19 de junio - DOMINGO DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO, Solemnidad (CICLO C)



 
  DOMINGO DEL CORPUS CHRISTI, Solemnidad
  Oficio del Domingo de la Santísima Trinidad del Salterio
  (Liturgia de las Horas, Tomo II: Oficio de Lecturas Laudes - TerciaSexta     Nona Vísperas - Completas)
 



PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 19 DE JUNIO

- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.

- Adoración durante todo el día del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Christi), en la Parroquia (desde las 11.00 h. a las 19.00 h).

Eucaristía de la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Christi), en la Parroquia (a las 19.00 h.).


- Procesión con el Santísimo Sacramento por las calles de nuestro pueblo (a las 20.00 h.).









NOTICIAS DE ACTUALIDAD

Angelus del Papa Francisco
(19.06.2022)



SANTORAL DE HOY

Elogio: San Romualdo, anacoreta y padre de los monjes Camaldulenses, que, habiendo nacido en Rávena, deseoso de la vida y disciplina eremítica, viajó por Italia durante varios años, durante los cuales fundó pequeños monasterios y promovió la vida evangélica entre los monjes, hasta que terminó su labor en el monasterio de Val di Castro, en el Piceno.

Refieren a este santo: Santos Benito, Juan, Mateo, Isaac y Cristiano, San Bruno de Querfurt.

Oración

Oh Dios, que has renovado en tu Iglesia la vida eremítica por medio del abad san Romualdo, haz que, negándonos a nosotros mismos para seguir a Cristo, merezcamos llegar felizmente al reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

 

Otros santos de este día:

Santos Gervasio y Protasio, mártires

En Milán, en la Liguria, santos Gervasio y Protasio, mártires, cuyos cuerpos fueron encontrados por san Ambrosio, que en este día los trasladó solemnemente a la nueva basílica que había edificado.

San Deodato de Nevers, obispo

En los montes Vosgos, en el territorio de Burgundia, en Austrasia, san Deodato, obispo de Nevers, que fundó el monasterio que después recibió su nombre.

Santa Quildomarca, abadesa

En el monasterio de Fécamp, en Neustria, de nuevo en la Francia actual, santa Quildomarca o Hildemarca, abadesa, que recibió cordialmente y atendió a san Leodegario, mutilado por Ebroino.

San Lamberto de Zaragoza, mártir

En Zaragoza, en Hispania, san Lamberto, mártir.

Beato Gerlando, religioso

En Caltagirone, de Sicilia, beato Gerlando, que, caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén, se entregó generosamente al cuidado de las viudas y de los niños huérfanos.

Santa Juliana Falconeri, virgen y fundadora

En Florencia, en la Toscana, santa Juliana Falconeri, virgen, que fundó las Hermanas de la Orden de los Siervos de María, llamadas por su hábito religioso «Mantelatas».

Beata Miguelina, viuda

En Pesaro, en el Piceno, beata Miguelina, viuda, que entregó todos sus bienes a los pobres y, vestido el hábito de la Tercera Orden Regular de San Francisco, mendigando su pan llevó una vida humilde y muy disciplinada.

Beatos Sebastián Newdigate, Humfredo Middlemore y Guillermo Exmew, presbíteros y mártires

En Londres, en Inglaterra, beatos mártires Sebastián Newdigate, Humfredo Middlemore y Guillermo Exmew, presbíteros de la Cartuja de esta ciudad, los cuales, reinando Enrique VIII, por su probada fidelidad a la Iglesia católica fueron encarcelados y mantenidos de pie durante diecisiete días, amarrados con cadenas a unas columnas, hasta que consumaron su martirio ahorcados en Tyburn.

Beato Tomás Woodhouse, presbítero y mártir

También en Londres, beato Tomás Woodhouse, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús y mártir, que, ordenado sacerdote en tiempo de la reina católica María, posteriormente, en la persecución bajo la reina Isabel I, estuvo encarcelado más de doce años, reconciliando con la Iglesia católica a sus compañeros de cautiverio, hasta que consumó su martirio en Tyburn.

Santos Remigio Isoré y Modesto Andlauer, presbíteros y mártires

En la aldea de Wuyi, cerca de la ciudad de Xianxian, en la provincia china de Hebei, santos Remigio Isoré y Modesto Andlauer, presbíteros de la Orden de la Compañía de Jesús y mártires, que durante la persecución desencadenada por los seguidores del movimiento Yihetuan, fueron asesinados mientras oraban ante el altar.

