29 de junio - Solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo

 

 
  MIÉRCOLES DE LA XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO,
  Solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo.
  Oficio de la Solemnidad del Salterio
  (Liturgia de las Horas, Tomo II: Oficio de Lecturas Laudes - TerciaSexta     Nona Vísperas - Completas)
 


PROGRAMA PARROQUIAL:
MIÉRCOLES, 29 DE JUNIO

- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.

- Horario de despacho: de lunes a viernes, de 10.30 h. a 13.30 h y de 18.00 h. a 21.00 h.

- Rezo del Santo Rosario (a las 20.00 h.) y Eucaristía de la Solemnidad de los Apóstoles san Pedro y San Pablo (a las 20.30 h.). 


 

El Tweet del Papa:




NOTICIAS DE ACTUALIDAD







Sobre las ideologías de género y LGTBI

Interesante video para aclarar y reflexionar

Para ver el video, pincha aquí


IDEOLOGIA DE GÉNERO:
Objetivo: demoler la Cristiandad

Genial  y aclaradora conferencia realizada
por el Prof. Alberto Bárcena (CEU San Pablo)

Para ver el video, pincha aquí



    Portada

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SANTORAL DE HOY 

Elogio: Solemnidad de san Pedro y san Pablo, apóstoles. Simón, hijo de Jonás y hermano de Andrés, fue el primero entre los discípulos que confesó a Cristo como Hijo de Dios vivo, y por ello fue llámado Pedro. Pablo, apóstol de los gentiles, predicó a Cristo crucificado a judíos y griegos. Los dos, con la fuerza de la fe y el amor a Jesucristo, anunciaron el Evangelio en la ciudad de Roma, donde, en tiempo del emperador Nerón, ambos sufrieron el martirio: Pedro, como narra la tradición, crucificado cabeza abajo y sepultado en el Vaticano, cerca de la vía Triunfal, y Pablo, degollado y enterrado en la vía Ostiense. En este día, su triunfo es celebrado por todo el mundo con honor y veneración.

Patronazgos: Pedro: patrono de Roma, Ginebra, Poznan y muchas ciudades y diócesis del mundo; de muchos oficios: carniceros, vidrieros, carpinteros, instaladores, herreros, plomeros, relojeros, ceramistas, marineros, tejedores, pescadores; protector de los náufragos, las vírgenes y los penitentes; para invocar contra la posesión demoníaca, la epilepsia, la rabia, la fiebre, mordeduras de serpiente, dolencia del pie, y para pedir buen clima.

Pablo: patrono también de Roma, de Malta, y de muchas ciudades y diócesis; de los teólogos y pastores, tejedores, cesteros, cordeleros, talabarteros, obreros, de la prensa católica; protector para pedir la lluvia y la fertilidad de los campos, contra el miedo y la ansiedad, dolor de oído, cólicos, mordedura de serpiente, rayos y granizo.

Tradiciones, refranes, devociones: Lluvia por San Pedro, llueve el mes entero.

San Pedro mollado, outro mes alagado.

Al cuco, San José le da el habla, y San Pedro se la quita.

(hay muchas variantes de estos refranes)

Refieren a este santo: San Epafras

Oración

Señor, Dios nuestro, tú que entregaste a la Iglesia las primicias de tu obra de salvación, mediante el ministerio apostólico de san Pedro y san Pablo, concédenos, por su intercesión y sus méritos, los auxilios necesarios para nuestra salvación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).


Otros santos de este día:

 San Siro de Génova, obispo

En Génova, en la Liguria, san Siro, venerado como obispo.

San Casio de Narni, obispo

En Narni, de la Umbría, san Casio, obispo, que, como refiere el papa san Gregorio Magno, cada día ofrecía a Dios el sacrificio de reconciliación bañado en lágrimas, y entregaba en limosna todo lo que tenía. Finalmente, en el día en que se celebra la solemnidad de los Apóstoles, en el cual todos los años acostumbraba a ir a Roma, después de celebrar la Eucaristía en su ciudad y haber distribuido a todos el Cuerpo de Cristo, retornó al Señor.

