VIERNES SANTO, Viernes Santo, oficio propio (pp. 387ss, Liturgia de las Horas, Tomo II)
VIERNES SANTO,
PARA LOS DÍAS DE SEMANA SANTA
PROGRAMA PARROQUIAL:
VIERNES, 15 DE ABRIL
- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 h. a 13.30 h.
- Horario de despacho: Hoy no hay despacho por ser día de fiesta.
-Exequias de +MARÍA DOLORES RODRÍGUEZ GALÉ, en la Parroquia (a las 12.30 h.).
- Celebración del Santo Vía Crucis, en la Parroquia (a las 13.00 h.).
Para ver la transmisión, pincha aquí
- Celebración de la Pasión del Señor y adoración de la Santa Cruz, en la Parroquia (a las 18.00 h.).
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
SANTORAL DE HOY
Santos Teodoro y Pausilipo, mártires
En Tracia, santos Teodoro y Pausilipo, mártires, que, según la tradición, sufrieron el suplicio en tiempo del emperador Adriano. († c. 137)
San Crescente, mártir
En la población de Mira, de Licia, san Crescente, que consumó el martirio por medio del fuego. († s. inc.)
San Marón, mártir
En el Monte Áureo, en el Piceno, en Italia, san Marón, mártir. († s. inc.)
San Abundio, laico
En Roma, en la basílica de San Pedro, conmemoración de san Abundio, que, como narra el papa san Gregorio Magno, fue humilde y fiel mansionario de esta iglesia. († c. 564)
San Paterno de Avranches, abad y obispo
En el cenobio de Scissy, en la región de Coutances, en la Galia, sepultura de san Paterno, obispo de Avranches, que, tras haber fundado muchos monasterios, ya septuagenario fue elegido para la función episcopal. Lleno de méritos, entregó al fin su alma a Dios en dicho cenobio. († c. 565)
San Ortario, abad
En el monasterio de Landelles, en la comarca de Bayeux, en Normandía, san Ortario, abad, célebre por su austeridad y su vida de oración, así como por su dedicación al cuidado de los enfermos y a la ayuda de los pobres. († s. VI)
Beato César de Bus, presbítero y fundador
En Aviñón, en el territorio de Provenza, beato César de Bus, presbítero, que, habiéndose convertido de la vida mundana, se entregó por entero a la predicación y a la catequesis, y fundó la Congregación de Padres de la Doctrina Cristiana, para que se diese gloria a Dios con la instrucción de los fieles. († 1607)
LITURGIA DE HOY
DIRECTORIO
SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA
VIERNES SANTO
La
procesión del Viernes Santo
142. El
Viernes Santo la Iglesia celebra la Muerte salvadora de Cristo. En el Acto
litúrgico de la tarde, medita en la Pasión de su Señor, intercede por la
salvación del mundo, adora la Cruz y conmemora su propio nacimiento del costado
abierto del Salvador (Cfr. Jn 19,34).
Entre las
manifestaciones de piedad popular del Viernes Santo, además del Vía Crucis,
destaca la procesión del "Cristo muerto". Esta destaca, según las
formas expresivas de la piedad popular, el pequeño grupo de amigos y discípulos
que, después de haber bajado de la Cruz el Cuerpo de Jesús, lo llevaron al
lugar en el cual había una "tumba excavada en la roca, en la cual todavía
no se había dado sepultura a nadie" (Lc 23,53).
La
procesión del "Cristo muerto" se desarrolla, por lo general, en un
clima de austeridad, de silencio y de oración, con la participación de
numerosos fieles, que perciben no pocos sentidos del misterio de la sepultura
de Jesús.
143. Sin
embargo, es necesario que estas manifestaciones de la piedad popular nunca
aparezcan ante los fieles, ni por la hora ni por el modo de convocatoria, como
sucedáneo de las celebraciones litúrgicas del Viernes Santo.
Por lo
tanto, al planificar pastoralmente el Viernes Santo se deberá conceder el
primer lugar y el máximo relieve a la Celebración litúrgica, y se deberá
explicar a los fieles que ningún ejercicio de piedad debe sustituir a esta celebración,
en su valor objetivo.
Finalmente,
hay que evitar introducir la procesión de "Cristo muerto" en el
ámbito de la solemne Celebración litúrgica del Viernes Santo, porque esto
constituiría una mezcla híbrida de celebraciones.
Representación de la Pasión de
Cristo
144. En
muchas regiones, durante la Semana Santa, sobre todo el Viernes, tienen lugar
representaciones de la Pasión de Cristo. Se trata, frecuentemente, de
verdaderas "representaciones sagradas", que con razón se pueden
considerar un ejercicio de piedad. Las representaciones sagradas hunden sus
raíces en la Liturgia. Algunas de ellas, nacidas casi en el coro de los monjes,
mediante un proceso de dramatización progresiva, han pasado al atrio de la
iglesia.
En muchos
lugares, la preparación y ejecución de la representación de la Pasión de Cristo
está encomendada a cofradías, cuyos miembros han asumido determinados
compromisos de vida cristiana. En estas representaciones, actores y
espectadores son introducidos en un movimiento de fe y de auténtica piedad. Es
muy deseable que las representaciones sagradas de la Pasión del Señor no se
alejen de este estilo de expresión sincera y gratuita de piedad, para
convertirse en manifestaciones folclóricas, que atraen no tanto el espíritu
religioso cuanto el interés de los turistas.
Respecto
a las representaciones sagradas hay que explicar a los fieles la profunda
diferencia que hay entre una "representación" que es mímesis, y la
"acción litúrgica", que es anámnesis, presencia mistérica del acontecimiento
salvífico de la Pasión.