Beata Elena Aiello, virgen y fundadora

En Roma, beata Elena Aiello, virgen, fundadora de las Hermanas Mínimas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.


LITURGIA DE HOY



DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA

La solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor

160. El jueves siguiente a la solemnidad de la santísima Trinidad, la Iglesia celebra la solemnidad del santísimo Cuerpo y Sangre del Señor. La fiesta, extendida en 1269 por el Papa Urbano IV a toda la Iglesia latina, por una parte constituyó una respuesta de fe y de culto a doctrinas heréticas acerca del misterio de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, por otra parte fue la culminación de un movimiento de ardiente devoción hacia el augusto Sacramento del altar.

La piedad popular favoreció el proceso que instituyó la fiesta del Corpus Christi; a su vez, esta fue causa y motivo de la aparición de nuevas formas de piedad eucarística en el pueblo de Dios.

Durante siglos, la celebración del Corpus Christi fue el principal punto de confluencia de la piedad popular a la Eucaristía. En los siglos XVI-XVII, la fe, reavivada por la necesidad de responder a las negaciones del movimiento protestante, y la cultura – arte, literatura, folclore – han contribuido a dar vida a muchas y significativas expresiones de la piedad popular para con el misterio de la Eucaristía.

161. La devoción eucarística, tan arraigada en el pueblo cristiano, debe ser educada para que capte dos realidades de fondo:

- que el punto de referencia supremo de la piedad eucarística es la Pascua del Señor; la Pascua, según la visión de los Padres, es la fiesta de la Eucaristía, como, por otra parte, la Eucaristía es ante todo celebración de la Pascua, es decir, de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús;

- que toda forma de devoción eucarística tiene una relación esencial con el Sacrificio eucarístico, ya porque dispone a su celebración, ya porque prolonga las actitudes cultuales y existenciales suscitadas por ella.

A causa precisamente de esto, el Rituale Romanum advierte: "Los fieles, cuando veneran a Cristo, presente en el Sacramento, recuerden que esta presencia deriva del Sacrificio y tiende a la comunión, sacramental y espiritual".

162. La procesión de la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo es, por así decir, la "forma tipo" de las procesiones eucarísticas. Prolonga la celebración de la Eucaristía: inmediatamente después de la Misa, la Hostia que ha sido consagrada en dicha Misa se conduce fuera de la iglesia para que el pueblo cristiano "dé un testimonio público de fe y de veneración al Santísimo Sacramento".

Los fieles comprenden y aman los valores que contiene la procesión del Corpus Christi: se sienten "Pueblo de Dios" que camina con su Señor, proclamando la fe en Él, que se ha hecho verdaderamente el "Dios con nosotros".

Con todo, es necesario que en las procesiones eucarísticas se observen las normas que regulan su desarrollo, en particular las que garantizan la dignidad y la reverencia debidas al santísimo Sacramento; y también es necesario que los elementos típicos de la piedad popular, como el adorno de las calles y de las ventanas, la ofrenda de flores, los altares donde se colocará el Santísimo en las estaciones del recorrido, los cantos y las oraciones "muevan a todos a manifestar su fe en Cristo, atendiendo únicamente a la alabanza del Señor", y ajenos a toda forma de emulación.

163. Las procesiones eucarísticas concluyen, normalmente, con la bendición del santísimo Sacramento. En el caso concreto de la procesión del Corpus Christi, la bendición constituye la conclusión solemne de toda la celebración: en lugar de la bendición sacerdotal acostumbrada, se imparte la bendición con el santísimo Sacramento.

Es importante que los fieles comprendan que la bendición con el santísimo Sacramento no es una forma de piedad eucarística aislada, sino el momento conclusivo de un encuentro cultual suficientemente amplio. Por eso, la normativa litúrgica prohíbe "la exposición realizada únicamente para impartir la bendición".

La adoración eucarística

164. La adoración del santísimo Sacramento es una expresión particularmente extendida del culto a la Eucaristía, al cual la Iglesia exhorta a los Pastores y fieles.

