11 de septiembre - DOMINGO DE LA XXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)


 
  DOMINGO DE LA XXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, (CICLO C)
  Oficio del Domingo de la Semana IV del Salterio
  (Liturgia de las Horas, Tomo IV: Oficio de Lecturas Laudes - TerciaSexta     Nona Vísperas - Completas)
 


PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 11 DE SEPTIEMBRE

- Horario de la parroquia: abierta de 10.00 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 22.30 h.

- Horario de despacho: de lunes a viernes, de 10.30 h. a 13.30 h y de 18.00 h. a 21.00 h.

- Solemne Eucaristía II Vísperas del Domingo de la XXIV Semana del Tiempo Ordinario (a las 20.30 h.): Misa de Toma de Posesión de nuestro nuevo Párroco y su Vicario parroquial. 

 


APOTEÓSICO DÍA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA,
NTRA. SRA. DE MONTEMAYOR
Solemne Eucaristía

Espectacular Procesión de la Virgen

Gran petalada en honor a la Virgen





    Portada

El padre Maurizio Botta, creador de los "Cinco pasos", y la importancia de ir a la frontera

«Los jóvenes tienen una visión menos ideológica de la religión, es un terreno potencialmente fértil»

Financiada por Amazon, tendrá 5 temporadas; los críticos comentan 2 capítulos iniciales

Estrenan «Los Anillos de Poder», la teleserie más cara de la historia: ¿cuánto mantiene de Tolkien?

Laurent Gay da testimonio en colegios y prisiones

Drogadicto, con VIH y en la cárcel, iba a suicidarse: antes clamó a Dios por primera vez y fue oído

Vídeos

  El Rosario, en Alto Élfico de Tolkien

  Nicaragua: la Iglesia, baluarte de libertad

  Ayuso: «Tiene que abortar, desde luego»

  Impresionante «O Magnum Mysterium»

  Tu valor según «las gafas de la Teología»

Otras noticias

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Opinión

  Existe un silencio... , por Francisco Bobadilla

Blogs

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  Hoja parroquial infantil va-ti para el domingo 23º del Tiempo Ordinario , por Tres patas

  Hoy el reto del amor es compartir un detalle pequeño. , por El Reto Del Amor

  Un vino insuperable. Comentario para Matrimonios: Lucas 5, 33-39 , por ProyectoAmorConyugal.es

  Los sustratos ideológicos del transhumanismo. , por Benigno Blanco


SANTORAL DE HOY 


Elogio: En Roma, en el cementerio de Basila, de la vía Salaria Antigua, sepultura de los santos mártires Proto y Jacinto, a quienes el papa san Dámaso, después de recuperar sus túmulos ocultos bajo tierra, dedicó unos versos, y donde, quince siglos más tarde, se encontró el sepulcro intacto de san Jacinto y su cuerpo abrasado.


Otros santos de este día:

   Santos Félix y Régula, mártires

En la antigua ciudad de Turico, entre los helvecios, santos mártires Félix y Régula.

   San Pafnucio, obispo y confesor

Conmemoración de san Pafnucio, obispo en Egipto, que fue uno de aquellos confesores que en tiempo del emperador Galerio Maximino fueron torturados sacándoles el ojo derecho, desjarretándoles la panto-rrilla izquierda y condenados luego a las minas. A pesar de ello, pudo asistir después al Concilio de Nicea y no cejó de luchar denodadamente por la fe católica contra el arrianismo.

   San Paciente de Lyon, obispo

En Lyon, de la Galia, san Paciente, obispo, que, movido por la caridad, distribuyó gratuitamente alimentos por todas las ciudades a orillas del Ródano y del Saona, ayudando a los pueblos oprimidos por el hambre. Ejerció el apostolado por doquier, para conversion de herejes y cuidado de los necesitados.

   San Sacerdote de Lyon, obispo

En París, también en la Galia, tránsito de san Sacerdote, obispo de Lyon, que vivió en el amor y temor de Dios, y murió en aquella ciudad durante un concilio.

   San Daniel de Bangor, abad y obispo

En la isla de Bardsey, en el litoral de Cambria septentrional, san Daniel, obispo y abad de Bangor.

   San Adelfio, abad

En el monasterio de Luxeuil, en Burgundia, tránsito de san Adelfio, abad del monasterio de Remiremont, que lloró profusamente por una disensión de menor importancia.