Hay que rechazar las prácticas penitenciales que consisten en hacerse crucificar con clavos.
El recuerdo de la Virgen de los
Dolores
145. Dada
su importancia doctrinal y pastoral, se recomienda no descuidar el
"recuerdo de los dolores de la Santísima Virgen María". La piedad
popular, siguiendo el relato evangélico, ha destacado la asociación de la Madre
a la Pasión salvadora del Hijo (cfr. Jn 19,25-27; Lc 2,34ss) y ha dado lugar a
diversos ejercicios de piedad entre los que se deben recordar:
- el
Planctus Mariae, expresión intensa de dolor, que con frecuencia contiene
elementos de gran valor literario y musical, en el que la Virgen llora no sólo
la muerte del Hijo, inocente y santo, su bien sumo, sino también la pérdida de
su pueblo y el pecado de la humanidad.
- la
"Hora de la Dolorosa", en la que los fieles, con expresiones de
conmovedora devoción, "hacen compañía" a la Madre del Señor, que se
ha quedado sola y sumergida en un profundo dolor, después de la muerte de su
único Hijo; al contemplar a la Virgen con el Hijo entre sus brazos – la Piedad
– comprenden que en María se concentra el dolor del universo por la muerte de
Cristo; en ella ven la personificación de todas las madres que, a lo largo de
la historia, han llorado la muerte de un hijo. Este ejercicio de piedad, que en
algunos lugares de América Latina se denomina "El pésame", no se debe
limitar a expresar el sentimiento humano ante una madre desolada, sino que,
desde la fe en la Resurrección, debe ayudar a comprender la grandeza del amor
redentor de Cristo y la participación en el mismo de su Madre.
En efecto, «esta obra de la Redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada antes por las maravillas que Dios obró en el pueblo de la Antigua Alianza, Cristo, el Señor, la realizó principalmente por el Misterio Pascual de su bienaventurada Pasión, Resurrección de entre los muertos y gloriosa Ascensión. Por este misterio, muriendo, destruyó nuestra muerte, y resucitando, restauró nuestra vida. Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de la Iglesia entera» (SC, 5).
La Iglesia, meditando sobre la Pasión de su Señor y Esposo y adorando la Cruz, conmemora su propio nacimiento y su misión de extender a toda la humanidad sus fecundos efectos, que hoy celebra, dando gracias por tan inefable don, e intercede por la salvación de todo el mundo (CO, 312).
Celebración de la Pasión del Señor (rojo).
MISAL: Todo propio. No se dice «Podéis ir en paz».
LECC.: vol. I (C).
- Is 52, 13 — 53, 12. Él fue traspasado por nuestras rebeliones.
- Sal 30. R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
- Heb 4, 14-16; 5, 7-9. Aprendió a obedecer; y se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación.
- Jn 18, 1 — 19, 42. Pasión de nuestro Señor Jesucristo.
La liturgia de la Palabra nos mostrará cómo las antiguas
profecías mesiánicas se cumplen en la Pasión y muerte de Jesús, que
hoy escucharemos en la versión de san Juan, Cristo, muerto fuera
de las murallas de la ciudad a la hora en que se sacrificaban en
el templo los corderos para la pascua judía, es el Cordero expiatorio que
ha cargado con el peso de nuestros pecados y así ha sido santificado. La
Iglesia brota de su costado abierto por la lanza del soldado, para la
salvación de todo el mundo, por quien se pide de modo especial en la
oración de los fieles. El signo propio de hoy es la imagen del
Crucificado, a quien en la acción litúrgica se venera de manera especial.
Hoy no se celebra la eucaristía, pero comulgaremos con las formas
consagradas ayer.
La acción litúrgica transcurre en silencio y en contemplación. La celebración consta de las siguientes partes:
1. Rito de entrada: procesión en silencio y oración.
2. Liturgia de la Palabra en la que se proclama especialmente la narración de la Pasión y se ora solemnemente por todos.
3. Adoración de la Cruz. La Cruz es signo del triunfo de la donación y del amor supremo de Jesús.
4. Rito de comunión. La comunión es configuración sacramental con Cristo, muerto y resucitado.
5. Rito de conclusión. Las oraciones finales recuerdan a la asamblea, comunidad de la cruz, que debe vivir lo que ha celebrado.
* COLECTA POR LOS SANTOS LUGARES (pontificia): liturgia del día,
mon. justificativa de la colecta y colecta.
* Según una antiquísima tradición, la Iglesia no celebra ningún sacramento ni en este día ni en el siguiente, excepto los de la Penitencia y la Unción de enfermos. La sagrada comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la celebración de la Pasión del Señor; a los enfermos que no puedan participar en dicha celebración, se les puede llevar a cualquier hora del día.
* El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candeleros ni manteles.
* Después del mediodía, cerca de las tres, a no ser que por razones pastorales se elija una hora más tardía, tiene lugar la celebración de la Pasión del Señor, desde el mediodía hasta el atardecer, pero nunca después de las nueve de la noche.
* Las lecturas han de ser leídas por entero.
* La historia de la Pasión del Señor según san Juan se canta o se proclama como el domingo anterior sin cirios ni incienso, no se hace al principio la salutación habitual, ni se signa el libro, pero se dice al final «Palabra del Señor».
* Después de la lectura de la Pasión es oportuno hacer una breve homilía. Al final de la misma, los fieles pueden ser invitados a permanecer en oración durante un breve espacio de tiempo.
* Para la adoración solo debe exponerse una cruz, suficiente, grande y bella. Este rito ha de hacerse con el esplendor digno de la Gloria del misterio de nuestra salvación.