Santa Emma, viuda

En Gurk, en el territorio de Carintia, santa Emma, condesa, que vivió cuarenta años como viuda y dio muchas limosnas a los pobres y a la Iglesia.

Beato Raimundo Llull, religioso y mártir

En una nave frente a las costas de la isla de Mallorca, beato Ramón Llull, religioso de la Tercera Orden Regular de San Francisco y mártir, el cual, varón de gran cultura e iluminada doctrina, para propagar el Evangelio de Cristo estableció un diálogo fraterno con los sarracenos.

Santos Pablo Wu Juan, Juan Bautista Wu Mantang y Pablo Wu Wanshu, mártires

En la aldea de Xiaoluyi, cerca de Shenxian, en la provincia china de Hebei, santos mártires Pablo Wu Juan, su hijo Juan Bautista Wu Mantang y su sobrino Pablo Wu Wanshu, que, en la persecución llevada a cabo por la secta de los Yihetuan, recibieron juntos la corona del martirio por confesar que eran cristianos.

Santas María Du Tianshi y Magdalena Du Fengju, mártires

En la aldea de Dujiadun, también cerca de Shenxian, en la provincia china de Hebei, santas mártires María Du Tianshi y su hija Magdalena Du Fengju, que, en la misma persecución, sacadas de un cañizal donde se habían ocultado, murieron por su fe en Cristo, siendo Magdalena enterrada cuando aún no había fallecido.

 

LITURGIA DE HOY

Solemnidad de san Pedro y san Pablo, apóstoles. Simón, hijo de Jonás y hermano de Andrés, fue el primero entre los discípulos que confesó a Cristo como Hijo de Dios vivo, y por ello fue llamado Pedro. Pablo, apóstol de los gentiles, predicó a Cristo crucificado a judíos y griegos. Los dos, con la fuerza de la fe y el amor a Jesucristo, anunciaron el Evangelio en la ciudad de Roma, donde, en tiempo del emperador Nerón, ambos sufrieron el martirio: Pedro, como narra la tradición, crucificado cabeza abajo y sepultado en el Vaticano, cerca de la vía Triunfal, y Pablo, degollado y enterrado en la vía Ostiense. En este día, su triunfo es celebrado por todo el mundo con honor y veneración (elog. del Martirologio Romano).


Misa del día de la solemnidad (rojo).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. prop., conveniente PE I. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. IV.
- Hch 12, 1-11. Ahora sé realmente que el Señor me ha librado de las manos de Herodes.
- Sal 33. R. El Señor me libró de todas mis ansias.
- 2 Tim 4, 6-8. 17-18. Me está reservada la corona de la justicia.
- Mt 16, 13-19. Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos.


Los apóstoles Pedro y Pablo fueron fundamento de nuestra fe cristiana (cf. 1ª orac.). Simón Pedro fue el primero en confesar la fe, cuando, por la revelación del Padre, reconoció a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios. A raíz de ello, Jesús le dijo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Así, Pedro —y su sucesor como obispo de Roma, el papa— es la máxima autoridad espiritual de la Iglesia. Pablo fue el maestro insigne que interpretó la fe y la extendió, como el primer gran misionero, entre los pueblos gentiles. Sus cartas son la gran catequesis sobre el misterio de Cristo y su Iglesia. Ambos murieron mártires en Roma por su condición de cristianos y apóstoles.


COLECTA DEL ÓBOLO DE SAN PEDRO (pontificia): Liturgia del día, mon. justificativa de la colecta y colecta.
En España esta solemnidad no es de precepto por concesión de la Santa Sede desde el año 1977.

* Hoy no se permiten otras celebraciones, excepto la misa exequial.

Liturgia de las Horas: oficio de la solemnidad. Te Deum. Comp. Dom. II.

Martirologio: elogs. del 30 de junio, pág. 388.

CALENDARIOS: Burgos: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Fidel Herráez Vegas, arzobispo, emérito (1996).
Segovia: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. César-Augusto Franco Martínez, obispo (1996).

Misa del día

Antífona de entrada

Estos son los que, mientras estuvieron en la tierra, con su sangre plantaron la Iglesia: bebieron el cáliz del Señor y lograron ser amigos de Dios.


