DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD, Solemnidad Oficio del Domingo de la Santísima Trinidad del Salterio (Liturgia de las Horas, Tomo II: Oficio de Lecturas - Laudes - Tercia- Sexta - Nona - Vísperas - Completas)
PROGRAMA PARROQUIAL:DOMINGO, 12 DE JUNIO- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- Eucaristía de la Solemnidad de la Santísima Trinidad, en la Parroquia (a las 11.00 h.).
- Rezo del Santo Rosario (a las 20.00 h.) y Eucaristía II Vísperas de la Solemnidad de la Santísima Trinidad, en la Parroquia (a las 20.30 h.).
DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD, Solemnidad
- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.
- Eucaristía de la Solemnidad de la Santísima Trinidad, en la Parroquia (a las 11.00 h.).
- Rezo del Santo Rosario (a las 20.00 h.) y Eucaristía II Vísperas de la Solemnidad de la Santísima Trinidad, en la Parroquia (a las 20.30 h.).
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
SANTORAL DE HOY
Refieren a este santo: San Teodoro Estudita.
Otros santos de este día:
San Basílides, mártir
En Lorium, en la vía Aurelia, a doce miliarios de la ciudad de Roma, san Basílides, mártir. († s. inc.)
San Onofre, eremita
En Egipto, san Onofre, anacoreta, que en el vasto desierto llevó vida religiosa por espacio de sesenta años. († 400)
San Odulfo, presbítero
En Utrecht, en la región de Gueldres, en Lotaringia, san Odulfo, presbítero, que evangelizó al pueblo de Frisia. († c. 855)
San Esquilo de Strängnäs, obispo y mártir
En Suecia, san Esquilo, obispo y mártir, el cual, nacido en Inglaterra, fue ordenado obispo por san Sigfrido, su maestro, y no ahorró esfuerzo alguno en anunciar a Cristo entre los paganos de la provincia de Södermanland, por quienes murió lapidado. († 1080)
Beato Guido de Cortona, religioso presbítero
En Cortona, en la Toscana, beato Guido, presbítero, que fue discípulo de san Francisco y llevó una vida de ayunos, pobreza y humildad. († 1245)
Beato Plácido, abad
Cerca de Ocra, en los Abruzos, beato Plácido, abad, que primero eremita en una cueva, reunió después a numerosos discípulos suyos en el monasterio del Espíritu Santo. († 1248)
Beata Flórida Cevoli, virgen
En Cittá di Castello, en la Umbría, beata Florida Cevoli, virgen de la Orden de las Clarisas, la cual, aunque afectada por diversas enfermedades, cumplió con solicitud todos las funciones que se le encomendaron. († 1767)
San Gaspar Bertoni, presbítero y fundador
En Verona, en el territorio de Venecia, san Gaspar Bertoni, presbítero, que fundó la Congregación de los Sagrados Estigmas de Nuestro Señor Jesucristo, para que sus miembros fueran misioneros al servicio de los obispos. († 1843)
Beato Lorenzo María Salvi, religioso presbítero
En Capránica, en las cercanías de Viterbo, beato Lorenzo María de San Francisco Javier Salvi, presbítero de la Congregación de la Pasión, que difundió la devoción al Niño Jesús. († 1856)
Beata Mercedes María de Jesús Molina, virgen y fundadora
En Riobamba, en la República del Ecuador, beata Mercedes María de Jesús Molina, virgen, que fundó una comunidad religiosa para atender y formar a niñas huérfanas y pobres, y para acoger a mujeres caídas, a fin de ayudarlas a renovar su vida de gracia. († 1883)
Beata María Cándida de la Eucaristía Barba, virgen
En Ragusa, ciudad de Sicilia, en Italia, beata María Cándida de la Eucaristía Barba, virgen de la Orden de Carmelitas Descalzas, que dio testimonio de una perfecta observancia de la vida consagrada y de la regla, y procuró con empeño la edificación de nuevos monasterios. († 1949)
LITURGIA DE HOY
DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA
La solemnidad de la santísima Trinidad
157. El domingo siguiente a Pentecostés la Iglesia celebra la solemnidad de la santísima Trinidad. En la baja Edad Media, la devoción creciente de los fieles al misterio de Dios Uno y Trino, que desde la época carolingia tenía un lugar importante en la piedad privada y había dado origen a expresiones de piedad litúrgica, indujo a Juan XXII a extender en 1334 la fiesta de la Trinidad a toda la Iglesia latina. Este acontecimiento tuvo, a su vez, un influjo determinante en la aparición y desarrollo de algunos ejercicios de piedad.