* Acabada la distribución de la comunión, el diácono u otro ministro idóneo lleva la píxide a algún lugar especialmente preparado fuera de la iglesia, o bien, si lo exigen las circunstancias, lo reserva en el sagrario.
* Después de la celebración se desnuda el altar, pero dejando sobre él la cruz con dos o cuatro candeleros. Dispóngase en la iglesia un lugar adecuado para colocar allí la cruz, a fin de que los fieles puedan adorarla, besarla y permanecer en oración y meditación. Hasta la Vigilia pascual se hace genuflexión sencilla a la Cruz.
* Los ejercicios de piedad, como son el viacrucis, las procesiones de la Pasión y el recuerdo de los dolores de la santísima Virgen María, en modo alguno pueden ser descuidados, dada su importancia pastoral. Los textos y los cantos utilizados han de responder al espíritu de la liturgia del día. Los horarios de estos ejercicios piadosos han de regularse con el horario de la celebración litúrgica de tal manera que aparezca claro que la acción litúrgica, por su misma naturaleza, está por encima de los ejercicios piadosos.
* Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.
* Las exequias sin misa han de celebrarse sin canto, sin órgano y sin tocar las campanas.
Liturgia de las Horas: oficio prop.
Comp. Dom. II.
* Se recomienda que en este día se celebre en las iglesias el Oficio de lectura y las Laudes, con participación de los fieles.
* Los que participan en la solemne acción litúrgica de la Pasión
del Señor no rezan hoy las Vísperas.
Martirologio: hoy se omite su lectura.
CALENDARIOS: Granada: Aniversario de la muerte de Mons. José Méndez
Asensio, arzobispo, emérito (2006).
VIERNES SANTO
1. Según una antiquísima tradición, la Iglesia no celebra
ningún sacramento ni en este día ni en el siguiente, excepto el de la Penitencia
y Unción de enfermos.
2. En este día la sagrada comunión se distribuye a los fieles
únicamente dentro de la celebración de la Pasión del Señor; a los enfermos, que
no pueden participar en dicha celebración, se les puede llevar a cualquier hora
del día.
3. El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin
candeleros, ni manteles.
Celebración
de la Pasión del Señor
4. Después del mediodía, cerca de las tres, a no ser que por
razón pastoral se elija una hora más tardía, tiene lugar la celebración de la
Pasión del Señor, que consta de tres partes: liturgia de la Palabra, adoración
de la Cruz y sagrada comunión.
Monición de entrada
Excepcionalmente debe hacerla otro ministro, que no sea el que
preside y antes de que comience la celebración.
Nos hemos reunido para conmemorar la pasión y muerte del Señor Jesús. Es la hora aproximada en que sucedió el acontecimiento que nos trae la salvación: la Hora del combate supremo y de la victoria definitiva; la Hora de la humillación y de la glorificación; la Hora de pasar de este mundo al Padre. En la celebración de esta tarde, todos los ritos han de ser vividos desde la contemplación y el silencio, porque se trata del misterio santo de la cruz y la pasión.
Toda la celebración pone ante nuestros ojos la pasión del Señor: las lecturas
de la Palabra de Dios que llegan a su culmen en la pasión según san Juan, la
solemne oración universal que manifiesta la universalidad de la salvación, la
Santa cruz a la que hoy adoramos, la sagrada comunión que nos une al Cuerpo
entregado y a la Sangre derramada por nosotros.
5. El sacerdote, y el diácono si lo hay, revestidos de color
rojo como para la misa, se dirigen en silencio al altar, y, hecha la reverencia
al mismo, se postran rostro en tierra o, si se juzga mejor, se arrodillan, y
oran en silencio durante algún espacio de tiempo. Todos los demás se postran de
rodillas.
6. Después el sacerdote, con los ministros, se dirige a la
sede, donde, vuelto hacia el pueblo, que está de pie, con las manos juntas,
dice una de las siguientes oraciones sin decir la invitación Oremos.
Recuerda, Señor, tus misericordias,
y santifica a tus siervos con tu eterna protección,
pues Jesucristo, tu Hijo, por medio de su sangre,
instituyó en su favor el Misterio pascual.
Él, que vive y reina contigo.
O bien:
has destruido la muerte, herencia del antiguo pecado
que alcanza a toda la humanidad,
concédenos que, semejantes a él, llevemos la imagen del hombre celestial
por la acción santificadora de tu gracia,
así como hemos llevado grabada la imagen del hombre terreno
por exigencia de la naturaleza.
Por nuestro Señor Jesucristo.
R. Amén
LECTURAS DE LA MISA
LITURGIA DE LA PALABRA
Él fue traspasado por nuestras rebeliones
MIRAD, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.
Como muchos se espantaron de él
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano,
así asombrará a muchos pueblos,
ante él los reyes cerrarán la boca,
al ver algo inenarrable
y comprender algo inaudito.
¿Quién creyó nuestro anuncio?;
¿a quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
como un hombre de dolores,
acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultaban los rostros,
despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos como ovejas,
cada uno siguiendo su camino;
y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca:
como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
¿quién se preocupará de su estirpe?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los malvados
y una tumba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación:
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por los trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.
Le daré una multitud como parte,
y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores,
él tomó el pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
V. A ti , Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
V. Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
V. Pero yo confío en ti, Señor;
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen.
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
V. Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor.
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
8. A esta lectura sigue la de la carta a los Hebreos (4, 14-16; 5, 7-9), y el canto antes del Evangelio.
Lectura
de la carta a los Hebreos (Hb 4, 14-16; 5, 7-9)
HERMANOS:
Ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe.
No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado. Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.
Cristo, en efecto, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna.
