
DOMINGO DE LA V SEMANA DE CUARESMA (CICLO C)
PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 03 DE ABRIL
- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- Eucaristía del Domingo V de Cuaresma (a las 11.00 h.).
- Rezo del Santo Rosario (a las 20.00 h.) y Eucaristía II Vísperas del Domingo V de Cuaresma (a las 20.30 h.).
El Tweet del Papa:
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
Homilía - Domingo V de Cuaresma
(Misa de la mañana, 03.04.2022)
Homilía - Domingo V de Cuaresma
(Misa de la tarde, 03.04.2022)
Elogio: En Roma, san Sixto I, papa, que en tiempo del emperador Adriano rigió la Iglesia Romana, como sexto pontífice tras el bienaventurado Pedro.
Elogio: En Chichester, ciudad de Inglaterra, san Ricardo, obispo, que fue desterrado por el rey Enrique III, y restituido después a esta sede, se mostró siempre generoso en ayudar a los pobres.
Patronazgos: patrono de los conductores (de coches, etc).
refieren a este santo: San Edmundo Rich.
Santos Cresto y Papo, mártires
En Tomis, en Escitia, santos Cresto y Papo, mártires. († c. s. IV)
San Ulpiano, mártir
En Tiro, ciudad de Fenicia, san Ulpiano, mártir, que, siendo aún adolescente, durante la persecución desencadenada bajo el emperador Maximino Daza fue encerrado en un odre con una serpiente y un perro, y, sumergido en el mar, completó así su martirio. († c. 306)
San Juan de Nápoles, obispo
En Nápoles, en la región de Campania, san Juan, obispo, que falleció en la noche santa de Pascua mientras celebraba los sagrados misterios, y, acompañado de multitud de fieles y neófitos, fue inhumado el día de la solemnidad de la Resurrección del Señor. († 432)
San Nicetas, abad
En el monasterio de Medikion, en Bitinia, san Nicetas, abad, que en tiempo del emperador León el Armenio, por defender el culto de las sagradas imágenes, sufrió cárcel y exilio. († 824)
San José «Himnógrafo», monje y presbítero
En Constantinopla, san José, presbítero, por sobrenombre «Himnógrafo», el cual, siendo monje, en la persecución desencadenada por los iconoclastas fue enviado a Roma para pedir la protección de la Sede Apostólica. Posteriormente, después de muchos padecimientos, recibió la custodia de los vasos sagrados de la Iglesia de Santa Sofía. († 886)
Beato Gandulfo de Binasco Sacchi, religioso presbítero
En Polizzi, en la isla de Sicilia, en Italia, beato Gandulfo de Binasco Sacchi, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que llevó una vida solitaria y austera, e iluminó aquella región con la predicación de la Palabra de Dios. († c. 1260)
Beato Juan de Pina, religioso presbítero
En Pina, en el Piceno, también en Italia, beato Juan, presbítero, uno de los primeros compañeros de san Francisco, que fue enviado a la Galia Narbonense, donde enseñó la nueva forma de vida evangélica. († 1275)
Beatos Roberto Middleton y Turstano Hunt, presbíteros y mártires
En Lancaster, en Inglaterra, beatos Roberto Middleton, de la Orden de la Compañía de Jesús, y Turstano Hunt, ambos presbíteros y mártires. Este último, al querer liberar al primero cuando era conducido prisionero, también fue apresado y, bajo el reinado de Isabel I, los dos fueron condenados a muerte por ser sacerdotes, llegando, a través de los tormentos padecidos, a la derecha de Cristo. († 1601)
San Luis Scrosoppi, presbítero y fundador
En Udine, en la región de Venecia, san Luis Scrosoppi, presbítero de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, que fundó la Congregación de Hermanas de la Divina Providencia, para la educación cristiana de la juventud femenina. († 1884)
Beatos José Luciano Huerta Gutiérrez y José Salvador Huerta Gutiérrez, mártires
En Guadalajara, México, beatos laicos José Luciano Ezequiel Huerta Gutiérrez y José Salvador Huerta Gutiérrez, mártires. († 1927)
Beata María Teresa Casini, virgen y fundadora
En Grottaferrata, beata María Teresa Casini, virgen, fundadora de la congregación de Oblatas del Sagrado Corazón de Jesús († 1937)
Beato Pedro Eduardo Dankowski, presbítero y mártir
Cerca de Cracovia, en Polonia, en el campo de concentración de Auschwitz, beato Pedro Eduardo Dankowski, presbítero y mártir, que al ser ocupada militarmente Polonia, su patria, en tiempo de guerra, fue detenido por su confesión cristiana y atormentado hasta consumar el martirio. († 1942)
LITURGIA DE HOY
Misa del
Domingo (morado).
