24 de junio - VIERNES DE LA XII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, Solemnidad

 


 
  VIERNES DE LA XII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO,
  SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
  Oficio de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús del Salterio
  (Liturgia de las Horas, Tomo III: Oficio de Lecturas Laudes - TerciaSexta     Nona Vísperas - Completas)
 


PROGRAMA PARROQUIAL:
VIERNES, 24 DE JUNIO

- Horario de la parroquia: abierta de 10.30 h. a 13.30 h. y de 18.00 h. a 21.30 h.

- Horario de despacho: de lunes a viernes, de 10.30 h. a 13.30 h y de 18.00 h. a 21.00

- Rezo del Santo Rosario (a las 20.00 h.) y Eucaristía de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús (a las 20.30 h.) 

 

    Portada

Hay un fuerte despertar del activismo provida en España; este domingo puede hacerse visible

La patronal abortista tiembla: los provida «están crecidos», dice; «están en más clínicas que antes»

Katie Gillio da las gracias a quienes en la Iglesia le dijeron la verdad

«Cómo tener un padre gay me hizo ver las mentiras del progresismo católico» tipo James Martin

Después de muchas peripecias espirituales, Daniel Bowen ayuda a muchos a discernir

Se crio con los Testigos de Jehová, se bautizó de joven, se alejó de nuevo... y hoy es mercedario

Vídeos

  Dimitir «ni se le pasa por la cabeza»

  Lucifer en «La Clave» de José Luis Balbín

  «Espera en Dios, que volverás a alabarlo»

  Un discurso político inhabitual

  Santo Sepulcro: columnas que vuelven

Otras noticias

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  Ocaña será el «corazón eucarístico» de España durante el 125 aniversario de su Adoración Nocturna

Opinión

  La última batalla: matrimonio y familia , por Carmen Castiella Sánchez-Ostiz

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  Hoy el reto del amor es rendirme de querer buscar la perfección por mi mismo , por El Reto Del Amor

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SANTORAL DE HOY

(?- ca. 31)
(No se celebra hoy, porque hay una celebración de mayor rango - Sagrado Corazón de Jesús, solemnidad)

Elogio: Solemnidad de la Natividad de san Juan Bautista, Precursor del Señor, que, estando aún en el seno materno, al quedar lleno del Espíritu Santo exultó de gozo por la próxima llegada de la salvación del género humano. Su nacimiento profetizó la Natividad de Cristo el Señor, y su existencia brilló con tal esplendor de gracia, que el mismo Jesucristo dijo no haber entre los nacidos de mujer nadie tan grande como Juan el Bautista.

Patronazgos: San Juan Bautista es patrono de muchos países, regiones y ciudades, entre ellos Malta y Jordania. También de muchos oficios: tejedores, curtidores, peleteros, talabarteros, trabajadores del alimento, bodegueros, toneleros, carpinteros, arquitectos, albañiles, canteros, deshollinadores, herreros, pastores, agricultores, cantantes, bailarines, músicos, exhibidores de cine, comunicadores de masas; protector también de los corderos, las ovejas, los animales de compañía y las vides; para invocar contra el alcoholismo, los dolores de cabeza, mareos, ansiedad, epilepsia, espasmos, ronquera, enfermedades de la infancia, el miedo.

Tradiciones, refranes, devociones: Hay decenas de refranes que tienen a san Juan como tema, generalmente climatológicos; he seleccionado unos pocos, de los que hay, a su vez, muchas variantes:

Agua por San Juan, quita vino y no da pan.

Al fin y al cabo por San Juan, verano.

Hasta San Juan no te quites el gabán.

No hay verano hasta San Juan, ni invierno hasta Navidad.

Noche de San Juan, noche de sanjuanadas, total, nada.

Enero heloso, Febrero nevoso, Marzo ventoso, Abril lluvioso, Mayo pardo y San Juan claro, labrador prepara los bueyes y el carro.