Monición de entrada

Hoy es la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, apóstoles. Simón, hijo de Jonás y hermano de Andrés, fue el primero entre los discípulos que confesó a Cristo como Hijo de Dios vivo, y por ello fue llamado Pedro. Pablo, apóstol de los gentiles, predicó a Cristo crucificado a judíos y griegos. Los dos, con la fuerza de la fe y el amor a Jesucristo, anunciaron el Evangelio cuando llegaron a la ciudad de Roma, donde, en tiempo del emperador Nerón, ambos sufrieron el martirio: Pedro, como narra la tradición, crucificado cabeza abajo y sepultado en el Vaticano, y Pablo, degollado y enterrado en la vía Ostiense. Nuestra comunidad de fe y esperanza se funda en el mensaje de Pedro y Pablo testigos del Señor resucitado.


Acto penitencial

- Tú, que perdonaste a Pedro cuando renegó de ti: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Tú, que convertiste a Pablo en apóstol tuyo: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Tú, que, por la sucesión apostólica, nos aseguras el perdón de los pecados: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria.


Oración colecta

Oh, Dios, que nos llenas hoy de santa y festiva alegría
en la solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo,
concede a tu Iglesia seguir en todo las enseñanzas de aquellos
por quienes comenzó la difusión de la fe.
Por nuestro Señor Jesucristo.



PRIMERA LECTURA
Ahora sé realmente que el Señor me ha librado de las manos de Herodes


Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 12, 1-11)

EN AQUELLOS DÍAS, el rey Herodes decidió arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan.
Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener también a Pedro. Eran los días de los Ácimos. Después de prenderlo, lo metió en la cárcel, entregándolo a la custodia de cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua.
Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él. Cuando Herodes iba a conducirlo al tribunal, aquella misma noche, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel.
De repente; se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocando a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo:
«Date prisa, levántate».
Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió:
«Ponte el cinturón y las sandalias».
Así lo hizo, y el ángel le dijo:
«Envuélvete en el manto y sígueme».
Salió y lo seguía, sin acabar de creerse que era realidad lo que hacía el ángel, pues se figuraba que estaba viendo una visión. Después de atravesar la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la ciudad, que se abrió solo ante ellos. Salieron y anduvieron una calle y de pronto se marchó el ángel.
Pedro volvió en sí y dijo:
«Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos»

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL (Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9 [R.: 5b])

R. El Señor me libró de todas mis ansias.

V. Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

R. El Señor me libró de todas mis ansias.

V. Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias.

R. El Señor me libró de todas mis ansias.

V. Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor, él lo escuchó
y lo salvó de sus angustias.

R. El Señor me libró de todas mis ansias.

V. El ángel del Señor acampa
en torno a quienes lo temen y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.

R. El Señor me libró de todas mis ansias.


SEGUNDA LECTURA 
Me está reservada la corona de la justicia

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (2 Tim 4, 6-8. 17-18)

QUERIDO HERMANO:

Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente.
He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe.

Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación.

Mas el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león.

El Señor me librará de toda obra mala y me salvará llevándome a su reino celestial.
A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


Aleluya Mt 16, 18

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia,
y el poder del infierno no la derrotará. R.


EVANGELIO 
Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos

╬ Lectura del santo evangelio según san Mateo (Mt 16, 13-19)
R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:

«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».

Ellos contestaron:

«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».

Él les preguntó:

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

«Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».

Jesús le respondió:

«¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.


SANTA MISA Y BENDICIÓN DE LOS PALIOS
PARA LOS NUEVOS ARZOBISPOS METROPOLITANOS
EN LA SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Basílica Vaticana. Lunes, 29 de junio de 2020

En la fiesta de los dos apóstoles de esta ciudad, me gustaría compartir con ustedes dos palabras clave: unidad y profecía.