MISAL: ants. y oracs. props., sin Gl., Cr., Pf. prop. No se puede
decir la PE IV.
LECC.: vol. I (C).
- Is 43, 16-21. Mirad que realizo algo nuevo; daré de beber a mi
pueblo.
- Sal 125. R. El Señor ha estado grande con nosotros, y
estamos alegres.
- Flp 3, 8-14. Por Cristo lo perdí todo, muriendo su misma
muerte.
- Jn 8, 1-11. El que esté sin pecado, que le tire la primera
piedra.
La liturgia de hoy nos ayuda a vivir los sentimientos de Cristo ante la Pasión:
«Sálvame del hombre traidor y malvado. Tú eres mi Dios y protector» (ant. de
entrada). La eucaristía hace presente el amor de Cristo por nosotros en su
Pasión (cf. 1.ª orac.). La comunión eucarística hoy hará que nuestra unión con
Cristo, en vísperas de su misterio pascual, sea una realidad que nos lleve a
ser contados entre los miembros de Cristo (cf. orac. después de la comunión).
Esta es la meta de nuestra conversión cuaresmal; pero todavía no la hemos
alcanzado. Tenemos que acompañar a Cristo hasta el final: «Corro hacia la meta,
hacia el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús» (2 lect.).
* Este domingo
se celebra el tercer escrutinio preparatorio al bautismo para los catecúmenos
que en la Vigilia pascual serán admitidos a los sacramentos de la Iniciación
cristiana, con oraciones e intercesiones propias.
* La costumbre de cubrir las cruces y las imágenes de la iglesia
desde este domingo puede conservarse. Las cruces permanecerán cubiertas hasta
después de la celebración de la Pasión del Señor, el Viernes Santo, y las
imágenes hasta el comienzo de la Vigilia pascual. Continúa en la página
siguiente.
* Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.
Liturgia de las Horas: oficio dominical. No se dice Te Deum. Comp. Dom.
II.
Martirologio: elogs. del 4 de abril,
pág. 237.
Antífona de entrada Cf.. Sal 42, 1-2
Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa, contra gente sin piedad;
sálvame del hombre traidor y malvado, porque tú eres mi Dios y mi fortaleza.
Monición de entrada
Celebramos el quinto domingo de Cuaresma. Para la Iglesia y en especial
para los que serán próximamente bautizados, es tiempo de purificación e
iluminación, dimensiones del bautismo cristiano. Jesús que se encamina hacia
Jerusalén, lleva consigo a toda la Iglesia hacia el momento decisivo de la
historia: él es el Señor del tiempo y avanza hacia el Misterio pascual
sembrando la salvación.
No se dice Gloria.
Oración colecta
Te pedimos, Señor Dios nuestro, que,
con tu ayuda,
avancemos animosamente hacia aquel mismo amor
que movió a tu Hijo
a entregarse a la muerte por la salvación del mundo.
Por nuestro Señor
Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Mirad que
realizo algo nuevo; daré de beber a mi pueblo
Lectura
del libro de Isaías (Is 43, 16-21)
ESTO
DICE el Señor,
que abrió camino en el mar
y una senda en las aguas impetuosas;
que sacó a batalla carros y caballos,
la tropa y los héroes:
caían para no levantarse,
se apagaron como mecha que se extingue.
«No recordéis lo de antaño,
no penséis en lo antiguo;
mirad que realizo algo nuevo;
ya está brotando, ¿no lo notáis?
Abriré un camino en el desierto,
corrientes en el yermo.
Me glorificarán las bestias salvajes,
chacales y avestruces,
porque pondré agua en el desierto,
corrientes en la estepa,
para dar de beber a mi pueblo elegido,
a este pueblo que me he formado
para que proclame mi alabanza».