Su forma primigenia se puede remontar a la adoración que el Jueves Santo sigue a la celebración de la Misa en la cena del Señor y a la reserva de las sagradas Especies. Esta resulta muy significativa del vínculo que existe entre la celebración del memorial del sacrificio del Señor y su presencia permanente en las Especies consagradas. La reserva de las Especies sagradas, motivada sobre todo por la necesidad de poder disponer de las mismas en cualquier momento, para administrar el Viático a los enfermos, hizo nacer en los fieles la loable costumbre de recogerse en oración ante el sagrario, para adorar a Cristo presente en el Sacramento.

De hecho, "la fe en la presencia real del Señor conduce de un modo natural a la manifestación externa y pública de esta misma fe (...) La piedad que mueve a los fieles a postrarse ante la santa Eucaristía, les atrae para participar de una manera más profunda en el misterio pascual y a responder con gratitud al don de aquel que mediante su humanidad infunde incesantemente la vida divina en los miembros de su Cuerpo. Al detenerse junto a Cristo Señor, disfrutan su íntima familiaridad, y ante Él abren su corazón rogando por ellos y por sus seres queridos y rezan por la paz y la salvación del mundo. Al ofrecer toda su vida con Cristo al Padre en el Espíritu Santo, alcanzan de este maravilloso intercambio un aumento de fe, de esperanza y de caridad. De esta manera cultivan las disposiciones adecuadas para celebrar, con la devoción que es conveniente, el memorial del Señor y recibir frecuentemente el Pan que nos ha dado el Padre".

165. La adoración del santísimo Sacramento, en la que confluyen formas litúrgicas y expresiones de piedad popular entre las que no es fácil establecer claramente los límites, puede realizarse de diversas maneras:

- la simple visita al santísimo Sacramento reservado en el sagrario: breve encuentro con Cristo, motivado por la fe en su presencia y caracterizado por la oración silenciosa;

- adoración ante el santísimo Sacramento expuesto, según las normas litúrgicas, en la custodia o en la píxide, de forma prolongada o breve;

- la denominada Adoración perpetua o la de las Cuarenta Horas, que comprometen a toda una comunidad religiosa, a una asociación eucarística o a una comunidad parroquial, y dan ocasión a numerosas expresiones de piedad eucarística.

En estos momentos de adoración se debe ayudar a los fieles para que empleen la Sagrada Escritura como incomparable libro de oración, para que empleen cantos y oraciones adecuadas, para que se familiaricen con algunos modelos sencillos de la Liturgia de las Horas, para que sigan el ritmo del Año litúrgico, para que permanezcan en oración silenciosa. De este modo comprenderán progresivamente que durante la adoración del santísimo Sacramento no se deben realizar otras prácticas devocionales en honor de la Virgen María y de los Santos. Sin embargo, dado el estrecho vínculo que une a María con Cristo, el rezo del Rosario podría ayudar a dar a la oración una profunda orientación cristológica, meditando en él los misterios de la Encarnación y de la Redención.


Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, quien, con estos alimentos sagrados, ofrece el remedio de la inmortalidad y la prenda de la Resurrección (elog. del Martirologio Romano).

Misa de la solemnidad (blanco).

MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. I ó II de la Eucaristía.

LECC.: vol. I (C).

- Gén 14, 18-20. Ofreció pan y vino.

- Sal 109. R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

- 1 Cor 11, 23-26. Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor.

- Secuencia (opcional): Lauda, Sion, Salvatorem.

- Lc 9, 11b-17. Comieron todos y se saciaron.

La oración colecta de la misa de hoy subraya la conexión de la eucaristía con la Pasión de Cristo, de la que es memorial. La paz y la unidad de la Iglesia están en el fondo de la orac. sobre las ofrendas. En la orac. después de la comunión se subraya la dimensión escatológica de la comunión, «signo del banquete del reino» que nos llenará del gozo de la divinidad. La liturgia de la Palabra nos presenta el sacrificio de Melquisedec, anticipo del de la misa (1 lect.). El sal. resp. nos recordará a Cristo como único y eterno sacerdote de la Nueva Alianza. En la 2 lect. se nos recuerda que la eucaristía es el memorial de la muerte del Señor. Y el Ev. nos narra la multiplicación de los panes, signo profético del banquete mesiánico que es la comunión eucarística.


DÍA Y COLECTA DE LA CARIDAD (dependiente de la CEE, obligatoria): Liturgia del día, alusión en la mon. de entrada y en la hom., intención en la orac. univ., colecta.
Del Domingo XII del tiempo ordinario, nada.
Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.



