17 de abril - DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN (CICLO C)


  DOMINGO DE PASCUA (CICLO C)
  Domingo de Pascua - I Semana del Salterio (oficio propio - Liturgia
  de las Horas,  Tomo II)
 

HORARIOS
PARA LOS DÍAS DE SEMANA SANTA




PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 17 DE ABRIL

- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 h. a 13.30 h. y de 17.30 h. a 22.00 h.

- Eucaristía del Domingo de Pascua, en la Parroquia (a las 11.00 h.).

- Bautismo de niños, en la Parroquia (a las 12.00 h.).

-Presentación del Cartel de Romería, en el Teatro Felipe Godínez (a las 12.30 h.).

- Bautismo de niños de Comunión, en la Parroquia (a las 18.00 h.).

- Rezo del Santo Rosario (a las 20.00 h.) y Eucaristía II Vísperas del Domingo de Pascua, en la Parroquia (a las 20.30 h.).






NOTICIAS DE ACTUALIDAD




    Portada

SANTORAL DE HOY



Elogio: En Sault, lugar de la provincia de Quebec, en Canadá, santa Catalina Tekawitha, virgen, que, nacida entre los indígenas del lugar, sufrió muchas amenazas y vejaciones por haber aceptado, en el día de Pascua, recibir el bautismo, ofreciendo a Dios su virginidad, que conservaba ya antes de convertirse.

Refieren a este santo: 8 mártires de la evangelización de Canadá (1642-1649), Santos Juan de Brébeuf, Isaac Jogues y compañeros


Elogio: En Madrid, en España, beata María Ana de Jesús Navarro de Guevara, virgen, la cual, después de superar la oposición de su padre, recibió el hábito de la Orden de Nuestra Señora de la Merced y se dedicó a la vida de oración, penitencia y ayuda a pobres y afligidos.



   Santos Pedro y Hermógenes, mártires

En Melitene, ciudad de la antigua Armenia, santos mártires Pedro, diácono, y Hermógenes, su coadjutor. († c. s. IV)

   Santos Simeón bar Sabas y cien compañeros, mártires   

En Persia, pasión de san Simeón bar Sabas, obispo de Seleucia y Ctesifonte, que, por orden del rey persa Sapor II, fue detenido y cargado de cadenas por negarse a adorar el sol y seguir proclamando a Jesucristo libre y valientemente. Encarcelado junto con más de cien cristianos, obispos, presbíteros y de otros órdenes eclesiásticos, fue sometido a torturas, y el Viernes Santo de la Pasión del Señor, ante sus ojos y mientras les exhortaba, todos sus compañeros fueron decapitados, como él mismo lo fue en último lugar. († 341)

   Santos Ustazades y compañeros, mártires   

También conmemoración de muchos mártires que, tras la muerte de san Simeón, en todo el territorio de Persia, e igualmente bajo el rey Sapor II, fueron degollados por causa del nombre de Cristo, entre ellos san Ustazades, eunuco del palacio real y padrino del mismo rey, que durante el primer ímpetu de la persecución sufrió el martirio en el palacio de Artajerjes, hermano de Sapor, en la provincia de Adiabena. († 341)

   San Inocencio de Tortona, obispo   

En Tortona, de la Liguria, san Inocencio, obispo. († s. IV)

   San Acacio de Melitene, obispo y confesor   

En Melitene, en la antigua Armenia, san Acacio, obispo, que intervino en el Concilio de Éfeso contra Nestorio para defender la fe católica, y después fue depuesto injustamente de su sede. († c. 435)

   San Pantagato de Vienne, obispo

En Vienne, ciudad de Burgundia, san Pantagato, obispo. († 540)

   Santos Donnan, abad, y cincuenta y dos monjes, mártires   

En la isla de Eigg, en las Hébridas interiores frente a Escocia, san Donnan, abad, junto con cincuenta y dos monjes, que durante las celebraciones pascuales fueron degollados o quemados por unos piratas. († 617)