Oración

Oh Dios, que suscitaste a san Juan Bautista para que preparase a Cristo, el Señor, un pueblo bien dispuesto, concede a tu familia el don de la alegría espiritual y dirige la voluntad de tus hijos por el camino de la salvación y de la paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).


Otros santos de este día:

   Santos Juan y Festo, mártires   

En Roma, en la vía Salaria Antigua «ad septem Palumbas», santos Juan y Festo, mártires. († s. inc.)

   San Simplicio de Autun, obispo   

En Autun, en la Galia Lugdunense, san Simplicio, quien, de noble y devota estirpe, vivió en perfecta castidad con su virtuosísima esposa y después fue elegido obispo. († c. 375)

   Santos Agoardo, Agilberto y compañeros, mártires   

En la población de Créteil, en la región de París, muerte de los santos Agoardo y Agilberto, y de muchos otros más, mártires. († s. V/VI)

   San Rumoldo, eremita mártir   

En Malinas, en el territorio de Brabante, san Rumoldo, venerado como eremita y mártir. († 775)

   San Teodulfo de Lobbes, abad y obispo   

En el monasterio de Lobbes, en Austrasia, san Teodulfo, obispo y abad. († 776)

   San Goardo de Nantes, obispo y mártir   

En la ciudad de Nantes, en Bretaña Menor, san Goardo, obispo y mártir, el cual, cuando estaba celebrando una Misa solemne con el pueblo en la catedral, fue blanco, junto con otros muchos fieles, de las saetas de los normandos, mientras cantaba «Levantemos el corazón». († 843)

   San Teodgaro, presbítero   

En Vestervig, en Dinamarca, san Teodgaro, presbítero, misionero en esta región, de quien se dice que construyó, con madera, la primera iglesia. († c. 1065)

   San José Yuan Zaide, presbítero y mártir   

En la provincia de Sichuan, en China, san José Yuan Zaide, presbítero y mártir, estrangulado por quienes odiaban la fe cristiana. († 1817)

   Santa María de Guadalupe, virgen

En la ciudad de Guadalajara, en México, santa María de Guadalupe (Anastasia) García Zavala, virgen, que participó activamente en la fundación de la Congregación de Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres, y se distinguió por sus obras de caridad en favor de los menesterosos y de los enfermos. († 1963)


LITURGIA DE HOY


DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA

El sagrado Corazón de Jesús

166. El viernes siguiente al segundo domingo después de Pentecostés, la Iglesia celebra la solemnidad del sagrado Corazón de Jesús. Además de la celebración litúrgica, otras muchas expresiones de piedad tienen por objeto el Corazón de Cristo. No hay duda de que la devoción al Corazón del Salvador ha sido, y sigue siendo, una de las expresiones más difundidas y amadas de la piedad eclesial.

Entendida a la luz de la sagrada Escritura, la expresión "Corazón de Cristo" designa el misterio mismo de Cristo, la totalidad de su ser, su persona considerada en el núcleo más íntimo y esencial: Hijo de Dios, sabiduría increada, caridad infinita, principio de salvación y de santificación para toda la humanidad. El "Corazón de Cristo" es Cristo, Verbo encarnado y salvador, intrínsecamente ofrecido, en el Espíritu, con amor infinito divino-humano hacia el Padre y hacia los hombres sus hermanos.

167. Como han recordado frecuentemente los Romanos Pontífices, la devoción al Corazón de Cristo tiene un sólido fundamento en la Escritura.

Jesús, que es uno con el Padre (cfr. Jn 10, 30), invita a sus discípulos a vivir en íntima comunión con Él, a asumir su persona y su palabra como norma de conducta, y se presenta a sí mismo como maestro "manso y humilde de corazón" (Mt 11, 29). Se puede decir, en un cierto sentido, que la devoción al Corazón de Cristo es la traducción en términos cultuales de la mirada que, según las palabras proféticas y evangélicas, todas las generaciones cristianas dirigirán al que ha sido atravesado (cfr. Jn 19, 37; Zc 12, 10), esto es, al costado de Cristo atravesado por la lanza, del cual brotó sangre y agua (cfr. Jn 19, 34), símbolo del "sacramento admirable de toda la Iglesia".