Procesión: 
Como celebración especial de esta solemnidad, la piedad de la Iglesia nos ha transmitido la procesión, en la que el pueblo cristiano recorre solemnemente las calles con la Eucaristía, con cantos y plegarias, dando así testimonio público de fe y de piedad hacia el Santísimo Sacramento (CO 386).



Liturgia de las Horas: oficio de la solemnidad. Te Deum. Comp. Dom. II.

Martirologio: elogs. del 20 de junio, pág. 372.

CALENDARIOS: Tui-Vigo: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Luis Quinteiro Fiuza, obispo (1999).



Antífona de Entrada Sal 80, 17

El Señor los alimentó con flor de harina y los sació con miel silvestre.


Monición de entrada

Hoy, solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, cobra su relieve el mandato del Señor: «Haced esto -la eucaristía- en memora mía». Alegrémonos todos en el Señor, comensales suyos; entremos en su presencia, dándole gracias. Celebremos con gozo el sagrado banquete, memorial de Jesucristo, de su Pascua, y prenda de vida eterna en el reino glorioso.


Acto penitencial

Todo como en el Ordinario de la Misa. Para la tercera fórmula pueden usarse las siguientes invocaciones:

- Tú, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu Pasión: Señor ten piedad.

R. Señor, ten piedad.

- Tú, que hoy nos entregas tu Cuerpo como alimento para la vida eterna: Cristo, ten piedad.

R. Cristo, ten piedad.

- Tú, que has derramado tu Sangre para el perdón de los pecados: Señor, ten piedad.

R. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria.


Oración colecta

Oh, Dios, que en este sacramento admirable

nos dejaste el memorial de tu pasión,

te pedimos nos concedas venerar de tal modo

los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre,

que experimentemos constantemente en nosotrosel fruto de tu redención.

Tú, que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo

y eres Dios por los siglos de los siglos.


LECTURAS DE LA MISA

 

PRIMERA LECTURA
Ofreció pan y vino

Lectura del libro del Génesis (Gn 14, 18-20)

EN AQUELLOS DÍAS, Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino, y le bendijo diciendo:
«Bendito sea Abrán por el Dios altísimo,
creador de cielo y tierra;
bendito sea el Dios altísimo,
que te ha entregado tus enemigos».
Y Abrán le dio el diezmo de todo.


Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL (Sal 109, 1bcde. 2. 3. 4 [R.: 4bc])

R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

Tu es sacérdos in ætérnum secúndum órdinem Melchísedech (en latín).
 
V. Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies».

R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
 
V. Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
 
V. «Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, desde el seno,
antes de la aurora».

R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
 
V. El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.


SEGUNDA LECTURA
Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1 Co 11, 23-26)

HERMANOS:
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:
que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
«Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
 
Hoy puede decirse la secuencia Lauda, Sion, salvatorem.

Secuencia del Corpus Chisti (forma larga)

Alaba, alma mía, a tu Salvador;
alaba a tu guía y pastor
con himnos y cánticos.

Pregona su gloria cuanto puedas,
porque él está sobre toda alabanza,
y jamás podrás alabarle lo bastante.
El tema especial de nuestros loores
es hoy el pan vivo
y que da vida.

El cual se dio en la mesa de la sagrada cena
al grupo de los doce apóstoles
sin género de duda.

Sea, pues, llena, sea sonora,
sea alegre, sea pura
la alabanza de nuestra alma.
Pues celebramos el solemne día
en que fue instituido
este divino banquete.

En esta mesa del nuevo rey,
la pascua nueva de la nueva ley
pone fin a la pascua antigua.
Lo viejo cede ante lo nuevo,
la sombra ante la realidad,
y la luz ahuyenta la noche.

Lo que Jesucristo hizo en la cena,
mandó que se haga
en memoria suya.

Instruidos con sus santos mandatos,
consagramos el pan y el vino,
en sacrificio de salvación.

Es dogma que se da a los cristianos,
que el pan se convierte en carne,
y el vino en sangre.

Lo que no comprendes y no ves,
una fe viva lo atestigua,
fuera de todo el orden de la naturaleza.
Bajo diversas especies,
que son accidentes y no sustancia,
están ocultos los dones más preciados.

Su Carne es alimento y su Sangre bebida;
mas Cristo está todo entero
bajo cada especie.

Quien lo recibe no lo rompe,
no lo quebranta ni lo desmembra;
recíbese todo entero.