   San Leudino o Bodón de Toul, monje y obispo

En Toul, de Austrasia, san Leudino o Bodón, obispo, que estando casado se hizo monje, y después también su esposa Odila, aconsejada por él, abrazó la vida monástica.

   San Elías Espeleota, abad

En el monasterio de Aulinas, en la Calabria, san Elías, conocido con el sobrenombre de «Espeleota», insigne promotor de la vida eremítica y cenobítica.

   Beatos Gaspar Koteda, Francisco Takeya y Pedro Shichiemon, mártires

En Nagasaki, en Japón, beatos Gaspar Koteda, catequista, y los niños Francisco Takeya y Pedro Shichiemon, mártires, cuyos padres habían sufrido igualmente el martirio el día anterior. Todos ellos, allí mismo y con igual firmeza, sufrieron por Cristo idéntico suplicio de decapitación.

   Beato Buenaventura de Barcelona, religioso

En Roma, beato Buenaventura de Barcelona (Miguel) Gran, religioso de la Orden de Hermanos Menores, que, amante de la observancia regular, instituyó conventos para retiros espirituales en muchos lugares del territorio romano, y mostró siempre máxima austeridad de vida y caridad para con los pobres.

   Beato Francisco Mayaudon, presbítero y mártir

En el litoral de Francia, cerca de Rochefort, en una nave anclada en el mar, beato Francisco Mayaudon, presbítero y mártir, que, encarcelado en tiempo de la Revolución Francesa por ser sacerdote, murió finalmente en ese barco-prisión, consumido por agotamiento físico.

   San Juan Gabriel Perboyre, presbítero y mártir

En Wuchang, en la provincia de Hebei, en China, san Juan Gabriel Perboyre, presbítero de la Congregación de la Misión y mártir, que, dedicado a la predicación del Evangelio según costumbre del lugar, durante una persecución sufrió prolongada cárcel, fue atormentado y, finalmente, colgado en una cruz y estrangulado.

   Beato Pedro de Alcántara Villanueva Larráyoz, religioso y mártir

En Barcelona, en España, beato Pedro de Alcántara (Lorenzo) Villanueva Larráyoz, religioso de la Orden Hospitalaria San Juan de Dios y mártir, que por su condición de religioso obtuvo el martirio durante la despiadada persecución religiosa de aquel tiempo.

   Beato José María Segura Penadés, presbítero y mártir

En la localidad de Genovés, de la provincia de Valencia, también en España, beato José María Segura Penadés, presbítero y mártir, que derramó su sangre por Cristo en la misma persecución.

   Beato Antonio González Alonso, mártir

En Los Areneros, en Oviedo, Asturias, beato Antonio González Alonso, laico perteneciente a la Adoración Nocturna, mártir en la cruel persecución religiosa que acompañó a la contienda civil.

   Beato Joan Roig Diggle, mártir

En Sant Coloma de Gramenet, Barcelona, España, beato Joan Roig Diggle, mártir en la persecución religiosa que acompañó la guerra civil.

   Beato Francisco Juan Bonifacio, presbítero y mártir

En Krasica, Croacia, beato Francisco Juan Bonifacio, presbítero y mártir.


LITURGIA DE HOY

Misa del Domingo (verde). 

MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical. 

LECC.: vol. I (C). 

- Éx 32, 7-11. 13-14. Se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado. 

- Sal 50. R. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre. 

- 1 Tim 1, 12-17. Cristo vino para salvar a los pecadores. 

- Lc 15, 1-32. Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta. 

 

La misericordia de Dios es el eje central de las lecturas de este domingo. Así, en la primera, por la intercesión de Moisés, el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra los israelitas que se habían puesto en el desierto a adorar un toro de metal. El sal. resp. –«Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre»– nos llama a la conversión. El Ev. nos presenta las tres parábolas de la misericordia: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo. Las tres terminan llamándonos a unirnos a la alegría que habrá en el cielo por un solo pecador que se convierta. Jesús vino al mundo a llamar a los pecadores (2 lect.). Con Él debemos salir a buscar a los que están perdidos para que vuelvan a la casa del Padre.

 

Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II. 

Martirologio: elogs. del 12 de septiembre, pág. 548.