R. Te alabamos, Señor.
9. Finalmente se lee la historia de la Pasión del Señor según
san Juan (18, 1-19, 42), del mismo modo que el domingo precedente.
Para la lectura de la historia de la Pasión del Señor no se llevan
cirios ni incienso, ni se hace al principio la salutación habitual, ni se signa
el libro. Esta lectura la proclama el diácono o, en su defecto, el mismo
celebrante. Pero puede también ser proclamada por lectores laicos, reservando,
si es posible, al sacerdote la parte correspondiente a Cristo.
Si los lectores de la Pasión son diáconos, antes del canto de la
Pasión piden la bendición al celebrante, como en otras ocasiones antes del
Evangelio; pero si los lectores no son diáconos se omite esta bendición.
Cronista:
En
aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón,
donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el que lo
iba a entregar, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí
con sus discípulos. Judas entonces, tomando una cohorte y unos guardias de los
sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas.
Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ «¿A quién buscáis?».
C. Le
contestaron:
S. «A
Jesús, el Nazareno».
C. Les
dijo Jesús:
+ «Yo soy».
C. Estaba
también con ellos Judas, el que lo iba a entregar. Al decirles: «Yo soy»,
retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ «¿A quién buscáis?».
C. Ellos
dijeron:
S. «A
Jesús, el Nazareno».
C. Jesús
contestó:
+ «Os he dicho que soy yo. Si
me buscáis a mí, dejad marchar a estos».
C. Y
así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me
diste».
Entonces
Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo
sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo
entonces Jesús a Pedro:
+ «Mete la espada en la vaina.
El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?».
Llevaron a Jesús primero ante Anás
C. La
cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron
y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel
año; Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que
muera un solo hombre por el pueblo».
Simón
Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo
sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se
quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo
sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada portera dijo
entonces a Pedro:
S. «¿No
eres tú también de los discípulos de ese hombre?».
C. Él
dijo:
S. «No
lo soy».
C. Los
criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se
calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.
El
sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.
Jesús
le contestó:
+ «Yo he hablado abiertamente
al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se
reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me preguntas
a mí? Pregunta a los que me han oído de qué les he hablado. Ellos saben lo que
yo he dicho».
C. Apenas
dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús,
diciendo:
S. «¿Así
contestas al sumo sacerdote?».
C. Jesús
respondió:
+ «Si he faltado al hablar,
muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me
pegas?».
C. Entonces
Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.
¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy
C. Simón
Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron:
S. «¿No
eres tú también de sus discípulos?».
C. Él
lo negó, diciendo:
S. «No
lo soy».
C. Uno
de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la
oreja, le dijo:
S. «¿No
te he visto yo en el huerto con él?».
C. Pedro
volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.
Mi reino no es de este mundo
C. Llevaron
a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en
el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió
Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. «¿Qué
acusación presentáis contra este hombre?».
C. Le
contestaron:
S. «Si
este no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos».
C. Pilato
les dijo:
S. «Lleváoslo
vosotros y juzgadlo según vuestra ley».
C. Los
judíos le dijeron:
S. «No
estamos autorizados para dar muerte a nadie».
C. Y
así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.
Entró
otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. «¿Eres
tú el rey de los judíos?».
C. Jesús
le contestó:
+ «¿Dices eso por tu cuenta o
te lo han dicho otros de mí?».
C. Pilato
replicó:
S. «¿Acaso
soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has
hecho?».
C. Jesús
le contestó:
+ «Mi reino no es de este
mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no
cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí».
C. Pilato
le dijo:
S. «Entonces,
¿tú eres rey?».
C. Jesús
le contestó:
+ «Tú lo dices: soy rey. Yo
para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la
verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».
C. Pilato
le dijo:
S. «Y,
¿qué es la verdad?».
C. Dicho
esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. «Yo
no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua
ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».
C. Volvieron
a gritar:
S. «A
ese no, a Barrabás».
C. El
tal Barrabás era un bandido.
¡Salve, rey de los judíos!
C. Entonces
Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de
espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color
púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. «Salve,
rey de los judíos!».
C. Y
le daban bofetadas.
Pilato
salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad,
os lo saco afuera para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa».
C. Y
salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura.
Pilato les dijo:
S. «He
aquí al hombre».
C. Cuando
lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. «Crucifícalo,
crucifícalo!».
C. Pilato
les dijo:
S. «Lleváoslo
vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él».
C. Los
judíos le contestaron:
S. «Nosotros
tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha hecho Hijo de
Dios».
C. Cuando
Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más. Entró otra vez en el pretorio y
dijo a Jesús:
S. «¿De
dónde eres tú?».
C. Pero
Jesús no le dio respuesta.
Y
Pilato le dijo:
S. «¿A
mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para
crucificarte?».
C. Jesús
le contestó:
+ «No tendrías ninguna
autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha
entregado a ti tiene un pecado mayor».
¡Fuera, fuera; crucifícalo!
C. Desde
este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. «Si
sueltas a ese, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey está contra el
César».
C. Pilato
entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y se sentó en el tribunal,
en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo “Gábbata”). Era el día de la
Preparación de la Pascua, hacia el mediodía.
Y
dijo Pilato a los judíos:
S. «He
aquí a vuestro rey».
C. Ellos
gritaron:
S. «¡Fuera,
fuera; crucifícalo!».
C. Pilato
les dijo:
S. «¿A
vuestro rey voy a crucificar?».
C. Contestaron
los sumos sacerdotes:
S. «No
tenemos más rey que al César».
C. Entonces
se lo entregó para que lo crucificaran.
Lo crucificaron; y con él a otros dos
C. Tomaron
a Jesús, y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la
Calavera» (que en hebreo se dice “Gólgota”), donde lo crucificaron; y con él a
otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y
lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de
los judíos».