Unidad. Celebramos juntos dos figuras muy diferentes: Pedro era un pescador que pasaba sus días entre remos y redes, Pablo un fariseo culto que enseñaba en las sinagogas. Cuando emprendieron la misión, Pedro se dirigió a los judíos, Pablo a los paganos. Y cuando sus caminos se cruzaron, discutieron animadamente y Pablo no se avergonzó de relatarlo en una carta (cf. Ga 2,11ss.). Eran, en fin, dos personas muy diferentes entre sí, pero se sentían hermanos, como en una familia unida, donde a menudo se discute, aunque realmente se aman. Pero la familiaridad que los unía no provenía de inclinaciones naturales, sino del Señor. Él no nos ordenó que nos lleváramos bien, sino que nos amáramos. Es Él quien nos une, sin uniformarnos. Nos une en las diferencias.

La primera lectura de hoy nos lleva a la fuente de esta unidad. Nos dice que la Iglesia, recién nacida, estaba pasando por una fase crítica: Herodes arreciaba su cólera, la persecución era violenta, el apóstol Santiago había sido asesinado. Y entonces también Pedro fue arrestado. La comunidad parecía decapitada, todos temían por su propia vida. Sin embargo, en este trágico momento nadie escapó, nadie pensaba en salir sano y salvo, ninguno abandonó a los demás, sino que todos rezaban juntos. De la oración obtuvieron valentía, de la oración vino una unidad más fuerte que cualquier amenaza. El texto dice que «mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él» (Hch 12,5). La unidad es un principio que se activa con la oración, porque la oración permite que el Espíritu Santo intervenga, que abra a la esperanza, que acorte distancias y nos mantenga unidos en las dificultades.

Constatamos algo más: en esas situaciones dramáticas, nadie se quejaba del mal, de las persecuciones, de Herodes. Nadie insulta a Herodes ― mientras nosotros estamos tan acostumbrados a insultar a los responsables. Es inútil e incluso molesto que los cristianos pierdan el tiempo quejándose del mundo, de la sociedad, de lo que está mal. Las quejas no cambian nada. Recordemos que las quejas son la segunda puerta cerrada al Espíritu Santo, como les dije el día de Pentecostés: La primera es el narcisismo, la segunda el desánimo, la tercera el pesimismo. El narcisismo te lleva al espejo, a contemplarte continuamente; el desánimo, a las quejas; el pesimismo, a la obscuridad. Estas tres actitudes le cierran la puerta al Espíritu Santo. Esos cristianos no culpaban a los demás, sino que oraban. En esa comunidad nadie decía: “Si Pedro hubiera sido más prudente, no estaríamos en esta situación”. Ninguno. Pedro, humanamente, tenía motivos para ser criticado, pero nadie lo criticaba. No hablaban mal de él, sino que rezaban por él. No hablaban a sus espaldas, sino que hablaban a Dios. Hoy podemos preguntarnos: “¿Cuidamos nuestra unidad con la oración, nuestra unidad de la Iglesia? ¿Rezamos unos por otros?”. ¿Qué pasaría si rezáramos más y murmuráramos menos, con la lengua un poco más contenida? Como le sucedió a Pedro en la cárcel: se abrirían muchas puertas que separan, se romperían muchas cadenas que aprisionan. Y nosotros nos asombraríamos, como aquella muchacha que, viendo a Pedro a la puerta, no lograba abrirle, sino que corrió adentro, maravillada por la alegría de ver a Pedro (cf. Hch 12,10-17). Pidamos la gracia de saber cómo rezar unos por otros. San Pablo exhortó a los cristianos a orar por todos y, en primer lugar, por los que gobiernan (cf. 1 Tm 2,1-3). “Pero este gobernante es…” y los epítetos son muchos; no los mencionaré, porque este no es el momento ni el lugar para para indicar los calificativos que se oyen contra los gobernantes. Que los juzgue Dios, nosotros recemos por los gobernantes: necesitan oraciones. Es una tarea que el Señor nos confía. ¿Lo hacemos, o sólo hablamos, insultamos, y se acabó? Dios espera que cuando recemos también nos acordemos de los que no piensan como nosotros, de los que nos han dado con la puerta en las narices, de los que nos cuesta perdonar. Sólo la oración rompe las cadenas, como sucedió a Pedro, sólo la oración allana el camino hacia la unidad.