Palabra
de Dios.
R. Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 125, 1b-2ab. 2cd-3. 4-5. 6 [R.: 3])
V. Cuando
el Señor hizo volver a los cautivos de Sion,
nos
parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
R. El Señor ha estado grande con nosotros, y
estamos alegres.
V. Hasta
los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos».
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
R. El Señor ha estado grande con nosotros, y
estamos alegres.
V. Recoge,
Señor, a nuestros cautivos
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
R. El Señor ha estado grande con nosotros, y
estamos alegres.
V. Al
ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.
R. El Señor ha estado grande con nosotros, y
estamos alegres.
SEGUNDA LECTURA
Por Cristo
lo perdí todo, muriendo su misma muerte
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (Flp 3, 8-14)
HERMANOS:
Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de
Cristo Jesús, mi Señor.
Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y
ser hallado en él, no con una justicia mía, la de la ley, sino con la que viene
de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe. Todo
para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus
padecimientos, muriendo su misma muerte, con la esperanza de llegar a la
resurrección de entre los muertos.
No es que ya lo haya conseguido o que ya sea perfecto: yo lo persigo, a ver si
lo alcanzo como yo he sido alcanzado por Cristo.
Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Solo busco una cosa:
olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante,
corro hacia la meta, hacia el premio, al cual me llama Dios desde arriba en
Cristo Jesús.
Palabra
de Dios.
R. Te
alabamos, Señor.
Versículo antes del Evangelio Cf. Jl 2, 12-13
Ahora
-dice el Señor-, convertíos a mí de todo corazón,
porque soy compasivo y
misericordioso.
EVANGELIO
El que esté
sin pecado, que le tire la primera piedra
╬ Lectura
del santo Evangelio según san Juan (Jn 8, 1-11)
R. Gloria
a ti, Señor.
EN
AQUEL TIEMPO, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó
de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les
enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y,
colocándola en medio, le dijeron:
«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de
Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús,
inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra
vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más
viejos, Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó:
«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó:
«Ninguno, Señor».
Jesús dijo:
«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
Palabra
del Señor.
R. Gloria
a ti, Señor Jesús.
Papa Francisco
ÁNGELUS. Plaza
de San Pedro. V Domingo de Cuaresma, 7 de abril de 2019
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este quinto domingo de Cuaresma, la liturgia nos presenta el episodio de la
mujer adúltera (ver Jn 8, 1-11) en el que se contraponen dos actitudes: la de
los escribas y los fariseos, por una parte, y la de Jesús, por otra. Los
primeros quieren condenar a la mujer, porque se sienten los guardianes de la
Ley y de su fiel aplicación. En cambio, Jesús quiere salvarla, porque
personifica la misericordia de Dios que, perdonando, redime y reconciliando,
renueva.
Veamos, pues, el hecho. Mientras Jesús enseña en el templo, los escribas y los
fariseos le traen a una mujer sorprendida en adulterio; la ponen en medio y le
preguntan a Jesús si debe ser lapidada, como prescribe la Ley de Moisés. El
evangelista precisa que le plantean la pregunta «para tentarle, para tener de
que acusarle» (v. 6). Se puede suponer que su propósito fuera ese ―fijaos en la
maldad de estas personas―: el “no” a la lapidación habría sido un motivo para
acusar a Jesús de desobediencia a la Ley; el “sí”, en cambio, para denunciarlo
a la autoridad romana, que se había reservado las sentencias y no admitía el linchamiento
popular. Y Jesús debe responder.