Leyeron
el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a
Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego.
Entonces
los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. «No
escribas “El rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: soy el rey de los
judíos”».
C. Pilato
les contestó:
S. «Lo
escrito, escrito está».
Se repartieron mis ropas
C. Los
soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro
partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin
costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. «No
la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a quién le toca».
C. Así
se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi
túnica». Esto hicieron los soldados.
Ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre
C. Junto
a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de
Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al
discípulo al que amaba, dijo a su madre:
+ «Mujer, ahí tienes a tu hijo».
C. Luego,
dijo al discípulo:
+ «Ahí tienes a tu madre».
C. Y
desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
Está
cumplido
C. Después
de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la
Escritura, dijo:
+ «Tengo sed».
C. Había
allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a
una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre,
dijo:
+ «Está cumplido».
C. E
inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Todos
se arrodillan, y se hace una pausa.
Al punto salió sangre y agua
C. Los
judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los
cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a
Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados,
le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con
él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las
piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y
al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es
verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto
ocurrió para que se cumpliera la Escritura:
«No
le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice:
«Mirarán
al que traspasaron».
Envolvieron el cuerpo de Jesús en los lienzos con los aromas
C. Después
de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a
los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato
lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el
que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de
mirra y áloe.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
R. Gloria a ti Señor Jesús.
10. Después de la lectura de la Pasión es oportuno hacer una breve homilía. Al final de la misma, el sacerdote puede invitar a los fieles a que permanezcan en oración durante un breve espacio de tiempo.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«La cruz es la inclinación más profunda de la Divinidad hacia el hombre. La cruz es como un toque del amor eterno sobre las heridas más dolorosas de la existencia terrena del hombre» (San Juan Pablo II).
«El perdón cuesta algo, ante todo al que perdona (…). Dios sólo pudo superar la culpa y el sufrimiento de los hombres interviniendo personalmente, sufriendo Él mismo en su Hijo, que ha llevado esa carga y la ha superado mediante la entrega de sí mismo» (Benedicto XVI).
«Este deseo de aceptar el designio de amor redentor de su Padre anima toda la vida de Jesús porque su Pasión redentora es la razón de ser de su Encarnación: ‘¡Padre líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto!’ (Jn 12, 27). ‘El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo voy a beber?’ (Jn 18,11). Y todavía en la cruz antes de que ‘todo esté cumplido’ (Jn 19,30), dice: ‘Tengo sed’ (Jn 19,28)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 607).
Oración
universal
11. La liturgia de la Palabra se concluye con la oración
universal, que se hace de este modo: el diácono, si lo hay, o en su ausencia un
ministro laico, en pie y desde el ambón, pronuncia las invitaciones que
expresan la intención. Después todos oran en silencio durante un espacio de
tiempo, y seguidamente el sacerdote, desde la sede o, si parece más oportuno,
desde el altar, con las manos extendidas, dice la oración.
Los fieles pueden permanecer de rodillas o de pie durante todo el
tiempo de las oraciones.
12. Antes de la oración del sacerdote se pueden emplear, según
la tradición, las invitaciones del diácono: Pongámonos de
rodillas y: Podéis levantaros, con un espacio de oración en silencio
que todos hacen arrodillados.
13. En una grave necesidad pública, el obispo diocesano puede
permitir o mandar que se añada alguna intención especial.
I. Por
la santa Iglesia
La oración se canta en tono simple o, si se usan las
invitaciones Pongámonos de rodillas - Podéis levantaros, en tono solemne.
Oremos,
hermanos, por la Iglesia santa de Dios, para que el Señor le dé la paz, la
mantenga en la unidad, la proteja en toda la tierra, y a todos nos conceda una
vida confiada y serena, para gloria de Dios, Padre todopoderoso.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios
todopoderoso y eterno, que en Cristo manifiestas tu gloria a todas las
naciones, vela solícito por la obra de tu amor, para que la Iglesia, extendida
por todo el mundo, persevere con fe inquebrantable en la confesión de tu
nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
II. Por
el Papa
Oremos
también por nuestro Santo Padre el papa N., para que Dios, que lo llamó al
orden episcopal, lo asista y proteja para bien de la Iglesia, como guía del
pueblo santo de Dios.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios
todopoderoso y eterno, cuya sabiduría gobierna todas las cosas, atiende bondadoso
nuestras súplicas y guarda en tu amor a quien has elegido como papa, para que
el pueblo cristiano, gobernado por ti, progrese siempre en la fe bajo el cayado
del mismo pontífice. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
III. Por
todos los ministros y por los fieles
Oremos
también por nuestro obispo N., [por el obispo
coadjutor (auxiliar) N., o bien: y por sus obispos auxiliares,] por
todos los obispos, presbíteros, diáconos, y por todos los miembros del pueblo
santo de Dios.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios
todopoderoso y eterno, cuyo Espíritu santifica y gobierna todo el cuerpo de la
Iglesia, escucha las súplicas que te dirigimos por tus ministros, para que, con
la ayuda de tu gracia, todos te sirvan con fidelidad. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
R. Amén.
IV. Por
los catecúmenos.
Oremos
también por los (nuestros) catecúmenos, para que Dios nuestro Señor
les abra los oídos del espíritu y la puerta de la misericordia, de modo que,
recibida la remisión de todos los pecados por el baño de la regeneración, sean
incorporados a Jesucristo, nuestro Señor.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios
todopoderoso y eterno, que heces fecunda a tu Iglesia dándole constantemente
nuevos hijos, acrecienta la fe y la sabiduría de
los (nuestros) catecúmenos, para que al renacer en la fuente
bautismal, sean contados entre los hijos de adopción. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
R. Amén.
V. Por
la unidad de los cristianos.