   Santos Elías, Pablo e Isidoro, mártires   

En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santos mártires Elías, presbítero, ya anciano, y Pablo e Isidoro, monjes jóvenes, que por su fe cristiana perecieron en la persecución llevada a cabo por los sarracenos. († 856)

   San Roberto de Chaise-Dieu, abad   

En el monasterio de Chaise-Dieu, cercano a Clermont-Ferrand, en Francia, san Roberto, abad, al que se le unieron algunos hermanos en este lugar donde se había retirado para vivir en soledad, y con su predicación y ejemplo de vida ganó muchas almas para el Señor. († 1067)

   San Roberto de Molesmes, abad

En el monasterio de Molesmes, en Francia, san Roberto, abad, quien deseoso de una vida monástica más sencilla y estricta, fue fundador de monasterios y esforzado superior, director de ermitaños y restaurador eximio de la disciplina monástica, e instaurador del monasterio de Cister, que rigió como primer abad. Finalmente fue llamado de nuevo como abad a Molesmes, donde descansó allí en paz. († 1111)

   Beato Jacobo de Cerqueto, monje y presbítero

En Perugia, de la Umbría, beato Jacobo de Cerqueto, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín, que ofreció un sereno ejemplo al asumir con alegría la enfermedad que le aquejaba. († 1367)

   Beata Clara Gambacorti, abadesa   

En Pisa, de la Toscana, beata Clara Gambacorti, que, al perder aún muy joven a su esposo, aconsejada por santa Catalina de Siena fundó el monasterio de santo Domingo bajo una austera Regla, dirigió con prudencia y caridad a las hermanas, y se distinguió por haber perdonado al asesino de su padre y de sus hermanos. († 1419)

   Beato Enrique Heath, presbítero y mártir   

En Londres, en Inglaterra, beato Enrique Heath, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores y mártir, que bajo el rey Carlos I, por la sola razón de su sacerdocio, fue entregado al verdugo en Tyburn. († 1643) 


LITURGIA DE HOY

 

DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA

Domingo de Pascua

148. También en el Domingo de Pascua, máxima solemnidad del año litúrgico, tienen lugar no pocas manifestaciones de la piedad popular: son, todas, expresiones cultuales que exaltan la nueva condición y la gloria de Cristo resucitado, así como su poder divino que brota de su victoria sobre el pecado y sobre la muerte.

El encuentro del Resucitado con la Madre

149. La piedad popular ha intuido que la asociación del Hijo con la Madre es permanente: en la hora del dolor y de la muerte, en la hora de la alegría y de la Resurrección.

La afirmación litúrgica de que Dios ha colmado de alegría a la Virgen en la Resurrección del Hijo, ha sido, por decirlo de algún modo, traducida y representada por la piedad popular en el Encuentro de la Madre con el Hijo resucitado: la mañana de Pascua dos procesiones, una con la imagen de la Madre dolorosa, otra con la de Cristo resucitado, se encuentran para significar que la Virgen fue la primera que participó, y plenamente, del misterio de la Resurrección del Hijo.

Para este ejercicio de piedad es válida la observación que se hizo respecto a la procesión del "Cristo muerto": su realización no debe dar a entender que sea más importante que las celebraciones litúrgicas del domingo de Pascua, ni dar lugar a mezclas rituales inadecuadas.

Bendición de la mesa familiar

150. Toda la Liturgia pascual está penetrada de un sentido de novedad: es nueva la naturaleza, porque en el hemisferio norte la pascua coincide con el despertar primaveral; son nuevos el fuego y el agua; son nuevos los corazones de los cristianos, renovados por el sacramento de la Penitencia y, a ser posible, por los mismos sacramentos de la Iniciación cristiana; es nueva, por decirlo de alguna manera, la Eucaristía: son signos y realidades-signo de la nueva condición de vida inaugurada por Cristo con su Resurrección.