El texto de san Juan que narra la ostensión de las manos y del costado de Cristo a los discípulos (cfr. Jn 20, 20) y la invitación dirigida por Cristo a Tomás, para que extendiera su mano y la metiera en su costado (cfr. Jn 20, 27), han tenido también un influjo notable en el origen y en el desarrollo de la piedad eclesial al sagrado Corazón.

168. Estos textos, y otros que presentan a Cristo como Cordero pascual, victorioso, aunque también inmolado (cfr. Ap 5, 6), fueron objeto de asidua meditación por parte de los Santos Padres, que desvelaron las riquezas doctrinales y con frecuencia invitaron a los fieles a penetrar en el misterio de Cristo por la puerta abierta de su costado. Así san Agustín: "La entrada es accesible: Cristo es la puerta. También se abrió para ti cuando su costado fue abierto por la lanza. Recuerda qué salió de allí; así mira por dónde puedes entrar. Del costado del Señor que colgaba y moría en la Cruz salió sangre y agua, cuando fue abierto por la lanza. En el agua está tu purificación, en la sangre tu redención".

169. La Edad Media fue una época especialmente fecunda para el desarrollo de la devoción al Corazón del Salvador. Hombres insignes por su doctrina y santidad, como san Bernardo (+1153), san Buenaventura (+1274), y místicos como santa Lutgarda (+1246), santa Matilde de Magdeburgo (+1282), las santas hermanas Matilde (+1299) y Gertrudis (+1302) del monasterio de Helfta, Ludolfo de Sajonia (+1378), santa Catalina de Siena (+1380), profundizaron en el misterio del Corazón de Cristo, en el que veían el "refugio" donde acogerse, la sede de la misericordia, el lugar del encuentro con Él, la fuente del amor infinito del Señor, la fuente de la cual brota el agua del Espíritu, la verdadera tierra prometida y el verdadero paraíso.

170. En la época moderna, el culto del Corazón de Salvador tuvo un nuevo desarrollo. En un momento en el que el jansenismo proclamaba los rigores de la justicia divina, la devoción al Corazón de Cristo fue un antídoto eficaz para suscitar en los fieles el amor al Señor y la confianza en su infinita misericordia, de la cual el Corazón es prenda y símbolo. San Francisco de Sales (+1622), que adoptó como norma de vida y apostolado la actitud fundamental del Corazón de Cristo, esto es, la humildad, la mansedumbre (cfr. Mt 11, 29), el amor tierno y misericordioso; santa Margarita María de Alacoque (+1690), a quien el Señor mostró repetidas veces las riquezas de su Corazón; San Juan Eudes (+1680), promotor del culto litúrgico al sagrado Corazón; san Claudio de la Colombiere (+1682), San Juan Bosco (+1888) y otros santos, han sido insignes apóstoles de la devoción al sagrado Corazón.

171. Las formas de devoción al Corazón del Salvador son muy numerosas; algunas han sido explícitamente aprobadas y recomendadas con frecuencia por la Sede Apostólica. Entre éstas hay que recordar:

- la consagración personal, que, según Pío XI, "entre todas las prácticas del culto al sagrado Corazón es sin duda la principal";

- la consagración de la familia, mediante la que el núcleo familiar, partícipe ya por el sacramento del matrimonio del misterio de unidad y de amor entre Cristo y la Iglesia, se entrega al Señor para que reine en el corazón de cada uno de sus miembros;

- las Letanías del Corazón de Jesús, aprobadas en 1891 para toda la Iglesia, de contenido marcadamente bíblico y a las que se han concedido indulgencias;

- el acto de reparación, fórmula de oración con la que el fiel, consciente de la infinita bondad de Cristo, quiere implorar misericordia y reparar las ofensas cometidas de tantas maneras contra su Corazón;