Recíbelo uno, recíbenlo mil;
y aquel lo toma tanto como estos,
pues no se consume al ser tomado.
Recíbenlo buenos y malos;
mas con suerte desigual
de vida o de muerte.

Es muerte para los malos,
y vida para los buenos;
mira cómo un mismo alimento
produce efectos tan diversos.

Cuando se divida el Sacramento,
no vaciles, sino recuerda
que Jesucristo tan entero
está en cada parte como antes en el todo.
No se parte la sustancia,
se rompe solo la señal;
ni el ser ni el tamaño
se reducen de Cristo presente.

He aquí el pan de los ángeles,
hecho viático nuestro;
verdadero pan de los hijos,
no lo echemos a los perros.

Figuras lo representaron:
Isaac fue sacrificado;
el cordero pascual, inmolado;
el maná nutrió a nuestros padres.

Buen Pastor, Pan verdadero,
¡oh, Jesús!, ten piedad.

Apaciéntanos y protégenos;
haz que veamos los bienes
en la tierra de los vivientes.

Tú, que todo lo sabes y puedes,
que nos apacientas aquí siendo aún mortales,
haznos allí tus comensales,
coherederos y compañeros
de los santos ciudadanos.
Amen.


Secuencia (forma breve)

He aquí el pan de los ángeles,
hecho viático nuestro;
verdadero pan de los hijos,
no lo echemos a los perros.

Figuras lo representaron:
Isaac fue sacrificado;
el cordero pascual, inmolado;
el maná nutrió a nuestros padres.
Buen Pastor, Pan verdadero,
oh, Jesús!, ten piedad.

Apaciéntanos y protégenos;
haz que veamos los bienes
en la tierra de los vivientes.

Tú, que todo lo sabes y puedes,
que nos apacientas aquí siendo aún mortales,
haznos allí tus comensales,
coherederos y compañeros
de los santos ciudadanos.
Amen.
Aleluya Jn 6, 51
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo -dice el Señor-; el que coma de este pan vivirá para siempre. R.
 

EVANGELIO
Comieron todos y se saciaron

╬ Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 9, 11b-17)
R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, Jesús hablaba a la gente del reino y sanaba a los que tenían necesidad de curación. El día comenzaba a declinar. Entonces, acercándose los Doce, le dijeron: 

«Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado».
Él les contestó:
«Dadles vosotros de comer».
Ellos replicaron:
«No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para toda esta gente».
Porque eran unos cinco mil hombres.
Entonces dijo a sus discípulos:
«Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno».
Lo hicieron así y dispusieron que se sentaran todos. Entonces, tomando él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos de trozos.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.


SANTA MISA Y PROCESIÓN EUCARÍSTICA
EN LA SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Atrio de la iglesia de Santa Maria Consolatrice, Casal Bertone, Roma
Domingo, 23 de junio de 2019

La Palabra de Dios nos ayuda hoy a redescubrir dos verbos sencillos, dos verbos esenciales para la vida de cada día: decir y dar.

Decir. En la primera lectura, Melquisedec dice: «Bendito sea Abrán por el Dios altísimo […]; bendito sea el Dios altísimo» (Gn 14,19-20). El decir de Melquisedec es bendecir. Él bendice a Abraham, en quien todas las familias de la tierra serán bendecidas (cf. Gn 12,3; Ga 3,8). Todo comienza desde la bendición: las palabras de bien engendran una historia de bien. Lo mismo sucede en el Evangelio: antes de multiplicar los panes, Jesús los bendice: «tomando él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos» (Lc 9,16). La bendición hace que cinco panes sean alimento para una multitud: hace brotar una cascada de bien.

¿Por qué bendecir hace bien? Porque es la transformación de la palabra en don. Cuando se bendice, no se hace algo para sí mismo, sino para los demás. Bendecir no es decir palabras bonitas, no es usar palabras de circunstancia: no; es decir bien, decir con amor. Así lo hizo Melquisedec, diciendo espontáneamente bien de Abraham, sin que él hubiera dicho ni hecho nada por él. Esto es lo que hizo Jesús, mostrando el significado de la bendición con la distribución gratuita de los panes. Cuántas veces también nosotros hemos sido bendecidos, en la iglesia o en nuestras casas, cuántas veces hemos escuchado palabras que nos han hecho bien, o una señal de la cruz en la frente... Nos hemos convertido en bendecidos el día del Bautismo, y al final de cada misa somos bendecidos. La Eucaristía es una escuela de bendición. Dios dice bien de nosotros, sus hijos amados, y así nos anima a seguir adelante. Y nosotros bendecimos a Dios en nuestras asambleas (cf. Sal 68,27), recuperando el sabor de la alabanza, que libera y sana el corazón. Vamos a Misa con la certeza de ser bendecidos por el Señor, y salimos para bendecir nosotros a su vez, para ser canales de bien en el mundo.