Entre los ejercicios de piedad que se relacionan con la Pascua se cuentan las tradicionales bendiciones de huevos, símbolos de vida, y la bendición de la mesa familiar; esta última, que es además una costumbre diaria de las familias cristianas, que se debe alentar, adquiere un significado particular en el día de Pascua: con el agua bendecida en la Vigilia Pascual, que los fieles llevan a sus hogares, según una loable costumbre, el cabeza de familia u otro miembro de la comunidad doméstica bendice la mesa pascual.

El saludo pascual a la Madre del Resucitado

151. En algunos lugares, al final de la Vigilia pascual o después de las II Vísperas del Domingo de Pascua, se realiza un breve ejercicio de piedad: se bendicen flores, que se distribuyen a los fieles como signo de la alegría pascual, y se rinde homenaje a la imagen de la Dolorosa, que a veces se corona, mientras se canta el Regina caeli. Los fieles, que se habían asociado al dolor de la Virgen por la Pasión del Hijo, quieren así alegrarse con ella por el acontecimiento de la Resurrección.

Este ejercicio de piedad, que no se debe mezclar con el acto litúrgico, es conforme a los contenidos del Misterio pascual y constituye una prueba ulterior de cómo la piedad popular percibe la asociación de la Madre a la obra salvadora del Hijo.

 


COMIENZA LA OCTAVA DE PASCUA


Este es el día en que actuó el Señor, la solemnidad de las solemnidades y nuestra Pascua: la Resurrección de nuestro Salvador Jesucristo según la carne (elog. del Martirologio Romano).


Misa del Domingo (blanco).

MISAL: ants. y oracs. props., es conveniente sustituir el acto penitencial por la aspersión con el agua bendecida en la Vigilia pascual, Gl., Cr., Pf. Pasc. I «en este día», embolismos props. en las PP. EE. No se puede decir la PE IV. Despedida con doble «Aleluya».

LECC.: vol. I (B).

- Hch 10, 34a. 37-43: Hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.

- Sal 117: R. Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

- Col 3, 1-4: Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo.

o bien: 1 Cor 5, 6b-8: Barred la levadura vieja para ser una masa nueva.

- Jn 20, 1-9: Él había de resucitar de entre los muertos.

o bien, para las misas vespertinas: Lc 24, 13-35: Quédate con nosotros, porque atardece.

 

En este día Dios nos ha abierto las puertas de la eternidad por medio de su Unigénito, vencedor de la muerte, y pedimos ser renovados por el Espíritu Santo para resucitar a la luz de la vida (cf. 1.a orac.). Hoy es el día en que actuó el Señor. La piedra que desecharon los arquitectos —Cristo en su pasión— es ahora la piedra angular una vez que ha resucitado (cf. sal. resp.). Y creemos en este misterio gracias al testimonio de los apóstoles que comieron y bebieron con él después de su resurrección (1 lect.) y vieron el sepulcro vacío (Ev.). A partir de ahí, una vez que por el bautismo hemos resucitado con Cristo, busquemos los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios (2 lec.).

 

Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.

Si ha de bendecirse el baptisterio o la nueva pila bautismal, se escogerá un domingo, principalmente del tiempo pascual, o la fiesta del Bautismo del Señor (cf. Bendicional, nn. 933 y ss.).

* El deber pastoral de visitar y bendecir anualmente a las familias cristianas en sus casas cobra una importancia especial durante el tiempo pascual (cf. Bendicional, nn. 68 y ss.).


Liturgia de las Horas: oficio del Domingo de Pascua. Te Deum.

Consérvese, donde aún esté en vigor, o restáurese en la medida en que sea posible, la tradición de celebrar las Vísperas bautismales del día de Pascua, durante las cuales, y al canto de los salmos, se hace una procesión al bautisterio (Carta circular sobre las fiestas pascuales, n. 98).

En lugar del responsorio breve, se dice la antífona «Este es el día».

Con las Vísperas se concluye el Triduo pascual.