Hoy se bendicen los palios, que se entregan al Decano del Colegio cardenalicio y a los Arzobispos metropolitanos nombrados en el último año. El palio recuerda la unidad entre las ovejas y el Pastor que, como Jesús, carga la ovejita sobre sus hombros para no separarse jamás. Hoy, además, siguiendo una hermosa tradición, nos unimos de manera especial al Patriarcado ecuménico de Constantinopla. Pedro y Andrés eran hermanos y nosotros, cuando es posible, intercambiamos visitas fraternas en los respectivos días festivos: no tanto por amabilidad, sino para caminar juntos hacia la meta que el Señor nos indica: la unidad plena. Hoy, no han podido estar presentes físicamente debido a las restricciones de viajar impuestas por causa del coronavirus, pero cuando bajé a venerar las reliquias de Pedro, percibía junto a mí, en mi corazón, a mi amado hermano Bartolomé. Ellos están presentes aquí, con nosotros.

La segunda palabra, profecía. Unidad y profecía. Nuestros apóstoles fueron provocados por Jesús. Pedro oyó que le preguntaba: “¿Quién dices que soy yo?” (cf. Mt 16,15). En ese momento entendió que al Señor no le interesan las opiniones generales, sino la elección personal de seguirlo. También la vida de Pablo cambió después de una provocación de Jesús: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?» (Hch 9,4). El Señor lo sacudió en su interior; más que hacerlo caer al suelo en el camino hacia Damasco, hizo caer su presunción de hombre religioso y recto. Entonces el orgulloso Saúl se convirtió en Pablo: Pablo, que significa “pequeño”. Después de estas provocaciones, de estos reveses de la vida, vienen las profecías: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18); y a Pablo: «Es un instrumento elegido por mí, para llevar mi nombre a pueblos» (Hch 9,15). Por lo tanto, la profecía nace cuando nos dejamos provocar por Dios; no cuando manejamos nuestra propia tranquilidad y mantenemos todo bajo control. No nace jamás de nuestros pensamientos, no nace de nuestro corazón cerrado. Nace sólo si nos dejamos provocar por Dios. Cuando el Evangelio anula las certezas, surge la profecía. Sólo quien se abre a las sorpresas de Dios se convierte en profeta. Y aquí están Pedro y Pablo, profetas que ven más allá: Pedro es el primero que proclama que Jesús es «el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16); Pablo anticipa el final de su vida: «Me está reservada la corona de la justicia, que el Señor […] me dará» (2 Tm 4,8).

Hoy necesitamos la profecía, pero una profecía verdadera: no de discursos vacíos que prometen lo imposible, sino de testimonios de que el Evangelio es posible. No se necesitan manifestaciones milagrosas. A mí me duele mucho cuando escucho proclamar: “Queremos una Iglesia profética”. Muy bien. Pero ¿qué haces para que la Iglesia sea profética?. Se necesitan vidas que manifiesten el milagro del amor de Dios; no el poder, sino la coherencia; no las palabras, sino la oración; no las declamaciones, sino el servicio. ¿Quieres una Iglesia profética? Comienza con servir, y callate. No la teoría, sino el testimonio. No necesitamos ser ricos, sino amar a los pobres; no ganar para nuestro beneficio, sino gastarnos por los demás; no necesitamos la aprobación del mundo, el estar bien con todos ―nosotros decimos “estar bien con Dios y con el diablo”, quedar bien con todos― no, esto no es profecía. sino que necesitamos la alegría del mundo venidero; no aquellos proyectos pastorales que parecerían tener en sí mismo su propia eficiencia, como si fuesen sacramentos; proyectos pastorales eficiente, no, sino que necesitamos pastores que entregan su vida como enamorados de Dios. Pedro y Pablo así anunciaron a Jesús, como enamorados. Pedro ―antes de ser colocado en la cruz― no pensó en sí mismo, sino en su Señor y, al considerarse indigno de morir como él, pidió ser crucificado cabeza abajo. Pablo ―antes de ser decapitado― sólo pensó en dar su vida y escribió que quería ser «derramado en libación» (2 Tm 4,6). Esto es profecía. No palabrería. Esta es profecía, la profecía que cambia la historia.