- la práctica de los nueve primeros viernes de mes, que tiene su origen en la "gran promesa" hecha por Jesús a santa Margarita María de Alacoque. En una época en la que la comunión sacramental era muy rara entre los fieles, la práctica de los nueve primeros viernes de mes contribuyó significativamente a restablecer la frecuencia de los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. En nuestros días, la devoción de los primeros viernes de mes, si se practica de un modo correcto, puede dar todavía indudable fruto espiritual. Es preciso, sin embargo, que se instruya de manera conveniente a los fieles: sobre el hecho de que no se debe poner en esta práctica una confianza que se convierta en una vana credulidad que, en orden a la salvación, anula las exigencias absolutamente necesarias de la fe operante y del propósito de llevar una vida conforme al Evangelio; sobre el valor absolutamente principal del domingo, la "fiesta primordial", que se debe caracterizar por la plena participación de los fieles en la celebración eucarística.

172. La devoción al sagrado Corazón constituye una gran expresión histórica de la piedad de la Iglesia hacia Jesucristo, su esposo y señor; requiere una actitud de fondo, constituida por la conversión y la reparación, por el amor y la gratitud, por el empeño apostólico y la consagración a Cristo y a su obra de salvación. Por esto, la Sede Apostólica y los Obispos la recomiendan, y promueven su renovación: en las expresiones del lenguaje y en las imágenes, en la toma de conciencia de sus raíces bíblicas y su vinculación con las verdades principales de la fe, en la afirmación de la primacía del amor a Dios y al prójimo, como contenido esencial de la misma devoción.

173. La piedad popular tiende a identificar una devoción con su representación iconográfica. Esto es algo normal, que sin duda tiene elementos positivos, pero puede también dar lugar a ciertos inconvenientes: un tipo de imágenes que no responda ya al gusto de los fieles, puede ocasionar un menor aprecio del objeto de la devoción, independientemente de su fundamento teológico y de contenido histórico salvífico.

Así ha sucedido con la devoción al sagrado Corazón: ciertas láminas con imágenes a veces dulzonas, inadecuadas para expresar el robusto contenido teológico, no favorecen el acercamiento de los fieles al misterio del Corazón del Salvador.

En nuestro tiempo se ha visto con agrado la tendencia a representar el sagrado Corazón remitiéndose al momento de la Crucifixión, en la que se manifiesta en grado máximo el amor de Cristo. El sagrado Corazón es Cristo crucificado, con el costado abierto por la lanza, del que brotan sangre y agua (cfr. Jn 19, 34).

Solemnidad del Sacratísimo Corazón de Jesús, que, siendo manso y humilde de corazón, exaltado en la cruz fue hecho fuente de vida y amor, del que se sacian todos los hombres (elog. del Martirologio Romano).


Misa de la solemnidad (blanco).

MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. prop. No se puede decir la PE IV.

LECC.: vol. I (C).

- Ez 34, 11-16. Yo mismo apacentaré mis ovejas y las haré reposar.

- Sal 22. R. El Señor es mi pastor, nada me falta. 

- Rom 5, 5b-11. Dios nos demostró su amor.

- Lc 15, 3-7. ¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido.

El Corazón de Jesús simboliza el amor infinito que Dios nos tiene (cf. 1.ª orac. y sobre las ofrendas). De su corazón traspasado en la cruz, brotaron sangre y agua, los sacramentos de la Iglesia. Es la fuente de la salvación (Pf.). Al participar en la eucaristía nos unimos más a Él y podemos reconocerlo presente en los hermanos (cf. orac. después de la comunión). Las lecturas de este año C nos presentan a Cristo como el pastor que nos apacienta, que nos hace recostar en verdes praderas y nos conduce a fuentes tranquilas reparando nuestras fuerzas (1 lect. y sal. resp.). Es el pastor que nos busca como ovejas perdidas, que se alegra de encontrarnos y que nos recuerda la alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta (Ev.). Él murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores (2 lect.).

Hoy no se permiten otras celebraciones, excepto la misa exequial.