Martirologio: elog. prop. del Domingo de Pascua, pág. 44, y elogs. del 5 de abril, pág. 239.


Monición de entrada

Este es el día en que actuó el Señor; gocémonos y alegrémonos en él Este es el dia primero del verdadero año nuevo, que el Señor Jesús ha inaugurado con su resurrección. Este es el primer domingo del año cristiano, todos los demás domingos serán como un eco de este día. Hoy es la solemnidad de la Pascua, la fiesta de las fiestas, anuncio de la fiesta eterna.


Antífona de entrada Cf. Sal 138, 18. 5-6

He resucitado y aún estoy contigo, aleluya; me cubres con tu mano, aleluya; tu sabiduría es sublime, aleluya, aleluya.

O bien: Cf. Lc 24, 34; Ap 1, 6

Verdaderamente ha resucitado el Señor, aleluya. A él la gloria y el poder por toda la eternidad, aleluya, aleluya.

Se dice Gloria

 

Oración colecta

Oh, Dios, que en este día, vencida la muerte,

nos has abierto las puertas de la eternidad por medio de tu Unigénito,
concede, a quienes celebramos la solemnidad de la resurrección del Señor,
que, renovados por tu Espíritu, resucitemos a la luz de la vida.
Por nuestro Señor Jesucristo.



PRIMERA LECTURA
Hemos comido y bebido con él después de la resurrección de entre los muertos

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 10,34a.37-43)

EN AQUELLOS DÍAS, Pedro tomó la palabra y dijo:

«Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.

Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».

Palabra de Dios.

R. Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL (Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23 [R.: 24])

R. Éste es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.


O bien: Aleluya
 
V. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
 
R. Éste es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
 
V. «La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
 
R. Éste es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
 
V. La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
 
R. Éste es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

 

SEGUNDA LECTURA
Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo 

(opción 1)

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (Col 3, 1-4)

HERMANOS:

Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.


Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

 

SEGUNDA LECTURA
Barred la levadura vieja para ser una masa nueva 

(opción 2)

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1 Cor 5, 6b-8)

HERMANOS:

¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Barred la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ácimos. Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo.

Así, pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ácimos de la sinceridad y la verdad.

 
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

 

SECUENCIA
Hoy es obligatorio decir la Secuencia. Los días dentro de la Octava es potestativo.

Ofrezcan los cristianos

ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado

que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte

en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,

María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.

¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,

sabemos por tu gracia

que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate

de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

 

Aleluya 1 Co 5, 7b-8a

R. Aleluya, aleluya aleluya.

V. Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo.
Así, pues, celebremos la Pascua en el Señor. R.

 

En lugar del Evangelio propuesto a continuación puede leerse el de la Vigilia pascual.
En las Misas vespertinas puede leerse el Evangelio del pasaje de Emaús (Lc 24, 13-35).

 

EVANGELIO 
Él había de resucitar de entre los muertos

╬ Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 20, 1-9)

R. Gloria a ti, Señor.

EL PRIMER DÍA de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:

«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

R. Gloria a ti, Señor Jesús.


EVANGELIO
Quédate con nosotros, Señor, porque atardece

 (opcional en las misas vespertinas)

 ╬ Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 24, 13-35)

R. Gloria a ti, Señor.

AQUEL MISMO día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.

Él les dijo:

«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».

Ellos se detuvieron con aire entristecido, Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:

«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».

Él les dijo:

«¿Qué?».

Ellos le contestaron:

«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».

Entonces él les dijo:

«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.

Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:

«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.

Y se dijeron e! uno al otro:

«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».

Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:

«Era verdad, ha resucitado e! Señor y se ha aparecido a Simón».

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.

R. Gloria a ti, Señor Jesús.


MENSAJE URBI ET ORBI
DEL SANTO PADRE FRANCISCO (PASCUA 2021)
Basílica de San Pedro. omingo, 4 de abril de 2021

Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Pascua! Una feliz, santa y serena Pascua.