Oremos
también por todos los hermanos nuestros que creen en Cristo, para que Dios
nuestro Señor asista y congregue en una sola Iglesia a los que viven de acuerdo
con la verdad.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios
todopoderoso y eterno, que vas reuniendo a tus hijos dispersos y velas por la
unidad ya lograda, mira con amor a la grey de tu Hijo, para que la integridad
de la fe y el vínculo de la caridad congregue a los que consagró un solo
bautismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
VI. Por
los judíos.
Oremos
también por el pueblo judío, el primero a quien habló el Señor Dios nuestro,
para que acreciente en ellos el amor de su nombre y la fidelidad a la alianza.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios
todopoderoso y eterno, que confiaste tus promesas a Abraham y a su
descendencia, escucha con piedad las súplicas de tu Iglesia, para que el pueblo
de la primera alianza llegue a conseguir en plenitud la redención. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
VII. Por
los que no creen en Cristo.
Oremos
también por los que no creen en Cristo, para que, iluminados por el Espíritu
Santo, encuentren el camino de la salvación.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios
todopoderoso y eterno, concede a quienes no creen en Cristo encontrar la verdad
al caminar en tu presencia con sincero corazón, y a nosotros, deseosos de
ahondar en el misterio de tu vida, ser ante el mundo testigos más convincentes
de tu amor y crecer en la caridad fraterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
VIII. Por
los que no creen en Dios.
Oremos
también por los que no conocen a Dios, para que merezcan llegar a él por la
rectitud y sinceridad de su vida.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios
todopoderoso y eterno, que creaste a todos los hombres para que, deseándote
siempre, te busquen y, cuando te encuentren, descansen en ti, concédeles, en
medio de sus dificultades, que los signos de tu amor y el testimonio de las
buenas obras de los creyentes los lleven al gozo de reconocerte como el único
Dios verdadero y Padre de todos los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
IX. Por
los gobernantes.
Oremos
también por los gobernantes de todas las naciones, para que Dios nuestro Señor,
según sus designios, los guíe en sus pensamientos y decisiones hacia la paz y
libertad de todos los hombres.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios
todopoderoso y eterno, en tu mano están los corazones de los hombres y los
derechos de los pueblos, mira con bondad a los que nos gobiernan, para que en
todas partes se mantengan, por tu misericordia, la prosperidad de los pueblos,
la paz estable y la libertad religiosa. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
IXb. Por quienes sufren en tiempo de pandemia.
Oremos también por todos los que sufren las consecuencias de la pandemia
actual: para que Dios Padre conceda la salud a los enfermos, fortaleza al
personal sanitario, consuelo a las familias y la salvación a todas las víctimas
que han muerto.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios
todopoderoso y eterno,
singular protector en la enfermedad humana,
mira compasivo la aflicción de tus hijos
que padecen esta pandemia;
alivia el dolor de los enfermos,
da fuerza a quienes los cuidan,
acoge en tu paz a los que han muerto
y, mientras dura esta tribulación,
haz que todos
puedan encontrar alivio en tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
X. Por los que se encuentran en alguna tribulación.
Oremos,
queridos hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que libre al mundo de todos
los errores, aleje las enfermedades, destierre el hambre, abra las prisiones
injustas, rompa las cadenas, conceda seguridad a los caminantes, el retorno a
casa a los peregrinos, la salud a los enfermos y la salvación a los moribundos.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios
todopoderoso y eterno, consuelo de los afligidos y fuerza de los que sufren,
lleguen hasta ti las súplicas de quienes te invocan en su tribulación, para que
todos sientan en sus adversidades el gozo de tu misericordia. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
R. Amén.
ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ
14. Acabada la oración universal, tiene lugar la solemne adoración
de la santa Cruz. De las dos formas que se proponen a continuación para mostrar
la cruz, elíjase la que se juzgue más apropiada, según las exigencias
pastorales.
Mostración
de la santa Cruz
Primera forma
15. El diácono, u otro ministro idóneo, acompañado de otros
ministros, va a la sacristía y, de allí, trae la Cruz procesionalmente por la
iglesia, cubierta con un velo morado, hasta el centro del presbiterio,
acompañándole dos ministros con velas encendidas.
El sacerdote, de pie ante el altar, de cara al pueblo, toma la cruz,
descubre un poco su parte superior y la eleva, comenzando la
invitación: Mirad el árbol de la cruz acompañándole en el canto el
diácono o, si es necesario, la «schola». Todos responden: Venid a
adorarlo, y acabado el canto se arrodillan y adoran en silencio, durante unos
momentos, la cruz, que el sacerdote, de pie, mantiene en alto.
Seguidamente el sacerdote descubre el brazo derecho de la cruz, y de
nuevo, elevándola, canta la invitación: Mirad el árbol, y se hace todo lo
restante como la primera vez.
Finalmente descubre totalmente la cruz y, elevándola, canta por
tercera vez la invitación: Mirad el árbol, y se hace todo lo restante como
la primera vez.
El sacerdote:
Mirad
el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo.
Todos responden:
R/.Venid
adorarlo.
Segunda
forma
16. El sacerdote, o el diácono, con los ministros, o bien otro
ministro idóneo, se dirige a la puerta de la iglesia, donde toma la cruz ya
descubierta; los ministros le acompañan con velas encendidas, y van
procesionalmente por la iglesia hacia el presbiterio. Cerca de la puerta, en
medio de la iglesia y antes de subir al presbiterio, el que lleva la cruz la
eleva y canta la invitación Mirad el árbol, a la que todos responden Venid a
adorarlo, y después de cada una de las respuestas se arrodillan y la adoran en
silencio durante unos momentos, como se ha indicado antes.