Los interlocutores de Jesús están encerrados en los vericuetos del legalismo y
quieren encerrar al Hijo de Dios en su perspectiva de juicio y condena. Pero Él
no vino al mundo para juzgar y condenar, sino para salvar y ofrecer a las
personas una nueva vida. ¿Y cómo reacciona Jesús a esta prueba? En primer
lugar, se queda un rato en silencio, y se inclina para escribir con el dedo en
el suelo, como para recordar que el único Legislador y Juez es Dios que había
escrito la Ley en la piedra. Y luego dice: «Aquel de vosotros que esté sin
pecado, que le arroje la primera piedra» (v. 7). De esta manera, Jesús apela a
la conciencia de aquellos hombres: ellos se sentían “paladines de la justicia”,
pero Él los llama a la conciencia de su condición de hombres pecadores, por la
cual no pueden reclamar para sí el derecho a la vida o a la muerte de los
demás. En ese momento uno tras otro, empezando por los más viejos, es decir,
por los más expertos de sus propias miserias, todos se fueron, renunciando a
lapidar a la mujer. Esta escena también nos invita a cada uno de nosotros a ser
conscientes de que somos pecadores, y a dejar caer de nuestras manos las
piedras de la denigración y de la condena, de los chismes, que a veces nos gustaría
lanzar contra otros. Cuando chismorreamos de los demás, lanzamos piedras, somos
como estos.
Al final solo quedan Jesús y la mujer, allí en el medio: «la mísera y la
misericordia», dice San Agustín (In Joh 33,5). Jesús es el único sin culpa, el
único que podría arrojar la piedra contra ella, pero no lo hace, porque Dios
«no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva» (ver Ez 33,11).
Y Jesús despide a la mujer con estas estupendas palabras: «Vete, y en adelante
no peques más» (v. 11). Y así, Jesús le abre un nuevo camino, creado por la
misericordia, un camino que requiere su compromiso de no pecar más. Es una
invitación válida para cada uno de nosotros: cuando Jesús nos perdona, nos abre
siempre un nuevo camino para que avancemos. En este tiempo de Cuaresma, estamos
llamados a reconocernos como pecadores y a pedir perdón a Dios. Y el perdón, a
su vez, al reconciliarnos y darnos paz, nos hace comenzar una historia
renovada. Toda conversión verdadera está encaminada a un futuro nuevo, a una vida
nueva, a una vida hermosa, a una vida libre de pecado, a una vida generosa. No
temamos pedir perdón a Jesús porque Él nos abre la puerta a esta vida nueva.
¡Qué la Virgen María nos ayude a testimoniar ante todos amor misericordioso de
Dios que, en Jesús, nos perdona y hace nueva nuestra existencia, ofreciéndonos
siempre nuevas posibilidades!
Papa Benedicto XVI
ÁNGELUS,
Plaza de San Pedro, Domingo 21 de marzo de 2010
Queridos
hermanos y hermanas:
Hemos llegado al quinto domingo de Cuaresma, en el que la liturgia nos propone,
este año, el episodio evangélico de Jesús que salva a una mujer adúltera de la
condena a muerte (Jn 8, 1-11). Mientras está enseñando en el Templo, los
escribas y los fariseos llevan ante Jesús a una mujer sorprendida en adulterio,
para la cual la ley de Moisés preveía la lapidación. Esos hombres piden a Jesús
que juzgue a la pecadora con la finalidad de "ponerlo a prueba" y de
impulsarlo a dar un paso en falso. La escena está cargada de dramatismo: de las
palabras de Jesús depende la vida de esa persona, pero también su propia vida.
De hecho, los acusadores hipócritas fingen confiarle el juicio, mientras que en
realidad es precisamente a él a quien quieren acusar y juzgar. Jesús, en
cambio, está "lleno de gracia y de verdad" (Jn 1, 14): él sabe lo que
hay en el corazón de cada hombre, quiere condenar el pecado, pero salvar al
pecador, y desenmascarar la hipocresía.
El evangelista san Juan pone de relieve un detalle: mientras los acusadores lo
interrogan con insistencia, Jesús se inclina y se pone a escribir con el dedo
en el suelo. San Agustín observa que el gesto muestra a Cristo como el
legislador divino: en efecto, Dios escribió la ley con su dedo en las tablas de
piedra (cf. Comentario al Evangelio de Juan, 33, 5). Jesús, por tanto, es el
Legislador, es la Justicia en persona. Y ¿cuál es su sentencia? "Aquel de
vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra". Estas
palabras están llenas de la fuerza de la verdad, que desarma, que derriba el
muro de la hipocresía y abre las conciencias a una justicia mayor, la del amor,
en la que consiste el cumplimiento pleno de todo precepto (cf. Rm 13, 8-10). Es
la justicia que salvó también a Saulo de Tarso, transformándolo en san Pablo
(cf. Flp 3, 8-14).