Liturgia de las Horas: oficio de la solemnidad. Te Deum. Comp. Dom. II.

Martirologio: elog. prop. de la memoria del Inmaculado Corazón de la bienaventurada Virgen María, pág. 45, y elogs. del 25 de junio, pág. 379.

CALENDARIOS: Salamanca y Ciudad Rodrigo: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. José Luis Retana Gozalo, obispo (2017).


Antífona de entrada Sal 32, 11. 19

Los proyectos de su Corazón subsisten de edad en edad, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.


Monición de entrada

Celebramos hoy la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús; celebramos el amor misericordioso de Dios, manifestado en Cristo, simbolizado en su corazón.


Acto penitencial

Todo como en el Ordinario de la Misa. Para la tercera fórmula pueden usarse las siguientes invocaciones:

- Tú, que has venido a sanar los corazones afligidos: Señor, ten piedad.

R. Señor, ten piedad.

- Tú, que nos has amado hasta el extremo: Cristo, ten piedad.

R. Cristo, ten piedad.

- Tú, que nos has revelado el amor de Dios Padre: Señor, ten piedad.

R. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria.

Oración colecta

Dios todopoderoso, concede a quienes,
alegrándonos en el Corazón de tu Hijo amado,
recordamos los inmensos beneficios de su amor hacia nosotros,
merecer recibir una inagotable abundancia de gracia
de aquella fuente celestial de los dones.
Por nuestro Señor Jesucristo.

O bien:

Oh, Dios, que en el Corazón de tu Hijo,
herido por nuestros pecados,
te has dignado regalamos misericordiosamente infinitos tesoros de amor,
te pedimos que, al rendirle el homenaje de nuestra piedad,
manifestemos también una conveniente reparación.
Por nuestro Señor Jesucristo.


LECTURAS DE LA MISA

PRIMERA LECTURA
Yo mismo apacentaré mis ovejas y las haré reposar

Lectura de la profecía de Ezequiel (Ez 34, 11-16)

ESTO DICE el Señor Dios:
«Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré.
Como cuida un pastor de su grey dispersa, así cuidaré yo de mi rebaño y lo libraré, sacándolo de los lugares por donde se había dispersado un día de oscuros nubarrones.
Sacaré a mis ovejas de en medio de los pueblos, las reuniré de entre las naciones, las llevaré a su tierra, las apacentaré en los montes de Israel, en los valles y en todos los poblados del país. Las apacentaré en pastos escogidos, tendrán sus majadas en los montes más altos de Israel; se recostarán en pródigas dehesas y pacerán pingües pastos en los montes de Israel.
Yo mismo apacentaré mis ovejas y las haré reposar —oráculo del Señor Dios—.
Buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma; pero a la que está fuerte y robusta la guardaré: la apacentaré con justicia».

 

Palabra de Dios.

R. Te alabamos, Señor.

 

SALMO RESPONSORIAL (Sal 22, 1b-3a. 3b-4. 5. 6 [R.: 1b])

R. El Señor es mi pastor, nada me falta

V. El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
 
V. Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque caminé por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
 
V. Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
 
V. Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

R. El Señor es mi pastor, nada me falta.


SEGUNDA LECTURA
Dios nos demostró su amor

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (Rm 5, 5b- 11)

HERMANOS:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
En efecto, cuando nosotros estábamos aún sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se atrevería alguien a morir; pues bien: Dios
nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvados del castigo!
Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvados por su vida!
Y no solo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
 
Aleluya (opción 1) Mt 11, 29ab

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Tomad mi yugo sobre vosotros —dice el Señor—,
y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. R.
 

Aleluya (opción 2) Jn 10, 14

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo soy el Buen Pastor -dice el Señor-,
que conozco a mis ovejas, y las mías me conocen. R.
 

EVANGELIO
¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido

╬ Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 15, 3-7)

R. Gloria a ti, Señor.

EN AQUEL TIEMPO, Jesús dijo a los fariseos y a los escribas esta parábola:
«Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra?
Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:
“¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.