El sacerdote:
V/.
Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo.
R/. Venid a adorarlo.
Adoración
de la santa Cruz
17. Seguidamente, acompañado por dos ministros con velas
encendidas, lleva la cruz al comienzo del presbiterio o a otro lugar apto, y
allí la deja o la entrega a los ministros para que la sostengan, una vez
dejadas las velas a ambos lados de la cruz.
18. Para la adoración de la cruz, primero se acerca solo el
sacerdote celebrante que, silo juzga conveniente, puede quitarse la casulla y
los zapatos. A continuación, el clero, los ministros laicos y los fieles se
acercan procesionalmente y adoran la cruz mediante una genuflexión simple o con
algún otro signo de veneración (por ejemplo, besándola), según las costumbres
de cada lugar.
19. Para la adoración sólo debe exponerse una cruz. Si por el
gran número de asistentes resulta difícil que cada uno de los fieles adore
individualmente la santa cruz, el sacerdote, después que una parte de los
fieles haya hecho la adoración, toma la cruz y, de pie ante el altar, invita al
pueblo con una breve monición a que adore la santa cruz. Luego la levanta en
alto durante unos momentos y los fieles la adoran en silencio.
20. Mientras tanto, se canta la antífona Tu Cruz adoramos,
los Improperios, el himno Oh, cruz fiel, u otros cánticos
apropiados. Los que ya han adorado la cruz, regresan a sus lugares y se
sientan.
Cantos
para la adoración de la santa Cruz
Antífona
Tu
cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos. Por el
madero ha venido la alegría al mundo entero.
Cf. Sal 66, 2 Que
Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros y tenga
piedad.
Y se repite la antífona:
Tu
cruz adoramos.
Improperios
Las partes que corresponden a cada coro se indican con los números 1 (coro primero), y 2 (coro segundo); las que deben cantar conjuntamente los dos coros se indican de esta manera: 1 y 2. Algunos versos pueden cantarlos dos cantores.
I
1
y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
1. Yo
te saqué de Egipto; tú preparaste una cruz para tu Salvador.
2. ¡Pueblo
mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
1. Hágios
o Theós.
2. Santo
es Dios.
1. Hágios
Ischyrós.
2. Santo
y fuerte.
1. Hágios
Athánatos, eléison himás.
2. Santo
e inmortal, ten piedad de nosotros.
1
y 2. Yo te guié cuarenta años por el desierto, te alimenté con el maná,
te introduje en una tierra excelente; tú preparaste una cruz para tu Salvador.
1. Hágios
o Theós.
2. Santo
es Dios.
1. Hágios
Ischyrós.
2. Santo
y fuerte.
1. Hágios
Athánatos, eléison himás.
2. Santo
e inmortal, ten piedad de nosotros.
1
y 2. ¿Qué más pude hacer por ti? Yo te planté como viña mía, escogida y
hermosa. ¡Qué amarga te has vuelto conmigo! Para mi sed me diste vinagre, con
la lanza traspasaste el costado a tu Salvador.
1. Hágios
o Theós.
2. Santo
es Dios.
1. Hágios
Ischyrós.
2. Santo
y fuerte.
1. Hágios
Athánatos, eléison himás.
2. Santo
e inmortal, ten piedad de nosotros.
II
Cantores:
Yo
por ti azoté a Egipto y a sus primogénitos; tú me entregaste para que me
azotaran.
1
y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
Cantores:
Yo
te saqué de Egipto, sumergiendo al Faraón en el mar Rojo; tú me entregaste a
los sumos sacerdotes.
1
y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
Cantores:
Yo
abrí el mar delante de ti; tú con la lanza abriste mi costado.
1
y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
Cantores:
Yo
te guiaba con una columna de nubes; tú me guiaste al pretorio de Pilato.
1
y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
Cantores:
Yo
te sustenté con maná en el desierto; tú me abofeteaste y me azotaste.
1
y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
Cantores:
Yo
te di a beber el agua salvadora que brotó de la peña; tú me diste a beber hiel
y vinagre.
1
y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
Cantores:
Yo
por ti herí a los reyes cananeos; tú me heriste la cabeza con la caña.
1
y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
Cantores:
Yo
te di un cetro real; tú me pusiste una corona de espinas.
1
y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
Cantores:
Yo
te levanté con gran poder; tú me colgaste del patíbulo de la cruz.
1
y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
Himno
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
¡Oh
cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás
el bosque dio mejor tributo
en
hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces
clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con
un peso tan dulce en su corteza!
Cantores:
Cantemos
la nobleza de esta guerra,
el
triunfo de la sangre y del madero,
y
un Redentor, que en trance de Cordero,
sacrificado
en cruz, salvó la tierra.
Todos:
¡Oh
cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás
el bosque dio mejor tributo
en
hoja, en flor y en fruto.
Cantores:
Dolido
mi Señor por el fracaso
de
Adán, que mordió muerte en la manzana,
otro
árbol señaló, de flor humana,
que
reparase el daño paso a paso.
Todos:
¡Dulces
clavos!¡Dulce árbol donde la Vida empieza.
con
un peso tan dulce en su corteza!
Cantores:
Y
así dijo el Señor: ¡Vuelva la Vida
y
que Amor redima la condena!
La
gracia está en el fondo de la pena
y
la salud naciendo de la herida.
Todos:
¡Oh
cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás
el bosque dio mejor tributo
en
hoja, en flor y en fruto.
Cantores:
¡Oh
plenitud del tiempo consumado!