Cuando los acusadores "se fueron retirando uno tras otro, comenzando por
los más viejos", Jesús, absolviendo a la mujer de su pecado, la introduce
en una nueva vida, orientada al bien: "Tampoco yo te condeno; vete y en
adelante no peques más". Es la misma gracia que hará decir al Apóstol:
"Una cosa hago: olvido lo que dejé detrás y me lanzo a lo que está por
delante, corriendo hacia la meta, para alcanzar el premio al que Dios me llama
desde lo alto en Cristo Jesús" (Flp 3, 13-14). Dios sólo desea para
nosotros el bien y la vida; se ocupa de la salud de nuestra alma por medio de
sus ministros, liberándonos del mal con el sacramento de la Reconciliación, a
fin de que nadie se pierda, sino que todos puedan convertirse.
En este Año sacerdotal, deseo exhortar a los pastores a imitar al santo cura de
Ars en el ministerio del perdón sacramental, para que los fieles vuelvan a
descubrir su significado y belleza, y sean sanados nuevamente por el amor
misericordioso de Dios, que "lo lleva incluso a olvidar voluntariamente el
pecado, con tal de perdonarnos" (Carta para la convocatoria del Año
sacerdotal).
Queridos amigos, aprendamos del Señor Jesús a no juzgar y a no condenar al
prójimo. Aprendamos a ser intransigentes con el pecado –·comenzando por el
nuestro!– e indulgentes con las personas. Que nos ayude en esto la santa Madre
de Dios, que, exenta de toda culpa, es mediadora de gracia para todo pecador
arrepentido.
Se dice Credo.
Oración de los fieles
(Año C)
Oremos
al Señor nuestro Dios, que no quiere la muerte del pecador, sino que sed
convierta y viva.
- Para que la Iglesia sea para
el mundo signo de esperanza, acogiendo, animaando y consolando a todos los
hombres. Roguemos al Señor.
- Para que nuestra sociedad reconozca sus pecados colectivos que
dañan a los hombres, asuma su culpa, y procure el remedio. Roguemos al Señor.
- Para que los marginados de la sociedad encuentren en los
cristianos la ayuda fraterna que necesitan para salir de su situación. Roguemos
al Señor.
- Para que no nos creamos limpios de pecado, ni nos erijamos en
jueces de los demás, como los acusadores de la mujer adúltera, sino que
aprendamos de Jesús a ser comprensivos y a perdonar. Roguemos al Señor.
Señor
Dios nuestro,
que nos has enviado a tu Hijo a decirnos:
“Yo tampoco te condeno,
en adelante no peques más”,
perdona nuestras culpas, escúchanos, ábrenos a la
esperanza.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Oración sobre las
ofrendas
Escúchanos, Dios todopoderoso,
y, por
la acción de este sacrificio,
purifica a tus siervos,
a quienes has iluminado
con las enseñanzas de la fe cristiana.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I de Cuaresma
Significación espiritual de la Cuaresma
En verdad es
justo y necesario,
es nuestro deber y salvación darte gracias
siempre y en todo
lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Por él concedes a tus fieles anhelar, año tras año,
con el gozo de habernos
purificado,
los sacramentos pascuales,
para que, dedicados con mayor entrega a
la oración y a la caridad fraterna,
por la celebración de los misterios que nos
dieron nueva vida,
lleguemos a ser con plenitud hijos de Dios.
Por eso, con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones,
y con todos los
coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo,
santo Santo...
Antífona de comunión Jn 12, 24-25
En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y
muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto.
Oración después de la comunión
Te
pedimos, Dios todopoderoso,
que nos cuentes siempre entre los miembros de
Cristo,
cuyo Cuerpo y Sangre hemos recibido.
Él, que vive y reina por los
siglos de los siglos.
Oración sobre el pueblo
V. El
Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Inclinaos para recibir la bendición.
Señor,
bendice a tu pueblo
que espera siempre el don de tu misericordia,
y concédele,
inspirado por ti,
recibir lo que desea de tu generosidad.
Por Jesucristo,
nuestro Señor.
V. Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre,
Hijo +, y Espíritu Santo,
descienda
sobre vosotros y os acompañe siempre.
R. Amén.
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