Respecto a la piedad popular a la Santísima Trinidad, "el misterio central de la fe y de la vida cristiana", no es cuestión tanto de recordar tal o cual ejercicio de piedad, sino de subrayar que toda forma auténtica de piedad cristiana debe hacer referencia al verdadero y solo Dios Uno y Trino, "el Padre omnipotente y su Hijo unigénito y el Espíritu Santo". Tal es el misterio de Dios, el que se nos ha revelado en Cristo y por medio de Él. Tal es su manifestación en la historia de la salvación. Esta no es otra cosa que "la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos".
En efecto, son numerosos los ejercicios de piedad que tienen una impronta y una dimensión trinitaria. La mayor parte de ellos comienza con el signo de la cruz y "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", la misma fórmula con la que son bautizados los discípulos de Jesús (cfr. Mt 28,19) y comienzan una vida de intimidad con Dios, como hijos del Padre, hermanos del Hijo encarnado, templos del Espíritu. Otros ejercicios de piedad emplean fórmulas similares a la actual Liturgia de las Horas, y comienzan dando "Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo". Otros concluyen con la bendición impartida en el nombre de las tres Personas divinas. Y no son pocos los ejercicios de piedad cuyas oraciones, siguiendo el esquema característico de la oración litúrgica, se dirigen "al Padre por Cristo en el Espíritu" y presentan formulas doxológicas inspiradas en los textos litúrgicos.
158. Como ya se ha dicho en la Primera Parte del presente Directorio, la vida cultual es un diálogo de Dios con el hombre, por Cristo, en el Espíritu Santo. Por esto, es necesario que el aspecto trinitario sea un elemento constante, también en la piedad popular. Tiene que quedar claro a los fieles que los ejercicios de piedad en honor de la Santísima Virgen, de los Ángeles y de los Santos, tienen como término al Padre, del que todo procede y al que todo conduce; al Hijo, encarnado, muerto, resucitado, único mediador (cfr. 1 Tim 2,5) sin el cual es imposible tener acceso al Padre (Jn 14,6); al Espíritu, única fuente de gracia y de santificación. Es importante evitar el peligro de alimentar la idea de una "divinidad" que prescinda de las Personas Divinas.
159. Entre los ejercicios de piedad dedicados directamente a Dios Trino y Uno hay que recordar, junto con la pequeña doxología (Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo...) y la gran doxología (Gloria a Dios en el cielo...), el Trisagio bíblico (Santo, Santo, Santo) y litúrgico (Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros), muy difundido en Oriente y también en algunos países, órdenes y congregaciones de Occidente.
El
Trisagio litúrgico, que se inspira en otros cantos litúrgicos basados en el
Trisagio bíblico – como el Santo en la celebración de la Eucaristía, el himno
Te Deum, los improperios del rito de la adoración de la Cruz, el Viernes Santo,
derivados a su vez de Isaías 6,3 y de Apocalipsis 4,8 – es un ejercicio de
piedad en el que los que oran, en comunión con los ángeles, glorifican
repetidamente a Dios Santo, Fuerte e Inmortal, con expresiones de alabanza
tomadas de la Sagrada Escritura y de la Liturgia.
Solemnidad de la Santísima e indivisa Trinidad, en la que confesamos y veneramos al único Dios en la Trinidad de personas, y la Trinidad de personas en la unidad de Dios (elog. del Martirologio Romano).
Misa de la solemnidad (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props.,
Gl., Cr., Pf. prop. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. I (C).
- Prov 8, 22-31. Antes de que la tierra
existiera, la Sabiduría fue engendrada.
- Sal 8. R. ¡Señor, Dios nuestro,
qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
- Rom 5, 1-5. A Dios, por medio de
Cristo, en el amor derramado por el Espíritu.
- Jn 16, 12-15. Lo que tiene el Padre es mío. El Espíritu recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará.