JUBILEO EXTRAORDINARIO DE LA MISERICORDIA.
JUBILEO DE LOS SACERDOTES

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Plaza de San Pedro, Viernes 3 de junio de 2016
Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

La celebración del Jubileo de los Sacerdotes en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús nos invita a llegar al corazón, es decir, a la interioridad, a las raíces más sólidas de la vida, al núcleo de los afectos, en una palabra, al centro de la persona. Y hoy nos fijamos en dos corazones: el del Buen Pastor y nuestro corazón de pastores.

El corazón del Buen Pastor no es sólo el corazón que tiene misericordia de nosotros, sino la misericordia misma. Ahí resplandece el amor del Padre; ahí me siento seguro de ser acogido y comprendido como soy; ahí, con todas mis limitaciones y mis pecados, saboreo la certeza de ser elegido y amado. Al mirar a ese corazón, renuevo el primer amor: el recuerdo de cuando el Señor tocó mi alma y me llamó a seguirlo, la alegría de haber echado las redes de la vida confiando en su palabra (cf. Lc 5,5).

El corazón del Buen Pastor nos dice que su amor no tiene límites, no se cansa y nunca se da por vencido. En él vemos su continua entrega sin algún confín; en él encontramos la fuente del amor dulce y fiel, que deja libre y nos hace libres; en él volvemos cada vez a descubrir que Jesús nos ama «hasta el extremo» (Jn 13,1); no se detiene antes, va hasta el final, sin imponerse nunca.

El corazón del Buen Pastor está inclinado hacia nosotros, «polarizado» especialmente en el que está lejano; allí apunta tenazmente la aguja de su brújula, allí revela la debilidad de un amor particular, porque desea llegar a todos y no perder a nadie.

Ante el Corazón de Jesús nace la pregunta fundamental de nuestra vida sacerdotal: ¿A dónde se orienta mi corazón? Pregunta que nosotros sacerdotes tenemos que hacernos muchas veces, cada día, cada semana: ¿A dónde se orienta mi corazón? El ministerio está a menudo lleno de muchas iniciativas, que lo ponen ante diversos frentes: de la catequesis a la liturgia, de la caridad a los compromisos pastorales e incluso administrativos. En medio de tantas actividades, permanece la pregunta: ¿En dónde se fija mi corazón? Viene a mi memoria esa oración tan bonita de la liturgia: «Ubi vera sunt gaudia…». ¿A dónde apunta, cuál es el tesoro que busca? Porque —dice Jesús— «donde estará tu tesoro, allí está tu corazón» (Mt 6,21). Tenemos debilidades todos nosotros, también pecados. Pero vayamos a lo profundo, a la raíz: ¿Dónde está la raíz de nuestras debilidades, de nuestros pecados? Es decir: ¿Dónde está el «tesoro» que nos aleja del Señor?

Los tesoros irremplazables del Corazón de Jesús son dos: el Padre y nosotros. Él pasaba sus jornadas entre la oración al Padre y el encuentro con la gente. No la distancia, sino el encuentro. También el corazón de pastor de Cristo conoce sólo dos direcciones: el Señor y la gente. El corazón del sacerdote es un corazón traspasado por el amor del Señor; por eso no se mira a sí mismo —no debería mirarse a sí mismo— sino que está dirigido a Dios y a los hermanos. Ya no es un «corazón bailarín», que se deja atraer por las seducciones del momento, o que va de aquí para allá en busca de aceptación y pequeñas satisfacciones. Es más bien un corazón arraigado en el Señor, cautivado por el Espíritu Santo, abierto y disponible para los hermanos. Y ahí resuelve sus pecados.

Para ayudar a nuestro corazón a que tenga el fuego de la caridad de Jesús, el Buen Pastor, podemos ejercitarnos en asumir en nosotros tres formas de actuar que nos sugieren las Lecturas de hoy: buscar, incluir y alegrarse.