CALENDARIOS: Mondoñedo-Ferrol: Nuestra Señora de los Remedios (S). 

Zaragoza: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Manuel Ureña Pastor, arzobispo, emérito (1988).


Antífona de entrada Cf. Eclo 36, 15

Señor, da la paz a los que esperan en ti, y saca veraces a tus profetas, escucha la súplica de tus siervos y de tu pueblo Israel.

Monición de entrada

Cada domingo celebramos a Cristo resucitado, vencedor del pecado y de la muerte. Podemos acercarnos confiadamente a la mesa eucarística, pues su misericordia es eterna y llega a todos. El no solo trajo a la tierra el mensaje de la reconciliación con Dios, sino que nos reconcilió para siempre con la entrega de su vida en la cruz. Es lo que celebramos en la eucaristía. Abramos nuestro corazón al arrepentimiento de nuestros pecados y démosle gracias porque siempre sigue ofreciéndonos su misericordia.

 

Acto penitencial

- Tú. que has venido a buscar y salvar lo que estaba perdido: Señor ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Tú que acogías a los pecadores y comías con ellos: Cristo, ten piedad
R. Cristo, ten piedad.
- Tú, que fuiste acusado de pecador: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad. 

Se dice Gloria.


Oración colecta
Míranos, oh, Dios, creador y guía de todas las cosas,
y concédenos servirte de todo corazón,
para que percibamos el fruto de tu misericordia.
Por nuestro Señor Jesucristo.


 LECTURAS DE LA MISA

Audio y comentario del Evangelio de hoy

Audio y comentario del Evangelio de hoy


PRIMERA LECTURA 
El Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado

Lectura del libro de Éxodo (Éx 32, 7-11.13-14)

EN AQUELLOS DÍAS, el Señor dijo a Moisés:

«Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman:

“Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”».

Y el Señor añadió a Moisés:

«Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».

Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios:

«¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo:

“Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”».

Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.


Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL Sal 50, 3-4. 12-13. 17 et 19 (: Lc 15, 18)
R. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre.
V. Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
R. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre.
V. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, 
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
R. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre.
V. Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias.
R. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre.


SEGUNDA LECTURA
Cristo vino para salvar a los pecadores

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (1 Tim 1, 12-17)
QUERIDO HERMANO:
Doy gracias a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio, a mí, que antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente.
Pero Dios tuvo compasión de mí porque no sabía lo que hacía, pues estaba lejos de la fe; sin embargo, la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí junto con la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús.
Es palabra digna de crédito y merecedora de total aceptación que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero; pero por esto precisamente se compadeció de mí: para que yo fuese el primero en el que Cristo Jesús mostrase toda su paciencia y para que me convirtiera en un modelo de los que han de creer en él y tener vida eterna.
Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
 
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
 
Aleluya 2 Cor 5, 19

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo,
y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación. R.

 
EVANGELIO (opción 1)
Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta

╬ Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 15, 1-32)
R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:

«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo esta parábola:

«¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:

“¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.

Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.

O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice:

“¡Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.

Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».

También les dijo:

«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:

“Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.

El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.

Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.

Recapacitando entonces, se dijo:

«Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.

Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.

Su hijo le dijo:

“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.

Pero el padre dijo a sus criados:

“Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.

Y empezaron a celebrar el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.

Este le contestó:

“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.

Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Entonces él respondió a su padre:

“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.

El padre le dijo:

“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».


Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.


EVANGELIO (opción 2)
Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta

╬ Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 15, 1-10)
R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:

«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo esta parábola:

«¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:

“¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.

Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.

O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice:

“¡Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.

Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».

 

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.


Del Papa Francisco
ÁNGELUS, Domingo 11 de septiembre de 2016

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La liturgia de hoy nos propone el capítulo 15 del Evangelio de Lucas, considerado el capítulo de la misericordia, que recoge tres parábolas con las cuales Jesús responde a las murmuraciones de los escribas y los fariseos. Los cuales critican su comportamiento y dicen: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos» (Lc 15, 2). Con estas tres narraciones, Jesús quiere hacer entender que Dios Padre es el primero en tener una actitud acogedora y misericordiosa hacia los pecadores. Dios tiene esta actitud. En la primera parábola Dios es presentado como un pastor que deja las noventa y nueve ovejas para ir en busca de la que se ha perdido. En la segunda, es comparado con una mujer que ha perdido una moneda y la busca hasta que la encuentra. En la tercera parábola Dios es imaginado como un padre que acoge al hijo que se había alejado; la figura del padre desvela el corazón de Dios, de Dios misericordioso, manifestado en Jesús.