Contemplamos
hoy de manera especial el misterio de Dios. La 1 lect. de hoy nos habla de la
sabiduría de Dios, que antes de existir el mundo ya había sido engendrada: el
Verbo, nacido del Padre antes de todos los siglos. Ese Hijo, hecho hombre, es
Jesucristo, nuestro mediador en el camino hacia Dios, en el amor derramado en
nuestros corazones, el Espíritu Santo (2 lect.). Ese Espíritu nos guía hacia la
verdad plena. Procede del Padre y del Hijo y es igualmente Dios; y por el don
de la fe y los sacramentos nos introduce en la vida trinitaria (Ev.). Una vida
que se acrecienta cada domingo en nosotros cuando nos sentamos a la mesa de la
Santísima Trinidad, la eucaristía, hasta que pasemos al banquete eterno del
cielo, en el que alcanzaremos la plenitud de la contemplación y del gozo del
Dios uno y trino.
* JORNADA PRO
ORANTIBUS (dependiente de la CEE, obligatoria): Liturgia del día, alusión en la
mon. de entrada y en la hom., intención en la orac. univ.
* Del Domingo
XI del tiempo ordinario, nada.
* Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.
Liturgia de las Horas: oficio de la solemnidad. Te Deum. Comp. Dom. II.
Martirologio: elogs. del 13 de junio, pág. 362.
Antífona de Entrada
Bendito sea Dios Padre y el Hijo
unigénito de Dios y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de
nosotros.
Monición de entrada
La celebración de la eucaristía es siempre alabanza al padre, por Jesucristo, el Hijo, en la unidad del Espíritu Santo. Hoy, solemnidad de la Santísima Trinidad, proclamamos el misterio del Dios revelado: Dios, comunidad de personas. Bendito sea Dios Padre y su Hijo el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros.
Acto penitencial
Todo como en el Ordinario de la Misa. Para la tercera fórmula pueden usarse las siguientes invocaciones:
- A ti, el Hijo de Dios vivo, te invocamos: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- A ti, la imagen viva del Padre, te pedimos: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- A ti, el Ungido por el Espíritu Santo, te rogamos: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
Monición al Gloria
Se dice Gloria. Puede introducirse con la siguiente monición.
Con los ángeles y santos, alabemos y glorifiquemos a Dios, Padre
todopoderoso, por su Hijo Jesucristo, en la unidad del Espíritu Santo.
Oración colecta
Dios Padre, que, al enviar al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu de la
santificación, revelaste a los hombres tu admirable misterio, concédenos, al
profesar la fe verdadera, reconocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar la
Unidad en su poder y grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo.
LECTURAS DE LA MISA
Antes de que la tierra existiera, la Sabiduría fue engendrada
Lectura del libro de los Proverbios (Prov 8, 22-31)
ESTO DICE la
Sabiduría de Dios:
«El Señor me creó al principio de sus tareas,
al comienzo de sus obras antiquísimas.
En un tiempo remoto fui formada,
antes de que la tierra existiera.
Antes de los abismos fui engendrada,
antes de los manantiales de las aguas.
Aún no estaban aplomados los montes,
antes de las montañas fui engendrada.
No había hecho aún la tierra y la hierba,
ni los primeros terrones del orbe.
Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo;
cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo;
cuando sujetaba las nubes en la altura,
y fijaba las fuentes abismales;
cuando ponía un límite al mar,
cuyas aguas no traspasan su mandato;
cuando asentaba los cimientos de la tierra,
yo estaba junto a él, como arquitecto,
y día tras día lo alegraba,
todo el tiempo jugaba en su presencia:
jugaba con la bola de la tierra,
y mis delicias están con los hijos de los hombres».
Palabra de Dios.
la luna y las estrellas que has creado.
¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él?
R. ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
V. Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad;
le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus pies.
R. ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
V. Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar.
R. ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
HERMANOS:
Habiendo
sido justificados en virtud de la fe, estamos en paz con Dios, por medio de
nuestro Señor Jesucristo, por el cual hemos obtenido además por la fe el acceso
a esta gracia, en la cual nos encontramos; y nos gloriamos en la esperanza de
la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos incluso en las tribulaciones,
sabiendo que la tribulación produce paciencia, la paciencia, virtud probada, la
virtud probada, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha
sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
R. Gloria a ti, Señor.
EN AQUEL
TIEMPO, dijo Jesús a sus discípulos:
«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora;
cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena.
Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os
comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que
tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os
lo anunciará».
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, fiesta
de la Santísima Trinidad, el Evangelio de san Juan nos presenta un pasaje del
largo discurso de despedida, pronunciado por Jesús poco antes de su pasión. En
este discurso Él explica a los discípulos las verdades más profundas
relacionadas con Él; y así se expresa la relación entre Jesús, el Padre y el
Espíritu. Jesús sabe que está cerca de la realización del designio del Padre, que
se cumplirá con su muerte y resurrección; por esto quiere asegurar a los suyos
que no los abandonará, porque su misión será prolongada por el Espíritu Santo.
Será el Espíritu quien prolongará la misión de Jesús, es decir, guiará a la
Iglesia hacia adelante.
Jesús
revela en qué consiste esta misión. Sobre todo el Espíritu nos conduce a
entender muchas cosas que Jesús mismo tiene aún que decir (cf. Jn 16, 12). No
se trata de doctrinas nuevas y especiales, sino de una plena comprensión de
todo lo que el Hijo oyó del Padre y dio a conocer a los discípulos (cf. v. 15).
El Espíritu nos guía por nuevas situaciones existenciales con una mirada
dirigida a Jesús y, al mismo tiempo, abierto a los eventos y al futuro. Él nos
ayuda a caminar en la historia firmemente radicados en el Evangelio y también
con dinámica fidelidad a nuestras tradiciones y costumbres.
Pero el
misterio de la Trinidad nos habla también de nosotros, de nuestra relación con
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En efecto, mediante el Bautismo, el
Espíritu Santo nos ha insertado en el corazón y en la vida misma de Dios, que
es comunión de amor. Dios es una «familia» de tres Personas que se aman tanto
que forman una sola cosa. Esta «familia divina» no está cerrada en sí misma,
sino que está abierta, se comunica en la creación y en la historia y ha entrado
en el mundo de los hombres para llamar a todos a formar parte de ella. El
horizonte trinitario de comunión nos envuelve a todos y nos anima a vivir en el
amor y la fraternidad, seguros de que ahí donde hay amor, ahí está Dios.
Nuestro ser
creados a imagen y semejanza de Dios-comunión nos llama a comprendernos a
nosotros mismos como seres-en-relación y a vivir las relaciones interpersonales
en la solidaridad y en el amor recíproco. Tales relaciones se juegan, sobre
todo, en el ámbito de nuestras comunidades eclesiales, para que sea cada vez
más evidente la imagen de la Iglesia icono de la Trinidad. Pero se juega en las
distintas relaciones sociales, desde la familia, hasta las amistades y el
ambiente de trabajo: son ocasiones concretas que se nos ofrecen para construir
relaciones cada vez más humanamente ricas, capaces de respeto recíproco y de
amor desinteresado.
La fiesta
de la Santísima Trinidad nos invita a comprometernos en los acontecimientos cotidianos
para ser fermento de comunión, de consolación y de misericordia. En esta
misión, nos sostiene la fuerza que el Espíritu Santo nos dona: ella cura la
carne de la humanidad herida por la injusticia, por los abusos, por el odio y
la avidez. La Virgen María en su humildad, acogió la voluntad del Padre y
concibió al Hijo por obra del Espíritu Santo. Que ella, espejo de la Trinidad,
nos ayude a reforzar nuestra fe en el Misterio trinitario y a encarnarla con
elecciones y actitudes de amor y de unidad.
¡Buenos días! Esta mañana he realizado mi primera visita a una parroquia de la diócesis de Roma. Doy gracias al Señor y os pido que oréis por mi servicio pastoral a esta Iglesia de Roma, que tiene la misión de presidir en la caridad universal.