Del
seno de Dios Padre en que vivía,
ved
la Palabra entrando por María
en
el misterio mismo del pecado.
Todos:
¡Dulces
clavos!¡Dulce árbol donde la Vida empieza.
con
un peso tan dulce en su corteza!
Cantores:
¿Quién
vio en más estrechez gloria más plena
y
a Dios como el menor de los humanos?
Llorando
en el pesebre, pies y manos
le
faja una doncella nazarena.
Todos:
¡Oh
cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás
el bosque dio mejor tributo
en
hoja, en flor y en fruto.
Cantores:
En
plenitud de vida y de sendero,
dio
el paso hacia la muerte porque él quiso.
Mirad
de par en par el paraíso
abierto
por la fuerza de un Cordero.
Todos:
Dulces
clavos!¡Dulce árbol donde la Vida empieza.
con
un peso tan dulce en su corteza!
Cantores:
Vinagre
y sed la boca, apenas gime;
y
al golpe de los clavos y lanza,
un
mar de sangre fluye, inunda, avanza
por
tierra, mar y cielo y los redime.
Todos:
¡Oh
cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás
el bosque dio mejor tributo
en
hoja, en flor y en fruto.
Cantores:
Ablándate,
madero, tronco abrupto
de
duro corazón y fibra inerte;
doblégate
a este peso y esta muerte
que
cuelga de tus ramas como un fruto.
Todos:
¡Dulces
clavos!¡Dulce árbol donde la Vida empieza.
con
un peso tan dulce en su corteza!
Cantores:
Tú
sólo entre los árboles, crecido
para
tender a Cristo en tu regazo;
tú
el arca que nos salva, tú el abrazo
de
Dios con los verdugos del Ungido.
Todos:
¡Oh
cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás
el bosque dio mejor tributo
en
hoja, en flor y en fruto.
Esta
conclusión no debe omitirse:
Todos:
Al
Dios de los designios de la historia,
que
es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;
al
que en cruz devuelve la esperanza
de
toda salvación, honor y gloria. Amén.
Teniendo en cuenta las condiciones del lugar y las tradiciones del pueblo,según la oportunidad pastoral, se puede cantar el Stabat Mater, según el Gradual Romano, u otro canto apropiado en memoria de la compasión de santa María Virgen.
21. Terminada la adoración, el diácono, u otro ministro, lleva
la Cruz a su lugar junto al altar. Las velas encendidas se colocan cerca del
altar, sobre el altar o junto a la Cruz.
SAGRADA COMUNIÓN
22. Sobre el altar se pone el mantel y sobre el mismo se coloca el corporal y el Misal. Mientras tanto, el diácono, o en su defecto el mismo sacerdote, con el velo humeral, traslada el Santísimo Sacramento desde el lugar de la reserva al altar, por el camino más corto, mientras todos permanecen de pie y en silencio. Dos ministros con velas encendidas acompañan el Santísimo Sacramento y dejan luego las velas cerca del altar o sobre el mismo.
Después que el diácono, si lo hay, ha colocado sobre el altar el
Santísimo Sacramento y ha destapado la píxide, el sacerdote se acerca al altar
y hace genuflexión.
23. Después, el sacerdote, con voz clara y teniendo las manos
juntas, dice:
Fieles
a la recomendación del Salvador, y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos
a decir:
El sacerdote, con las manos extendidas, dice junto con el pueblo:
Padre
nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu
reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos
hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos
del mal.
24. El sacerdote, con las manos extendidas, prosigue él solo:
Líbranos
de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados
por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda
perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador
Jesucristo.
Junta las manos.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
Tuyo
es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor.
25. A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en
secreto:
Señor
Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo no sea para mí un motivo de juicio y
condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para defensa de alma y
cuerpo y como remedio saludable.
26. Seguidamente hace genuflexión, toma una partícula, la
mantiene un poco elevada sobre la píxide y, dirigiéndose al pueblo, dice con
voz clara:
Este
es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la
cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade una sola vez:
Señor,
no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para
sanarme.
27. Luego, comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo, diciendo
en secreto: El
Cuerpo de Cristo.
28. Después distribuye la comunión a los fieles. Durante la comunión se puede cantar el salmo 21 u otro canto apropiado.
29. Acabada la distribución de la comunión, el diácono u otro ministro idóneo lleva la píxide a algún lugar especialmente preparado fuera de la iglesia, o bien, si lo exigen las circunstancias, lo reserva en el sagrario.
30. Después, el sacerdote dice: Oremos, y guardado, si lo cree oportuno, un espacio de sagrado silencio, dice la oración después de la comunión:
Dios
todopoderoso y eterno, que nos has renovado con la gloriosa muerte y
resurrección de tu Ungido, continúa realizando en nosotros, por la
participación en este misterio, la obra de tu misericordia, para que vivamos
siempre entregados a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
31. Para despedir al pueblo, el diácono, o en su defecto el
sacerdote, puede decir esta invitación: Inclinaos
para recibir la bendición.
Después, el sacerdote, de pie cara al pueblo y con las manos
extendidas sobre él, dice la siguiente oración sobre el pueblo:
Descienda,
Señor, tu bendición abundante sobre tu pueblo que ha celebrado la muerte de tu
Hijo con la esperanza de su resurrección; llegue a él tu perdón, reciba el
consuelo, crezca su fe y se afiance en él la salvación eterna. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
R. Amén.
32. Y todos, hecha genuflexión a la cruz, salen en silencio.
33. Después de la celebración se desnuda el altar, pero dejando sobre él la cruz con dos o cuatro candeleros.
34. Los que han participado en esta solemne acción litúrgica vespertina no celebran la hora de Vísperas.
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