También para nosotros: es importante que los pastores nos acordemos de bendecir al pueblo de Dios. Queridos sacerdotes, no tengáis miedo de bendecir, bendecir al pueblo de Dios. Queridos sacerdotes: Id adelante con la bendición: el Señor desea decir bien de su pueblo, está feliz de que sintamos su afecto por nosotros. Y solo en cuanto bendecidos podremos bendecir a los demás con la misma unción de amor. Es triste ver con qué facilidad hoy se hace lo contrario: se maldice, se desprecia, se insulta. Presos de un excesivo arrebato, no se consigue aguantar y se descarga la ira con cualquiera y por cualquier cosa. A menudo, por desgracia, el que grita más y con más fuerza, el que está más enfadado, parece que tiene razón y recibe la aprobación de los demás. Nosotros, que comemos el Pan que contiene en sí todo deleite, no nos dejemos contagiar por la arrogancia, no dejemos que la amargura nos llene. El pueblo de Dios ama la alabanza, no vive de quejas; está hecho para las bendiciones, no para las lamentaciones. Ante la Eucaristía, ante Jesús convertido en Pan, ante este Pan humilde que contiene todo el bien de la Iglesia, aprendamos a bendecir lo que tenemos, a alabar a Dios, a bendecir y no a maldecir nuestro pasado, a regalar palabras buenas a los demás.

El segundo verbo es dar. El “decir” va seguido del “dar", como Abraham que, bendecido por Melquisedec, «le dio el diezmo de todo» (Gn 14,20). Como Jesús que, después de recitar la bendición, dio el pan para ser distribuido, revelando así el significado más hermoso: el pan no es solo un producto de consumo, sino también un modo de compartir. En efecto, sorprende que en la narración de la multiplicación de los panes nunca se habla de multiplicar. Por el contrario, los verbos utilizados son “partir, dar, distribuir” (cf. Lc 9,16). En resumen, no se destaca la multiplicación, sino el compartir. Es importante: Jesús no hace magia, no transforma los cinco panes en cinco mil y luego dice: “Ahora, distribuidlos”. No. Jesús reza, bendice esos cinco panes y comienza a partirlos, confiando en el Padre. Y esos cinco panes no se acaban. Esto no es magia, es confianza en Dios y en su providencia.

En el mundo siempre se busca aumentar las ganancias, incrementar la facturación... Sí, pero, ¿cuál es el propósito? ¿Es dar o tener? ¿Compartir o acumular? La “economía” del Evangelio multiplica compartiendo, nutre distribuyendo, no satisface la voracidad de unos pocos, sino que da vida al mundo (cf. Jn 6,33). El verbo de Jesús no es tener, sino dar.

La petición que él hace a los discípulos es perentoria: «Dadles vosotros de comer» (Lc 9,13). Tratemos de imaginar el razonamiento que habrán hecho los discípulos: “¿No tenemos pan para nosotros y debemos pensar en los demás? ¿Por qué deberíamos darles nosotros de comer, si a lo que han venido es a escuchar a nuestro Maestro? Si no han traído comida, que vuelvan a casa, es su problema, o que nos den dinero y lo compraremos”. No son razonamientos equivocados, pero no son los de Jesús, que no escucha otras razones: Dadles vosotros de comer. Lo que tenemos da fruto si lo damos —esto es lo que Jesús quiere decirnos—; y no importa si es poco o mucho. El Señor hace cosas grandes con nuestra pequeñez, como hizo con los cinco panes. No realiza milagros con acciones espectaculares, no tiene la varita mágica, sino que actúa con gestos humildes. La omnipotencia de Dios es humilde, hecha sólo de amor. Y el amor hace obras grandes con lo pequeño. La Eucaristía nos los enseña: allí está Dios encerrado en un pedacito de pan. Sencillo y esencial, Pan partido y compartido, la Eucaristía que recibimos nos transmite la mentalidad de Dios. Y nos lleva a entregarnos a los demás. Es antídoto contra el “lo siento, pero no me concierne”, contra el “no tengo tiempo, no puedo, no es asunto mío”; contra el mirar desde la otra orilla.