Hoy es el domingo de la Santísima Trinidad. La luz del tiempo pascual y de Pentecostés renueva cada año en nosotros la alegría y el estupor de la fe: reconocemos que Dios no es una cosa vaga, nuestro Dios no es un Dios «spray», es concreto, no es un abstracto, sino que tiene un nombre: «Dios es amor». No es un amor sentimental, emotivo, sino el amor del Padre que está en el origen de cada vida, el amor del Hijo que muere en la cruz y resucita, el amor del Espíritu que renueva al hombre y el mundo. Pensar en que Dios es amor nos hace mucho bien, porque nos enseña a amar, a darnos a los demás como Jesús se dio a nosotros, y camina con nosotros. Jesús camina con nosotros en el camino de la vida.
La Santísima Trinidad no es el producto de razonamientos humanos; es el rostro con el que Dios mismo se ha revelado, no desde lo alto de una cátedra, sino caminando con la humanidad. Es justamente Jesús quien nos ha revelado al Padre y quien nos ha prometido el Espíritu Santo. Dios ha caminado con su pueblo en la historia del pueblo de Israel y Jesús ha caminado siempre con nosotros y nos ha prometido el Espíritu Santo que es fuego, que nos enseña todo lo que no sabemos, que dentro de nosotros nos guía, nos da buenas ideas y buenas inspiraciones.
Hoy alabamos a Dios no por un particular misterio, sino por Él mismo, «por su inmensa gloria», como dice el himno litúrgico. Le alabamos y le damos gracias porque es Amor, y porque nos llama a entrar en el abrazo de su comunión, que es la vida eterna.
Confiemos nuestra alabanza a las manos de la Virgen María. Ella, la más humilde
entre las criaturas, gracias a Cristo ya ha llegado a la meta de la
peregrinación terrena: está ya en la gloria de la Trinidad. Por esto María
nuestra Madre, la Virgen, resplandece para nosotros como signo de esperanza
segura. Es la Madre de la esperanza; en nuestro camino, en nuestra vía, Ella es
la Madre de la esperanza. Es la madre que también nos consuela, la Madre de la
consolación y la Madre que nos acompaña en el camino. Ahora recemos a la Virgen
todos juntos, a nuestra Madre que nos acompaña en el camino.
Queridos
hermanos y hermanas:
Después del
tiempo pascual, que concluyó el domingo pasado con Pentecostés, la liturgia ha
vuelto al "tiempo ordinario". Pero esto no quiere decir que el
compromiso de los cristianos deba disminuir; al contrario, al haber entrado en
la vida divina mediante los sacramentos, estamos llamados diariamente a
abrirnos a la acción de la gracia divina, para progresar en el amor a Dios y al
prójimo. La solemnidad de hoy, domingo de la Santísima Trinidad, en cierto
sentido recapitula la revelación de Dios acontecida en los misterios pascuales:
muerte y resurrección de Cristo, su ascensión a la derecha del Padre y efusión
del Espíritu Santo. La mente y el lenguaje humanos son inadecuados para
explicar la relación que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y,
sin embargo, los Padres de la Iglesia trataron de ilustrar el misterio de Dios
uno y trino viviéndolo en su propia existencia con profunda fe.
La Trinidad
divina, en efecto, pone su morada en nosotros el día del Bautismo: "Yo te
bautizo –dice el ministro– en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo". El nombre de Dios, en el cual fuimos bautizados, lo recordamos
cada vez que nos santiguamos. El teólogo Romano Guardini, a propósito del signo
de la cruz, afirma: "Lo hacemos antes de la oración, para que... nos ponga
espiritualmente en orden; concentre en Dios pensamientos, corazón y voluntad;
después de la oración, para que permanezca en nosotros lo que Dios nos ha dado
... Esto abraza todo el ser, cuerpo y alma, ... y todo se convierte en
consagrado en el nombre del Dios uno y trino" (Lo spirito della
liturgia. I santi segni, Brescia 2000, pp. 125-126).
Por tanto,
en el signo de la cruz y en el nombre del Dios vivo está contenido el anuncio
que genera la fe e inspira la oración. Y, al igual que en el Evangelio Jesús
promete a los Apóstoles que "cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os
guiará hasta la verdad completa" (Jn 16, 13), así sucede en la liturgia
dominical, cuando los sacerdotes dispensan, cada semana, el pan de la Palabra y
de la Eucaristía. También el santo cura de Ars lo recordaba a sus fieles:
"¿Quién ha recibido vuestra alma –decía– recién nacidos? El sacerdote.
