que termina por instrumentalizar el
nombre de Dios o la religión para justificar actos de violencia, segregación e
incluso homicidio, exilio, terrorismo y marginación. La exigencia del Maestro
nos anima a no manipular el Evangelio con tristes reduccionismos sino a
construir la historia en fraternidad y solidaridad, en el respeto gratuito de
la tierra y de sus dones sobre cualquier forma de explotación; animándonos a
vivir el «diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el
conocimiento recíproco como método y criterio» (Documento sobre la fraternidad
humana, Abu Dhabi, 4 febrero 2019); no cediendo a la tentación de ciertas
doctrinas incapaces de ver crecer juntos el trigo y la cizaña en la espera del
dueño de la mies (cf. Mt 13, 24-30).
Y, por último,
¡qué difícil puede resultar compartir la vida nueva que el Señor nos regala
cuando continuamente somos impulsados a justificarnos a nosotros mismos,
creyendo que todo proviene exclusivamente de nuestras fuerzas y de aquello que
poseemos Cuando la carrera por la acumulación se vuelve agobiante y abrumadora
–como escuchamos en la primera lectura– exacerbando el egoísmo y el uso de
medios inmorales! La exigencia del Maestro es una invitación a recuperar la
memoria agradecida y reconocer que, más bien que una victoria personal, nuestra
vida y nuestras capacidades son fruto de un regalo (cf. Exhort. ap. Gaudete et
exsultate, 55) tejido entre Dios y tantas manos silenciosas de personas de las
cuales sólo llegaremos a conocer sus nombres en la manifestación del Reino de
los Cielos.
Con estas
exigencias, el Señor quiere preparar a sus discípulos a la fiesta de la irrupción
del Reino de Dios liberándolos de ese obstáculo dañino, en definitiva, una de
las peores esclavitudes: el vivir para sí. Es la tentación de encerrarse en
pequeños mundos que termina dejando poco espacio para los demás: ya no entran
los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de
su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Muchos, al encerrarse,
pueden sentirse "aparentemente" seguros, pero terminan por
convertirse en personas resentidas, quejosas, sin vida. Esa no es la opción de
una vida digna y plena, ese no es el deseo de Dios para nosotros, esa no es la
vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado (cf. Exhort. ap.
Evangelii gaudium, 2).
En el camino
hacia Jerusalén, el Señor, con estas exigencias, nos invita a levantar la
mirada, a ajustar las prioridades y sobre todo a crear espacios para que Dios
sea el centro y eje de nuestra vida.
Miremos nuestro
entorno, ¡cuántos hombres y mujeres, jóvenes, niños sufren y están totalmente
privados de todo! Esto no pertenece al plan de Dios. Cuán urgente es esta
invitación de Jesús a morir a nuestros encierros, a nuestros individualismos
orgullosos para dejar que el espíritu de hermandad –que surge del costado
abierto de Jesucristo, de donde nacemos como familia de Dios– triunfe, y donde
cada uno pueda sentirse amado, porque es comprendido, aceptado y valorado en su
dignidad. «Ante la dignidad humana pisoteada, a menudo permanecemos con los
brazos cruzados o con los brazos caídos, impotentes ante la fuerza oscura del
mal. Pero el cristiano no puede estar con los brazos cruzados, indiferente, ni
con los brazos caídos, fatalista: ¡no! El creyente extiende su mano, como lo
hace Jesús con él» (Homilía con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres,
18.XI.18).
La Palabra de
Dios que hemos escuchado nos invita a reanudar el camino y a atrevernos a dar
ese salto cualitativo y adoptar esta sabiduría del desprendimiento personal
como la base para la justicia y para la vida de cada uno de nosotros: porque
juntos podemos darle batalla a todas esas idolatrías que llevan a poner el
centro de nuestra atención en las seguridades engañosas del poder, de la
carrera y del dinero y en la búsqueda patológica de glorias humanas.
Las exigencias
que indica Jesús dejan de ser pesantes cuando comenzamos a gustar la alegría de
la vida nueva que él mismo nos propone: la alegría que nace de saber que Él es
el primero en salir a buscarnos al cruce de caminos, también cuando estábamos
perdidos como aquella oveja o ese hijo pródigo. Que este humilde realismo –es
un realismo, un realismo cristiano– nos impulse a asumir grandes desafíos, y os
dé las ganas de hacer de vuestro bello país un lugar donde el Evangelio se haga
vida, y la vida sea para mayor gloria de Dios.
Decidámonos y
hagamos nuestros los proyectos del Señor
O bien: Cf. Jn 8,
12
Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no
camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida, dice el Señor.
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