Hoy resuena en cada lugar del mundo el anuncio de la Iglesia: “Jesús, el crucificado, ha resucitado, como había dicho. Aleluya”.

El anuncio de la Pascua no muestra un espejismo, no revela una fórmula mágica ni indica una vía de escape frente a la difícil situación que estamos atravesando. La pandemia todavía está en pleno curso, la crisis social y económica es muy grave, especialmente para los más pobres; y a pesar de todo —y es escandaloso— los conflictos armados no cesan y los arsenales militares se refuerzan. Y este es el escándalo de hoy.

Ante esto, o mejor, en medio a esta realidad compleja, el anuncio de Pascua recoge en pocas palabras un acontecimiento que da esperanza y no defrauda: “Jesús, el crucificado, ha resucitado”. No nos habla de ángeles o de fantasmas, sino de un hombre, un hombre de carne y hueso, con un rostro y un nombre: Jesús. El Evangelio atestigua que este Jesús, crucificado bajo el poder de Poncio Pilato por haber dicho que era el Cristo, el Hijo de Dios, al tercer día resucitó, según las Escrituras y como Él mismo había anunciado a sus discípulos.

El Crucificado, no otro, es el que ha resucitado. Dios Padre resucitó a su Hijo Jesús porque cumplió plenamente su voluntad de salvación: asumió nuestra debilidad, nuestras dolencias, nuestra misma muerte; sufrió nuestros dolores, llevó el peso de nuestras iniquidades. Por eso Dios Padre lo exaltó y ahora Jesucristo vive para siempre, y Él es el Señor.

Los testigos señalan un detalle importante: Jesús resucitado lleva las llagas impresas en sus manos, en sus pies y en su costado. Estas heridas son el sello perpetuo de su amor por nosotros. Todo el que sufre una dura prueba, en el cuerpo y en el espíritu, puede encontrar refugio en estas llagas y recibir a través de ellas la gracia de la esperanza que no defrauda.

Cristo resucitado es esperanza para todos los que aún sufren a causa de la pandemia, para los enfermos y para los que perdieron a un ser querido. Que el Señor dé consuelo y sostenga las fatigas de los médicos y enfermeros. Todas las personas, especialmente las más frágiles, precisan asistencia y tienen derecho a acceder a los tratamientos necesarios. Esto es aún más evidente en este momento en que todos estamos llamados a combatir la pandemia, y las vacunas son una herramienta esencial en esta lucha. Por lo tanto, en el espíritu de un “internacionalismo de las vacunas”, insto a toda la comunidad internacional a un compromiso común para superar los retrasos en su distribución y para promover su reparto, especialmente en los países más pobres.

El Crucificado Resucitado es consuelo para quienes han perdido el trabajo o atraviesan serias dificultades económicas y carecen de una protección social adecuada. Que el Señor inspire la acción de las autoridades públicas para que todos, especialmente las familias más necesitadas, reciban la ayuda imprescindible para un sustento adecuado. Desgraciadamente, la pandemia ha aumentado dramáticamente el número de pobres y la desesperación de miles de personas.

«Es necesario que los pobres de todo tipo recuperen la esperanza», decía san Juan Pablo II en su viaje a Haiti. Y precisamente al querido pueblo haitiano se dirige en este día mi pensamiento y mi aliento, para que no se vea abrumado por las dificultades, sino que mire al futuro con confianza y esperanza. Y yo diría que mi pensamiento se dirige especialmente a vosotros, queridas hermanas y hermanos haitianos. Os tengo presentes, estoy cerca de vosotros y quisiera que vuestros problemas se resolvieran definitivamente. Rezo por esto, queridos hermanos y hermanas haitianas.