¿Quién la alimenta para que pueda terminar su peregrinación? El sacerdote.
¿Quién la preparará para comparecer ante Dios, lavándola por última vez en la
sangre de Jesucristo? ... Siempre el sacerdote" (Carta de convocatoria del
Año sacerdotal).
Queridos amigos, hagamos nuestra la oración de san Hilario de Poitiers: "Mantén incontaminada esta fe recta que hay en mí y, hasta mi último aliento, dame también esta voz de mi conciencia, a fin de que me mantenga siempre fiel a lo que profesé en mi regeneración, cuando fui bautizado en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo" (De Trinitate, XII, 57: CCL 62/a, 627). Invocando a la Virgen María, primera criatura plenamente habitada por la Santísima Trinidad, pidamos su protección para proseguir bien nuestra peregrinación terrena.
Monición al Credo.
Se dice Credo. Puede introducirse con la siguiente monición.
Confesamos
nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en la unidad de la Iglesia.
Oración de los fieles
Oremos al Padre, por Jesucristo, su Hijo, en la unidad del Espíritu Santo.
- Por la unión de las Iglesias, para que los cristianos dispersos seamos reunidos en la unidad de la Iglesia de Cristo. Roguemos al Señor.
- Por los gobernantes de todas las naciones, para que promuevan la honradez y la justicia. Roguemos al Señor.
- Por los no cristianos, para que reconozcan en el Hombre Jesús al Dios vivo y verdadero. Roguemos al Señor.
- Por los hermanos que han recibido en la Iglesia la vocación contemplativa, para que, en la oración, el silencio y la entrega intercesora ante Dios, busquen en todo momento el rostro de Cristo para el bien de toda la Iglesia y la humanidad. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, aquí reunidos, para que seamos uno y así el mundo crea. Roguemos al Señor.
Dios único y verdadero, omnipotente y misericordioso,
en la comunidad de las tres Personas.
Escucha, Padre nuestro, la oración de tu Iglesia,
que ora en el Espíritu Santo,
en nombre de tu Hijo, Jesucristo, Señor nuestro,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
Por la invocación de tu nombre, santifica, Señor y Dios nuestro,
estos dones de nuestra docilidad y transfórmanos,
por ellos, en ofrenda permanente.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
El misterio de la Santísima Trinidad
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que con tu Hijo unigénito y el Espíritu Santo
eres un solo Dios, un solo Señor;
no en la singularidad de una sola Persona,
sino en la Trinidad de una sola naturaleza.
Y lo que creemos de tu gloria porque tú lo revelaste
lo afirmamos sin diferencia de tu Hijo y del Espíritu Santo.
De modo que, al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna Divinidad,
adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en dignidad.
A quien alaban los ángeles y los arcángeles,
los querubines y serafines,
que no cesan de aclamarte, diciendo a una sola voz:
R. Santo, Santo, Santo...
Antífona de Comunión Gál 4, 6
Como sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su
Hijo, que dama: «Abba, Padre».
Oración después de la comunión
Señor y Dios nuestro, que la recepción de este sacramento
y la profesión de fe en la santa y eterna Trinidad y en su Unidad indivisible,
nos aprovechen para la salvación del alma y del cuerpo.
Se puede usar la bendición solemne
El Señor os bendiga y os guarde.
R. Amén.
Haga brillar su rostro sobre vosotros y os conceda su favor.
R. Amén.
Vuelva su mirada a vosotros y os conceda la paz.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
R. Amén.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«¡Oh Abismo, oh Trinidad eterna, oh Deidad, oh Mar profundo!: ¿podías darme algo más preciado que Tú mismo?» (Santa Catalina de Siena).
«La liturgia nos invita a alabar a Dios no sólo por una maravilla realizada por Él, sino sobre todo por cómo es Él; por la belleza y la bondad de su ser» (Benedicto XVI).
«(...) El Espíritu Santo es enviado a los Apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una vez que vuelve junto al Padre (cf. Jn 14,26). El envío de la persona del Espíritu tras la glorificación de Jesús, revela en plenitud el misterio de la Santa Trinidad» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 244).
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