En nuestra ciudad, hambrienta de amor y atención, que sufre la degradación y el abandono, frente a tantas personas ancianas y solas, familias en dificultad, jóvenes que luchan con dificultad para ganarse el pan y alimentar sus sueños, el Señor te dice: “Tú mismo, dales de comer”. Y tú puedes responder: “Tengo poco, no soy capaz para estas cosas”. No es verdad, lo poco que tienes es mucho a los ojos de Jesús si no lo guardas para ti mismo, si lo arriesgas. También tú, arriesga. Y no estás solo: tienes la Eucaristía, el Pan del camino, el Pan de Jesús. También esta tarde nos nutriremos de su Cuerpo entregado. Si lo recibimos con el corazón, este Pan desatará en nosotros la fuerza del amor: nos sentiremos bendecidos y amados, y querremos bendecir y amar, comenzando desde aquí, desde nuestra ciudad, desde las calles que recorreremos esta tarde. El Señor viene a nuestras calles para decir-bien, decir bien de nosotros y para darnos ánimo, darnos ánimo a nosotros. También nos pide que seamos don y bendición.


ÁNGELUS, Domingo 2 de junio de 2013

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El jueves pasado hemos celebrado la fiesta del Corpus Christi, que en Italia y en otros países se traslada a este domingo. Es la fiesta de la Eucaristía, Sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo.

El Evangelio nos propone el relato del milagro de los panes (Lc 9, 11-17); quisiera detenerme en un aspecto que siempre me conmueve y me hace reflexionar. Estamos a orillas del lago de Galilea, y se acerca la noche; Jesús se preocupa por la gente que está con Él desde hace horas: son miles, y tienen hambre. ¿Qué hacer? También los discípulos se plantean el problema, y dicen a Jesús: "Despide a la gente" para que vayan a los poblados cercanos a buscar de comer. Jesús, en cambio, dice: "Dadles vosotros de comer" (v. 13). Los discípulos quedan desconcertados, y responden: "No tenemos más que cinco panes y dos peces", como si dijeran: apenas lo necesario para nosotros.

Jesús sabe bien qué hacer, pero quiere involucrar a sus discípulos, quiere educarles. La actitud de los discípulos es la actitud humana, que busca la solución más realista sin crear demasiados problemas: Despide a la gente –dicen–, que cada uno se las arregle como pueda; por lo demás, ya has hecho demasiado por ellos: has predicado, has curado a los enfermos... ¡Despide a la gente!

La actitud de Jesús es totalmente distinta, y es consecuencia de su unión con el Padre y de la compasión por la gente, esa piedad de Jesús hacia todos nosotros: Jesús percibe nuestros problemas, nuestras debilidades, nuestras necesidades. Ante esos cinco panes, Jesús piensa: ¡he aquí la providencia! De este poco, Dios puede sacar lo necesario para todos. Jesús se fía totalmente del Padre celestial, sabe que para Él todo es posible. Por ello dice a los discípulos que hagan sentar a la gente en grupos de cincuenta –esto no es casual, porque significa que ya no son una multitud, sino que se convierten en comunidad, nutrida por el pan de Dios. Luego toma los panes y los peces, eleva los ojos al cielo, pronuncia la bendición –es clara la referencia a la Eucaristía–, los parte y comienza a darlos a los discípulos, y los discípulos los distribuyen... los panes y los peces no se acaban, ¡no se acaban! He aquí el milagro: más que una multiplicación es un compartir, animado por la fe y la oración. Comieron todos y sobró: es el signo de Jesús, pan de Dios para la humanidad.

Los discípulos vieron, pero no captaron bien el mensaje. Se dejaron llevar, como la gente, por el entusiasmo del éxito. Una vez más siguieron la lógica humana y no la de Dios, que es la del servicio, del amor, de la fe. La fiesta de Corpus Christi nos pide convertirnos a la fe en la Providencia, saber compartir lo poco que somos y tenemos y no cerrarnos nunca en nosotros mismos. Pidamos a nuestra Madre María que nos ayude en esta conversión para seguir verdaderamente más a Jesús, a quien adoramos en la Eucaristía. Que así sea.


Monición al Credo
Se dice Credo. Puede introducirse con la siguiente monición.

Confesamos nuestra fe, recordando las intervenciones maravillosas de Dios en la historia de la salvación: la creación, la encarnación, la Pascua la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia y la promesa de la vida eterna.