Un elemento común en estas parábolas es el expresado por los verbos que significan alegrarse juntos, celebrar. No se habla de estar de luto. El pastor llama a amigos y vecinos y les dice: «Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido» (Lc 15, 6); la mujer llama a las amigas y a las vecinas diciendo: «alegraos conmigo porque he hallado la dracma que había perdido» (Lc 15, 9); el padre dice al otro hijo: «convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado» (Lc 15, 32). En las dos primeras parábolas se pone el acento en la alegría tan incontenible como para tener que compartirla con «amigos y vecinos». En la tercera parábola se pone en la fiesta que nace del corazón del padre misericordioso y se expande a toda su casa. Esta fiesta de Dios para quienes vuelven a Él arrepentidos es más que nunca entonada en el Año jubilar que estamos viviendo, como dice el mismo término «Jubileo», es decir júbilo.

Con estas tres parábolas, Jesús nos presenta el verdadero rostro de Dios, un Padre con los brazos abiertos, que trata a los pecadores con ternura y compasión. La parábola que más conmueve –conmueve a todos–, porque manifiesta el infinito amor de Dios, es la del padre que estrecha, que abraza al hijo encontrado. Y lo que llama la atención no es tanto la triste historia de un joven que precipita en la degradación, sino sus palabras decisivas: «Me levantaré, iré a mi padre» (Lc 15, 18). El camino de vuelta a casa es el camino de la esperanza y de la vida nueva.

Dios espera siempre nuestro reanudar el viaje, nos espera con paciencia, nos ve cuando todavía estamos lejos, sale a nuestro encuentro, nos abraza, nos besa, nos perdona. ¡Así es Dios! ¡Así es nuestro Padre! Y su perdón borra el pasado y nos regenera en el amor. Olvida el pasado: ésta es la debilidad de Dios. Cuando nos abraza y nos perdona, pierde la memoria, ¡no tiene memoria! Olvida el pasado. Cuando nosotros pecadores nos convertimos y dejamos que nos encuentre Dios, no nos esperan reproches y asperezas, porque Dios salva, nos vuelve a acoger en casa con alegría y lo celebra. Jesús mismo en el Evangelio de hoy dice así: «habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión» (Lc 15, 7). Y os hago una pregunta: ¿habéis pensado alguna vez que cada vez que nos acercamos a un confesionario hay alegría en el cielo? ¿Habéis pensado en esto? ¡Qué bonito!

Esto nos infunde una gran esperanza, porque no hay pecado en el cual hayamos caído y del cual, con la gracia de Dios, no podamos resurgir; no hay persona irrecuperable, ¡ninguno es irrecuperable! Porque Dios no deja nunca de querer nuestro bien, ¡incluso cuando pecamos!

Que la Virgen María, refugio de los pecadores, haga surgir en nuestros corazones la confianza que se encendió en el corazón del hijo pródigo: «Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y contra ti» (Lc 15, 18).

Por este camino, nosotros podemos dar alegría a Dios, y su alegría puede convertirse en su fiesta y la nuestra.

 

Del Papa Benedicto XVI
ÁNGELUS, Domingo 16 de septiembre de 2007

Queridos hermanos y hermanas: 

Hoy la liturgia vuelve a proponer a nuestra meditación el capítulo XV del evangelio de san Lucas, una de las páginas más elevadas y conmovedoras de toda la sagrada Escritura. Es hermoso pensar que en todo el mundo, dondequiera que la comunidad cristiana se reúne para celebrar la Eucaristía dominical, resuena hoy esta buena nueva de verdad y de salvación: Dios es amor misericordioso. El evangelista san Lucas recogió en este capítulo tres parábolas sobre la misericordia divina: las dos más breves, que tiene en común con san Mateo y san Marcos, son las de la oveja perdida y la moneda perdida; la tercera, larga, articulada y sólo recogida por él, es la célebre parábola del Padre misericordioso, llamada habitualmente del "hijo pródigo". 