Buscar. El profeta Ezequiel nos recuerda que Dios mismo busca a sus ovejas (cf. 34,11.16). Como dice el Evangelio, «va tras la descarriada hasta que la encuentra» (Lc 15,4), sin dejarse atemorizar por los riesgos; se aventura sin titubear más allá de los lugares de pasto y fuera de las horas de trabajo. Y no se hace pagar lo extraordinario. No aplaza la búsqueda, no piensa: «Hoy ya he cumplido con mi deber, y tal vez me ocuparé mañana», sino que se pone de inmediato manos a la obra; su corazón está inquieto hasta que encuentra esa oveja perdida. Y, cuando la encuentra, olvida la fatiga y se la carga sobre sus hombros todo contento. A veces tiene que salir para buscarla, para hablar, persuadir; otras veces debe permanecer ante el Sagrario, luchando con el Señor por esa oveja.

Así es el corazón que busca: es un corazón que no privatiza los tiempos y espacios. ¡Ay de los pastores que privatizan su ministerio! No es celoso de su legítima tranquilidad —legítima, digo; ni siquiera de esa—, y nunca pretende que no lo molesten. El pastor, según el corazón de Dios, no defiende su propia comodidad, no se preocupa de proteger su buen nombre, aunque sea calumniado como Jesús. Sin temor a las críticas, está dispuesto a arriesgar con tal de imitar a su Señor. «Bienaventurados cuando os insulten, os persigan….» (Mt 5,11).

El pastor según Jesús tiene el corazón libre para dejar sus cosas, no vive haciendo cuentas de lo que tiene y de las horas de servicio: no es un contable del espíritu, sino un buen Samaritano en busca de quien tiene necesidad. Es un pastor, no un inspector de la grey, y se dedica a la misión no al cincuenta o sesenta por ciento, sino con todo su ser. Al ir en busca, encuentra, y encuentra porque arriesga. Si el pastor no arriesga, no encuentra. No se queda parado después de las desilusiones ni se rinde ante las dificultades; en efecto, es obstinado en el bien, ungido por la divina obstinación de que nadie se extravíe. Por eso, no sólo tiene la puerta abierta, sino que sale en busca de quien no quiere entrar por ella. Y como todo buen cristiano, y como ejemplo para cada cristiano, siempre está en salida de sí mismo. El epicentro de su corazón está fuera de él: es un descentrado de sí mismo, centrado sólo en Jesús. No es atraído por su yo, sino por el tú de Dios y por el nosotros de los hombres.

Segunda palabra: incluir. Cristo ama y conoce a sus ovejas, da la vida por ellas y ninguna le resulta extraña (cf. Jn10,11-14). Su rebaño es su familia y su vida. No es un jefe temido por las ovejas, sino el pastor que camina con ellas y las llama por su nombre (cf. Jn 10, 3-4). Y quiere reunir a las ovejas que todavía no están con él (cf. Jn 10,16).

Así es también el sacerdote de Cristo: está ungido para el pueblo, no para elegir sus propios proyectos, sino para estar cerca de las personas concretas que Dios, por medio de la Iglesia, le ha confiado. Ninguno está excluido de su corazón, de su oración y de su sonrisa. Con mirada amorosa y corazón de padre, acoge, incluye, y, cuando debe corregir, siempre es para acercar; no desprecia a nadie, sino que está dispuesto a ensuciarse las manos por todos. El Buen Pastor no conoce los guantes. Ministro de la comunión, que celebra y vive, no pretende los saludos y felicitaciones de los otros, sino que es el primero en ofrecer mano, desechando cotilleos, juicios y venenos. Escucha con paciencia los problemas y acompaña los pasos de las personas, prodigando el perdón divino con generosa compasión. No regaña a quien abandona o equivoca el camino, sino que siempre está dispuesto para reinsertar y recomponer los litigios. Es un hombre que sabe incluir.