Oración de los fieles

Oremos a Dios Padre, que da el alimento a todo viviente.

- Por la unión de todos los cristianos en la unidad de la Iglesia de Cristo, para que formemos un solo cuerpo los que comemos del mismo pan. Roguemos al Señor.

- Por la organización eclesial de Cáritas, para que promueva el amor fraterno, la mutua ayuda, la solidaridad. Roguemos al Señor.

- Por los responsables políticos de las naciones, para que fomenten la libertad religiosa y la justicia. Roguemos al Señor.

- Por los que sufren hambre, para que sepamos compartir con ellos nuestro pan de cada día, anuncio del pan de vida eterna. Roguemos al Señor.

- Por nosotros, invitados a la mesa del Señor, para que el pan de la palabra despierte en nosotros el hambre del pan de la eucaristía. Roguemos al Señor.

Escucha, Señor, la oración de tu Iglesia,
que observando fielmente el mandato de tu Hijo,
celebra el memorial de su obra, hasta que él vuelva.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Oración sobre las ofrendas

Señor, concede propicio a tu Iglesia
los dones de la paz y de la unidad, 
místicamente representados en los dones que hemos ofrecido.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio II de la Santísima Eucaristía
Los frutos de la Santísima Eucaristía

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.

El cual, en la última cena con sus apóstoles,
para perpetuar a través de los siglos el memorial de la cruz salvadora,
se entregó a ti como Cordero inmaculado y ofrenda perfecta de alabanza.
Con este sacramento alimentas y santificas a tus fieles,
para que una misma fe ilumine, y un mismo amor congregue,
a todos los hombres que habitan un mismo mundo.

Así, pues, nos acercamos a la mesa de este sacramento admirable,
para que, impregnados de la suavidad de tu gracia,
nos transformemos según el modelo celestial.

Por eso, Señor, tus criaturas del cielo y de la tierra
te adoran cantando un cántico nuevo,
y también nosotros, con todo el ejército de los ángeles,
te aclamamos por siempre diciendo:

Santo, santo Santo...


Antífona de la comunión Jn 6, 57

El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él, dice el Señor.


Oración después de la comunión

Concédenos, Señor, saciarnos del gozo eterno de tu divinidad,
anticipado en la recepción actual de tu precioso Cuerpo y Sangre.
Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.


Conviene que la procesión tenga lugar después de la misa en la que se consagra la hostia que se ha de llevar en ella. Pero nada impide que la procesión se haga después de una adoración pública y prolongada que siga a la misa. Si la procesión se tiene inmediatamente después de la misa, concluida la comunión de los fieles se coloca sobre el altar la custodia en la cual se pone la hostia consagrada.

Dicha la oración después de la comunión y omitidos los ritos conclusivos, se organiza la procesión.


Monición a la procesión con el Santísimo Sacramento

Llevamos en procesión el Santísimo Sacramento para expresar públicamente, con nuestros cánticos y aclamaciones, nuestra adhesión a Cristo en la eucaristía; como los discípulos que lo seguían y acompañaban; como la gente que lo rodeaba y acudía a su encuentro, aclamándolo, suplicándole, agradeciéndole. El pan de la eucaristía es nuestro viático: el alimento que fortalece nuestros pasos en nuestra peregrinación por este mundo hasta la casa del Padre; como el maná, que alimentaba al pueblo de Dios en su travesía por el desierto; como el pan que comió el profeta Elías, para proseguir con ánimo el camino emprendido hasta el monte de Dios; como los panes y los peces que Cristo multiplicó, para saciar el hambre de la muchedumbre que lo seguía.


Pensamientos para el Evangelio de hoy

«Alimentó a la muchedumbre cuando ya declinaba la tarde, esto es, cuando ya se acerca el fin de los tiempos, o cuando el Sol de Justicia iba a morir por nosotros» (San Beda el Venerable).

«El Señor desea que todos los seres humanos se alimenten de la Eucaristía. Hoy, fiesta del Corpus Christi, con la procesión y la adoración común de la Eucaristía, se llama la atención hacia el hecho de que Cristo se inmoló por la humanidad entera» (Benedicto XVI).

«Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la bendición, partió y distribuyó los panes por medio de sus discípulos para alimentar la multitud, prefiguran la sobreabundancia de este único pan de su Eucaristía» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.335).


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