Jesús resucitado es esperanza también para tantos jóvenes que se han visto obligados a pasar largas temporadas sin asistir a la escuela o a la universidad, y sin poder compartir el tiempo con los amigos. Todos necesitamos experimentar relaciones humanas reales y no sólo virtuales, especialmente en la edad en que se forman el carácter y la personalidad. Lo hemos escuchado el pasado viernes en el Vía Crucis de los niños. Me siento cercano a los jóvenes de todo el mundo y, en este momento, de modo particular a los de Myanmar, que están comprometidos con la democracia, haciendo oír su voz de forma pacífica, sabiendo que el odio sólo puede disiparse con el amor.

Que la luz del Señor resucitado sea fuente de renacimiento para los emigrantes que huyen de la guerra y la miseria. En sus rostros reconocemos el rostro desfigurado y sufriente del Señor que camina hacia el Calvario. Que no les falten signos concretos de solidaridad y fraternidad humana, garantía de la victoria de la vida sobre la muerte que celebramos en este día. Agradezco a los países que acogen con generosidad a las personas que sufren y que buscan refugio, especialmente al Líbano y a Jordania, que reciben a tantos refugiados que han huido del conflicto sirio.

Que el pueblo libanés, que atraviesa un período de dificultades e incertidumbres, experimente el consuelo del Señor resucitado y sea apoyado por la comunidad internacional en su vocación de ser una tierra de encuentro, convivencia y pluralismo.

Que Cristo, nuestra paz, silencie finalmente el clamor de las armas en la querida y atormentada Siria, donde millones de personas viven actualmente en condiciones inhumanas, así como en Yemen, cuyas vicisitudes están rodeadas de un silencio ensordecedor y escandaloso, y en Libia, donde finalmente se vislumbra la salida a una década de contiendas y enfrentamientos sangrientos. Que todas las partes implicadas se comprometan de forma efectiva a poner fin a los conflictos y permitir que los pueblos devastados por la guerra vivan en paz y pongan en marcha la reconstrucción de sus respectivos países.

La Resurrección nos remite naturalmente a Jerusalén; imploremos al Señor que le conceda paz y seguridad (cf. Sal 122), para que responda a la llamada a ser un lugar de encuentro donde todos puedan sentirse hermanos, y donde israelíes y palestinos vuelvan a encontrar la fuerza del diálogo para alcanzar una solución estable, que permita la convivencia de dos Estados en paz y prosperidad.

En este día de fiesta, mi pensamiento se dirige también a Irak, que tuve la alegría de visitar el mes pasado, y que pido pueda continuar por el camino de pacificación que ha emprendido, para que se realice el sueño de Dios de una familia humana hospitalaria y acogedora para todos sus hijos [1].

Que la fuerza del Señor resucitado sostenga a los pueblos de África que ven su futuro amenazado por la violencia interna y el terrorismo internacional, especialmente en el Sahel y en Nigeria, así como en la región de Tigray y Cabo Delgado. Que continúen los esfuerzos para encontrar soluciones pacíficas a los conflictos, en el respeto de los derechos humanos y la sacralidad de la vida, mediante un diálogo fraterno y constructivo, en un espíritu de reconciliación y solidaridad activa.

¡Todavía hay demasiadas guerras y demasiadas violencias en el mundo! Que el Señor, que es nuestra paz, nos ayude a vencer la mentalidad de la guerra. Que conceda a cuantos son prisioneros en los conflictos, especialmente en Ucrania oriental y en Nagorno-Karabaj, que puedan volver sanos y salvos con sus familias, e inspire a los líderes de todo el mundo para que se frene la carrera armamentista. Hoy, 4 de abril, se celebra el Día Mundial contra las minas antipersona, artefactos arteros y horribles que matan o mutilan a muchos inocentes cada año e impiden «que los hombres caminen juntos por los senderos de la vida, sin temer las asechanzas de destrucción y muerte» [2]. ¡Cuánto mejor sería un mundo sin esos instrumentos de muerte!

Queridos hermanos y hermanas: También este año, en diversos lugares, muchos cristianos han celebrado la Pascua con graves limitaciones y, en algunos casos, sin poder siquiera asistir a las celebraciones litúrgicas. Recemos para que estas restricciones, al igual que todas las restricciones a la libertad de culto y de religión en el mundo, sean eliminadas y que cada uno pueda rezar y alabar a Dios libremente.