Queridos hermanos y hermanas, Jesús profetizó a Pedro: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Hay también una profecía parecida para nosotros. Se encuentra en el último libro de la Biblia, donde Jesús prometió a sus testigos fieles: «una piedrecita blanca, y he escrito en ella un nuevo nombre» (Ap 2,17). Como el Señor transformó a Simón en Pedro, así nos llama a cada uno de nosotros, para hacernos piedras vivas con las que pueda construir una Iglesia y una humanidad renovadas. Siempre hay quienes destruyen la unidad y rechazan la profecía, pero el Señor cree en nosotros y te pregunta: “¿Tú, quieres ser un constructor de unidad? ¿Quieres ser profeta de mi cielo en la tierra?”. Hermanos y hermanas, dejémonos provocar por Jesús y tengamos el valor de responderle: “¡Sí, lo quiero!”.


Monición al Credo

Se dice Credo. Puede introducirse con la siguiente monición.

Confesamos nuestra fe: la fe de la Iglesia, fundada sobre la roca de la fe de los apóstoles Pedro y Pablo, testigos privilegiados del Señor Jesús.


Oración de los fieles

Celebrando la pasión gloriosa de tan grandes intercesores, oremos al Señor.

- Por el papa N., sucesor de Pedro, para que realice su misión de guardar la unidad en la caridad de todas las Iglesias y confirme en la te a sus hermanos. Roguemos al Señor.

- Por la Iglesia, presente en la diversidad de naciones, razas y culturas, para que su misión evangelizadora lleve al conocimiento de Cristo a todos los pueblos. Roguemos al Señor.


- Por las Iglesias perseguidas o reducidas al silencio en algunos países, para que permanezcan firmes en la confesión de la fe y el testimonio cristiano. Roguemos al Señor.

- Por nosotros, aquí reunidos, para que perseveremos fielmente en la enseñanza y la misión recibidas de los apóstoles. Roguemos al Señor.

Señor, Dios nuestro,
escucha nuestras súplicas, avaladas por la intercesión
de los santos apóstoles Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Oración sobre las ofrendas

Haz, Señor, que la intercesión de los apóstoles
acompañe la ofrenda que presentamos para consagrarla a tu nombre,
y, por la celebración de este sacrificio, nos haga vivir entregados a ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Prefacio
La doble misión de san Pedro y san Pablo en la Iglesia

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Porque en los santos apóstoles Pedro y Pablo
has querido dar a tu Iglesia un motivo de alegría:
Pedro fue el primero en confesar la fe,
Pablo, el maestro insigne que la interpretó;
aquel fundó la primitiva Iglesia con el resto de Israel,
este fue maestro y doctor en la vocación de los gentiles.

Así, por caminos diversos, congregaron la única familia de Cristo
y una misma corona asoció a los dos a quienes venera el mundo.

Por eso, con los santos y con todos los ángeles,
te alabamos, diciendo sin cesar:

Santo, Santo, Santo...


Antífona de la Comunión Cf. Mt 16, 16. 18

Pedro dijo a Jesús: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo. Jesús le respondió: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia».

Oración después de la comunión

A los que has alimentado con este sacramento,
concédenos, Señor, vivir de tal modo en tu Iglesia
que, perseverando en la fracción del pan y en la doctrina de los apóstoles,
seamos un solo corazón y una sola alma,
arraigados firmemente en tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Se puede utilizar la bendición solemne. Santos Pedro y Pablo

Dios todopoderoso, que por la confesión de Pedro os ha fortalecido y os ha edificado sobre la roca de la fe de la Iglesia, os dé su bendición.

R. Amén.

Quien os ha instruido con la predicación de Pablo, cuya palabra sigue resonando en la Iglesia, os ayude a seguir su ejemplo de ganar hermanos para Cristo.

R. Amén.

Para que así, por las llaves de Pedro, la palabra de Pablo y la oración de ambos, nos sintamos animados a luchar por aquella patria a la que ellos llegaron muriendo en la cruz uno y otro bajo la espada.

R. Amén.


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