En esta página evangélica nos parece escuchar la voz de Jesús, que nos revela el rostro del Padre suyo y Padre nuestro. En el fondo, vino al mundo para hablarnos del Padre, para dárnoslo a conocer a nosotros, hijos perdidos, y para suscitar en nuestro corazón la alegría de pertenecerle, la esperanza de ser perdonados y de recuperar nuestra plena dignidad, y el deseo de habitar para siempre en su casa, que es también nuestra casa. 

Jesús narró las tres parábolas de la misericordia porque los fariseos y los escribas hablaban mal de él, al ver que permitía que los pecadores se le acercaran, e incluso comía con ellos (cf. Lc 15, 1-3). Entonces explicó, con su lenguaje típico, que Dios no quiere que se pierda ni siquiera uno de sus hijos y que su corazón rebosa de alegría cuando un pecador se convierte. 

La verdadera religión consiste, por tanto, en entrar en sintonía con este Corazón "rico en misericordia", que nos pide amar a todos, incluso a los lejanos y a los enemigos, imitando al Padre celestial, que respeta la libertad de cada uno y atrae a todos hacia sí con la fuerza invencible de su fidelidad. El camino que Jesús muestra a los que quieren ser sus discípulos es este: "No juzguéis..., no condenéis...; perdonad y seréis perdonados...; dad y se os dará; sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso" (Lc 6, 36-38). En estas palabras encontramos indicaciones muy concretas para nuestro comportamiento diario de creyentes. 

En nuestro tiempo, la humanidad necesita que se proclame y testimonie con vigor la misericordia de Dios. El amado Juan Pablo II, que fue un gran apóstol de la Misericordia divina, intuyó de modo profético esta urgencia pastoral. Dedicó al Padre misericordioso su segunda encíclica, y durante todo su pontificado se hizo misionero del amor de Dios a todos los pueblos. Después de los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, que oscurecieron el alba del tercer milenio, invitó a los cristianos y a los hombres de buena voluntad a creer que la misericordia de Dios es más fuerte que cualquier mal, y que sólo en la cruz de Cristo se encuentra la salvación del mundo. 

La Virgen María, Madre de la Misericordia, a quien ayer contemplamos como Virgen de los Dolores al pie de la cruz, nos obtenga el don de confiar siempre en el amor de Dios y nos ayude a ser misericordiosos como nuestro Padre que está en los cielos.


Se dice Credo.

 

Oración de los fieles

Oremos a Dios Padre, que en Cristo nos muestra todo su amor y paciencia.

Para que la Iglesia sea signo de la misericordia de Dios en medio del mundo, por su espíritu de perdón, de reconciliación. Roguemos al Señor.

Para que nuestra sociedad, que fomenta el pecado y se muestra intransigente con los culpables, reconozca sus culpas. Roguemos al Señor.

Para que los que están perdidos por el pecado experimenten la gracia de ser hallados por la misericordia de Dios. Roguemos al Señor.

Para que aprendamos que el amor de Dios es más fuerte que todas nuestras culpas. Roguemos al Señor.

Señor, Dios nuestro, escucha nuestras súplicas,
ten compasión de nosotros,
concédenos el gozo de tu perdón.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

Oración sobre las ofrendas

Sé propicio a nuestras súplicas, Señor,
y recibe complacido estas ofrendas de tus siervos,
para que la oblación que ofrece cada uno en honor de tu nombre
sirva para la salvación de todos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Prefacio IV Dominical del Tiempo Ordinario
Las etapas de la historia de la salvación en Cristo

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.

Porque él, con su nacimiento, renovó la vieja condición humana;
con su pasión destruyó nuestro pecado;
al resucitar de entre los muertos, nos aseguró el acceso a la vida eterna;
y en su ascensión al Padre, abrió las puertas del cielo.

Por eso, con los ángeles y la multitud de los santos,
te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo…


Antífona de la comunión Sal 35, 8
Qué inapreciable es tu misericordia, oh, Dios. Los humanos se acogen a la sombra de tus alas.

O bien: Cf. 1 Cor 10, 16

El cáliz de la bendición que bendecimos es comunión de la Sangre de Cristo; el pan que partimos es participación en el Cuerpo del Señor.


Oración después de la comunión

Te pedimos, Señor, que el fruto del don del cielo
penetre nuestros cuerpos y almas,
para que sea su efecto, y no nuestro sentimiento,
el que prevalezca siempre en nosotros.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


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