En medio de las numerosas dificultades que atravesamos, no olvidemos nunca que somos curados por las llagas de Cristo (cf. 1 P 2,24). A la luz del Señor resucitado, nuestros sufrimientos se transfiguran. Donde había muerte ahora hay vida; donde había luto ahora hay consuelo. Al abrazar la Cruz, Jesús ha dado sentido a nuestros sufrimientos. Y ahora recemos para que los efectos beneficiosos de esta curación se extiendan a todo el mundo. ¡Feliz, santa y serena Pascua!

[1] Cf. Encuentro Interreligioso en Ur (6 marzo 2021).
[2] S. Juan Pablo II, Ángelus (28 febrero 1999).

Se dice Credo (Símbolo de los Apóstoles).



Oración de los fieles

Oremos a Dios Padre, autor de la vida, que resucitó a su Hijo Jesucristo.

- Por la Iglesia, para que, renovándose sin cesar, pueda anunciar al mundo la vida nueva en Cristo. Roguemos al Señor.

- Por los bautizados en la noche de Pascua, para que, despojados del hombre viejo y revestidos del hombre nuevo, a imagen de Cristo, perseveren en la fe que han sellado en el bautismo. Roguemos al Señor.

- Por la humanidad que sufre, para que el Señor Jesús, el Viviente, encienda en ella la esperanza de la liberación de todo mal. Roguemos al Señor.

- Por nosotros, que celebramos esta Pascua, para que, cuando aparezca Cristo, vida nuestra, aparezcamos juntamente con él en la gloria. Roguemos al Señor.

Escucha, Señor, en la plegaria de tu Iglesia,
el anhelo de toda la humanidad:
la resurrección y la vida sin término.
Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo,
a quien has constituido Señor de vivos y muertos,
cabeza de la nueva humanidad,
que vive, intercediendo por nosotros, y reina por los siglos de los siglos.

R/. Amén. 


Oración sobre las ofrendas

Rebosantes de gozo pascual,
ofrecemos, Señor, este sacrificio
en el que tan maravillosamente renace y se alimenta tu Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Prefacio pascual I
El misterio pascual


En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor;
pero más que nunca exaltarte en este día en que Cristo,
nuestra Pascua, ha sido inmolado.

Porque él es el verdadero Cordero
que quitó el pecado del mundo;
muriendo destruyó nuestra muerte,
y resucitando restauró la vida.

Por eso, con esta efusión de gozo pascual,
el mundo entero se desborda de alegría,
y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:

R. Santo, Santo, Santo...


Antífona de comunión Cf. 1 Cor 5, 7-8

Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Aleluya. Así, pues, celebremos con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad. Aleluya, aleluya.


Oración después de la comunión

Protege, oh, Dios, a tu Iglesia con misericordia perpetua,

para que, renovada por los sacramentos pascuales,
llegue a la gloria de la resurrección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Bendición final 

Para la bendición final de la misa, conviene que el sacerdote use la fórmula de bendición solemne para la misa de la Vigilia pascual.


Que os bendiga Dios todopoderoso
en la solemnidad pascual que hoy celebramos
y, compasivo, os defienda de toda asechanza del pecado.
 
R. Amén.
 
El que os ha renovado para la vida eterna,
en la resurrección de su Unigénito,
os colme con el premio de la inmortalidad.
 
R. Amén.
 
Y quienes, terminados los días de la pasión del Señor,
habéis participado en los gozos de la fiesta de Pascua,
podáis llegar, por su gracia, con espíritu exultante
a aquellas fiestas que se celebran con alegría eterna.
 
R. Amén.
 
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
 
R. Amén.
 
Para despedir al pueblo, durante toda la octava, hasta el II domingo de Pascua, se canta:
 
Podéis ir en paz, aleluya, aleluya.

Y todos responden:

R. Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya.



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