Alegrarse. Dios se pone «muy contento» (Lc 15,5): su alegría nace del perdón, de la vida que se restaura, del hijo que vuelve a respirar el aire de casa. La alegría de Jesús, el Buen Pastor, no es una alegría para sí mismo, sino para los demás y con los demás, la verdadera alegría del amor. Esta es también la alegría del sacerdote. Él es transformado por la misericordia que, a su vez, ofrece de manera gratuita. En la oración descubre el consuelo de Dios y experimenta que nada es más fuerte que su amor. Por eso está sereno interiormente, y es feliz de ser un canal de misericordia, de acercar el hombre al corazón de Dios. Para él, la tristeza no es lo normal, sino sólo pasajera; la dureza le es ajena, porque es pastor según el corazón suave de Dios.

Queridos sacerdotes, en la celebración eucarística encontramos cada día nuestra identidad de pastores. Cada vez podemos hacer verdaderamente nuestras las palabras de Jesús: «Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros». Este es el sentido de nuestra vida, son las palabras con las que, en cierto modo, podemos renovar cotidianamente las promesas de nuestra ordenación. Os agradezco vuestro «sí», y por tantos «sí» escondidos de todos los días, que sólo el Señor conoce. Os agradezco por vuestro «sí» para dar la vida unidos a Jesús: aquí está la fuente pura de nuestra alegría.


Pensamientos para el Evangelio de hoy

«Y tú, hombre redimido, considera quién, cuál y cuán grande es este que está colgando de la cruz por ti» (San Buenaventura).

«En el Corazón de Jesús se expresa el núcleo esencial del cristianismo: el Amor que nos salva y nos hace vivir ya en la eternidad de Dios» (Benedicto XVI).

«El Evangelio es la revelación, en Jesucristo, de la misericordia de Dios con los pecadores. El ángel anuncia a José: ‘Tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados’ (Mt 1,21). Y en la institución de la Eucaristía, sacramento de la redención, Jesús dice: ‘Esta es mi sangre de la alianza, que va a ser derramada por muchos para remisión de los pecados’ (Mt 26,28)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.846).


Monición al Credo

Se dice Credo. Puede introducirse con la siguiente monición.

Confesamos nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en la unidad de la santa Iglesia.


Oración de los fieles

Oremos con la confianza puesta en Cristo, por quien tenemos libre acceso a Dios Padre.

- Por la Iglesia, nacida del corazón de Cristo. Roguemos al Señor.

- Por los que gobiernan los pueblos buscando la justicia y el respeto de los derechos humanos. Roguemos al Señor.

- Por los que se sienten cansados y agobiados por tantos trabajos y sufrimientos. Roguemos al Señor

- Por los enfermos y los moribundos. Roguemos al Señor.

- Por nosotros, que conocemos y celebramos el amor de Cristo. Roguemos al Señor.

Dios, Padre nuestro, que nos has manifestado tu amor
en el corazón de tu Hijo,
escucha nuestras súplicas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Oración sobre las ofrendas

Mira, Señor, el inefable amor del Corazón de tu Hijo predilecto,
para que los dones que te presentamos
sean ofrenda aceptable a ti y expiación de nuestras culpas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Prefacio
El inmenso amor de Cristo

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.

El cual, con amor admirable,
se entregó por nosotros y, elevado sobre la cruz,
hizo que de la herida de su costado brotaran,
con el agua y la sangre, los sacramentos de la Iglesia,
para que así, acercándose al Corazón abierto del Salvador,
todos puedan beber siempre con gozo de las fuentes de la salvación.

Por eso, con los santos y con todos los ángeles,
te glorificamos diciendo sin cesar:

Santo, Santo, Santo...


Antífona de comunión Cf. Jn 7, 37-38

Dice el Señor: «El que tenga sed que venga a mí, y que beba el que cree en mí: de sus entrañas manarán ríos de agua viva».

O bien: Jn 19, 34
Uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.

Oración después de la comunión

Señor, que el sacramento de la caridad
encienda en nosotros el fuego del amor santo
por el que, cautivados siempre por tu Hijo,
aprendamos a reconocerle en los hermanos.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

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